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La vida en el límite de la vida: Experiencias de alpinistas para inspirar nuestro día a día PDF

237 Pages·2018·17.478 MB·Spanish
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Todas las reflexiones van acompañadas de maravillosas fotografías de los paisajes más conmovedores del planeta. 3 LA VIDA EN EL LÍMITE DE LA VIDA Experiencias de alpinistas para inspirar nuestro día a día Sebastián Álvaro Jose Mari Azpiazu 4 En algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a nuestra existencia. Miguel de Cervantes 5 INTRODUCCIÓN LA MONTAÑA, ESCUELA DE VIDA Con este libro pretendemos acercar algunas reflexiones de alpinistas que, en el límite entre lo posible e imposible, en el filo entre dos abismos, a veces zarandeados por la adversidad en la «zona de la muerte» por encima de los ocho mil metros, han expresado sus sentimientos y emociones y han hecho frente a dramas y derrotas confiando en sus valores y su fortaleza de espíritu. No queremos que sea un libro para montañeros o expertos, o, mejor dicho, no solamente para ellos. Está concebido como un estimulante para cualquier ser humano, sea alpinista o no. Está hecho de pequeñas píldoras reflexivas cuyo principio activo reside precisamente en las peculiares vivencias que se dan en la montaña, buenas o malas pero siempre inolvidables, favorables o adversas, extremas y muchas veces al límite. A pesar de su origen montañero, las reflexiones, unas más impresionantes que otras, reales todas ellas, son cercanas a los problemas que nos acechan en nuestro día a día, y están en este libro con un único fin: activar nuestras emociones y sentimientos, estimularnos en los momentos más difíciles y ayudarnos a levantar el ánimo cuando la apatía, la tristeza y el desánimo se instalan en nuestras vidas. Pretendemos que sean como pequeñas presas para seguir ascendiendo, focos de luz para vernos mejor a nosotros mismos. Este libro es una puerta abierta a la imaginación, nos permite viajar con la cabeza hasta esos lugares donde se vivieron aventuras prodigiosas, nos da la libertad de dirigir nuestros pasos hacia cordilleras perdidas, del Himalaya a Tierra de Fuego, del Karakórum a la Antártida. Montañas, aventuras y personas extraordinarias. Y todo ello hemos pretendido transmitirlo como mejor sabemos: con imágenes y con palabras. Las palabras nos permiten expresar ideas y sentimientos; las imágenes, capturar emociones. Las palabras nos llevan al lugar, los paisajes nos trasladan al momento. Emoción y razón, nunca la una sin la otra, como nos enseñaron nuestros maestros en el «arte de hacer más con menos», como ha llegado a definirse el alpinismo. Los sentimientos, las emociones, los miedos, las alegrías, las tristezas y, por supuesto, los dramas adquieren en la montaña una dimensión superior al estar los alpinistas sometidos a los rigores y dictados de la gran naturaleza ―muy superior a nuestras pobres fuerzas―, a una climatología adversa, a riesgos y peligros que muchas veces nos 6 sorprenden y nos sitúan al límite de nuestra resistencia. Estas situaciones nos obligan a sacar lo mejor de nosotros. Por ello, también la convivencia y la solidaridad se elevan hasta otro plano. La montaña se termina convirtiendo en la mejor escuela de vida; en realidad, es la vida misma. Nos enseña a respetar y amar el medio ambiente; que todo lo importante exige de nosotros esfuerzo y trabajo; a superar los miedos que nos impiden avanzar; a acercarnos a nuestros límites; a saber disfrutar de las victorias, sabiendo que siempre son efímeras, pero que esos instantes perdurarán en nuestras vidas; a obtener conclusiones de las derrotas, pues el fracaso siempre forma parte del aprendizaje; a superar las pérdidas, y a convivir con las ausencias y el dolor por el mazazo de nuestros dramas y tragedias. En definitiva, gracias a la montaña aprendemos a vivir con pasión, saboreando con intensidad cada día de la vida, a controlar desde la razón nuestras emociones, pero no apagándolas, sino viviéndolas vigorosamente, sin renunciar a todo aquello que merece la pena ser vivido. Y, sobre todo, nos enseña a afrontar las adversidades de la vida plantándoles cara, sin rendirnos en la contienda. La montaña es una escuela de vida que nos facilita ser mejores personas, que nos enseña a conocernos, a admitir nuestra fragilidad y a ser solidarios ante el infortunio. Esperamos que este libro sea tu compañero de viaje. Está pensado para que lo tengas en tu mesilla de noche o en tu mochila y puedas sumergirte cada día en cualquiera de las reflexiones, breves pero emocionantes, expresadas por alpinistas en momentos de bienestar o de angustia, en situaciones benévolas o adversas, en condiciones alegres o extremas, pero que siempre nos ayudan a obtener una nueva perspectiva de nuestra vida cotidiana. Desde luego, esta obra no tiene nada que ver con los libros de autoayuda, ni con esos otros que auguran la felicidad completa o el enriquecimiento rápido por la vía más fácil. Por el contrario, este libro deja claro desde el principio que nada importante se consigue en la vida de un modo fácil ni rápido, sino mediante una rigurosa evaluación de los problemas, un esfuerzo continuado y una buena gestión de los riesgos y del estado de ánimo. «En mi corazón tengo la certeza de que no existen metas regaladas», dijo Bonatti; nos recordaba así que la satisfacción, igual que la felicidad, es una conquista y que la única vía para lograrla es el esfuerzo diario y sostenido. Y, especialmente, sobre la base de unos pilares fuertes, los valores que siempre impulsaron la actividad del alpinismo clásico. Desde la inteligencia, la curiosidad o la ciencia, que alentaron los pasos del sabio ginebrino Horace-Bénédict de Saussure, al que podríamos calificar como el «inventor» del alpinismo y del sentimiento de la montaña, 7 pasando por el atrevimiento y la tenacidad del joven Edward Whymper, vencedor del Cervino ―«la montaña imposible»―, hasta la innovación y la osadía del británico Alfred Mummery, el padre del alpinismo moderno, que nos enseñó que «quienes realmente desean gustar las alegrías y los placeres de la montaña deben saber desenvolverse en las nieves de la altura confiando solo en sus dotes y en sus conocimientos», y lo hizo realidad desafiando riesgos inherentes a un hombre adelantado a su tiempo. Mummery fue el primer alpinista en acometer la escalada de una montaña que supera los ocho mil metros. La evolución técnica y de mentalidad llevaría a Luis de Saboya muy cerca del Polo Norte y a George Mallory a las cercanías de la cima del Everest a principios del siglo pasado. ¿O quizá a la misma cumbre? Fueron hombres y mujeres de una generación irrepetible. Tras la segunda guerra mundial, la evolución de los materiales y la técnica se aceleró, y de esta forma se acometieron las ascensiones de las grandes montañas del Himalaya y el Karakórum. Pero no solo fueron las nuevas aleaciones, las herramientas más ligeras o las vestimentas más eficaces las que permitieron escaladas extremas en las grandes paredes de la Tierra. Fueron la valentía de Terray en el Jannu o de Bonatti en el Gasherbrum IV, la solidaridad del grupo francés en el Annapurna y la de los británicos en el Ogro, y la inteligencia y la capacidad de liderazgo de Bonington en la cara sur del Annapurna o la sudoeste del Everest lo que permitió vencer los miedos que todos llevamos dentro y superar retos que parecían imposibles. Tanto que se creía que ya no podía llegarse más lejos ni más alto… Hasta que aparecieron Reinhold Messner y Jerzy Kukuczka, que conquistaron los catorce ochomiles ―sin botellas de oxígeno, en invierno, en solitario y por rutas nuevas― derrochando coraje, inteligencia y esfuerzo sin límites. Es la lección de que siempre podemos soñar, de que no tenemos más barreras que las que nosotros nos imponemos. Son otros tiempos, pero se mantienen los mismos valores que derrochaban aquellos pioneros, presentes desde que hace doscientos años un sabio ginebrino se detuvo a disfrutar del paisaje del Mont Blanc. Aquella nueva mirada cambiaría el mundo. Y, desde luego, la vida de muchos, entre los que nos encontramos los autores de este libro. 8 Recuperar la esencia Claro que han cambiado muchas cosas desde entonces, aunque no todas de forma positiva. La masificación de las montañas ha llevado rápidamente a la comercialización y a la banalización de estas y de una actividad que siempre ha reivindicado la montaña como un espacio de libertad. El «alpinismo comercial» ha irrumpido como una amenaza, hasta el extremo de convertir el Everest en un parque temático y su campo base en un gigantesco basurero. Estar por encima de 8.848 metros es situarnos casi fuera del planeta, pero utilizar botellas de oxígeno artificial supone ir en contra de aquel espíritu de «juego limpio» que se ha ido imponiendo de modo natural desde principios del siglo XX, e implica rebajar la altitud de cualquier montaña gigantesca en más de dos mil metros convirtiéndola en una montaña vulgar, como está sucediendo por desgracia con el Everest. Y es solo un botón de muestra de lo que nos espera en el futuro. Se trata de una involución para quienes defendemos el alpinismo clásico, basado en el juego limpio y la honestidad. En nuestra modesta opinión, la montaña ha de seguir siendo un espacio de paz y libertad, un paraíso para la aventura y ante todo una escuela de aprendizaje, a veces dura, pero llena de valores y basada en el humanismo y la integridad. Quedémonos por tanto con las vivencias, sentimientos, emociones y reflexiones que, a modo de legado, nos han dejado quienes con su ejemplo y su palabra han hecho de la montaña una particular e inigualable escuela de vida. Sebastián Álvaro y Jose Mari Azpiazu 9 VALOR Y CORAJE Miedo a lo desconocido Atravesando el glaciar Snow Lake, en el que confluyen los glaciares de Biafo y de Hispar, Karakórum. La historia del montañismo no es tan solo la historia del triunfo sobre las montañas, sino del triunfo sobre el miedo. No es meramente la crónica de unas proezas emocionantes, sino de una gran aventura del espíritu humano. James Ramsey Ullman (1907-1971) El peor miedo es el miedo al miedo. Ese que te paraliza y te impide actuar. El miedo se vence con la mente, es decir, con la unión de la inteligencia y el coraje. Los cobardes y los prudentes viven más. Pero todos mueren. Sebastián Álvaro 10

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