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Mallku: Episodios de la guerra altoperuana por la independencia, 1809-1816 (Poemario) PDF

173 Pages·2018·0.844 MB·Spanish
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Preview Mallku: Episodios de la guerra altoperuana por la independencia, 1809-1816 (Poemario)

Mallku Eduardo Mariano Lualdi Mallku Eduardo Mariano Lualdi Mallku Episodios de la guerra altoperuana por la independencia 1809 - 1816 Canto primero I Al principio todo era piedra, Acantilado rojo, abismo primordial. En la hondura terrenal de sus entrañas, Ripio y estaño y espesa cordillera, Cual sideral arruga entre el metálico rumor Del milenario perfume de la arcilla. Entonces hombres y mujeres eran solo barro y sangre, Músculo y melodía, légamo y hueso, Cándido asunto de dioses del tamaño De una corazonada de melancólico latido. Impregnados de vientos, de humos, De aguas matutinas, de verdes hierbas, Robustas ramas, penetrantes raíces, Alababan inocentes la sagrada vasija de la noche Mallku Eduardo Mariano Lualdi Donde refugiaba su plateada cáscara la luna. Al Noreste, selva de secretos de ríspidas espumas, El Mamoré reptaba por las llanuras del Moxos Y encendía los dulces colores con su tacto; Vistió las orillas, lavó las raíces, Escabulló el recinto de la muerte para dar vida Y enseñó la ingeniería de los remotos Acueductos por donde el cielo pasó de lado a lado Para sembrar la magnitud de sus semillas. Luego fue bosque con su verde máscara de llanura. La permanencia del viento se enredó En las tupidas copas de los árboles Que pulsaron en secreto los sonoros Toques de una música de aguerridas lágrimas. Hombres y mujeres fueron pedernal de aurora Y águilas en su vuelo. Encarnizadas raíces En el geológico murmullo del polvo de las piedras, Rojos carbones de un fuego amurallado, Truenos en las fronteras, vientos en la esperanza. Luego llegó la muerte en su sangrienta carabela. Estirpe extranjera con su yelmo de sangres, Mallku Eduardo Mariano Lualdi Entró rampante, las garras extendidas, Su trueno entre las manos, sus bífidos filos, Su cruz de tormentos, su garrote brutal, Su carnívoro golpe hasta los tuétanos. Y esclavizó al hombre, a la mujer, al niño; Violó a la niña a quien hizo su sierva, Y extendió en todas las latitudes Su mita, su encomienda, su derecho de pernada, Y sus trescientos años de conquista. La noche americana fue un ritual de colmillos Que devoró a Tupac, vendaval de la piedra Del dolorido Cuzco sojuzgado. Tupac, relámpago libertario de la estirpe Con sus diez mil guerreros como espinas de piedra. Allí se deshojó pétalo a pétalo La rosa de granito de su amada Micaela, Y a Hipólito y a Mariano, se desmembró con unos cuchillos del tamaño del odio de un imperio lejano. Se devoró a Tupaj Katari, el hermoso mallku, Posado en el tumulto de la cumbre en la montaña. Mallku Eduardo Mariano Lualdi Hijo del mitayo muerto, Hijo de Tupac, Hijo de Katari. A Bartolina Sisa, la medida de todas las cosas, Amor de esposa y brazo de guerrera. Y a miles de los que aún hoy Ni se mencionan sus nombres. El bruto conquistador bebió el corazón de la patria Sorbo a sorbo hasta secar el manantial subterráneo de la vida. Cargó sus alforjas con las osamentas machacadas De los sepultados vivos, y marchó de fiestas Hasta el banquete donde se presentó Adornado con todas las matanzas Como una guirnalda sangrienta alrededor del cuello. Un sacerdote de sangre lo bendijo Al galope del diezmo de la muerte. II Los siglos pasaron con sus alforjas llenas de martirios. Por ellos la insurrección adquirió la forma de la lanza, Mallku Eduardo Mariano Lualdi El rumor de los filos justicieros, Las asperezas del torrencial fuego. En dirección a los Andes fue donde el metal galopó En busca de la mano del guerrero, Se hizo puñal en señal de duelo Y tocó sus dedos de tierra, aire, agua y fuego Para reconocer y para reconocerse. Fue por los valles como ráfaga y estandarte Y besó la unanimidad de las yungas En la ladera oriental de la Cordillera Real. Descendió a la llanura donde el viento Alardeó su colérico plumaje Y reclamó la libertad exhibiendo sus puños Como rabiosos peñascos de la Patria esclavizada. La llanura se derramó hasta la selva brasileña, Allí la insurrección habló en portugués En los limites crepusculares de Minas Gerais Donde los conspiradores bebieron El agua de los locos. La esperó Tiradentes para empuñarla por las callejuelas De todas las Vilas Ricas de los insurrectos. Mallku Eduardo Mariano Lualdi La libertad se puso de pie sonriendo Ante el hacha cruel de los verdugos Y besó la sangre con que se escribió la proclama Del suplicio de su temprana muerte. Su cabeza se plantó en un poste en Vila Rica Y miró el futuro desde las profundidades De sus ojos y fue voz y fue semilla En el Caminho Novo donde rodaba Cebolas, En Varginha do Lourenço, donde acechaban Los perfumes de los conspiradores, En Barbacena y Queluz, la antigua Carijós, Donde aún se repiten sus discursos revolucionarios. La rebelión marchó al Chaco boreal. Hasta Santa Cruz de la Sierra anduvo Por las cicatrices de la tierra, y en Tarija bebió del Nuevo Guadalquivir Los brebajes de los churumatas Y comió de las propias manos de los tomatas, Hijos desperdigados de la tierra ancestral, Cuando fueron camino a la montaña Entre látigos y makanas. Mallku Eduardo Mariano Lualdi Tupac Katari escuchó las palabras. Jamautas y mamakonas dijeron sus versos Cada uno a su modo. Agua y piedra, Cuero y cielo, viento y párpado. Labio a labio hasta que silbó Desde los ancestros la melodía de los oprimidos, Cuando la lengua fue pedernal de espuela roja Y predijo el deshonesto día del sacrificio. En Torocarí fue apresado. “¿Oyes la multitud?” Un labio roto le dijo casi al oído. “Oigo”, dijo Y se llamó a silencio. En Aullagas fue liberado y caminó entre los suyos. En Charcas fue apresado. “¿Oyes la multitud?” La lengua roja le dijo casi al oído. “Oigo”, dijo Y se llamó nuevamente a silencio. Cerca de Charcas fue liberado. Caminó entre los suyos y entre sus enemigos Cerca de Huancarani, por donde rodaba un viento Hacia la aldea de Pocoqwata. La sangre de Tomas Achu regó su tierra Y encendió la revuelta. La soldadesca Mallku Eduardo Mariano Lualdi Murió de a pie, donde la sangre fresca De Tomás Achu se hacía raíz de roca Entre la seca tierra. Un jurahuazo soltó la implacable piedra De la revuelta: la insurrección Adquirió el rostro de una redonda calavera, Palos y lanzas como erguida bandera Y el himno un grito de toda la garganta. Cerca de Aullagas, el español le puso cadenas Y lo entregó al verdugo. Juró en falso, Carnívoro perjuro. Acuña le ató las manos y en la escabrosa Altura de Chataquilla, lo echó al abismo. La rebelión en Challapata fue sangre entre las piedras Y brotaron puñales desde todas las sombras. III La insurrección desmenuzó la patria Y extrajo de ella una sagrada sustancia. Fue sueño de El Beni y también su fatiga, Lento amazonas; agua y agua y agua, Mallku Eduardo Mariano Lualdi Agua azul y agua negra, Roja, cuando goteó la sangre de los decapitados. Selva caliente y húmeda de sudor verde, Extensión de unas rocas como arañas filudas, Y nuevamente montaña. Frío mineral, Nerviosa piedra, mineral de invierno, Nocturna escarcha como cruda hostia Bajo la endurecida lengua de los combatientes. Ya madura, caminó sobre los cadáveres Ancestrales en todas direcciones. Resucitó las cenizas de los incinerados, Unió los fragmentos de los descuartizados, Convocó a la rabia con su iracundo grito Y en Chichas, Potosí, La Plata, Porcos, Chuquisaca, Oruro, La Paz Se repitió el verbo de la revolución tuitiva. Golpeó la estatura colonial de Lima Y desembocó en Buenos Aires Donde aún se olía la carne putrefacta De los devoradores de hombres Entre las empalizadas del Sancti Spiritu

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