Funciones en biología: una perspectiva aristotélica1 Alfredo Marcos Departamento de Filosofía - Universidad de Valladolid Plaza del Campus - 47011 Valladolid [email protected] 1 Una versión anterior de este texto fue leída como conferencia en el Institut d’Histoire et de Philosophie des Sciences et des Techniques (París) y publicada en lengua polaca en la revista Czlowiek w kulturze, 19: 357-388, Lublin, Polonia, 2007. 1 Resumen Recientemente se ha reactivado el estudio filosófico las funciones en biología. ¿Podemos obtener de Aristóteles aportaciones para este debate? ¿Cuáles serían? Veremos primero el estado del debate, fijando los puntos para los cuales las ideas aristotélicas resultarán útiles. Seguidamente presentaremos los textos aristotélicos que convendrá consultar, textos sobre la naturaleza y el poder explicativo de las causas finales. Pero la teleología aristotélica ha sido frecuentemente malinterpretada; así pues, antes de utilizar sus textos, criticaremos las interpretaciones erróneas. Finalmente, mostraremos cómo las ideas de Aristóteles pueden contribuir al debate actual sobre los siguientes puntos: realismo, reductibilidad, composición funcional, normatividad, fuerza explicativa y posibilidad de una teoría unificada de las funciones biológicas y de otros tipos. Palabras clave: funciones biológicas, teleología, explicación funcional, causa final, reduccionismo, realismo, Aristóteles. Summary The philosophical research on biological functions has been recently reactivated. Can we obtain some contributions to this debate from Aristotle? Which ones? Firstly, we will present the current state of the debate, setting the points where the Aristotelian ideas can be useful. Then we will see the Aristotelian text to be consulted, texts about the nature and the explanatory power of final causes. However, Aristotle’s teleology has often been misinterpreted. So, we should criticize these interpretations before using the texts. Finally, we will show how Aristotle’s ideas can contribute to the current debate regarding the following topics: realism, reductibility, functional composition, normativity, explanatory power and the possibility of a unified theory of biological and other kind of functions. Key words: biological functions, teleology, functional explanation, final cause, reductionism, realism, Aristotle. 2 1. El debate sobre las funciones A partir de los años 70 del pasado siglo se reaviva y renueva el debate filosófico sobre el concepto de función y las explicaciones funcionales. Tiene interés histórico el giro que se produjo en esa época desde las posiciones de Hempel hasta las de Wright y Cummins. Recordemos que la filosofía de la ciencia clásica se había centrado principalmente en la física. Parte del programa del neopositivismo consistía en la unificación de todas las ciencias empíricas en una teoría física. En este ambiente intelectual, la biología era considerada como una ciencia inmadura susceptible de reducción a la física. Una de las características más notables de la biología, y que más la distancian de la física, es la utilización de explicaciones funcionales2. Se entendía que este tipo de explicaciones acabarían desapareciendo a medida que la biología fuese madurando metodológicamente. Hempel, en los años 60, todavía pensaba que las funciones son entidades ficticias cuyo valor en ciencia es meramente heurístico. Por otro lado, el gran desarrollo de la biología molecular y de la genética molecular a partir del descubrimiento de la estructura del ADN favoreció la idea de que la biología en su conjunto avanzaba hacia una reducción a la bioquímica. Una buena parte de los recursos se desplazaron entonces desde la investigación más tradicional de corte naturalista hacia la investigación bioquímica. Los biólogos dedicados a investigaciones naturalistas y evolucionistas tenían entonces razones intelectuales y motivos de orden profesional para oponerse a las tendencias reduccionistas vigentes. En esta línea, biólogos evolucionistas con intereses filosóficos, como Francisco Ayala o Ernst Mayr, argumentaron ya en los años 70 a favor de la autonomía de la biología, que no debía ser considerada como una ciencia inmadura, ni como una región de la ciencia empírica todavía no reducida a la física. La biología, en opinión de estos autores, es una ciencia por sí misma, autónoma respecto de la física, aunque estrictamente compatible con las leyes físicas, y dotada de una metodología perfectamente legítima. A este respecto, hay que recordar que las explicaciones funcionales seguían –y siguen– siendo comunes en las ciencias biológicas y no parece que los biólogos las entiendan únicamente en clave heurística. Creo que estos precedentes explican por qué precisamente en los años 70 se reactiva el debate filosófico en torno a las funciones. 2 El concepto de función también tiene una importante presencia en matemáticas. Esta dimensión matemática del concepto de función, así como sus posibles relaciones con la explicación funcional en biología, quedan fuera del alcance del presente artículo. Para una revisión del concepto matemático de función y de su gestación histórica puede verse: CAÑON, Camino: La matemática. Creación y descubrimiento, UPCO, Madrid, 1993. 3 Los textos clásicos y seminales al respecto son los artículos escritos por Larry Wright en 19733 y por Robert Cummins en 19754. Cada uno a su modo da cuenta de la importancia que tienen las explicaciones funcionales en biología (y no sólo en biología, sino también en otras ciencias y disciplinas tecnológicas). A partir de estos textos y del debate posterior, se han ido consolidando tres grandes teorías de las funciones: la teoría seleccionista (SEL), la intencionalista (INT) y la sistémica (SYS). Las dos primeras están en la línea del análisis de Wright, ambas pueden considerarse como teorías etiológicas de las funciones. Es decir, entienden que la función de algo es causa de su existencia o posición. Según SEL, cuando decimos que una entidad tiene una cierta función, estamos diciendo que esa entidad existe o está presente en un determinado lugar porque ha sido seleccionada a causa de que es capaz de realizar esa función. INT afirma que la causa de que exista o esté donde está una entidad es que alguien la ha diseñado así con la intención de que cumpla una cierta función. SEL parece pensada sobre todo para el ámbito biológico, en el que se da la evolución por selección, mientras que INT está orientada principalmente al ámbito de lo artificial. Hay que hacer la salvedad de que algunos artefactos se han ido configurando más bien por selección que por diseño; caerían, por tanto, en el dominio de SEL. La tercera teoría (SYS) parte de las ideas de Cummins. Según ésta, la atribución de una función a cualquier entidad no nos sirve para explicar su existencia o posición, sino sólo para explicar el funcionamiento del sistema en el que se halla integrada. Actualmente existe un intenso debate sobre estas tres grandes líneas teóricas, enfrentadas, modificadas o combinadas entre sí en diversos modos. Para poder presentar el resto de mi argumento, es conveniente que identifiquemos aquí los puntos esenciales en torno a los cuales se centra hoy día el debate. En primer lugar está la cuestión del realismo de las funciones. Es decir, se discute si las funciones son entidades ficticias, si tienen únicamente una base subjetiva o si, por el contrario, son propiedades con existencia real, objetiva e independiente de cualquier sujeto cognoscente. Esta cuestión no debe confundirse con el problema de la reducción. Aunque reconozcamos a las funciones existencia real, podemos discutir si pueden o no ser reducidas a otro tipo de propiedades o disposiciones. Por otro lado, del mismo modo que las estructuras están compuestas de partes que tienen a su vez estructura, las funciones atribuibles a un organismo o a un artefacto también 3 WRIGHT, Larry: "Functions", Philosophical Review, 82(2): 139-168, 1973. 4 CUMMINS, Robert: "Functional analysis", The Journal of Philosophy, noviembre 1975, pp. 741-760. 4 parecen guardar entre sí relaciones jerárquicas. Se discute, en consecuencia, si las distintas teorías en liza dan cuenta correctamente de la aparente composicionalidad de las funciones. Tenemos, además, la difícil cuestión de la normatividad de las funciones. A diferencia de otras disposiciones, podemos atribuir una función a una entidad aunque esta no la cumpla o la cumpla mal. No diríamos de un cristal que es transparente si de hecho no dejase pasar la luz, pero decimos que la función del parabrisas del coche es proteger del aire al conductor y permitirle la visión, aunque esté tan sucio o rayado que no permita ver el exterior. Decimos entonces que cumple mal su función, pero no que carezca de ella. El debate afecta también a la naturaleza de las explicaciones funcionales. Constatado el hecho de que se siguen empleando en biología, las distintas teorías de las funciones tratan de establecer dónde reside su fuerza explicativa, qué ganancia cognoscitiva nos aportan y qué es lo que explican5. Por último, se discute sobre la posibilidad de desarrollar una teoría unificada de las funciones, que dé cuenta de las mismas tanto en el ámbito de lo biológico como en el dominio de lo artificial. En los puntos mencionados estimo que se pueden hacer aportaciones de interés apoyadas en el pensamiento de Aristóteles. Expondré a continuación los indicios que tenemos para pensar que esto puede ser así. 2. Indicios previos y textos aristotélicos Se dice que conservamos más líneas escritas por Aristóteles sobre biología que sobre ningún otro tema. Dedicó a los vivientes mucho tiempo de observación, lectura, conversación y honda reflexión. Se trata, sin duda, de la primera biología científica que conocemos. Sus lineamientos básicos fueron el armazón de la biología árabe y occidental durante siglos, y algunos de sus hallazgos no fueron superados hasta bien entrados los tiempos modernos. El propio Darwin, en su correspondencia, se refirió elogiosamente a los textos biológicos de Aristóteles: «pocas veces he leído algo que me haya interesado tanto»6. El estudio de los vivientes fue para el polifacético pensador griego una dedicación y una pasión a lo largo de toda su vida. Sería extraño que su obra, de primera importancia tanto en el campo de la biología como en el de la filosofía, no tuviese algo interesante que decir en relación con el debate de las funciones. 5Puede verse a este respecto MACLAUGHLIN, Peter: What Function Explain. Cambridge University Press, Cambridge, 2001. 6 Carta a William Ogle (22 de febrero de 1882). Sobre esta cuestión puede verse A. GOTTHELF, Allan: "Darwin on Aristotle", Journal of the History of Biology, 32: 3-30, 1999. 5 Además, sabemos que este debate mantiene una conexión muy estrecha con la teoría de la explicación. El recorrido contemporáneo del debate sobre las funciones se inicia con la teoría hempeliana de la explicación, que pretende ser tan general como para dar cuenta incluso de la explicación teleológica o funcional. En este sentido Aristóteles también es un autor de referencia, ya que elaboró su propia teoría de la explicación, de la cual el propio Hempel se considera deudor. En ella sostuvo que explicar consiste principalmente en mostrar las causas. Esta teoría la aplicó muy especialmente al caso de los seres vivos. Para él, dar explicación de un rasgo (differentia), sea anatómico o conductual, equivalía a descubrir y mostrar las causas del mismo. Entiende que la explicación será completa en la medida en que identifiquemos todas las causas: la causa material, la eficiente, la formal y la causa final (éneka) o función del rasgo en cuestión. Es más, entiende que de todas las causas la más importante para la explicación es la causa final: «Como, además, observamos más de una causa en el devenir natural: la causa "con vistas a la cual" y la causa "a partir de la cual" se origina el movimiento, hay que determinar cuál es por naturaleza la primera y cuál es la segunda. Parece que la primera es la que llamamos causa final, pues ésta es la razón y la razón es principio tanto en las creaciones del arte como en las de la naturaleza»7. La explicación causal, cuya parte principal es en realidad una explicación funcional, la aplica Aristóteles a los vivientes. Concretamente, intenta explicar así su desarrollo, sus partes y su comportamiento. Pero, como vemos, también se aplica el esquema de cuatro causas a los artefactos. Es más, el modelo o paradigma que emplea Aristóteles para dar a entender en qué consisten las cuatro causas es el artefacto. En diversos lugares de su obra establece que el esquema explicativo que sirve para unos ha de servir para otros. En una primera aproximación, parece estar próximo a la intención contemporánea de elaborar una teoría unificada de las funciones, válida tanto para vivientes como para artefactos. En apoyo de esta afirmación podemos citar también la clasificación aristotélica de las ciencias. Se trata de una clasificación multidimensional, que distribuye las ciencias según media docena de criterios, y entre ellos el tipo de causalidad. Cada criterio produce distintas agrupaciones. Cuando agrupamos según el tipo de causalidad, los saberes técnicos y las ciencias naturales aparecen en el mismo grupo, junto con la ética y la política, y separados de la teología y las matemáticas. Según esto, en las ciencias naturales, así como en las sociales y en las disciplinas tecnológicas, operaría el mismo tipo de causalidad. Se podría decir, no obstante, que estos indicios han estado siempre presentes. Aristóteles ha sido uno de los autores más leído y comentado desde antiguo. De hecho, parece 7ARISTÓTELES: De Partibus Animalium (PA), 639b 10-16. 6 que la ciencia moderna nace precisamente junto con un concepto de causalidad distinto, si no contrario, al aristotélico. Entonces, ¿por qué tendríamos que volver a prestar atención ahora a los textos aristotélicos? La razón es que el pensamiento de Aristóteles está siendo sometido en nuestros días a una profunda reconsideración que afecta de modo muy directo a la interpretación que hacemos de su noción de causa final. Esta reconsideración contemporánea de Aristóteles parte precisamente de la reactivación del interés por su obra biológica. Durante los últimos treinta años se ha producido un movimiento de traducción, lectura y reinterpretación de estos textos llevado a cabo por unos pocos estudiosos europeos y americanos, como David Balme, Marjorie Grene, Geoffrey Lloyd, Martha Nussbaum, James Lennox, Allan Gotthelf, Pierre Pellegrin, Wolfgang Kullman... Dado que para Aristóteles las sustancias por antonomasia son los seres vivos, esta nueva lectura de la obra biológica en realidad ha acabado afectando a toda la obra aristotélica, en terrenos como la metafísica, la ética y la filosofía de la ciencia. «la biología de Aristóteles –nos dice M Grene– puede haber proporcionado la piedra angular de su metafísica y de su lógica, de hecho, de toda su filosofía»8. Se puede afirmar, pues, que estamos ahora en una buena situación para rescatar conceptos aristotélicos, entendidos bajo una nueva perspectiva, para ponerlos en juego en los debates contemporáneos9. Respecto a los conceptos teleológicos, que son los que aquí más nos interesan, también se ha producido un cambio interpretativo. En palabras de James Lennox, para Aristóteles «los animales son unidades de materia y forma, las almas son simplemente formas (entiéndase “capacidades funcionales”) de los cuerpos animados. La teleología de Aristóteles se basa en el reconocimiento de que los cuerpos animados están estructurados como lo están y se desarrollan como lo hacen para llevar a cabo las funciones que constituyen la vida del animal. Así, él da prioridad explicativa a la función, al tiempo que insiste en que una explicación biológica completa debe tomar en cuenta detalladamente la base material de la función»10. 8GRENE, Marjory: A Portrait of Aristotle. Faber & Faber, Londres, 1963, p. 32. 9 Véase: GOTTHELF, Allan (ed.): Aristotle on Nature and Living Things. Mathesis Publications and Bristol Classical Press, Pittsburgh, 1985; GOTTHELF, Allan & LENNOX, James (eds.): Philosophical Issues in Aristotle's Biology. Cambridge University Press, Cambridge, 1987 ; DEVEREUX, Daniel et PELLEGRIN, Pierre (eds.): Biologie, Logique et Métaphysique chez Aristote. C.N.R.S., París, 1990; MARCOS, Alfredo: Aristóteles y otros animales. Una lectura filosófica de la biología aristotélica. PPU, Barcelona, 1996; LENNOX, James: Aristotle’s Philosophy of Biology. Cambridge University Press, Cambridge, 2001; MARCOS, Alfredo: "The Tension Between Aristotle's Theories and Uses of Metaphor", Studies in History and Philosophy of Science, 28: 123-139, 1997; MARCOS, Alfredo: "Aristotelian Perspectives for Post-Modern Reason”, Epistemologia, An Italian Journal for the Philosophy of Science, vol. XXIV, nº 1, 2001, pp. 83-110”; MARCOS, Alfredo: “Towards a science of the individual: the Aristotelian search for scientific knowledge of individual entities", Studies in History and Philosophy of Science, 35: 73-89, 2004. 10LENNOX, James: Aristotle’s Philosophy of Biology. CUP, Cambridge, 2001, pp. xx-xxi. 7 Bajo esta interpretación que propone Lennox, la teleología aristotélica queda realmente cerca de los términos actuales del debate. La incorporación de las ideas aristotélicas a la discusión actual sobre las funciones no se ha hecho plenamente debido a que la reinterpretación de Aristóteles a la que me refiero y el debate contemporáneo sobre las funciones han ido cronológicamente en paralelo. En el momento presente se dan las circunstancias favorables para una convergencia entre ambos núcleos de investigación filosófica. Los textos principales de Aristóteles que pueden tener interés para nuestro debate sobre las funciones los encontramos en los siguientes lugares: i) En el libro I del tratado De partibus animalium (PA), donde Aristóteles ofrece una introducción general a su biología. Incluye consideraciones metodológicas que afectan a la utilización de explicaciones funcionales. ii) En el libro II, capítulo 8 de la Physica (Phy), donde Aristóteles trata de modo directo sobre la causa final. iii) En el tratado De motu animalium (MA), donde intenta una explicación general del movimiento de los animales. En gran medida se trata de una explicación en clave finalista. iv) En los libros II, III y IV del tratado PA, donde de hecho aporta numerosas explicaciones funcionales de las partes de los animales. v) En el tratado De generatione animalium (GA). En este tratado aparecen explicaciones funcionales de las partes que intervienen en la reproducción de los animales. Especial interés tiene el capítulo 3 del libro IV, porque allí trata precisamente de los rasgos de los animales que no responden a una causa final, que no tienen explicación funcional, y trata de darles otro tipo de explicaciones. vi) En los pasajes del libro I de la Ética a Nicómaco (EN) donde habla explícitamente de la función (ergon) del ser humano. vii) En algunos pasajes del libro I y del libro V de la Metafísica (Meta), donde presenta la teoría de las cuatro causas. ix) En el libro II del De Anima (DA), donde presenta el alma como causa formal y final del viviente. Pero antes de poner estos textos en contacto con el debate actual conviene criticar algunas interpretaciones erróneas de los mismos y tratar de esbozar una que hoy juzguemos más correcta. 3. La teleología aristotélica (mal)interpretada 8 La explicación teleológica es un elemento central en la biología de Aristóteles. La emplea básicamente en los siguientes ámbitos: para explicar el proceso ontogenético de formación del viviente, su organización morfológica y fisiológica, y para dar cuenta de su comportamiento. La primera tentación podría consistir en atribuir naturaleza instrumental a la explicación teleológica. Así, las partes de los animales, su generación y comportamiento, estarían organizados como si hubiesen sido dispuestos con vistas a un fin. Las explicaciones en términos de causa eficiente y material que podía ofrecer Aristóteles no siempre eran satisfactorias ni plenas, por lo que se habría visto obligado a mantener, aunque fuese con vocación de provisionalidad, estas otras «explicaciones como-si». Esta interpretación suele ir acompañada del convencimiento de que toda explicación teleológica podrá, en un momento u otro, ser reducida a explicación por causa eficiente y material. El desarrollo de un organismo es, para Aristóteles, la actualización de su forma. Es verdad que ello implica la actuación de los elementos y la actualización de potencias elementales. Pero Aristóteles entiende que el desarrollo de un viviente no es reductible a ello: «Otros opinan que la naturaleza del fuego es, sin más, la causa de la nutrición y del crecimiento puesto que, a lo que se observa, es el único entre todos los cuerpos o elementos que se nutre y crece. De ahí que alguien pueda opinar que también es él el que realiza tal función en las plantas y animales. Sin embargo, es en cierto sentido concausa, pero no causa sin más: ésta es más bien el alma. Pues el crecimiento del fuego no tiene límite, en tanto que dura el combustible, mientras que todos los seres naturalmente constituidos tienen un límite y una proporción en cuanto a su tamaño y crecimiento. Ahora bien, esta configuración corresponde al alma y no al fuego, a la forma más que a la materia»11. El concepto clave en este texto es el de concausa. La causa final no es reductible a la acción de los elementos, sino que ambos son causas de la generación, de la nutrición, del crecimiento o del comportamiento y, en general, de las funciones y estructuras de los organismos. Se requiere la conjunción de los aspectos final, formal, eficiente y material del ser vivo para que éste pueda ser explicado, porque la causa, la auténtica causa, es la sustancia, que incluye indisociablemente todos estos aspectos. Ante la irreductibilidad de la causa final a la materia se puede entender que Aristóteles aboga por alguna forma de teleología vitalista, psicologista, externalista o esencialista. No obstante, Gotthelf afirma que «la teleología aristotélica, de hecho, no es ni vitalista y mística 11DA 416a 10-19. Cursiva añadida. En GA 736b 27 y ss. se puede leer una observación similar referida a la insuficiencia del fuego para la cabal explicación de la génesis de los vivientes. 9 ni "como-si" y mecánica»12. La crítica actual ha establecido que la causa final en la biología de Aristóteles no es panglossiana, ni apela a un factor extranatural ni a ningún componente no material del ser vivo, no exige conciencia de los fines, tampoco pone la explicación de unos seres vivos en la utilidad que puedan tener para otros ni para la naturaleza como un todo. El fin no puede ser sino el propio ser vivo individual. Si hay que buscar alguna calificación para la teleología de Aristóteles, ésta sería la de sustancialista. Para captar la naturaleza de la causa final hay que tomar en consideración su empiricidad, su carácter de concausa y su vinculación con la ontología. La teleología de Aristóteles es empírica en el sentido de que surge exigida por la observación de los seres vivos. La organización y funcionalidad de los mismos se le hace patente, más que a nadie, al biólogo. Es difícil negar que el ala del pájaro es para volar. Aristóteles emprende una aproximación llamémosle «fenomenológica» a la teleología, incluso a sus limitaciones, como por ejemplo, en el ya citado GA IV 3, o en un curioso texto en el que nos habla sobre los delfines: «Existe una duda sobre ellos y es la de saber por qué saltan a tierra firme, pues se asegura que hacen esto al azar, sin razón alguna»13. En GA IV 3 aparecen aspectos del desarrollo de los vivientes que no parecen orientados a un fin, y en este texto sobre los delfines aparecen aspectos de su comportamiento cuyo fin o razón, si es que lo tienen, no conocemos. Esto da muestra de hasta qué punto la teleología de Aristóteles está orientada y motivada por la observación empírica. La exigencia de explicación teleológica viene forzada por dos aspectos de la naturaleza viva. Por una parte lo improbable de su organización si nos ceñimos a la mera dinámica de los elementos y, por otra, la regularidad (no estricta) de los fenómenos biológicos14. En la biología actual también se acepta la naturaleza teleológica de los seres vivos. Así, J. Monod nos habla de «lo estéril y arbitrario de querer negar que el órgano natural, el ojo, representa el término de un "proyecto" (el de captar imágenes) tan claro como el que llevó a la consecución del aparato fotográfico [...] En vez de rehusar esta noción (como ciertos biólogos han intentado hacer), es por el contrario indispensable reconocerla como esencial a la de- finición misma de los seres vivos. Diremos que estos se distinguen de todas las demás estructuras, de todos los sistemas presentes en el universo por esta propiedad que llamaremos teleonomía»15. 12GOTTHELF, Allan: "Aristotle's Conception of Final Causality” en GOTTHELF, Allan & LENNOX, James (eds.): Philosophical Issues in Aristotle's Biology. Cambridge University Press, Cambridge, 1987, p. 228. 13HA 631a 8 y ss. 14Phy 196b 10 y ss.; véase también APo 87b 20-21, 96a 8-10. 15MONOD, Jacques : Le hasard et la nécessité, Seuil, París, 1970, p. 22. 10
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