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Redalyc.HUME Y EL ESCEPTICISMO ANTIGUO PDF

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Signos Filosóficos ISSN: 1665-1324 [email protected] Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa México JUNQUEIRA SMITH, PLÍNIO HUME Y EL ESCEPTICISMO ANTIGUO Signos Filosóficos, vol. IX, núm. 18, julio-diciembre, 2007, pp. 105-126 Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=34311873004 Cómo citar el artículo Número completo Sistema de Información Científica Más información del artículo Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Página de la revista en redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto Signos FilHosUóMfEic Yo sE,L vEoSlC. EIPXT, ICnIúSmMO. A1N8T,I GjuUlOio-diciembre, 2007, pp. 105-126 H UME Y EL ESCEPTICISMO ANTIGUO PLÍNIO JUNQUEIRA SMITH* Resumen: Propongo una comparación entre David Hume y las formas antiguas del escepticismo. Un molde histórico adecuado para comprender el escepticis- mo de Hume es la filosofía escéptica académica. Un análisis histórico revela que, de hecho, se encuentran algunas semejanzas importantes entre Hume y Carneades. Sin embargo, en el punto más fuerte de aproximación entre esos filósofos, el probabilismo de uno y el probabilismo de otro, se revela una falsa pista. La aproxi- mación entre la creencia humeana y la carneadeana también resulta sospechosa. El pirronismo provee otro molde históricamente adecuado. El probabilismo de Hume, contenido en su teoría de la causalidad, está estrechamente emparentado con la doctrina pirrónica del signo conmemorativo. Otros puntos semejantes en- tre Hume y Sexto Empírico son: la idea de seguir la naturaleza, la defensa de la vida común, creencias no-dogmáticas y el origen empírico de nuestros pensa- mientos. El escepticismo pirrónico es, tal como el escepticismo humeano, una forma de empirismo. Ante estas constataciones, no cabe sino concluir que coinci- de en muchos puntos al escepticismo académico. El escepticismo humeano tam- bién está muy cerca del pirronismo. PALABRAS CLAVE: ESCEPTICISMO, PIRRONISMO, FILOSOFÍA ACADÉMICA, EMPIRISMO, CREENCIA Abstract: I propose a comparison between David Hume and the ancient forms of scepticism. An apropriate historical mold to understand Hume’s scepticism is Academic * Profesor de la Universidad São Judas Tadeu (USJT), investigador del Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (CNPq), [email protected] RECEPCIÓN: 26/08/06 S IG N O S 1F0IL5OSÓFICOS, vol. IX, núm. 18, julio-diciemAbCrEeP, T2AC0IÓ0N7: : 1190/50-31/2067 PLÍNIO JUNQUEIRA SMITH Sceptic Philosophy. A historical analysis shows that, in fact, there exist certain, important similarities between Hume and Carneades. Nevertheless, there is a false clue on the strongest proximity point between these two philosophers, probabilism from one of them, and probabilism from the other one. The closeness between Hu- mean believing and Carneadean believing turns out to be suspicious also. Pyrrhonism provides another apropriate hitorical mold. Hume’s probabilism, included in his theory of causality, is closely related to the Pyrrhonic doctrine of commemorative sign. Other points of proximity between Hume and Sextus Empriricus are: the idea of following Nature; the defense of common life, non-dogmatic beliefs, and the empirical origin of our thoughts. As Humean scepticism, Pyrrhonic scepticism is a form of empiricism. In the face of this state of affairs, it only remains to conclude that the latter is quite similar in many aspects to academic scepticism. And Humean scepticism is quite close to Pyrrhonism also. KEY WORDS: SCEPTICISM, PIRRONISM, ACADEMIC PHILOSOPHY, EMPIRISM, BELIEF UN ABORDAJE HISTÓRICO DEL ESCEPTICISMO HUMEANO H ume es, quizás, el escéptico más importante de la filosofía moder- na. Muchos intentaron negar el carácter escéptico de su filosofía, llamando la atención hacia otros rasgos, como la necesidad con que se nos imponen las creencias naturales, especialmente la creencia en el mundo exterior y la causalidad. Sin embargo, el propio filósofo caracte- rizó su pensamiento como escéptico. Por ejemplo, en la conclusión del Tratado de la naturaleza humana (T), admite que “si somos filósofos, de- bemos serlo solamente con base en principios escépticos y a partir de una inclinación que sentimos para ocuparnos de esa clase de cuestiones” (T: 270). Cuando Hume menciona la sumisión a la naturaleza, afirma que “en esa sumisión ciega, yo muestro más perfectamente mis principios y dispo- siciones escépticos” (T: 269). También en el Abstract (A), después de resu- mir el contenido del libro I del Tratado, leemos que “[p]or todo lo que se ha dicho, el lector percibirá fácilmente que la filosofía contenida en ese libro es muy escéptica, y tiende a darnos una noción de las imperfecciones y de los estrechos límites del entendimiento humano” (A: 657). No será otra la posi- ción en la Investigación del entendimiento humano (EHU), cuando propone SIGNOS FILOSÓFICOS, vol. IX, núm. 18, julio-diciembre, 2007: 106-126 HUME Y EL ESCEPTICISMO ANTIGUO una “solución escéptica” (EHU: IV) para las “dudas escépticas” (EHU: V). Hume entiende que su filosofía es un complemento y un apoyo para la filosofía académica (EHU: 34) —y claramente esta expresión refiere a la corriente escéptica que acabó por arraigar en la escuela fundada por Platón. No es mi intención, en este artículo, mostrar que no hay una oposición entre el escepticismo humeano y el naturalismo que muchos intérpretes le atribuyen ni aclarar el sentido exacto de su escepticismo tal como el pro- pio filósofo lo entiende. La cuestión, considero, no es saber si Hume era escéptico (o naturalista, o empirista, o realista, o metafísico), pero sí, ¿cuál es el tipo de escepticismo adoptado por Hume? Mi intención es más bien la de comparar el escepticismo humeano con las dos formas de es- cepticismo antiguo, la académica y la pirrónica, para determinar de ma- nera precisa y desde un punto de vista histórico, si cabe hablar de un escepticismo humeano y a cuál de sus formas antiguas se acerca más. También a ese respecto, Hume se pronunció claramente. Son muy co- nocidos los pasajes en que condena el escepticismo pirrónico. El principal defecto de éste es que tal doctrina sólo puede ser mantenida en palabras, jamás en actos (T: 187, 214 y EHU: 116), esto es, una vida conforme a los principios pirrónicos es imposible. Cualquiera que intentara vivir de acuerdo con la suspensión pirrónica del juicio moriría. “La filosofía nos tornaría completamente pirrónicos, si no fuera la naturaleza demasiado fuerte para eso” (A: 657). Aunque no se reconozca como pirrónico, Hume admite la importancia de esta corriente para la filosofía en general y para su forma de escepticismo en particular. Para llegar a una determinación saludable, no hay nada más útil que conven- cerse de una vez de la fuerza de la duda pirrónica y de la imposibilidad de que alguna cosa, excepto el poder del instinto natural, sea capaz de librarnos de ella. (EHU: 130) Por otro lado, la adhesión de Hume al escepticismo académico es igual- mente evidente, como lo atestiguan innumerables pasajes. Cuando en la conclusión de la Investigación hace un balance general del escepticismo y de la filosofía, reconoce que: SIGNOS FILOSÓFICOS, vol. IX, núm. 18, julio-diciembre, 2007: 107-126 PLÍNIO JUNQUEIRA SMITH [...] hay, en realidad, un escepticismo más mitigado o una filosofía académica, que puede ser tanto durable, cuanto útil y que puede ser, en parte, el resultado de ese pirronismo o escepticismo excesivo, cuando se corrigen sus dudas indis- tintas en alguna medida, mediante el sentido común y la reflexión. (EHU: 129) En el Tratado, Hume habla de su “escepticismo moderado” (T: 224). Pero, ¿estaría Hume en lo cierto al afirmar que su escepticismo está muy cerca del académico y muy distante del pirronismo? Entre los comen- taristas que aceptan que Hume es un filósofo escéptico hay una clara divi- sión y es preciso evaluar el estado de la cuestión. Por un lado, la opinión de Hume respecto al sentido histórico de su propio escepticismo ha sido corroborada por varios autores, entre ellos Ezequiel de Olaso, David F. Norton y Peter Jones. Norton (1982: 278-279), por ejemplo, sostiene que “si alguien nos forzara a colocar el escepticismo de Hume en algún molde histórico, el del escepticismo académico proveería el mejor modelo para ello”. Las razones de este autor son las siguientes: ambos dividen el cono- cimiento en tres niveles, el sabio debería proporcionar el grado de creen- cia a la prueba disponible y la limitación del conocimento que nos permite la creencia. Según Olaso (1981: 36), Hume “edifica el más ambicioso sis- tema de la filosofía académica”. Él llama la atención acerca del probabilismo presente en los dos escepticismos, que permitiría un cierto grado de cono- cimiento de la realidad y una creencia práctica para la vida ordinaria; en los dos casos, la suspensión del juicio sería incompleta. Jones señala las ideas comunes a Hume y los académicos, a saber; seguir la naturaleza, el rechazar una suspensión completa del juicio, aceptar las probabilidades, la influencia del hábito y del principio causal. Sin embargo, otros críticos como Robert Fogelin (1985), consideraron que, a pesar de las indicaciones de Hume sobre la proximidad entre su escepticismo y el académico, en verdad el parentesco con el pirronismo era todavía mayor. Y, para Richard Popkin (1966: 54), Hume fue el escép- tico pirrónico más consistente. Sostuvo que el naturalismo humeano sería más bien interpretado como una forma de escepticismo pirrónico. Además, Hume ofrecería argumentos radicales contra el conocimiento y no argu- mentos académicos o probabilistas. En ese sentido, las propias creencias naturales serían, en alguna medida, destruidas por el razonamiento pirrónico de Hume. Él no sólo mostraría la incapacidad de la razón para SIGNOS FILOSÓFICOS, vol. IX, núm. 18, julio-diciembre, 2007: 108-126 HUME Y EL ESCEPTICISMO ANTIGUO justificar nuestras creencias, sino que también la reflexión misma de esa incapacidad mostraría un escepticismo refinado, que acepta oscilar entre la creencia natural y la duda filosófica. Los pirrónicos habrían propuesto, como Hume, una duda filosófica radical y aceptaron seguir creencias na- turales en la vida, pero él lograría una conexión más equilibrada de esos dos rasgos. A continuación discutiré algunos puntos esenciales para eva- luar si históricamente es más adecuado llamar a Hume académico, como él pretende, o verlo como un pirrónico malgré lui (a pesar suyo). HUME Y LA FILOSOFÍA ACADÉMICA: SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS El probabilismo en Hume y Carneades Sin duda, el punto más importante donde la filosofía humeana se aproxi- ma a la académica, como han apreciado muchos comentaristas, es la su- puesta semejanza entre la teoría humeana de la causalidad y el probabilismo1 de Carneades. Examinemos ese punto de cerca. En primer lugar, cabe recordar de manera breve la doctrina humeana de la causalidad. Hume distinguió entre lo que propiamente puede lla- marse conocimiento, que se refiere siempre a relaciones de ideas e incluye las matemáticas y lo que llama probabilidad. En el caso del conocimiento, las relaciones dependen del contenido de las ideas; en el caso de la probabi- lidad, las relaciones pueden variar, aunque permanezcan las mismas ideas. La probabilidad, en sentido lato, se divide en prueba y probabilidad en sentido estricto. La prueba consiste en una relación contingente entre dos ideas, tal que las dos estén siempre asociadas en nuestras observaciones, dándonos una certeza perfecta. La prueba también consiste en una rela- ción contingente entre dos ideas, pero existe solamente una conjunción frecuente (no constante) entre ellas en nuestras observaciones, admitien- do grados de certeza; éstos corresponden a las proporciones matemáticas encontradas en la correlación de los fenómenos observados. Por otra parte, la mejor exposición de la teoría de la probabilidad de Carneades se encuentra en Sexto Empírico (AM: VII, 166-189).2 Según la 1 Utilizo cursivas para referirme al probabilismo de Carneades y distinguirlo del humeano. 2 No voy a entrar en la discusión tan frecuente entre los interpretes de Carneades de si el eminente filósofo académico la propuso sólo dialécticamente con fines polémicos. A mi SIGNOS FILOSÓFICOS, vol. IX, núm. 18, julio-diciembre, 2007: 109-126 PLÍNIO JUNQUEIRA SMITH versión que nos da Sexto de la famosa teoría probabilista de Carneades, ésta tiene tres niveles. El nivel más básico, en el cual puede llamarse pro- bable a una representación (phantasía) aislada, dependiendo de la fuerza y vivacidad con que nos la representamos. En este nivel hay grados de probabilidad: cuanto más fuerte y vivaz la representación, tanto más cree- mos en ella. Ella difiere de las representaciones débiles y oscuras (AM: VII, 171-173), siendo que la intensidad de una representación (y por ende, la creencia) es un criterio para la acción (AM: VII, 166). Los otros dos niveles de probabilidad no consideran una representación aislada, “dado que nin- guna representación jamás es simple por su forma sino, como eslabones de una cadena, una está ligada a otra” (AM: VII, 176). El segundo nivel considera la coherencia entre las representaciones, aumentando el grado de convicción que tenemos en ellas. Si hay acuerdo entre ellas y todas parecen verdaderas, “entonces creemos más” (AM: VII, 178). En este caso, la representación es llamada probable e irreversible (aperíspastos). En el tercer nivel de probabilidad vamos más allá de la coherencia entre las representaciones y ponemos a prueba o investigamos cada una de ellas, para ver si resisten nuestro escrutinio. Cualquier sospecha de falsedad debe ser rechazada y si nada plantea una sospecha, diremos que la repre- sentación es probable, irreversible y testada (AM: VII, 181-183). En este punto es necesaria una aclaración terminológica. El término técnico de Carneades, que tomó prestado de los estoicos, es phantasía pithané, lo cual se traduce, siguiendo la tradición inaugurada por Cicerón como representación probable. Tal traducción, sin embargo, puede llevar a malentendidos y tenemos que revisar históricamente por qué traducimos así, ya que probabilidad para nosotros no tiene el mismo sentido que tenía para Cicerón, quien tradujo pithanê por probabilis, de probare; pithanê tiene el mismo radical que peítho, que es persuadir; y probare es aprobar, aceptar. Así, la representación probabilis es aquella que aprobamos o acep- tamos puesto que nos persuade. La mejor traducción sería representación persuasiva, una vez que, para nosotros, probabilidad tiene una connota- ción matematizante que no se encuentra en Carneades. Como observamos, juicio, tienen razón los comentaristas, como Bolzani Filho y Jim Hankinson, quienes sostienen que Carneades la propuso en su propio nombre. SIGNOS FILOSÓFICOS, vol. IX, núm. 18, julio-diciembre, 2007: 110-126 HUME Y EL ESCEPTICISMO ANTIGUO la persuasión, la aprobación, o la aceptación de una representación se debe a su intensidad, es decir, a su fuerza y vivacidad. La importancia de la intensidad de la representación en la teoría de Carneades es confirma- da por otro escrito de Sexto, donde la creencia académica se diferencia de la pirrónica precisamente por su intensidad. Mientras que el pirrónico si- gue en su conducta práctica una representación sin impulso o inclinación, Carneades (y Clitómaco) declaraban que una intensa inclinación acompa- ñaba su creencia (HP: I, 230). De estas breves exposiciones podemos sacar algunas conclusiones. Los tres niveles de Hume (conocimiento, prueba y probabilidad) no tienen ninguna correspondencia con los tres niveles de la probabilidad de Carneades, como pretendió Norton (1982: 278). En Hume siempre hay relación entre ideas, mientras que, para Carneades, eso no ocurre en el primer nivel. Hume distingue dos tipos de saber (el matemático y el empí- rico). A Carneades no se le ocurre nada semejante y para él los tres nive- les, lejos de separar en dos campos el saber, se recubren en grados crecientes de certeza. La conclusión más importante es la siguiente. En Hume, la probabili- dad tiene un sentido matemático-estadístico, que refleja la frecuencia de la relación entre clases de ideas tal como ha sido observada en la expe- riencia. En sus tres niveles, Carneades hablaba de persuasión, nunca de frecuencia, y la traducción de pithané por probable, aunque correcta en el tiempo de Cicerón, no corresponde a nuestra noción de probabilidad y, por tanto, se presta a equívocos y malentendidos. Así, los intérpretes que pretenden aproximar el probabilismo de Hume con el probabilismo de Carneades incurren en un error. Semejanzas entre Hume y Carneades Aunque el probabilismo de Hume no tenga ninguna semejanza con el probabilismo de Carneades, hay muchos puntos de afinidad genuina entre los dos filósofos. En primer lugar, y en especial, la importancia que ambos atribuyen a la idea de intensidad o fuerza de las representaciones. En efec- to, para Hume, la creencia, “que siempre acompaña la memoria y los senti- dos, no es sino la vivacidad de aquellas percepciones que ellos nos presentan” (T: 86). Poco después, encontramos una definición de creencia, a saber, SIGNOS FILOSÓFICOS, vol. IX, núm. 18, julio-diciembre, 2007: 111-126 PLÍNIO JUNQUEIRA SMITH que es “una idea vivaz relacionada o asociada a una impresión presente” (T: 96; véase también EHU: 40 y T: 628-629). Así, Carneades y Hume entienden la creencia en términos de la intensidad de las representacio- nes: es la fuerza y la vivacidad de una representación lo que hace que la aceptemos, que la consideremos como verdadera. Si, al contrario, la re- presentación es oscura y débil, no depositaremos en ella ninguna fe o convicción. Una característica esencial de la representación es, pues, su intensidad y fuerza. En segundo lugar, que una representación sea fuerte o vivaz no implica, para los dos filósofos, que sean verdaderas o que correspondan a la mane- ra como es el mundo. Para Hume, como generalmente se acepta,3 los dos tipos fundamentales de saber son incapaces de señalarnos una realidad externa a la mente. Por un lado, como he señalado, las relaciones entre ideas se basan sólo en los contenidos de las ideas relacionadas; por otro, las relaciones causales no suponen una eventual remisión a una supuesta realidad externa (T: 84), aunque se basen en la observación y en la con- junción de los fenómenos. El fenómeno de la creencia es “meramente in- terno” (T: 102) y la asociación causal se refiere sólo a la ocurrida entre percepciones de la mente. La propia idea de una conexión necesaria no remite a una relación real entre objetos, sino más bien a una sensación subjetiva de pasar de la idea de un objeto a la idea de otro (T: 155-156, 164-166, 170 y EHU: 59-60). Lo mismo se debe decir de Carneades, para quien debemos distinguir con cuidado entre un criterio de verdad y un criterio de conducta para la vida. Él negó que tengamos un criterio de verdad y la noción de probable, o de lo aparentemente verdadero (verosímil) no debe entenderse como una especie de conocimiento parcial de la realidad, o como una aproxima- ción imperfecta de la verdad. Se trata, más bien, de una guía para la acción y la conducción en la vida. En ese sentido, la doctrina de la probabilidad es una respuesta al desafío planteado por los estoicos, quienes habían dicho que la suspensión del juicio hacía de la vida una cosa imposible para los académicos (así como para los pirrónicos). Aparecer como verdadera no remite a una realidad más allá de la representación, sino que sólo significa que creemos, o tenemos convicción, o depositamos fe en ella; 3 Para una interpretación diferente, véanse Kemp-Smith, 1941 y Wright, 1983. SIGNOS FILOSÓFICOS, vol. IX, núm. 18, julio-diciembre, 2007: 112-126 HUME Y EL ESCEPTICISMO ANTIGUO creer más o tener más convicción no sería estar más cerca de la verdad, sino preferir actuar según esa, y no aquella, representación. Esta noción no remite a una relación de la representación con el mundo, sino con el sujeto práctico. Carneades ha separado de forma cuidadosa la doble rela- ción que una representación tiene: una, con el objeto de la cual es repre- sentación; otra, con el sujeto para quien es representación. En el primer caso, podría discutirse la verdad de la representación, pero para eso necesita- mos de un criterio de verdad (lo que Carneades niega que tengamos); en el segundo caso, no está en juego la verdad de la representación, sino solamente la acción del sujeto que la tiene, y éste actuará de acuerdo con lo que le aparece verdadero; pero no disponemos de un criterio de ver- dad, la representación nunca puede afirmarse legítimamente como verda- dera, ya que incluso la más alta probabilidad —la representación probable, irreversible y examinada— puede resultar falsa. Quizá Carneades haya dado así un paso hacia una noción más débil de verdad.4 Lo último nos lleva a una tercera semejanza importante, la que, tanto para Hume como para Carneades, podemos vivir y actuar sin necesidad de verdades acerca de una supuesta realidad exterior. Para ambos, la sus- pensión del juicio es un problema que atañe a la acción y así debemos enfrentarlo; por lo demás, la solución de este problema se encuentra en la noción de creencia —entendida como la intensidad de las representacio- nes, que no remite a una supuesta realidad externa y que por tanto está desvinculada de la noción de verdad metafísica—. En Hume, el mecanis- mo mental que nos lleva a pensar y razonar causalmente nos permite distinguir entre la mera ficción y una idea que aceptamos como real. Pero en su caso, eso significa que el principio del hábito es “el gran guía de la vida” (EHU: 36). También el probabilismo de Carneades tiene el propósito de aplicarse a la acción humana en el mundo, no al conocimiento de un mundo más allá de la representación. De hecho, la mejor explicación que tenemos de por 4 Algunos comentaristas, entre ellos Olaso, Norton, Jones y Wright, juzgaron que la semejanza entre Hume y Carneades consistiría en que, para ambos, el probabilismo es una especie de conocimiento parcial de una realidad exterior. Pero, a mi juicio, no existe en ninguno de ellos la idea de que hay una realidad exterior a la cual tengamos un acceso parcial. SIGNOS FILOSÓFICOS, vol. IX, núm. 18, julio-diciembre, 2007: 113-126

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