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una lectura desde Antonio Gramsci, Louis Althusser y Michel Foucault PDF

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Kiefel, José Antonio Escuela, poder y cambio social : una lectura desde Antonio Gramsci, Louis Althusser y Michel Foucault Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Argentina. Atribución - No Comercial - Sin Obra Derivada 2.5 https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/ Documento descargado de RIDAA-UNQ Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto de la Universidad Nacional de Quilmes de la Universidad Nacional de Quilmes Cita recomendada: Kiefel, J. A. (2014). Escuela, poder y cambio social. Una lectura desde Antonio Gramsci, Louis Althusser y Michel Foucault (Trabajo final integrador). Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, Argentina. Disponible en RIDAA-UNQ Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto de la Universidad Nacional de Quilmes http://ridaa.unq.edu.ar/handle/20.500.11807/176 Puede encontrar éste y otros documentos en: https://ridaa.unq.edu.ar Kiefel, José Antonio, Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto, junio de 2013, 33 pp., http://ridaa.unq.edu.ar, Universidad Nacional de Quilmes, Secretaría de Posgrado, Especialización en Ciencias Sociales y Humanidades Escuela, poder y cambio social. Una lectura desde Antonio Gramsci, Louis Althusser y Michel Foucault Trabajo final integrador José Antonio Kiefel [email protected] Resumen El trabajo aborda la cuestión del estado, la sociedad y el poder desde tres visiones críticas en la teoría social del siglo XX correspondientes a: Antonio Gramsci (1891-1937), Louis Althusser (1918- 1990) y Michel Foucault (1926-1984). A partir de algunos de los principales conceptos de estos autores se analizará a la escuela como parte de un entramado de relaciones de poder que es necesario y posible diputar si se piensa el cambio social. Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto, Universidad Nacional de Quilmes Introducción Este trabajo abordará el problema del estado, la sociedad y el poder desde tres visiones críticas en la teoría social del siglo XX correspondientes a: Antonio Gramsci (1891-1937), Louis Althusser (1918-1990) y Michel Foucault (1926-1984). Preguntarnos por el estado, la sociedad y el poder desde estos autores es preguntarnos por la posibilidad del cambio social. Todos ellos de alguna manera están discutiendo con la tradición marxista. Si bien esta cuestión aparece en Marx no encontraremos una teoría general del estado, un estudio sistemático sobre las formas políticas, jurídicas e ideológicas en sus escritos. Sin embargo, no quiere decir que la preocupación no esté presente. Aparece por ejemplo en La cuestión judía (1844) donde hay un análisis del estado liberal; o el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte (1852) donde hace un análisis que permite visualizar las estrategias de las clases dominantes para resolver momentos de crisis. Esta pregunta en Marx no encuentra similares respuestas en sus textos. En algunos la pregunta por la revolución lleva a la necesidad de la dictadura del proletariado como en el Manifiesto comunista(1848). En otros textos como en la guerra civil en Francia (1871), el cambio social no apunta al estado sino a la comuna, a la construcción social antes que a la toma del estado para el cambio social. “El régimen de la comuna habría devuelto al organismo social todas a las fuerzas que hasta entonces venía absorbiendo el estado parásito, que se nutre a expensas de la sociedad y entorpece su libre albedrío” (Marx, 1980.) Como vemos, estas cuestiones quedan pendientes y abiertas en Marx y serán asumidas por los autores que aquí trataremos. Lo hacen también desde las complejidades y particularidades del siglo XX. Como bien plantea Foucault al respecto: “El siglo XIX nos había prometido que el día que se resolvieran los problemas económicos, quedarían resueltos todos los efectos complementarios de un poder excesivo. El siglo XX descubrió lo contrario: se pueden resolverse los problemas económicos que uno quiera, y los excesos del poder se mantienen, (…) creo que en el fondo, de manera un poco inconsciente todos los integrantes de mi generación, y yo no soy más que uno de ellos, tratamos en definitiva de aprehender ese fenómeno del poder” (Foucault, 2012, 70) El trabajo de Foucault y Althusser es posterior al de Gramsci, pero todos parten del agotamiento de la regla de explicación de la superestructura por la infraestructura. No se podía seguir comprendiendo las formas culturales, ideológicas, políticas, jurídicas, religiosas, educativas etc., como un mero reflejo de la economía. Muchos puntos de la teoría marxista no permitían dar cuenta del problema del poder y el estado en el siglo xx. Cuestiones que además se profundizaban con la experiencia de lo que se llamaba socialismos reales. Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto, Universidad Nacional de Quilmes Se pretende desde los ejes y discusiones anteriormente planteadas abordar la institución escuela1. Veremos que esta institución junto con otras tantas de la sociedad, generan un entramado de poder que es central a la hora de pensar el estado en las sociedades capitalistas del siglo XX. Creemos que la izquierda tiene enormes problemas para pensar la escuela, que se arrastran hasta hoy a la hora de caracterizarla. Problemas que encuentran su fuente en la conceptualización que se hace del papel de la sociedad, el estado y el poder en el cambio social. La lectura de estos autores abre perspectivas para pensar la educación como lugar de disputa y no solo como mero espacio de reproducción o esfera ha transformar una vez logrados cambios “más importantes”. 1 La idea del trabajo de especialización surge de la propuesta de trabajo final del profesor Esteban Rodríguez en el curso orientado: “Elegir una institución de la sociedad civil y explique y compare su funcionamiento y el papel que desempeña en el sistema en general (y en las relaciones de producción en particular) desde la perspectiva de Gramsci (hegemonía) y Althusser (ideología), Foucault (poder)” Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto, Universidad Nacional de Quilmes I. Antonio Gramsci Tal vez la interpretación más difundida a la hora de comprender las forma políticas en Marx es la que se despliega a partir del el Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política de 1859. Se utiliza dos nociones: infraestructura (base) y superestructura que serán ampliamente divulgadas y leídas mecánicamente. “El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre laque se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social y a esto se suma que al cambiar al base económica, se trasforma más o menos rápidamente toda la inmensa superestructura erigida sobre ella” (Marx, 1991). Esta metáfora del edificio (más allá del rol didáctico que ha cumplido) ha estimulado una visión esquemática, simplificando los complejos procesos sociales a un determinismo economicista.2 Reduciendo no solo la riqueza y complejidad de los procesos históricos sino también el papel de lo político, lo ideológico y de la praxis. Dichas aseveraciones de división entre estructura y superestructura parecían hasta gozar de cierta cientificidad “empirista”, reemplazando el materialismo histórico por un materialismo mecánico y disolviendo hasta el mismo concepto de praxis.3 Gramsci aparece abordando el problema y discutiendo esta interpretación. Concretamente discute la idea de que las formas políticas y culturales son un mero reflejo de la economía que las determinan totalmente. Plantea que la relación entre la infraestructura y superestructura no se da de una manera mecánica, del orden de la causa y el efecto. La infraestructura condiciona a la superestructura, pero esta última también condiciona a la infraestructura de manera dialéctica. Le otorga de esta manera un papel importante a lo político, lo cultural, lo religioso, lo jurídico e ideológico en la consolidación y en el cambio de un orden social. Para ello incorpora el concepto de bloque histórico. Infraestructura y superestructura no son dos partes sino una, un bloque. “La estructura y la superestructura forman un ‘bloque histórico’, (…) el razonamiento se basa en la reciprocidad necesaria entre la 2Esta mirada también puede abonarse desde La ideología Alemana: “La clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad, es al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios de producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios de producción espiritual.” (Marx, 1982, 48) 3 El mismo Engels intenta desestimar esta interpretación en diversos escritos:…si suponen que nosotros negamos todas y cada una de las reacciones de los reflejos políticos, etc., del movimiento económico sobre el movimiento mismo, simplemente enviste contra molinos de viento. (…) Lo que les falta a estos señores, es dialéctica. Nunca ven otra cosa que causa por aquí y efecto por allá. Que esto es una abstracción vacía, que tales opuestos metafísicos existen únicamente en el mundo real durante las crisis, en tanto que todo el vasto proceso se produce en forma de interacción (si bien las fuerzas son muy desiguales, siendo con mucho el movimiento económico el más fuerte, el más elemental y decisivo), y que todo es relativo y nada absoluto: esto nunca terminan de verlo. Para ellos Hegel nunca existió.” (carta a Schmidt 27 de octubre de 1890) Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto, Universidad Nacional de Quilmes estructura y superestructura (reciprocidad que es, por cierto, el proceso dialéctico real).”(Gramsci, 1984, 47). En el concepto de bloque histórico no hay vinculación mecánica sino orgánica y dialéctica. No se puede pensar en entidades separadas, sino como un todo orgánico con relaciones dialécticas y situadas. No valen aspectos universales o recetas para todo tiempo, tampoco es un desarrollo lineal y progresivo. No se pueden descartar las relaciones culturales y políticas como cuestiones para ser pensadas una vez tomado el poder. Al bloque histórico hay que estudiarlo en conjunto y de manera pormenorizada en cada contexto. Antonio Gramsci de esta manera introduce en el marxismo la discusión compleja por el estado y la política. Hacerlo implica a su vez pensar el capitalismo del siglo XX que incorpora nuevos elementos. El estado del capitalismo del siglo XX ya no es solo la sociedad política sino que el estado también abarca y avanza sobre la sociedad civil. Hay que distinguir al interior del estado la sociedad política de la sociedad civil. Cuando habla de sociedad política se refiere al gobierno del estado con su monopolio de la fuerza. Cuando habla de la sociedad civil se refiere a toda una serie de organizaciones e instituciones relativamente autónomas del gobierno generadoras de un sentido común, productoras de una hegemonía y consenso. Allí encontramos a las iglesias, sindicatos, medios de comunicación, los colegios profesionales, instituciones de salud, y por supuesto la escuela (entre otras). El estado se ha diseminado por todo el tejido social. Se ha masificado y diversificado, en definitiva se ha hecho también más complejo. El poder del estado de esta manera no se aloja en un solo lugar sino que se disemina en múltiples lugares. Hay todo una serie de instituciones civiles que contribuyen en el entramado de la construcción de poder. Lejos está del estado de las sociedades rurales que tiene como principal instrumento la fuerza y es claramente localizable. De alguna manera, ese poder se ha hecho múltiple. Este estado ya no solo es represivo, buscando la mera dominación, sino que además debe lograr la dirección, la hegemonía en términos gramscianos. Para ello necesita de la sociedad civil, de las instituciones antes mencionadas4. Es decir, no basta que una clase o grupo sea dominadora, se tendrá que convertir en dirigente y para esto necesita algo más que la mera represión. Necesita que sus intereses de clase sean universales. De alguna manera universalizar su mirada. Lograr consentimiento. Conseguir una profunda transformación intelectual y moral. Las clases dominantes necesitan ser clases dirigentes. Una clase será hegemónica cuando pueda orientar y dirigir. Esto requiere de consentimiento del resto de los grupos o clases. El consentimiento, sin embargo, no supone una aceptación sin más, se logra gracias a compromisos, promesas materiales o espirituales, concesiones. Es decir, las 4Vale aquí la distinción entre dominar y dirigir: dominar es prescindir de la voluntad del otro; dirigir es contar con la voluntad del otro para darle dirección. Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto, Universidad Nacional de Quilmes clases dirigentes aceptan tomar requerimientos de las clases subalternas en una negociación siempre inestable. La hegemonía se logra cuando las clases subalternas proyectan sus aspiraciones en los intereses de la clase dominante que de esta manera se vuelve dirigente. Las clases dominantes entonces necesitan crear consensos, instalar un sentido común, una hegemonía de sus intereses. Dicho de otra manera, que sus intereses de clase se conviertan en los intereses de todos. Para dicha hegemonía serán centrales las instituciones de la sociedad civil antes mencionadas. Esto lo retomaremos con Althusser cuando nos hablé de los aparatos ideológicos del estado y con Foucault cuando hablemos de la microfísica del poder. (Poder que nos atraviesa, se nos hace íntimo e imperceptible). Foucault planteará el concepto de sociedades disciplinarias para pensar el estado más allá de lo meramente represivo-coactivo. Este enfoque indefectiblemente nos debe hacer pesar en cómo será la lucha y la resistencia ante este capitalismo, ante este modelo de poder y de estado. Veamos lo que plantea el mismo Gramsci: “En Oriente el estado era todo, y la sociedad civil era primitiva y gelatinosa, en Occidente bajo el temblor del estado se evidenciaba una robusta estructura de la sociedad civil. El estado era solo una trinchera avanzada detrás de la cual se hallaba una robusta cadena de fortalezas y casamatas...esto exigía un cuidadoso reconocimiento de carácter nacional. [...] En los estados más avanzados, donde la “sociedad civil” se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a las “irrupciones catastróficas” del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.) las superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de las trincheras de la guerra moderna [...] se trata de estudiar con “profundidad” cuáles son los elementos de la sociedad civil que corresponden a los sistemas de defensa en la guerra de posiciones. (Gramsci, 1981, 157). En términos bélicos se requieren otras estrategias y tácticas para librar esta guerra. La posibilidad de cambio sistémico no se juega en un “todo o nada”, en la toma de los organismos de la sociedad política, en “la toma del poder”. El tema es más complejo. El objetivo será la lucha por la hegemonía de la sociedad civil. Pero dar esta lucha implica necesariamente no ver las instituciones civiles como meros reflejos de estructuras económicas que se transformaran en un proceso posterior a la revolución. Implica comprenderlas como verdaderas productoras de hegemonía, de sentido que hay que disputar. Por tanto, no son de valor subsidiario sino esencial en la producción y reproducción del sistema capitalista. Es indudable que habrá que dar múltiples batallas. Así, estos espacios son campo de batalla y no el botín que no espera terminada la guerra. Siguiendo con él lenguaje bélico, Gramsci distingue la guerra de asalto que se caracteriza por la frontalidad del choque de la guerra de posiciones que tiene por objetivo el asedio y el desgaste. La disputa de la sociedad civil tiene que ver con una guerra de posiciones. La victoria no estará asegurada por un asalto repentino. La lucha por la hegemonía es una batalla a largo plazo. Esta perspectiva nos abre espacios también para Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto, Universidad Nacional de Quilmes pensar una nueva subjetividad del revolucionario, los espacios que debe disputar y las formas de hacerlo. Para pensar esta disputa Gramsci introduce el concepto de crisis orgánicas, que son las crisis que se dan cuando las clases hegemónicas pierden el consentimiento, el consenso, la hegemonía. Son crisis de legitimidad de la clase dirigente, donde generalmente aparece el rostro de la mera dominación. A diferencia de las crisis coyunturales que son cambios de figura o voceros de las clases dirigentes, en las crisis orgánicas hay crisis de relato, de sentido, de concepción que pide nuevas formas. Obviamente de acuerdo a lo dicho, esta crisis orgánica por ser de legitimidad se da en el corazón de todas las instituciones en forma de crisis de creencia. No necesariamente una crisis orgánica significa un cambio revolucionario. Lejos esta Gramsci de una mirada lineal y etapista. Se dará un cambio revolucionario si hay un desarrollo político, una contrapropuesta, un trabajo contra-hegemónico importante y multisectorialmente articulado. Un sistema no va a caer natural y espontáneamente. Es más, ante una crisis la salida puede ser que se desarrolle lo que Gramsci llama la revolución pasiva,que son intentos de restaurar el orden. De modo que las clases que han perdido la capacidad de dirigir, de lograr consentimiento ante la crisis buscarán recuperar el consenso perdido por ejemplo otorgando concesiones que a la vez le permitan la desmovilización política y la neutralización de toda fuerza de cambio. Gramsci plantea dos salidas restauradoras frente a crisis orgánicas que él leía en su tiempo de entre guerras: una el fascismo que echa mano al corporativismo y al liderazgo fuerte sumado a los aspectos represivos para lograr recuperar el consenso social; y otro el americanismo o el llamado estado de bienestar que apunta a recuperar la legitimidad a través de la vía democrática generando toda una series de concesiones a los sectores subalternos. Vemos en este análisis la importancia que cobran las cuestiones llamadas superestructurales a la hora de pensar el cambio social. Saber popular, sentido común y buen sentido en la educación La construcción de la hegemonía implica trabajar sobre los modos de comportamientos, deseos y expectativas de una sociedad. Supone hábitos, costumbres y prácticas que se fundamentan en concepciones que se expresan en un sentido común. “Concepción del mundo absorbida acríticamente por los diversos ambientes sociales y culturales en que se desarrolla la individualidad moral del hombre medio (…) Cada estrato social tiene su sentido común, que es en el fondo, la concepción más difundida de la vida y la moral. (Gramsci, 1981) Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto, Universidad Nacional de Quilmes El sentido común es una construcción histórica, producto de relaciones hegemónicas. Supone la naturalización de la realidad. No es algo dado, fijo, inmutable, sino una construcción histórica en constante disputa. De allí la importancia del sentido común como punto de partida de cualquier práctica político pedagógico. Gramsci plantea que la cultura popular es una filosofía espontanea por su carácter acrítico y asistemático. Esta configura una concepción de mundo que está básicamente compuesta por folklore (tradición) y sentido común (Rigal, 2011). Es necesario partir de allí para construir una filosofía de la praxis, que realice una crítica a todos los aspectos dogmáticos y conservadores del sentido común, que permita la lucha por la hegemonía (Rigal, 2011). Pero esto no significa enfrentar desde fuera estas creencias introduciendo de la nada una forma científica de pensamiento dentro de la vida de cada individuo, sino volver critica una actividad ya existente. (Rigal, 2011) La cultura popular no es homogénea y no se la puede considerar sin comprender la condición de cultura subalterna y las relaciones de opresión que la atraviesan, pero por otro lado, lejos está Gramsci de pensar que la cultura de los dominados es la expresión directa y lineal de la cultura de los dominadores. Veamos: “Un grupo social dominado afirma de palabra, por razones de sumisión y subordinación intelectual, una concepción que no le es propia, sino que la ha tomado prestado parcialmente de otro grupo social. Sin embargo, este mismo grupo social posee una concepción del mundo que le es ´propia y que es susceptible de unirlo en cuanto grupo para la transformación práctica de la realidad, en la medida que pueda moverse como un conjunto orgánico” (Gramsci, 1984,1288) A la hora de disputar el sentido común se parte del buen sentido siempre presente en la cultura popular. “Sería imposible concebir la desaparición de la dominación capitalista si no supusiéramos que en el alma del trabajador se halla siempre presente un sentimiento ardiente de revuelta” (Sorel, 1935). Así, los sectores populares no son los meros destinatarios, la página en blanco, los oprimidos que deben ser liberados por la vanguardia que les imprimirá contenido político. Lógicas que en definitiva no hacen más que reproducir un sistema de asimetrías. El desafío es crear las propias herramientas desde dentro y desde abajo. Es imposible no pensar aquí en Paulo Freire y su pedagogía del oprimido, donde uno de los puntos centrales es la necesidad de partir del mundo de los educandos tomando distancia de aquellos modelos pedagógicos de derecha y de izquierda que le hablan al pueblo pero no hablan con el pueblo. “Se comportan así, como quien no creen en el pueblo, aunque a él hablen. Y creer en el pueblo es la condición previa, indispensable, a todo cambio revolucionario. Un revolucionario se reconoce más por su creencia en el pueblo que lo compromete que por mil acciones llevadas a cabo sin él” (Freire, 1985, 56).Un antídoto contra el peligro siempre presente del vanguardismo. Otro tema para tomar nota en esta disputa del sentido común (y de gran importancia para la cuestión educativa) es que esta no se da solo en el plano de la organización, la Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto, Universidad Nacional de Quilmes discusión de ideas o la claridad ideológica, sino la incorporación de la pasión y la creencia como elementos centrales de la lucha. Gramsci vive en un contexto de avance del fascismo y está leyendo al detalle sus mecanismos de construcción de poder. Sabe que da una batalla frente a una sociedad italiana cautivada por el fascismo. Ante esto no vale solo la disputa técnica sino la disputa de los mitos, de iconos culturales, de símbolos, en definitiva, todo aquello que moviliza a las masas. Para esta inmensa tarea político-pedagógica de cara a la sociedad, Gramsci considera fundamental la construcción de una herramienta colectiva. Retoma la figura del príncipe moderno, imagen tomada de Maquiavelo, pero que en este caso no será una voluntad individual sino una voluntad colectiva cuya tarea será la organización, la motivación, la articulación de los sectores subalternos, la construcción de una contra- hegemonía. Esta voluntad colectiva imprimirá un sentido, una direccionalidad. En relación con lo antes mencionado esto no tiene que ver solo con objetivos fríos, sino con la sensibilidad, con el sentir, con la generación de mitos e historias propias de los sectores subalternos. Se requiere en palabras de Gramsci una verdadera reforma intelectual y moral. El príncipe moderno es una herramienta de los sectores subalternos para su politización que no viene de arriba y por afuera, sino que se construye en la propia experiencia de lucha de estos sectores. “Crear una nueva cultura no significa sólo hacer individualmente descubrimiento ‘originales’, significa también y especialmente difundir críticamente verdades ya descubiertas, ‘socializarlas’ por así decirlo y por lo tanto hacer que se conviertan en base de acciones vitales, elemento de coordinación y de orden intelectual y moral. El que una masa de hombres sea conducida a pensar coherentemente y en forma unitaria el presente real es un hecho ‘filosófico’ mucho más importante y ‘original’ que el hallazgo por parte de un ‘genio’ filosófico de una nueva verdad que permanece como patrimonio de pequeños grupos intelectuales” (Gramsci, 1981,247) Gramsci y la educación Pensar la escuela desde Gramsci nos abre enormes perspectivas. Es indudable el papel de la escuela en la construcción de hegemonía en los estados capitalistas del siglo XX. Pocas instituciones han penetrado tan capilarmente la sociedad como la escuela. Representa el avance del estado sobre la sociedad civil. Particularmente en el desarrollo y consolidación del estado argentino la escuela fue una herramienta fundamental. Alcanzo cada punto del territorio trabajando sobre los hábitos, las costumbres, los modos de comportamiento, los imaginarios sociales. Instalando concepciones de mundo y de vida. A modo de ejemplo, señalemos el valor central que se le ha dado al progreso individual como aspiración. La escuela aparece como el lugar que da cause a esa aspiración y a la vez la promueve. Así, hubo todo un proceso de lucha por el acceso a educación de las clases populares que vieron proyectadas sus aspiraciones en Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto, Universidad Nacional de Quilmes

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El trabajo de Foucault y Althusser es posterior al de Gramsci, pero todos cerca de ella otro polo que el de la pasividad; y si encuentra resistencia no tiene más .. marco, se pierde y se oculta como horizonte la idea de derecho.
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