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¿Por qué no pasa el pasado?: la desmemoria melancólica PDF

135 Pages·2018·0.822 MB·Spanish
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2 La desmemoria melancólica Colección Psicoanálisis Editorial Biblioteca Nueva y Asociación Psicoanalítica de Madrid Comité editorial: Manuela Utrilla, Martina Burdet, Begoña Gállego, Juan Hernández, María Herrero, Benigno Prado y Javier Ugarte 3 ¿POR QUÉ NO PASA EL PASADO? La desmemoria melancólica Asociación Psicoanalítica de Madrid BIBLIOTECA NUEVA 4 PRÓLOGO, Milagros Cid INTRODUCCIÓN: EL TRAUMA EN EL ORIGEN DEL PSIQUISMO 1. EL TRAUMATISMO EN EL PSIQUISMO Y EN LA CULTURA Presentación. ¿Se transforma la psicopatología con la cultura? Concepto de trauma psíquico en psicoanálisis Premisas de la teoría analítica Trastornos narcisistas Pulsiones de vida y de muerte El complejo de Edipo II. DAR LA PALABRA A LA PSICOPATOLOGÍA: LAS NEUROSIS TRAUMÁTICAS III. DAR LA PALABRA A LOS TESTIMONIOS El sujeto psíquico y la cultura Cultura y violencia El nacimiento psíquico surge de la relación con el otro La cultura es el marco que significa los intercambios entre los hombres Cómo se transmite el trauma psíquico ¿Qué significa la deportación del saber inconsciente? IV. OBJETIVOS V. Los OBSTÁCULOS TRAUMÁTICOS EN LA CLÍNICA (LOS TRASTORNOS NARCISISTAS) Helena Dolores Esperanza 5 VI. EI.'I'RABAJOPSICOANALÍTICO A LA ESCUCHA DE LA PULSIÓN DE Elaboración en el trabajo interpretativo El colapso narcisista enfrentado al reconocimiento del objeto perdido La violencia pone en acto el odio por indefensión frente al abuso VII. LA META ES EL TRABAJO DE DUELO Lo traumático de la pulsión en los síntomas clínicos El trasvase de lo traumático en la cultura Trabajo de cultura, trabajo de la cura Paso de la identidad a la identificación CONCLUSIONES: LOS OBSTÁCULOS TRAUMÁTICOS EN LA GESTACIÓN DE LA MATRIZ. PSÍQUICA ANEXO: TODESFUGE BIBLR)GRAFÍA 6 7 A lo largo de la lectura de este libro, denso y muy documentado, y al mismo tiempo accesible a la comprensión, la autora va realizando un recorrido a través de distintos conceptos psicoanalíticos, conceptos complejos y de difícil articulación, conceptos que se van enlazando a lo largo del libro en un trenzado rapsódico, apasionado y comprometido con la ética del psicoanálisis y con la cultura. El trauma psíquico, las heridas narcisistas, los mecanismos defensivos en juego en dichos traumatismos, como la escisión y renegación, atrapan al sujeto en la identidad de víctima destinada a la repetición incesante de lo traumático no integrado en el Yo. La seducción melancólica sería la trampa que impediría que el pasado deje de ser presente. En una difícil y permanente articulación con la violencia traumática ejercida en la cultura, toma como paradigma la Shoah, la deportación y eliminación de millones de seres indefensos ante una civilización incapaz de protegerles. El pacto de silencio necesario para permitir el ejercicio de la violencia, pervertiría (en el sentido de reemplazar por un fetiche) el pacto narcisista de protección de los sujetos indefensos. La ley protectora del individuo y de los valores transmitidos y preservados por la cultura quedaría eliminada y subvertida. La cultura es el relato que construye la sociedad con los intercambios edípicos que la originan y que se transforman en los fantasmas originarios, que dan cuenta narrativa de la filiación, de las diferencias de los sexos y de las generaciones) El traumatismo psíquico, extensamente estudiado, y que en cierto modo representa el leitmotiv alrededor del cual se estructura el libro, es entendido desde la perspectiva psicoanalítica, como lo que provoca un desbordamiento de la excitación que rompe las barreras defensivas, creando zonas de fracturas psíquicas. Desde una perspectiva finamente metapsicológica, se analizan los avatares en la organización pulsional, los componentes de la pulsión y la función del otro, como intruso necesario en la creación del Yo pulsional, marcando la radical diferencia entre instinto y pulsión. De las cualidades de los intercambios entre la pareja parental y el bebé dependerá la posibilidad de una organización psicosexual más o menos lastrada por la presencia intrusiva del objeto en el Yo. La función paterna, con toda la connotación de ley, de tercero que impide la fusión, y la unción materna, que permite la suficiente intricación pulsional entre el amor-odio, permite la creación de fronteras psíquicas, marcadas por los mecanismos defensivos de represión, con un Yo suficientemente unificado. Otros mecanismos defensivos más radicales, como la renegación, que elimina la 8 percepción intolerable fuera del psiquismo, dejarían una parte del Yo atrapado en el objeto y confundido con él, impidiendo que el sujeto pueda desarrollar sus propios proyectos vitales. El componente inevitablemente traumático de la sexualidad, estará presente en el desarrollo psicosexual del individuo, desarrollo en el que se entrecruzaría lo intrapsíquico, lo interpersonal y lo cultural. Esta instancia tercera, o cultural, que regularía los intercambios interpersonales, representaría un garante para el individuo desprotegido en su desvalimiento inicial, instaurando unas leyes que impedirían que los padres se apropien del hijo para su exclusivo uso y disfrute. El término cultura es utilizado en el sentido específico que Freud le da en Malestar en la Cultura, como el malestar que la cultura impone al sujeto al limitar la libre descarga de su pulsionalidad. Siguiendo esta línea de trabajo, y la hipótesis de que los crímenes contra la humanidad perpetrados a lo largo del siglo xx han dejado una renegación en la percepción de la realidad, con la consecuencia de pérdida de los lazos de confianza entre generaciones sucesivas, la autora analiza extensamente las repercusiones en la organización del psiquismo y de la psicosexualidad, mediatizada por el funcionamiento psíquico de los padres y su relación con el Superyó cultural. Él riesgo de confundir el contexto de la cultura con el trabajo clínico psicoanalítico es tenido en cuenta por la autora, preocupada por diferenciar ambos ámbitos, en una interrelación permanente a lo largo de los distintos capítulos. La elección de material clínico a través de varios casos de nombres evocadores: Helena, Dolores, Esperanza, nos permite acercarnos al trauma psíquico. Estos casos no están relacionados de forma mani fiesta con una violencia en la Cultura con mayúsculas de la historia, lo que permite diferenciar ésta del ámbito de la práctica clínica con su especificidad, que es la elaboración de la realidad psíquica. Situándose en el plano de la difícil articulación teórico-clínica, con el encuadre como elemento terciario, y con la interpretación con la relación transferencial como telón de fondo, nos muestra desde su propia experiencia con pacientes heridos narcisísticamente, y marcados por fuertes traumatismos psíquicos, los riesgos de quedarse secuestrados en el espejo de la identidad de la víctima. El desamparo, si se convierte en el eje existencial del sujeto, le deja clavado en el movimiento circular de eterno retorno de lo idéntico, encerrado en la trampa del narcisismo herido, y en la identidad de víctima que repite eternamente los traumatismos. La inclinación a refrendar la identidad de víctima, riesgo que se oculta bajo actitudes falsamente humanísticas, o de contención, es muy acertadamente señalada por la autora, que no se deja seducir por los cantos de sirena del desvalimiento, esgrimido como arma al servicio de la repetición. 9 Solamente la palabra, nos recuerda Milagros Oregui, cuando puede restablecer puentes asociativos, recuperando el sentido sobre la fuerza, permite salir de ese circuito circular y esterilizante. El espacio de la sesión psicoanalítica crea un marco que permite restituir el narcisismo roto, creando represión, susceptible de retorno, donde antes sólo había escisión y renegación. Este espacio potencial podrá devolver al sujeto cautivo en la seducción de la melancolía, la posibilidad de crear su propio presente y dejar un espacio para un futuro liberado de un tiempo apresado en la fidelidad al objeto. La importancia del trabajo de duelo es señalada como esencial, para permitir al sujeto apropiarse de sus propias luces y sombras. La responsabilidad, a nivel individual y social, emerge como resultado de esta recuperación, que pasa por la asunción dolorosa de la pérdida. El llamado por la autora «trabajo de cultura» consistiría en restablecer los lazos simbólicos rotos por los procesos traumáticos, creando puentes para recuperar el paralelismo entre el funcionamiento psíquico individual y el tejido social, consiguiendo sin embargo no confundir ambos procesos, que se presentan como el resultado de un flujo libidinal entre lo individual y lo colectivo, en un movimiento de resignificación retroactivo. Termina este extenso recorrido con una referencia a la sublimación, cuya finalidad sería poder ligar el ataque pulsional que supone la realidad de la indefensión, cuando se hace un uso perverso de la seducción, con el acceso a la representación psíquica en el lenguaje simbólico, procurando la renuncia a la satisfacción de la descarga. Siguiendo esta idea, podríamos decir que la autora, mediante su propio trabajo de sublimación, nos permite dar sentido a múltiples e inquietantes interrogantes, dejando abiertas vías de reflexión para poder avanzar en estas complejas y apasionantes cuestiones. MILAGROS CID 10

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