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Transformación política y actitud religiosa del Gobierno largo de Maura PDF

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TRANSFORMACIÓN POLÍTICA Y ACTITUD RELIGIOSA DEL GOBIERNO LARGO DE MAURA (1907-1909) Figura Antonio Maura, probablemente, entre las personalidades más dis- cutidas de la política peninsular contemporánea. Encarnación de la voluntad reformista de la España real del novecientos para unos, o del autoritarismo de la España tradicional, llega a la jefatura del partido conservador de filas liberales. Ministro fusionista en el 92, diside de Sagasta con Gamazo para iniciar junto a él una parábola que previsiblemente le aproxima a Francisco Silvela. Regeneracionistas ambos, ansiosos de moralización política, esencialmente disconformes con el estilo radical que el fusionismo intenta revestir desde el 99, la unión de sus dos grupos, gamacista y conservador, se realiza en i9o2. En el 4, Maura preside su primer Ministerio y hereda la jefatura de Silvela, y tres años después, encabeza un segundo Gobierno, llamado «largo» por dos años de vida en una década que conoce diez presidentes del Consejo, él incluido. Si el primer Gabinete de Antonio Maura ofrece uno de los sufragios más auténticos entre las elecciones españolas y un Convenio con Roma que quiere resolver la cuestión planteada por la legalización de las asociaciones religiosas, el segundo se anota una amplia serie de medidas legales renovadoras: la re forma electoral de i9oj (i) y la de la justicia municipal, las leyes sobre colonización interior, sobre azúcares, la deseada desgravación del impuesto de consumo en los vinos, normas sobre emigración, previsión social, usura, bancos agrícolas, huelgas, tribunales industriales, policía, condenas condicionales, te- (1) Vid. JAVIER TUSELL GÓMEZ: «Para la sociología política de la España contem- poránea: el impacto de la ley de 1907 en el comportamiento electoral, Hispania, XXX (1970), págs. 571-631- 131 JOSÉ ANDRÉS GALLEGO lecomunicaciones, magisterio: 264 leyes en total, más 132 sólo aprobadas por la cámara baja y 18 pendientes de la autorización del Gobierno (2). Ratifica con ello «la benévola expectación de España, cansada de la ex- trema amovilidad de los Ministerios», que lo acogió en i9o7 «con el bene- plácito con que se recibe la hora de reposo tras de las de zozobra» (3). Y, sin embargo, en torno a él se traba la oposición más coherente de la primera década del siglo. ¿Por qué? Romanones repite una razón, superficial quizá, pero constante en los ata- ques coetáneos al presidente: «Maura era jactancioso sin poderlo remediar; jactancioso de buena fe, resultaba soberbio, no por enaltecer sus condiciones y su superioridad, sino por rebajar la de sus adversarios: nada le detenía en su camino, dispuesto siempre a destruir cuantos obstáculos encontraba a su paso» {4). «Maura —apunta Francos Rodríguez— tuvo una clara visión de las en- tonces más apremiantes neecsidades de Gobierno [...]. Acertaba al pedir que las instituciones locales se robusteciesen para que sirvieran de cimiento a una organización nacional digna y fecunda; pero erró al creer que al conjuro de su deseo se rendirían todas las voluntades del país [.,.] sintió pujos de dómine de colectividades, entregándose a minucias en que resultaban afanes increíbles •de aparecer molesto. En vez de un programa concreto, definido y hondo adoptó el difuso, incierto, de modificarlo todo a la vez y de mostrarse como ejerciendo el monopolio de la autoridad y de la justicia» (5). Se ha afirmado que ese designio de moralización obedeció a su identifica- ción con grupos renovadores del tradicionalismo, que, como él, participaban de lo que cabe denominar regeneracionismo confesional en la España del novecientos. «Todos los que hemos estudiado este período de la política —se ha llegado a decir— sabemos que a Maura contribuyó a frustrarle su relación íntima con las gentes de extrema derecha» (6). Pero, ¿existió esa relación? ¿Cómo pudo adecuarse al nuevo esquema planteado por solidaridad catalana, que venía precisamente a sustituir el jue- go tradicional? ¿Cómo se ordenan, pues, las fuerzas gobernantes en la políti- ca de los años 6 al 9 de nuestro siglo? (2) Cfr. DIEGO SEVILLA ANDRÉS: Antonio Maura. La revolución desde arriba, Edi- torial Aedos. Barcelona, 1954, pág. 304. (3) José FRANCOS RODRÍGUEZ: La vida de Canalejas, Tip. de la Rev. de Arch., Bib. y Museos, Madrid, 1918, págs. 407 y sig. (4) CONDE DE ROMANONES: «Notas de una vida», en Obras completas, tomo III, Ed. Plus-Ultra, Madrid, 1949, pág. 175. (5) Op. cit., págs. 423 y sig. (6) MAXIMIANO GARCÍA VENERO: Santiago Alba, monárquico de razón, Aguilar, Madrid, 1963, pág. 75. 132 TRANSFORMACIÓN POLÍTICA Y ACTITUD RELIGIOSA DEL GOBIERNO LARGO DE MAURA i. ACTIVISMO TRADICIONALISTA Ese activismo tradicionalista que parece girar en torno a Maura en los años de su Gobierno largo forma parte de la euforia que gana la Iglesia en la península durante el segundo lustro de la centuria, con el propósito de rehacer desde dentro el régimen liberal. En política, la acción se centra en dos iniciativas básicas sobre todo: romper el retraimiento electoral —en labor reclamada al menos desde i893 por la jerarquía eclesiástica (y)— e institu- cionalizar la nueva fuerza confesional en nuevos grupos. Para cumplir con el primer aspecto, venían articulándose desde los años últimos del XIX candidaturas «católicas», o sea, antiliberales. Surgieron ya ante las elecciones municipales de i899 en Teruel, Castellón y Guipúzcoa (8). En las generales de I9OI, en Navarra, se formó «una candidatura de unión de católicos o de católicos unidos» con carlistas, alfonsinos e independientes, que triunfó en Aoiz (9). En las provinciales de Barcelona, de marzo de i9o3, igualmente fracasaba una «candidatura católica regionalista» que había unido al catalanismo de la Uiga con el Comité de Defensa Social recién crea- do (10). En i899, incluso se intentó organizar la constitución de estas candi' (7) En la Crónica del cuarto Congreso católico español (Tarragona, Establecimiento tipográfico de F. Arís e hijo, 1894, pág. 684), don Julián Poy y Villarejo, de Valencia, «presenta como ensayos de movimiento electoral católico, independiente de partidos, en nuestra nación, una notable circular del Iltmo. Obispo de Salamanca, de 14 de noviembre de 1893, otra fechada en Granada el 14 de marzo del mismo año, firmada por el Sr. Marqués de las Torres de Oran, y más tarde la "Liga Católica", organizada en Alcoy». (8) Cfr. Folleto importantísimo. Apostolado de acción. Solución para Id untan de los católicos contra el masonismo y liberalismo, por un católico español, Tipografía Ca- tólica, Barcelona, 1899, 15 págs. (9) IRIGARAY: Diario de las Sesiones de Cortes. Congreso de los Diputados, sesión del 3 de julio de 1901. (10) Afirman la colaboración del Comité MAXIMIANO GARCÍA VENERO (Historia del nacionalismo catalán (.1793-1936), Editora Nacional, Madrid, 1944, pág. 243) y BORJA DE PIQUER («Les eleccions de la Solidaritat Catalana a Barcelona», en Politica i eco-r nomia a la Catalunya del segle XX, Ed. Ariel, Barcelona, 1972 («Recerques», 2), pá- gina 95), pese a que el Comité acababa de nacer, a fines de febrero de 1903. Es claro el carácter al menos «católicorregionalista» de estas elecciones en la Revista Popular, .5 de marzo y 30 de abril de 1903, y ALBERTO y ARTURO GARCÍA CARRAFFA (Prat de la Riba, Imp. Hijos de Domingo Casanovas, Barcelona, 1917, pág. 211), aunque no hay alusiones religiosas y sí un mero planteamiento regionalista, en La Veu de Cata- lunya, 20 de febrero a 10 de marzo de 1903. Respecto a las elecciones generales inme- diatas, de 1903 también, JOAN CONNELLY ULLMAN habla de una candidatura conjunta de la Uiga y la Junta Diocesana barcelonesa de Defensa de los Intereses Católicos (The 133 (OSE ANDRÉS GALLEGO daturas confesionales por medio de una asociación política neutral, el Apos- tolado de la Acción, que probablemente no prosperó. En su proyecto, una red de juntas parroquiales, provinciales y nacional, constituidas sucesivamente por democracia orgánica de los mayores de veintitrés años, hubiera designado los candidatos idóneos (i i). Las exhortaciones y los intentos continuaron durante toda la primera dé- cada de la centuria. Pero parece fue la legislación religiosa del Gobierno López Domínguez lo que, ambientado en i9o5 y 6 por la polémica entre integristas y activistas católicos, dio un renovado impulso al movimiento electoral. En Barcelona, ya en el otoño de i9<>5, el cardenal Casañas había pedido la parti- cipación de los católicos unidos, en las elecciones, «cualquiera que sea el partido político a que pertenezcan, sacrificando en cuanto fuere necesario las simpatías y afecciones personales y de partido, en aras del bien común», que habría de precisar una Junta creada para ello {12). Ahora, en julio de i9o6, en una pastoral muy difundida, el obispo de Guadix subrayó la obligación de votar en los comicios «incluso los clérigos [...], bajo pena de pecado mortal», si el Ministerio liberal seguía defendiendo aquel programa reli- gioso {13). En los escritos de protesta contra la circular de Romanones que permitía el matrimonio civil de los católicos, varios prelados (el de Tuy entre ellos) reclamaron la unión también. Los de la provincia compostelana, en octubre, así mismo animaban «a tomar parte en la acción católica, ya que los males que venimos deplorando hace años proceden principalmente de nuestra inac- ción» (14). En diciembre, el propio Pío X aludía así mismo a las necesidades españolas en el consistorio del día 6, al exhortar a que, «donde se preparan contra la religión planes nocivos, los católicos, dejados a un lado genero- Tragic Week. A Study of Antíclericdlism in Spain, 1S75-1912, Harvard University Press, Cambridge (Mass.), 1968, pág. 78). No pudo ser así: las elecciones se celebra- ron en abril y la Junta fue constituida en junio (cfr. Revista Popular, 9 de julio de 1903, y la propia CONNELLY ULLMAN: Op. cit., pág. 74). (11) Vid. nota 8 supra. (12) Alocución sobre las elecciones, apud. Revista Popular, 2 de noviembre de 1905. (13) Carta pastoral que el Escmo. e limo, señor Dr. D. Maximiano Fernández del Rincón, Obispo de Guadix y Baüfl, dirige a sus muy amados diocesanos con motivo de los proyectos que algunos hombres políticos intentan reali&lr en contra de los afre- chos de la Iglesia, 4.a ed., Zaragoza, Mariano Escar, tipógrafo, s. d., pág. 57. Hemos estudiado la situación política aludida en La crisis del partido liberal español, 1905- 1906, en curso de publicación. (14) Apud ANTONIO VILADEVAL, S. J.: La voluntad nacional en frente del jaco- binismo afrancesado de Romanones y Canalejas, Gustavo Gili, Barcelona, 1907, pá- gina 43. 134 TRANSFORMACIÓN POLÍTICA Y ACTITUD RELIGIOSA DEL GOBIERNO LARGO DE MAURA sámente los intereses de partido y las disensiones de los ánimos, se atrevan a todo lo que las leyes permitan y la conciencia cristiana no prohibe, con el fin de que sean felizmente rechazados» (15). La clara referencia al proyecto de ley de asociaciones elaborado por el Gabinete López Domínguez para controlar los institutos de perfección de la Iglesia estaba recibiendo ya una respuesta positiva. Sugeridos incialmente por el Comité barcelonés de Defensa Social, que en octubre de i9o6 advirtió la conveniencia de organizar mitines de protesta contra la referida circular de Romanones (16), las manifestaciones contra el proyecto de ley proliferaron ahora, como versión masiva de aquel activismo. Fueron organizadas por las asociaciones católicas de todos los extremos de la península entre octubre y enero, según la relación ya realizada (17). Sociedades y colectividades de todo tipo mandaron a las Cortes más de 220 exposiciones en contra del pro- yecto, que sólo obtuvo ocho a favor {18). Y, en los escritos y en los mitines, frecuentemente figuraron políticos de todas las tendencias monárquicas: de modo que, por un momento, pudo pensarse que la antigua ambición de unir a los católicos estaba realizándose. «La fuerza de los acontecimientos, que es razón superior a todas las ra- zones —escribía el viejo integrista Sarda i Salvany en Cataluña—, va obrán- donos en los católicos españoles el milagro de la unión, que hasta hoy tan en vano se nos venía predicando» (i9). Aún en diciembre, El Correo Catalán puntualizó el modo de fraguar el entendimiento, en una iniciativa de valor especial por su origen carlista: «Concordia en todo cuanto sea puramente religioso, independencia en lo que (15) Cit. P. VlLLADA: «Las elecciones legislativas de 1910», Razón y Fe, mayo- agosto 1910, pág. 77. (16) «Cabe a esta Sección [de Propaganda del Comité de Defensa Social de Bar- celona] la gloria de haber iniciado en Cataluña aquellas reuniones públicas o meetings contra el proyecto de ley de asociaciones [...]. La Junta directiva, a propuesta de la Sección de Propaganda, se dirigió en efecto, a todas sus Delegaciones, sugiriéndolas la idea de mover la opinión de sus respectivos distritos por medio de meetings y los celebrados en Olot, Igualada, Tortosa, Manresa, Gerona, Cervera, Santa Coloma de Farnés y otros puntos, [fueron] resultado de los trabajos de nuestras Delegaciones» (¿Para qué sirve el Comité de Defensa Social"? Memoria leída en la Asamblea general del día 22 de diciembre de igoy por él secretario don Cayetano Pareja Noveües, Tipo- grafía R. Cardona, Barcelona, 1908, pág. 14). (17) En La crisis... (vid. nota 13 supra). (18) Vid. Diario de las Sesiones... Congreso..., Legislatura de 1906, vol. 15, índice, voz «Asociaciones». (19) Revista Popular, 13 de diciembre de 1906. 135 JOSÉ ANDRÉS GALLEGO entre en la esfera de la acción política»; acuerdo previo en los asuntos mix- tos (20). La unión fue reclamada palpablemente por el arzobispo de Toledo, San- cha, y el carlista Vázquez de Mella, durante el mitin de Barcelona del 20 de enero de i%7, al que asistieron más de 20.000 personas, según las fuentes oficiales fusionistas, para escuchar a Mella y oír el telegrama del primado, en la presencia del capitalista católico alfonsino marques de Comillas (21}. Des- pués, cuando el Gobierno liberal de Vega de Armijo dimitió el 24, el ora- dor legitimista pudo decir sobre el proyecto de ley de asociaciones que habían sido «esas muchedumbres carlistas y católicas las que le han derribado y le han hecho morir» {22), «ante la silba estruendosa —ratificó Sarda— con que la ha hundido en el [foso] toda la masa católica de la nación» (23). 2. LA ACTITUD DEL GOBIERNO MAURA ¿Fue esta nueva potencia canalizada de inmediato por el Gobierno Maura de i9o7? En i9o4, desde luego, el integrista Nocedal había hablado de la in- tención de constituir un partido católico en torno al jefe conservador (24). En realidad, el rumor ya había recaído sobre su antecesor Silvela, quien, efecti- vamente, al menos sopesó algún tiempo esa posibilidad, en sus relaciones de los años 9o con el cardenal Cascajares (25). En i9o3, cuando el primado Sancha notificó su plan para organizar las Juntas de Acción Católica {26), no sólo se las vio como partido, sino que el fusionismo atribuyó al Gobierno de Silvela la intención de apoyarlo. A la muerte de León XIII, la prensa internacional achacó al cardenal Vives la in- vención de una candidatura para el pontificado, con Gotti como Papa, Rampo- lia como su secretario y el propio purpurado español «inspirador oculto de la política futura del Papado», que habría de prolongarse en España con «el (20) Cit. ibidem. (21) Cfr. ROMANONES : Diario de las Sesiones... Congreso..., 21 de enero de 1907, y £1 ¡mparcial, 21 de enero de 1907. El discurso de JUAN VÁZQUEZ DE MELLA, en sus Obras completas, vol. 24, Tunta del homenaje a Mella, Madrid, 1934, págs. 60 y sigs. (22) Discurso del 28 de enero de 1907, ibidem, vol. 14, pág. 147. (23) Revista Popular, 31 de enero de 1907. (24) Cfr. El ¡mparcial, 7 de julio de 1904. (25) Puede verse sobre ello nuestro estudio «Regeneracionismo y política confe- sional en España, 1889-1899», Archivo Hispalense, núm. 166 (1971), 149 págs. (26) Hemos de remitir para ello a otro estudio, éste en vías de publicación: La iglesia de Sevilla y las polémicas sobre la acción política de los católicos españoles, J900-J906. 136 TRANSFORMACIÓN POLÍTICA Y ACTITUD RELIGIOSA DEL GOBIERNO LARGO DE MAURA triunfo del partido que va a crear el cardenal Sancha» con el aliento del Gobierno conservador (27). La idea, sin embargo, fue expresamente repudiada por el primado (28). Todavía se afirmó después que el nuevo secretario de Estado de Pío X, el español Merry del Val, era entusiasta de la política de Maura (29). Pero, de hecho, hubo algún desacuerdo entre el jefe del Gobierno, en su primer man- dato, y la jerarquía. Así en el reglamento de aplicación de i9o4 para la ley de descanso dominical, que no respetaba algunas fiestas litúrgicas (30); en el proyecto de ley de reclutamiento del mismo año, que afectaba a la in- munidad de algunos institutos y suscitó protestas de Sancha y otros prela- dos {31), y en el de organización y atribuciones de los Juzgados y Tribuna- les, del mismo año, que motivó una exposición del episcopado al Rey para «impetrar declaraciones terminantes» «en vista de la universalidad y carácter absoluto de algunas de sus disposiciones, por una parte, y, por otra, del silen- cio constante respecto a personas y cosas eclesiásticas, siempre que de excep- ciones se trata» (32). No conocemos, en rigor, datos para afirmar un acuerdo explícito. Sí hubo en el Gobierno, en cambio, un designio de ordenación, de tono incluso reli- gioso, pero independiente en principio de los deseos de la jerarquía, según parece, que hubo de complacer, no obstante, a una parte notable de la opi- nión eclesiástica. Esta suerte de tácita compenetración pudo edvertirse en la propia cons- titución del equipo ministerial de i9o7, con el ¡(ordenancista e intransigen- te» (33) Juan de la Cierva en la Gobernación; Rodríguez San Pedro, el rea- lizador del Convenio de i9o4 con la Santa Sede, en Instrucción Pública y el marqués de Figueroa, de clara significación católica, en Gracia y Justicia. Cuidadoso en principio, en el primer Consejo de ministros, el 25 de enero de 19o7, día de la formación del Gobierno, Maura reconoció su intención de (27) Heraldo de Madrid, 16 de julio de 1903. (28) Vid. La Iglesia de Sevilla..., nota 26 supra. (29) Vid., por ejemplo, El Liberal, 31 de octubre de 1906, donde se afirma que el Vaticano y Maura habían acordado provocar la caída del Gabinete López Domínguez mediante la discusión de su política comercial. (30) Vid. Revista Popular, 7 de septiembre de 1904. (31) Vid. las exposiciones de Sancha, de 25 de marzo de 1904, y de los prelados de la provincia eclesiástica de Zaragoza, de 8 de abril de 1904, apud Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Pamplona, 6 de mayo de 1904. (32) lbidem, 28 de marzo de 1905. (33) MELCHOR FERNÁNDEZ ALMAGRO: Historia del reinado de Don Alfonso XIII, 2.a ed., Montaner y Simón, Barcelona, 1934, pág. 102. 137 ,ÓSE ANDRÉS GALLEGO estrechar las relaciones con la Santa Sede, pero de modo que no fuera pro- vocativo para los liberales. Y se afirmó muy pronto que pretendía abrir una nueva negociación con Roma; mas no para replantear aquel Convenio del año 4, sólo aprobado por la cámara alta, sino precisamente a fin de «poner límite a las asociaciones religiosas y [...] señalar también el número máximo de los individuos que puedan formar parte de cada congregación» (34). En cuanto a los dos temas cruciales que había planteado el anterior Go- bierno López Domínguez, una Real Orden de 28 de febrero derogó la circu- íar de Romanones de agosto del año 6 sobre el matrimonio civil de los cató- licos (35). Pero, hubo desacuerdo entre Madrid y Roma sobre los términos ad- ministrativos en que había de resolverse la cuestión, hasta octubre de i9<yj (36). A raíz de un litigio entre el Ayuntamiento y el vicario capitular de Lérida, por otra parte, una segunda Orden de 5 de marzo de este año ratificó la autoridad municipal sobre los cementerios que fuesen propiedad de los Ayun- tamientos, sin facultad, no o'bstante, para prescindir del capellán, ni para in- utilizar los cadáveres —en definitiva, incinerándolos, contra las normas de la Iglesia—, ni otra cosa que perjudicase la misión espiritual de la jurisdicción eclesiástica {37). La apariencia de compromiso, sin embargo, no tardó en presentarse. Aún en marzo, la colaboración del alcalde de Vigo a petición del obispo de Tuy, ajena al parecer al Ministerio, en la captura del franciscano Muiños, que había abandonado el convento de Cañedo sin autorización del superior, dio justo pie a la prensa liberal para protestar contra el empleo de la fuerza gubernativa como instrumento coactivo de la Iglesia (38). Y fue la reimposición del arzo- bispo de Valencia, sin duda, la que levantó la primera protesta unánime. En octubre del año 6, la adhesión del prelado al enfrentamiento de Me- (34) El Imparcial, 27 de enero de 1907. Cfr. ibidem, 26 de enero de 1907. (35) Cfr. P. VlLLADA: «La Real Orden de 28 de febrero sobre el matrimonio ci- vil», Razón y Fe, enero-abril 1907, pág. 466. (36) Madrid lamentaba fundamentalmente la negativa de algunos párrocos a pro- porcionar las certificaciones necesarias a quienes deseaban contraer matrimonio sólo civil. Roma insistió, por su parte, en que la petición de esos certificados debería de hacerse «en una forma cortés». Vid. sobre ello Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores (en adelante AMAE), Correspondencia: Santa Sede, leg. 1.741, telegramas del ministro de Estado al embajador ante la Santa Sede, 1 de marzo y 29 de noviembre de 1907, y despacho núm. 64, de 13 de septiembre de 1907, del emba- jador al ministro; y Política: Santa Sede, leg. 2.678, expediente: «Matrimonio civil. Derogación de la Real Orden de 27 de agosto de 1906». {37) Apud Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Pamplona, 15 de mayo de 1907. (38) Cfr. FERNÁNDEZ ALMAGRO: Op. cit., pág. 103. 138 TRANSFORMACIÓN POUTICA Y ACTITUD RELIGIOSA DEL GOBIERNO LARGO DE MAURA néndez Conde —el propio obispo de Tuy— a aquella circular de Romanones había sido utilizada por los republicanos para suscitar una oposición que de hecho impidió la entrada de Guisasola en la ciudad levantina. Sin consulta ni petición de Roma (¿9) ni del arzobispo, el Gabinete decidió imponer su re- greso. Concentrados por orden de La Cierva 150 guardias civiles a caballo y 700 infantes en Valencia, el regreso fue sugerido al prelado por el Gobierno, «con respeto, pero con energía» {40), y luego al Vaticano, ante la indecisión de Guisasola, que temió por su vida. El 23 de febrero de i9o7, el prelado fue conducido a la ciudad con la protección de las Fuerzas Armadas {41): Y ante las consiguientes críticas del Ayuntamiento, que no llegó con todo a tomar ningún acuerdo sobre ello, en marzo el Ministerio suspendió su mandato a veintisiete concejales republica- nos, que fueron sustituidos por gubernamentales. El camino, por tanto, vigi- lado por la Guardia Civil, cuyos contingentes pudieron aumentar con un crédito extraordinario votado al efecto, quedó expedito al ministro de la Go- bernación, La Cierva, para acabar con el dominio levantino de Blasco Ibáñez y Soriano en las elecciones municipales del 10 de marzo. Procedimiento poco atractivo que hubo de escuchar críticas, al parecer, de los propios conserva- dores (42). En cuanto a las negociaciones diplomáticas, el Gabinete nunca replanteó aquel Convenio con la Santa Sede de i9o4, que resolvía la situación jurídica de los institutos de perfección {43), tal vez para evitar la oposición liberal, que se había anunciado terminante al discutirlo en el Senado aquel año. Sí procuró, en cambio, precisar la parte de aquellos tratos aceptada por los Gobiernos fusionistas: la formación, concretamente, de una Comisión mixta que gestionase la reorganización de la administración y el presupuesto para culto y clero. Pero la firma del protocolo no fue trazada por el Vaticano con la premura pedida por Madrid en junio y, aunque el Estado nombró sus dos vocales para la comisión en agosto, la Iglesia no lo hizo jamás. Todavía en i9i5 y 1917, Gobiernos posteriores lo recordarían, sin ningún (39) A! menos, no hay huella de esto en AMAE. (40) JUAN DE LA CIERVA Y PEÑAFIEL: Notas de mi vida, 2.a ed.. Instituto Editorial Reus, Madrid, 1955, pág. 78. (41) Cfr. El Imparcial, 24 de febrero de 1907. (42) Cfr. BELTRÁN: Diario de las Sesiones... Congreso..., 8 de junio de 1907. (43) Ni siquiera hemos hallado explicación diplomática alguna de este silencio so- bre el Convenio en AMAE. Hemos estudiado su gestación en Eí Convenio concorda' taño de 1904 entre la Senté Sede y el Gobierno español, en curso de publicación. 139 JOSÉ ANDRÉS GALLEGO éxito {44). Ya en i9o9, la oposición de la propia jerarquía a tal reorganización había tomado agrios caracteres. Protestó el cabildo de Guadix por la temida desaparición de su obispado. «Ante el peligro de que se suprimieran por el partido conservador algunas diócesis —contó después el obispo de Jaca—, hízose una eficaz campaña de prensa, con la cooperación hasta de periódicos liberales, para quienes las pequeñas economías que podrían obtenerse no com' pensaban los perjuicio que irrogarían a algunos pueblos, con la alteración de la paz moral, y aun acaso de la material en los mismos. El Cabildo y el Ayuntamiento de Jaca escribieron a los Cabildos y Ayun' tamientos de las capitales de las catorce diócesis cuya supresión se pedía en las bases sobre las que habían versado las negociaciones con el Vaticano, a fin de intentar una acción común en pro de sus intereses amenazados; se de' mandó el auxilio de los diputados y senadores católicos y de los represen' tantes de las poblaciones que podían ser perjudicadas; se enviaron exposi' ciones a los poderes públicos, formándose Juntas de defensa, compuestas de representaciones de todas las fuerzas vivas del país; y en algunos puntos se tomaron acuerdos como el de no pagar contribuciones en el caso de que la diócesis fuera suprimida, y otros que no creemos conveniente referir aho' ra» {45), que en todo caso rechazaban el pretendido acuerdo entre la jerar' quía y el Gobierno. El 12 de octubre de i9oj, los prelados del arzobispado de Zaragoza fir' marón una documentada exposición a las Cortes sobre la dotación de culto y clero, en cuya redacción se adivinaba acaso la pluma ágil y ubérrima del obispo de Jaca, López Peláez, activista político y social de problemática eos' tiana (46). La exposición trazaba la miserable situación del bajo clero, contra (44) Sobre la firma del protocolo, vid. AMAE, Correspondencia: Santa Sede, leg. 1.741, telegramas entre el embajador ante la Santa Sede y el ministro de Estado, de 14 de junio a 17 de julio de 1908. Sobre los vocales, AMAE, Política: Santa Sede, leg. 2.678, expte. «Nombramiento de vocales de la Comisión mixta para la reforma del Concordato de 1851». {45) ANTOLÍN LÓPEZ PELÁEZ : El presupuesto del Clero, Imp. de los Hijos de Gó- mez Fuente, Madrid, 1910, pág. 341. Cfr. Exposición que el limo. Cabildo y CotpO' ración de Sres. Beneficiados de la 5. y A. 1. Catedral de Guadix dirigen a la Comisión mixta nombrada para la modificación del Concordato, Imp. de Flores, Guadix [1909], 23 págs. Ataca también el Convenio, por restringir los derechos de la Iglesia, la Re- vista Popular de 6 de octubre de 1904. (46) La coincidencia de algunas sugerencias de acción social entre Costa y López Peláez está explícitamente afirmada por el primero en la documentación que comen- tamos en La organización del laicado para la acción católica (España, 1865-1914O nota 140

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ha llegado a decir— sabemos que a Maura contribuyó a frustrarle su relación .. entendimiento estricto entre el tradicionalismo y el Gobierno.
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