Description:—Tenemos que matarla —dijo Pauline. Jean Lacomte tomó a la joven de los hombros y miró su cara. Pauline era muy bella y, sobre todo, seductora. —No sabes lo que dices. —Claro que lo sé, Jean… Tú lo has confesado, ella no te concederá el divorcio. —Eso está claro. Además, no me convendría. Recuérdalo, es Danielle quien tiene todo el dinero. —Oh, sí, tú te has acostumbrado a la buena vida. No puedes prescindir de tu Danielle, de sus billetes. —¿Es que hemos de pelear, Pauline? No seas chiquilla… Confórmate. Las cosas nos van bien. Pauline se puso en pie. —Todo marcha maravillosamente, ¿qué más puedo desear? Tengo una casa y te tengo a ti. La casa me la paga tu mujer, aunque ella no lo sepa… Y tú vienes casi todas las tardes, cuando ella te deja libre. Pero, a las siete, como un buen marido, has de estar en casa. —No seas sarcástica.