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Reflexión alrededor del poema épico de La Ilíada PDF

21 Pages·2007·0.15 MB·Spanish
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Reflexión alrededor del poema épico de La Ilíada Homero Moreno Las dimensiones de este gran poema son extremadamente ajenas al tiempo lineal y su vigencia no se ciñe, afortunadamente, al estudio de un aula, sus lecciones están vivas. Por un lado tenemos a la mnemotécnica donde extensos poemas o relatos eran aprendidos de memoria. Homero es una especie de recopilador que con su gran pluma embellece y recrea a todo lo largo y en lo más alto la batalla entre teucros y aqueos, aunque no sólo esto ya de sí muy valioso, y tal vez su gran mérito sea ese rescate de ciertas claves para poder comprender que la guerra de los hombres será un reflejo de la gran batalla entre los dioses. Cuatrocientos años atrás, se calcula, que habían ya acontecido para que el gran poeta revolucionario de su época se sentara a darle forma a este relato en extraordinarios hexámetros dactílicos. Por supuesto que nuestro escritor combina lo mítico con lo histórico pero ¿no acaso la historia toda es eso y por ende lo que sabemos de nosotros mismos y de nuestros antepasados es verdaderamente mitológico? ¡Qué terrible que ya para nuestro autor, la decadencia de la raza humana sea palpable entre estos hombres valientes y con un excelso código de honor en la guerra y en la amistad!1 ¿Qué nos deja a nosotros los pobres y decaídos hombres de comienzos del siglo XXI? Pero nos referíamos de cómo inició la batalla de Ilión2. Esto ocurre en el instante que Dárdano, hijo de Zeus y de la Pléyade Electra, fundara una colonia con su nombre, Dardania en Troada región noroccidental del Asia Menor, en la 1 Homero, La Ilíada, versión directa del griego por Luis Segala y Estalella, 33 e. Editorial Porrúa, colección sepan cuantos…, México, 2004. Véase el capítulo VI, versos 212-236 en donde encontramos un pacto de amistad entre un teucro (Glauco) y un aqueo (Diomedes) que se encuentran en combate y que, al saber que sus abuelos fueron amigos, ellos se estrechan las manos en prueba de la línea de fraternidad y juran no herirse entre ellos aunque sigan combatiendo. Con honor todo, sin él la vergüenza. Y no queremos omitir el gran momento de la batalla entre Héctor y Ajax que termina como un empate y que gloriosamente al llegar la noche deciden respetarla, se obsequian regalos mutuamente a fin de que todos puedan decir: “Combatieron con roedor encono, y se separaron por la amistad unidos.” (VII, 287- 302). 2 Todo lo que precede a esta cita, lo hemos tomado del prólogo que escribiera en 1959 don Alfonso Reyes. Homero, La Ilíada… costa norte del Helesponto y en la puerta precisamente del oeste del estratégico Mar Egeo. El nieto fue Tros, de donde tenemos el patronímico de los Troyanos. Tuvo tres hijos: Ilo, Asáraco y Ganímedes. Este último es transportado por un águila al Olimpo para que sea el escanciano de los dioses, ¡qué tarea!, –y todavía hoy es una función principalísima al interior de algunas organizaciones iniciáticas– en tanto suponemos que Ganímedes de vez en vez logró escucharlos alegres a los dioses conversar pues tenían sus corazones llenos de vino. Zeus obsequió a Tros, a cambio del escanciador Ganímedes (quizás también sea un inmortal al no conocer la muerte transportado hacia los dioses como le ocurrió en su momento al Elías hebreo), unas magníficas yeguas. En tanto entre Ilo y Asáraco, que han quedado aquí en la tierra, se darán ramas rivales, del primero procede el viejo y sabio rey de Troya, Príamo, y sus hijos por supuesto, entre otros el valiente Héctor y el joven Paris “a quien tanto debe la poesía, pues sin sus desmanes no hubieran existido los Poemas Homéricos”3; del segundo, de Asáraco, provienen Capis, Anquises y Eneas. Iló por supuesto es quien funda “la ventosa Ilión” a la orilla del Helesponto. En fin que los llamados “troyanos” e “ilianos” proceden de la familia real de Tróada. “Homero llama ‘dardanios’ a los descendientes de Asáraco, la rama menor, la rama de los pretendientes derrotados. Junto a ellos, Homero nombra a los de la rama reinante indistintamente ‘teucros’ o troyanos.”4 Teucro fue el rey de Helesponto con cuya hija, Batiea, casa Dárdano. Homero llama a los occidentales sitiadores de Troya aqueos –de la región griega de Acaya y a veces el nombre de toda antigua Grecia–; “argivos” de Argos y Argólide, igual ciertas regiones griegas o Grecia antigua, “danos” por Dánao antecesor mítico relacionado con el mito de la Argos Micénica y sólo llama “helenos” a los de la tierra de Aquiles, la Argos Pelásgica. Son los hijos de Heleno, hijo de Prometeo y son las Hélade sus tierras. 3 Op. cit. Prólogo, p. XII. 4 Idem. Continuemos con la mitología, Bajo el reinado de Laomedonte y con ayuda de Apolo y Posidón o Poseidón –como maestros de obras– se alzaron los infranqueables muros de Troya y ¿cómo no iban a serlo? si fueron precisamente las obras dirigidas por dos dioses.5 Sin embargo el arrogante Laomedonte se niega a pagarles a los dioses lo convenido. Posidón recuerda “Mas cuando las Horas trajeron el término del ajuste, el soberbio Laomedonte se negó a pagarnos el salario y nos despidió con amenazas. A ti te amenazó con venderte, atado de pies y manos, en lejanas islas…” (XXI, 436-460). Posidón lanza un ataque con un monstruo marino que asoló a la ciudad hasta que Heracles dio muerte a tal ser. Pero el necio de Laomedonte no quiso entregar las yeguas divinas a Heracles como lo había prometido por el pago justo de su labor. El semidios Heracles saquea la ciudad –primer saqueo de Troya– y da muerte a Laomedonte y a casi toda su familia. Príamo, hijo de Laomedonte, se salva y como sabemos hereda el trono y se casa con la bella Hécuba. Príamo al parecer aprende la lección y se torna en un gobernante justo. Casandra es una de sus hijas, tuvo más de cincuenta hijos, ella es una profetiza a la que nadie escuchará ya que Apolo es rechazado por la bella Casandra y habiéndole otorgado el don de la adivinación –ni los dioses pueden arrebatar lo que ha sido otorgado– decide entonces astutamente darle como castigo a Casandra, que ningún dios o mortal crea en sus profecías y no podemos negar que Apolo es de una gran inventiva, no se nos ocurre peor maldición y castigo para un profeta que no ser escuchado.6 Triste destino para la ciudad pues fue Casandra quien advirtió un mal presagio con aquel caballo de madera dejado en la playa por los aqueos y que supuestamente habían dejado las arenas de Troya. Ella insistió en que se quemara ahí mismo pero su padre, entre otros, lo tomó como un regalo de los dioses, dramáticamente Príamo no estaba tan equivocado. 5 Resulta muy interesante que Apolo decida apoyar a los teucros y Posidón o Neptuno se incline por esta falta de honestidad por los aqueos. Neptuno como anotamos, le reclamará a Apolo su preferencia por los troyanos. Más tarde estos dos dioses serán también los artífices de la destrucción del muro de Troya mediante la fuerza de los ríos que corren de los montes ideos al mar. Así que a los aqueos les dura poco el gusto de tener la estratégica Ilión, ya que los maestros de obra se la arrebatarán y al parecer serán los únicos que tendrán autoridad para destruir la muralla. 6 Historia que se repetirá constantemente y sí no veamos la Biblia por sólo mencionar un ejemplo. Regresemos un poco con nuestro preámbulo de la guerra. Escrito el destino, a Príamo, en las vísperas del nacimiento de Alejandro o Paris, le presagian la destrucción de la ciudad a causa del hijo que verá pronto la luz. El rey temeroso de los dioses u obediente ante ellos, como se quiera ver y, recuérdese que seguramente aprendió más de una lección en carne propia ante la muerte de su padre por no acatar y cumplir con los dioses los acuerdos y promesas establecidas. En fin, que Príamo decide abandonar al crío a su suerte en una montaña para que lo devoren las bestias, pero por desgracia o ventura, otra vez según se aborde, unos pastores recogen a Paris y lo crían. Años después sus padres lo recibirán de nuevo, seguramente resignados al deseo del gran Zeus. Previo a esto Zeus decide estallar pronto la guerra, y para tal crea todo un juego como a él le gusta. Hace celebrar en Tesalia –norte de Grecia– las bodas del rey Peleo con la Nereida Tetis, ninfa marina y futura madre de Aquíles. A la boda asiste una diosa no invitada, Eris, la Discordia. La boda además era una estratagema para que Tetis no se uniera a un dios y concibiera un ser más poderoso que todas las deidades. Eris agraviada, pues no se le había invitado al banquete, trajo con sí una manzana con una inscripción “para la más hermosa”, la cual lanza en medio del festejo. Tres diosas se disputan el título: Hera, Atenea y Afrodita, ante tremendo embrollo deciden escoger a un mortal como juez, un humilde pastor de Ida que apacentaba sus novillos al son de una flauta frigia, ese será el designado, su nombre precisamente Paris-Alejandro aún no devuelto al hogar paterno. Las diosas, no muy rectas que digamos en el certamen, deciden sobornar al pastor: Atenea con victorias guerreras, Hera con mando e imperio sobre los pueblos y Afrodita le promete darle a la mujer más bella del mundo. Efectivamente, la mujer más bella del mundo es Helena, hija de Zeus y de Némesis o según otra versión hija de Zeus, transformado en cisne, y de Leda. Paris se ganó con ello la nada envidiable enemistad de Hera y de Atenea. Sabemos que Paris obtuvo su premio prometido en Esparta, nada menos que en los aposentos del Rey Menelao. Eso no es todo, antes de entrar propiamente a La Ilíada de Homero,7 debemos de hacer una última anotación mitológica. Helena, la de níveos brazos, atrae desde niña a dioses y mortales, y ya desde entonces es rescatada por sus hermanos gemelos, Cástor y Pólux, de las manos de Teseo. Odiseo al prever futuras disputas hace jurar a todos que ella deberá escoger libremente a su futuro esposo y que todos los antiguos pretendientes no sólo acatarán tal decisión sino que se aliarán para defender al esposo contra todo rival extraño. Definitivamente ni Paris ni Helena las traen consigo, todo está en su contra: decisiones de Zeus, rivalidades divinas, pactos humanos. Todavía Menelao y Odiseo se presentarán en Troya para exigir la devolución de la princesa, los recibe hospitalariamente Antenor, cuñado del rey Príamo, pero la hospitalidad no les resulta suficiente a los teucros, Menelao regresa sin esposa y más agraviado. La guerra está en el horizonte, Zeus ha logrado su cometido: desatar la guerra troyana.8 Cuántas líneas y, como se dice, tinta, han corrido tratándose de entrever las lecciones, en variadísimos niveles, de este gran e imprescindible relato y poema mítico-épico. Por ende nos ceñiremos a unas cuantas ideas donde trataremos de colocar algunos pasajes que consideramos claves para nuestra exposición y siempre desde el punto de vista de la filosofía perenne. Como ya se observa en nuestra introducción damos por sentado la importancia del relato mítico para estos pueblos. Así que trataremos de omitir juicios de valor, ya que es un factor clave para comprender a todos los antiguos antepasados y por ende a nosotros mismos. Otro punto que trataremos de 7 Cabe la referencia de cómo se descubrió Troya: cierto curioso personaje alemán, Heinrich Schliemann (1822-1890) decide descubrir la ruinas de la antigua Troya, al no saber griego, básico para su búsqueda, decide poner un anuncio en el periódico que dice: “Historiador alemán busca griega para matrimonio y juntos descubrir Troya” Efectivamente, este personaje que llevaba toda su vida haciendo planos y mapas no tarda en “descubrir” la gran ciudad que relata Homero: Ilión o Troya. Ahora lo que está en duda ¡es de la existencia de Homero! tal vez se necesite la tumba con sus huesos y un certificado de autentificación por parte de algún instituto de investigación, de un antropólogo o de un forense. Jocosa historia en más de un sentido, nótese la incredulidad de la que somos presa, como la que ya demostraba Santiago ante Jesús, “hasta no tocar no creer.” Continúen, entonces, hombres de poca fe buscando el templo de Salomón y el arca de Noé. 8 Aún así este dios estará del lado de los troyanos, ¿cómo explicar esto? Pues creemos que está aquí el punto de partida y de cierre para comprender el escrito de Homero. Lo trataremos de exponer más adelante. exponer será el desalentar la idea o creencia que se tiene de que los dioses “griegos” son igual que los hombres con todas sus pasiones, temores y vísceras. Esto, creemos, no es así ya que ellos actúan bajo la mira de un plan, funciones y roles que deben desempeñar por sus mismas representaciones o ropajes que visten (ornamentos incluso), pero esto lo iremos desarrollando poco a poco. ✻ Entre el rapto de Helena y el comienzo del sitio de Ilión transcurren diez largos años. La Ilíada a penas nos cuenta lo acontecido durante los últimos 51 días del combate. La toma de la ciudad con el caballo, la muerte de Aquiles, la huida de los sobrevivientes –incluido Eneas– nada de eso está en el poema. “Según decía Aristarco, la Ilíada se suspende cuando se adivina ya el final del asedio.”9 No lo sabemos, al parecer Homero, que siempre cumplió ejemplarmente su papel de transmisor sin dejar huella de sí mismo,10 decide no dejarnos más que sutiles pistas pero no de él, ¿qué sentido tendría? sino de lo que quiere transmitir, es decir que lo importante es el mensaje y no el mensajero. Nuestro autor, aparentemente, sólo nos otorga una velada idea o breve explicación del cierre. Creemos que se debe a la continuidad del poema a través del ciclo de la historia mitológica de los pueblos y que debemos buscar su clave en otros relatos como la misma Odisea o, sin que Homero lo sospechase, en La Eneida de Virgilio, entre otros. Seguro que este legado continuará en un futuro incierto. 9 Ibid. Prólogo, p. XXI. 10 La única referencia que hace Homero de sí mismo es en el canto XII, 175: “Otros peleaban delante de otras puertas, y me sería difícil, no siendo un dios, contarlo todo.” Es la única que hemos podido encontrar, afortunadamente no creemos que haya otra. Aunque Homero se deja ver, a lo largo de todo su poema marcándonos un aspecto no del todo visible, un código ¿acaso no trata siempre con honor a los vencidos?, ¿acaso no llegamos a sentir un gran respeto por Príamo o Héctor?: “… e infundió [Febo Apolo] un gran vigor al pastor de hombres. Como el corcel avezado al bañarse en la cristalina corriente de un río, cuando se ve atado en el establo come la cebada del pesebre, y rompiendo el ronzal sale trotando por la llanura, yergue orgulloso la cerviz, ondean las crines sobre su cuello y ufano de su lozanía mueve ligero las rodillas encaminándose al sitio donde los caballos pacen; tan ligeramente movía Héctor pies y rodillas […] Los teucros acometieron apiñados, siguiendo a Héctor, que marchaba con arrogante paso. Delante del héroe iba Febo Apolo, cubierto por una nube, con la égida impetuosa, terrible, hirsuta, magnífica, que Vulcano, el broncista, diera a Júpiter para que llevándola amedrentara a los hombres. Con ella en la mano, Apolo guiaba a las tropas.” (XV, 262-311). Y los dioses se involucran en la guerra una y otra vez, a veces detenidos por el mismísimo Zeus otras alentados por él. El dios del Olimpo demuestra quien es el que tiene el mando, y es que debemos de considerar que está preocupado por su trono y debe de dejar muy en claro las cosas a seguir y obedecer. Pero Cronos no ha muerto, imposible, es el tiempo que despiadado nos espía eternamente, en tanto que su contraparte, Gea nos alberga y alimenta. Retomemos: Aquiles, el de los pies ligeros, contuvo su cólera ante el arrebato de Agamenón de la joven Briseida, la de hermosas mejillas,11 y en el aire detiene su espada por la ordenanza de Palas Atenea12 y no mata en ese preciso instante al rey de hombres, “… y, puesta la robusta mano en el argénteo puño, envainó la enorme espada y no desobedeció la orden de Minerva. La diosa regresó al Olimpo, al palacio en que mora Júpiter, que lleva la égida, entre las demás deidades.” (I, 219). En tanto entre los hombres se dan ciertas cualidades como el colérico y necio Aquiles; la cordura, moderación y razón de Néstor; o Héctor el valiente guerrero y leal esposo; Ulises el ágil orador y estratega; en tanto que todo ello sucede, Zeus se da lujo de apartarse de la región del Lidio e ir “al Océano, al país de los probos etíopes, para asistir a un banquete.” (I, 413). De ahí que Tetis no lo encontrase la primera vez que va a hablar para solicitar ayuda para su hijo, el intempestivo Aquiles. Y es que todo es ritmo y entonación, ya las hecatombes con sal y harina para los dioses, “laváronse las manos y tomaron harina con sal. Y Crises oró en alta voz y con las manos levantadas” (I, 446). O este otro “… después de haber ofrecido en copas las primicias. Y durante el día los aqueos aplacaron al dios con el canto, entonando un hermoso peán al flechador Apolo, que les oía con el corazón complacido.” (I, 474). Más tarde la madre cumple su misión y Júpiter promete a Tetis que la victoria será de los teucros hasta que los aqueos den satisfacción a Aquiles por la toma de Briseida y le dice: “Y sí lo deseas, te haré con la cabeza la señal de 11 Un ejemplo más de los epitheta ornantia que utiliza Homero a lo largo de todo el poema. 12 Utilizaremos indistintamente los nombres griegos o romanos de los dioses. asentimiento para que tengas confianza. Este es el signo más seguro, irrevocable y veraz para los inmortales; y no deja de efectuarse aquello a que asiento con la cabeza.” (I, 527). Aquí tenemos un momento crucial de nuestro relato pues Zeus tendrá que mantener su palabra por ello es el padre de los dioses. Para cumplir, entre otras cosas, Zeus se introduce en el sueño de Agamenón inculcándole miedo y temor. Agamenón, rey y pastor de hombres, doble epíteto, que por cierto es interesante observar que sólo los nobles llevan el título de pastor de hombres, en fin que Agamenón empuña un cetro que “Vulcano hiciera para el soberano Jove Saturnino –éste lo dio al mensajero Argicida; Mercurio lo regaló al excelente jinete Pélope, quien, a su vez, lo entregó a Atreo, pastor de hombres; Atreo al morir lo legó a Tiestes, rico en ganado, y Tiestes lo dejó a Agamenón para que reinara en muchas islas y en todo el país de Argos–, y descansando el rey sobre el arrimo del cetro, habló así a los árgivos:”13 Lo maravilloso del apartado no son sólo los recursos literarios, sino que con esto el autor nos está queriendo decir que para que Agamenón sea rey, es necesario tenga en herencia un símbolo de su jerarquía, que en este caso es el cetro.14 Este objeto tiene su peso ya que es con él en mano, que Ulises logra convencer a los aqueos que combatan, “corrió hacia el Atrida Agamenón, para que le diera el imperecedero cetro paterno; y con éste en la mano, enderezó a las naves de los aqueos, de broncíneas corazas […]. Así Ulises, obrando como supremo jefe, se imponía el ejército; y ellos se apresuraban a volver de las tiendas y naves a la junta…” (II, 190-198). Y entonces Ulises les recuerda que así como el dragón devoró a sus polluelos de un ave y al ave misma, nueve en total, así ellos combatirán igual número de años y al décimo tomarán la ciudad de anchas calles. De acuerdo a esto que observaron en aquel paraje rumbo a la gran Troya, les insta a que se 13 He aquí un ejemplo no sólo de epítetos varios sino de una increíble digresión de Homero. 14 Por cierto que el mismo historiador alemán que hemos citado encontró en su curiosa expedición la tumba de Agamenón llena de tesoros, no resistiendo la tentación él y su esposa se tomaron fotos con las joyas, que posteriormente caerían en manos del gobierno Turco y que fundió en lingotes para su venta y posteriormente poder hacer vías del tren para la segunda guerra mundial en su alianza con Alemania precisamente, ironías de la modernidad. queden, “¡Ea, aqueos de hermosas grebas, quedaos todos hasta que tomemos la gran ciudad de Príamo!” (II, 330-332). Helena, cuando es avisada por Iris, en forma de su cuñada Laódice mujer del rey Helicaón Antenórida, la más hermosa de las hijas de Príamo, del inminente choque entre los ejércitos o bien del personal combate entre Paris y Menelao, se encuentra “en el palacio tejiendo una gran tela doble, purpúrea, en la cual entretejía muchos trabajos que los teucros, domadores de caballos, y los aqueos, de broncíneas corazas, habían padecido por ella en la marcial contienda.” (VI, 326-331). Impresionante figura, Helena entreteje la historia como en una simultánea representación de los acontecimientos, y nada menos que en el color de uso para lo sagrado, el púrpura –aún hoy día este color y tinta es considerada sagrada y para el uso exclusivo de altos sacerdotes en varias vías o doctrinas iniciáticas.15 Y claro que los dioses intervienen, Venus salva de la muerte a Paris. Menelao confundido solo vio polvo ahí donde estaba el joven príncipe de Troya. Por supuesto que Venus lo transporta al lecho junto a Helena. La cual por cierto le reprocha su cobardía en repetidas ocasiones apoyada por el valiente Héctor. Pero Paris no nació del todo para el combate sino para seducir. Héctor le dice “… el bélico clamor y la lucha se encendieron por tu causa alrededor de nosotros. Ea, levántate. No sea que la ciudad llegue a ser pasto de las voraces llamas.” (VI, 326-331). Y Helena: “Éste ni tiene firmeza de ánimo ni la tendrá nunca, y creo que recogerá el debido fruto.” (VI, 344-358). A estas alturas por cierto, Helena no puede evitar de observar las contundentes diferencias y comienza a anhelar los maduros brazos del rey Menelao. La guerra entre los hombres se decide por los dioses, Zeus le dice a Hera “Si trasponiendo las puertas de los altos muros, te comieras crudo a Príamo, y a sus hijos y a los demás troyanos, quizá tu cólera se apaciguara. Haz lo que te plazca; no sea que de esta disputa se origine una gran riña entre 15 Por cierto será también este color, siglos después, de los más elevados y sagrados para el pueblo hebreo y posteriormente para los judíos. En el cristianismo tenemos la imagen de la joven María tejiendo un manto de color púrpura para el uso del templo de Jerusalem, de lance en lance pasó a ser un color de luto, sustituido por el negro. nosotros.” Zeus le amenaza diciendo que si bien le cede la ciudad más querida para su corazón en un futuro no muy lejano, tomará para él otra ciudad querida para ella y la destruirá sin piedad alguna. Los dioses toman las fichas del ajedrez, ahora Troya, más tarde Atenas, luego Roma. Ni el centelleante Zeus podrá parar lo inevitable, los dioses entran decisivamente en el combate y ya sea en forma de mortales, bien como fuerzas de la naturaleza, como animales16 o como seres visibles para algunos cuantos tomando escudos y lanzas. Hera le dice a Palas Atenea: “¡Oh dioses! ¡Hija de Júpiter, que lleva la égida! ¡Indómita deidad! Vana será la promesa que hicimos a Menelao de que no se iría sin destruir la bien murada Ilión si dejamos que el pernicioso Marte ejerza sus furores. Ea, pensemos en prestar al héroe poderoso auxilio.” (V, 714). Intervienen en la batalla y Zeus lo pondera, se hace a un lado pero no por mucho tiempo. En el canto VIII, versos 399-408 vemos cómo un colérico Zeus es capaz de detener a Hera y Palas Atenea con tan sólo transportar su voz en la ágil Iris, “… ningún beneficio les reportará luchar conmigo. Lo que voy a decir, se cumplirá: Encojaréles los briosos corceles; las derribaré del carro, que romperé luego, y ni en diez años cumplidos sanarán de las heridas que les produzca el rayo…” Por supuesto que las diosas ante tal promesa, dan la vuelta de regreso al Olimpo, “Las Horas desuncieron los corceles de hermosas crines, los ataron a los pesebres divinos y apoyaron el carro en el reluciente muro. Y las diosas, que tenían el corazón afligido, se sentaron en áureos tronos entre las demás deidades.” (VIII, 432-437). Sea probable que una de las digresiones decisivas de La Ilíada es aquélla cuando Pándaro cae en la trampa de Palas Atenea y rompe la tregua estando los ejércitos frente a frente, e intenta matar a Menelao con una flecha, y entonces nos lleva al recuerdo de la hechura del arco “El insensato se dejó persuadir, y asió en seguida el pulido arco hecho con las astas de un lascivo buco montés, a quien él acechara e hiriera en el pecho cuando saltaba de un 16 “… Minerva y Apolo, el del arco de plata, transfigurándose en buitres, se posaron en la lata encina del padre Júpiter, que lleva la égida…” (VII, 54-66)

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19 También podemos notar un continuo en la idea del buen consejo o eubolia. El hado o destino sella el pacto de los dioses con su consecuente
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