SEÑOR, TU AMIGO ESTÁ ENFERMO Matilde Eugenia Pérez Tamayo Fundación Francisco y Clara de Asís 1 Este es un libro dedicado especialmente a los enfermos y ancianos que tiene como objetivo el ayudarles a comprender y vivir su situación particular. Partiendo de unas palabras de la Carta de San Pablo a los Romanos, invita al lector a acoger su situación como un don de Dios -aunque ello no lo parezca a simple vista- que lo llevará a una mejor relación con Él, 2 “Nos alegramos en el sufrimiento, porque sabemos que el sufrimiento nos da la paciencia, y la paciencia nos hace salir aprobados, y al salir aprobados tenemos la esperanza y esta esperanza nunca falla” (Romanos 5, 3-5). 3 CONTENIDO A LOS ENFERMOS Y ANCIANOS 1. La vida, un don maravilloso Hay que cuidar la vida 2. La enfermedad y la vejez, límites de la vida El valor de la ancianidad 3. El sentido de la vida en la enfermedad Sufrir con paz 4. Jesús y los enfermos Oración de un enfermo 5. El enfermo y el anciano, otro Cristo Oración por un familiar anciano o enfermo 6. La rutina de cada día Derechos de los ancianos y enfermos 7. El milagro que no llega Santificar el dolor 8. Creer, amar y esperar... Oración de un anciano 9. La muerte, un paso obligado El Juicio de Dios 10. Creo en la resurrección de los muertos Cielo, purgatorio e infierno 11. Orar, medicina para el alma Testimonio de una enferma 12. Es hora de perdonar y pedir perdón Las perlas 13. La Confesión, sacramento de la paz Para una buena Confesión 14. La Eucaristía, alimento para la Vida Eterna Oración a Jesús en la Eucaristía 15. La Unción de los enfermos, unción de vida 4 Oración desde mi enfermedad 16. María, la mejor compañera en tiempos de lucha y de dolor Oración a Nuestra Señora de los dolores 17. San José, patrono de la buena muerte Oración a San José 18. Al oído de quienes cuidan y acompañan un familiar anciano o enfermo ORACIONES 5 A LOS ENFERMOS Y ANCIANOS Queridos enfermos y ancianos: Este libro ha sido escrito especialmente para ustedes. Para ayudarles a comprender y a vivir, su situación particular, seguros y confiados en la presencia permanente de Dios que es amor y bondad, a su lado, y con la esperanza puesta en la felicidad que nos aguarda al final de nuestra vida. No es un libro para leer de corrido, sino para gustarlo lentamente, en la medida en que sus fuerzas se los permitan. Un libro para pensar y para orar. Un libro que aspira a ser su compañero de viaje, en este trayecto especialmente difícil de su camino, pero que puede llegar a ser, el más productivo de sus vidas. Tiene muchas oraciones que poco a poco les irán ayudando a sumergirse en Dios y a entregarle con fe y con esperanza, todas sus dificultades y dolores. Oraciones sencillas que todos pueden hacer suyas, expresión sincera y clara de su fe y de su amor. El enfoque general del libro parte de una premisa; unas palabras de San Pablo en su Carta a los Romanos, en las que el apóstol reconoce que para quienes creemos en Dios y en su bondad, cualquier situación de nuestra vida, por difícil que parezca, es don suyo, y puede llevarnos, si nosotros sabemos acogerla, a una mejor relación con Él, a una entrega más profunda a Él, porque como bien sabemos “en todas las cosas interviene Dios, 6 para bien de los que lo aman”. (cf. Romanos 8, 28). Aunque algunas veces no lo parezca a simple vista, es una realidad de la que yo misma puedo dar testimonio. Espero que este trabajo que he realizado con amor, sea para ustedes verdadera ayuda en su dolor, y confirme su fe y su esperanza en el Señor Resucitado y en la gloria que nos aguarda junto a él. La autora 7 1. LA VIDA, UN DON MARAVILLOSO La vida es obra de Dios. Él es su Autor, su Creador, su Origen, su Principio, su Dueño y Señor. Dios es el Autor, el Creador de la vida en general, y también, por supuesto, de la vida humana, que es el grado más elevado de vida que conocemos. Por eso decimos que la vida, nuestra vida, es un regalo de Dios, un don que él nos da, y que es participación de su mismo ser, de su existir, de su vida sin fin. Dios nos da la vida y nosotros tenemos que recibirla, acogerla, hacerla crecer, y llevarla a la máxima realización, cada uno según sus posibilidades. Como obra de Dios, nuestro ser, nuestra vida, vale más que cualquier cosa en el mundo. El ser, la vida, de cualquier persona, de todas las personas – hombres y mujeres -, sea cual sea su condición particular y su situación específica. La vida humana es infinitamente valiosa aunque sea débil, aunque esté enferma, y aunque a simple vista parezca que no sirve para nada, que es inútil, que no tiene ningún sentido conservarla. La vida humana es infinitamente valiosa, y por eso se debe proteger y cuidar tanto la vida del niño que apenas empieza a formarse en el vientre de su madre, como la vida del joven que es promesa de futuro; la vida del adulto en la plenitud de sus fuerzas, y la vida del anciano 8 que va ya en franco declive. Tanto la vida de quien está enfermo con una enfermedad pasajera, como la de aquel que se acerca a su final. La vida de quien goza de todas sus facultades humanas, físicas e intelectuales, como la de quien padece limitaciones de cualquier tipo. La vida del rico como la vida del pobre; la vida del sabio como la vida del ignorante; la vida de quien tiene prestigio y ha realizado grandes obras, como la de quien es, de alguna manera, un “dolor de cabeza” para la sociedad en la que se desenvuelve. La vida es de Dios y él es el único que tiene poder para darla y también para quitarla, siempre en su debido momento. Sólo Dios tiene poder sobre la vida; nosotros somos simplemente sus depositarios, sus administradores, sus cuidadores; cada uno de su propia vida, y también de la vida de los demás, particularmente de la vida de los más débiles y de quienes están bajo nuestra responsabilidad y cuidado. Decía Juan Pablo II: “La vida del hombre es un don precioso que hay que amar y defender en cada fase. El mandamiento "No matarás", exige siempre el respeto y la promoción de la vida, desde su principio hasta su ocaso natural. Es un mandamiento que no pierde su vigencia ante la presencia de las enfermedades, y cuando el debilitamiento de las fuerzas reduce la autonomía del ser humano. Si el envejecimiento, con sus 9 inevitables condicionamientos, es acogido serenamente a la luz de la fe, puede convertirse en una ocasión maravillosa para comprender y vivir el Misterio de la Cruz, que da un sentido completo a la existencia humana” (Mensaje de Cuaresma 2005 N.2). HAY QUE CUIDAR LA VIDA La vida es un regalo de Dios, y como tal, una oportunidad y un compromiso. Por eso, la vida es en sí misma valiosa, y hay que defenderla y cuidarla a como dé lugar. Defenderla y cuidarla para que llegue a ser lo que Dios imaginó al crearla, porque él es el único dueño de la vida, y por ende el único que puede disponer de ella. Hay que cuidar la vida; cada uno la suya propia, y todos, la vida de los demás, sin excluir a nadie. Cuando uno es mayor o está enfermo, cuidar la vida es: Aceptar que se vive un momento particular de la existencia, que exige una manera especial de ser y de comportarse. Aceptar las limitaciones propias de este momento, que son diferentes para cada uno. Visitar el médico con la regularidad que exige la situación en que se está. Seguir sus indicaciones respecto a lo que se puede 10
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