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Página 1 de 151 Romances, coplas y décimas en el Pacífico y el Caribe colombiano PDF

151 Pages·2012·0.93 MB·Spanish
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Romances, coplas y décimas en el Pacífico y el Caribe colombiano: poética de una literatura oral en Colombia1 Adrián Farid Freja De La Hoz. Director: Iván Vicente Padilla Tesis para optar al título de Magíster en Estudios Literarios Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas Departamento de Literatura Bogotá D.C. 2012 1 Esta tesis fue posible gracias al apoyo de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia Página 1 de 151 Tabla de contenido Introducción...........................................................................................................................…4 Capítulo 1: ¿Cómo se concibe la literatura oral, popular y tradicional en la historia y las historias de la Literatura?.......................................................................................................13 Capítulo 2: El romance: tradición popular española y sincretismo cultural en el Caribe y el Pacífico colombiano……………………………………………………………………………..38 Capítulo 3: Cuatro versos para hablar y cantar……………………………………………...72 Capítulo 4: La décima: transmutación cultural y musical. De la poesía “artificiosa” y culta a la poesía oral, tradicional y popular ………………………....................……………..104 Conclusiones……………………………………………………………………………………139 Bibliografía............................................................................................................................143 Página 2 de 151 Página 3 de 151 Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son, y cuando las canta el pueblo ya nadie sabe el autor. Tal es la gloria, Guillén, de los que escriben cantares: oír decir a la gente que no los ha escrito nadie. Procura tú que tus coplas vayan al pueblo a parar, aunque dejen de ser tuyas para ser de los demás. Que, al fundir el corazón en el alma popular, lo que se pierde de nombre se gana de eternidad. Manuel Machado Página 4 de 151 Introducción Este trabajo es la continuación de un proceso investigativo de más de cinco años alrededor de la literatura oral en Colombia. Mi primer acercamiento a este fenómeno cultural tuvo lugar en diversas poblaciones de los Montes de María, principalmente, en la zona correspondiente a los departamentos de Bolívar y Sucre. En estas poblaciones me encontré con expresiones de la literatura oral campesina que me llamó inmensamente la atención, la décima. En aquellas poblaciones conocí a varios decimeros: personas del campo que cantaban e improvisaban décimas espinelas con gran maestría. Me sorprendió que una estrofa tan popular en los sectores cultos del Siglo de Oro español, enarbolada por Cervantes, Calderón de la Barca y Lope de Vega, entre muchos otros, fuese cantada e improvisada respetando todos y cada uno de los parámetros dados por Vicente Espinel en sus Diversas Rimas en 1591. De igual manera, me sorprendió además que muchos de estos campesinos no supieran leer ni escribir. Para mí resultaba difícil entender, en ese momento, cómo unas personas ágrafas lograban componer e improvisar una estructura métrica tan compleja como la décima espinela: todos sus versos respondían al modelo de octosílabos y con rimas consonantes. No encontré en ninguno de los decimeros de los Montes de María una sola falta a la norma de Espinel de finales del siglo XVI. Más de cuatrocientos años habían transcurrido entre la aparición de la décima espinela y su estructura seguía siendo la misma en los cantos de campesinos olvidados en el Caribe colombiano. El otro hecho que me causó mucha curiosidad fue el estatus de poetas dado a los decimeros. El pueblo los denomina poetas y ellos hacen respetar su nombre. Como venía de la Academia y de una cultura letrada tenía en la cabeza una idea de poeta muy distinta, no se me había ocurrido, hasta ese momento, que un campesino ágrafo pudiese ser poeta. Mucho menos que sus cantos pudiesen ser considerados como poesía. Siempre me enseñaron la poesía de gente de buró y no la de gente del campo. Página 5 de 151 Inicié entonces una búsqueda en las historias de la literatura colombiana para conocer más sobre estos poetas campesinos de los Montes de María y sus poesías en estrofas del Siglo de Oro español. Para mi sorpresa, no encontré ninguna referencia a las décimas de los Montes de María: en algunos casos, como en la primera historia de la literatura colombiana de José María Vergara y Vergara, se habla a manera de apéndice de algunos fenómenos de literatura popular de la época, sin embargo, no se mencionan dichas décimas y sólo se tienen en cuenta algunos romances y coplas. En otras, como la de Gustavo Otero Muñoz, también a manera de apéndice, se mencionan ciertas recopilaciones y se reconstruye un cancionero en donde aparecen una que otra décima. No obstante, en la obra de Otero no existe ningún tipo de análisis sobre las formas y los contenidos de estas manifestaciones populares ni mucho menos sobre la oralidad inmanente a los versos recopilados. Busqué en las historias más recientes y la ausencia es evidente. De esa forma, constaté que aquellas poesías campesinas habían sido dejadas de lado de la historia de la literatura colombiana. Las pocas historias que abordan el fenómeno lo hacen de forma tangencial. Decidí mirar los estudios teóricos y críticos de la literatura en nuestro país y el panorama no fue muy diferente. Las formas campesinas que había encontrado en los Montes de María no eran atendidas como literatura, sino como expresiones folclóricas, cantos folclóricos o tradiciones folclóricas, etc. Me pregunté entonces si, el hecho de reconocer las obras de los decimeros como poesía y a éstos como poetas, obedecía a un capricho campesino, ¿o la gente de los Montes de María estaba equivocada y habían utilizado por muchos años un término de forma errada? ¿Acaso los campesinos de los Montes de María desconocen el término folclor y por eso no llaman a sus composiciones «cantos folclóricos» o «expresiones folclóricas»? Me pregunté cómo era posible que todo un pueblo, una región, una cultura, reconociera la poesía en las obras de sus campesinos y que las historias de la literatura no hubiesen tenido la disposición de incluir en sus investigaciones esas obras y a esos campesinos. Esas preguntas, entre otras, motivaron algunas investigaciones previas publicadas en años anteriores y, por supuesto, siguen motivando la presente para optar al título de Magíster en Estudios Literarios. Cuando inicié las investigaciones sobre la literatura oral en Colombia tuve siempre la sensación de que se estaba, y se sigue, cometiendo una injusticia con estas manifestaciones populares, hablo de injusticia porque, como afirma Charles Taylor, «el no Página 6 de 151 reconocimiento o el reconocimiento equivocado... puede ser una forma de opresión». Taylor se refiere al caso de individuos, pero aquí estamos hablando del caso de una forma literaria, elemento fundamental de la cultura de un pueblo. Taylor señala que «el debido reconocimiento no es simplemente una cortesía, sino una necesidad humana» (Taylor 1992 , 26), yo le añadiría que, en nuestro caso, el reconocimiento es una necesidad cultural e histórica con estos pueblos cuya voz no han tenido voz en la escritura de la historia de nuestra literatura. Para entender la razón o razones que motivaron a dejar por fuera la literatura de los campesinos de los Montes de María y a muchas otras manifestaciones literarias en Colombia fue necesario entender que la noción de literatura adoptada en las historias, teorías y críticas literarias en Colombia ha estado mediada siempre por la tradición letrada. Para dicha tradición las obras orales no tienen cabida en el mundo de las letras. El problema parece resolverse de esta manera: lo oral se margina de lo letrado por no obedecer a los modelos de la tradición escritural. Sin embargo, encontré que la distancia no era tan abismal como podría parecer, puesto que muchas obras letradas se basaban en lo oral, en las tradiciones literarias orales, de gente campesina, de pescadores, de bogas, etc. En el afán del desarrollo de una identidad nacional, luego de las guerras de independencias, la mayoría de países latinoamericanos buscaron en sus tradiciones populares los elementos de identidad diferenciadores del resto de naciones. En Colombia contamos con novelas costumbristas y cuadros de costumbres que resaltan las expresiones y tradiciones orales populares. O con líricas que utilizan la sonoridad y el ritmo de expresiones literarias orales, como el caso de Candelario Obeso, quien desarrolló una lírica basada en los cantos de los bogas del río Magdalena. Sin lugar a dudas, en Latinoamérica como en otras partes del mundo, la escrituralidad se ha alimentado de la oralidad, se trata de una «cultura híbrida», como diría García Canclini(1989), en la que lo popular oral ha entrado en los temas de lo culto escritural. Desde el siglo XIX, en Colombia, podemos encontrar estos fenómenos de apropiación temática de las obras o fenómenos de la literatura oral para darle nuevas voces a las obras o fenómenos de la literatura escritural. Sobre todo en el siglo XX con las migraciones de campesinos a las principales ciudades del país por los fenómenos de violencia y por la industrialización de muchas ciudades, nos enfrentamos a la consolidación de nuevas formas culturales que intercambian bienes Página 7 de 151 simbólicos dando lugar a la construcción de nuevos espacios de integración de lo tradicional y lo moderno, de lo culto y lo popular. Si bien Colombia se ha caracterizado por ser una cultura heterogénea, resulta innegable la heterogeneidad en el siglo XXI. En las ciudades encontramos fenómenos de sincretismo musical, pictórico, arquitectónico, etc. Un claro ejemplo de esto, perceptible desde hace unos años en Bogotá, es la acogida de la música campesina de gaita colombiana y la música campesina de carranga. Estas expresiones musicales propias de la cultura campesina de la región Caribe y del departamento de Boyacá, respectivamente, se han insertado en el repertorio musical de muchos jóvenes que hoy aprenden y ejecutan con gran maestría los ritmos propios de campesinos de los Montes de María y de los pueblos boyacenses. No es nada extraño encontrar grupos de rock, rap, hip hop, entre otros géneros urbanos, utilizando instrumentos y ritmos de la música de gaita o de la música carranguera para desarrollar nuevas propuestas musicales. Sin embargo, estas tendencias no son tan nuevas, podemos remontarnos a la propuesta musical del maestro Lucho Bermúdez o Pacho Galán para entender cómo los ritmos tradicionales campesinos se convirtieron en éxitos urbanos. Esas formas musicales híbridas se popularizaron y se internacionalizaron aún más con las propuestas de artistas como el Joe Arroyo y Carlos Vives2. Resultaría muy ingenuo hablar de purismos culturales en pleno siglo XXI. ¿No ocurre lo mismo con la distinción hecha arriba entre lo oral y lo escritural?, por supuesto. No es posible hablar en estos tiempos de una oralidad pura, aislada de contacto alguno con la escritura. Por supuesto que no existe, me arriesgo a afirmar que hasta en el rincón más remoto de nuestro país ha llegado en algún grado la escritura, incluso en las comunidades indígenas de fuerte tradición oral. Sin embargo, a pesar de que no podamos hablar de una oralidad «pura», sí podemos hablar de formas orales (secundarias diría Ong) que aunque han tenido contacto con la escritura se diferencian notablemente de ésta. Las composiciones de los campesinos en décimas de los Montes de María se diferencian enormemente de las décimas del escritor Manuel Mejía Vallejo. Lo oral posee una estructura muy distinta de la estructura escritural, (por eso la mayoría de niños escriben como hablan, pues están todavía bajo la influencia de la estructura oral al escribir. Las normas que rigen la escritura difieren de las normas que rigen el habla). En el mismo sentido, es 2El fenómeno actual del llamado «Tropi-pop» es claramente un producto de la propuesta de fusión del vallenato y el rock, o el pop, de Carlos Vives en los años ’90. Página 8 de 151 claro que las estructuras que rigen la literatura oral son distintas de las estructuras de la literatura escritural. Teniendo en cuenta lo anterior, a pesar de los procesos de sincretismo e hibridez cultural a los que nos podamos enfrentar en literatura, es preciso tener presente la distinción de un tipo de literatura concebida, producida y recibida en el ámbito de la escrituralidad, y otro en el de la oralidad. Aunque la literatura escritural se nutra con temas y formas de la oralidad no deja de pertenecer al mundo de lo escritural y viceversa, aunque el decimero campesino haya escuchado la poesía de Pombo y se inspire en «la pobre viejecita» o en «la hora de tinieblas», su poesía no deja de ser oral. Me pregunto entonces cuál es la razón por la cual la literatura oral de los campesinos de los Montes de María o de cualquier otra región de Colombia no aparezca en las historias de la literatura colombiana. Si es clara la distinción entre una literatura oral y una literatura escritural por qué sólo se estudian, teorizan, critican e historizan únicamente aquellas que han sido concebidas por un autor de forma escritural y divulgadas como tal. A lo largo de este trabajo veremos en detalle las razones que han llevado a la omisión de la literatura oral de los estudios literarios en Colombia. Por ahora sólo nos limitamos a afirmar que nos enfrentamos a un caso de hegemonía cultural. La cultura letrada en Colombia ha dominado y ha permanecido en una posición privilegiada desde la constitución misma de las ciudades. De acuerdo con Ángel Rama: La constitución de la literatura, como un discurso sobre la formación, composición y definición de la nación, habría de permitir la incorporación de múltiples materiales ajenos al circuito anterior de las bellas letras que emanaban de las élites cultas, pero implicaba asimismo una previa homogenización e higienización del campo, el cual sólo podía realizar la escritura. (1984, 91) De igual manera, Rama observa que la literatura escritural «absorbe múltiples aportes rurales, insertándolos en su proyecto y articulándolos con otros para componer un discurso autónomo que explica la formación de la nacionalidad y establece admirativamente sus valores» (91). Sin embargo, en el afán de la construcción de la literatura nacional, la literatura escritural «redescubre las contribuciones populares, localistas, como formas incipientes del sentimiento nacional y, tímidamente, las contribuciones étnicas mestizadas; sobre todo, confiere organicidad Página 9 de 151 al conjunto, interpretando este desarrollo secular desde la perspectiva de la maduración nacional, del orden y progreso que lleva adelante el Poder»(92). De esta manera, señala Rama que «La literatura, al imponer la escritura y negar la oralidad, cancela el proceso productivo de ésta y lo fija bajo las formas de producción urbana» (93). La cultura letrada se instaura como una cultura hegemónica. En términos de Bourdieu una cultura hegemónica se define a partir del reconocimiento social e histórico dentro de un campo simbólico (1988). Considerando estos dos aspectos, de acuerdo con la naturaleza de esta investigación, inspirado en el amplio concepto de campo literario del sociólogo francés, resulta pertinente observar que en Colombia existe un campo literario escritural y, aunque no sea reconocido, un campo literario oral. Diferenciamos entonces entre un campo literario escritural y un campo literario oral que hacen parte del gran campo cultural en Colombia: el primero ostenta la hegemonía dentro del gran espacio simbólico de la literatura colombiana. Para esta investigación, obedeciendo a la tradicional división de las cinco grandes regiones culturales colombianas, he limitado el estudio de los romances, coplas y décimas a los subcampos de la literatura oral del Caribe y del Pacífico. Dentro de cada uno de estos campos podemos identificar una serie de agentes e instituciones especializadas encargadas de regular las tensiones, dinámicas y conflictos de poder dentro del campo. Para lograr la hegemonía de lo escritural frente a lo letrado hemos visto que se le han asignado a lo largo de la historia una serie de valores a las obras que pertenecen al mundo escritural relegando a aquellas del mundo oral en categorías de poco valor. Las categorías mencionadas arriba: «formas folclóricas», «expresiones populares», entre otras, han sido asignadas a buena parte de la literatura oral conocida en el país y le han restado peso frente a las literaturas escriturales categorizadas y valoradas como formas artísticas. La distinción (Bourdieu 1988) ha sido evidente a lo largo y ancho de la historia de la literatura colombiana. De esta manera, la literatura oral quedó en manos de antropólogos interesados en el estudio de culturas primitivas, culturas que en pleno siglo XXI siguen utilizando la oralidad como forma primordial en la comunicación y la creación verbal; en manos de lingüistas interesados en entender las particularidades de la lengua en las diferentes culturas orales; en manos de musicólogos interesados en los cantos y en la música de las creaciones literarias orales; o en manos de Página 10 de 151

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Este trabajo es la continuación de un proceso investigativo de más de cinco años alrededor . hip hop, entre otros géneros urbanos, utilizando instrumentos y ritmos de la música de gaita o de la música .. religión mistérica, accesible a los iniciados, pero que debe ser protegida contra toda.
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