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Mi gran amor PDF

146 Pages·2010·0.64 MB·Spanish
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Mi gran amor Sobrecubierta None Tags: General Interest Mi gran amor Sarah Dunn Capítulo 1 Para ser justa con él, tengo que decir que no había manera de que Tom me dejara y yo me sintiera bien. Lo que pasa es que no estoy de humor para ser justa con el, así que, como mucho, haré lo posible por ser precisa. Fue el ultimo fin de semana de septiembre. Habíamos organizado una cena. Los invitados estaban a punto de llegar. Me quede sin mostaza de Dijon, imprescindible para la salsa del pollo, así que mande a mi novio Tom -mi «novio residente», como lo llamaba siempre mi madre-a la tienda, para que comprara un tarro. «Que no sea de la picante» estoy casi segura que le dije, porque una de las invitadas era Bonnie, mi mejor amiga, que en aquel momento estaba embarazada de siete meses, y la comida picante la hace sudar mas de lo habitual; me pareció que lo que menos falta hacia en la cena era una mujer con una barriga enorme y las axilas de la ropa empapadas. Luego resulto que no, que no era eso lo que menos falta hacia en la cena. Lo que menos falta hacia es lo que paso: al cabo de una hora de haberse marchado, Tom me llamo desde una cabina para decirme que empezara sin el, que no iba a volver, que no había comprado la mostaza y que, por cierto, estaba enamorado de otra. ¡Y teníamos invitados! Según la educación que he recibido, cuando se tienen invitados no se hace nada extraño o grosero, ni siquiera remotamente humano. Por eso hice lo que hice. Con toda tranquilidad, asome la cabeza a la sala de estar y llame a mi amiga. –Bonnie, ¿te importa venir a la cocina un momento? Bonnie entro en la cocina con paso torpe. –¿Dónde esta Tom? – pregunto. –No va a venir -dije. –¿Por que? –No lo se. –¿Cómo que no lo sabes? –Me ha dicho que no va a venir a casa. Creo que acaba de romper conmigo. –¿Que? ¿Por teléfono? Es imposible -dijo Bonnie-. ¿Que te dijo, exactamente? Se lo conté. –Dios mío, ¿de verdad te ha dicho eso? ¿Estas segura? Me eche a llorar. –Pero bueno, esto es intolerable. – Bonnie me abrazo con todas sus fuerzas-. Es imperdonable. Imperdonable, desde luego. Por lo que a mi respectaba, lo mas imperdonable de todo no era solo que Tom hubiera puesto fin a nuestra relación de cuatro años sin previo aviso, o que lo hubiera hecho por teléfono, ni siquiera que lo hiciera en mitad de una cena, sino que encima había colgado sin darme la oportunidad de decir ni una sola palabra. Eso, para mi, era casi inconcebible. En cambio, según la opinión de Bonnie, lo imperdonable era que aquello no era mas que una estratagema de Tom para no tener que proponerme matrimonio a corto plazo. Me expuso esta teoría mientras todavía me abrazaba, pensando que con eso me tranquilizaría. –Los hombres hacen lo que sea para evitar el matrimonio -me dijo-. No le encuentran la gracia. – Me acaricio el pelo-. Miran a sus amigos casados y les parecen derrotados. Como si lo acabaran de llamar a escena, en aquel momento entro en la cocina Larry, el marido de Bonnie, con un paño de cocina a rayas colgado de la cintura y dos fuentes de polio al Marsala en las manos. Larry estaba orgullosísimo de su éxito con el pollo. Al ver que Tom no llegaba con la mostaza, se le ocurrió la idea del Marsala y preparo la salsa con los champiñones que saco de la ensalada. Podría contarles muchas cosas sobre Larry. Cuando aun era novio de Bonnie la engaño, la engaño a diestro y siniestro, pero allí estaba ahora, padre de dos hijos, cocinero de pollo al Marsala, la viva imagen de la tranquilidad domestica. Tal vez fuera un hombre derrotado, pero era un hombre derrotado y fiel. –Tom no va a venir -dijo Bonnie a Larry-. Dice que esta enamorado de otra. –¿De quien? – pregunto Larry. Yo sabía de quien estaba enamorado, claro. Ni siquiera me había molestado en preguntárselo. Estaba enamorado de Kate Pearce. ¡Y yo lo sabia! ¡Lo sabía! Bonnie también lo sabia, se le notaba en la cara. De hecho, ella y yo habíamos hablado mucho sobre Kate, la antigua novia de Tom en sus tiempos de universidad, sobre todo desde que lo invito al primero de lo que luego se convirtió en una serie de almuerzos amistosos, hecho que coincidió con la adquisición por parte de Bonnie de un teléfono inalámbrico manos libres en forma de cascos. Si menciono el manos libres es solo porque, desde que lo compro, Bonnie se dedicaba casi en exclusiva a hablar por teléfono. –Anoche, mientras ponían Nightlime, Tom empezó a hacer abdominales -!e comenté a Bonnie durante una de nuestras conversaciones telefónicas-. ¿Por que crees que será? –Por nada -respondió Bonnie. –Pues yo no me creo que alguien empiece a hacer abdominales de un día para otro y no sea por nada. –Hace unas semanas pusieron Rocky en la TNT y al día siguiente Larry instalo su equipo de pesas en el garaje, así que podría ser por nada. –¿Te ha dicho de quien? – me pregunto Larry. Dejo el pollo al Marsala sobre la encimera de la cocina-. ¿Te ha dicho de quien esta enamorado? –Esta enamorado de Kate Pearce -respondí. Decir en voz alta una frase como aquella me resulto doloroso, increíblemente doloroso. Me senté a la mesa de la cocina y enseguida rectifique-: Bueno, cree que esta enamorado de ella. –Seguro que no es mas que una aventura -apunto Bonnie. –¿Y eso esta permitido? – pregunto Larry. –Claro que no -replico ella-. Lo que quiero decir es que se le pasara enseguida. –Tu no la conoces -dije-. Es muy guapa. –Tu también eres muy guapa -dijo Bonnie. Estiro el brazo sobre la mesa para darme unas palmaditas en la mano, con lo que consiguió que no me sintiera ni remotamente guapa. A ninguna mujer guapa le dan palmaditas al tiempo que le dicen lo guapa que es. Simplemente no hace falta. Mi amiga Cordelia entró en la cocina para ver que pasaba, y en cuanto la vi me eche a llorar otra vez. Cordelia también rompió a llorar. Me levante y allí nos quedamos las dos, de pie sobre el sintasol gris de la cocina durante lo que pareció una eternidad, abrazadas como se abrazan dos personas que acaban de perder a un familiar. Solo mucho mas adelante me entere de que en aquel momento Cordelia pensó que mis lagrimas tenían que ver con un familiar muerto y que, si hubiera sabido lo que pasaba en realidad, no habría llorado tanto, ni mucho menos. Tiene una actitud muy filosófica en lo que respecta a los asuntos del corazón, tan filosófica como solo la puede tener una persona que ya ha estado casada y no tiene la menor intención de volver a casarse. El ex marido de Cordelia se había vuelto loco dieciocho meses después del día de la boda, aunque ella decía siempre que debería haberse dado cuenta mucho antes de que no estaba en sus cabales, con todos sus picores, sus llantinas y su manera de hiperventilar. En realidad aquellos primeros días acabaron por parecer la edad de oro de la estabilidad mental comparado con lo que vino después, e incluso ahora, pasados ya cinco años de su divorcio. Cordelia seguía recibiendo de cuando en cuando una llamada de alguien que había visto como su ex se quitaba los pantalones por la ventana en Good Morning, América, o como patinaba por Fairmount Park sin mas ropa que unos calcetines y un gorro de Santa Claus. Últimamente ya se lo toma a risa. Bueno, reír, lo que es reír, no se ríe, pero tiene un buen repertorio de chistes sobre ex maridos locos que cuenta cuando esta de humor. Por ejemplo, Cordelia asegura que lo peor de tener un ex marido loco es intentar contar a los demás que tu ex marido esta loco, porque nadie te cree: todas dicen que sus ex maridos están locos. Hay que empezar a dar detalles y mas detalles sobre su locura, hasta que al final el interlocutor te mira con cara de entender y dice «¡Ah, a si que tu ex esta loco de verdad!». –Pues no puede ser, no puede cortar contigo por teléfono -dijo Cordelia después de que Bonnie le contara lo que pasaba-. Vivís juntos. Tenéis un sofá a medias. –Esto no te lo había dicho nunca -me dijo Bonnie-, pero siempre he odiado ese sofá. –Lo eligió Tom -expliqué. Aquello hizo que me echara a llorar de nuevo-. Yo no quería que tuviera la sensación de que al venir a vivir conmigo ya no podía seguir eligiendo los sofás. –Ese sofá -le dijo Bonnie a Larry-es el motivo de que no te deje elegir sofás. Un poco mas tarde, Bonnie salió al cuarto de estar y mando a su casa al resto de los invitados. Después, entre Larry y ella limpiaron la cocina, para que al despertarme no me tuviera que enfrentar a un montón de platos sucios. Luego Cordelia me metió en la cama con una botella de vino. Le dije que prefería quedarme sola, y por fin los tres se marcharon. Debería dejar constancia de que mi primer pensamiento después de colgar el teléfono tras la conversación con Tom fue que lo del anillo había sido un error. Esto es lo que había pasado: unos meses antes había visto en una revista la foto de un anillo de compromiso que me gusto mucho. Me avergüenza reconocer que la recorte, y mas vergüenza todavía me da decir que se la metí a Tom en el maletín mientras se estaba duchando. No tenia intención de que saliera corriendo a comprar el anillo al día siguiente, pero pensaba que no le iría mal tener el dato archivado, para utilizarlo en algún momento de un futuro indeterminado. Cuando Larry le pregunto a Bonnie como le gustaban los anillos de compromiso, ella le dijo que no quería un solitario, que prefreía algo diferente, y el respondió «vale, algo diferente, yo me encargo». De repente Bonnie tuvo una visión de lo que sucedería si se encargaba el (hay que tener en cuenta que Larry es quien, en cierta ocasión, colgó con grapas dos toallas marrones en la ventana del dormitorio y las dejo ahi durante cuatro años), de manera que cogió una servilleta de papel, dibujo una gran alianza de diamantes y debajo escribió las palabras «Platino», «Talla doce», «GRANDE» y «PRONTO». Larry, obediente, llevo la servilleta a la joyería, y ahora Bonnie lleva en el dedo algo que parece una tuerca con abundantes chispitas. Aunque claro, también puede que yo esté exagerando con el tema del anillo, pero es que tengo tendencia a centrarme en un detalle y olvidarme de todo lo demás. Me pasa desde siempre. En preuniversitario cogí una asignatura de dibujo al natural, y al final de la primera sesión de dos horas lo único que había en mi libreta de bocetos era una exquisita reproducción del gigantesco pene incircunciso del modelo. Pero bueno, el caso es que, evidentemente, no tendría que haber metido en el maletín de Tom la foto de aquel anillo. Evidentemente, deben haberme puesto firme con el tema de Kate desde el principio. Ahora lo veía todo clarísimo. ¡Pero es que ni se me paso por la cabeza que Tom estuviera teniendo una aventura! Bueno, eso tampoco es cierto. Se me pasaba por la cabeza constantemente, pero siempre que sacaba el tema Tom me aseguraba que era una tontería. –Así no puedo vivir -me decía-. Si no confías en mi, será mejor que pongamos fin a lo nuestro ahora mismo. Y se mostraba tan tranquilo y sereno, tan lógico, que yo pensaba: tiene razón, son cosas mías, soy una paranoica, esto me pasa por-que mi padre nos abandono cuando tenia cinco anos, yo estaba en plena fase edípica, tengo un miedo irracional al abandono y he de superarlo. Y luego me venían a la cabeza pensamientos como «no aprietes entre los dedos al gorrión, sostenlo en la mano abierta; si vuelve es que era tuyo, si no vuelve es que nunca lo fue». Y me quedaba satisfecha, en pleno estado zen, y trataba de recordar de donde había salido lo del gorrión y entonces me acordaba de El principito de Antoine de Saint-Exupery, aunque entre ambas cosas no hay mas conexión que una especie de obviedad adolescente un tanto bobalicona, lo que a su vez me hacia recordar la posesión mas preciada de Tom, una bobalicona camiseta de El principito pintada a mano por Kate durante los años de preuniversitario, si, la misma Kate con la que tanto salía a comer… y así volvía a estar como al principio. –Mira -le dije en cierta ocasión a Tom, en el transcurso de una de nuestras discusiones acerca de Kate-, no me sienta bien que vayas a comer tan a menudo con una antigua novia. –Soy perfectamente capaz de seguir siendo amigo de una persona con la que he salido -replico Tom-. Además, tu sigues siendo amiga de Gil. –En primer lugar, yo no sigo siendo amiga de Gil -le dije-. En segundo lugar, Gil es homosexual, así que aunque siguiera siendo amiga suya no tendría importancia, porque no le interesa acostarse conmigo. Cuando se acostaba conmigo no le interesaba acostarse conmigo. –Kate tiene novio -insistió Tom. Puse los ojos en blanco-. Andre y ella viven juntos -siguió. Yo disimule un bufido-. No pienso seguir hablando de este tema - concluyo, y se fue a jugar a squash. Todas aquellas discusiones no servían de mucho. Tom seguía yendo a comer con ella. ¡Hasta quería que yo fuera a comer con ella! Llego a darle mi numero del trabajo. –Kate te va a llamar la semana que viene. Quiere ir a comer contigo -me dijo. Me pase todo el fin de semana dando vueltas a mi plan en la cabeza. Tome la decisión de no devolverle la llamada. No respondería al teléfono, y cuando recibiera el mensaje no le devolvería la llamada, a ver si pillaba la indirecta. Y adivinen lo que paso: ¡no llego a llamarme! En aquel momento debí imaginarme a lo que me enfrentaba. Aunque no hubiera servido de mucho. Cuando una mujer como Kate Pearce decide que quiere a tu novio, no se puede hacer nada para impedirlo. No estoy diciendo que Tom no tuviera ninguna responsabilidad en el asunto. Ya se lo había advertido yo. «No quiere que seáis solo amigos», le decía. «Las mujeres no actúan así», le decía. «No va a parar hasta que se acueste contigo.» ¡Tom había llegado a hablar de invitarla a la cena de aquella noche! «Es que no tiene muchos amigos», me había dicho. Si, claro, pensé yo. Primero la invito a una cena, luego intima con mi grupo de amigos y cuando me quiero dar cuenta se esta tirando a mi novio. Ya se como funciona esto, pensé. Por desgracia no sabia como estaba yendo aquel asunto en concreto, porque Kate se había saltado los preliminares. Ya se estaba tirando a mi novio. ¡Llevaba cinco meses haciéndolo! –No tenemos sillas suficientes para Kate y para Andre -le dije a Tom cuando propuso que la invitáramos a la cena. –Solo vendría Kate -dijo Tom-. Y yo me sentare en una silla plegable. –¿Que ha sido de Andre? – quise saber. – Ya no esta con el. –¿Cómo que ya no esta con él? –Han cortado. Creía que lo sabías. –¿Como lo iba a saber? Seguro que se están preguntando una cosa: si el asunto llevaba en marcha

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