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los caciques amigos y los espacios de la frontera sur de buenos aires en el siglo xviii PDF

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Los caciques amigos y los espacios de la frontera sur de Buenos Aires en el Siglo XVIII1 Lidia R. Nacuzzi CONICET / Universidad de Buenos Aires Fecha de presentación: 19 de octubre de 2014 Fecha de aceptación: 30 de noviembre de 2014 RESUMEN Analizamos aquí el proceso de avance de la frontera sur de Buenos Aires con los grupos indígenas en los siglos XVII-XVIII, reconociendo a los caciques amigos de los fuertes coloniales, sus territorios de pertenencia y de adopción y los espacios que preferían para sus desplazamientos desde la tierra adentro hacia la ciudad. En este período, ese avance de la frontera se evidenció en dos etapas que proponemos con fines analíticos: primero hasta el río Salado y luego hasta las sierras bonaerenses; etapas que primero se presentan como una construcción ideal de funcionarios y vecinos y mucho más tarde se intenta concretar con instalaciones defensivas y fuerzas milicianas. Palabras claves: frontera; caciques; territorios. ABSTRACT The process of the Buenos Aires south frontier expansion over indigenous groups during the 17th and 18th Century is analyzed taking into account the recognition of caciques amigos (chiefs who became friends), their lands of origin and adoption and also the spaces they preferred when moving from the inner land to the city. In this period, there is evidence of two stages in the frontier expansion and we follow them for analytical 1 El presente trabajo se enmarca en el PIP 112-201101-00641 financiado por el CONICET. ______________________________________________________________________ Revista TEFROS – Vol. 12, Nº 2, Año 2014: 103-139. ISSN 1669-726X 103 purposes. The first reached the Salado River, and the second the Buenos Aires sierras, both stages were presented as ideal constructions of officials and neighbors, later on there will be attempts to settle defensive installations and militia forces in the above-mentioned frontier. Key words: frontier; caciques; territories. INTRODUCCIÓN En contribuciones anteriores hemos comenzado a analizar las posibles etapas de conformación de los espacios de frontera, como recurso analítico que nos permita avanzar en el conocimiento de los múltiples fenómenos de interacción y comunicación que –protagonizados por dos grupos humanos de diferentes culturas– tuvieron lugar en esos ámbitos (Nacuzzi 2010 y 2011). Así, concebimos ese proceso con un inicio que se habría dado en las mentes de los funcionarios coloniales cuando pensaban unas líneas o límites ideales que les permitieran organizar extensos ámbitos geográficos poco conocidos para ellos. Más tarde ese espacio se habría salpicado con enclaves fronterizos virtualmente aislados –las guardias y fortines– como avanzadas del poblamiento. En un tercer paso esos enclaves dificultosamente interconectados conformaron –también idealmente más que en la realidad concreta– regiones con líneas de fortines que tenían como función proteger a las ciudades coloniales de los ataques de grupos indígenas. Finalmente, sobre tales límites ideales, enclaves y líneas de fortines –etapas no siempre completas ni ordenadas– se conformaron esos espacios de frontera también intangibles que serían ámbitos permeables y porosos desde el punto de vista de la interacción de las personas, en constante reacomodamiento territorial y poblacional, en donde eran habituales la comunicación y el intercambio pacífico o conflictivo entre ambos grupos y los procesos de mestizaje cultural, social, político y económico.2 Un paso más sería el del complejo fronterizo en el sentido de 2 En una lista no exhaustiva, la problemáticas estudiadas en relación a la frontera sur han sido: las reconfiguraciones identitarias (Nacuzzi 1998; Boccara 1999; Roulet 2011), las maneras de hacer la guerra (Villar y Jiménez 2003) y los ______________________________________________________________________ Revista TEFROS – Vol. 12, Nº 2, Año 2014: 103-139. ISSN 1669-726X 104 Boccara (2005), que contemplaría la combinación regional de diversos espacios de este tipo, dando lugar –como afirma ese autor– a varias fronteras, espacios interiores, espacios intermedios, soberanías imbricadas, procesos de etnificación, normalización, territorialización, etnogénesis y mestizajes. Este trabajo tratará sólo de algunos aspectos del paso de límites a espacios de fronteras hacia el sur de la ciudad de Buenos Aires, con algunos ejemplos puntuales sobre procesos de etnificación y territorialización.3 Proponemos una periodización en el avance de esta frontera y sus espacios que se basa en nuestro conocimiento más detallado sobre las características de los procesos ocurridos en esa región en el momento colonial. En ellos ha tenido un indiscutible influencia las propuestas de Martha Bechis acerca de la región, sus grupos indígenas, los conflictos que mantuvieron con el estado colonial, los tratados de paz acordados y su caracterización de la autoridad y el poder de los caciques (expuestos principalmente en Bechis [1999] 2008, [2002] 2008 y [2003] 2008). Ella ha propuesto originales líneas de investigación para el área arauco-pampeana, como la llamó, principalmente en el siglo XIX aunque también delineó algunas cuestiones para el siglo XVIII. Entre ellas, la insuficiente reflexión acerca del “etnocentrismo general manifiesto en el uso de categorías culturales occidentales” en cuestiones como las de la percepción del territorio para los grupos indígenas, señalando que ellos concebían sus tierras no sólo como “una superficie de asentamiento, desplazamiento y ocupación” sino como intercambios de bienes y personas (Crivelli 1991; Palermo 1991; León Solís 1991), las prácticas políticas de los caciques y de los funcionarios hispanocriollos (Bechis [1999] 2008 y [2003] 2008; Mandrini 2000; Nacuzzi 2002 y 2008), los fenómenos de intermediación, préstamos y mestizajes ocurridos en estas fronteras (Ratto 1994 y 2003; Tamagnini y Pérez Zavala 2002 y 2007; Roulet 2009), los efectos sutiles de dispositivos de poder como las misiones y los tratados de paz (Boccara 1999 y 2003; Roulet 2004; Nacuzzi 2006), el establecimiento de misiones como avances del estado colonial hacia el territorio no conquistado (Irurtia 2007; Néspolo 2007) y la visión indígena de la colonización europea (Irurtia 2002 y 2010), entre otros. 3 Para un enfoque más abarcador sobre la frontera sur y las expresiones utilizadas para mencionarla y estudiarla, ver Roulet 2006. ______________________________________________________________________ Revista TEFROS – Vol. 12, Nº 2, Año 2014: 103-139. ISSN 1669-726X 105 “una sola unidad con los frutos que producía” (Bechis [2002] 2008:54). También, indicó la temprana instalación en el río Salado –en 1659– de la frontera entre hispanocriollos e indígenas (Bechis [2003] 2008). A esta última cuestión vamos a referirnos en esta contribución: a la concepción ideal de una frontera que se manifestó en 1659 en documentos oficiales de la ciudad de Buenos Aires y a los indicios de su adelantamiento hacia una posición más avanzada como las sierras del sur de la actual provincia de Buenos Aires en los siguientes cien años, un proceso intensamente relacionado con la percepción que los grupos indígenas tenían de sus territorios y con la institución de los indios amigos promovida muy tempranamente por las autoridades coloniales.4 En cuanto a la percepción de los grupos indígenas acerca de sus propios territorios y de la frontera, es una cuestión sobre la que se avanza muy lentamente, porque siempre son más abundantes los datos que se pueden obtener acerca de la apreciación hispanocriolla de los espacios de frontera. Por la propia calidad de las fuentes con que contamos –producidas por y para los funcionarios hispanocriollos de distinto rango– la visión indígena de la frontera, sus espacios y las interacciones que allí se daban son aspectos de difícil aprehensión. Más bien podemos delinear los movimientos de algunos caciques –y de los grupos que ellos lideraban– por los espacios de la frontera, conectando la tierra adentro con los endebles fortines y guardias, transitando desde sus lugares habituales de campamento hacia los centros de interés que eran esos nuevos fuertes y hacia el gran atractivo de la ciudad de Buenos Aires para abastecerse, intercambiar productos, acordar diversos asuntos, conseguir información y –en general– negociar su participación en el ámbito de la frontera. Nos preguntamos cómo verían los grupos indígenas, desde ese extenso territorio que los hispanocriollos llamaban la tierra adentro, al conjunto conformado por la ciudad, los fortines precarios, los pueblos de misioneros, las partidas de reconocimiento de los cristianos, sus ranchos y campos cultivados, cómo verían a los milicianos y a los capitanes, a los jefes de frontera y a los religiosos. Los percibirían efectivamente en el borde 4 Sobre los indios amigos en el siglo XIX, ver Ratto 2003. ______________________________________________________________________ Revista TEFROS – Vol. 12, Nº 2, Año 2014: 103-139. ISSN 1669-726X 106 de sus territorios o afuera de sus territorios –una tierra afuera en contraposición con la tierra adentro– o más bien los sentirían invadiendo sus territorios? Sólo conocemos aspectos externos de las vivencias indígenas, como por ejemplo que algunos fuertes lograron captar a un grupo de indios amigos que respondían a un cacique para que permanecieran en sus cercanías y que esos grupos podían cambiar por otros en el transcurso del tiempo, aunque siempre siguiendo la premisa de que se les permitía instalarse allí para que colaboraran en la defensa del puesto en cuestión mediante la circulación de información y las tareas de espionaje sobre grupos vecinos. Nos centramos aquí en los cien años que transcurren desde 1659, desde la primera mención de la frontera en el río Salado de Buenos Aires. Los estudios sobre los espacios de las fronteras –y sobre los grupos indígenas en general– no admiten habitualmente unos períodos tan acotados, dada la insuficiente disponibilidad de fuentes fiables. Sin embargo, nos parece un ejercicio útil delimitar ese lapso corto con fines analíticos, sobre todo porque hemos señalado reiteradamente la inconveniencia de aplicar rótulos étnicos –o nombres de caciques– a extensos espacios geográficos y para prolongados períodos históricos. A pesar de su carácter fragmentario e incompleto, las fuentes históricas indican que muchas de las adscripciones étnicas, rótulos, nombres, pertenencias territoriales, acercamiento a algún fuerte, instalación de toldos, no eran cuestiones que se consignaban una vez y permanecían inmutables en el conjunto de la documentación disponible. Somos los investigadores los que –escudados en la falta de integridad de las fuentes y los repositorios– hemos tendido a magnificar algunos datos que hacen referencia a una adscripción étnica o a una localización geográfica. Esos datos aislados han funcionado como lugar seguro en donde anclar inferencias muy amplias y frecuentemente descontextualizadas sobre los movimientos de los grupos indígenas, sus territorialidades, su pertenencia étnica, las relaciones con otros grupos nativos o hispanocriollos. Estamos habituados a interpolar datos de una década a otra y de un sitio a otro de geografías muy amplias –para el caso, la frontera sur de Buenos Aires–, naturalizando la frecuente falta de información como una condición ______________________________________________________________________ Revista TEFROS – Vol. 12, Nº 2, Año 2014: 103-139. ISSN 1669-726X 107 inherente a la vida de la frontera, que habría sido desordenada, azarosa e improvisada. ¿Cómo podía ser una década igual a la anterior?, si infinidad de interacciones se producían al calor de las armas o en el cobijo de los parlamentos, si ocurrían viajes hacia afuera y hacia adentro de la tierra adentro, ataques, diálogos, intercambios de información, de bienes y de cautivos, si cambiaban los jefes de los fuertes y de los toldos que se instalaban en sus cercanías, si los acuerdos de paz se pactaban y desconocían en pocos meses, si había muertes de indios amigos o enemigos a manos de otros ocasionales enemigos, si ocurrían malones y entradas punitivas. Bajo esta premisa de que desconocemos la mayor parte de las acciones y vivencias que tuvieron lugar en los espacios de la frontera, expondremos a continuación los resultados de nuestro análisis. LOS DATOS Y EL VOCABULARIO PROPUESTO Recientemente hemos analizado los datos sobre la presencia de algunos caciques en los puestos defensivos de la frontera sur de Buenos Aires, en base a la documentación conservada en el Archivo General de la Nación como corpus Comandancia de Fronteras (Nacuzzi 2014). Conociendo que una gran cantidad de líderes étnicos visitaban esos fortines y puestos para acceder a la ciudad de Buenos Aires, buscábamos encontrar qué caciques eran los más presentes, si se podía delinear sus movimientos desde la tierra adentro –con el fin de determinar sus lugares de procedencia y, así, evaluar hipótesis sobre sus territorios ancestrales– y determinar a qué grupos étnicos pertenecían. El primer acercamiento a los datos prometía una abundante información sobre estos ítems, porque había una cantidad notable de nombres de caciques, de referencias a lugares y accidentes geográficos y de registros del paso de partidas indígenas por diversos puestos de las fronteras. Si bien las cartas, informes, declaraciones y otros papeles estaban agrupados por puesto o grupo de puestos de la frontera, una primera corroboración señaló la existencia de diversos nombres antiguos de los puestos y guardias, un desorden de fechas, probables repeticiones desde el punto de vista administrativo y burocrático y, también, resultó ______________________________________________________________________ Revista TEFROS – Vol. 12, Nº 2, Año 2014: 103-139. ISSN 1669-726X 108 evidente la falta de integridad de ese corpus –en el sentido de la ausencia de datos para períodos que van de pocos días hasta dos o tres años–. Así, los caciques parecían presentarse aleatoriamente en cualquier puesto de la frontera, los grupos étnicos entraban y salían de los mismos, llegaban noticias de probables avances y ataques a Buenos Aires o a diversos parajes cercanos y tales novedades eran comunicadas tanto por oficiales, como por vecinos o por los propios caciques. Tanto la cantidad de puestos de frontera con sus diversos nombres como de papeles que se conservaron –a pesar de representar seguramente un porcentaje bajo de la documentación que se produjo y circuló– contribuía a esa sensación de caos de datos, nombres, acciones y grupos. Sin embargo, en un segundo momento de ordenamiento de los datos, esas percepciones iniciales cambiaron radicalmente, dado que fue posible precisar a qué lugares de la frontera se hacía referencia, en cuáles de ellos aparecía cada personaje y la fecha en que cada mención ocurría. Además prestamos especial atención acerca de si los nombres de caciques implicaban efectivamente su presencia en cada lugar o solamente constituían referencias que hacían terceras personas sobre el mismo, o sobre sus acciones, promesas, amenazas o desplazamientos por el territorio. A esto se sumó el cruce de datos sobre nombres y presencias en los diversos fuertes que estuvieron activos al mismo tiempo, mapeando el cuándo y el dónde de cada nombre. En esta tarea, prestamos especial atención a las formas en que los jefes de la frontera y sus funcionarios nombraban a los grupos indígenas vecinos de los distintos puestos. Ellos usaban algunos nombres étnicos, aunque predominaban las denominaciones que aludían a la perspectiva de la protección que los grupos indígenas podían ofrecer a los fuertes. Así, los jefes de la frontera denominaban “indios fronterizos”, por cercanos, o “indios amigos” a esos grupos que con anuencia superior o sin ella se fueron estableciendo en las proximidades de los puestos de la frontera sur. Entre 1770 y 1771 comenzaron a aparecer estas referencias a indios o caciques “de los amigos” en algunos sectores de la frontera como La Matanza (AGN IX 1-4-5) y Campana (AGN IX 1-4-2). Hacia 1774 ya se mencionaba a “caciques amigos” en Areco (AGN IX 1-4-1), a “uno de nuestros amigos” en ______________________________________________________________________ Revista TEFROS – Vol. 12, Nº 2, Año 2014: 103-139. ISSN 1669-726X 109 Salto (AGN IX 1-4-4) y a “los indios amigos” en Escobar-Arrecifes (AGN IX 1-4-4) y en Salto (AGN IX 1-5-2). Para la década de 1780 en Chascomús, se trataba francamente de “caciques y capitanes amigos” (AGN IX 1-4-3) y en Ranchos se decía que “todos se hallan amigos” (AGN IX 1-5-1). En la de 1790 se hacía referencia a “caciques fronterizos”, por su cercanía al fuerte de Chascomús (AGN IX 1-4-3), o a “todos los caciques fronterizos y demás indios amigos” en relación a las expediciones a Salinas (AGN IX 1-4-2) que implicaban un conocimiento mucho más pormenorizado de los grupos y sus caciques. Otro de los avances que logramos mediante el análisis de los documentos mencionados, fue que apareció un nuevo orden en el cual predominaba casi sin excepciones la presencia efectiva de un cacique por puesto de la frontera en un período dado. Era un solo cacique el que permanecía acampado cerca de alguno de los fortines, el que presentaba a otros caciques, el que anunciaba posible ataques o transmitía mensajes tranquilizadores o agresivos, el que albergaba a otros líderes en sus toldos mientras negociaba un acercamiento al fuerte exponiendo sus propósitos y asegurando la buena índole de su persona. También era frecuente la mención genérica a acuerdos de paz entre caciques y autoridades coloniales sin una identificación en particular acerca de los grupos interesados o los términos a discutir. Pudimos identificar, entonces, que cada puesto o fuerte de la frontera sur tenía un cacique de confianza o cacique amigo o vecino que había sido alentado a instalarse en sus cercanías por el comandante de cada puesto con la anuencia de una autoridad superior como la de gobernadores y virreyes. Cada comandante de frontera se informaba por medio de esos caciques sobre las novedades de otros caciques y grupos que andaban por la zona, sobre sus posibles ataques y amenazas, sobre sus movimientos en la tierra adentro, en las proximidades de los otros puestos de la frontera y sus acercamientos a Buenos Aires. Según estos documentos escritos por españoles, cada uno de los caciques se empeñaba en informar minuciosamente al comandante de turno sobre estas novedades. En consonancia con lo anterior, los intentos de determinar cuáles fueron los territorios que cada cacique hubiera reconocido como su territorio ______________________________________________________________________ Revista TEFROS – Vol. 12, Nº 2, Año 2014: 103-139. ISSN 1669-726X 110 de pertenencia nos resultaron complejos y muy aproximativos. En el trabajo mencionado (Nacuzzi 2014) propusimos un vocabulario para esta cuestión recurrente en los espacios de la frontera sur, diferenciando entre lugar de asentamiento, lugar de residencia y territorio de pertenencia. En el primer caso se trataba de un lugar que vemos como de ocupación transitoria aunque podía ser revisitado, al estilo de los tipos de asentamiento de los grupos nómades que se iban utilizando a lo largo de rutas de circulación o por motivos estacionales (cfr. Nacuzzi 1991). El lugar de residencia –que indicaba un sitio más estable en comparación con los anteriores– estaba en relación a los fuertes y puestos de la frontera, y tal vez había sido sugerido por los funcionarios hispanocriollos. El territorio de pertenencia, en cambio, señala los probables lugares ancestrales o tradicionales en donde los grupos étnicos habitaban o habían habitado. Según podemos estimar, los dos primeros serían lugares de adopción, diferenciados del tercero, aunque no es posible argumentar sobre las probables conexiones que mantendrían entre ellos. Para la población hispanocriolla reservamos la palabra instalación para referirnos a la construcción de fuertes y guardias en las fronteras. LOS FUERTES Y SUS CACIQUES AMIGOS Los únicos territorios que se pueden delinear con relativa seguridad como de uso indígena son los lugares de asentamiento o de residencia –a los que mencionaremos aquí de manera conjunta como territorios de adopción– porque estaban conectados a cada fuerte o puesto de guardia, en donde eran habituales las actividades de intercambio de bienes y negociaciones diversas que se registraban por escrito. Así, entre los ejemplos de caciques en una cotidiana interacción con los fuertes podemos mencionar a Rafael Yati en La Matanza entre 1757 y 1761, a Lepin en Escobar-Luján entre 1765 y 1770, a Thomas o Tomás en El Zanjón entre 1774 y 1779 y a Miguel Yati en Chascomús entre 1790 y 1792.5 El análisis 5 Estas referencias a períodos tan precisos y acotados seguramente no se corresponden con la realidad. Están basadas en la presencia o no de datos en los documentos, que frecuentemente son incompletos, se han perdido de formas ______________________________________________________________________ Revista TEFROS – Vol. 12, Nº 2, Año 2014: 103-139. ISSN 1669-726X 111 de los movimientos de cada cacique en esos períodos en los que abundan las referencias acerca de ellos puede brindar indicios acerca de otros períodos y otras interacciones sobre los que no tenemos referencias tan profusas. En este sentido, es indudable que siempre estamos elaborando modelos posibles sobre las interacciones caciques-funcionarios, la percepción de las identidades, la conformación de los grupos étnicos, las negociaciones de paz, las políticas de intercambio, etc. Extender luego esos modelos identificados –gracias a unas cuantas referencias agrupadas en un lapso corto y reconocible respecto de un cacique en un lugar determinado de la frontera– a otras situaciones y contextos requiere que utilicemos una gran cautela. Los fuertes e instalaciones hispanocriollas en la frontera sur de Buenos Aires organizaron puntos de encuentro de personas, intercambio de bienes, paso de partidas indígenas hacia la ciudad y de expediciones hispanocriollas hacia la tierra adentro. En torno a ellos diversos caciques fueron eligiendo –o fueron alentados a– establecerse con sus toldos y familias. Esas presencias subsisten hoy en la documentación de la Comandancia de Fronteras, brindando indicios de los recursos políticos de indígenas e hispanocriollos, de sus movimientos por el territorio, de los lugares atractivos para unos y otros, del vigoroso intercambio de bienes y personas. Pensamos que el fuerte que cada cacique adoptó para contactarse con la frontera, más allá de que luego las autoridades lo alentaran a instalarse en sus cercanías, propone hipótesis sobre sus territorios de pertenencia ancestrales, por su cercanía o por sus rutas de acceso y comunicación entre la tierra adentro y la tierra de los cristianos. Además, cada uno de ellos mantenía fluidos contactos con otros caciques afines –que permanecían fuera del alcance de los fuertes– y recibía y hacía circular información sobre el mundo indígena, dos cuestiones que los hispanocriollos valoraban mucho a la hora de destacar a estos caciques y grupos como indios amigos. indeterminadas desde el momento de su producción por descuidos en las secretarías administrativas del momento, o se han destruido posteriormente por deficiencias de conservación en los repositorios. ______________________________________________________________________ Revista TEFROS – Vol. 12, Nº 2, Año 2014: 103-139. ISSN 1669-726X 112

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principalmente en el siglo XIX aunque también delineó algunas cuestiones para el siglo XVIII. Entre ellas, la insuficiente reflexión acerca del . información sobre estos ítems, porque había una cantidad notable de . “…él es ladino en lengua castellana, de buena índole, pues en cinco añ
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