La Sociedad Económica de Amigos del País de Ciudad Rodrigo Paula y Jorge DEMERSON El estudio comparado de las Sociedades Económicas revela una constante en la génesis de esos cuerpos patrióticos: casi todos nacen de la misma manera. Tomando conciencia del marasmo en que yace el país, unos patriotas acuerdan reunir sus esfuerzos para mejorar las condiciones de existencia de sus conciudadanos y potenciar la vida económica de su provincia. Se ejerce siempre en tres direcciones principales la acción de estas Sociedades: la benelicencia, pues luchan contra el desempleo, la po- breza, la mendiguez y la ociosidad, por la creación de asilos u hospi- cios en los que se proporcione albergue y trabajo a fis familias des- amparadas y sin ocupación. La docencia: gracias a la cual procuran desterrar la ignorancia y la rutina, y enseñar a los adultos, pero sobre todo a los jóvenes, con los primeros elementos de la instrucción y de la religión, los principios de algún oficio útil que ies permita valerse por sí mismos. El ¡omento, por fin, de la producción en todos los campos de la actividad humana: agricultura, la más importante en- tonces y con mucho, las artes y oficios, la industria, el comercio. Por medio de experimentos y premios, tratan de desarrollar aquellos ramos que estiman más adaptados y útiles a las necesidades de cada región. Esto mismo hicieron los mirobrigenses. Mas tuvieron que hacer frente a una circunstancia peculiar y muy desfavorable, que afectaba sobre todo al campo de su partido: la extraordinaria despoblación de toda la zona. El mal venía de atrás. Poco más que mediado el siglo xviii, empezaron a preocuparse de ello las autoridades y trata- ron de hallar remedios a esa situación como lo prueba el Cuestionario real redactada en 1769, reinando Carlos III, «para preparar la repo- .36 Paula y Jorge Demerson blación interior en las regiones despobladas entre las cuales aquella región y la de Salamanca eran, sin duda, las más señaladas»’. En contestación al Cuestionario, los mandos militares se limita- ron a exponer objetivamente la situación de la ciudad y su partido sin formular críticas ni quejas. Sin embargo expresaban tres deseos: Juzgaban que la instalación de una compañía mercantil resultaría benéfica para la plaza fuerte y su distrito. Colocada bajo la protec- ción real, gozando de los fondos necesarios y de ciertas exenciones, podría almacenar y vender varias clases de géneros, dando así salida a los productos de los naturales y surtiendo la ciudad de géneros de consumo corriente a precio más equitativo. Por otra parte sugerían hacer plantíos de moreras para beneficiar los cQcos de seda. Reconocían que no se desperdiciaban aguas en el territorio de Ciudad Rodrigo y su socampana. Sin embargo, el cau- dal del río Agueda que corría entre la ciudad y el arrabal del Puente, podría tal vez utilizarse para iegar las tierras y pastos de la Dehesa de Agueda y heredades inmediatas, favoreciendo así el crecimiento de las moreras. El tercer voto que emitían los redactores era que se afincase en la ciudad una fábrica de paños ordinarios o lienzos del país, para dar mayor curso y estimación a sus lanas y linos y además «ser me- dio para conseguir el recogimiento y aplicación de varios muchachos y gentes naturales desvalidos y mendigos». Esta última propuesta es de gran interés, ya que revela que la idea de recoger a los mendigos en unos talleres para arrancarlos al ocio y a la miseria se perfilaba ya en la mente de la clase rectora del pueblo, antes de la creación de las primeras Sociedades Económicas. En realidad, estas tres sugerencias del estamento militar reve- laban unas preocupaciones ya propias de la Ilustración. Pero para prosperar no había llegado todavía el momento favorable. Este se presentó diez años más tarde cuando unas personas de notable ins- trucción y carácter, preocupadas por la felicidad pública y partidarias determinadas del progreso acordaron aunar sus esfuerzos para fo- mentar la divulgación de las «Luces» en el recinto amurallado de la ciudad y sus inmediaciones, fundando una Sociedad Económica de Amigos del País para paliar los defectos y carencias que en ella se observaban. 1 Véase Departamento de El Bastón de la U. A’. y M. L. ciudad de Ciudad- Rodrigo, año dc 1770, con prólogo de Constancio Bernaldo de Quirós, Madrid, imprenta Helénica, 1929. Publicación del Ministerio de Trabajo y Previsión, Junta de Colonización Interior. Las páginas 111-VIII, 35-61 y 159 son las que in- teresan directamente este estudio. Debemos comunicación de este valioso do- cumento a don Jesús Sánchez Ruipérez, a quien expresamos aquí nuestro efusivo agradecimiento. La Sociedad Económica deAmigos del Paísde Ciudad Rodrigo 37 CIUDAD-RODRIGO HACIA 1780 La antigua Rodericum «se reputaba de 2.000 vecinos», es decir, que si aplicamos la proporción generalmente admitida, de 4 ó 4,5 habitantes por un vecino, tenía aproximadamente 8.000 ó 9.000 almas. Eso por lo menos es lo que afirmaba en 1783 don Simón Rodríguez Lazo, canónigo y secretario de la Sociedad Económica recién cons- tituida y que reprodujo Ponz en su Viaje de España En realidad, si damos crédito al censo de 1789, la población debía de rayar en los 5.000 habitantes. De levante a mediodía ocupaba la ciudad media legua, de norte a mediodía una legua y su circunferencia era de tres leguas. Tenía dos arrabales (de San Francisco y del Puente) y, espar- cidas por sus inmediaciones, 27 alquerías, huertas y dehesas. El vean- darlo quedaba abastecido de agua por un acueducto moderno de dos leguas de longitud. Ciudad Rodrigo era plaza de armas: sus murallas, foso, castillo y siete puertas fortificadas resaltaban su carácter de fortaleza. En ella residía el Gobernador militar que asumía también las funciones de corregidor. Un teniente de Rey, un sargento mayor, dos ayudantes, así como un capitán de llaves formaban su estado mayor. Varios cuarteles albergaban a la guarnición compuesta de infantería, arti- llería, caballería, milicias provinciales y urbanas ~.Un comisario de guerra, un guarda almacén de artillería con sus ayudantes y un alfé- rez mayor completaban este cuadro propiamente militar - Pertenencia de la Corona Real y cabeza de partido, Ciudad Ro- drigo era una capital administrativa de cierto relieve y varios em- pleados de alta graduación estaban afincados en ella: un Intendente de Hacienda, un Contador principal de las Rentas generales, a quienes 2 Estimación hecha sin duda a ojo de buen cubero y excesivamente optimis- ta, ya que los datos facilitados por Mifiano y Madoz, que recogen las cifras del censo de 1789, son inferiores en casi la mitad. Las estadísticas establecen que el vecindario de Ciudad Rodrigo fue creciendo regularmente desde el si- glo xv’ hasta finales del xviii. En 1587 contaba 1.883 habitantes. En 1789, según consta por cl censo que se realizó aquel año, tenía 4.852 habitantes. La guerra de la Independencia ocasionó una mengua sensible en esa población. En 1826, informa Miflano, agrupaba a 1.250 vecinos, o sea, 4.300 habitantes (proporción: 3,5 almas por un vecino). Más tarde se reanudó el crecimiento, y en 1883 el padrón arrojaría un total de 6.223 habitantes. Este antiguo alcázar, sito dentro de la muralla y mandado edificar en 1410 por iniciativa de Enrique II de Trastamara, constituía una de las defensas de la ciudad. Se debíaal arquitecto zamorano Lope Arias. Sólo quedaban abiertas tres en 1848, según consta de la descripción que nos hace Madoz: la de Santiago, la Colada y la del Conde que daba acceso al arrabal de San Francisco. Exactamente, un regimiento de infantería, un destacamento de artillería (con su arsenal), un destacamento de caballería, la plana mayor del regimiento de milicias provinciales titular de la ciudad y un cuerpo de milicias urbana& creado de orden de S. M. en 1768 por el Gobernador su comandante (El Bastón, Op. cit0. SS Paula y Jorge Demerson estaban sujetas las 18 aduanas de la provincia (incluyendo la de Sala- inanca), que controlaban el tráfico de la raya con Portugal, otro Contador principal de las rentas de la provincia de Salamanca, un Contralor, dos Administradores de las rentas de Tabaco y de las Sa- linas que, como es sabido, eran monopolios del Estado. Presidía el Ayuntamiento un Alcalde mayor que hacía también de teniente de Corregidor, asistido de ocho Regidores. Tenían además asiento, voz y voto en él los dos procuradores síndico y personero, dos diputados de Abastos del Común y siete diputados nombrados anualmente por el vecindario para cuidar, sea del casco y arrabales de la ciudad, sea de las huertas inmediatas y asimismo de la equita- tiva repartición de gabelas y bagajes~ Centro de marcada religiosidad, era Ciudad Rodrigo sede de un obispado sufragáneo del de Santiago, y su diócesis, que pertenecía a la provincia de Salamanca, agrupaba ochenta y cuatro parroquias matrices y doce hijuelas o anexos~.Dentro de su recinto se levan- taba una majestuosa catedral gótica edificada en tiempos de Fer- nando II de Aragón8 y seis iglesias parroquiales (de San Isidro, de San Pedro Apóstol que incluía otra llamada de San Justo y Pastor, de San Juan y del Santo Sepulcro), siendo la sexta la capilla del Sa- grario de la Catedral servida por dos curas semaneros. Una séptima, antiguamente denominada de los Esclavos o Niños de la Doctrina, estaba por aquel entonces abandonada. Se celebraban también oficios religiosos en tres capillas: la de Cerralbo, dedicada a San Andrés y fundada en 1685 por el primer arzobispo de Burgos y Cardenal don Francisco Pacheco de Toledo, obra arquitectónica considerada como la mejor de la ciudad; la del marqués de Espeja, don Francisco Agus- tín del Aguila Osorio, contigua a su propia casa, y otra, la de Santa Cruz y Elena, reservada a una cofradía. Los conventos eran numerosos, aunque poco poblados. Intramu- ros, se contaban tres: uno de Padres Agustinos calzados y dos de mon- jas, el uno de Franciscas descalzas, bajo la advocación de San Isidro, el otro (de Sancti Spiritus), de religiosas terceras de Santa Isabel. Huelga recordar que se llama bagaje a ‘la bestia que, para conducir el 6 equipaje militar y en ocasiones algunos individuos del ejército y sus familias, se toma en los pueblos por vía de carga concejil, pero mediante remuneración. (Bagaje mayor es el caballo o muía; menor, el burro.) Suelen también tomarse para este servicio, carros y carretas con sus respectivos tiros» (Dic. Acadj. En 1798, según consta en el censo que se realizó aquel año, agrupaba en- tonces la provincia de Ciudad Rodrigo —cuyos límites no coincidían con los del obispado— 90 pueblos, 97 parroquias, 10 conventos de religiosos y 5 de monjas. 8 La construcción de la catedral, obra del arquitecto Benito Sánchez, ente- rrado en el claustro, se inició en 1170, y se concluyó en el siglo xlv, reformán dose luego en 1568. En 1770, la catedral tenía siete dignidades, 20 canonicatos, 7 raciones, 4 me- días raciones y 24 beneficios o capellanías de coro. Véase El Bastón, op. cii. LaSociedad EconómicadeAmigos del País de Ciudad Rodrigo 39 Sumaban los tres 54 monjes y monjas. Extramuros, en el extenso arrabal de San Francisco ~,además de dos parroquias (de San Andrés y de San Cristóbal) se encontraban cuatro conventos más: uno de Franciscos observantes, el más concurrido de todos con sus setenta religiosos, otro de Dominicos y el de Trinitarios descalzos, llamado de la Santa Trinidad. En ellos no llegaba el efectivo de monjes a vein- te. El cuarto convento, de Santa Clara, era de religiosas franciscas y el más numeroso de los conventos femeninos con cuarenta monjas de velo y medio velo. Distante de la ciudad tres cuartos de legua en el barrio de la Ca- rUlad, se erguía el convento de los Padres premonstratenses, o de San Norberto. Obra considerable de sillería empezada en 1590 por don Francisco Marín, estaba a punto de concluirse en 1780, a cargo del arquitecto don Juan de Sagarvinaga, individuo de la Real Academia de San Fernando. Ultimo de los conventos, el de Agustinas calzadas, llamado de Santa Cruz, se levantaba a orillas del río Agueda I¶ Para completar este imponente panorama religioso, mencionemos la iglesia parroquial de Santa Marina, sita en el arrabal del Puente, y dos er- mitas, de San Sebastián y del Cristo de la Cruz Tejada, propiedad y sede de sendas cofradías. Eran, pues, en total, nueve iglesias parroquiales (sin hablar de la Catedral), nueve conventos y dos ermitas los edificios religiosos dise- minados por la ciudad y su «Socampana’. Para la curación de sus enfermos disponía Ciudad Rodrigo de dos hospitales: el Hospital de la Piedad, reservado a los gálicos, y el de la Pasión, a donde acudían no sólo los dolientes civiles y militares de la ciudad, sino también los forasteros. Un hospicio, denominado Hos- pital de Lerilla, servía de albergue provisional para los viandantes, es- tudiantes y pobres peregrinos. Una modesta Inclusa cuidaba de los Expósitos gracias a ciertos fondos del municipio y unas rentas del ca- bildo catedralicio. Dos médicos, un cirujano y dos boticarios velaban sobre la salud del vecindario. La enseñanza estaba en manos del clero. Junto a la Catedral, en el Seminario Conciliar fundado por el obispo don Cayetano Quadri- Itero, bajo la advocación de San Cayetano, su santo patrono, y con- cluido por el arquitecto don Juan de Sagarvinaga en 1769, se dispen- saba enseñanza de Gramática, Artes y Moral en tres cátedras que en 1770 agrupaban a 99 alumnos, según revela EL Bastón de Ciudad Ro- drigo. Este colegio estaba dotado por el Consejo de Castilla con los 9 Siguió creciendo dicho arrabal en los afios posteriores. En 1848 reunía más del doble del vecindario domiciliado dentro del recinto fortificado. ~ El conjunto de la población conventual ascendía a 130 religiososy 76 mon- jas. La mayoría de estos conventos fueron arruinados por las vicisitudes de las guerras. El de los Agustinos Premostratenses era un edificio notable y su iglesia tenía extraordinario mérito. 40 Paula y Jorge Demerson Propios de los pueblos del Corregimiento. En el convento de los Agus- tinos calzados, se enseñaban Artes y Teología Escolástica, en el de San Agustín, Filosofía, y en el de San Miguel, de Agustinos calzados, Artes y Teología Moral, según una tradición que se remontaba al siglo xvi. El número de discípulos de los conventos era muy corto y el Semina- rio recién inaugurado acaparaba en proporciones muy notables casi todo el alumnado. A través de las informaciones que suministra El Bastón, no sabemos nada de la existencia y concurrencia de las escue- las de primeras letras; es probable que el Seminario Conciliar impar- tía una enseñanza elemental y primaria destinada a los niños. En cuan- to a las niñas, ignoramos las posibilidades de instrucción que se les ofrecía, pero cabe pensar que en Ciudad Rodrigo, como en la mayoría de las capitales del reino, quedaba entonces la educación femenina muy descuidada, por no decir inexistente. * * * Era esencialmente agrícola y ganadera la actividad económica de Ciudad Rodrigo. Sita en una campiña que dilataba sus llanuras hacia él Norte, mientras que hacia el Mediodía y Poniente las limitaban azu- les serranías, se beneficiaba la ciudad de una vega muy fértil, cruzada de Sur a Oeste por el río Agueda las tierras labrantías que circun- ti: daban la fortaleza se contaban entre las mejores de Castilla y León. En toda la zona comprendida entre Este y Oeste, se criaba mucho y excelente trigo, así como centeno, cebada ygarbanzos. En laparte del Suroeste, próxima a las sierras, se cultivaban pocos cereales, pero en las dehesas abundaban los pastos; los montes de encina y carrascos permitían la cría de toda clase de ganado, rama que constituía la prin- cipal riqueza del país con los cereales. Disponía además Ciudad Rodri- go de unos viñedos no muy abundantes, pero suficientes para su abas- to, y en ciertas zonas de regadío crecían hortalizas, frutas y algo de lino. Las tierras de buena y mediana calidad incluidas en el recinto de la ciudad sumaban 13.059 fanegas, repartidas grosso modo como sigue: 50 por 100 ocupadas por el trigo. 25 por 100 destinadas a los demás cereales (centeno y cebada). Este río, de poco caudal, se volvía temible en tiempos lluviosos por sus II grandes avenidas. Cuenta Madoz que arrastraba arenas de oro en su corriente. Por eso en Ja estación de su mayor sequía, cuadrillas de individuos de Mon- tchermoso dc Extremadura cavaban profundos hoyos en su lecho, recogían el escombro en unos cestos y lo llevaban en unos cuencos de madera hasta la última depuración. Ocurría comúnmente, decía Madoz, que cada individuo re- cogiese así tres o cuatro adarmes de aquel metal precioso que salía muy puro. La Sociedad Económica deAmigos delPaís de Ciudad Rodrigo 41 22 por 100 de pastos limpios y monte alto de encina y carrasco, cuya madera servía para la fabricación de aperos de labranza y para la lumbre. 2 por 100 de viñedos. 0,4 por lOO de terrenos de regadío para lino y hortalizas. 0,6 por 100 restantes de tierra inútil por las breñas, malezas y ma- torrales que la cubrían. La distribución de las tierras de las inmediaciones entre las 27 he- redades o alquerías diseminadas en la Socampana, era muy distinta. Totalizaban 11.057 fanegas, de las cuales el 65 por 100 correspondía a tierras baldías 52 En 1770, la ciudad y su campiña producían 10.929 fanegas de trigo, 5.209 fanegas de centeno y cebada, así como una cantidad apreciable de algarrobas y garbanzos. El lino, por el poco espacio que se le de- dicaba, no producía más que 406 arrobas. Los viñedos representaban 19.282 cántaros de vino de mediana calidad que se consumía en la propia ciudad, con excepción de unos mil cántaros que se llevaban para la venta a los pueblos de la jurisdicción ~ Otra riqueza de Ciudad Rodrigo, y sin duda la más importante, estribaba en la ganadería. En efecto, 31.813 cabezas de ganado de labor, vacuno, cabrío y de cerda y 762 caballerías se mantenían en los pastos y dehesas, tanto intramuros como extramuros Del ganado 14 lanar se sacaban anualmente 1.935 arrobas y media de lana entrefina ‘~. A estos apreciables recursos había que añadir la miel y la cera que sacaban los mirobrigenses de sus 1.239 colmenas, los productos leche- ros derivados de la ganadería y, por fin, las verduras y frutas que les suministraban sus huertas, las riberas del Duero y la Sierra de Gata. Oculto, además, en el subsuelo de su territorio, poseía Ciudad Ro- drigo dos triunfos de gran importancia en una época en que los diri- gentes del Estado se afanaban por arbitrar nuevas fuentes de riqueza: unas minas de alumbre y caparrosa, y también en la extensión de su obispado, algo de cobre, hierro, plomo y hasta oro. Varias canteras de piedra berroqueña y común proporcionaban material para las cons- trucciones. El trigo ocupaba 17 por 100, los demás cereales el 4 por 100; los pastos 12 limpios, 6,5 por 100; los viñedos, 5,5 por 100, y el lino y hortalizas el 2 por 100. Se vendía el cántaro en 7 6 7,5 reales. 13 ~ El ganado lanar dominaba con un 61 por 100 del total, el ganado vacuno representaba el 21 por 100, los de cerda y cabrío, el 9 por 100 y cl 6 por 100, respectivamente. Las caballerías se repartían de este modo: caballares (30 por 100), mulares (20 por lOO) y jumentos (50 por 100). Cada diez cabezas lanares daban una arroba de lana. El precio corriente 5 de la arroba de ¡ana entrefina era en 1770 de 30 a 40 reales. La de churra (o sea, oveja de lana más basta y más larga que la merina) no pasaba de 30 reales. 42 Paula y Jorge Demerson En cuanto a las modestas y escasas industrias que se habían im- plantado en la ciudad, sólo servían para las necesidades de la pobla- ción local. La más importante era una fábrica de curtidos —suelas, cordobanes, baquetas y badanas— dirigida por tres vecinos que for- maban gremio. Ocupaba de 12 a 14 personas. Una alfarería donde se surtían los clientes de loza vidriada basta empleaba a 10 ó 12 obreros que constituían también un gremio. En una fábrica de sombreros bas- tos, seis personas formaban toda la plantilla, y en otra de jabón recién establecida en 1764 por don Joseph Prieto Ramajo, trabajaban sólo tres obreros. En fin, unos 50 telares funcionaban dentro de la ciudad para la confección de lienzos, estopa y mantelería ordinaria. En Ciu- dad Rodrigo se blanqueaban las telas y se les daba la última mano, pero en lo que a tintes atañe, sólo se conocían los negros corrientes. El comercio, relativamente activo, estaba organizado del siguiente modo: unos mercados semanales, que se celebraban cada martes entre el día de San Andrés y la Natividad, satisfacían las necesidades comu- nes del vecindario. Dos ferias anuales permitían más amplios inter- cambios con las provincias vecinas. La feria llamada del Botijero tenía lugar en la segunda semana de Cuaresma. Los vecinos de la Al- berca, de Sanfelices y de otros pueblos de Castilla o de León, solían traer pescado, y los naturales vendían los frutos de su tierra o los productos de su modesta industria: ganado, granos, garbanzos, lino en rama, curtidos, sayales, mantas, jergas, lienzos, estopas, sombreros, loza, plata labrada, latonería, caldereria, cordonería y espartería- Los compradores acudían desde Salamanca, Peñaranda, Ledesma, Casa Tejada, Garrobillo y demás capitales y pueblos de las provincias inme- diatas y hasta de Portugal. En esta feria, así como en la segunda que se celebraba en mayo, solían participar los portugueses que ofrecían sus lienzos y beatillas sus medias, sombreros, zapatos, botas para el ‘~, vino y otros curtidos; también traían varios productos alimenticios: pimienta, clavo fino, azúcar, arroz, habichuelas, tripas, pescado ahu- mado, etc. En los mercados semanales como en las ferias, se exponían toda clase de reses y ganados, especialmente ejemplares de cerda bien cebados de la misma tierra o procedentes de Extremadura y otras provincias. Menos activo era el mercado exterior. Se limitaba al negocio del ganado, de las lanas y de los lienzos. Se mandaban muchas cabezas de ganado para el abastecimiento de la Corte, de Salamancay de Béjar. Se extraían novillos y lanas para Segovia y telas para la Sierra de Gata y Extremadura. Las lanas alimentaban también las tiendas de Madrid y las fábricas de Béjar, Ledesma y Casa Tejada; el lino en ‘~ Beatifla: Tela de hilo delgada y raía. LaSociedadEconómicade Amigos del País de Ciudad Rodrigo 43 rama tenía mucha aceptación en Portugal. Todas esas ventas produ- cían importantes ingresos de dinero en efectivo. Los transportes, que estaban a cargo de dos vecinos, ambos indi- viduos de la Real Cabaña, se hacían por medio de carros de bueyes o carretas de mulas. Había también en el partido unos tratantes en aceite que andaban recogiendo el género en distintos pueblos de la Sierra de Gata y de Extremadura (ya que Ciudad Rodrigo tenía muy pocos olivos),para venderlo en laciudad, sistema que adoptaron otros comerciantes que traían, por ejemplo, hierro de Vizcaya, Salamanca y La Nava para mercarlo allí ~ Por esta descripción seecha dever la mezcla de elementos positivos y negativos que ofrecían Ciudad Rodrigo y su distrito en 1780: por una parte, sus fuentes de riqueza tradicionales (agricultura, ganadería, ar- tesanía) y otras potenciales (minas, sin olvidar el alto grado de cul- tura de un fuerte núcleo de su población (clero, militares, administra- dores), sólidos puntales donde asentar sus progresos; por otra parte, eran otros tantos motivos de estancamiento la notable proporción de tierras incultas, sus industrias raquíticas, su comercio de cortos al- cances, la instrucción de primeras letras muy descuidada, defectos a los que se sumaba el factor desfavorable de una despoblación alar- mante. Juzgando, pues, los patriotas locales que la ciudad reunía un con- junto de circunstancias que justificaban la implantación en ella de un cuerpo económico, solicitaron en una súplica dirigida al Consejo de Castilla en 14 de abril de 1780 ser admitidos en la familia ya nume- rosa de las Sociedades de Amigos del País. La Real cédula de aproba- ción de sus estatutos no se hizo esperar largo tiempo, ya que se expidió en 27 de noviembre de 1781 “. Recurriendo a una práctica frecuente, los promotores, sin esperar la contestación oficial, habían empezado a celebrar juntas semanales tras nombrar a varios responsables provisionales y singularmente un secretario encargado de redactar la correspondencia y llevar al día el libro de Actas. Cuando llegó la cédula de aprobación, la Sociedad lle- vaba ya funcionando, de hecho, cerca de un año. Así se explica que sin más dilación, pudiera convocar su primera Junta pública para el día 5 de enero de 1782. Ya en aquella fecha constaba la Sociedad de 107 socios La mayor ‘~. parte de ellos, casi la mitad, eran sacerdotes: canónigos, capellanes Para más detalles sobre este aspecto económico de Ciudad Rodrigo y su 17 provincia, véase El Bastón..., y Miñano y Madoz. ‘~ Estatutos de la Real Sociedad Económica de Amigos del país de Ciudad Rodrigo, aprobados por 5. M. Con licencia. Madrid, Antonio Sancha 1782, 60 pp., 19 cm. Véase la lista de socios en apéndice. 44 Paula y Jorge Demerson castrenses, prebendados, frailes, curas de la ciudad y de los alrededo- res, en total cuarenta y ocho. La segunda fracción, más numerosa, la componían los militares, que eran veintisiete, entre oficiales de los Reales Ejércitos —el Regimiento de Dragones de Lusitania— y de las milicias urbanas y provinciales. Venían en tercer lugar los adminis- tradores, abogados y demás letrados, algunos de los cuales simultanea- ban un empleo civil con el de teniente o capitán de las milicias. El Alcalde Mayor y cuatro de sus regidores figuraban también en la nó- mina de socios, así como el marqués de Espeja, con tres miembros de su familia, el conde de Amayuelas, los marqueses de Monterreal y de Villacampo, este último con residencia en Burgos. En fin, se habían adscrito unos comerciantes, el médico titular de la ciudad y varios la- bradores y ganaderos de los pueblos circunvecinos: Sobradillo, Lum- brales, Hogajo, San Felices de Gallegos, la Frexenada, la Moral de Castro y alguno mas. Desde un principio, parecía la Sociedad de Ciudad Rodrigo asenta- da en fuertes cimientos, ya que reunía lo más escogido de los distintos estamentos de la población y de su distrito e incluso había atraído a algún vecino de Salamanca, capital que carecía de semejante cuerpo patriótico. Por otra parte, es de notar que contaba en su seno —y esto, cinco años antes de que se constituyese la Junta de Damas de la Matritense— a una mujer: la excelentísima señora marquesa de Ce- rralbo y Almarza ~. La junta directiva quedaba compuesta de la manera siguiente: Primer Director: excelentísimo señor don Luis de Nieulant21 teniente general de los Reales Ejércitos, gobernador político y militar de la Pla- za y comandante general interino de las armas de la provincia; segun- do director: don Francisco Antonio Muñiz, Alcalde mayor de la ciu- dad; Censor: doctor don Josef Xerez, dignidad de Deán y canónigo de la Catedral, teniente de Vicario general del Ejército en Ciudad Rodri- go y departamento; Contador: don Juan Francisco de Alaejos, abogado de los Reales Consejos, asesor del Regimiento de milicias provinciales de laciudad; Tesorero: don ManuelRamón de las Casas, capitán de las milicias provinciales; primer Secretario: don Simón Rodríguez Laso, ~ La marquesa de Cerralbo y Almarza, doña María Manuela de Motezu- ma y Carvajal, grande de España, era una de las personas más caritativas de Salamanca. En 1755 mandó abrir a sus expensas el hospital general de la ciu- dad cuando por escasez de fondos estaban reducidas a sólo quince las camas en el establecimiento (Caceta de Madrid, 26 de junio de 1787). Falleció en Sa- lamanca, lugar habitual dc su residencia, a los setenta y cinco años, el 6 de junio de 1787. Antes de morir, queriendo agradecer «los sudores» de sus labra- dores, les dejó cerca de 20.000 ducados anuales para que se repartiesen a suerte en dotes de cien ducados anuales y vitalicios (Semanario de Agricultura, 1 de noviembre de 1798). 21 D. Luis de Nieulant recibió el título de Conde de Nieulant el 18 de noviem- bre de 1791.
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