Tetrabiblos por Claudius Ptolomeus Quadripartitum Siendo Cuatro Libros de las Influencias de las Estrellas Recientemente traducido de la paráfrasis griega de Proclus y Un Apéndice que contiene Extractos del Almagest de Ptolomeo Y el total de su Centiloquio Junto con Una notación corta del Planisferio Zodiacal del Sr. Ranger Y un cuadro explicativo por J.M Ashmand Nueva Edición Y se revisó y utilizó la versión editada y traducida por F.E. Robbins De Harvard University Press Conteniendo el presente volúmen el Prefacio de Ashmand. La presente traducción al español de la versión inglesa de Ashmand y cotejada con la de Robbins es hecha por Raymundo Pedraza Valenzuela MMI Anno Domini Sodalitium Stellarum y h w h Ex-Libris Raymundo Pedraza Valenzuela 803 Prefacio Por J.M. Ashmand De todas las ciencias, ya sean verdaderas o falsas, que han llamado la atención del mundo, no hay una en las que los principios auténticos o supuestos sean generalmente menos conocidos, en la época presente, como aquella de la Astrología. Se entiende comúnmente que la doctrina completa de esta ciencia ha sido completamente revocada; y, al final, la gente parece haberse satisfecho con conocer meramente la importancia de su nombre. Dicha ignorancia contenida en las personas, también suficientemente informadas en otros temas, es la más extraordinaria, debido a que la Astrología ha sostenido la parte más conspicua a lo largo de la historia del mundo, incluso hasta días comparativamente recientes. En el Oriente, donde surgió primero, en un período de una antigüedad1 1 Sir Isaac Newton tiene los siguientes comentarios con respecto al origen de la Astrología: “Después de que el estudio de la Astronomía fue establecido para el uso de la navegación, y los egipcios, mediante el ascenso y descenso heliacal de las estrellas, hubieron determinado la longitud del año solar de 365 días, y mediante otras observaciones hubieren fijado los solsticios, y formado las estrellas fijas en asterismos (grupo de estrellas), todo lo cual fue hecho en los reinos de Ammon, Sesac, Orus y Memnon”, (cerca de 1000 años antes de Cristo), “se puede suponer que siguieron con la observación los movimientos de los planetas, ya que ellos les llamaron con los nombres de sus dioses; y Nechepsos, o Nicepso, Rey de Sais, [772 a.C.], mediante la asistencia de Petosiris, un sacerdote de Egipto, inventó la Astrología, cimentándola sobre los aspectos de los planetas, y las cualidades de los hombres y mujeres a quienes estaban dedicados [los astrólogos sostienen, que habiendo observado los planetas que producen ciertos efectos, fueron dedicados consecuentemente a varios personajes cuyos nombres tenían respectivamente.]; y en el comienzo del reino de Nabucodonosor, Rey de Babilonia, cerca de la época en que los etíopes, bajo Sabacon, invadieron Egipto” [751 a.C.], “aquellos egipcios que huyeron de él a Babilonia, portaron con ellos el año egipcio de 365 días, y el estudio de la Astronomía y la Astrología y fundaron la era de Nabucodonosor, fechándola a partir del primer año del reino de ese rey [747 a.C], y comenzando el año en el mismo día con los egipcios por el bien de sus cálculos. Así Diódoro: ‘dicen que los caldeos en Babilonia, siendo colonias de los egipcios, se volvieron famosos por la Astrología, habiéndola aprendido de los sacerdotes de Egipto’”. Cronología de Newton, pp. 251, 252. Además, en la p. 327: “La práctica de observar las estrellas comenzó en Egipto en los días de Ammon, como se mencionó, y se propagó desde allí, en el reino de su hijo Sesac, a África, Europa y Asia, por conquista, y entonces Atlas formó la esfera de los Libios” [956 a.C.], “y Quirón la de los griegos [939 a.C.]; y los caldeos también hicieron una esfera propia. Pero la Astrología fue inventada en Egipto por Nichepsos, o Necepsos, uno de los reyes del Bajo Egipto, y Petosiris su sacerdote, un poco antes de los días de Sabacon y propagada desde allí a Caldea, donde la conoció Zaratustra, el legislador de los Magos: así dice Paulinus: ‘Quique magos docuit mysteria vana Necepsos’”. El arcano de la Astrología constituyó la característica principal en las doctrinas de los Magos persas; y aparece más adelante, en la Cronología de Newton, p. 347, que Zaratustra (aunque la época de su vida ha sido erróneamente asignada a varios períodos remotos) vivió en el reino de Darius Hystaspis, cerca del 520 a.C., y asistió a Hystaspes, el padre de Darius, en la reforma de los Magos, de quienes el mencionado Hystaspes fue Maestro. Newton agrega, p. 352, que “por la misma época con Hystaspes y Zaratustra, también vivió Ostanes, otro eminente Mago: Plinio lo coloca bajo Darius Hystaspis, y Suidas lo hace el seguidor de Zaratustra: vino a Grecia con Xerxes cerca del 480 a.C., y parece ser el Otanes de Herédoto. En su libro llamado el Octateuco, enseñó la misma doctrina de la deidad como Zaratustra”. Habiendo citado hasta aquí a Newton, parece adecuado anexar el siguiente extracto de la “Historia Antigua Universal”: “En el reino de Gushtasp” [el nombre oriental de Darius Hystaspis], “Rey de Persia, floreció un notable astrólogo, cuyo nombre fue Gjamasp, apellidado Al Hakim, o el sabio. Los escritores más creíbles dicen que él fue el hermano del Rey Gushtasp, y su confidente y ministro en jefe. Se dice que predijo le llegada del Mesías; y algunos tratados bajo su nombre aún se utilizan en el Oriente. El Dr. Thomas Hyde, hablando de este filósofo, cita un pasaje de un escritor muy antiguo, habiéndonos dicho antes que este autor afirma que ha habido entre los persas diez doctores de tal sabiduría consumada que el mundo entero no podría jactarse. Entonces da las palabras del autor: ‘De estos, el sexto fue Gjamasp, un astrólogo, que era consejero de Hystaspis. Él es el autor del libro titulado Judicia Gjamaspis, en el cual se contiene su juicio en las conjunciones planetarias. Y ahí dio noticia de que Jesús debería aparecer; que Mahoma debería nacer; que la religión de los magos debería ser abolida, etc.; y ningún astrólogo lo superó’ [E. lib. Mucj. apud Hyde]. De este libro hay una versión árabe, el título del cual dice: El Libro del Filósofo Gjamasp, conteniendo los Juicios en las Grandes Conjunciones de los Planetas, y en los Eventos producidos por ellas. Esta versión fue hecha por Lali; el título que le dio en árabe fue Al Kerami, y lo publicó en A.D. 1280. En el prefacio de esta versión se dice que, después de los tiempos de Zaratustra, o Zerdusht, reinó Gushtasp, el hijo de Lohrasp [Esto parece ser un error del autor árabe, ya que Gushtasp era idéntico con Darius Hystaspis, y Lohrasp (otro Cyaxares) fue padre de Darius el Mede, que fue vencido por Cyrus, 536 a.C. vea a Newton], un príncipe muy poderoso; y que en su reino floreció en la ciudad de Balch, en los límites de Chorassan, y muy excelente filósofo, cuyo nombre fue Gjamasp, autor de este libro; donde se contiene una cuenta de todas las grandes conjunciones de los planetas que han ocurrido antes de su tiempo, y que ocurrieron en sucesivas eras; y en donde las apariciones de nuevas religiones y el surgimiento de nuevas monarquías fueron exactamente establecidas. Este autor, a lo largo de toda su obra, tiene el estilo de Zerdusht, o Zaratustra, nuestro Profeta [D’Herbelot, Bibl. Orient. Art. Gjamasp]. La noción de predecir el surgimiento y progreso de las religiones a partir de las grandes conjunciones de los planetas, ha sido de igual forma propagada en nuestras 804 muy remota, y donde vino a subyugar el intelecto de Europa, la cual aún hoy sigue influyendo. En Europa, y en cada parte del mundo donde el aprendizaje ha “impregnado el territorio humano”, la Astrología reinó suprema hasta a mediados del siglo XVII. Entró en los consejos de los príncipes, guió la política de las naciones, y rigió las acciones diarias de las personas. Todo esto se le da fe por los registros de cada nación en la cual tiene una historia, y por nadie más totalmente que por aquellos de Inglaterra. Sin embargo, con estos hechos impactantes ante sus ojos, la generación actual parece nunca, hasta ahora, haber indagado bajo qué bases se estableció esta creencia de sus ancestros, ni por qué autoridad la ilusión (si la hubo) podría haber estado sustentada por tantos años. Entre miles de personas que ahora tratan la mención de la Astrología con desdeñosa burla, apenas hay uno que sepa distinguir de lo que se ríe, o bajo que alegatos sus ancestros deben excusarse por haber, en su día, contemplado con respeto el desafortunado objeto de moderna mofa. El deseo general de información sobre estos puntos, y la indiferencia con la que dicho deseo ha sido considerado hasta la fecha, no puede ser seguramente atribuido solamente al moderno descrédito de la ciencia; la humanidad usualmente ha ejercido, en cada época sucesiva, gran industria en trazar todas las costumbres previas, no importa cuán desmeritada u obsoleta, y al examinar todo tipo de credos por muy poco importantes o erróneos, siempre que haya aparecido cualquier conexión importante entre dichas materias y hechos históricos; y, debido a que la Astrología está incuestionablemente mezclada íntimamente con la historia, se vuelve por lo tanto necesario buscar alguna hipótesis posterior, por la cual esta ignorancia e indiferencia pueda ser explicada. Quizá la Astrología ha sido concebida para que lleve la misma relación con la Astronomía como la Alquimia lo hizo con la Química. Si ésta ha sido la noción, se ha adoptado ciertamente con error, ya que el químico moderno es aún casi un alquimista: es verdad que él ya no pospone su trabajo en deferencia a los planetas, ni tampoco intenta hacer oro, ni destilar el elíxir de la inmortalidad terrena; pero no obstante aún se aprovecha, en cierto grado, de las mismas reglas y los mismos medios como aquellos del viejo alquimista; aún intenta actuar sobre el sutil proceso de la Naturaleza, y aún la imita lo mas que puede. Reduce el diamante a carbón por una operación análoga a aquella por la que el alquimista buscó transmutar el plomo en oro; y difiere principalmen-te del alquimista solamente en haberse asegurado a sí mismo de que hay un punto más allá en que la Naturaleza prohíbe facsímiles. Sin embargo, en grado mínimo, el astrónomo difiere del astrólogo, sino toto caelo: el astrólogo consideró los cuerpos celestiales y sus movimientos meramente como el mecanismo con el cual tejía la trama de sus predicciones; y la Astronomía no es más una parte integral de la Astrología, que el telar es de la red que ha tejido. Para tener una idea de lo que era la Alquimia, es suficiente tener una idea de la Química; pero la Astronomía, en sí misma, nunca dará una noción de la Astrología, que requiere una consideración adicional y diferente. Se puede argumentar que, en la actualidad una idea general de esta ciencia antigua y abandonada es bastante para todos los que no son anticuarios profesos. Dicha aseveración sin duda nunca podría ser controvertida, siendo que la idea general propuesta debería comprender la verdad. partes occidentales: Cardan definió y reivindicó su doctrina. Los persas modernos son aún grandes devotos de la Astrología, y aunque ellos distinguen entre ésta y la Astronomía, tienen una sola palabra para expresar astrónomo y astrólogo; viz. manegjim, que es exactamente el equivalente de la palabra griega lVorogVat (astrólogo). De todas las provincias de Persia, Chorassan es la más famosa por producir grandes hombres en el arte; y en Chorassan hay un pequeño pueblo llamado Genabed, y en ese pueblo una cierta familia que, durante 6 o 700 años, ha producido los más famosos astrólogos en Persia; y el astrólogo del rey es siempre nativo de Genabed o uno traído de allí. Sir John Chardin afirma que los nombramientos en su tiempo para estos sabios sumaron seis millones de libros franceses per annum. Albumazar de Balch (escolar de Alkendi, un judío, que era profesor de Astrología Judiciaria en Bagdad, en el Califato de Almamoum [Este califa reinó en la primera parte del siglo IX, e hizo que se tradujera al árabe la Gran Construcción –Almagest– de Ptolomeo, como se menciona aquí más adelante] se volvió maravillosamente famoso. Escribió expresamente de los astrólogos persas, y puede ser de los trabajos de Gjamasp, debido a que también reporta una predicción de la venida de Cristo en las siguientes palabras: viz. ‘En la esfera de Persia, dice Aben Ezra, surgirá en la cara del signo de Virgo una hermosa doncella, sostendrá dos espigas de maíz en su mano, y un niño en su brazo: lo alimentara, y lo amamantará, &c. Esta doncella’, dice Albumazar, ‘le llamamos Adrenedefa, la virgen pura. Ella traerá un niño en un lugar que es llamado Abrie [la tierra hebrea], y el nombre del niño es llamado Eisi [Jesús]’. Esto hizo creer a Alberto Magno que nuestro Salvador, Cristo, nació en Virgo: y por lo tanto el Cardenal Alliac, erigiendo la descripción natal de nuestro Señor, dándole este signo en el horóscopo. Pero el significado que le dio Albumazar fue, dice Fray Bacon, que la mencionada virgen nació, el Sol estando en ese signo, y así se anotó en el calendario; y que ella trajo a su hijo en la tierra hebrea [Las notas del Sr. John Gregory en varios pasajes de las Escrituras]”. Historia Universal Antigua, vol 5, pp. 415 a 419. 805 Pero la idea general real actual de la Astrología es por ningún medio tan comprensiva; en realidad, nada puede ser más inexacto, o inclusive más falso: parece haber sido adoptada no de los elementos de la ciencia misma, sino de someras observaciones hechas por escritores contra la ciencia; y consecuentemente el mundo vaga ahora en el lamentable defecto de entender que pudiera haber permitido creer en ella, olvidando que la Astrología ha sido consignada a descuidarse, no en consecuencia de cualquier palpabilidad prima facie en sus falacias imputadas, ni en realidad de cualquier habilidad especial o agudeza de parte de sus adversarios manifiestos, sino más aún en consecuencia del repentino y asombroso crecimiento de otras indudables ciencias, con las cuales se ha presumido de ser incompatible, y en la cual durante los miles de años del reino de la Astrología no hubieron nacido, o aún más soñando en una infancia continua2. Las palabras “adversarios manifiestos”, que han sido utilizadas, por supuesto no intentan ser aplicadas a aquellos poderosos exploradores de las leyes de la Naturaleza y los poderes del hombre, quien, en su arrogante carrera, pueden haber hecho un descenso en las pretensiones de la Astrología. Comprometidos directamente en búsquedas más exactas, se detuvieron no para analizar minuciosa- mente esto en su preocupación casual, la cual, después de haber sido atacado así por águilas, fue abandonado a los cuervos y a la rapiña, y estos, en su locuacidad social, acusaron a sus desafortunadas víctimas de crímenes incapaces de ser cometidos y de ofensas que nunca habían sido imaginadas. De las verdaderas fallas de sus víctimas estos bípedos parlanchines parecen no haber estado conscientes, o, si conscientes, parecen haber considerado no ser suficientemente importantes. Ni fue este deseo de candor o información absolutamente confinada a la mera multitud de garabateros vituperativos para el disparejo ensayo centelleante contra la Astrología, escrito por Voltaire (en su deseo irreprimible de convencer al mundo que él era au fait en todo), prueba solamente que el escritor, aunque el más generalmente informado hombre de su tiempo, erró los realmente agresivos puntos del objeto de su ataque. El autor de la presente Traducción no tiene intención de abogar o impugnar las doctrinas de la ciencia de la cual discurre su Traducción: su propó-sito es uno diferente. Tiene ese tipo de respeto por “los muertos, que están realmente muertos”, que, aunque no lo inclina a “elogiarlos” “más que los vivos, que aún están vivos, es aún suficiente incitarlo a procurar evitar la imputación de credulidad idiota, la cual su fe en la Astrología parece ahora sujetarlos en la opinión general de los iluminados “vivos”. Y, mientras que niega toda idea de presumir ofrecer cualquier argumento de cualquier lado de la cuestión, como la validez de la ciencia, aún debe, al mismo tiempo, confesar su admiración del ingenio e inventiva manifiesta en su construcción, y prometer su buena disposición a creer que todas sus complicaciones armonizadas podrían haber sostenido fácilmente el dominio sobre algunas de las más fuertes mentes en aquel oscuro período cuando floreció. Al ejecutar aquí el deseo de intentar reivindicar la antigua creencia en la Astrología, una elaborada disposición seguramente no sería solamente innecesaria, sino equivocada: parece suficiente referir al lector al trabajo del cual la siguiente es una traducción, y en estos hechos indiscutibles, que la ciencia fue antiguamente inculcada por las más altas y más eruditas autoridades del período, que insistieron personas en todas partes del mundo, dando fe y produciendo instancias de su verdad; y, más aún, que fueron fina y hermosamente colocados juntos, y provocar la única deficiencia de un pequeño, aunque más importante vínculo en toda la cadena de su argumento, de no ser detectada por mentes aburridas, y proveído de buena gana por genios entusiastas. Por siglos y siglos todas las ramas del aprendizaje fueron hechas sirvientes de la Astrología, o aliadas cercanamente con ella; y muchos de 2 Para esta visión del caso, las siguientes acotaciones no parecen inaplicables: son tomadas de un trabajo periódico de merecida reputación: “El estudio de la Astrología misma, como se considera descubrir, por los fenómenos celestiales, mutaciones futuras en los elementos y los cuerpos terrestres, debido quizá, a no ser despreciada [Defensa de la Astrología de Sir Chistopher Heydon, p. 2, edit. 1603”.]. La teoría de las mareas, por ejemplo, es del todo una doctrina astrológica, y, bastante antes de los días de Sir Isaac Newton, fue bien comprendida como lo es en este momento. La correspondencia que alegan los antiguos médicos que existe entre las posiciones de la Luna y las etapas de varias enfermedades, está muy alejada de ser rechazada por los facultativos modernos, que se ha mantenido abiertamente” [“El Dr. Mead en la Influencia del Sol y la Luna sobre los cuerpos humanos. Vea también Edinb. Rev. Vol.12, p 36, Balfour en Influencia Sol-Lunar”. Revista Blackwood para Dic., 1821, Parte 2, N° 59.]. El escritor entonces recuenta incidentes diversos, afirmados por los astrólogos de ser dependientes de la Luna, y agrega estas palabras: “El hecho de estos alegatos podría ser fácilmente establecido, que es sorprendente que deberían aún ser declarados increíbles, y negados más que contradichos”. 806 estos nombres ilustres que vienen a nuestro recuerdo son gratamente reverenciados inclusive por la ciencia moderna. El genio de Roger Bacon, aunque él fue el primero de la escuela de la filosofía natural que no reconoce sino verdades experimentales, no obstante se inclinó a las doctrinas de la Astrología Judicial; y su gran tocayo, que después de un intervalo de varios siglos lo siguió en dar una adecuada dirección a la energía mental, aún un discutidor a favor de las influencias celestiales: puede ser, por lo tanto, justamente inferido, que el sutil hechizo que hubo fortalecido para cautivar “cosas” tan “severas”, pudo no haber tenido debilidad u orden vulgar, pero que fue suficientemente potente y refinado para interesar y divertir inclusive la época actual3. En este pequeño volumen se encontrará la totalidad de los elementos de la Astrología, y todos los cimientos de esos estupendos tomos en folio y cuarto del mismo tema, que fueron producidos en miríadas durante los siglos XVI y XVII, para la debida mistificación del mundo de esa época. El volumen actual está dirigido al lector general, así como al devoto de pura Astrología, si hubiere alguno; o a aquel que ofrece entretenimiento; para el otro, debe contener el interés más resplandecien-te. Inclusive al metafísico especulativo suministrará alimento para la meditación; ya que, además de su hipótesis en particular de causa y efecto, desarrolla muchas de aquellas aparentes incongruencias de carácter tan frecuentemente unidas en la misma persona; y este desarrollo, aunque adaptado a la doctrina de las estrellas, aún merece atención; en la medida en que el fenómeno del que trata (en cualquier forma que puede ser producido o regulado) siempre se quedará en su existencia actual. La única traducción inglesa del Tetrabiblos de Ptolomeo, hasta ahora publicada, parece haber sido primero escrita en 1701, bajo el nombre de “La Cuadripartita”. Esa publicación ha sido elimi-nada de la venta al público; y su tan errónea interpretación del autor, provocada por el descuido o ignorancia de Whalley y sus asistentes, por quien fue producida, la mayoría de sus páginas han quedado ininteligibles: su ausencia es, por lo tanto, apenas lamentable. La segunda edición de la misma traducción, que profesaba ser “revisada, corregida, y mejorada”, y publicada por Browne y Sibley en 1786, no fue, en ningún caso, purificada de los errores y obscuridades que avergonzaron a su predecesor: parece, de hecho, menos excusable que la edición anterior, de la cual fue meramente una reimpresión, sin haber sido para nada corregida, ni siquiera en ciertas erratas tipográficas que el anterior impresor ha sido lo suficientemente celoso para señalar en su página final. Incluso esta segunda publicación, sin valor alguno como lo es intrínsecamente, raramente puede encontrarse, y, como la anterior, solamente a un precio muy elevado. La presente traducción ha sido hecha de la paráfrasis griega de Proclus del texto original de Ptolomeo; la edición siguiente es aquella de Elzevir, fechada en 16354. Pero, en el curso de la 3 En el N° 51 del Artículo “Astrología y Alquimia”, se hicieron las siguientes observaciones: “Ciertamente, si el hombre encontró alguna vez en los logros de su sabiduría, pudo razonablemente alborozarse en los descubrimientos de la Astronomía; pero el conocimiento que aprovechamos ha sido creado exclusivamente por las cosas absurdas que ha extirpado. La ilusión se volvió la base de la verdad. Los horóscopos y las natividades nos han enseñado colocar el planeta en su camino seguro y silencioso; y las adquisiciones que, de todos los demás, ahora testifican el poder del intelecto humano, deriva su origen de la debilidad y la credulidad” (p. 181). Además, “la Astrología, como la Alquimia, no obtiene protección de la razón sobria; aunque, con toda su vanidad y holgazanería, no fue una debilidad corrupta. Las señales, las predicciones, y los pronósticos, poseen una realidad psicológica. Todos los eventos no son sino la consumación de las causas precedentes, abandonadas claramente, pero no aprehendidas de manera diferente. Cuando es fuerte la tensión, el oyente menos docto puede decirlo que terminará con la palabra clave, aunque no puede explicar porque cada compás debe llevar al final a un acorde final. Los presagios personifican el presentimiento, y recibe su consistencia de nuestras esperanzas y temores”. (p. 208). Quizá puede ser difícil asentir a todas las propuestas involucradas en estos extractos; pero hay entre ellos algo que es claramente incuestionable. 4 Esta edición fue impresa a doble columna, una contenien-do la Paráfrasis griega de Proclus, la otra la traducción latina de Leo Allatius; y William Lilly (una autoridad en estos temas) escribió así de ella en el año de 1647: “En realidad Ptolomeo ha publicado en folio, en cuarto, en octavo, en decimoséptimo: impreso últimamente en Leyden” [donde estaba establecido Elzevirs] “Imagino que el más exacto fue realizado por Allatius”. En la edición mencionada está prefijado un señalamiento anónimo al lector, en latín, que al efecto dice: “He considerado parte de mi deber darle, lector benevolente, alguna corta información con respecto a la publicación de este pequeño trabajo, el cual, habiendo hasta ahora existido solamente en griego [Esta traducción de la imprenta Perugio ha sido usada en presentar ciertas varias lecturas; pero no parece poseer ningún otro peculiar mérito. Profesa ser una traducción del texto original de Ptolomeo; y lo mismo hace la traducción impresa en Basilea, como se citó arriba.], es ahora, en su vestimenta latina, accesible a la curiosidad de todas las personas. Esta Paráfrasis de Proclus sobre el Tetrabiblos de Ptolomeo fue traducida hace unos pocos años por Leo Allatius, un griego de nacimiento, eminentemente hábil en el conocimiento de su propia nación, así 807 traducción también han sido hechas referencias continuas a varias ediciones del texto original, a fin de establecer la aceptación adecuada de pasajes dudosos. Las ediciones así examinadas fueron la de Camerarius, impresa en Nüremberg en 1535; la de Melanctón, impresa en Basilea en 1553; y la de Junctinus, impresa, con sus propios y enormes comentarios, en Lyón, en 1581. Independientemen-te de estas referencias, la presente traducción ha sido compaginada con la latina de Leo Allatius, y con otras dos traducciones latinas: una impresa en Basilea, junto con una traducción del Almagest en 1541; la otra por él mismo en Perugio, en 16465. El Traductor ha dedicado todo su extremo cuidado y atención a sus labores, con el deseo de hacer la doctrina astro–judicial de Ptolomeo al inglés lo más pura y perfectamente posible; y con la misma visión, y ha agregado de igual manera, en un Apéndice, ciertos extractos de dichas partes del Almagest como fueron encontrados para ser aludidos en su presente trabajo. También es dada una ilustración adicional por notas reunidas del “Primum Mobile” de Placidus6, y de una variedad de otras fuentes de dónde alguna elucidación del texto podría derivarse. Inclusive las “Anotaciones” de Whalley (para usar su designación grandilo-cuente) han cedido ocasionalmente información, no del todo sin importancia, aunque generalmente incompleta. Parece inadecuado cerrar este Prefacio (no obstante el volumen que ya ha sido conseguido), sin anexar la siguiente corta nota de la vida y obra del gran hombre de quien ha emanado el Tetrabiblos. como en la literatura latina, y notorio ya por otros escritos en ambas lenguas. Tengo entendido que vive en Roma, en la familia del Cardenal Biscia, y tiene algún puesto en la Biblioteca del Vaticano. Sin embargo, emprendió el presente trabajo por su propia gratificación personal, y aquella de ciertos amigos; pero cuando los escritos recopilados con este punto de vista había detenido una vez las manos de su autor, con frecuencia ocurrirá que también hubieron, al mismo tiempo, escapado de su control. Así este hijo de Allatius, habiendo emergido de Roma, llegado a Venecia, desde donde me fue enviado por un cierto personaje de rango ilustre, a fin de que yo pudiera hacer que fuera impreso. Los nombres de Ptolomeo y Proclus, tan notorios entre los matemáticos y filósofos, además del tema del trabajo mismo, me pareció una garantía suficiente para enviarla a la imprenta. Después de lo cual no desaproveché yo mismo las ventajas que poseía al tener acceso a nuestro excelente y más exacto de los tipógrafos, los Elzevirs, y con seriedad les solicité publicarlo: ellos, en su amor por su mancomunidad de las letras, tomaron por sí mismos la carga de imprimirlo en la forma que usted ve. Usted aprenderá de él, Lector inquisitivo, cuanto poder tienen las estrellas sobre la atmósfera y todas las cosas sublunares: ya que las estrellas, y aquellos cuerpos más brillantes del cielo, no deben imaginarse desperdiciados. Sin embargo, la doctrina completa de las estrellas no es tratada aquí, sino solamente esa parte distintiva de ella la cual los griegos llaman judicial y pronóstica, y la que, aunque confinada dentro de ciertos límites es tan entretenida como útil, y es parcialmente considerada de estar conforme a la naturaleza. Pero debe pretender someterse a los cielos dichas cosas así como acto seguido no depender de ellas, y debe invitarnos a prever por las estrellas dichas cosas, así como sobre la debilidad de nuestra aprehensión, merecerá seguramente ser reprendida como un arte vano y vacío, que ha sido demostrado en muchos libros sabios por el gran Pico de la Mirandola. Los caldeos, genetlíacas y planetarios, siempre han sido tenidos en descrédito, porque ellos profesaban conocer no solamente más de lo que realmente sabían, sino más de lo que le está permitido saber al hombre. Inclusive Ptolomeo, mientras se emplea a sí mismo en su trabajo presente sobre la Doctrina de las Natividades, es apenas libre del cargo de superstición y vanidad: quizá, esto puede ser perdonado en un pagano; pero es difícilmente tolerado, que las personas que profesan el Cristianismo deban ser alejados de tal vacuo estudio, en el cual no hay una utilidad sólida, y el placer completo del cual es pueril. Finalmente, os advierto que algunas personas dudan que esto haya sido producido realmente por Ptolomeo [El lector es referido de nuevo al extracto de Fabricius (insertado en una página subsiguiente), que contiene el cuento de esa sabia persona de este libro entre los otros trabajos de Ptolomeo.]: no obstante, ciertamente parece que Porfirio y Proclus (quienes indudablemente fueron grandes filósofos, aunque hostiles hacia la fe Cristiana) el ser merecedores de recibir elucidación por sus Comentarios sobre él [Sus Comentarios fueron impresos en Basilea, en 1559.]. Sin embargo, examínalo, amable lector, con precaución, habiéndote primero sacudido de la debilidad de la credulidad, que el tendón de la sabiduría no es creer precipitadamente. Adiós”. Además de las observaciones hechas en el discurso previo con respecto a Leo Allatius, se puede observar que fue designado Guarda de la Biblioteca Vaticana por el Papa Alejandro VII, de quien él estaba favorecido. Se dice de él, que tuvo una pluma con la que había escrito griego durante cuarenta años, y que derramó lágrimas al perderla. Otra historia de él dice, que el Papa con frecuencia le había animado a tomar los sagrados hábitos, que podría avanzar en la iglesia, y un día le preguntó por qué no lo había hecho: “Porque”, dice Allatius, “Sería libre para casarme”. “¿Por qué, entonces, no te casas?”, “Porque podría ser libre para tomar los hábitos”. Diccionario Biográfico de Chalmer. 5 Esta traducción de la imprenta Perugio ha sido utilizada para presentar ciertas lecturas diversas; pero no parece poseer ningún otro mérito peculiar. Profesa ser una traducción del texto original de Ptolomeo; y así de la misma manera lo hace la traducción impresa en Basilea, arriba citada. 6 Parece por los trabajos impresos de este autor, que él fue llamado Didacus Placidus de Titis. Era nativo de Boloña, monje de profesión, y fue el Matemático de moda para el Archiduque Leopoldo Guillermo de Austria. Escribió en la primera parte del siglo XVII, y su trabajo, ahora citado, se consdiera que contiene la aplicación más exitosa de las reglas astrológicas de práctica de Ptolomeo. El original es extremadamente escaso; pero una nueva edición inglesa, por Cooper, puede haber sido de los editores de este trabajo. 808 Claudio Ptolomeo nació en Pelusium, en Egipto, y se volvió un ilustre discípulo de la escuela de Alejandría, en cuya ciudad él floreció durante el reinado de Adrián y el de Antoninus Pius. La fecha de su nacimiento ha sido común-mente asignada al año 70 de la era Cristiana; pero la exactitud de esta fecha parece cuestionable; ya que él ha anotado en una parte de sus trabajos, que Antoninus reinó veintitrés años. Por lo tanto, debió haber sobrevivido a ese príncipe; y, como no es probable que continuó sus labores científicas hasta después de los noventa años de edad, que debió haber tenido, haya nacido cerca del año 70, porque Antoninus murió en el año 161, parece que su nacimiento sería más adecuadamente adscrito a un período posterior. Más aún, los árabes aseguran, que murió en el año 78 de su edad; y una declara-ción similar también es hecha por Luca Gauricus, en la dedicatoria a Dominico Palavicini de su versión del Almagest7: sin embargo, Gauricus, ha colocado su muerte en el año 147, lo cual no está de acuerdo con el hecho de que él haya sobrevivido a Antoninus. Ptolomeo ha registrado que observó, en Alejandría, un eclipse de la Luna, en el 9º año de Adrián; y que hizo muchas observaciones sobre las estrellas fijas en el 2º año de Antoninus Pius: de donde puede concluirse, que sus observaciones sobre los cielos fueron hechas principalmente durante el período de 125 A.D. al 140 A.D., o por allí cerca; y también sigue, por supuesto, que la suposición, contemplada por algunos autores, de su identidad con el Ptolomeo que estuvo siempre en asistencia sobre Galba, como su astrólogo personal, y a quien prometió Otho que debería sobrevivir a Nerón y obtener el imperio, es totalmente sin fundamentos. A la versión de Gauricus8 del Almagest hay también otra dedicatoria, dirigida al Papa Sixto, y compuesta por George Trapezuntius, describiendo a Ptolomeo como “regia stirpe oriundum”, y explicando que él se había, “con una mente verdaderamente real”, aplicado a sí mismo a las ciencias, porque el antiguo cetro de los Ptolomeos había pasado previamente a las manos de Cleopatra, y porque el reino de Egipto había sido desde entonces reducido al estado de una provincia romana. Sin embargo, los detalles auténticos de las circunstancias de la vida de Ptolomeo son extremadamente pocos. Se dice que se le distinguió entre los griegos por los epítetos de “el más sabio”, y “el más divino”, en cuenta de su gran sabiduría: y, de acuerdo al Prefacio de la traducción de Whalley del Tetrabiblos, los árabes reportan que “él era extremadamente abstemio, y paseaba mucho a caballo”; agregando, que aunque era “acicalado en apariencia”, sin embargo, su aliento no era notorio por un olor agradable. Los errores de la teoría Ptolemaica del universo han sido descartados ahora desde hace tiempo; pero hay muchos puntos en que las ciencias modernas, y la Astronomía moderna en particular han cosechado incalculables beneficios de las labores e investigaciones de su gran fundador. Ha preservado y nos ha transmitido las observaciones y descubrimientos principales de períodos remotos, y las ha enriquecido y aumentado con las propias. Corrigió el catálogo de las estrellas fijas de Hipparchus, y formó tablas para el cálculo y regulación de los movimientos del Sol, la Luna, y los planetas. De hecho, fue el primero en recopilar las dispersas y separadas observaciones de Aristóteles, Hipparchus, Posidonius, y otros en la economía del mundo y las digirió en un sistema, que estableció en su lhgMea ∑iVnuxat o Gran Construcción, dividida en trece libros, y llamado en su nombre, el Sistema Ptolemaico. Este y todos sus otros trabajos astronómicos están cimentados sobre la hipótesis, de que la tierra se basa en el centro del universo, y que los cuerpos celestiales, estrellas y planetas, todos se mueven alrededor de ella en órbitas sólidas, cuyos movimientos todos son dirigidos por un Primum Mobile, o primer movedor, del cual discute ampliamente en la “Gran Construcción”. En ese trabajo también trata de la figura y las divisiones de la tierra, de las ascensiones correctas y oblicuas de los cuerpos celestiales, y de los movimientos del Sol, la Luna y los planetas; y da tablas para encontrar sus ubicaciones, latitudes, longitudes y movimientos; habla también de los eclipses y los métodos de calcularlos; y habla de las estrellas fijas, de las cuales proporciona un catálogo numeroso, con sus magnitudes, latitudes y longitudes9. Se ha dicho realmente, que “el orden de Ptolomeo, falso como lo era, permitió a los observadores a dar una cuenta plausible de los movimientos del Sol y la Luna, para predecir eclipses y 7 Impreso en Basilea, 1541. 8 Diccionario Biográfico de Chalmer. 9 En Francia, cerca del comienzo del siglo XVI, Oronce Finé, el Lector Real, intentó, bajo el patrocinio de Francis I, producir un reloj astronómico, en el cual todo se mueve de acuerdo a los principios de Ptolomeo. Fue conservado, hace cerca de cincuenta años, en el monasterio de Santa Genoveva, de París. En el Catálogo de Autores Astrológicos de Lilly, Orontius Finaeus es mencionado como el escritor de un trabajo sobre las doce casas del cielo, impreso en París en 1553. 809 mejorar la geografía”10; o, en otras palabras, que representaba el fenómeno real de los cielos como realmente aparecían al espectador en la tierra. Por lo tanto está claro que la Astrología de Ptolomeo es tanto aplicable a la Astronomía moderna y mejorada como lo fue a la suya propia11. En el año 82712 la “Gran Construcción” fue traducida por los árabes a su propia lengua, y por ellos comunicada a Europa. Es a través de ellos que ha sido conocido usualmente por el nombre de Almagest. En el siglo XIII, el Emperador Federico II hizo que se tradujera del árabe al latín, y Sacrobosco13 se le permitió consecuentemente a escribir su famoso trabajo sobre las esferas14. Sin embargo, no fue hasta cerca del final del siglo 15 que la “Gran Construcción” fue traducida al latín del texto original; y este importante servicio fue prestado a la ciencia por Purbach, un profesor de filosofía en Viena, quien aprendió la lengua griega por instigación del Cardenal Bessarion. Por medio de esta traducción, fueron compuestas primero las Efemérides de George Müller, también llamado Regiomontanus, un discípulo de Purbach. El texto griego del Almagest, o Gran Construcción, fue publicado primero en Basilea, por Simón Grynaeus, en 1538; y fue impreso de nuevo en el mismo lugar en 1551, con ciertos otros trabajos de Ptolomeo15. El resto de los trabajos de Ptolomeo relacionados con la Astronomía, y ahora mostrados, son el Tetrabiblos, o Cuatro Libros de la Influencia de las Estrellas16 (ahora traducido); el Centiloquio, o Fruto de sus Cuatro Libros, siendo un 10 Espectáculo de la Naturaleza. 11 La objeción que ha sido alentada en contra de la Astrología, que los signos están continuamente moviéndose de sus posiciones, no pueden invalidar esta conclusión. La objeción, de hecho, no tiene una existencia real; ya que Ptolomeo parece haber estado consciente de este movimiento de los signos, y lo ha proporcionado totalmente al respecto en el Capítulo 25º del Libro I del Tetrabiblos. De ese capítulo está claro que las influencias respectivas que adscribe a los doce signos (o divisiones del zodíaco) fueron considerados por él como arrendatarios de los lugares que ocupaban, y no a las estrellas de que estaban compuestos. Ha declarado expresa y repetidamente que el punto del equinoccio vernal siempre es el comienzo del zodíaco, y que los 30° que le siguen siempre retienen la misma virtud como aquel que él tiene en su trabajo atribuido a Aries, aunque las estrellas que forman Aries pueden haber dejado esos grados: los siguientes 30° aún son contados como Tauro, y así del resto. Existen abundantes pruebas a lo largo del Tetrabiblos, que Ptolomeo consideró las virtudes de las constelaciones del zodíaco de manera diferente a aquellas de los espacios que ellas ocupaban. 12 Los franceses dicen 813, pero 827 es la fecha dada por los cronistas ingleses. 13 Este científico fue un fraile Maturino, y profesor en la Universidad de París: murió en 1256. Se señala en el N° 68 del Edimburh Review, que era nativo de Yorkshire, y su nombre real John Holywood, sonorizado, en París, a Sacrobosco. 14 Incluido en el presente Tomo del Compendio Astrológico. La Esfera de Iohannes de Sacrobosco, traducido del latín al inglés por Lynn Thorndike en 1949, traducción del inglés al español por Raymundo Pedraza Valenzuela en 2001. 15 Chalmers.- El Tetrabiblos estuvo entre estos trabajos. 16 Para dichos lectores puede ser curioso saber que forma este libro fue promulgado en Europa, después del resurgimiento de las letras, el siguiente extracto de la Biblioteca Graeca de Fabricius suministrará información: “Lib. IV. Cap. XIV. §4. ertaTbbiogV VSnxiaut FMhaihatmk Quadripartitum, sive quatuor libri de apotelesmatibus et judiciis astrorum, ad Syrum (h). Graece primum editi a Joachimo Camerario, cum versione sua duorum priorum librorum, et praecipuorum e reliquis locorum. Norimb. 1535, 4to. Hinc cum varsione Phil. Melancthonis, qui in praefat, ad Erasmum Ebnerum Senatorem Norimbergensen testatur se editionem Camerarii multis mendis purgasse, tum numeros in locis apheticis tam Graeci quam Latini textus emendasse. Basil, 1553, 8vo. Latine pridem verterat Aegidius Tebaldinus, sive latino- barbaré ex Hispanica versione, Alfonsi Castellae Regis jussu, ex Arabico (i) confecta. Vertit et Antonius Gogava, Lovan. 1548, 4to; Patavi, 1658, 12mo; Pragae, 1610, 12mo. Commentario illustravit Hieron. Cardanus prioribus duobus libris Camerarii, posterioribus Gogavae versione servata, Basil, 1554, fol.; 1579, fol., Lugd. 1555, 8vo, et in Cardani opp. –Gaorgii Vallae commentarius, anno 1502 editus, nihil aliud est, quam Latina versio scholiorum Graecorum, sive exegeseos jejunae Demophili in tetrabiblon, quae cum Porphyrii sive Antiochi isagoge, Graece et Latine, addita Hieron Wolfii versione, lucem vidit Basil. 1559, fol. In his scholiis Dorotheus allegatur, p. 48, 110, et 139; Cleopatra, p. 88; Porphirius Philosophus, p. 169. Meminit et auctor Petosiridis ac Necepso, p. 112: -leegi de loinaap ont Neecyw (ita leg. pro ecyw ut p. 112) iak Pnisiret , oonti gra otrpiw ot di VoalrVoiga elhcnpsaw Vngronpikw [“Nechepsos y Petosiris antiguamente se hablaba de ellos, porque explicaron la pronosticación por la Astrología”.] Paraphrasin tetrabibli a Proclo concinnatam Graece edidit Melancthon, Basil. 1534. 8vo. Graece et Latine cum versione sua Leo Allatius, Lugd. Batav. 1654, 8vo [Este fue quizá una reimpresión de la edición de 1635, de la cual ha sido hecha la presente traducción; a menos que pudiera haber un error de la imprenta al fechar 1654 en lugar de 1635, que parece probable, como la edición de 1635 es notado por Fabricius.]. Locum Ptolemaei e codice Graece MS. in collegio Corporis Christi Oxon, feliciter restituit Seldenus, p 35 ad Marmora Arundeliana. Haly Heben Rodoan Arabis commentarium laudat Cardanus, cum Demophilo Latine editum”. “(h) Schol. Graec. -Pnoefsriw tw Snrw o PoleoitVam ot bbniloi , oVrp on iak Vat lVala nonat sapaV rgaepmaVtia noesrfpeshnw . Leognis de nieVt Vw elVppiaa noat ot otn Snrw onam . llAoi de oit on elVppiaa , lla ’ oVrita nh ooVnt eqVica iak dia nonttw ntw nhqmatmaw ”. 810 tipo de suplemento al anterior; y las Significaciones de las Estrellas Fijas. El último es meramente un calendario diario, mostrando las ascensiones, y la naturaleza del clima por ello producido. Así mismo hay extensión de su trabajo geográfico (que ha prestado un importante servicio a los geógrafos modernos), y también su celebrado libro en Armónicos, o la Teoría del Sonido. Proclus, a quien el mundo está en deuda por el texto mejorado del Tetrabiblos17, nació en Constantinopla, en el año 410. Estudió en Alejandría y en Atenas, y se hizo muy prominente entre los últimos platónicos. Sucedió a Syrianus, un notorio filósofo, en la rectoría de la escuela Platónica en Atenas, y murió ahí en 48518. Fue un autor de lo más voluminoso, en poesía así como en prosa. Entre sus trabajos hay Himnos al Sol, a Venus, y a las Musas; Comentarios sobre varias piezas de Platón, y sobre el Tetrabiblos de Ptolomeo19; un Epítome o Elogio de todos los Preceptos Astronómicos demostrados en el Almagest; y elementos de Teología y Filosofía Natural. Estaba en disputa con los Cristianos en la cuestión de la eternidad del mundo, que prometió probar en dieciocho elaborados argumentos. Un escritor posterior en un cierto trabajo periódico lo ha identificado erróneamente con otro Proclus, quien estaba a favor con el Emperador Anastasius, y que destruyó las naves de Vitalianus, cuando sitió Constantinopla en 514, quemándola con grandes espejos de bronce, o specula. “(i)Selden. Uxor Hebr. P. 342. Caeterum de Alphonsi Regis cura in promovenda Arabica Quadripartiti versione, vide, si placet, Nic: Antonium in Bibl. veteri Hispana, t. 2, p. 55, vel Acta Erud. A. 1697, p. 302. Latino versio ex Arabico facta lucem vidit Venet, 1493, fol. Viderit porro Gassendus qui in Philosophia Epicuri, ubi contra Astrologos disputat. T. 2, p. 501. contendit tetrabiblon indignum esse Ptolemaei genio et subdititum. Equidem Jo. Pico judice, 1. I, contra Astrologos, p. 285, Ptolemaeus malorum sive Apotelesmaticorum est optimus”. 17 Se verá por la nota precedente, que la Paráfrasis de Proclus del Tetrabiblos debe ser adecuadamente considerada como superior a las otras lecturas de ese libro; debido que parece, en la autoridad de Fabricius, que Melancthon, después de haber estado en el dolor de corregir y reimprimir, en 1553 (con sus propias enmiendas), la edición de Camerarius, conteniendo el presunto texto original, aún consideró aconsejable, en el siguiente año, editar la Paráfrasis de Proclus. Esta Paráfrasis debió, por lo tanto, haber necesariamente reclamado a su atención no haber encontrado en el texto que había editado previamente. [“Ptolomeo dedica el libro a Syrus, a quien también ha dedicado otros tratados. Algunos dicen que este nombre de Syrus era fingido; otros, que no era fingido, sino que era un médico y educado en estas ciencias”.] 18 Diccionario Birográfico de Chalmer. 19 Se comprenderá, por supuesto, que este Comentario es diferente de su Paráfrasis, ahora traducido. 811
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