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Los 7 pecados de la empresa PDF

79 Pages·2013·0.503 MB·Spanish
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Índice PORTADA DEDICATORIA 1 DEDICATORIA 2 CITA PRÓLOGO INTRODUCCIÓN CAPÍTULO 1. UN DÍA CUALQUIERA CAPÍTULO 2. IRA CAPÍTULO 3. SOBERBIA CAPÍTULO 4. ENVIDIA CAPÍTULO 5. PEREZA CAPÍTULO 6. GULA CAPÍTULO 7. LUJURIA CAPÍTULO 8. AVARICIA CAPÍTULO 9. EL RESCATE CAPÍTULO 10. TRES DÍAS DESPUÉS CRÉDITOS 2 Per a l’Elena, l’Alba i la Luna, per ser el millor que m’ha passat a la vida... 3 Para Juan Luis y Toni, por haber sido ejemplo de lucha, amor y generosidad... 4 —¿Por qué he subido aquí? ¿Quién lo sabe? —dijo el profesor, de pie encima de su mesa. —Para sentirse más alto —respondió un alumno desde la última fila. —No, pero gracias por concursar —respondió el profesor—. Me he subido a mi mesa para recordarme que debemos mirar constantemente las cosas de un modo diferente... El mundo se ve distinto desde aquí arriba. Si no me creen, vengan a comprobarlo. »Cuando crean que saben algo —prosiguió, mientras los chicos iban subiendo también a la mesa del profesor—, deben mirarlo de un modo distinto. Aunque pueda parecer tonto o equivocado, deben intentarlo... El club de los poetas muertos 5 PRÓLOGO Es muy curioso que yo misma utilice la palabra alma muy a menudo… Evidentemente la utilizamos cuando nos referimos a las personas y a los seres vivos en general, aunque también nos ayuda a definir situaciones y «cosas» que nos hacen sentir. Porque, al fin y al cabo, el alma es una percepción profunda y personal, y hay quien la posee y hay quien no. Tal vez porque tengo la suerte de vivir y trabajar rodeada de pasión, amor y muchas emociones, el subtítulo de este libro, Cuando la empresa pierde su alma, me ha cautivado. Lo que nos cuenta Manel en sus páginas me ha hecho pensar en mi pasado, en mi presente y, por supuesto, en mi futuro. Hoy más que nunca volvemos la vista al pasado para recuperar los orígenes. Andamos a la búsqueda de los valores perdidos: la verdad, el respeto, la ética. El mundo es demasiado complejo y necesitamos algo más que un sueldo a final de mes. En el trabajo buscamos una ilusión, un lugar donde sentirnos realizados, un lugar con corazón. Las empresas no sólo existen para generar beneficios sino que también tienen una responsabilidad social muy importante con su entorno, su comunidad, sus clientes, socios y empleados. Sólo las empresas que tienen claro este aspecto son empresas con alma. A veces hablamos de las empresas como si fueran «cosas», pero también son entes vivos. ¿Qué es, si no, un conjunto de personas trabajando con un objetivo común? Las compañías tienen su propia identidad, sus valores, su saber hacer... su alma. Y son las personas que trabajan en ellas quienes imprimen su sello. En su origen, es el estilo de los fundadores el que marca las pautas del futuro de una empresa, pero es responsabilidad de sus sucesores mantenerlas, aunque éstas tiendan a modificarse con el paso del tiempo y la evolución propia del negocio. Yo empecé a trabajar en TOUS cuando teníamos una sola tienda. El contacto con los clientes, proveedores y empleados era tremendamente directo. El estilo de entonces lo marcaban mis padres. Eran ellos y su carácter los que establecían una manera de hacer en su vida profesional que dejaba poco espacio a su vida personal. Cuando empezamos a crecer las cosas fueron cambiando; el contacto con los clientes ya no era el mismo. Los equipos de ventas de las tiendas añoraban los momentos en los que podían compartir sus inquietudes con la experiencia de sus jefes. Y el cambio fue todavía mayor cuando dejamos el despacho de encima de la tienda, a la cual podíamos bajar en cualquier momento, para trasladar las oficinas centrales a un cómodo espacio de 400 m2. ¡Parecía que se terminaba el mundo! 6 —¡He ido a la tienda y no hay nadie! —me dijo a los pocos días del traslado una amiga. —¿Cómo que nadie? —le respondí incrédula—. ¿Estaba cerrada? —le pregunté. —No, ¡pero no había nadie de la familia! —puntualizó ella. —¿No te han atendido bien? —pregunté preocupada. —Sí, sí, pero no es lo mismo sin vosotros —me contestó. Crecer implica cambios y también sacrificios. Algo que tuvimos muy en cuenta cuando decidimos hacernos grandes. Y ésta fue nuestra apuesta. Hoy tenemos más de 400 tiendas repartidas en 45 países, y nuestro trabajo sigue siendo mantener el estilo TOUS en todo lo que hacemos y en cómo lo hacemos. El ser una empresa familiar nos permite tener unos valores muy arraigados a la forma de gobierno de la compañía. En nuestro caso hemos trabajado duro para poder definir muy bien y separar los tres roles que desempeñamos: como familia, como familia propietaria y como familia que dirige y trabaja en la compañía. Nuestros valores al fin y al cabo son los que definen cómo somos, nuestro ADN. Somos transparentes, cercanos y pasionales, y eso se contagia. La fórmula para transmitir dichos valores a todos los profesionales vinculados a la organización es el ejemplo. Amamos lo que hacemos, respetamos a las personas que lo hacen posible y nos gusta rodearnos de talento. ¡Nuestro trabajo es tan bonito! Vendemos ilusión, estamos presentes en los momentos más importantes de la vida de nuestros clientes, en celebraciones y conmemoraciones. Una joya va mucho más allá de la moda: una joya recuerda un momento especial. Nuestro trabajo consiste en sentir, amar, y compartir. Esto es tener alma y éste es el gran secreto de una empresa hoy día. En este libro, Manel nos ofrece un relato en el que se ilustra cómo los siete pecados capitales pueden estar presentes en una empresa. Puede parecer exagerado, pero los pecados están relacionados con los individuos y sus maneras de actuar. Esta interesante historia nos recuerda que debemos recuperar a las personas y buscar nuestra alma. ROSA TOUS 7 INTRODUCCIÓN Una empresa es un ente vivo, un reflejo de la sociedad y la cultura donde se desarrolla. Las personas son su capital más importante, por mucho que nos hayamos empeñado en sustituirnos por máquinas capaces de hacer y pensar a velocidad de vértigo, y a años luz de las capacidades humanas más superdotadas. Pero afortunadamente, reitero el afortunadamente, las máquinas no son capaces de sentir. Y ese atributo que conservamos los seres humanos como uno de nuestros tesoros mejor guardados, es lo que nos hace, precisamente eso, humanos. Hace mucho tiempo que dejamos de competir contra el resto de las especies del reino animal, en esto ya nos sabemos claramente vencedores. Nuestra batalla ahora es muy diferente: es contra la tecnología. Se precisa una búsqueda constante de un equilibrio entre ese aliado imprescindible para facilitar nuestras vidas y una gestión prudente y responsable de la misma para que no quede anulada nuestra presencia. Las máquinas no sienten, de momento, no tienen alma; procesan la información de manera absolutamente lógica y racional. Están a nuestro servicio, por un tiempo limitado, sin duda. Porque llegará el momento en que será al contrario. Ojalá me equivoque. En cambio, las empresas tienen alma independientemente de la dotación tecnológica que posean. Y la tendrán mientras trabajen personas. Porque las personas somos seres imperfectos e imprevisibles, y tal vez ésta sea la otra cualidad que nos hace humanos. Las empresas necesitan de esas imperfecciones para mantenerse vivas y evolucionar. Si no cometiésemos errores estaríamos dejando de ser humanos, y ése sería, con toda seguridad, el comienzo del fin de nuestra especie tal como la entendemos. Pero ¿qué ocurre cuando una empresa pierde su alma? ¿Qué pasa cuando las imperfecciones se vuelven perversas y atentan contra la convivencia? ¿Cómo debemos actuar cuando el beneficio individual gana la partida al bien común? Estamos rodeados de ejemplos en los que observamos abusos desproporcionados de unos seres humanos sobre otros, de unos colectivos sobre otros, o de unas culturas enteras sobre otras. Estamos presenciando una crisis de valores a la que hemos puesto la etiqueta de «crisis económica» para no reconocer que somos cómplices de una sociedad enfermiza y egoísta. Lo vemos en los gobiernos, en las grandes multinacionales, en los bancos, en las empresas... Ira, lujuria, soberbia, gula, pereza, envidia y avaricia. Sí, los siete pecados capitales están ahí y forman parte de nuestras vidas con una cotidianidad que nos sorprenderá. Porque cuando aparecen individualmente, o en combinaciones perversas, producen inseguridades y desarraigos que debilitan las almas individuales y colectivas. 8 La historia que se relata a continuación es políticamente incorrecta, casi irreverente, porque no es fácil hablar de pecados capitales sin herir a quien se siente identificado con esas conductas. Y es que, aunque en su vertiente más amarga dichas conductas acompañen a los perfiles de muchos supuestos triunfadores, también nos muestran todo el juego sucio que han ejercido mientras se abrían su camino a cualquier precio. 9 CAPÍTULO 1 UN DÍA CUALQUIERA 10

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