A tumba abierta Alfonso Vallejo PERSONAJES DOCTOR DUFF MAUREEN MUKAKI BAUER LÁZARO GOLDSTEIN MADO HEINZ PRESIDENTE PARTE I Escena I En la parte delantera de la escena, una mesa, con un cadáver encima, tapado con una sábana. Al lado, sobre una bandeja, diferentes instrumentos de disección: una sierra eléctrica, un cazo, una esponja, tijeras. Un enorme cubo de plástico para guardar restos humanos. Ráfagas de ametralladora y fuego de artillería a lo lejos. Llega el DOCTOR DUFF, con aire extenuado, con un largo mandil hasta los pies, sucio, cubierto de manchas de sangre y grasa. Mordisquea un puro. Se acerca a la mesa, se apoya, respira hondo, aparta los pies del cadáver, se sienta en la mesa, con los ojos cerrados. 1 Por un lateral aparece la sargento MAUREEN MUKAKI, perfectamente uniformada. Gran taconazo marcial y enérgico saludo. MAUREEN.- ¡Se presenta el sargento Mukaki! (Sobresalto de DUFF que casi pierde el puro. Abre los ojos como si viera una visión.) DUFF.- ¿Cómo dice? MAUREEN.- (Repite el taconazo.) ¡Se presenta el sargento Mukaki, del quinto Regimiento! Usted debe ser el capitán médico doctor Duff. He sido destinada a su servicio por la superioridad. (DUFF se restriega los ojos, la observa detenidamente. El sargento Mukaki tiene unos bellos ojos verdes, una piel bronceada y suculenta anatomía. Dieciocho años, impecablemente vestida, con un cierto aire oriental.) ¿Me ha oído, capitán? DUFF.- ¡Sí! ¡Hola, sargento! Encantado... No sabía nada de esto. Bienvenida. MAUREEN.- (Con idéntica seguridad.) Según parece la situación es grave. Informes confidenciales hablan de una gravísima epidemia entre las tropas, de extraños fenómenos en el firmamento que nadie sabe explicar, sorprendentes quebrantamientos estelares, profundas psicopatías entre la tropa... Estoy aquí para ayudarle. DUFF.- Gracias. MAUREEN.- De nada. DUFF.- ¿Cómo ha dicho que se llama? MAUREEN.- Sargento Mukaki. Maureen Mukaki. A la orden, señor. (Nuevo saludo preciso.) 2 DUFF.- Efectivamente. Esos informes son ciertos. La situación es grave. Muy grave. Han aparecido varios casos de una enfermedad que no sabemos tipificar. Se caracteriza por la aparición de unas manchas verdes..., azules, violáceas y hasta rojo bermellón en la piel de los enfermos. Mueren en horas. Deliran. Hablan de las estrellas... Dicen que la cabeza se les ha llenado de estrellas... Caen de rodillas, levantan los ojos al cielo, y su cuerpo es sacudido por violentas contracciones que les paralizan la respiración. (Silencio. MAUREEN traga saliva.) MAUREEN.- Vaya... DUFF.- He informado al Presidente en persona. No podemos seguir así. No tenemos medios... No podremos resistir. El pánico y la desesperación han cundido entre los soldados. Algunos se suicidan. Y todos sufren profundamente. (Un silencio. A MAUREEN se le empieza a poner la cara pálida.) Vivimos en el horror. No tenemos alimentos, ni agua, ni medicinas... Sabemos que es el fin. Esto se hunde. Lo sabemos. Ha venido en un mal momento... MAUREEN.- Sí..., verdaderamente... (Intenta sonreír.) No pensaba que... DUFF.- Mire. (Destapa el cuerpo. Se ve a un soldado desnudo, con el cuerpo cubierto de horribles manchas, mutilado, contraído sobre sí, con los ojos levantados al cielo, abiertos. MAUREEN da un respingo y se pone detrás de DUFF.) MAUREEN.- (Medio mareada.) Manchas verdes..., azules..., violetas... Sí, no parece que haya venido en el mejor momento... 3 DUFF.- Ya se lo decía yo. MAUREEN.- Y es..., ¿y es contagiosa esta enfermedad? DUFF.- Pues... MAUREEN.- ¿Qué? DUFF.- Puede. No lo sabemos. Estamos haciendo autopsias día y noche, mandando vísceras para que las estudien... Así no podemos seguir. Deberíamos retroceder... Algo... (Pausa.) Está muerto. No tema. No le va a hacer nada... (MAUREEN se pone al lado de la mesa, sin dejar de mirar de reojo al cadáver.) MAUREEN.- No sé..., parece que me mira. DUFF.- Cómo le va a mirar a usted... Está mirando al cielo. (El cadáver bosteza.) MAUREEN.- (Lívida.) ¡Ha..., ha bostezado! ¡Acaba de bostezar! DUFF.- No diga cosas raras, Maureen... Por favor... Está muerto. Y bien muerto. Mire... (Le da una bofetada. Se oye: ¡Cabrón! DUFF parece no oírlo.) MAUREEN.- ¡Le ha llamado cabrón! DUFF.- Señorita... Estoy muy cansado... MAUREEN.- ¿No lo ha oído? DUFF.- ¿Cabrón, verdad? Así que pego a un cadáver en la cara y me llama cabrón, ¿verdad? 4 (Otra bofetada. Se oye: Como me levante...) MAUREEN.- Uy... Esto no me gusta nada... Qué cosas más raras están pasando aquí, madre mía... Ay... (DUFF enchufa la sierra eléctrica. Se arranca un cabello, lo secciona para probar la eficacia del corte.) DUFF.- Es el fin... Lo sabemos. Es una guerra continua, eterna, sin salida ni justificación. (Habla como consigo mismo, extenuado.) Todos se matan. Nadie comprende nada. Nadie da una explicación coherente. Quién es el responsable de esta matanza... Nadie lo sabe. (Va hacia el cadáver con la sierra funcionando.) Mire, Maureen, este amasijo de carne infectada, en tiempos fue un hombre, con dignidad, con carnet..., ¡un hombre vivo! ¡Podría ser su hijo, Maureen, mírele! (Con gesto desesperado va a ponerle la sierra en la frente. MAUREEN le sujeta, nerviosa.) MAUREEN.- ¿Qué va usted a hacer? DUFF.- ¿Qué? Abrirle el cráneo. MAUREEN.- El cráneo... (Traga saliva.) ¿Lo va usted a abrir? DUFF.- Claro... MAUREEN.- ¿Con... con esa sierra? DUFF.- Pobre hija... Seguro que no ha visto todavía ni una autopsia... MAUREEN.- No... DUFF.- Lo siento. Tiene que acostumbrarse. Tiene que verlo. Esto es así... (Va a meterle la sierra en la frente.) MAUREEN.- ¡Espere! DUFF.- (Con cara de cierto enfado.) ¿Qué...? 5 MAUREEN.- ¿Y si efectivamente le ha llamado cabrón? DUFF.- ¡Mire..., voy a decirle algo, sargento Mukakaki! MAUREEN.- (Sin quitarle el ojo al cadáver.) Mukaki. DUFF.- ¡Me da igual! ¡Cabrón lo será su padre, sargento! ¡O su madre! ¡O quien sea! ¡Yo, no! ¡Yo no estoy casado! ¡Todavía no he tenido una novia en mi vida! ¿Y sabe por qué?... ¡Porque tengo los pies muy grandes! ¡Y las mujeres no me quieren! ¡Dicen que soy un mastodonte! MAUREEN.- Perdone, capitán... DUFF.- (Que pasa de la ira a la ternura.) Perdone usted, sargento... Lo siento. Es usted una niña. Mandan a una niña a ver esto... (Cierra el puño.) Desgraciados... (Coge a MAUREEN por el hombro, derretido. MAUREEN le mira también a los ojos. DUFF es un gran mastodonte bueno, con una pelambrera raída y cara de botijo; sus manos son grandes, como sus pies y su corazón. Silencio. El cadáver, incomprensiblemente, siempre en el mismo tono dice: Cabrón.) ¡Cabrón, tú! Ya me tienes hasta las narices, cadáver de mierda... Estoy alucinado. ¡Estamos alucinando! ¡Nos estamos volviendo locos todos! (Le va a meter la sierra.) MAUREEN.- Por favor..., capitán... (Carita tierna.) ¿No podríamos empezar por otra cosa? DUFF.- Llámame Duff. Duff a secas... amor mío... (Le acaricia la cara con la mano llena de sangre. MAUREEN aguanta con cara de cierto asco.) ¿Por dónde quieres que empecemos, cariño? MAUREEN.- Por otro sitio... El que tú quieras... DUFF.- Vamos... El cerebro para el final. Tienes razón, Maureen. (Empuña unas enormes tijeras como las de podar árboles.) 6 MAUREEN.- ¿Y eso? DUFF.- Unas tijeras... Hay que cortar las costillas... Hay que levantarlo todo... MAUREEN.- ¿Todo? ¡Oh...! DUFF.- Es una autopsia, hija... Las autopsias se hacen así. A mí también me duele, pero si no se sacan los órganos, es mejor quedarse en la cama... Tenemos que investigar el origen de la epidemia... Llevamos semanas sin dormir... Meses... Hay que sacar el bazo, el hígado, el riñón... Vaciarlo... (Se va quedando dormido, se le va cayendo la cabeza.) Estamos todos locos... Es el fin... Lo sabemos... (Ronca de pie, con las tijeras en la mano. El cadáver vuelve a decir: Cabrón. DUFF se despierta.) (A MAUREEN.) No sé por qué has cogido esa manía, cariño... (MAUREEN se tapa la cara.) MAUREEN.- Qué cosas más raras están pasando aquí... (Abriendo los brazos.) Decidme, oh ángeles del cielo, qué son estos sonidos que turban mi mente... ¿Es ficción?... ¿Es realidad? ¿O es simplemente teatro? Decidme ángeles del más allá... Responded... Mi alma nada en la nada... Ni nada. Nada. (El cadáver responde: Teatro.) DUFF.- Escúchame, sargento, el hecho de que hayamos intimado enseguida, no le da derecho a delirar. No. Aquí ha venido a trabajar. A ayudarme. A resolver este problema medieval de la danza de la muerte... ¿Me entiende? (Va a clavar las tijeras.) MAUREEN.- Duff..., bésame... ¡Quiero que me beses! ¡Deja esta autopsia! Necesito sentir que estoy viva... Que no estamos camino del Infierno... Yo... Yo... 7 (Le besa en la mejilla. DUFF la observa detenidamente.) Perdón... Siento vergüenza... DUFF.- ¿Vergüenza? (La coge, la abraza, la besa contra la mesa de disección. Ella le abraza con fuerza, con los ojos cerrados, como intentando escapar de la realidad en el juego del amor y la muerte. De pronto da un respingo y grita.) MAUREEN.- ¡Me ha mordido! ¡Me ha mordido! (Señala al cadáver.) ¡Estoy segura! Lo he sentido perfectamente... (DUFF la sigue mirando, encendido de amor.) DUFF.- ¿Le han dicho alguna vez que tiene los ojos más bonitos del universo?... ¿Le han dicho que sus labios son los labios más perfectos de los que nunca vio hombre alguno? MAUREEN.- No te miento... Me ha mordido... DUFF.- ¿Me quieres enseñar el pecho, amor mío?... Por favor... Por favor. (MAUREEN se abre la blusa.) ¿Te han dicho alguna vez que tienes el pecho más bonito de todos los pechos del orbe celeste?... Tus pezones son estrellas coloradas y los pálpitos de tu carne son un bálsamo superior para mi espíritu atormentado... (Pausa. Cara de cándido hipopótamo.) Te amo... Desde este momento y para siempre..., te amo, te adoro... De la noche a la mañana tú me has vuelto a las alturas... (Con voz en celo.) Sargento mío..., te amo... MAUREEN.- Por favor... Nos pueden estar escuchando... DUFF.- ¡Me da igual! Que escuchen... 8 (La coge de los hombros.) Que sepan todos de nuestra pasión ferviente... Acaba de nacer en mí un torrente de pasión que me acerca a las estrellas de donde nunca debí salir... Tú eres mi arco iris y mi luciérnaga existencial... (El cadáver dice: Cabrón, con su voz monorrítmica de muñeco animado.) ¡Tú a callar! ¡Idiota!... ¿Qué sabes tú de estas cosas...! (La acerca contra sí, como un niño, despacio, enternecido.) MAUREEN.- Oh... Duff... Oh... Amor mío... Por lo que más quieras... ¡No! ¡Me estás poniendo caliente! Qué van a pensar de nosotros la tropa... En medio de esta horrible batalla, este devaneo tan bello. DUFF.- (Besándole el cuello.) Y ellos qué saben, cariño... Están peleando, amor... (El cadáver: Cabrón.) ¡Qué pesado este tío...! Me está dando la noche... (Sigue besándola.) Cariño... MAUREEN.- ¿Qué...? Dime... DUFF.- Enséñamelo... Por favor... ¡Enséñamelo! 9 (MAUREEN se abre la falda, DUFF se pone de rodillas, mira hacia arriba.) Oh... MAUREEN.- ¿Qué...? Dime... DUFF.- ¡Oh...!!!! ¡Oh...!... ¿Te han dicho alguna vez que tienes...? (Queda parado, se pone bruscamente serio.) Pero... ¡oyes!, ahora que lo pienso... ¡tú a la guerra has venido desnudita, niña! Escena II Se abre la puerta de un puntapié. Entra BAUER, vestido de civil. Entra, mira. BAUER.- No sé si les molesto... (MAUREEN se cierra las faldas con recato. BAUER se sienta, saca un puro, cruza las piernas, les mira.) DUFF.- (De rodillas, en la misma posición.) Pues... ¡sí! BAUER.- Lo siento. No sabe lo que lo siento. DUFF.- (Siempre de rodillas.) ¿Puedo preguntar quién es usted? BAUER.- ¿Y yo puedo preguntar qué hacía usted ahí? DUFF.- (Sonriendo.) Pues..., la verdad..., ¿usted qué cree, estúpido? BAUER.- Mi nombre es Bauer. Frank Bauer. Jefe del Servicio Secreto. 10
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