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Memorias De Un Lobo PDF

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Memorias de un LOBO Memorias de un LOB Historia basada en hechos reales Lobo Rabioso 1 Memorias de un LOBO 2 Memorias de un LOBO 3 Memorias de un LOBO INDICE  Introducción Página. 7  Capítulo 1. Mi infancia Página. 15  Capítulo 2. Mi adolescencia Página. 85  Capítulo 3. Mi juventud Página. 147 Se pierde el inicio del capítulo 4  Capítulo 5. Mis días en la facultad Página. 211  Capítulo 6. Llegó el amor de mi vida Página. 233 Se pierde el inicio del capítulo 7  Capítulo 8. Llegan mis hijos Página. 343 Se pierde el inicio del capítulo 9  Capítulo 10. Diario de un Lobo Página. 387  Epílogo Página. 407 4 Memorias de un LOBO 5 Memorias de un LOBO A mi Violeta del alma 6 Memorias de un LOBO Introducción 08:38 hrs. Afortunadamente todo salió como lo planee. Los guardias de la entrada solo me saludaron y pasé al gran salón donde está el servidor. Por fin, estoy sentado en una oficina de la “Marsh USA Agencies” exactamente en el piso 94 del la torre norte, frente a mi lap top, escribiendo con detalle lo que ahora hago. Puedo ver a través de la ventana, donde mañana mismo, día 12 de septiembre de 2001, se estrellará el primer avión de los terroristas justamente en este piso, donde estoy ahora mismo. Como antes expliqué, por más mensajes y advertencias que hice por Internet vía correo electrónico, nadie me tomó en serio. Recuerdo ahora cómo me decía Jenny en el pasado: “lobo rabioso" y eso, rabia contenida es lo que tengo en este momento al pensar en los autores del atentado. 08:40 hrs. En este momento conectaré mi lap top a la red del servidor de esta compañía de seguros para lanzar una advertencia de lo que está por venir. Es una mañana soleada y por la ventana tengo una vista ilimitada de Nueva York. Ya está bajando el virus a la red. 08:46 hrs. Se ha completado la transferencia del virus a la red de la compañía... por todos los santos. Veo a lo lejos venir de frente un enorme avión. Santo Dios, me equivoqué por un día. El avionazo es hoy y es inminente... sabía que no saldría de esta. Espero que alguien encuentre este equipo para... Nueva York, enero de 2005 El que suscribe, reportero gráfico de un conocido periódico neoyorquino, Robert Smith, siente la obligación moral de reportar lo que encontré hace menos de 4 años en las ruinas de las torres gemelas un día después de esa tragedia y darlo a conocer a todos los que lo quieran leer, pues probablemente si lo hubiera hecho en cuanto supe de él, se habrían salvado miles de personas en un hecho trágico que ocurrió años después a miles de kilómetros de aquí. El día 12 de septiembre de 2001, solo un día después de tan trágicos 7 Memorias de un LOBO acontecimientos en las torres gemelas, mi jefe me ordenó cubrir gráficamente todo lo que en ese momento ocurría. No dudé ni un minuto en ir a cumplir esa tarea, pues en la torre norte trabajaban muchos amigos míos y en mí, surgió la débil esperanza de encontrar vivo por lo menos a alguno de ellos. En mi vida había visto semejante catástrofe. Si para mí había sido terrible haber sido testigo de lo ocurrido mediante la televisión, pues cuando ocurrieron los atentados estaba cubriendo un reportaje fuera de la ciudad, ahora, estando parado en el corazón de Nueva York, frente a esa descomunal montaña de escombros, lo que observé me dejó impactado. En los alrededores de la zona devastada vi angustiadas a cientos de personas con fotografías de sus familiares que estaban dentro de los edificios al momento del atentado, con la esperanza de que alguien los reconociera para dar con ellos. Me dirigí luego hacia los edificios colapsados y como pude, burlando la estricta vigilancia, pues solo dejaban pasar a personal médico y de rescate, me adentré en los escombros y me aboqué entonces a mi tarea sacando cientos de fotografías de todo ese desastre y en ocasiones, al tratar de enfocar con mi lente hacia alguna parte humana mutilada, se empañaban mis ojos de llanto al ver toda esa tragedia. Al ser testigo presencial de esa devastación, perdí por completo la esperanza de encontrar con vida siquiera a una sola persona. Cuando estaba en la cima de una enorme montaña de escombros enfocando mi cámara hacia unos pocos arcos que no se derrumbaron de la fachada de una de las torres, escuche una fuerte voz de mando que me gritaba: —¡Usted, el de la cámara, baje de inmediato! Era un oficial policiaco que lo único que quería era proteger mi integridad. En mi trabajo uno debe ser más que osado, arriesgando muchas veces la vida con tal de obtener una buena instantánea. Al voltear a ver al oficial, empecé a bambolear, pues una piedra rodó bajo la losa en la que estaba parado provocando que yo cayera estrepitosamente, rodando más de 10 metros por la ladera de los escombros. Mi equipo se daño seriamente, pero yo sentí que más dañada había quedado mi cabeza. Como pude, traté de incorporarme y cuando estaba recogiendo mis cámaras vi entre los escombros lo 8 Memorias de un LOBO que parecía un pequeño portafolios plateado. Al desenterrarlo descubrí que se trataba de una lap top la cual estaba muy dañada y manchada de sangre. La levanté y luego de sacudirla un poco la abracé de inmediato. Pronto llegaron varios socorristas preguntándome por mi estado. Al ver que sangraba profusamente de la cabeza se alarmaron y ordenaron que me sentara. Pronto se abocaron a revisar mis heridas y rápido pararon la hemorragia. Por su radio portátil ordenaron una camilla y a los pocos minutos otro par de socorristas llegaron corriendo al sitio. Con mi equipo y la lap top que había encontrado, me subieron a la camilla transportándome hasta llegar a una ambulancia, de las que había docenas cercanas al sitio. Abrasaba fuertemente la computadora portátil que había encontrado cuando me trasladaban al hospital, pues tenía el enorme presentimiento que algo importante encontraría en ella. No me equivoqué al pensar eso, pues efectivamente, la memoria dañada de esa computadora me revelaría cosas insospechadas. Afortunadamente los daños en mi cabeza eran pocos comparados a los daños sufridos a mi equipo y la computadora encontrada, así que en menos de dos horas, luego de haberme sacado una radiografía de mí cabeza y confirmado que no estaba fracturado el cráneo, me dieron de alta, prescribiéndome el médico que me había atendido sólo analgésicos. Con la cabeza vendada me dirigí de inmediato a la redacción del periódico entregando 4 rollos fotográficos que había tomado con mi cámara convencional, misma que había quedado prácticamente inservible. También entregué la memoria de mi cámara digital que contenía más de 200 fotografías. Al verme el jefe de redacción con la cabeza vendada quedó sorprendido y de inmediato le conté lo ocurrido, omitiendo el hecho de que había encontrado la computadora portátil. Dándome una palmada en la espalda me ordenó que me retirara otorgándome el resto del día libre. Siendo apenas las 2 de la tarde, me dirigí de inmediato a mi departamento para tratar de echar a andar la lap top que había encontrado, muriendo de curiosidad por escudriñar su memoria. Luego de haberme dado una ducha me aboque a esa tarea. La portátil era de marca Toshiba y alguna ocasión escuche que las lap top de dicha marca eran muy aguantadoras resistiendo trato rudo y por ello hacía unos años me había comprado una semejante, pero para 9 Memorias de un LOBO entonces era un poco obsoleta. Me senté en mi escritorio con ansia y abrí la dañada portátil intentado prenderla. Al no haber respuesta luego de intentar echarla a andar, le conecté el eliminador de baterías de mi propia computadora, que comprobé era compatible con la que había encontrado y por fin logré que prendiera. En la pantalla de esa computadora apareció primero la imagen de un enorme lobo como fondo de pantalla y luego se fueron acomodando poco a poco los elementos del escritorio. Me dirigí de inmediato al icono de “mis documentos” y ahí encontré muy pocos archivos, unos con enormes cantidades de fotografías, otros con artículos médicos. Algunos más contenían expedientes médicos de pacientes, pero de animales, dejando ver que el dueño del equipo con toda seguridad era veterinario. Pero lo que más me llamó la atención, fue un documento protegido con una clave, con el título de “Mis memorias” que no pude abrir. No sé por qué, pero tenía el enorme presentimiento de que ese documento revelaría cosas muy importantes referentes a los atentados. El sistema operativo de la computadora era Windows en español y todos los documentos de dicho aparato venían también en ese idioma. Afortunadamente yo domino perfectamente el castellano pues tengo muchos amigos hispanos en Nueva York. Cuando intentaba abrir el misterioso documento, de repente la computadora empezó a lanzar humo de un costado y pronto se difuminó la pantalla. Desesperado me paré de inmediato y desconecté el eliminador de la lap top. Soplando fuertemente disipé el humo que aún quedaba dentro de la computadora y bufando de la rabia me azoté frustrado sobre un sillón sin dejar de ver la lap top chamuscada. Me resigné a esa pérdida y sin más, me puse de pie cogiendo el aparato, arrojándolo luego al cesto de basura que estaba junto a mi escritorio. Fui a comer a un restaurante en la 5ª avenida sin que de mi mente se apartara todo lo que había visto cuando estaba sobre los escombros. Por las calles se escuchaba un ir y venir de ambulancias y patrullas con sus sirenas prendidas. En un televisor que estaba en el restaurante no dejaban de trasmitir todo el tiempo lo de esa tragedia y los comensales, con la boca abierta, veían el televisor como si estuvieran hipnotizados. Una vez que terminé de comer sentí un horrendo dolor de cabeza y luego de pagar, me dirigí de inmediato a mi departamento en donde me tomé 2 aspirinas. De 10

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