Lo bueno de escribir un libro como ?ste es que luego lo leer?n tus amigos. la gente que te quiere. Y entonces dejar?n de quererte. Qu? alivio... As? comienza esta novela. y esas palabras podr?an eximirnos de m?s comentarios de presentaci?n. Tambi?n bastar?a con reproducir el siguiente di?logo. real. entre un c?lebre escritor franc?s y el autor de este libro: -Tu problema es que escribes pensando en j?venes rebeldes. Y los que compran libros en esta ?poca no son ni una cosa ni la otra. La rebeld?a es un anacronismo. Ya no hay m?s rebeldes. -Es cierto. Ni siquiera hay j?venes.El mismo sarc?stico inconformismo est? presente en cada p?gina. montado sobre un humor -en el lenguaje y en las situaciones- que acarrea un efecto residual m?s bien corrosivo. No es. por cierto. un libro sin contraindicaciones.El delgado hilo conductor del relato es un hecho policial al que ni siquiera el protagonista. a pesar de que podr?a terminar seriamente comprometido. parece darle demasiada importancia. Porque m?s que nada la novela es el registro minucioso de la mirada de este protagonista pase?ndose con una perplejidad disfrazada de cinismo sobre los personajes y las circunstancias de esta ?poca. que ?l define como la era del afecto. esa forma bastarda y minusv?lida de la pasi?n .La originalidad narrativa de Barron logra que las situaciones y personajes de la novela nos resulten m?s cotidianos y reconocibles cuanto m?s delirantes o incluso fant?sticos nos los presenta. Ya se trate del ni?o mendigo con ruedas en lugar de pies que alberga en su casilla de cart?n a un personaje b?blico e inmortal. o del abogado que convive con un robot llamado Presidente Per?n. o de los hermanos gemelos que viven en pareja y quieren adoptar un beb?. o del calidosc?pico y extravagante cat?logo de mujeres que entran y salen de la vida del protagonista. nunca la impresi?n del lector es de extra?eza sino de reconocimiento. de complicidad.