LA MASONERÍA REVELADA MANUAL DEL APRENDIZ ESTUDIO INTERPRETATIVO SOBRE EL VALOR INICIATICO DE LOS SÍMBOLOS Y ALEGORIAS DEL PRIMER GRADO MASÓNICO Y MISTICA DOCTRINA QUE EN ELLOS SE ENCIERRA POR MAGISTER PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN Al presentar esta tercera edición, especialmente destinada a los masones latinoamericanos, de nuestro primer Manual, creemos nuestro deber agradecer de todo corazón a todos los QQ.·. HH.·. que han tenido conocimiento de la primera, por la verdaderamente bondadosa y cordial acogida que en todos los países de habla española ha sido dispensada. Esto se debe sin duda, fundamentalmente, al hecho de que el impulso espiritual por el cual muchos han sido atraídos entre las columnas de la Augusta Institución –cuyo objeto es labrar el progreso de la Humanidad sobre la tríplice base de la educación moral, del progreso espiritual y del mejor discernimiento y cumplimiento de nuestros deberes- despierta en su interior el deseo, primeramente latente, de penetrar el significado profundo de los símbolos y de la Sociedad, así como de las posibilidades que se nos revelan en su comprensión. Esta obra, y las que sobre el mismo tema se han escrito y se escribirán, simplemente responden, en el mecanismo universal de la Ley de Causalidad, al deseo de conocer, que constituye el presupuesto indispensable de todo aprendizaje, y el único que puede darnos la llave para penetrar en el Santuario luminoso de la Eterna Verdad. Nada podemos conocer sin antes haber obtenido el deseo de saberlo, y ninguna verdad podemos aceptar, que no venga de afuera, si esa verdad no corresponde a un deseo interior, en el cual ya se encuentra en un estado de oscura intuición. El libro se dirige, pues, únicamente a los que desean conocer la razón y la profunda base espiritual de nuestra Orden; los que no se conforman con ver en ella solamente una sociedad cordial de los hombres honrados que se asisten mutuamente y se ocupan de beneficencia, sino que quieren encontrar en ella los medios y las directivas para hacerse verdaderos obreros del progreso humano. Y sabemos que su número crece silenciosa y continuamente, y que no dejan de hacerse, por medio de la coherencia a sus ideales y convicciones, la mística “levadura” que deberá levantar la Institución a la altura de sus mayores posibilidades. En toda la masonería latinoamericana puede verse actualmente este estado de inquietud, que es en sí una profecía evidente del Nuevo Espíritu que en la misma debe encararse –aquel Espíritu que debe hacerla en el Nuevo Mundo uno entre los mayores factores que deben cooperar al establecimiento de la Nueva Era Humana: de una civilización basada sobre los valores humanos, morales e ideales, más bien que sobre los valores materiales. Una sociedad que tenga como principal objeto el progreso, la felicidad y el bienestar de todos los hombres, reconociendo que el verdadero bien de cada uno se halla íntimamente unido al mayor bien de todos los demás. A todos los obreros de la Paz, de la Armonía y de la Solidaridad, en cualquier campo que trabajen, vaya con este libro el Mensaje de un común anhelo que hará efectiva, en un mañana no muy lejano, la paz, la armonía, la solidaridad, el bienestar y la prosperidad sobre toda la superficie de la tierra. Escribimos estas palabras mientras perdura todavía el recuerdo de la guerra fratricida que ensangrentó los campos y las ciudades de España, mientras sigue aún la lucha en el Lejano Oriente, mientras en Europa no se disipan todavía oscuras amenazas y hondos temores. Pero, detrás de estas sombras y de estos nubarrones vemos desde ahora el principio claro y luminoso de una nueva espléndida Aurora, en la cual deben encararse y resplandecer todos los anhelos, ideales y aspiraciones de progreso que se han madurado y se van madurando en estos períodos más oscuros. Ideales, directivas y orientaciones claras y seguras: he aquí la vital necesidad del momento actual. Únicamente en ellas puede basarse una disciplina clara e iluminada, coherente y homogénea que ha de constituir la gran fuerza del Centro –exponente de todos los hombres que piensan y saben- que debe dominar, equilibrar y paulatinamente absorber todas las tendencias extremistas, igualmente indeseables. De esta fuerza deben hacerse núcleo, si no la Masonería como institución, los masones individualmente, que comprenden los deberes y privilegios inherentes en el estudio y en la práctica del Arte. El estudio de la Verdad y la práctica de la Virtud, que es esencialmente coherencia a la primera en pensamientos, palabras y obras: he aquí los instrumentos poderosos de que dispone todo masón consciente de su cualidad –el Compás y la Escuadra simbólicos que debe entrelazar en su actividad, y con los que hace efectivo también su progreso individual. Nuestra obra impersonal, como la misma Verdad que nos habla a cada uno en el místico recogimiento de nuestro propio Cuarto de Reflexión, se dirige por esta razón más íntima y directamente a todo masón, para encaminar y guiar sus pasos en el Santuario de la Comprensión, en donde, sin embargo, sólo puede entrar por sus propios esfuerzos. Por esta razón deseamos que el lector haga completa abstracción de la personalidad de quien la ha escrito, y que simplemente la considere una Voz Amiga, o bien, como la Voz de la Verdad que habla en su propio fuero interior.1 1 La impersonalidad de esta obra y la naturaleza íntima y secreta de su Fuente principal, no nos dispensan de dar el debido crédito a todos los que nos han precedido en la interpretación del simbolismo masónico, y cuya obra ha inspirado nuestra labor, que, sin ser enteramente original, no deja de serlo en su mayor parte. Entre los que más se han adelantado a esta interpretación y cuya guía e inspiración nos han sido más preciosas, creemos deber citar especialmente a Oswald Wirth, con sus Manuales para los tres grados, su hermosa revista Le Symbolisme y demás obras esotéricas, ilustradas por dibujos originales, algunos de los cuales hemos aprovechado en este libro y en los siguientes. PREFACIO A LA CUARTA EDICION En su cuarta edición esta obrita ha sido nuevamente revisada, ligeramente aumentada, corregida y modificada en muchas partes; la construcción simbólica de nuestro Templo Ideal no puede darse nunca como concluida, así como nunca podemos dar por terminada la modesta labor sobre nuestras piedras individuales, para acercarlas a la perfección innata de nuestro Ser Espiritual. En las trágicas horas que actualmente vivimos, en la grave crisis que el mundo está atravesando, más necesario que nunca es el Mensaje que nuestra Orden lleva a todos los hombres de buena voluntad que han tocado a las puertas de sus Templos y han pasado por las pruebas simbólicas, para buscar la Verdadera Luz: una orientación clara y segura en medio de las tinieblas, de la oscuridad y de la incertidumbre que vivimos. Esta Orientación, este Mensaje Eterno que la Masonería lleva al mundo, hoy como ayer, es el Mensaje de una Obra Constructiva, animada por el más alto ideal que puede inspirarnos, en armonía con los Planes del G.·. A.·., y por lo tanto dirigida al Bien de todos nuestros semejantes. Los masones son constructores, y nunca pueden dejar de ser tales mientras sean masones. Por lo tanto, sigue siendo su deber hacer Obra Constructiva, o la obra más constructiva que puedan realizar, aún cuando en torno de ellos parezcan triunfar y dominar momentáneamente las tendencias y las fuerzas destructivas. Como constructores debemos seguir afirmando y sosteniendo los Principios Ideales y Valores Morales, ya que únicamente sobre ellos puede establecerse en el mundo el Reinado de la Luz, de la Paz y de la Felicidad. El Imperio del Mundo pertenece a la Luz. La Fuerza debe ser dominada, guiada y dirigida por la Sabiduría para producir resultados armónicos, satisfactorios y duraderos. Todos los hombres de todas las razas son nuestros hermanos. Todos los pueblos son elegidos, cada uno para su particular misión y función dentro de la humanidad, y la relación que debe haber entre todas las naciones ha de ser la Fraternidad. Sigamos, pues, construyendo fielmente el Templo de nuestros Ideales, buscando nuestra inspiración en los Planes del G.·. A.·., pues “en Él está la Fuerza” y “Él los establecerá”. Esos Planes son Eternos y Perfectos como la creación y el universo que manan de ellos y constantemente les obedecen. Nuestros más altos ideales nacen de esos Planes y los revelan a nuestra inteligencia. Mientras busquemos esa inspiración y le seamos fieles, nuestros esfuerzos y nuestra obra, por modestos o grandes que sean, no serán nunca vanos. Sea la Masonería para nosotros no solamente un hermoso conjunto simbólico, y un medio para establecer nuevas amistades y relaciones, sino algo más íntimo y vital, que se aplique a la solución de los diarios problemas de la existencia, nos enseñe la Ciencia y el Arte Real de la Vida, nos abra y nos indique el Camino de la Verdad. Según los masones, individualmente descubrimos y hacemos efectivos los valores eternos de nuestra Orden, así podrá ésta subsistir, a través de los peligros que actualmente amenazan su existencia, cumpliendo con la función social orientadora que le pertenece. Seamos verdaderos masones, en la medida de nuestro discernimiento y capacidad, esforzándonos por progresar en un grado siempre más elevado de comprensión; hagamos, tanto dentro de nuestras LL.·. como en nuestras tareas diarias, una verdadera labor masónica, y la Masonería vivirá, como todo lo que es útil y tiene una función necesaria en la vida del mundo, superando victoriosamente las pruebas entendidas para demostrar su verdadera cualidad. EL APRENDIZ Cualquiera que haya sido vuestro propósito y el anhelo de vuestro corazón al ingresar en la Augusta Institución que os ha acogido fraternalmente como uno de sus miembros, es cierto que no habéis entendido, en el principio, toda la importancia espiritual de este paso y las posibilidades de progreso que con el mismo se os han abierto. La Masonería es, pues, una Institución Hermética en el triple profundo sentido de esta palabra: el secreto masónico es de tal naturaleza, que no puede nunca ser violado o traicionado, por ser mística e individualmente realizado por aquel masón que lo busca para usarlo constructivamente, con sinceridad y fervor, absoluta lealtad, firmeza y perseverancia en el estudio y en la práctica del Arte. La Masonería no se revela efectivamente sino a sus adeptos, a quienes se dan enteramente a ella, sin reservas mentales, para hacerse verdaderos masones, es decir, Obreros Iluminados de la Inteligencia Constructora del Universo, que debe manifestarse en su mente como verdadera luz que alumbra, desde un punto de vista superior, todos sus pensamientos, palabras y acciones. Esto se consigue por medio de las pruebas que constituyen los medios con los cuales se hace manifiesto el potencial espiritual que duerme en estado latente en la vida rutinaria, las pruebas simbólicas iniciales y las pruebas posteriores del desaliento y de la decepción. Quien se deja vencer por éstas, así como aquel que ingresa en la Asociación con un espíritu superficial, no conocerá nada de lo que la Orden encierra bajo su forma y su ministerio exterior, no conocerá su propósito real y la oculta Fuerza Espiritual que interiormente la anima. Su tesoro se halla escondido profundamente en la tierra: sólo excavando, o sea buscándolo por debajo de la apariencia, podemos encontrarlo. Quien pasa por la Institución como si fuera una sociedad cualquiera o un club profano, no puede conocerla; sólo permaneciendo en ella largamente, con fe inalterada, esforzándonos en hacernos verdaderos masones, y reconociendo el privilegio inherente a esta cualidad, se nos revelará su oculto tesoro. Desde este punto de vista, y cualquiera que sea el grado exterior que podamos conseguir, o que ya se nos haya conferido para compensar en alguna forma nuestros anhelos y deseos de progreso, difícilmente nos será dado superar realmente el grado de aprendiz. En la finalidad iniciática de la Orden, somos y continuaremos siendo aprendices por un tiempo mucho mayor que los simbólicos tres años de la edad. ¡Ojalá fuéramos todos buenos aprendices y lo fuéramos en toda nuestra existencia! Si todos los masones nos esforzáramos primero en aprender ¡cuántos males que se han lamentado y se lamentan no tendrían razón de existir! Este pequeño Manual quiere ser una Sintética Guía para los aprendices de todas las edades masónicas, presentando en sus páginas, en forma clara y sencilla, las explicaciones que nos parecen necesarias para entender y realizar individualmente el significado de este grado fundamental, en el cual se halla todo el programa iniciático, moral y operativo de la Masonería. Ser un buen Aprendiz, un Aprendiz activo e inteligente que pone todos sus esfuerzos en progresar iluminadamente sobre el sendero de la Verdad y de la Virtud, realizando y poniendo en práctica (haciéndola carne de su carne, sangre de su sangre y vida de su vida) la Doctrina Iniciática que se halla escondida y se revela en el simbolismo de este grado, es sin duda mucho mejor que ostentar el más elevado grado masónico, permaneciendo en la más odiosa y deletérea ignorancia de los principios y fines sublimes de nuestra Orden. No se tenga, por consiguiente, demasiada prisa en la ascensión a grados superiores: el grado que se nos ha otorgado, y exteriormente se nos reconoce, es siempre superior al grado efectivo que hemos alcanzado y realizado interiormente, y difícilmente podrá tacharse de excesiva la permanencia en este primero, por grandes que sean nuestros deseos de progreso y los esfuerzos que hagamos en ese sentido. Comprender efectivamente el significado de los símbolos y ceremonias que constituyen la fórmula iniciática de este grado, y practicarlo en la vida de todos los días, es mucho mejor que salir prematuramente de él, o desdeñarlo sin haberlo comprendido. La condición y estado de aprendiz precisamente se refiere a nuestra capacidad de aprender: somos aprendices, en cuanto nos hacemos receptivos, nos abrimos interiormente y ponemos todo el esfuerzo necesario para aprovecharnos constructivamente de todas las experiencias de la vida y de las enseñanzas que en cualquier forma recibamos. Nuestra mente abierta, y la intensidad del deseo de progresar, determinan esta capacidad. Estas cualidades caracterizan al Aprendiz y lo distinguen del profano, ya sea dentro o fuera de la Orden. En el profano (según se entiende masónicamente esta palabra) prevalecen la inercia yl a pasividad, y, si existe un deseo de progreso, una aspiración superior, se hallan como sepultados o sofocados por la materialidad de la vida, que convierte a los hombres en esclavos supinos de sus vicios, de sus necesidades y de sus pasiones. Lo que hace patente el estado de aprendiz es precisamente el despertar del potencial latente que se halla en cada ser y produce en él un vehemente deseo de progresar; caminar hacia delante, superando todos los obstáculos y las limitaciones, y sacando provecho de todas las experiencias y enseñanzas que encuentra a su paso. Este estado de conciencia es la primera condición para que uno pueda hacerse masón en el sentido verdadero de la palabra. Toda la vida es para el ser activo, inteligente y diligente, un aprendizaje incesante; todo lo que encontramos en nuestro camino puede y debe ser un provechoso material de construcción para el edificio simbólico de nuestro progreso, el Templo que así levantamos, cada hora, cada día y cada instante a la G.·. D.·. G.·. A.·., es decir del Principio Constructivo y Evolutivo en nosotros. Todo es bueno en el fondo, todo puede y debe ser utilizado constructivamente para el Bien, a pesar de que pueda presentarse bajo la forma de una experiencia desagradable, de una contrariedad imprevista, de una dificultad, de un obstáculo, de una desgracia o de una enemistad. He aquí el programa que debe esforzarse en realizar el Aprendiz en la vida diaria; solamente mediante este trabajo inteligente, diligente y perseverante puede convertirse en un verdadero obrero de la Inteligencia Constructora, y compañero de todos los que están animados por este mismo programa, por esta misma finalidad interior. El esfuerzo individual es condición necesaria para este progreso. El aprendiz no debe contentarse con recibir pasivamente las ideas, conceptos y teorías que le vienen del exterior, y simplemente asimilarlos, sino trabajar con estos materiales, y así aprender a pensar por sí mismo, pues lo que caracteriza a nuestra Institución es la más perfecta comprensión y realización armónica de los dos principios de Libertad y Autoridad, que se hallan a menudo en tan abierta oposición en el mundo profano. Cada cual debe aprender o progresar por medio de su propia experiencia y con sus propios esfuerzos, aunque aprovechando según su discernimiento la experiencia de quienes le han precedido en el mismo camino. La Autoridad de los Maestros es, simplemente, Guía, Luz y Sostén para el Aprendiz, mientras no aprenda a caminar por sí mismo, pero su progreso será siempre proporcionado a sus propios esfuerzos. Así es que esta Autoridad –la única que se reconoce en Masonería- no será nunca el resultado de una imposición o coerción, sino el implícito reconocimiento interior de una superioridad espiritual o, mejor dicho, de un mayor adelanto en el mismo sendero que todos indistintamente recorremos: aquella Autoridad natural que conseguimos conociendo la Verdad y practicando la Virtud. El aprendiz que realice esta sublime Finalidad de la Orden reconocerá que en sus posibilidades hay mucho más de lo que se había percatado cuando pidió primero su afiliación y fue recibido como hermano. El impulso que le movió desde entonces fue sin duda, en su raíz, más profundo que las razones conscientes determinantes: en aquel momento, actuaba en él una Voluntad más alta que la de su personalidad ordinaria, su propia voluntad individual, que es la Voluntad de lo Divino en nosotros. Sea, pues, consciente de esta Razón Oculta y profunda que motivó su afiliación a una Orden Augusta y Sagrada por sus orígenes, por su naturaleza y por sus finalidades. A todos nos es dado el privilegio y la oportunidad de cooperar al renacimiento iniciático de la Masonería, para el cual están maduros los tiempos y los hombres: hagámoslo con aquel entusiasmo y fervor que, habiendo superado las tres simbólicas pruebas, no se deja vencer por las corrientes contrarias del mundo profano, ni arrastrar por el ímpetu de las pasiones, ni desanimar por la frialdad exterior, y que, llegando a tal estado de firmeza, madurará y dará óptimos frutos. Pero, antes que todo, aprendamos. Aprendamos lo que es la Orden en su esencia, cuáles fueron sus verdaderos orígenes; el significado de la Iniciación Simbólica con la que hemos sido recibidos; la Filosofía Iniciática de la cual se nos dan los elementos, con el estudio de los primeros Principios y de los símbolos que los representan; la triple naturaleza y valor de Templo alegórico de nuestros trabajos y la cualidad de éstos; la palabra que se nos da para el uso y que constituye el Ministerio Supremo y Central. Recibiremos así el salario merecido como resultado de nuestros esfuerzos y nos haremos obreros aptos y perfectamente capacitados para el trabajo que se nos demanda. PARTE PRIMERA LOS ORIGENES DE LA INSTITUCIÓN CONSIDERACIONES PRELIMINARES De las tres preguntas: “¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? y ¿Adónde vamos?”, en las que puede subdividirse y expresarse el Gran Misterio de la experiencia, así como el principio de todo conocimiento verdadero y de toda sabiduría, la primera es la que especialmente le compete al Aprendiz. Referida a nuestra Institución, esta pregunta nos plantea en primer término, para tratar de conocer su esencia, el problema en sus orígenes –o sean aquellas instituciones, sociedades, costumbres y tradiciones en las que la Masonería tiene su raíz, su principio espiritual, aunque sin derivar directamente de ellas. Desde este punto de vista es cierto, según lo dicen los catecismos, que sus orígenes se pierden “en la noche de los tiempos”, o sea en aquellas antiquísimas civilizaciones prehistóricas de las que se han perdido los vestigios y la memoria, y que se remontan probablemente a centenares de millares de años antes de la era actual.1 Los primeros rituales, basados en las tradiciones bíblicas (por descansar en ellas principalmente la fe de sus redactores), nos dicen que “Adán fue iniciado al Or.·. del Edén, por el Gr.·. A.·. en todos los ritos de la Masonería”, significando esto, evidentemente, que los orígenes de la Masonería deben hacerse remontar hasta la primera sociedad humana, de la que Adán es un símbolo, correspondiendo con la Era Saturnina o Edad de Oro de la tradición grecorromana, y el Satya Yuga de los hindúes. Es cierto, pues, que nacieron, ya en la aurora (que todas las tradiciones concuerdan en considerar luminosa) de la civilización, ese íntimo deseo de progreso, esa profunda aspiración hacia la Verdad y la Virtud, ese deseo de obrar recta y sabiamente, de los que la masonería constituye, para sus adeptos, la encarnación. Pero si el espíritu masónico debió existir desde las primitivas épocas –conocidas y desconocidas- de la historia, y no fue extraño al primer hombre (si tal existió), manifestación natural de su deseo de progreso, de sus esfuerzos constructivos para alcanzarlo, y si debió de expresarse naturalmente en una forma adaptada y conveniente en las primeras comunidades –íntimas y por ende secretas- de hombres que se apartaban de los demás por su deseo de saber y penetrar el Misterio Profundo de las cosas, es cierto que no siempre se manifestó exactamente en la forma en que hoy se conoce, se ejerce y practica. Sin embargo, los principios inmutables sobre los cuales ha sido establecida, y que constituyen su espíritu y su característica fundamental, no pueden haber sufrido variaciones substanciales, y establecidos en épocas de antigüedad incalculable, han debido de permanecer los mismos a través de todas sus metamorfosis o encarnaciones exteriores. También debe remontarse (por su carácter y su transmisión ininterrumpida) a la más remota antigüedad, los signos, símbolos y toques, la íntima esencia de las alegorías y el significado de las palabras que corresponden a los diferentes grados; aunque las alteraciones de las leyendas –en su forma exterior- puedan haber sido notables, sin embargo, por el medio elegido y reducido en el cual fueron transmitidas, por el aparato exterior, las pruebas y la fidelidad que se les pedían a los 1 Hablando en lenguaje geológico, al principio de la era cuaternaria o bien el mismo período terciario. iniciados, siempre ha debido de reducirse a lo mínimo, y por ser más bien intencionales (es decir, causadas por necesarias adaptaciones) que causales. Además, girando dichas alegorías alrededor de un mismo tema o Idea Madre fundamental, estas alteraciones han debido de ser más bien cíclicas, gravitando alrededor de un mismo punto y repasando, por consecuencia, más de una vez por una misma forma o por formas análogas. A pesar del secreto que debió de caracterizar constantemente la actividad de la Orden, en las diferentes formas asumidas exteriormente, doquiera podemos encontrar algunos vestigios que confirman esta aserción: en los Templos sagrados de todos los tiempos y de todas las religiones, entre las estatuas, grabados, bajos relieves y pinturas; en los escritos que nos han sido transmitidos, en representaciones simbólicas de origen muy diferente, en las mismas letras del alfabeto, podemos encontrar varias trazas de una intención indudablemente iniciática o masónica (siendo los dos términos, hasta cierto punto, equivalentes); y alguna vez no aparecen en estas representaciones los mismos signos de reconocimiento. Igualmente en la mitología, y en las leyendas y tradiciones que constituyen el folklore literario y popular, hay muchas trazas de los misterios iniciáticos, de aquella Palabra Perdida a la cual se refiere nuestra Institución, con su enseñanza esotérica revelada en una forma simbólica. El aspecto esotérico de la religión –conocida exotéricamente- debe de haber conservado en todos los tiempos esta doble característica, cualquiera que haya sido la forma exterior particular en que se ha manifestado en los diferentes pueblos y en épocas diversas de la historia. LA DOCTRINA INTERIOR Todos los pueblos antiguos conocieron, además del aspecto exterior o formal de la religión y de las prácticas sagradas, una enseñanza paralela interior o esotérica que se daba únicamente a los que se reputaban moral y espiritualmente dignos y maduros para recibirla. El aspecto esotérico de la religión –conocida exotéricamente por los profanos- lo suministraban especialmente los llamados Misterios (palabra dericada de “mysto”, término que se aplicaba a los neófitos, y que significa etimológicamente mudo o secreto, refiriéndose evidentemente a la obligación de secreto, sellada por juramento, que se le pedía a todo iniciado), de los cuales la Masonería puede considerarse como heredera y continuadora, por medio de las corporaciones de constructores y otras agrupaciones místicas que nos transmitieron su Doctrina. Esta Doctrina Interior –esotérica y oculta- es esencialmente iniciática, por cuanto se alcanzará únicamente por medio de la iniciación, es decir ingresando a un particular estado de conciencia (o punto de vista interior), pues sólo mediante él puede ser entendida, reconocida y realizada. La Doctrina Interior ha sido siempre y sigue siendo la misma para todos los pueblos y en todos los tiempos. En otras palabras, mientras para los profanos (los que se quedan delante o fuera del Templo, es decir sujetos a la apariencia puramente exterior de las cosas) ha habido y hay diferentes religiones y enseñanzas, en aparente contraste las unas con las otras, para los iniciados no ha habido ni hay más que una sola y única Doctrina, Religión y Enseñanza: la Doctrina Madre Ecléctica o Religión Universal de la Verdad, que es Ciencia y Filosofía, al mismo tiempo que Religión. De esta enseñanza iniciática, esotérica y universal, común a todos los pueblos, las razas y los tiempos, las diferentes religiones y las distintas escuelas han constituido y constituyen un aspecto exterior más o menos imperfecto e incompleto. Y las luchas religiosas siempre han caracterizado
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