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Una palabra hecha silencio PDF

65 Pages·2008·3.407 MB·Spanish
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riero incesantemente. NUEVA ALIANZA MINOR JOHNMAIN 29 UNA PALABRA HECHA SILENCIO Guía para la práctica cristiana de la meditación EDICIONES SÍGUEME SALAMANCA 2008 CONTENIDO Prefacio ................................................................... . 9 Cómo meditar ......................................................... . 19 INTRODUCCIÓN 23 l. Ser restaurados en nuestro ser ....................... . 23 2. Aprender a estar en silencio ........................... . 30 3. La fuerza del mantra ...................................... . 37 4. Vida en plenitud ............................................. . 45 Cubierta diseñada por Christian Hugo Martín MEDITACIÓN. LA EXPERIENCIA CRISTIANA .................. 53 Tradujo Francisco J. Molina sobre el original inglés l. El yo (l Cor 2, 14) .......................................... 53 Word into Silence. 2. El Hijo (2 Cor 5, 17) ....................................... 60 © Canterbury Press, 2006 3. El Espíritu (l Cor 6, 19) ................................. 67 13-17 Long Lane, London ECIA 9PN, Reino Unido 4. El Padre (Rom 8, 15) ...................................... 75 © Ediciones Sígueme S.A.U., 2008 CI García Tejado, 23-27 -E-37007 Salamanca/ España Tlf.: (34) 923 218 203 -Fax: (34) 923 270 563 DOCE PASOS PARA MEDITADORES .. . . . .. . . .. . . .. .. .. . . .. .. . . . . . .. 83 [email protected] l. La tradición del mantra (I) .. .. .. .. .. .. .. .. . .. .. .. .. .. .. . 84 www.sigueme.es 2. La tradición del mantra (II) ............................ 87 ISBN: 978-84-301-1686-7 3. Recitar el mantra (I) ........................................ 89 Depósito legal: S. 1.181-2008 4. Recitar el mantra (II) ...................................... 91 Impreso en España/ Unión Europea 5. Renunciar a uno mismo .................................. 93 Imprime: Gráficas Varona S.A. Polígono El Montalvo, Salamanca 2008 6. Juan Casiano ................................................... 97 7 7. Pon tu empeño en el Reino . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. .. . . . .. 101 PREFACIO 8. Alcanzar nuestra armonía personal (1) ........... 104 9. Alcanzar nuestra armonía personal (11) . . . . .. . . . . 107 1O . Una realidad presente ..................................... 11 O 11. La comunidad cristiana (1) . . .. .. .. .. . . . . . . . . . . . .. . . .. . . . 113 12. La comunidad cristiana (11) 116 APÉNDICES La belleza de la visión cristiana de la vida radica Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121 en su noción de unidad. Contempla a toda la humarti John Main, vida y obra........................................ 123 dad unificada en Aquel que es uno con el Padre. Del mismo modo, toda la materia, toda la creación, es arrastrada en ese movimiento cósmico en dirección a la unidad en que consistirá el cumplimiento de la ar monía divina. No se trata, pues, de una visión abs tracta. Está imbuida de una profunda alegría perso nal, porque dentro de ella se afirma el valor de cada persona. Ninguna cosa bella se perderá en esta gran unificación, sino que cada una llegará a su plenitud en el todo. Unidos llegamos a ser aquello a lo que es tamos llamados. Sólo unidos sabemos de una forma perfecta quiénes somos. Ésta es la gran visión general que ha guiado a la tradición cristiana a lo largo de los siglos. Sin ella no podemos llamamos discípulos suyos. Y sin embargo, a cada uno de nosotros nos corresponde avanzar en esta visión en nuestra experiencia personal, descubrirla por nosotros mismos o, más bien, verla con los ojos de nuestro Señor. La tarea fundamental de nuestra vida, según el planteamiento cristiano, es llegar a la unión, a la comunión. Expresándolo desde el punto de vista que 8 9 nos sirve de punto de partida a la mayoría de nosotros, cipal no sólo por altos muros y extrañas costumbres, significa trascender todo dualismo, todas las divisio sino también por un léxico especializado o incluso por nes de nuestro interior y toda la alienación que nos se una incomunicación absoluta. para de los demás. Era el dualismo lo que caracteriza Como todas las herejías, ésta llegó a ser posible y ba a las herejías que amenazaban el justo equilibrio, la duradera porque poseía un germen de verdad. Existen ponderación de la perspectiva cristiana. A su vez, el algunos que están llamados a vivir en el Espíritu, en dualismo es el que genera las disyuntivas imposibles e los márgenes del ajetreo del mundo, y cuyos valores ilusorias que nos producen tanta angustia innecesaria: principales son el silencio, la quietud y la soledad. Los Dios o la humanidad, el amor propio o el amor al pró contemplativos tal vez no son predicadores, pero de jimo, el claustro o el mercado. ben comunicar en último término su experiencia, por Para poder comunicar la experiencia cristiana de la que ella se revela a sí misma. Su vivencia es la expe unión, la experiencia de Dios en Jesús, hemos de ter riencia del amor, el cual se extiende para comunicar, minar con esas falsas dicotomías que existen en pri compartir, ampliar el ámbito de su propia comunión. mer lugar dentro de nosotros mismos. Hemos de ser La conclusión derivada de una falsa comprensión de unificados por Aquel que es uno. la dimensión contemplativa de la Iglesia distorsionó la Parece que la naturaleza de las dualidades consiste enseñanza explícita del Nuevo Testamento, o sea, que en propagarse, complicando la unidad y la simplicidad la llamada a la santidad es universal. La llamada del desde las que comenzamos y a las cuales nos llama la Absoluto se dirige a cada uno de nosotros y es única oración profunda. Una de las principales dicotomías es mente esta llamada la que nos da un sentido último; la polarización de la vida activa y la contemplativa, nuestro valor definitivo se encuentra en la libertad que siendo su efecto más perjudicial alienar a la mayor par se nos ha concedido para responder a ella. La exclu te de los cristianos de esa oración profunda que tras sión de la mayoría de los cristianos de esta llamada ha ciende la complejidad y restaura la unidad. tenido graves y profundas consecuencias, tanto en la Terminamos por considerarnos como contempla Iglesia como en la sociedad. Si se niega nuestro senti tivos o como activos, y esta distinción es válida tanto do y valor definitivos, ¿cómo podemos esperar que el para los religiosos como para los laicos. Como acti respeto mutuo sea el principio director de nuestras re vos, nos hallábamos en el seno de una vasta mayoría laciones cotidianas? cuya vida espiritual descansaba en lo devocional o en Hoy día no existe una necesidad mayor en la Igle lo intelectual, sin pretender tener experiencia de Dios. sia y en el mundo que la de comprender de una mane Como contemplativos, formábamos parte de una pe ra renovada que la llamada a la oración, a una oración queña minoría privilegiada, separada del cuerpo prin- profunda, es universal. La unidad entre los cristianos, 10 11 así como a largo plazo la unidad entre distintas razas y mos a ese nivel? ¿Cómo aprendemos la disciplina que credos, dependen de que logremos descubrir en el in conlleva? ¿Cómo nos concentramos, de una manera terior de nuestros corazones el principio de unidad co plenamente natural, en la más profunda realidad de mo experiencia personal. Si hemos de darnos cuenta nuestra fe? ¿Cómo damos el importante paso que con de que, de hecho, Cristo es la paz entre nosotros, de duce de la imaginación a la realidad, de lo conceptual bemos descubrir que «Cristo es todo y está en todas a lo concreto, del asentimiento teórico a la experiencia las cosas»; y nosotros en él. La autoridad con que la personal? No vale sencillamente con plantearse estas Iglesia comunica esta experiencia será el grado al que cuestiones como problemas intelectuales. Son mucho nosotros, la comunidad de los creyentes y el cuerpo de más urgentes que eso. Se trata de desafios existencia Cristo, hayamos llegado personalmente. Nuestra auto les, por lo que sólo pueden responderse tanto median ridad ha de ser humilde, es decir, ha de estar arraigada te las ideas, sino con la vida. en una experiencia que nos trasciende y nos lleva a la La forma más simple de responder a la pregunta plenitud. Nuestra autoridad como discípulos radica en «¿cómo oramos?» puede encontrarse en la afirmación la cercanía al Autor, la cual se halla muy lejos del au de san Pablo: «No sabemos cómo orar, pero el Espíri toritarismo o de ese complejo de miedo y culpa por el tu viene en nuestra ayuda». Al cristiano se le ha con que un ser humano emplea la fuerza contra otro. Con cedido estar libre de todas las cuestiones problemáti su oración, los cristianos renuncian a su propia fuerza, cas acerca de la oración; esto ocurre en virtud de la renuncian a sí mismos. Al hacerlo, ponen toda su fe en revelación de que lo que él llama «su oración» no es la fuerza de Cristo como la única que aumenta la uni más que una incursión en la experiencia de oración dad entre todos los seres humanos, porque es la fuerza de Jesús mismo, el Espíritu, el vínculo de unión con del amor, la fuerza de la unión en sí. En la medida en el Padre. Es esta vivencia de Jesús lo que constituye el que los hombres y mujeres de oración abren su cora presente, la realidad eternamente presente en el nú zón a esta fuerza, incrementan la posibilidad de que cleo de cada conciencia humana. Todas nuestras bús todo el mundo encuentre la paz que se halla más allá quedas de conocimientos esotéricos, métodos o doc de su razonamiento ordinario. trinas ocultas resultan innecesarias, porque el secreto La idea de que los cristianos deben orar no es nue definitivo ya ha sido revelado: «El secreto es éste: va. Hoy en día, el verdadero desafio se halla en la re Cristo está en ti». Por lo tanto, en la oración no trata cuperación de un modo de oración profunda que nos mos de que ocurra algo. Ya ha sucedido. Simplemen conduzca a la experiencia de la unión, lejos de las dis te descubrimos lo que ya existe, adentrándonos cada tracciones superficiales y de la autocompasión. Los in vez más en la conciencia unificada de Jesús, en lama terrogantes actuales siempre han existido: ¿Cómo ora- ravilla de nuestra propia creación. La prisión de la fi- 12 13 jación en uno mismo, que nos impide realizar este ca ya pobreza interior y exterior está destinada a facilitar mino, ya no puede encerrar a quienes logran entender la «experiencia en sí» más que la reflexión sobre la ex que poseen «la mente de Cristo». periencia. Por ello resulta plenamente natural-en rea Cuando descubrimos que el centro de la oración se lidad, inevitable-que la meditación se encuentre en el halla en Cristo y no en nosotros, podemos preguntar: centro del monacato. Y porque se halla allí, es impor «¿Cómo?». Recibimos entonces una respuesta útil. El tante para la Iglesia y para el mundo. camino que hacemos hasta este punto de partida supo Dicho monacato, por lo que se refiere a su priori ne un primer estadio, y quizás más adelante será un ca dad, será un movimiento inclusivo y no exclusivo en la mino dificil y solitario. Pero en ese momento de nues Iglesia. Descubrirá que la experiencia sólo puede ser tra vida despertamos a nosotros mismos, y lo hacemos realmente vivida para ser comunicada. Muchos serán en el interior de la comunidad de todos aquellos que arrastrados allá donde el sendero es seguido por unos han llegado al mismo punto y han continuado. Nuestra pocos. Habrá algo que decir, escribir y debatir. Pero la propia experiencia nos lleva a la tradición; aceptan enseñanza más profunda y última de todas las palabras do la tradición, la dotamos de vida y la transmitimos a consistirá en la participación en el momento creativo aquellos que nos siguen. Lo importante es que reco de la oración. Es el silencio de los monjes el que cons nozcamos y aceptemos la posibilidad de hacer plena tituye su verdadera elocuencia. mente real nuestra propia experiencia. En ocasiones la gente manifiesta cierta inquietud La tradición de la meditación cristiana es una res respecto a la disponibilidad de la tradición monástica puesta simple y, sobre todo, práctica a esta cuestión; de la meditación. Al comunicarla -se preguntan-, ¿no sin embargo, en su seno se concentra la rica y pro están sugiriendo los monjes que el suyo es el único ca funda experierttia de los santos conocidos y descono mino? Con demasiada frecuencia tras ello se encuentra cidos. Se trata de una tradición enraizada en la doc el miedo de que se exija demasiado a los «cristianos trina de Jesús, la tradición religiosa en la que él vivió ordinarios», a los «no contemplativos». Sin embargo, y enseñó, la Iglesia apostólica y los Padres. Muy tem ésa es la exigencia, la posibilidad ofrecida por el evan pranamente, en la Iglesia cristiana se convirtió en una gelio a hombres y mujeres de toda época y cultura. Fue tradición asociada a los monjes y el monacato, y des a «todos» a quienes Jesús reveló las condiciones de su de entonces ése ha sido el principal canal a través del seguimiento. La ironía es que miles de personas «ordi cual se ha difundido por todo el Cuerpo y lo ha ali narias» han estado buscando este camino fuera de la mentado. No creo que exista nada misterioso al res Iglesia. Personas que no encontraron esta enseñanza pecto. Los monjes y las monjas son esencialmente espiritual en la Iglesia cuando fueron a buscarla, se han personas cuya prioridad es la praxis y no la teoría, cu- dirigido a Oriente o a formas de oración oriental im- 14 15 portadas a Occidente. Cuando tales personas oyen ha doles una estructura y una disciplina en su búsqueda blar de su propia tradición de meditación occidental y de las raíces profundas en Cristo. Es erróneo etiquetar cristiana manifiestan su asombro, preguntando: «¿Por los como meramente «activos» o «contemplativos». Se qué no se nos ha hecho a nosotros partícipes de esto?». trata de personas que han escuchado el evangelio y tra El encuentro entre Oriente y Occidente en el Espíritu, tan de responder en el nivel más profundo de su ser al que constituye uno de los grandes rasgos de nuestro don que han recibido en el amor de Dios que nos llega tiempo, sólo será fecundo si se lleva a cabo en un nivel en Jesús. Saben que esta respuesta es un camino hacia profundo de oración. A decir verdad, lo mismo es cier las profundidades insondables del amor de Dios. Sim to de la unión entre las diferentes denominaciones cris plemente, han iniciado esa ruta. tianas. El requisito previo consiste en que redescubra Este libro ha nacido de la respuesta que estas per mos la riqueza de nuestra propia tradición y tengamos sonas han dado a la meditación. La esencia se encuen el valor de acogerla. tra en una serie de cintas que grabamos hace años en ¿Son todas estas cosas nada más que utopías reli Inglaterra a modo de introducción a la meditación y giosas? Las siguientes páginas se fundamentan en la de estímulo para quienes habían comenzado a meditar, convicción de que no lo son. Y dicha convicción se ba especialmente para aquellos que no podían visitarnos sa en la experiencia que hemos tenido en un monaste o permanecer mucho tiempo con nosotros. Comen rio al comunicar y compartir esta tradición como una zó, pues, con la palabra hablada, y creo que ella sigue realidad viva. En nuestra comunidad tenemos como siendo el medio ideal para comunicar esta tradición. prioridad cuatro momentos de meditación diaria, los El misterio en el que nos sumerge la meditación es un cuales están integrados en nuestra liturgia de las ho misterio personal, el misterio de nuestra propia perso na, la cual alcanza su plenitud en la persona de Cristo. ras y nuestra; eucaristía. Más allá de esto, nuestra labor Así, cuanto más personal sea el modo en que se comu es comunicar y compartir nuestra tradición con quien nica, más cerca estará de su fuente y su objetivo. desee abrirse a ella. La mayoría de los que se acercan Por todo ello, ruego al lector que no olvide que las semanalmente a nuestros grupos de meditación o de palabras aquí impresas surgieron originariamente co aquellos que vienen para quedarse como huéspedes o mo palabras habladas. Espero que, al tenerlo en cuen para meditar con nosotros en los momentos de ora ta, le hablen de una tradición que siempre debe cobrar ción comunitaria, son personas que tienen una fami vida en nuestra propia experiencia. lia, una carrera, las exigentes responsabilidades coti dianas de la vida ... En cualquier caso, la meditación les ha dicho algo, facilitando un espacio de silencio en sus vidas cada mañana y cada tarde, y proporcionán- 16 17 CÓMO MEDITAR Siéntate. Colócate con la espalda erguida. Cierra ligeramente tus ojos. Siéntate relajado, pero alerta. En silencio, en tu interior comienza a decir una úni ca palabra. Recomendamos la oración «Maranatha». Recítala como cuatro sílabas de idéntica longitud. Escúchala mientras la pronuncias suave pero ince santemente. No pienses o imagines cosa alguna, ya sea espiri tual o de otra naturaleza. Si llegan los pensamientos o las imágenes, son dis tracciones en el momento de la meditación, de modo que vuelve simplemente a pronunciar la palabra. Medita cada mañana y cada tarde entre veinte y treinta minutos. 19

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