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"otro excluido" en la literatura oral Navarra PDF

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Símbolos y superposiciones culturales y religiosas sobre el “otro excluido” en la literatura oral navarra (Cultural and religious symbols and overlappings on the “other excluded one” in oral literature in Navarre) Asiáin Ansorena, Alfredo Eusko Ikaskuntza Pza. del Castillo, 43 bis-3.D. 31001 Iruñea BIBLID [1137-439X (1999), 18; 115-147] Se aborda el estudio de los agotes y afines, de los judíos, gitanos y moriscos. Partiendo de datos históricos, se constata su exclusión física, pseudobiológica y conductual, y religiosa. Estas minorías se confunden en un “otro excluido” indiferenciado, que se analiza en cuatro imágenes simbólicas presentes en la literatura oral: determinados oficios manuales; bandido; quincallero o vendedor ambulante; y brujo. Por último, se aíslan tres superposiciones simbólicas, a partir de un sustrato mítico, que confluyen tardíamente en la imagen del quinquillero. Palabras Clave: Minorías. Exclusión. Otro excluido. Símbolos. Superposiciones simbólicas. Literatura oral. Folklore. Agotak eta kidekoak, juduak, ijitoak eta moriskoak dira azterlan honen helburua. Datu historikoetatik abiaturik, jende horien baztertzea egiaztatzen da: fisikoa, pseudobiologikoa eta portaerazkoa, eta erlijiozkoa. Gutxiengo horiek “bazterreko bestea”, bereizi gabeko hori bilakatu dira, eta ahozko literaturan ageri diren lau irudi sinbolikoetan aztertzen da: eskuzko lanbide jakin batzuk; gaizkilea; kinkilari edo txerpolaria; eta aztia. Azkenik, substratu mitiko batean oinarrituriko hiru gainjartze sinboliko bakartzen dira, eta beranduago bategiten dute kinkilariaren irudian. Giltz-Hitzak: Gutxiengoak. Baztertzea. Bazterreko bestea. Sinboloak. Gainjartze sinbolikoak. Ahozko literatura. Folklorea. On aborde l'étude des “agotes” et apparentés, des juifs, gitans et maures. En partant de données historiques, on constate leur exclusion physique, pseudo-biologique et de comportement, et religieuse. Ces minorités se confondent en un "exclu" indifférencié, que l'on analyse en quatre images symboliques présentes dans la littérature orale: des métiers manuels déterminés; bandit; quincaillier ou vendeur ambulant; et sorcier. Pour finir, on isole trois superpositions symboliques, à partir d'une essence mythique, qui confluent tardivement vers l'image du brigand. Mots Clés: Minorités. Exclusion. Exclu. Symboles. Superpositions symboliques. Littérature orale. Folklore. Zainak. 18, 1999, 115-147 115 Asiáin Ansorena, Alfredo La imagen del “otro excluido” en cualquier época o lugar y por cualesquiera motivos se crea a partir de cuanto es distintivo social y culturalmente, pero también mediante la incorpo- ración de la alteridad, del nivel de la sombra, esto es, la sociedad excluyente también pro- yecta en el excluido todo el nivel de sus miedos y de sus fantasmas. Por todo ello, todo rasgo distintivo real o atribuido se simboliza, se esencializa. Para presentar en su verdadera dimensión este conflicto sordo, hago mías las palabras de Louis Cardaillac cuando afirmaba, refiriéndose a la situación de los moriscos, (1992: 37): “Así, durante un siglo se impuso el sueño de la pureza y de esencialismo y se pretendió una amputación cultural, olvidando que una cultura es la suma total de las aportaciones y de las influencias recibidas”. Tal pretende ser mi objetivo: valorar la imagen del “otro excluido” como una aportación al imaginario cultural navarro. 1. CONTEXTO HISTÓRICO Y SOCIAL 1.1. Breve cronología de la exclusión La peculiaridad histórica del Reino de Navarra, independiente en su territorio peninsular hasta 15121, influye en la cronología de las exclusiones étnico-religiosas y en las transforma- ciones del imaginario popular que está presente en la literatura oral navarra. En primer lugar, es necesario precisar que a finales del siglo XV coinciden en Navarra, al menos, cuatro minorías étnico-religiosas: judíos, mudéjares, agotes (y afines) y gitanos. En 1498, seis años después que los reinos vecinos, los Reyes de Navarra son obligados a expulsar, ante la amenaza pontificia de excomunión, a los judíos del Reino. La verdadera exclusión, para aquellos judíos conversos que habían permanecido, se producirá en 1521, cuando se les hace cargar con la responsabilidad de la vuelta de las tropas navarras antes de la victoria final castellana2. En el caso de los mudéjares, no abandonarán tierras navarras rumbo a las aragonesas hasta 1516, cuando Navarra, ya incorporada a Castilla, hace efectiva la pragmática castella- na de 1502, según la cual los moros habían de salir al destierro o convertirse al cristianismo. Con ello termina oficialmente la presencia de musulmanes en Navarra.3 Muy poco se sabe sobre los moriscos que quedaron o volvieron tras la conversión de Aragón en 15254. Según Mercedes García Arenal (1984:65): “debió de ser un grupo insignificante y que pasó casi inadvertido”. Sin embargo, Joan Reglá (1974:198) comenta: “En Asturias, Vizcaya y Navarra, el morisco no es un personaje desconocido: es artesano o vendedor ambulante”. 1 Todas estas referencias históricas se pueden ver, entre otros, en J. Mª Lacarra (1975). 2 Referencias interesantes en los libros de Mercedes García Arenal y Beatrice Leroy (1984) y J. Mª Lacarra (1975). 3 De la situación de los mudéjares en Navarra en el siglo XIV se puede hallar información en el artículo de Juan Carrasco (1986). Más interesantes todavía las de Mercedes García Arenal y Lacarra ya citadas. 4 Louis Cardaillac (1992:28). 116 Zainak. 18, 1999, 115-147 Símbolos y superposiciones cultur. y relig. sobre el “otro excluido” en la literatura oral navarra Las otras dos minorías (gitanos y agotes) corrieron mejor suerte y siguen actualmente en suelo navarro, si bien su evolución ha sido bastante diferente, puesto que los primeros conti- núan en cierto modo excluidos5, mientras que los segundos se han integrado totalmente6. Geográficamente, los mudéjares fueron quienes tuvieron una presencia más localizada. Se asentaban en aljamas de Tudela y de otros enclaves de la Ribera navarra. Judíos y agotes estaban repartidos por toda Navarra, al igual que los gitanos que, por su carácter ambulante, se extendieron por toda la geografía. En el caso de los moriscos, los casos son mucho más localizados y esporádicos: Pamplona y Monteagudo, por ejemplo. Es importante recordar que Los Arcos y su Comarca eran tierras ocupadas por Castilla desde 1463 a 1753, hecho que pudo favorecer el contacto con moriscos y judíos. Esta presencia de estos colectivos ex- cluidos han cuajado en varios relatos folklóricos localizados en una zona muy próxima: Agui- lar de Codés y todo el ámbito de las Cinco Villas. 1.2. Breve valoración sobre los estudios históricos y documentales de conjunto Una importante dificultad de partida es que los estudios históricos abordan la presencia de estos colectivos en Navarra de forma bastante diversa. Como el objeto de mi estudio, no obstante, no es completar un panorama histórico, sino valorar la imagen del otro, sólo voy a compilar algunos datos dispersos. En general, me voy a limitar a mencionar algunas obras históricas de conjunto sobre estos colectivos. A ellas remito, si se quiere realizar un acerca- miento más profundo. El colectivo de los judíos del Reino de Navarra ha suscitado el interés y las investigacio- nes de Juan Carrasco (1993) (en una obra monumental, a la que remitimos) y de Beatrice Le- roy (1984), entre otros. Asimismo, los mudéjares fueron estudiados por el propio Carrasco (1986) y por Mercedes García Arenal (1984). De ambos colectivos, ha presentado una muy buena síntesis Juan Carrasco en fechas recientes (1996). Los agotes fueron objeto de estudio parcial por Florencio Idoate (1948 y 1973), J. Riera i Sans (1975) y Julio Caro Baroja (1968, 1990a y 1990b) hasta que Paola Antolini (1989) pre- sentó una obra de conjunto. Sobre ellos en la Francia meridional, se pueden revisar a F. Bé- riac (1990) y A. Guerreau y Y. Guy (1988). Los gitanos y los moriscos han estado, en general, más desatendidos. Ambos colectivos han tenido, como iremos mostrando, profundas relaciones. De los primeros, tenemos datos, muchos procedentes de un artículo de Florencio Idoate (1949), en el recorrido por los grupos excluidos y marginados (agotes y gitanos, entre otros) que realizó F. J. Caspistegui (1996), pero por los moriscos no ha habido más que un interés tangencial. Salvo algunas referencias en autos de fe inquisitoriales, pocos datos concretos se han analizado sobre el importante papel que representaron en la historia de Navarra del siglo XVI7. Por último, y con una perspectiva geográfico-histórica más amplia, David Nirenberg (1996) ha estudiado diversos ejemplos de exclusión en ambos lados de la frontera hispano- francesa. 5 Ver el artículo de Florencio Idoate (1949:443-474). 6 Revisar el libro de Paola Antolini (1989) y el artículo de Idoate (1948:489-513), introducción a otras obras más extensas. 7Los estudios de Louis Cardaillac sobre los moriscos en el Languedoc y en el Bearn son los más importantes al respecto. Zainak. 18, 1999, 115-147 117 Asiáin Ansorena, Alfredo Remito a todos los estudios citados para ahondar en una visión histórica de todos estos grupos marginados. Sin embargo, y dada la escasa atención que se ha prestado a la presen- cia de moriscos en tierras navarras, me gustaría recordar algunos de los hechos más impor- tantes y subrayar algunos indicios que me inclinan a pensar que su presencia fue más impor- tante de lo que habitualmente se ha creído8. En primer lugar, la cercanía de un gran colectivo de moriscos en el Reino de Aragón a los que se consideraba como “quintacolumnistas” del turco o de los protestantes del Bearne tuvo que repercutir en Navarra, tierra de tránsito para esos complots. Así lo recuerdan Anto- nio Domínguez Ortiz y Bernard Vincent (1979:58), cuando reproducen una misiva de los in- quisidores de Zaragoza. Estos autores (1979: 61) describen esta situación: “Pero lo que preocupaba cada vez más a Felipe II era, indiscutiblemente, el estableci- miento de relaciones habituales entre moriscos, sobre todo los aragoneses, y los protes- tantes del Bearne. Y no sin motivo. Desde los años 1570, emisarios de los cristianos nuevos viajaban a dicha región del sur de Francia con el fin de obtener la firma de un pacto de alianza. El gobernador de Bearne, Monsieur de Ros, llegó a declarar: ‘Luego yremos a España y daremos con esa tierra y cobraremos a Navarra’”. Todos estos tratos se conocen tras la publicación de las Memoriasdel duque de la For- ce, gobernador del Bearne (1979:173). Joan Reglá (1974: 70) insiste además en la importan- cia del bandolerismo catalán y aragonés, donde muchos moriscos, ayudados por los inmi- grantes franceses que huían de las guerras de religión, llegaron a suponer un peligro real. En este sentido, los “passadors de cavalls” pirenaicos (1974:89) representaban un ejemplo de las relaciones entre el Reino de Navarra ultrapirenaico y el colectivo morisco. Casi todos los historiadores que han tratado el hecho morisco han recalado en el episodio de los manejos de Antonio Pérez en Francia (1974:74-77) y del doble espía, Pascual de Santisteban, sobre el proyecto de sublevación en España de los moriscos. Durante años, Navarra debió de ser lugar de tránsito para el exilio voluntario de los mo- riscos antes del decreto de expulsión (1979:178): “La elección del camino por el norte se explica porque la huida directa a países maho- metanos constituía un delito; en cambio, desde Francia podían embarcarse hacia el nor- te de África; es probable que algunos de estos moriscos pensaran quedarse a residir en Francia aprovechando las favorables disposiciones iniciales de Enrique IV”. Cuando se hace efectivo el decreto de expulsión, muchos optan por el camino del norte (1979:191): “En Francia fueron al principio bien recibidos: incluso se les autorizó a quedarse, y algu- nos lo hicieron, pero a la mayoría les repugnaba hacer la declaración de fe católica que se les pedía. Por otra parte, conforme aumentaba el aflujo de emigrados se modificaba el talante de la población francesa; a principios de 1612 se decía que había ya cuatro mil moriscos en San Juan de Luz; unos preparaban su partida para Marruecos, y navíos con cargamento de armas, mercancía muy apreciada. Otros, decepcionados, se procu- raban falsos documentos para volver a España”. Según Domínguez Ortiz y Vincent (1979:195) un contingente importante de moriscos de- bió de salir por Navarra: 8 Mercedes García Arenal, por ejemplo, cree que su presencia e importancia debió ser muy limitada. 118 Zainak. 18, 1999, 115-147 Símbolos y superposiciones cultur. y relig. sobre el “otro excluido” en la literatura oral navarra “Muchos moriscos se habían anticipado al decreto y habían salido por la frontera de Francia. Según los registros oficiales, salieron por Vera, Roncesvalles y Somport 22.532 y se embarcaron en Los Alfaques 38.286”. Joan Reglá (1974:96) precisa más: “En cuanto a los moriscos aragoneses que salieron por el Pirineo, “cerca de 10.000 lo hicieron por Navarra y de 12 a 14.000 por Canfranc, donde el gobernador de Bearne les hizo pagar 10 reales por cabeza”. Sin embargo, los posibles asentamientos en Francia debieron de ser muy limitados (1979:228). Mucho más interesante es la posibilidad de que muchos se quedaran, posibilidad que ya dejan entrever Domínguez Ortiz y Vincent (1979:248). Como veremos más tarde, estos moriscos que se quedaron desempeñaron oficios ambulantes muy semejantes a los de los gitanos. Como se puede apreciar, todos estos datos, insuficientes sin embargo para elaborar una síntesis sólida, son un claro indicio de que el morisco no era desconocido en Navarra. Ade- más, contamos con varias referencias de moriscos en Navarra presentes en los autos de fe inquisitoriales. Tales casos han sido estudiados por Iñaki Requena (1984:176-188), J. I. Telle- chea (1985) o por J. Mª Olaizola (1992:191-232). Pero no sólo se puede recurrir a la documentación histórica. También nos auxilia la topo- nimia9. Son varios los topónimos que se relacionan con los moriscos. Nos interesa una serie asociada a la Cendea de Galar, comarca cercana a Pamplona. Los topónimos en cuestión son idénticos en Galar (aparece escrito por primera vez en 1609), Arlegui (1654 y 1655) y Su- biza (1666): “Morisco bidea”, cuya traducción del vascuence significa ‘camino de moriscos’ o “camino que llaman de moriscos”, topónimo que se recoge en Subiza en 1691. En conclusión, creemos que hay obras de referencia suficientes como para abordar el estudio de estos cuatro colectivos excluidos. 9 Debo estas útiles indicaciones a Mikel Belasko, coordinador de la investigación en toponimia menor en Nava- rra. Zainak. 18, 1999, 115-147 119 Asiáin Ansorena, Alfredo 1.3. Proceso de indiferenciación en un otro excluido: símbolos distintivos y asociaciones simbólicas en la literatura oral navarra CUADRO 1: imágenes del otro excluido en la literatura oral navarra. SUPUESTAS DIFERENCIAS BIOLÓGICAS Y CONDUCTUALES DIFERENCIAS EN LOS TRABAJOS DIFERENTE RELIGIÓN SOSPECHAS SOBRE SU CRISTIANISMO MOROS Y MORISCOS JUDÍOS AGOTES Y AFINES GITANOS PROCESO DE INDIFERENCIACIÓN EN UN OTRO EXCLUIDO TRAS LAS CONVERSIONES Y EXPULSIONES ASOCIACIONES SIMBÓLICAS REFERIDAS AL OTRO OFICIOS MANUALES OPOSICIONES SEMÁNTICAS Dentro / Fuera, Fijo-asentado / Nómada-ambulante, Agrícola-pastoril / Artesanía- comercio, Religión-Día-Dios / Superstición-Noche-Diablo, Intelectual-espiritual- limpio-blanco / Manual-sucio-oscuro, Valiente-noble / Cobarde-traidor. BANDIDO OPOSICIONES SEMÁNTICAS Bien / Mal, Cultural / Contracultural-instintivo, Dentro / Fuera, Productivo / Dañino, Sociedad pastoril / Lobo, Cristiandad-Cordero de Dios / Islam-Lobo, Cristiano fiel o viejo / Infiel-apóstata o cristiano nuevo. QUINCALLERO, OPOSICIONES SEMÁNTICAS TRATANTE O Dentro / Fuera, Fijo-asentado / Nómada-ambulante, Agrícola-pastoril / VENDEDOR Artesanía-comercio, Bien / Mal, Religión-Día-Dios / Superstición-No AMBULANTE che-Diablo, Valiente-noble / Traidor (ingenioso)-cobarde, Productivo / Dañino, Cristiano fiel o viejo / Infiel-apóstata o cristiano nuevo. BRUJO OPOSICIONES SEMÁNTICAS Bien / Mal, Religión-Día-Dios / Superstición-Noche-Diablo, Valiente-noble / Trai- dor-cobarde, Productivo / Dañino, Cristiano fiel o viejo / Infiel-apóstata o cristiano nuevo. RESUMEN: EXCLUSIÓN Exclusión física,es decir, del nú- Exclusión pseudobiológica y con- Exclusiónreligiosa: mal, supersti- cleo de la población: fuera, nó- ductual:manual-sucio-oscuro, co- ción-noche-diablo, islam-lobo, in- mada-ambulante, comerciante. barde-traidor, contracultural-instinti- fiel-apóstatao cristianonuevo. vo, dañino, mal. ESTA EXCLUSIÓN MITIFICA AL EXCLUIDO AL QUE SE LE CREE DOTADO DE CARACTERÍSTICAS PERNICIOSAS MIEDO AL ROBO, MIEDO AL CONTAGIO MIEDO A LA BRUJERÍA Y AL ASESINATO O AL ENGAÑO FÍSICO Y MORAL A LAS PRÁCTICAS MÁGICAS RESULTADO: CONCEPTO DE LIMPIEZA DE SANGRE Y MIEDO AL MESTIZAJE 120 Zainak. 18, 1999, 115-147 Símbolos y superposiciones cultur. y relig. sobre el “otro excluido” en la literatura oral navarra En el cuadro anterior, se ofrece una síntesis del proceso de exclusión de estas gentes desde los rasgos más característicos y particulares de cada grupo, hasta las categorías más indefinidas del otro excluido. Para elaborar la serie de oposiciones semánticas presentes en cada una de las imágenes aisladas en la Literatura oral, se ha recurrido al concepto de isoto- pía, que se explicará más detenidamente en el epígrafe 2, concepto que se ha aplicado tan- to a las fuentes históricas que han abordado estas exclusiones, como a los etnotextos recopi- lados personalmente. Comencemos aislando y analizando algunos de los símbolos presentes en los estudios de enfoque histórico. Estos símbolos, al principio, identificaban y excluían a cada uno de es- tos colectivos; pero, posteriormente, se fueron asociando e incluso confundiendo hasta crear nuevas categorías de excluidos. En general, estos grupos de gentes sufrieron tres tipos de exclusión: una exclusión pseudobiológica y conductual, una exclusión social(la más importante) que se materializó en una exclusión física, es decir, del núcleo de la población, y una exclusión religiosa. 1.3.1. EXCLUSION PSEUDOBIOLOGICA Y CONDUCTUAL Todas estas razas malditas estaban estigmatizadas por unas supuestas diferencias bio- lógicas y conductuales. Como recuerda Julio Caro Baroja (1991:90), la línea de pureza o im- pureza de la sangre, tan importante en esta época, venía sólo marcada por la ascendencia patrilineal. De hecho, esto hizo que las diferencias fisiológicas, más objetivables en el fondo por cuanto respondían a la genética, se fueran poco a poco disipando. Dependía en gran manera de la conducta reproductiva más o menos endogámica. Los gitanos, por ejemplo, han tenido y tienen una fidelidad sexual y una tradición de matrimonios endogámicos que, como afirma Caro Baroja (1990a:73-80), fue catalogada como incestuosa. Casi todos los co- lectivos excluidos han sentido una presión social tendente a impedir los matrimonios mixtos, es decir, el mestizaje. Así, Antolini (1989:27-28) describe el orden del matrimonio como uno de los esenciales en la historia de marginación de los agotes. Interesa, por cuanto contribuye a esa imagen maléfica de estos colectivos, recordar que cuando una mujer agote casaba con un hombre no agote, se consideraba que éste iría perdiendo su vitalidad hasta morir. Aquí encontraríamos la presencia de una antigua corriente misógina aplicada a la exclusión. Por lo tanto, sean rasgos físicos constatables o fabulaciones, bastantes de ellos se esencializaron y sirvieron de verdaderos símbolos. En este sentido, se produce una llamativa mezcla entre lo que genéticamente era característico y una fabulación pseudobiológica don- de presuntos defectos naturales y fantásticos recuerdan innegablemente un orden simbólico de la inversión. El judío con su nariz aguileña, el gitano con su color aceitunado(verdinegro) o moreno, el morisco de tez muy morenao el agote con el lóbulo de la oreja pegadoson imágenes cul- turalmente tan enraizadas que aún hoy en día subsisten. Sin embargo, estos rasgos no son ni mucho menos definitivos, por lo que se tendió a asociarlos con otros símbolos de la inversión y del mal. Veamos un ejemplo, referido a los agotes, que plasmó Caro Baroja en el prólogo a la obra de Antolini (1989:12): “Recuerdo también que las personas de las que se decía que eran de “casta de ago- tes” (“agote kasta”) eran rubicundos y entrados en carnes, que tenían ojos claros, piel fi- na, rosada. A esto se añadía -según la opinión- otros rasgos físicos y caracteres fisioló- gicos difíciles de comprobar. Uno era el de que tenían pegado el lóbulo de la oreja; otro, que no producían mucosidad en las narices. En la cara presentaban pústulas; y, en fin, Zainak. 18, 1999, 115-147 121 Asiáin Ansorena, Alfredo se hablaba de otro elemento que se ha atribuido comúnmente a gentes mal considera- das por el pueblo: el de que ocultaban un hermoso rabo”. También la demonología social influyó en los progromos que se produjeron en toda Euro- pa. A los factores económicos, como el odio a los prestamistas, Mullet (1990:75) cree que hay que añadir una característica que dimana de un odio religioso, pero que se puede cata- logar a la vez de moral, conductual e incluso pseudobiológica: el ser los asesinos de Cristo. Todavía hoy en día, en la tradición oral de Genevilla, se dice: “De Genevilla salieron, por Laguardia pasaron, y en Labastida comieron los que a Cristo sentenciaron”. Otro recurso muy empleado para estigmatizarlos era asociar a estas gentes (1988:18) con “una imprecisa categoría de enfermos”. Esta enfermedad, y el miedo a ser contagiado, eran a la vez pseudobiológicos, conductuales y morales. En el caso de los agotes, Antolini recuerda cómo el obispo Marca (1988:164-5) insiste en que la lepra que les afecta (lepra de Giezi) ya aparece en la Biblia, dato que le sirve para apoyar su disertación científica. Recuer- da que tienen un “olor infecto” que sólo puede ser superado con el bautismo cristiano. Gitanos y moriscos han tenido que hacer frente a las diferencias en el color de la piel. To- da esta exclusión está motivada por el negro, color del mal, de la inversión, que se aprecia en innumerables representaciones demoníacas en el imaginario artístico de la época. Caro Baroja (1991:88) describía así a los moriscos: “Pero es seguro que se trataba de gente más parecida en conjunto a la que puebla la costa africana del Mediterráneo y la que se halla en el Asia anterior a la Europea, incluso meridional. Contribuyó, sin duda, a formar un tipo racial muy oscuro el elemento negro (...)”. A estos dos colectivos también se les atribuía una extraordinaria fecundidadque alarma- ba a la sociedad excluyente y que se relaciona con una última y sutil inversión. Absolutamen- te en todos estos colectivos la imagen de la mujer(judía, mora o morisca, agote o gitana) era contraria a los valores tradicionales. Como analiza Philippe Sénac (1983:91), el pagano es in- ferior a su esposa, que aglutina una imagen más compleja donde se aúnan belleza y objeto de deseo motivado por su carácter infiel o prohibido y por una supuesta sensualidad. Conductualmente estos colectivos atesoran toda una serie de valores invertidos: cobar- día, traición, capacidad de fascinación, doblez, deshonestidad, improductividad, etc. En un re- frán que recoge Florencio Idoate (1949:452) referido a los gitanos, por ejemplo, aparece una comparación muy importante entre su comportamiento y el del lobo, símbolo mítico del mal: “El lobo y el gitano donde habita no hace daño”. Y es que los gitanos son uno de los colectivos que, según Caro Baroja (1990a:73-80), más sufrieron esta atribución de valores: ladrones de niños que llevaban a la Berbería, antro- pófagos... En conclusión, hay rasgos físicos que se simbolizan tanto por parte de los que excluyen (nariz, lóbulo, color de la piel ...) como por los excluidos (circuncisión, por ejemplo, como sím- bolo de identidad étnico-religiosa) junto con símbolos del orden invertido o del mal que se les atribuyen (rabo, defectos, enfermedades, color negro, traición ...). Sin embargo, y aunque hu- bo asociaciones y confusiones en este aspecto, no es tan importante como la exclusión social. 122 Zainak. 18, 1999, 115-147 Símbolos y superposiciones cultur. y relig. sobre el “otro excluido” en la literatura oral navarra 1.3.2. EXCLUSION SOCIAL La exclusión social se producía de forma muy llamativa en el orden de los oficios. Ejercí- an trabajos diferentes fuera del núcleo de la población o de manera ambulante. La segrega- ción llega a ser tan profunda que incluso Caro (1991:96) subraya la existencia de un estilo morisco en muchos oficios frente al estilo cristiano viejo. Una clasificación que Caro Baroja (1990a:74) utiliza para caracterizar los oficios de los gi- tanos nos puede servir como punto de partida. Éstos se dedicaban a actividades no morales como el latrocinio, actividades sospechosascomo la acrobacia y la volatinería y a actividades misteriosascomo el trabajo del hierro o la adivinación. Para que tal clasificación sirva para to- dos los grupos y oficios, la completaríamos con un último ítem: las actividades manuales. Efectivamente, las actividades manuales son propias de todas estas minorías. Los ago- tes (1989) desempeñan trabajos de carpinteros, canteros, molinerosy herreros. Los moriscos (1991:109-110) se dedicaron también a oficios subalternos y manuales. Por ejemplo, herreros y caldereros, albañiles, ceramistas, carpinteros y vendedores de vino y aceite; muchos eran agricultores e incluso buenos horticultores; tenían tiendas de comestibles y se dedicaban a la trajinería. Un último grupo de profesiones, también típicas de judíos y judeoconversos, tenían que ver con labores textiles: alpargatero, tejedor, sastre, soguero, espartero, olleros, zapate- ros, etc. Si aducimos un ejemplo concreto, en el Auto de fe de Calahorra en 1566, José Igna- cio Tellechea Idígoras (1985:189-190) refiere los siguientes datos que confirman que todos desempeñaban oficios fuera del núcleo de la población: “Si la nómina de protestizantes resulta relativamente copiosa, la de moriscos “reconcilia- dos por la secta de Mahoma” es mucho más escasa y denota su procedencia aragone- sa y riojana. Son cinco los reconciliados: • Juan Miguel de Marruecos, natural de Rueda (Aragón), morisco, trompeta, residente en Pamplona. • Miguel, zapatero alpargatero, natural de Gotor (Aragón), residente en Aguilar. • Francisco el Zaido, morisco, tejedor, natural de Pedrola (Aragón), residente en Aguilar. • Juan Romo, morisco, pelaire, vecino de Aguilar. • Usabel Allde (Alcaide?), viuda morisca, vecina de Aguilar. El trabajo ambulante como la trajinería, el pequeño comercio de los arrierosy buhoneros o la trata de animales les confería una gran movilidad social (Domínguez Ortiz y Vincent; 1979:86). Por tanto, todo el conjunto de los conversos, nos recuerda Iñaki Requena (1984:188), “se puede enmarcar dentro de un contexto de artesanos y trabajadores ambu- lantes”. De forma más concreta, apunta las siguientes profesiones: “Aparecen entre los moriscos variadas profesiones artesanales o manuales, como zapa- teros o especialistas en cerámica (“orceros”), trabajadores textiles (“un espadador de li- no”), y oficios transhumantes como arrieros o trajineros. Tampoco faltan ejemplos de gentes dedicadas al sector servicios o alimentación, como pueden ser los mesoneros, y está presente entre los moriscos acusados la figura del tañedor, híbrido de músico, bo- hemio y andarín. Entre los judíos conversos procesados se pueden ver al médico y al sastre, profesiones que abundaban también entre los “marranos” de otras latitudes”. Muy cercanas a las actividades manuales y ambulantes estaban determinadas activida- des misteriosas. La ferreríaera una ocupación generalizada en todas las minorías excluidas. Zainak. 18, 1999, 115-147 123 Asiáin Ansorena, Alfredo Esta dedicación, como ya explicó Mircea Eliade (1974), se asoció desde tiempos míticos con lo maléfico. Así, la ferrería gitana, en conexión con la morisca (Domínguez Ortiz y Vincent; 1979:119), encaja perfectamente con la figura de los “buhamiak” del folklore vasco, figura que también ha sufrido numerosas superposiciones. No menos sospechosos resultarían los oficios sanitarios(médicos, boticarios, saludado- res...), ocupaciones típicas de judíos conversos y de moriscos (Caro; 1991:122). Las actividades sospechosas se relacionaban con los espectáculos ambulantes. Los gi- tanos destacaban como acróbatas, volatineros e incluso como domadores de osos (Bur- ke;1991:93-94). Asimismo eran tan reputados músicos como los moriscos y agotes. Estos úl- timos eran considerados los mejores txistularis y atabaleros. En resumen, podemos afirmar que hay que distinguir estos oficios productivos de las ocupaciones no lícitas o no morales. A los judíos se les acusaba en relación con la usura y el préstamo; a moriscos y gitanos con actividades propias de ladrones, salteadores de caminos y bandoleros. Ya hemos hablado anteriormente del bandolerismo morisco en los Pirineos, de- dicación que hay que extender a muchas otras zonas (Reglá; 1974:29). Caro (1991:73-80) re- cuerda que una de las actividades que se achacaban a los gitanos era la cuatrería; esta ima- gen maligna era “adornada” con acusaciones de antropofagia y de venta de niños en Berbe- ría. Pero quizás donde mayor incomprensión encontraron fue en lo relativo a sus ritos y a sus fiestas y celebraciones. Los agotes, por ejemplo, no podían participar en las danzas de las fiestas y tenían entradas, lugares y pilas bautismales especiales en la celebración de los ritos eclesiásticos. Es en este epígrafe donde los símbolos de exclusión se hicieron más fuer- tes, porque se confundieron ritos y rasgos culturales con simulación o falsa conversión. Sa- bemos que las tres religiones celebraban ritos distintos y en distintas fechas. El domingo, día del Señor o sagrado, no era celebrado por moriscos y judíos, y en los días de ayuno y de vi- gilia se les acusaba reiteradamente de comer carne. Hasta tal punto se vigilaban estos ritos que en el Auto de fe que nos está sirviendo de ejemplo, resume José Ignacio Tellechea Idí- goras (1985:189-190) En todos ellos, de extracción social baja, se registra su fidelidad a las prácticas religio- sas mahometanas: practicar el aguador, baño y la zala, ayunar en el Ramadán, y otros ritos y ceremonias moras, y haber creído que se salvarían en la secta de Mahoma; Fran- cisco el Zaido quiso además convertir a su mujer. Los dos últimos habían muerto en la cárcel reconciliados. A los tres primeros se les condenaba a galeras por cinco años y el primero de todos llevó además una tanda de doscientos azotes”. Por no extendernos demasiado, podemos afirmar que los agotes eran apartados en los ritos y en las fiestas; que los judíos y los moriscos tenían sus propios ritos y fiestas; y que los gitanos, siempre escépticos en materia religiosa, también celebraban sus propios rituales. Quizás, dentro de los ritos, el único dato verdaderamente distintivo que ha dejado huella en la Literatura oral sea el símbolo de la carne y la matanza ritual morisca o judía. Tanto moris- cos como judíos tenían mataderos y matarifes especiales. José Pedrosa (1995:83) aporta da- tos sobre el ritual judío y los carniceros o ´soet. Si tomamos como ejemplo la alimentaciónhis- panomusulmana y morisca, en ella, según Manuel Espadas Burgos (1975: 537-565) destacan, como base de su alimentación, los cereales, las legumbres, el pan y diversas formas de ga- chas, el arroz, las verduras y las frutas frescas o secas. Son importantes también el ajo, el vi- nagre y las especias con que aliñan sus comidas. En lo relativo a la carne, apenas se consu- me entre las clases sociales más bajas. Las clases acomodadas comen carnero y cordero, y 124 Zainak. 18, 1999, 115-147

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oficios manuales; bandido; quincallero o vendedor ambulante; y brujo. Por último, se aíslan tres superposiciones simbólicas, a partir de un sustrato
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