El doctor Huberman llega al apartado hotel de Bosque de Mar «en busca de una deleitable y fecunda soledad». Poco imagina que pronto se verá envuelto en las complejas relaciones que los curiosos habitantes del hotel han ido tejiendo. Una mañana, uno de ellos aparece muerto y otro ha desaparecido. Bajo la amenaza de los cangrejales y del mar, aislados por una tormenta de viento y arena, las ya frágiles relaciones entre los personajes se tensan. Cualquier detalle es acusador, cualquier persona puede ser el asesino. Llegados a este punto, la novela se convierte en un fascinante viaje a través de las pasiones humanas, desde el amor hasta la envidia, la venganza, incluso el odio. Es aquí donde el carácter de los personajes cobra máxima importancia : los fantasmas y los deseos de cada uno, esos mundos imaginarios tan recónditos y secretos, forman parte del misterio que irá desvelándose a lo largo de la obra. Adolfo Bioy Casares & Silvina Ocampo Los que aman, odian El séptimo círculo - 31 ePub r1.0 Titivillus 23.09.15 Título original: Los que aman, odian Adolfo Bioy Casares & Silvina Ocampo, 1946 Diseño de cubierta: José Bonomi Editor digital: Titivillus ePub base r1.2 I Se disuelven en mi boca, insípidamente, reconfortantemente, los últimos glóbulos de arsénico (arsenicum álbum). A mi izquierda, en la mesa de trabajo, tengo un ejemplar; en hermoso Bodoni, del Satyricón, de Cayo Petronio. A mi derecha, la fragante bandeja del té, con sus delicadas porcelanas y sus frascos nutritivos. Diríase que las páginas del libro están gastadas por lecturas innumerables; el té es de China; las tostadas son quebradizas y tenues; la miel es de abejas que han libado flores de acacias, de favoritas y de lilas. Así, en este limitado paraíso, empezaré a escribirla historia del asesinato de Bosque del Mar. Desde mi punto de vista, el primer capítulo transcurre en un salón comedor, en el tren nocturno a Salinas. Compartían mi mesa un matrimonio amigo —diletantes en literatura y afortunados en ganadería— y una innominada señorita. Estimulado por et consommé, les detallé mis propósitos: en busca de una deleitable y fecunda soledad —es decir, en busca de mí mismo— yo me dirigía a ese nuevo balneario que habíamos descubierto los más refinados entusiastas de la vida junto a la naturaleza: Bosque del Mar. Desde hada tiempo acariciaba yo ese proyecto, pero las exigencias del consultorio —pertenezco, debo confesarlo, a la cofradía de Hipócrates — postergaban mis vacaciones. El matrimonio asimiló con interés mi franca declaración: aunque yo era un médico respetable —sigo invariablemente los pasos de Hahnemann— escribía con variada