José Luis Villacañas Berlanga Los latidos de la ciudad Una introducción a la filosofía y al mundo actual José Luis Villacañas LOS LATIDOS DE LA CIUDAD INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA E ditorialA riel Diseño de la cubierta: REMOLACHA 1 .* edición: marzo 2004 © 2004: José Luis Villacañas Derechos exclusivos de edición en español reservados para todo el mundo: © 2004: Editorial Ariel, S. A. Avda. Diagonal. 662-664 - 08034 Barcelona ISBN: 84-344-4447-X Depósito legal: B. 5.286 - 2004 Impreso en España Ninguna paite de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopiu. sin permiso previo del editor. ÍNDICE Capítulo 1. El ejemplo de Sócrates............................................ 9 1. Dificultades con la filosofía ................................................ 9 . 2. El filósofo se hace bromista................................................. 10 3. La risa se vuelve seriedad...................................................... 12 4. Superar el trauma de esa muerte injusta.............................. 14 5. Teoría y práctica.................................................................... 18 6. La obsesión por la teoría...................................................... 20 7. Vivir la democracia o no dar el paso de Sócrates a Platón 21 8. Los compromisos de decir «yo» .......................................... 25 9. Un viaje a través de la ciudad ............................................. 28 Capítulo 2. La ciudad .................................................................... 31 1. Una mirada sobre la ciudad en formación ....................... 31 2. La sociedad democrática ...................................................... 34 3. La intranquilidad urbana...................................................... 37 4. La sociedad civil .................................................................... 40 5. Ética......................................................................................... 45 Capítulo 3. La ciudad democrática............................................ 51 1. Introducción........................................................................... 51 2. Instituciones........................................................................... 53 3. Ética e instituciones ............................................................. 57 4. ¿Para qué sirven las instituciones? ..................................... 60 5. Organizaciones ...................................................................... 65 6. El control de las organizaciones.......................................... 68 Capítulo 4. El gran bazar ............................................................. 75 1. Los deseos a veces producen catástrofes............................ 75 2. Otra vez la globalización ...................................................... 77 3. La publicidad ......................................................................... 84 4. Entender la publicidad........................................................... 89 5. El espacio público: virtualidad y realidad.......................... 96 Capítulo 5. La ciencia...................................................................... 103 1. La leyenda de Fausto............................................................. 103 2. La condición humana y la ciencia ...................................... 108 3. Perdidos en el tiempo ........................................................... 111 6 LOS LATIDOS Olí LA CIUDAD 4. Lucha...................................................................................... 114 5. Construir la casa del hombre: el final de la ingenuidad cien tífica ......................................................................................... 118 6. La promesa y los elegidos ................................................. 122 7. Universidades ......................................................................... 126 Capítulo 6. E ro s............................................................................................ 129 1. La divinización de la mujer................................................. 129 2. La mujer diabólica ............................................................... 133 3. La especificidad de eros........................................................ 138 4. El sexo como experiencia de tránsito ................................. 144 5. Superar el tránsito................................................................. 150 Capítulo 7. Polis............................................................................... 157 1. De vuelta a la ciudad............................................................. 157 2. La máxima fundamental del espíritu cívico........................ 159 3. Representación política: más sobre el espíritu cívico .... 162 4. La Constitución...................................................................... 169 5. Una sociedad política abierta............................................... 180 6. Los asuntos políticos centrales de una sociedad .............. 182 Capítulo 8. Lugares de la belleza................................................ 187 1. El artista.................................................................................. 187 2. El museo.................................................................................. 192 3. Ornamentos y decoración .................................................... 198 4. Interpretar el mundo del arte............................................... 202 5. La biblioteca........................................................................... 204 6. La filmoteca ........................................................................... 211 Capítulo 9. Viejas y nuevas Iglesias............................................ 217 1. Algo más que fiestas y estética................................... 217 2. Lo específico de la religión ................................................. 221 3. La religión posible................................................................. 226 4. La institución religiosa ........................................................ 232 5. Religión y duelo .................................................................... 239 Capítulo 10. La casa........................................................................ 247 1. El lugar de la conversación ................................................. 247 2. Una habitación propia........................................................... 252 3. Un mundo único.................................................................... 258 4. Familia y protección ............................................................. 264 5. Familia y trauma adecuado ................................................. 268 6. Relatos.................................................................................... 272 Epílogo .................................................................................................. 277 La filosofía no es ni un asunto erudito, ni una enciclopedia de saberes antiguos. Es más bien una forma de reflexionar sobre los in tereses de la vida cotidiana de una manera carente de prejuicios, abierta y persuasiva. A los filósofos profesionales quizás nos compe te hacemos con los grandes argumentos del pasado, estudiar a mu chos autores y muchos tiempos. Pero debemos ofrecer lo mejor de todo ello a nuestros conciudadanos con la libertad y la sencillez pro pias de una conversación. Por eso debemos huir de todo vocabulario técnico y pedante. Esto es lo que he intentado hacer aquí. En este sen tido, confío en el valor pedagógico de este libro, pues en el fondo pro pone un paseo por la ciudad que quizás sea de interés para los que ahora inician su camino a través de ella. Quizá sea esta estrategia la más indicada para una introducción a la filosofía que, a su vez, sea una introducción al mundo actual. Sé que en muchas ocasiones los profesores de filosofía de bachiller se encuentran con dificultades a la hora de ofrecer un texto a sus alumnos que reúna la sencillez con la utilidad, y que permita la or ganización de actividades en el aula. Este libro propone un texto que interpreta la ciudad, se apoya en cosas que suceden en la ciudad y por eso permite llevar a cabo este tipo de actividades apropiadas a la argumentación que se ha seguido en cada capítulo. Sorprenderá que use como instrumento escolar el cine, que hable de museos, de iglesias, de bibliotecas y de discotecas, de ayuntamientos y de par lamentos, de laboratorios y de plazas. Hablaré de cine y de literatu ra porque ofrecen buenos ejemplos que todos entienden. Esto es poco ortodoxo en relación con los manuales tradicionales, desde luego. Pero el cine forma parte de nuestra gran cultura y rechazar su utilización escolar cuando ofrece un lenguaje comprensible, fácil y atractivo, me parece una incongruencia. El lector debe imaginar se, en suma, un día de su vida en la ciudad y yo le ofrezco que me acompañe en este viaje un poco más lento de lo normal, en una con versación que espero le sea de interés. Este libro ha sido posible por la conversación que se ha tejido en tre mi esposa María José y mis hijos Luis y Carmen. Aunque cada uno ha tenido una función específica en este libro, todos ellos me han 8 LOS LATIDOS DE LA CIUDAD resultado imprescindibles. María José, con su larga experiencia como docente en secundaria, me ha censurado todo párrafo que no pueda ser entendido por sus alumnos de bachiller. La deuda que tengo con Luis es de múltiple naturaleza. No sólo me ha brindado algunos ar gumentos de los que aquí me he apropiado impunemente, como un antiguo pater familias romano, y no sólo he usado fuentes que él me ha sugerido, procedentes de su mundo intelectual. En cierto modo, puedo decir que este libro expresa una parte del mundo que nuestro diálogo ha creado. Si no fuera así no tendría la certeza de que esa for ma de vida civilizada que deseo para nuestro país puede ser atracti va a los jóvenes. Carmen ha intervenido como el receptor deseado de este libro y es el símbolo más preciso de esa esperanza. Sin ellos, des de luego, no se habría escrito. A ellos va dedicado, desde luego. Y como siempre, sin olvidar a los ausentes. No sería de justicia dejar de agradecer aquí las muy valiosas ob servaciones de Quique Ujaldón, que me ha alertado de ciertos peligros de mi argumentación y me animó con inestimables consejos. He aprendido mucho también de la conversación y de la lectura de los textos de mis amigos Román García Pastor, Miguel Corella, Alfonso Galindo Her\>ás, Antonio de Murcia, Javier Benet, Toni Velasco, Juan Gregorio, Antonio Lastra, Javier Alcoriza, Héctor López Pérez y Anto nio Villacañas, todos ellos profesores de filosofía en el bachiller y, por tanto, muy conscientes de las dificultades de su enseñanza entre los más jóvenes. Mi gratitud hacia todos ellos es más que filosófica, des de luego. Su amistad me ha honrado desde hace muchos años y es pero que lo siga haciendo en el futuro. Sin esa amistad, la vida de un filósofo es sencillamente imposible. Capítulo 1 EL EJEMPLO DE SÓCRATES 1. Dificultades con la filosofía La filosofía siempre es difícil al principio. Mucho antes de abrir este libro, seguro que todo el mundo lo ha experimentado. Esas di ficultades tienen que ver con su lenguaje más bien extraño, con sus raros temas, con su falta de resultados claros. Seguro que todos he mos hecho bromas sobre esas dificultades y al hacerlas nos mos tramos reacios a entrar en el juego de la filosofía. No voy a descri bir esas situaciones ni voy a recordarlas. En lugar de eso, quiero decir que esas dificultades y esas bromas forman parte de la filo sofía. Cuando se expresan, se está haciendo justo lo que la filosofía espera. En cierto modo, la filosofía sabe que es natural resistirse a ella. Esas bromas, esas burlas incluso, son una puerta natural para entrar en la filosofía. De hecho, están en su inicio mismo. Por eso, en lugar de dibujar cualquier escena cotidiana —que se guro que el lector ha vivido— acerca de lo extraño de la filosofía, voy a contar la anécdota. En esta historia podemos reconocemos todos. Es tan cercana, tan significativa, está tan llena de enseñanza, que nos dice algo acerca de lo misterioso de la filosofía. La leyenda nos la ha transmitido Platón, un filósofo griego que vivió hace casi dos mil qui nientos años, pero ha sido contada por mucha gente desde entonces. Dice así: Tales fue un sabio que vivió en el siglo vi antes de Cristo en las playas de la Jonia, lo que hoy es Turquía. Era un experto astró nomo, predijo un eclipse de sol, fue un importante matemático (a él debe su nombre el teorema de Tales) y además tuvo la ocurrencia de afirmar que todo procedía del agua, una frase que todavía no sabe mos bien lo que quería decir ni nos importa. Pues, muchas veces, lo importante de la filosofía no es tanto la respuesta que ofrece, sino la pregunta que hace. En realidad, lo decisivo para entender a Tales es que con claridad se hizo preguntas. Eso es lo importante, porque la filosofía quiere despertar en nosotros la curiosidad. 10 LOS LATIDOS DE LA CIUDAD El caso es que un día, al atardecer, Tales salió de su casa para ir a observar el cielo, que era su afición preferida. Iba tan abstraí do mirando las estrellas, tan absorto en sus problemas, que no vio que delante de él había un hoyo profundo y, sin darse cuenta, se cayó en él. Entonces, malherido, pidió socorro a gritos y acudió una muchacha tracia, una esclava procedente de las tierras del mar Negro. Entonces ésta, delante del sabio y famoso Tales, se echó a reír y le dijo algo parecido a esto: «Tú sabrás mucho de esas cosas lejanas que son las estrellas, pero no eres capaz de ver lo más cer cano: que delante de tus narices había una zanja». La historia se ha contado de muchas maneras. Pero lo decisivo es que, en aquel momento, la muchacha tracia se consideró supe rior al filósofo Tales y se rió en su cara de él. Los tracios eran para los griegos un pueblo de incultos y bárbaros, y por eso hemos de suponer que la historia era más humillante todavía para Tales, por que se había reído de él una persona que con seguridad considera ba de cultura inferior. En realidad, si la anécdota se ha contado tan tas veces, con tantas variantes, aplicada a tantos lugares y situa ciones, es porque encierra una verdad que la filosofía ha de tener en cuenta: a veces, los filósofos se dedican a temas tan lejanos como las estrellas de esta historia, pero no están en condiciones de ver lo que pasa ante sus propios ojos y en su tiempo. En esas con diciones, es lógico que los filósofos se despreocupen de los proble mas cotidianos y que la gente se ría de ellos cuando empiezan a ha blar del ser y del ente, de las sustancias y de las esencias y de otras extrañas palabras. 2. El filósofo se hace bromista Seguro que eso es lo que todo el mundo ha sentido cuando al guien ha querido hablar de filosofía y ha empleado un lenguaje complicado y ha planteado problemas que no se entendían muy bien. La idea general de las bromas que se suelen hacer contra el filósofo es que «está en las nubes». En cierto modo, eso es lo que venía a decir la risa de la muchacha tracia. Exactamente eso es lo que, hace ahora casi dos mil quinientos años, dijo un famoso es critor de comedias ateniense. Este hombre, que se llamó Aristófa nes, escribió una comedia a la que puso por título justamente éste: Las Nubes. En ella hablaba de otro griego, Sócrates. En realidad, Aristófanes era un poco hiriente. Cuando se representaban sus obras, en los festivales de teatro de Atenas, su público —por lo ge neral los sencillos campesinos que venían a la ciudad para las fies 11 EL EJEMPLO DE SÓCRATES tas— quería recibir sensaciones fuertes. Así que tenía que ser muy efectivo. En Las Nubes lo fue de manera extrema. En esta obra, Aristófanes nos muestra a Sócrates sentado en un inmenso columpio, como si al elevarse quisiera acercase al cielo para observarlo mejor. La idea que transmite el cómico aquí es muy parecida a la anécdota de Tales: he aquí a un loco que sólo se preo cupa de mirar y estudiar a esas piedras ardientes, pero finalmente piedras, que son las estrellas y los planetas. Y además, un loco pe ligroso, porque quiere enseñar a los jóvenes la extraña doctrina de que esa observación del cielo es la tarea más importante de la vida. Naturalmente, toda la obra juega con la broma de que en cualquier momento el sabio se va a desnucar ante sus discípulos, compro bando que la única cualidad de las piedras —sean las del cielo o las de la tierra— es su dureza. Sócrates debió de sentirse aludido por esta despiadada crítica. Es fácil que pensara que, en efecto, se había convertido en el haz merreír de una ciudad entera. Así que abandonó lodos esos estu dios del cielo, del origen de todas las cosas, de la influencia de los astros sobre la vida, y se dedicó a otro asunto. En realidad, asumió el reto de Aristófanes. Se habían reído de él, pero él entonces se de dicó a algo muy sutil, que tiene que ver mucho con la filosofía. De acuerdo, había sido un tipo ridículo. En cierto modo, estaba justi ficado que se rieran de él. Pero aquellos que se reían de él no eran muy diferentes. Ellos también eran hasta cierto punto ridículos. Contemplando el cielo, él no sabía muy bien lo que hacía. Podemos decir que se había entregado a una acción que no había pensado bien. Pero los que se reían de él ¿eran mejores? ¿Sabían ellos lo que hacían? ¿Estaban seguros de que lo que hacían era lo mejor? Es más: ¿estaban seguros de que lo que hacían era bueno? En cierto modo, todos trabajaban, se divertían, criaban a los hijos, iban a la guerra, adoraban a los dioses, se peleaban con los vecinos, ¿pero por qué hacían todo eso? ¿Lo habían pensado bien, o eran tan ri dículos como él, haciendo las cosas sin ton ni son, como si estu vieran ellos también movidos por un resorte que les obligaba a ha cer las cosas así, y no de otra manera? Sócrates no era Aristófanes. Al parecer, no sabía escribir bien. De hecho, nunca escribió nada. No podía esperar que llegara el día de fiesta para representar una comedia en la que plantear todas es tas cuestiones a sus paisanos. Así que siguió otra estrategia. Se pa seaba por las calles, por las plazas, por los gimnasios y al primero que veía le preguntaba si sabía lo que estaba haciendo o si lo hacía por pasar el rato. La gente se quedaba sorprendida. Si uno iba al templo a rezar, Sócrates le decía si sabía lo que eran los dioses. Y