No lo llames amor 032-ESC-126557-No lo llames amor.indd 1 25/05/17 11:15 No lo llames amor Noelia Amarillo Esencia/Planeta 032-ESC-126557-No lo llames amor.indd 3 25/05/17 11:15 © Noelia Amarillo, 2017 © Editorial Planeta, S. A., 2017 Avda. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España) www.esenciaeditorial.com www.planetadelibros.com © Imagen de la cubierta: Halay Alex – Shutterstock Primera edición: julio de 2017 ISBN: 978-84-08-17380-9 Depósito legal: B. 14.063-2017 Composición: Víctor Igual, S. L. Printed in Spain - Impreso en España Ésta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y sucesos que aparecen son producto de la imaginación del autor o bien se usan en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas reales (vivas o muertas), empresas, acontecimientos o lugares es pura coincidencia. El editor no tiene ningún control sobre los sitios web del autor o de terceros ni de sus contenidos ni asume ninguna responsabilidad que se pueda derivar de ellos. El papel utilizado para la impresión de este libro es cien por cien libre de cloro y está calificado como papel ecológico. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47. 032-ESC-126557-No lo llames amor.indd 4 25/05/17 11:15 Para José Luis y María Paz. Os quiero 032-ESC-126557-No lo llames amor.indd 5 25/05/17 11:15 VECINOS TERCERO INTERIOR TERCERO EXTERIOR IZQUIERDA CENTRO DERECHA IZQUIERDA DERECHA Félix Lara Dolores Carrión Vicenta García Estudiantes Eva Borrego Mercedes Robles Adán Vega- (la Chata) Sombría SEGUNDO INTERIOR SEGUNDO EXTERIOR IZQUIERDA CENTRO DERECHA IZQUIERDA DERECHA Óscar Fuentes Gala Aráoz Pedro Pablo Pérez Charo López Familia hindú Gadea y Jimena Vacío (el Cubano) (la Morosa) Aguilar Los trillizos PRIMERO INTERIOR PRIMERO EXTERIOR IZQUIERDA CENTRO DERECHA IZQUIERDA DERECHA Cruz Santos Calisto Ramos Rodrigo Castro Federico Rivera Familia Galán Bruno Cortes (Calix) (el Estirado) Encarna Gómez BAJO INTERIOR BAJO EXTERIOR IZQUIERDA CENTRO DERECHA IZQUIERDA DERECHA Manuel Gómez Juan Contreras Salvador Martín Familia asiática Familia asiática (el Inspector) (el Mudo) (el Ogro) 032-ESC-126557-No lo llames amor.indd 6 25/5/17 13:30 1 dD ¿A quién se le ocurre empezar el curso escolar un jueves? A los iluminados de nuestro (des)gobierno, por supuesto. Hay que te- ner mucha mala leche para empezar el cole dos míseros días antes del fin de semana. ¿O no pensáis como yo? ¡Es que es la leche! No podía empezar un lunes, no. Tenía que ser un jueves. Así, con dos cojones. Que, oye, seguro que hay un motivo maravilloso para empezar un jueves, pero ahora mismo no lo veo, la verdad. Desde luego, los del Ministerio de Cultura ya no saben cómo joder la marrana... ★ ★ ★ Jueves, 8 de septiembre de 2016 —Mira que te sienta mal madrugar — comentó Jimena, obser- vando a la adulta supuestamente responsable que tenía que lle- varlas, a ella y a su hermana pequeña, al colegio. —No me sienta mal madrugar, todos los días me despierto a las siete para estar aquí antes de que vuestra madre se vaya a tra- bajar — protestó Eva ofendida, ahogando un bostezo. —Sí, pero en cuanto mamá se va, te tumbas en el sillón y te pones a roncar — objetó Gadea, observando con ojo clínico su mochila, no fuera a faltar algún libro. No era cuestión de empezar el cole con mal pie. —Yo no ronco, mocosa. Y os aconsejo que dejéis el tema si no queréis que os ponga bocatas de cebolla para el almuerzo — amenazó Eva cuando la niña mayor fue a replicar. Jimena y Gadea bufaron molestas, pero conociendo el mal ta- lante que Eva gastaba de buena mañana, decidieron guardar si- d 21 032-ESC-126557-No lo llames amor.indd 21 25/05/17 11:15 D Noelia Amarillo d lencio. Al menos, por un rato. Lo justo para acabar de desayunar, meter los bocadillos en la mochila y marcharse de casa. No habían acabado de salir cuando se abrió la puerta del piso de enfrente y tres niños de tez y pelo oscuros, de entre siete y doce años, invadieron el descansillo del segundo interior acom- pañados por un hombre tan moreno como ellos. Eva y el papá hindú se saludaron con el consabido «buenos días» mientras los niños estallaban en una alegre algarabía en la que el tema princi- pal era el principio del curso. Bajaron al rellano general y allí se encontraron con la Morosa del segundo exterior y sus trillizos. Los adultos se saludaron con educación no exenta de tensión, al fin y al cabo, la Morosa debía dos años de comunidad, y los ni- ños, ajenos a esas cuitas, se adelantaron en la escalera, formando mayor alboroto aún con la incorporación de los tres chiquillos. Alboroto que llegó a extremos insospechados cuando los trillizos y las niñas se enzarzaron en una pelea de dimensiones apoteósi- cas en el descansillo del primero exterior por defender sus postu- ras. A saber: Bob Esponja era un genio o Bob Esponja era un asco. Eva echó a correr y llegó a tiempo de apartar a Jimena de la pelea en tanto que la Morosa detenía a su hijo por los pelos, lite- ralmente. Y, en medio de esa locura, la puerta del primero exte- rior izquierda se abrió y de ella salió un hombre unos diez años mayor que Eva, de porte rígido y vestido con un elegante traje de dos piezas. En el bolsillo de la chaqueta asomaba un pañuelo bur- deos que hacía juego con la corbata. Les dedicó a todos tal mirada de desprecio que silenció a los niños e inmovilizó a la madre de los trillizos, pero no así a Eva, que llevaba años sufriendo sus mi- raditas y se había vuelto inmune a ellas. —Hombre, Rodrigo, malditos los ojos que te ven —d ijo a modo de saludo, aferrando con mano firme a Jimena por si se le pasaba la parálisis e intentaba morder al trillizo. —Ya veo que sigues tan encantadora como siempre, Eva — replicó él arrugando la nariz como si le molestara su olor. Ella no pudo evitar gruñir—. Si no saben educar a sus hijos, al menos tengan la decencia de llevarlos con bozal para que no ladren D 22 032-ESC-126557-No lo llames amor.indd 22 25/05/17 11:15 D No lo llames amor d — exigió mirando con desdén al grupo antes de tomar el ascensor con gesto indignado. En cuanto el exasperante vecino desapareció, los adultos esta- llaron en una ofendida protesta y los niños continuaron discu- tiendo, aunque más tranquilos. —¿Ya se ha vuelto a enfadar el Estirado? — comentó mordaz Cruz al salir de casa y encontrarse con los ánimos soliviantados por culpa de Rodrigo. Cerró la puerta con cuidado para no des- pertar a su novio, un periodista que había pasado la noche en la discoteca de moda tras el famoso de turno—. Ay, Mari, no te imaginas quién se lio ayer con quiénes, sí, quiénes, en plural. Te vas a quedar muerta — soltó intrigante. Eva les dedicó a las niñas una mirada que les dejó bien claro que, si volvían a montar gresca, las consecuencias serían terribles, y se volvió hacia Cruz con los ojos brillantes por la emoción. —Cuenta. Cruz la tomó del brazo y se inclinó para detallarle al oído el escándalo del año. —¿Sabes ese modelo tan guapísimo que estaba liado con...? Mientras Cruz desgranaba el jugoso cotilleo, los chiquillos del primero interior y su madre se unieron al enjambre de personas y personitas que ocupaba la escalera. Bajaron entre charlas, risas y algún que otro exabrupto. En el portal se les unieron los niños asiáticos del bajo interior, y las agudas voces de la infantil turba pronto se convirtieron en una espeluznante cacofonía que les im- posibilitaba entenderse. Aunque no por eso dejaron de gritar; al contrario, hablaron más alto a pesar de las protestas de los adultos, que, en lugar de calmar el alboroto, lo que hacían era soliviantarlo. —¡Silencio! — exclamó de repente el dueño del bajo exterior derecha saliendo de casa vestido con un batín y un elegante pija- ma—. ¡Todos en fila! Vamos a ver, ¿qué son ustedes?, ¿personas o bestias? — preguntó a los niños a la vez que cruzaba las manos a la espalda con apostura militar—. Piense bien lo que va a decir, se- ñorita Gadea — advirtió a la pequeña cuando ésta abrió la boca. Por supuesto, volvió a cerrarla. Los niños se miraron entre sí antes de desviar la mirada hacia d 23 032-ESC-126557-No lo llames amor.indd 23 25/05/17 11:15 D Noelia Amarillo d los adultos, quienes se apresuraron a disimular que la cosa no iba con ellos. Al fin y al cabo, el Ogro había sido profesor durante más de cinco décadas, lo que significaba que también les había dado clases a algunos de ellos, y era muy difícil resistirse al influjo de su voz. —Muy bien, ¿falta alguno de sus compañeros? —p reguntó el severo anciano. Todos, adultos incluidos, negaron con la cabe- za—. Entonces, váyanse y líbrennos del sufrimiento de tener que oírlos — ordenó antes de entrar de nuevo en su casa. La madre de los trillizos bufó ofendida, mientras que el resto de los adultos se miraron con expresión divertida. No había se- mana que el Ogro no les echara la bronca por escandalosos. Sin esperar un instante más, niños y adultos salieron a la calle y emprendieron la subida por la costanilla de San Andrés para ir al colegio Nuestra Señora de la Paloma. ★ ★ ★ El vecino dio un paso atrás, apartándose de la puerta a la vez que abría los puños. Los dedos, doloridos por la fuerza con la que los había apretado, crujieron al estirarse. Todos los días, la misma historia. Los mismos gritos. Las mis- mas voces infantiles interrumpiendo su descanso. Y en septiem- bre todavía era peor, porque empezaban el curso y los pequeños monstruitos estaban más alterados de lo normal. Ya debería estar acostumbrado. Pero no lo estaba. Al contrario. Cada año le costa- ba más contener su furia y no arremeter contra los maleducados mocosos y sus impasibles madres. A veces incluso soñaba con su- mergir sus pequeñas cabezas en cubos llenos de agua para silen- ciarlos. Pero se contenía. Le gustaba su casa y su barrio, las vistas que había desde su ventana y estar a un paseo de su trabajo. Defi- nitivamente, no le apetecía cambiar de domicilio. Y eso sería lo que sucedería en caso de que se tomara la justicia por su mano y les diera su merecida lección a esos malcriados. Así que tocaba armarse de paciencia y aguantarse. Pero eso no significaba que fuera a quedarse de brazos cruzados. D 24 032-ESC-126557-No lo llames amor.indd 24 25/05/17 11:15 D No lo llames amor d De hecho, tenía pensada una pequeña travesura de lo más di- vertida. Se dirigió a la habitación reconvertida en despacho y encendió el ordenador. Una sonrisa soñadora asomó a sus labios mientras pensaba en lo mucho que habían cambiado los tiempos. Cuando era pequeño acudía al mismo colegio que los niños del edificio y hacía una travesura similar. Sólo que en su época se tenía que juntar con los críos infestados de piojos y después, tras encerrarse en su cuarto y lejos de la mirada indiscreta de su madre, buscar las liendres y los piojos que habitaban en su propio pelo y guardarlos en cajitas. Luego, cuando bajaba al patio a jugar con los vecinos, repartía los bichitos en sus cabezas. Lo divertía ver a las madres volverse locas con el vinagre, tratando de erradicar la epidemia mientras él se entretenía en extenderla. Incluso, con el paso del tiempo, algunas familias cortaban el pelo a sus hijas en un vano intento por acabar con el contagio. Era maravilloso ver a las niñas llorar desconsoladas por sus arruinadas melenas. Y eso era más o menos lo que iba a hacer ahora. Sólo que ya no tendría que buscar a niños infestados de piojos para contagiarse. Ahora todo era mucho más fácil. Todo se podía comprar por in- ternet. Incluso los piojos. Luego sólo sería cuestión de extender- los y esperar a que se propagaran. Y sus vecinos eran tan estúpi- dos que supondrían que se trataba de otra epidemia de tantas. No verían que tenían el foco en su propia casa. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios; sí, iba a ser muy entretenido verlos rascarse la cabeza hasta quedarse sin uñas. No veía el momento de poner en marcha su venganza. Abrió Tor para acceder a la deep web. Esperó un instante a que se cargara la página que tanto tiempo y trabajo le había costado hallar, e hizo su encargo. ★ ★ ★ Eva y Cruz caminaban tras los niños cuando se encontraron frente al mejor espectáculo del mundo mundial: Calix, el bueno- d 25 032-ESC-126557-No lo llames amor.indd 25 25/05/17 11:15
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