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LAS VISTAS DE ALFONSO XY JAIME I EN REQUENA Ignacio Latorre Zacarés En agosto de 1273 ... PDF

161 Pages·2015·0.98 MB·Spanish
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La Historia en píldoras Ignacio Latorre Zacarés LA HISTORIA EN PÍLDORAS Columna de difusión, desenfadada, del Archivo Municipal de Requena en el diario digital Enrequena.es http://requena.revistalocal.es/ Ignacio Latorre Zacarés LAS VISTAS DE ALFONSO X Y JAIME I EN REQUENA Ignacio Latorre Zacarés En agosto de 1273, Requena fue testigo de un acontecimiento importante de los aconteceres de las Españas de aquellos momentos. Diferentes crónicas e incluso una cantiga (la 235) se hacen eco del hecho porque los dos grandes reyes de la época, Jaime I y Alfonso X (suegro y cuñado respectivamente), se entrevistaron en la villa con una apretada agenda de asuntos que después se verá. Ballesteros Beretta y, posteriormente, Salvador Martínez (ambos grandes biógrafos del Rey Sabio) nos hablaron del asunto tras realizar exégesis de los itinerarios y crónicas oportunos, ya que poseen sus discordancias. En 1273, ambos reyes ya poseían un largo trecho recorrido de sus respectivos reinados con muy diferente signo como ha vuelto a incidir el profesor Villacañas en su último libro (“Historia del poder político en España”, un esfuerzo descomunal por sintetizar en una monografía los vaivenes de la historia política de este país). Villacañas contrapone la figura de ambos reyes: Jaime I casi al final de un reinado exitoso, retratado como el grande de los reyes hispánicos con dimensiones europeas y gran estratega, con una Corona bien consolidada y con las Baleares y el reino de Valencia integrados, así como la proyección sobre Murcia y en condiciones de disputar Sicilia a Francia; además, había logrado frenar la hegemonía castellana y, por si fuera poco, había domeñado a los siempre difíciles nobles aragoneses. Por contra, un Alfonso X con una obra intelectual, científica y legislativa inmensa, pero a la que no le corresponden los hechos políticos (dicta y facta contrapuestos). Un rey empeñado en el “fecho del Imperio” (la búsqueda de la corona del Imperio como hijo de la Staufen Beatriz de Suabia), en el que había desangrado económicamente a sus reinos en su objetivo de ser coronado emperador por el 1 La Historia en píldoras Ignacio Latorre Zacarés papa y de ayudar a sus partidarios italianos y alemanes; con una nobleza rebelada y exiliada en Granada y prácticamente con el señorío urbano, militar y episcopal movido contra él. Aún peor se las verá Alfonso X con posteriores rebeliones: abandonado incluso por su propia mujer (Violante de Aragón, hija de Jaime I), con su hijo Sancho, tachado de maldito por su padre, en abierta disputa del reino obligándole a pactar con Marruecos para disputarle el trono al hijo y desposeído de sus poderes en 1282. En 1273, nuestra frontera ya estaba clara y Jaime I había renunciado a sus pretensiones territoriales sobre Requena, aunque el resto del s. XIII y XIV la ciudad y su alfoz fue muchas veces utilizada como posible de moneda de cambio cuando los pretendientes a la corona de Castilla buscaban el apoyo de la corona aragonesa. Alfonso X quería una frontera fuerte e hizo sus deberes y dotó a Requena y sus aldeas en 1257 de una carta puebla en suma benevolente que los requenenses harán valer hasta el propio s. XIX en defensa de sus derechos originarios. Requena hubiera sido y sería otra sin este documento excepcional para su historia. Pero repasamos lo que pasó en ese agosto de 1273. El 24 de abril Alfonso X lo tenemos en la Asamblea de Ávila ya enfermo de “romadizo” (catarro nasal), frío y calenturas. Alfonso X tuvo una salud muy quebrada que le condicionó mucho. Partió de Ávila con el propósito de entrevistarse con Jaime I en Requena. Con él partieron el arzobispo de Toledo D. Sancho (hijo de Jaime I), el infante Sancho, el infante D. Manuel y ricos hombres varios. No poseemos noticias del rey hasta el 18 junio en que lo encontramos en Segovia y el 24 de junio en Guadalajara. El 18 de julio ya está en Cuenca donde suceden asuntos trascedentes. Por una parte, Alfonso X se enteró de las desavenencias entre Jaime I y su hijo el infante Pedro y envió varios mensajes con el propósito de que acudieran juntos a Requena, lo que retardó la entrevista. Finalmente fue sólo a la entrevista Jaime I. Don Pedro escribió a su cuñado Alfonso informándole de que no acudía a la entrevista para no enfadar a su padre Jaime I. Alfonso X, recibió también en Cuenca el mensaje de la reina Dª Violante de Aragón y de 2 La Historia en píldoras Ignacio Latorre Zacarés su hijo, el primogénito Fernando de la Cerda, para que acudiera presto a Córdoba y les asistiese en las conversaciones con los nobles rebeldes ya que se había logrado el acuerdo. Alfonso X no acudió a Córdoba y no tenemos noticias de él hasta su presencia en agosto en Requena. En Requena, seguramente pocos días antes de la venida de Jaime I según sus biógrafos (las crónicas varían los días, incluso los años), recibió primero la visita del Conde de Ventimiglia junto con otros partidarios alfonsinos lombardos que le solicitaron la marcha a Lombardía de 500 caballeros en socorro de los defensores del derecho imperial de Alfonso X. La entrevista con Ventimiglia activaría el envío de 300 jinetes castellanos a Lombardía muy bien recibidos por los genoveses y otra segunda expedición con 900 hombres más transportados en naves genovesas. Por tanto, se habían cumplido con creces la demanda de Ventimiglia. Desde la visita del lombardo, Alfonso X se había desvelado por conseguir fondos para ir al norte de Italia con el renovado propósito de la corona del emperador (que implicaba también la de “imperator Hispaniae” algo que nunca aceptó su suegro Jaime I). Jaime I acudiría desde Valencia donde consta que estaba el 11 de agosto. La entrevista entre ambos reyes se produciría entre el 22 y 28 de agosto. La agenda, como dijimos, bien apretada. La presencia del infante don Sancho, nieto preferido de Jaime I, ayudó en las negociaciones y concesiones del monarca aragonés. Uno de los temas sobre los que se parlamentó fue la rebeldía de los nobles en ambos reinos y, especialmente, el acuerdo a que había llegado recientemente Dª Violante de Aragón y su hijo Fernando (el de la Cerda) con los nobles y con Muhammad, rey de Granada (acuerdo que aún no estaba firmado, pero que contribuía a tranquilizar Castilla). La reina y su hijo habían mostrado una hábil capacidad negociadora. Otro asunto fue el futuro Concilio de Lyon (1274) en el que Alfonso X había sido invitado por el papa y donde definitivamente se debía solventar el “fecho del Imperio”. Inconcebiblemente, Alfonso X no acudió al Concilio quizás por falta de fondos, por la situación inestable del reino o por su mal estado de salud. Alfonso X 3 La Historia en píldoras Ignacio Latorre Zacarés estaba interesado también en arrancar un acuerdo de ayuda a su suegro para luchar juntos frente a una posible reanudación de hostilidades con el rey de Granada o ante una futurible invasión también de Ibn Yûsuf de Marruecos. Asunto espinoso, porque Jaime I había firmado un acuerdo recientemente con Ibn Yûsuf y le había enviado 500 hombres que participaron con nave y galeras en el asedio de Ceuta. Jaime I no era hombre de romper acuerdos, pero garantizó a Alfonso X que en caso de que Yûsuf pasara a la península y se enfrentara al rey castellano, sin duda ayudaría a su yerno. Sería durante la entrevista en Requena cuando Alfonso X enfermó de nuevo, ahora de tercianas. Mal se vio; según la cantiga en tránsito de morir. De hecho, la Cancillería Real no llegó a emitir ningún documento en esos días y el propio Jaime I pagó algunas de las medicinas. Las cantigas, que en su mayoría son agradecimientos a la Virgen María, interpretan que la intervención milagrosa de la Virgen fue la que curó al rey Alfonso de la terciana requenense. Literalmente la cantiga, acto seguido después de hablar/musicar sobre la revuelta de los desnaturalizados nobles castellanos y vengarse la Virgen de ellos por desleales, dice: “Y después, cuando en Requena este Rey cayó enfermo, tan mal, que pensaron que moría, lo sanó de aquella enfermedad”. Lo cierto es que la recuperación fue rápida y efectiva, ya que si el 28 de agosto estaba en Requena, el 2 de septiembre lo encontramos en Guadalajara y el 15 en Brihuega, desplegando durante esta etapa una enorme actividad. Alfonso X, tras la entrevista de Requena, con el acuerdo con los nobles rebeldes y con el rey de Granada tenía las manos libres para ir al fecho del Imperio que era su empeño personal y fue su gran fracaso. De estas vistas requenenses entre los dos grandes monarcas, también poseemos una leyenda sobre las dos reinas (las Violante madre e hija) y sus paseos a la fuente del mismo nombre. Pero, eso ya pertenece a otro cantar... Quizás esta histórica entrevista dé que hablar pronto en Requena. 4 La Historia en píldoras Ignacio Latorre Zacarés LEER EL CABRIEL Ahora todo se lee. No se contemplan cuadros, se leen; no se observan e interpretan paisajes, se leen; no se analizan edificios, se leen y así in aeternum. Cuando en Venta del Moro imparten los cursos a los monitores de deportes de río también les dicen que lo más importante es “leer” bien el Cabriel y, consecuentemente, les enseñan a “leerlo”. Es el signo de los tiempos. Como los cocineros de moda que ahora deconstruyen, liofilizan, vaporizan, nubifican, reducen, espumizan, etc., etc. (¡Qué yo no quiero una tortilla deconstruida o hecha espuma, sino como la que me hacía mi madre!). Lo cierto es que los ríos atesoran toda una literatura científica de ingenieros y técnicos que los recorrieron con fines de estudio y utilitarios. El Cabriel también tiene la suya y aparte de algunas referencias muy antiguas, como las del ubicuo geógrafo ceutí Al- Idrisi en el s. XII, poseemos alguna buena memoria de técnicos que recorrieron el Cabriel en el s. XIX. En nuestro caso, muchas veces estas expediciones eran impulsadas por la Acequia Real del Júcar o la actual Confederación Hidrográfica. Uno de los precursores fue el turolense José de Morós y Morellón, un verdadero aventurero que viajó y estudió las colonias españolas del golfo de Guinea, pero cuyo último trabajo fue el reconocimiento del río Júcar en 1845 y 1846. El motivo fue el de siempre: los regantes de la ribera valenciana, que habían incrementado desde fines del XVIII mucho el área de riego, se quejaban de la falta de agua y aludían a que una posible causa era los usos irregulares del Júcar en su cuenca alta. Así pues, la Junta de las acequias del Júcar se dirigió a la Real Sociedad Económica de Amigos del País quienes comisionaron a Morós y Morellón (estudiado por el amigo Carles Sanchis) para el reconocimiento del río. Morós estaba hondamente preocupado por el atraso científico y técnico español y era un convencido de la importancia del estudio geográfico para la consolidación de un estado moderno liberal. Fiel a su pensar, aplicó sus conocimientos y métodos geográficos, cartográficos y geodésicos y publicó en 1847 el primer estudio del Júcar. A pesar de que las derivaciones de agua descritas por Morós no eran significativas, para los regantes valencianos era todo un agravio los nuevos aprovechamientos del río que se producían en la cuenca alta del Júcar. Parece que los de la cuenca alta y media de los ríos sólo podamos asomarnos al río para verlo pasar. 30 años después del reconocimiento de Morós sucedió prácticamente lo mismo. En septiembre de 1878, la Junta de Gobierno de la Acequia Real del Júcar acordó nombrar a una comisión con el objetivo de que inspeccionara los presuntos aprovechamientos de agua irregulares que se estaban produciendo en los ríos Júcar y Cabriel, aguas arriba de Cofrentes. Los regantes del Canal del Júcar constataban cómo las aguas no llegaban en la cantidad suficiente para regar sus cada vez 5 La Historia en píldoras Ignacio Latorre Zacarés más acrecentados campos de cultivo. ¿Era el problema los cuatro años de sequía, la mengua intrínseca de fuentes o bien que se estaba desviando mucha agua Cabriel y Júcar arriba? Desde el 21 de septiembre de 1878 y durante 22 días, una comisión dirigida por el arquitecto Antonio Martorell recorrió desde Cofrentes los ríos Cabriel y Júcar. Martorell adoptó la estrategia empleada por Morós y Morellón en el Júcar en 1847, cuya memoria la tacha de “notable y conocida” y de “satisfactorio resultado”. Como documentación utilizó la “Descripción física, geológica y agrológica de la provincia de Cuenca” publicada en 1875 por el ingeniero de minas Daniel Cortázar y Larrubia. El reconocimiento de ambas cuencas se inició en Cofrentes. La inspección eligió primero remontar el curso del Cabriel y posteriormente pasar a la cabecera del río Júcar, próxima a la del Cabriel, para descender toda su cuenca hasta volver al punto de partida inicial: Cofrentes. Sin embargo, en el término de Boniches (Cuenca), la Comisión observó cómo el río Laguna o Mayor vertía sus aguas al Cabriel con un mayor caudal que el propio río principal (suele suceder en la actualidad en múltiples ocasiones). Por ello, la expedición decidió remontar sólo doce kilómetros más el Cabriel y volver a la desembocadura del río Laguna, remontándolo hasta Cañete. No llegaron a la cabecera del Cabriel, ya que creían que en el curso alto del río por su escaso caudal no existiría ninguna infraestructura importante que aprovechara las aguas (estaban equivocados como bien nos puede ilustrar el historiador serrano Mariano López). El resultado de este reconocimiento es una jugosísima memoria firmada por Martorell donde se describieron todos los elementos de la arquitectura del agua que acompañaban al Cabriel. En total, a lo largo de nuestro Cabriel (antiguamente también en los documentos Cabriguel, Cabrihuel o Cabrinel) reconoció 45 presas o azudes de diferente rango (presas, presones y presoncillos según la memoria); 18 molinos harineros con 53 piedras o muelas; 5 batanes cuya utilidad era la de golpear, desengrasar y enfurtir paños; 1 martinete laminador de hierro y cobre en Contreras y 15 norias y ruedas hidráulicas. Las estimaciones de hanegadas de huerta regadas ascendían a más de 9.500, y de éstas sólo unas 1.730 se estimaban de riego sin derechos. No parecía que en esos 270 km. de Cabriel hubiera una sobreutilización de sus recursos hídricos. La memoria refleja muchos aspectos interesantes como todas esas aldeas ribereñas ahora despobladas o bajo las aguas del embalse de Contreras (Fuencaliente, Cañaveral, Fonseca, Cuevas Blancas…). Muchas presas dejaban un portillo practicable para el paso de las maderadas que bajaban por el Cabriel desde épocas musulmanas. El elemento fundamental de la memoria son las presas o azudes con su función de retener al agua que aprovechaban sistemas de acequias, caces, norias, molinos, batanes, etc. Entre estas destacó como la mejor la Presa del General Crespo en el término de 6 La Historia en píldoras Ignacio Latorre Zacarés Enguídanos, la de Vadocañas o la de Casas del Río que proporcionaba agua por ambos márgenes al Molino de Cuellar, el del Conde y su célebre noria también presente. La Presa de la Vuelta de Contreras movía un martinete laminador, un molino de cuatro piedras y una rueda, convirtiéndose así en el tramo de mayor envergadura industrial del Cabriel. Curiosamente, las ruedas o norias eran movidas en el Cabriel por sus aguas, sin embargo, en el Júcar, entre El Picazo y Casas de Benítez, localizaron más de 100 norias movidas con los pies de los propios agricultores manchegos. Los puentes no fueron objeto de descripción de la memoria, pues, en principio, no suponen un abuso irregular de las aguas. No obstante, en algunos casos se mencionan los puentes que permiten vadear el incontrolable Cabriel como el histórico Puente de Pajazo que servía también de presa y que en sus aledaños mantenía la venta donde durmió Carlos V en 1528, ahora ya reconvertida en casa de colonos. Otro elemento muy destacado eran los molinos que eran de agua y harineros y en algunos casos movían hasta cuatro ruedas como el Molino de Abellán (aguas abajo de Los Cárceles) cuya presa también daba agua a un batán, el de Vadocañas, el de Contreras o el de Molino de Don Melitón. Entre los sistemas de huertas destacan las de Basta (Cofrentes) cuya presa regaba 1.500 hanegadas o las del vergel de la Fuencaliente, cuyo nacimiento de agua nutría otras 1.500 hanegadas que eran definidas por Martorell como de “frondosidad pasmosa”. Martorell ”leyó” el Cabriel con un lenguaje técnico y de carácter utilitarista, pero en ocasiones, la fría descripción de escarpas y contraescarpas dejó paso a la emoción de un recorrido “tortuoso” (adjetivo que surge varias veces en el informe), pero bellísimo en muchos de sus tramos. Así, al final de su memoria abandona la jerga técnica y rinde tributo al Cabriel con estas palabras: “Llevando una gratísima impresión del pintoresco cuanto accidentado valle del Cabriel, lleno por todas partes de bellezas naturales, de incomparable efecto, ya de imponentes murallones verticales de colosal elevación, ya de frondosísimos bosques, en donde reposan los pasados siglos, ó bien de vistosísimos saltos con sus rosarios de cascadas y sus irisados cambiantes. Y entre tanta maravilla sigue su eterno y ondulante arrastre la serpiente de líquida plata, y paga murmurando su tributo al río Júcar”. El de Martorell fue el primer reconocimiento del Cabriel, pero en el siglo XX nos queda la constancia de otro como un Itinerario del río Cabriel de 1936 que pasa por ser una ficha técnica muy completa del río o el reconocimiento efectuado por Luis Janini Cuesta en 1941 con el fin de proponer los lugares mejores para la construcción de un embalse. Cuando uno lee al gran periodista medioambiental José Sierra sus crónicas de las polémicas en la ribera valenciana con los 7 La Historia en píldoras Ignacio Latorre Zacarés controvertidos trasvases y soluciones a la sed de agua, comprueba que los motivos que impulsaron las expediciones de Morós y Martorell siguen existiendo en comarcas valencianas y alicantinas, pero… oigan, no busquen su causa en los tramos medios y altos del Cabriel que ahí no están. 8 La Historia en píldoras Ignacio Latorre Zacarés LOS ESCRIBANOS DE SATÁN Sin duda, entre los oficiales burocráticos antiguos con peor prensa se encontraban los escribanos. Una copla popular recogida en Requena por el inquieto Fermín Pardo plasma la escribanofobia (atención al palabro) con gracejo: “En el cielo hay una uva que es para los escribanos como no sube ninguno no le falta ningún grano” . Todo ello viene a propósito de una charla que tuve con las también inquietas maestras jubiladas valencianas que igual se interesan por el Cabriel, como por los vinos, como por la Paleografía. Íbamos en esta ocasión de Paleografía en una clase dedicada a constatar la tremenda evolución de la escritura a lo largo del tiempo. Una evolución muy ligada a los movimientos culturales de cada época (escolasticismo, humanismo…), pero también a las necesidades y negocios del momento. A medida que hay más material escriptoria (papel), más contactos comerciales, aumenta el poder real y su burocracia, crece la burguesía, aparecen universidades o se litiga más aumenta la producción escrita a la par que la grafía va degenerando. Entre los cambios importantes que han ocurrido en la paleografía se encuentra la aparición de la letra minúscula; el corte que se da en la punta del cálamo que de ser horizontal pasa a tener un corte oblicuo a la izquierda generando la típica letra quebrada gótica y cuando los escribanos dejaron de levantar la pluma cada vez que escribían una letra y pasaban a escribir las letras juntas, sin levantar la mano. Otro fenómeno es la cursivización de la escritura. Cada vez se escribía más a la carrera y peor. De la equilibrada y redondeada escritura carolina se pasará a la angulosa y vistosa letra gótica hasta que en s. XV, a la par del fortalecimiento monárquico, aparezca la estética y caprichosa letra cortesana con sus formas envolventes, espirales, lazos, bucles, nexos y curvas. Pero ya en la mitad del siglo XV hará aparición y se quedará hasta el siglo XVII la letra que se convertirá en una verdadera pesadilla para nuestros ancestros, pero también para los investigadores y archiveros actuales: la letra procesal y su secuela, la procesal encadenada (el horror puro). Esta letra procesal se caracteriza por su ejecución rapidísima, donde el escribano no levanta la pluma del pliego encadenando palabras cada vez con una letra de tamaño más grande de forma que casi una palabra ocupaba todo un renglón, a más beneficio del escribano que le pagaban por pliego. A tal degeneración llegó la letra que en ocasiones observamos como los escribanos requenenses no sabían leer las actas de sus propios compañeros de oficio. Es decir, en una sociedad de elevadísimo analfabetismo, el escribano no sólo poseía el monopolio de la escritura, sino también de la lectura, pues prácticamente sólo el 9 La Historia en píldoras Ignacio Latorre Zacarés mismo ejecutante la podía leer en ocasiones. Antes de entrar al Archivo, ya fui advertido por un distinguido catedrático de historia medieval de la horrorosa grafía de ciertos escribanos requenenses. En 1544, cuando el Concejo de Requena nombró como escribano a Juan Pasamante de Comas le ordenó y advirtió que escribiera con “buena letra” en un libro en blanco los privilegios de la villa a cambio de 10 ducados. La procesal o letra del diablo y sus oficiantes, los escribanos, ya fueron vilipendiados, entre otros, por el propio Cervantes. Cuando D. Quijote le da una carta a Sancho para entregársela a la analfabeta e idealizada Dulcinea, le mandó que fuera copiada por un maestro de escuela o por un sacristán, pero nunca por un escribano “que hacen letra procesada, que no la entenderá Satanás”. Los Reyes Católicos promulgaron varias disposiciones contra la letra procesal frente a su preferida y protegida, la cortesana. Llegaron a ordenar que: “se pague á diez maravedís cada hoja de pliego entero escrito fielmente de buena letra cortesana y apretada e no procesada, de manera que las planas sean llenas no dejando grandes márgenes, e que en cada plana haya á lo menos treinta e cinco renglones e quinze partes en cada renglón…”. Luchaban contra la degeneración de la escritura, pero también contra la costumbre de meter en cada renglón sólo dos o tres palabras y escribir así más páginas y cobrar más. Estos escribanos sí que eran “casta”. En Requena, según las épocas, nos encontramos como oficiaban cuatro, seis y hasta siete escribanos. A estos escribanos hay que añadir el escribano o escribanos del puerto y aduana. Muchos nombres se repiten con los años y se crean hasta dinastías familiares de escribanos. En la primera mitad del siglo XVI constatamos la larga vida profesional de escribanos como los Juan Picazo (el “Viejo” y el “Mozo”), Antonio Picazo, Juan Conejero, Pasamante de Comas, Rodrigo de Cuenca, Juan de Adobes, Miguel Montero, Juan Solano, Jerónimo de Cuevas, Alonso de Montoya, Alonso Polo, Luis Pérez, Martín Pérez Antequera, Lope Ruiz de Zapata y otros. Anualmente se arrendaban las escribanías y el que remataba la postura debía procurar los escribanos que iban a trabajar ese año. El Concejo de Requena pedía que fueran “suficientes” y “hábiles” y en algún caso los rechazaba como le pasó a Juan García “el Mozo” en 1537. Debían jurar su cargo ante el Concejo que les otorgaba “poder cumplido”. En 1543 hasta 45.000 maravedíes se pagaron por el remate de la escribanía. Estos escribanos trabajaban para el concejo, pero también para los particulares en su función de notarios, donde extraían sustanciosos beneficios. En 1537, cuando se independizó Mira de Requena, se les devolvió a cada escribano requenense 1.000 maravedíes porque perdían la escribanía de la población recién segregada. Al año siguiente, el procurador síndico requenense denunció a Alonso de Montoya por ejercer a la vez como escribano y como letrado. 10

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los dos grandes reyes de la época, Jaime I y Alfonso X historia. Pero repasamos lo que pasó en ese agosto de 1273. El 24 de abril Alfonso X lo tenemos en que se realizaba en Requena bajo el nombre del parapeto humano tráfico actual marítimo de contenedores del Puerto de Valencia en.
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