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Tres lecciones inéditas de Alejandro Korn sobre historia de la filosofía PDF

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Cuyo. Anuario de Filosofía Argentina y Americana, v. 28, n1, 2011, p. 81 a 127. Tres lecciones inéditas de Alejandro Korn sobre historia de la filosofía Juan Carlos Torchia Estrada* Nota preliminar Lo que sigue a continuación es el texto de las tres últimas lec- ciones de un curso de Historia de la Filosofía que Alejandro Korn dictara en la Universidad de Buenos Aires. La fecha del curso, por indicios que se encuentran en el mismo texto, podría ponerse aproximadamente entre 1915 y 1917.1 Las tres lecciones aquí reproducidas contienen: (1) la exposición del positivismo europeo; (2) la opinión de Korn sobre este movimiento filosófico como etapa agotada; y (3) la aplicación del examen al caso del positivismo argentino. Estas clases, y sobre todo el curso completo, representan un apor- te a la historia del pensamiento filosófico argentino del siglo XX. No dis- ponemos, hasta hoy, de muchos testimonios semejantes. Es fácil encontrar escritos que representen la posición filosófica de un autor, pero no recoger su enseñanza de viva voz, pasados muchos años, lo que constituye de por sí una contribución a la historia institucional de la filosofía. Tampoco se trata de cualquier disciplina. La historia de la filosofía es la más básica y la más formativa en la educación filosófica. Después de tener, al menos, una idea de ella, se puede tomar por cualquiera de los infinitos caminos (seguros y confusos) que la filosofía ofrece, y alejarse del cuadro general para profundizar y valorar más positivamente un segmento de él –o ninguno. Pero cualquier intento de formación filosófica que parta de menospreciar la historia de la filosofía hace pensar en una parcialidad 1 El texto completo de las Lecciones será publicado por el mismo Instituto de Filosofía Argentina y Americana de la Universidad Nacional de Cuyo que ahora adelanta esta publicación parcial. Se ha modernizado la ortografía. 82 Juan Carlos Torchia Estrada, Tres lecciones inéditas de Alejandro Korn […] ingenua. Korn explica a sus alumnos, desde el comienzo del curso, por qué no se enseña la filosofía (porque nadie se puso de acuerdo sobre un contenido universalmente aceptado) sino historia de la filosofía. Y en tono coloquial, en forma simple sin simplificación, con gran paciencia didáctica, cumplió muy bien su función, que no era la de dirigir un seminario de estudiantes graduados con formación avanzada. El significado de cualquier enseñanza está ligado al momento en que se da. La exposición de la historia de la filosofía puede ser hoy una actividad corriente, pero en la primera década del siglo XX, con clima y profesorado positivistas, cuando los maestros no habían contado con la oportunidad de formarse técnicamente en Filosofía, echaba serios cimientos para el futuro. Esto nos lleva a otro significado de las Lecciones: reflejan un momento temprano del desarrollo filosófico de Korn. Posiciones que luego tomarán forma definitiva –de pensamiento y de expresión- en los escritos que componen el corpus principal de su obra filosófica se ven adelantadas en sus explicaciones de clase. A veces por poco, como en el caso del artícu- lo inaugural “Incipit vita nova” (1918), a veces por más tiempo, como con referencia a La libertad creadora (1922) o “Filosofía argentina” (1927). Relacionada con este tema está la cuestión de una primera etapa en que Korn habría adherido al positivismo. Conociendo la radicalidad de su crítica al positivismo en su posición definitiva, el asunto no es muy re- levante, pero no deja de ofrecer interés atendiendo a que otros pensadores que cumplieron la misma función histórica, como Carlos Vaz Ferreira y Alejandro Deustua, pasaron por el mismo proceso. El propio Antonio Caso, en 1910, todavía se refería al positivismo en un tono poco crítico que le sería censurado por su amigo pero ya maestro Pedro Henríquez Ureña. En el caso de Korn la simpatía había ido hacia Spencer, y más propiamente hacia la teoría de la evolución. En las Lecciones (recordemos: ca. 1915-1917) el aprecio por esta concepción todavía es visible, pero ya el positivismo es asunto del pasado –aunque haga justicia a sus aspectos rescatables dentro de la historia del pensamiento. El dijo alguna vez que quienes lo llevaron a la cátedra (“los hombres del 80”) distinguieron a quien ya se había libe- rado de la visión del mundo positivista. Aun sin aceptar completamente Cuyo. Anuario de Filosofía Argentina y Americana, v. 28, n1, 2011, p. 81 a 127. 83 este recuerdo, si al hecho de que Korn llega a la cátedra de Historia de la Filosofía en 1906 se une el hecho de que estas Lecciones no parecen representar un descubrimiento de último momento, podría pensarse que aproximadamente hacia 1910 ya hubiera llegado a su posición definitiva. Mayor precisión de calendario sería difícil de lograr y no agregaría nada a lo esencial. Rara vez una filosofía se aparece como el arcángel Gabriel, y actúa por iluminación súbita. Lo normal es un proceso de cierta madura- ción, aunque alguna intuición o temple de ánimo esté allí desde el origen, esperando la racionalización posterior. * * * Como se anticipó, Korn expone a sus alumnos el pensamiento de varios representantes del positivismo, pero Comte y Spencer son los que reciben mayor atención, especialmente en lo que se refiere a la filosofía social de cada uno de ellos: el altruismo de Comte y el individualismo de Spencer. Considera que esta divergencia en materia de filosofía social es la más importante entre los dos pensadores. Dentro del mismo clima positi- vista explica que se da también la doctrina que afirma que lo determinante son los intereses económicos y que éstos rigen la historia (materialismo histórico). Todas las filosofías positivas tienen como finalidad una mejor organización social sobre bases científicas, y tienen mucho que ver con las cuestiones económicas. En palabras del profesor: “Esto explica que en la época en que ha predominado el positivismo, como en la segunda mitad del siglo pasado, [hayan sido] las cuestiones económicas y las cuestiones sociales las que en primer lugar han ocupado la atención de todos los investigadores” (29: 1). Da también indicaciones que omitimos sobre el positivismo francés posterior a Comte (Taine, Renan) y sus características; las mani- festaciones en la literatura (Zola); algunas muestras de crítica y renovación (Renouvier, Nietzsche); el positivismo y el cientificismo en Alemania, caso este último en que habla del neokantismo, pero no menciona a Büchner. Lo más importante es el juicio que al profesor le merece el po- sitivismo. En esencia, se trata del reconocimiento de la insuficiencia de 84 Juan Carlos Torchia Estrada, Tres lecciones inéditas de Alejandro Korn […] esa doctrina para una concepción de la personalidad humana y para el fundamento de una ética, tema central en Korn, como es sabido. Formula a sus alumnos esta directa pregunta: “¿Cuál es el lado débil del positivismo? ¿Cuál es el motivo por el cual hoy está en decaden- cia?” (29: 4). Pareciera –dice- una posición segura, que se basa en los datos de las ciencias positivas. Tiene un ideal que consiste en levantar el nivel económico, con su benéfico efecto sobre la humanidad. Nos llama a dedicar todas nuestras fuerzas al mejoramiento de las condiciones del hombre sobre el planeta, a tratar de imponer nuestro dominio sobre la naturaleza. ¿Por qué, entonces, no nos satisface? Porque identifica los fenómenos psíquicos, morales y sociales con los físicos, y se basa en una ciencia donde todos los hechos están sujetos a leyes, con la aspiración al descubrimiento de una sola ley, si fuera posible matemáticamente formulada. “Es decir, que suprime nuestra libertad y nuestra espontaneidad, deprimiendo nuestra personalidad, porque nos convierte en un simple engranaje dentro de un mecanismo universal, en el cual todo se desarrolla forzosamente” (29: 5). Aquí Korn no se limitaba a exponer el tema, sino que compartía con su clase la cuestión fundamental, y la resolvía según su convicción. Aclarado así el contenido del positivismo y realizada la crítica a su deficiencia básica, quedaba, para el final, la cuestión del positivismo argentino. Las Lecciones muestran el vivo interés que el profesor revela por tratar este tema nacional: aunque decide que a él dedicará la última clase, lo comienza en la penúltima, cuando ya ha concluido el tiempo regular, por lo que pide a sus estudiantes prolongar la lección para hablar de ese tema. En esta parte desarrolla la cuestión del “positivismo autóctono”, peculiar a la concepción de Korn. Para entender lo que nuestro filósofo quería decir con la expre- sión ‘positivismo autóctono’ es preciso recordar un supuesto interpretativo que está en la base de su opinión. En concepto del profesor, la exposición del positivismo presupone la distinción entre una época como “mentali- dad” (sus ideas generales, sus tendencias, sus preferencias valorativas, el Zeitgeist, en una palabra), por un lado, y por otro su expresión teórica –es decir, una filosofía- que representa esas orientaciones vivas y actuantes. “La filosofía no es nada más que la sistematización de las orientaciones, Cuyo. Anuario de Filosofía Argentina y Americana, v. 28, n1, 2011, p. 81 a 127. 85 de las tendencias, de los instintos, de los intereses de una época histórica determinada. … Lo activo, el factor verdadero, lo radical, son esas fuerzas que alientan en el seno de las colectividades humanas, y la filosofía no hace sino encontrarles la expresión ética” (30: 1). A esto se une otra apreciación: las grandes épocas y sus correspondientes filosofías surgen de necesidades que no son satisfechas por el pensamiento vigente. Para responder a esas nuevas exigencias se desarrollan otras ideas, hasta que también éstas dejan de ser representativas, entran en decadencia y tienden a ser reemplazadas. Importa retener, entonces, que el positivismo filosófico era visto por Korn como la cristalización teórica de una época o etapa ‘positiva’, que llenó gran parte del siglo XIX, pero que hacia el fin de ese siglo y comienzos del XX mostraba las fisuras producidas por su falta de respuesta a nuevas necesida- des. Y todavía agregaba, en otro aspecto de su interpretación de la historia de la filosofía, que aunque las filosofías decaen y pierden vigencia, no des- aparecen del todo, porque dejan “un remanente que persiste”: “cumplen su misión de empujar las ideas humanas un poco más adelante, encontrando algunas verdades que se incorporan luego al movimiento que sigue” (30: 1). Es decir: no todo es una pura curva de ascenso y decadencia. Desde estas bases se comprende que distinga la filosofía de un período y el período mismo, o la época y la filosofía de la época. Con un claro ejemplo, si alguien dijera: esta crisis la provocó el positivismo (o para el caso, cualquier otra filosofía), estaría equivocado, porque “un sistema filosófico no es capaz de producir ese efecto” (30: 1). Es la época positivista (siguiendo con el ejemplo elegido) la que puede producir esa consecuencia. Trasladado este supuesto a la situación argentina, piensa Korn que existió en el país una época positiva en la cual, al igual que en Europa, predominaron los intereses económicos. En efecto, después de la caída de Rosas hubo consenso en la preocupación por el desarrollo del país, conside- rado ante todo como desarrollo económico. Lo expresan las Bases de Alberdi y son el fundamento de la acción de éste y de la gestión de Sarmiento y Mitre. El objetivo era la promoción de la riqueza, con un gobierno fuerte que amparara la paz y permitiera a todo el mundo desenvolverse en el orden económico. Esta orientación positiva es para Korn una manera de 86 Juan Carlos Torchia Estrada, Tres lecciones inéditas de Alejandro Korn […] descubrir el positivismo antes de llegar a su concepción teórica; más aún, dejando intencionalmente de lado toda cuestión teórica, porque lo urgente era la constitución de la riqueza nacional. Por eso, en la Argentina, los orí- genes del positivismo son espontáneos, no reconocen una fórmula filosófica, pero responden a la nota característica de la época positiva. Korn trató este tema en el capítulo sobre el positivismo de In- fluencias filosóficas en la evolución nacional, donde habló de “positivismo en acción”, y en el artículo “Filosofía argentina”, donde empleó la expresión “positivismo autóctono”. El primero se incorporó a Influencias en 1936, pero pudo muy bien ser escrito antes. El segundo se publicó en 1927. Ahora bien, en ninguno de estos dos trabajos está la tesis que se da en estas Lecciones sobre la distinción entre época y filosofía de la época, que es básica para entender la idea de un positivismo avant la lettre, que Korn no concebía como el equivalente filosófico de la teoría de nuestro abnegado Ameghino sobre el origen del hombre en el Plata, ni como un positivismo filosófico pampeano independiente del europeo. Los supuestos de esta posición pue- den, naturalmente, aceptarse o no. La idea en los párrafos precedentes fue solamente explicar el concepto de ‘positivismo autóctono’ y por qué Korn estimaba que había sido una etapa del desarrollo argentino. Pero en estas Lecciones la última palabra quedaba para el futu- ro del país. Si algo falta entre nosotros –concluye- es que la juventud se convenza de que no es la vitalidad económica el único fin que debemos perseguir; que el desenvolvimiento económico “no puede ser el fin sino tan sólo el medio para llegar a una mayor cultura intelectual, a una mayor cultura del carácter; porque si no van a continuar los tiempos que hemos vivido, que han sido bajo ciertos aspectos grandes y hermosos, pero bajo otros, bajo el punto de vista moral, sumamente tristes” (30: 7). Sus últimas palabras: “A eso tenemos que ir; lo otro ya está realizado” (30: 7). Todo el análisis del positivismo y su expresión argentina venía a convergir, final- mente, en un ideal de vida para su país, en una aspiración ética superadora del presente. * * * Cuyo. Anuario de Filosofía Argentina y Americana, v. 28, n1, 2011, p. 81 a 127. 87 Estas tres lecciones son una buena muestra del curso en su conjunto. Si confirman lo que sabíamos de Korn, lo confirman hacia atrás. El valor histórico de ellas reside en el anticipo, en permitirnos atisbar un desarrollo de ideas que retrocede en el tiempo y muestra las raíces de los escritos definitivos. Sin hablar de que por este medio asistimos a una función formativa que abarcaba la totalidad de la historia filosófica en el tramo final de la belle époque, cuando respetables maestros no podían salir del encierro positivista y entusiastas de lo nuevo no lograban todavía articular una posición orgánica. También anticipan (con una explicación más compleja del positivismo argentino) la preocupación de Korn por la interpretación de la realidad argentina, y lo que ésta requería para alcanzar una condición más digna. Sin inocentes juvenilismos señalaba a los jóvenes el camino de la superación de la etapa positiva. Prácticamente un siglo ha transcurrido desde que el maestro fue desgranando sus clases, en un terreno poco menos que virgen. Además del privilegio testimonial de escuchar su palabra tal como resonaba en el aula, el texto nos permite acercarnos a lo que realmente ocurría en aquel momento incipiente de la profesionalización de la filosofía en la Argentina. Dice también del bagaje formativo que Korn llevaba consigo, y que no era en absoluto común en aquellas circunstancias. Cuyo. Anuario de Filosofía Argentina y Americana, v. 28, n1, 2011, p. 81 a 127. 89 HISTORIA DE LA FILOSOFIA -1- Clase 28ª Vamos a comenzar con el positivismo, que es la orientación filo- sófica dominante en la segunda mitad del siglo XIX; que debe interesarnos especialmente porque en gran parte estamos todavía bajo la influencia de esa dominación. Lo fundamental, lo que caracteriza al positivismo, es el renacimiento [renunciamiento] a toda metafísica. Como les dije, Comte elige este nombre para designar esta posi- ción filosófica, y lo expresa diciendo: no podemos investigar ni las primeras ni las últimas causas; que la filosofía, por consiguiente se reduce a formu- lar los principios generales que se desprenden de nuestros conocimientos positivos, es decir, de nuestros conocimientos científicos; conscientes de que estos conocimientos no expresan sino una relatividad, pero abando- nando el propósito de llegar a verdades absolutas, como es inútil pretender alcanzarlas. Ahora bien, la manera en que Comte formula y desarrolla la posición positiva no es la única; debemos hacer distinciones cuando empleamos la palabra positivismo. Podemos entender por positivismo el positivismo expresamente comteano; podemos entender luego por positi- vismo el desarrollo de la filosofía francesa después de Comte, [que] no es precisamente comteana; y podemos abarcar con el nombre de positivismo toda esta orientación, en cuanto se extiende a los países que comprenden nuestra civilización europea y americana. Al extenderse en esa forma, el positivismo toma distintas formas según las distintas regiones, los distintos países y las distintas orientaciones históricas y étnicas, pero conservando siempre, como carácter fundamental, el de no hacer metafísica. Comte mismo, si bien vislumbró la posición posi- tivista, era todavía, en el fondo, un romántico, puesto que escribió y publicó su gran tratado allá por el año 36, es decir, en pleno romanticismo. 90 Juan Carlos Torchia Estrada, Tres lecciones inéditas de Alejandro Korn […] Y así se explica que en Comte duren todavía elementos que corresponden a su época, en la cual es un iniciador, y que se desprenda recién en un periodo filosófico para inaugurar uno nuevo. Esos elementos románticos se encuentran en lo que Comte llama “política positiva”, que él desarrolla por medio de su sistema positivo, en el cual desenvuelve nada menos que un concepto religioso, después de haber declarado que la humanidad pasa por tres periodos: por el teológico, por el metafísico y por el positivo, y haber declarado precisamente al periodo teológico o al religioso como los más remotos, como lo que ya pertenece completamente al pasado, y habiendo declarado que tampoco el periodo metafísico responde ya al estado actual de los espíritus, y que entramos plenamente en el periodo positivo. A pesar de todo esto experimenta la necesidad de satisfacer de alguna manera el sentimiento religioso y al efecto se le ocurre nada menos que construir el dogmatismo, el rito, el culto de una nueva religión. Pero había de ser una religión positiva, una religión sin más allá. Ahí está toda la empresa romántica de Comte. Comte afirma, a pesar de todo, que fuera de nuestras necesidades intelectuales, hay necesidades del sentimiento, que no se satisfacen pura- mente con el sistema filosófico positivo; y a pesar de su posición él produce una tentativa de darnos una nueva religión, lo cual resulta algo paradojal. ¿Cuál debía de ser el objeto de nuestro culto, puesto que Dios o cualquier principio del más allá queda naturalmente excluido del positivismo? Comte imaginó de una manera genial convertir a la humanidad en objeto de su propio culto. Como el positivismo en última instancia no tiene sino por objeto de mejorar las condiciones en que se desenvuelve la especie humana, esa finalidad de la filosofía positiva se convierte en objeto de su culto. Lo malo de Comte es la forma en que él dio a su culto, que [es] todo un plagio de los viejos ritos católicos. Él imaginó una especie de trini- dad, imaginó una serie de sacramentos, días festivos con un culto especial, imaginó también todo un calendario, en el cual los santos de la iglesia eran reemplazados por los grandes benefactores de la humanidad. En fin, a esta idea, que en su fundamento no era de ninguna manera extraviada, la llevó hasta sus últimos detalles y

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te a la historia del pensamiento filosófico argentino del siglo XX. No dis- ponemos, hasta hoy este recuerdo, si al hecho de que Korn llega a la cátedra de Historia de la Filosofía en 1906 se une el .. aparentemente afines. Comte
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