ISSN: 0213-2079 LA SOMBRA DEL ARCEDIANO. EL LINAJE OCULTO DE DON LORENZO GALÍNDEZ DE CARVAJAL The archdeacon's stock: the concealed lineage of D. Lorenzo Galíndez de Carvajal BALTASAR CUART MONER Dpto. Historia Medieval Moderna y Contemporánea. Universidad de Salamanca. 3 700 7 Salamanca. RESUMEN: D. Lorenzo Galíndez de Carvajal fue un personaje destacado en la Corte de los Reyes Católicos y Carlos V, además de cronista real. Sin embargo, para alcanzar esta posición tuvo que manipular sus orígenes familiares, siendo como era hijo de un arcediano de Coria y de una moza de servicio en una posada. Las manipulaciones de don Lorenzo tuvieron el éxito apetecido, sin embargo, treinta años después de su muerte, las informaciones realizadas sobre un nieto suyo que quería ingresar en el Colegio Mayor de Oviedo, en Salamanca, sacaron a la luz toda la estrategia familiar que tuvo que poner en marcha su ilustre abuelo para alcanzar la posición a la que llegó. ABSTRACT: D. Lorenzo Galíndez de Carvajal was one of the most influential courtiers at the Catholic King's court. He, too, was one of their chroniclers, but he had to forge his familiar origins in order to hold his job. He was an illegitimate son; his father was an archdeacon in Coria and his mother a maidservant. D. Lorenzo Galíndez de Carvajal succeeded in hiding his origins and his des cendants became related to nobility by marriage. Howeyer all his grandfather's impostures and the ways followed by aristocracy to manipulate its origins were dis covered when one of his grandsons tried to be admitted to the Oviedo College about the middle of the XVIth century. © Ediciones Universidad de Salamanca Stud, hist., H.a mod., 15, pp. 135-178 136 BALTASAR CUART MONER LA SOMBRA DEL ARCEDIANO 1. 'PONER EN ESTADO DE HOMBRE'. LA OPORTUNIDAD DE UNA PREBENDA COLEGIAL Cuando finalizaba el decenio de los 30 del s. XVI, un estudiante clérigo y pobre, Llórente Muñoz, natural de Villacidaler, en Tierra de Campos, intentaba ingresar en el colegio de San Bartolomé de Salamanca. Su necesidad era grande, pues ya frisaba los veinticinco años y estaba sin apoyos familiares, habiendo falle cido sus padres; ya había consumido en el Estudio de Salamanca la escasa por ción que recibió en herencia y lo que le restaba, unos 500 maravedís de renta al año, no era patrimonio suficiente para proseguir sus estudios, de ahí que quisiera ser uno de los prebendados del prestigioso colegio salmantino. El colegial encargado de realizar las probanzas de vita et moribus, Juan Cal vete, a medida que iba conociendo detalles de la familia del pretendiente, de su patrimonio y de los sacrificios que habían tenido que hacer todos para que Lló rente Muñoz estudiase durante varios años en Salamanca, no dejó de asombrarse y preguntó a los testigos cómo siendo el aspirante tan pobre había emprendido aquella tarea que, como estaba claro, había consumido los bienes familiares. La respuesta de uno de ellos fue clara y contundente: por ser de tan buena conber- sación, su padre Gonzalo Moñoz le puso al estudio, e procuró de le poner en esta do de honbre1. Esta respuesta, en su lacónico y eficaz expresionismo, ponía el dedo en la llaga: la vía del estudio era casi la única que aparecía como eficaz a un estudian te con escasos medios de fortuna, en su intento por escapar a la dura condición familiar labriega y pechera; es decir, a alguien que quería intentar el ascenso hacia los estamentos que tenían abierto no sólo el camino de la riqueza sino el de los honores; los estamentos en los cuales, al decir del rústico pero clarividente testi go, un individuo podía dejar atrás la mísera condición en la que se encontraba sumida la inmensa mayoría de los campesinos y que para el anónimo deponente no merecía siquiera el calificativo de humana. Unos treinta años después, en 1563, la escena se repetía. Quien llamaba a las puertas de un colegio mayor salmantino, esta vez el de Oviedo, era, desde luego, alguien de más encumbrado linaje y alcurnia pero también necesitado de ayuda para mantenerse en este estado de hombre. Se trataba de don Lorenzo de Córdoba y Carvajal, más linajudo que rico, hijo del VII señor de Guadalcázar y nieto, por parte materna, de aquel alto personaje de la corte de los Reyes Católicos y Carlos V que fue don Lorenzo Galíndez de Carvajal, compilador de crónicas ajenas y cronista él mismo. Por aquellas fechas, hacía unos treinta y cinco años que había muerto don Lorenzo Galíndez de Carvajal2, quien había tenido no pocos trabajos para poner- 1. AUS (Archivo Universidad de Salamanca) 2222 SB (expedientes colegiales S. Bartolomé) f. 156v°-157r°. 2. Así como la fecha de nacimiento de don Lorenzo Galíndez de Carvajal es conocida, el 23 de diciembre de 1472, en Plasencia, la de su muerte es más difícil de precisar; no obstante, debió ocurrir en torno a 1528, según J. TORRES FONTES: Estudio sobre la Crónica de Enrique IV del Dr. Galíndez de Carvajal, Murcia, CSIC, 1946, p. 23. © Ediciones Universidad de Salamanca Stud, hist, H.a mod, 15, pp. 135-178 BALTASAR CUART MONER 137 LA SOMBRA DEL ARCEDIANO se a sí mismo en estado de hombre y asegurar el disfrute y permanencia en tal esta do a su descendencia. Sin embargo, don Lorenzo había tenido los medios y el talento adecuados para triunfar en la empresa y su nieto, obviamente, debía de encontrarse con el camino más desbrozado de lo que lo había tenido él mismo en los turbulentos años de finales del siglo XV, cuando empezó su ascensión social y la consolidación posterior de la posición adquirida. A principios de abril de 1563, pues, un colegial de San Salvador de Oviedo, el maestro Vilches Pacheco3, salió de Salamanca hacia Plasencia, ciudad a la que había de llegar el día nueve; su cometido era realizar una información que, en principio, se presentaba como rutinaria, dada la calidad del aspirante. Poco podía sospechar el maestro Vilches que una información que no debía de suponerle mayores contratiempos le acarrearía una infinidad de ellos. Quien aspiraba a la prebenda del Colegio de Oviedo no podía tener un per fil más adecuado no sólo para ser un colegial mayor en la Salamanca de mitades del s. XVI, sino para culminar su carrera en futuros cometidos burocráticos, siguiendo así la línea abierta por su ilustre abuelo. De hecho, así sucedió, a pesar de todas las dificultades y dudas surgidas en la confección de sus probanzas de limpieza. Personalmente, se adaptaba del todo a los requisitos exigidos por los estatutos y constituciones del Colegio de Oviedo que, ciertamente, no eran diferentes a cuan tos regían en otras fundaciones semejantes: reunía una serie de condiciones de orden académico, estaba libre de enfermedades infecciosas, no poseía fortuna per sonal y propia más allá de los límites perfectamente establecidos en el corpus esta tutario, procedía de una familia intachable, particularmente en lo que a limpieza de sangre se refería, conque poco más le iba a ser exigido4. El examen de la docu mentación depositada en el Archivo de la Universidad de Salamanca referida a los colegiales nos confirma que, de entre todas las condiciones que debían cumplir, aquéllas que se dirigían a probar la calidad de su linaje eran las más concienzuda mente examinadas; y dentro de éstas, las referidas a la limpieza de sangre. Pero don Lorenzo de Córdoba y Carvajal, que, verosímilmente, había recibi do ya algunas órdenes menores —no hay que olvidar las exigencias estatutarias del colegio de Oviedo, que reservaban las prebendas a estudiantes clérigos saltern 3. Era natural de Carmona y había ingresado en el Colegio de San Salvador de Oviedo en 1557. Catedrático de artes en la Universidad y maestro en teología, llegó a ser canónigo magistral de la catedral de Granada, según A. CARABIAS TORRES: "Catálogo de Colegiales del Colegio Mayor de Ovie do (s. XVI)", Studia Historica-H" Moderna, vol. Ill, n°3, Salamanca, 1985, pp. 63-105, p. 86. 4. Los estatutos del colegio de Oviedo fueron publicados por L. SALA BALUST: Constituciones, Esta tutos y Ceremonias de los Antiguos Colegios Seculares de la Universidad de Salamanca, Salamanca, Uni versidad, I960, t. IV, pp. 13-164. Para un estudio sobre los colegios mayores salmantinos en su con junto, y particularmente en lo que se refiere a los requisitos exigidos a sus prebendados, véase A. CARABIAS TORRES: Colegios Mayores: Centros de Poder, Salamanca, Universidad - Diputación, 1986, 3 vols., II, pp. 474 y ss. Es obvio que, dentro de su similitud, había pequeñas diferencias entre las exigencias pedidas por un colegio o por otro; por ejemplo, los colegiales de Oviedo debían ser, según las primi tivas constituciones, de 1524, clérigos, saltern primae tonsurae, est. 1. © Ediciones Universidad de Salamanca Stud, hist., H.a mod., 15, pp. 135-178 138 BALTASAR CUART MONER LA SOMBRA DEL ARCEDIANO primae tonsurae, ni la carrera eclesiástica y jurídica que, posteriormente, desarro lló— no tenía nada que temer. En 1563, rondaba en torno a los 30 años, como nos dirá un testigo de sus informaciones5, había nacido, por lo tanto, hacia 1530, y había realizado ya estudios en Salamanca, donde había obtenido el grado de bachiller en cánones. El colegio de Oviedo, efectivamente, ofrecía 18 prebendas que se repartían, a partes iguales, entre teólogos y canonistas. Don Lorenzo era hijo de doña Isabel de Carvajal,' hija, a su vez, del famoso doctor don Lorenzo Galíndez de Carvajal; su padre fue don Francisco de Córdo ba, séptimo señor de Guadalcázar, lugar en el que habían nacido todos los hijos del matrimonio. Pertenecía pues, a una ilustre familia emparentada con buena parte de la nobleza extremeña, por parte de su madre, y de la andaluza, por la rama paterna, incluidos los Fernández de Córdoba, es decir, la propia familia del Gran Capitán6. Con todo, don Lorenzo de Córdoba tenía dificultades económicas. Los bienes paternos, como veremos oportunamente, estaban vinculados en mayorazgo que, naturalmente, debía heredar su hermano mayor, llamado Antonio, como así fue; además, tenía otros hermanos y hermanas a los que había que proveer adecuada mente de acuerdo con el lustre familiar. Por lo tanto, no había de qué extrañarse si un nieto del doctor Galíndez de Carvajal e hijo del señor de Guadalcázar quería acogerse a una prebenda colegial que, en principio y según las normas estatutarias, estaban reservadas a estudian tes necesitados. Conviene insistir en este punto y no repetir, demasiado superficialmente, que los colegios mayores desvirtuaron su primitivo carácter abriendo sus puertas a los privilegiados. Don Lorenzo de Córdoba y Carvajal era pobre; no en un estricto sen tido, indudablemente, pero sí de acuerdo con los parámetros con los que iba a ser juzgado alguien de su estamento. Cuando se repartiese la herencia familiar, no iba a tener recursos para mantenerse dignamente, por lo tanto era obligación de su padre, cabeza del linaje, procurárselos y así lo estaba haciendo el señor de Gua dalcázar, a través de las posibilidades que le ofrecían la iglesia y el estudio, para que su vastago pudiera seguir viviendo noblemente. No había sido ésta empresa fácil para los señores de Guadalcázar. Los estu dios eran costosos y las economías familiares, aun de linajes acomodados, se resentían de ello; los testimonios son abundantísimos en los expedientes de los colegiales: no ay padres que no resciban detrimento de su hacienda, porque esta 5. El expediente de don Lorenzo de Córdoba y Carvajal se conserva en AUS, 2323 CO (colegiales de Oviedo), f. 519r°-545v°. Para no sobrecargar de notas el trabajo, en adelante no se señalará la folia ción, indicando en negritas lo que tomamos literalmente de este expediente concreto. Las partes docu mentales recogidas de otros expedientes irán indicadas con la foliación correspondiente. Don Loren zo, con todo, era un tanto mayor, ya que la edad media de ingreso en los colegios oscilaba en torno a los 20-25 años. 6. Véase cuadro genealógico. Quiero agradecer la ayuda prestada en su confección a mi compa ñera A. Carabias. © Ediciones Universidad de Salamanca Stud, hist., H.a mod., 15, pp. 135-178 BALTASAR CUART MONER 139 LA SOMBRA DEL ARCEDIANO señora [Isabel Mexía, que actúa de testigo, en 1565, en las informaciones de Pablo de Laguna, sobrino del famoso doctor Andrés Laguna] sustentó al doctor Mexía y a otro hijo en esta Universidad y lo sabe bien1. Sin embargo, por costosos que fue ran los estudios, eran necesarios, al ser un requisito imprescindible para acceder a la burocracia, una de las vías más idóneas para todos aquellos segundones de familias nobiliarias, o para quienes querían elevarse desde posiciones inferiores, en orden a alcanzar un adecuado modo de vida rentable y, al mismo tiempo, honorable. Ingresar en un colegio mayor significaba, pues, mucho para quien lo conse guía. Por una parte, las ventajas de tipo económico eran indudables: una familia podía transferir a la institución colegial los gastos de formación de sus vastagos, quedando aliviada de una carga que, de otro modo, o no podría asumir, priván doles de una posible mejora económica o social, o tendría que asumir con gran des penalidades pero inexorablemente, so pena de que decayese el linaje. Por otra parte, significaba que quien se incardinaba en alguna familia cole gial, entraba en la inmensa rueda del turno burocrático que el colegio reservaba a sus prebendados. Y no hace falta insistir aquí cómo la ocupación de un oficio, eclesiástico o secular, lo más elevado posible, fue una de las medidas más utiliza das por aquellos que podían o debían alcanzarlo para mantenerse en su posición de privilegio. Ha sido señalado, muy oportunamente, que, precisamente por distribuir la Corona sus oficios burocráticos por gracia y merced 8, tenía la posibilidad de mantener un estrecho control sobre las elites —cuyos miembros eran quienes los iban a solicitar mayoritariamente— y, de este modo, lograr una cohesión en las mismas, de procedencia diversa pero con idénticas aspiraciones. Quienes se habían encumbrado desde el tercer estado y quienes eran, a menudo, una depauperada excrecencia de la hidalguía, venían a coincidir, pues, en la presta ción de unos servicios los cuales, a la postre —y eso no era puesto en duda— culminaban con la entrada en las filas del privilegio de todos aquellos que no pertenecían a ellas. Muchos recursos tenía la Corona para controlar este proceso —concesión de hábitos de órdenes militares, concesión de hidalguías, etc.— pero una de las más eficaces fueron los colegios mayores que contenían en sí mismos dos de los ele mentos imprescindibles para esta operación: asegurar una suficiente preparación profesional —ahí estaban los requisitos académicos prescritos en los estatutos— y garantizar la homologación social entre todos sus prebendados, mediante rigu rosas informaciones de vita et moribus de todos ellos. Las probanzas constituían el ser de colegial, como todavía tuvo que oír un reformador ilustrado a principios 7. AUS, 2323 CO, f. 630 r°. 8. J. CONTRERAS: "Linajes y cambio social: la manipulación de la memoria", Historia Social, n° 21, 1995, pp. 105-124, passim. © Ediciones Universidad de Salamanca Stud, hist., H.a mod., 15, pp. 135-178 140 BALTASAR CUART MONER LA SOMBRA DEL ARCEDIANO del s. XVIII9 de boca de quienes se oponían a que se simplificaran y racionali zaran. Puestas las cosas así, las probanzas para ingresar en un colegio tenían que dejar patente no únicamente la pureza de sangre de un linaje sino que el mismo estaba en disposición de ingresar en las filas privilegiadas sin desdoro, tras el opor tuno desempeño de un oficio. El colegio mayor venía a ser, pues, una especie de alambique en el que se introducían individuos de procedencia estamental distinta pero con idénticas nece sidades e idénticas aspiraciones, y destilaba, a la postre, un tipo social uniforme, el del letrado, dotado de unas capacidades profesionales necesarias para servir diligentemente —y a las que tenían que adaptarse todos— y con las cualidades de linaje necesarias para culminar adecuadamente esta operación de destilación social. Uno podría preguntarse, entonces, para qué tenían que probar su sangre los aspirantes nobles, sobre todo aquéllos, como don Lorenzo de Córdoba, sobre cuya nobleza no había dudas razonables. La respuesta no es sencilla, ni lo era para quienes hacían las informaciones. Ciertamente, éstas habían descubierto, en mul titud de casos, manchas antiguas o recientes en los linajes nobiliarios los cuales, a pesar de todo, no habían sufrido irreparables descalabros en su posición esta mental; pero, ciertamente, otros linajes nobiliarios más afortunados por la circuns tancia podían aprovecharse de ello y copar un cargo u oficio que estaba en liza. La competencia —estimulada por quien monopolizaba la concesión de oficios— resultaba ser una de las principales razones de las informaciones de limpieza. Por otro lado, y puesto que la detentación de estos oficios tenía también una finalidad de cristalización de las elites, de admitir en el concurso a individuos que no pro cedían de la esfera del privilegio, aunque fuesen a integrarse en ella, era lógico que los requisitos exigidos por una institución fuesen, al menos teóricamente, los mismos para todos. Decimos teóricamente porque la institución se reservaba siem pre el derecho de juzgar finalmente sobre las dudas surgidas del proceso de infor mación y en este juicio final no era indiferente la procedencia del aspirante. En definitiva, la cercanía de los colegios mayores con las esferas de poder era vital. Esta cercanía le venía dada tanto por sus antiguos prebendados que ya goza ban de un oficio y cuyo disfrute procuraban que fuese transcurriendo entre miem bros de la misma familia colegial como de familias poderosas que, por cercanía a este poder, pudiesen hacer derivar hacia una institución colegial el mayor número de oficios posibles, a condición, eso sí, de que dicha institución se encargara de ali viarles en la difícil labor de proveer de un modo de vida digno a sus vastagos. En este sentido, don Lorenzo de Córdoba convenía a San Salvador de Ovie do tanto como éste al segundón cordobés. Y no es ésta una afirmación gratuita, 9- Fue la respuesta airada de los colegiales de Bolonia al cardenal Belluga, amenazándole con desobedecerle si éste continuaba en su empeño de simplificar las probanzas de limpieza de sangre; véase B. CUART MONER: Colegiales Mayores y limpieza de sangre durante la Edad Moderna, Salamanca, 1991, p. 7. © Ediciones Universidad de Salamanca Stud, hist., H.a mod., 15, pp. 135-178 BALTASAR CUART MONER 141 LA SOMBRA DEL ARCEDIANO desde el momento en que, efectivamente, y a pesar de todas las dudas que sur gieron sobre su linaje, el nieto de don Lorenzo Galíndez de Carvajal acabó sien do colegial mayor en Salamanca, gracias a lo cual pudo desarrollar una brillante carrera tanto judicial como eclesiástica. 2. LOS TÉRMINOS DE UN PACTO: EL COLEGIO DE OVIEDO Y DON LORENZO DE CÓRDOBA Y CARVAJAL Llegados a este punto, es preciso observar qué podía ofrecer San Salvador de Oviedo a don Lorenzo de Córdoba y con qué podía corresponder éste al colegio salmantino. En 1563, el colegio de Oviedo hacía exactamente 39 años que había abierto las puertas a su primer prebendado, hecho que había ocurrido en 152410. Desde el primer momento, el colegio de Oviedo tuvo un prestigio considerable y atrajo a estudiantes que, en poco tiempo, se labrarían una sólida carrera, tanto eclesiás tica como al servicio de otros importantes organismos administrativos o judiciales. Tomando en consideración únicamente los 20 colegiales que ingresaron en la época inmediatamente anterior a la de don Lorenzo de Córdoba y Carvajal, entre 1553 y 1563, nos encontramos con que 6 de ellos llegarían a ocupar una sede epis copal: Juan de Castellanos, primero canónigo de Palencia y luego arzobispo de Zaragoza; Luis Tello Maldonado, que simultaneó sus servicios a la Iglesia y a la Corona, pues fue oidor en el Consejo Real, en la Cnancillería de Valladolid, canó nigo en Cuenca y obispo en Segovia; Juan de Liermo, canónigo de Burgos, obis po de Mondoñedo y arzobispo de Santiago; Fernando Miguel de Prado, canónigo en Orense y Sigüenza, catedrático de prima de teología en la universidad de esta ciudad y obispo de Palencia; Juan Sebastián Pérez, preceptor del infante y luego cardenal Alberto de Austria y obispo de Osma; por fin, Martín de Ochandiano Goi- colea, obispo de Segovia. Otros cinco colegiales llegaron a ser canónigos, simul taneando también, en muchos casos, este cargo eclesiástico con alguno de justi cia, así Antonio de Covarrubias y Leiva, maestrescuela de Toledo pero igualmente oidor en las Cnancillerías de Granada y Valladolid y del Consejo Real, asistente al Concilio de Trento; Juan de León, canónigo en Segovia; Antonio Vilches Pacheco, que es quien confeccionó la información de Lorenzo de Córdoba y Carvajal, canó nigo magistral de Granada; Pedro Martínez, canónigo de Tuy, Francisco Tomé de Gómez de Abreo, portugués, canónigo en Sigüenza y, posteriormente, jesuita; por último, Martín de Azpilicueta, el famoso doctor navarro, de amplia trayectoria inte lectual, que aquí consignamos en su calidad de canónigo doctoral de Toledo. Otros colegiales hubo que desarrollaron una buena carrera burocrática en Espa ña o en las Indias, como Pedro Enriquez de Navarra, oidor en la Audiencia de Gall io. En este y en los puntos siguientes referidos a los colegiales de Oviedo seguimos a A. CARABIAS TORRES: "Catálogo de colegiales del Colegio Mayor de Oviedo (Siglo XVI)", cit. © Ediciones Universidad de Salamanca Stud, hist, H.a mod., 15, pp. 135-178 142 BALTASAR CUART MONER LA SOMBRA DEL ARCEDIANO eia y en la Cnancillería de Valladolid; Diego López de Zúñiga, oidor en la Cnanci llería de Granada y en el Consejo de Indias; Antonio González, oidor en la Chanci- llería de Granada y del Consejo de Indias; Lope de Miranda, oidor en México y Fran cisco de Albornoz, oidor en la Cnancillería de Valladolid, en el Consejo de Órdenes y en el Consejo Real. En realidad, tan sólo tres colegiales, Esteban de Mur, Juan de Morales y Gabriel de Palomares Eraso no llevaron a cabo, que sepamos, carrera ecle siástica o burocrática alguna y, aun así, tenemos que decir que uno de ellos, Juan de Morales murió antes de poder tomar posesión de la prebenda. Es lógico, pues, que don Lorenzo de Córdoba y Carvajal se sintiese atraído por una institución que funcionaba a las mil maravillas desde el punto de vista que a él y a su familia interesaba, que no era otro que el de labrarle y asegurarle un sólido modo de vida a través del desempeño de un trabajo honroso. Pero no era poco lo que ofrecía él mismo al colegio de Oviedo a cambio. ¿Qué podía exhibir don Lorenzo de Córdoba y Carvajal? Ante todo, el lustre, poder y la tradición burocrática de la rama materna de su familia, los Carvajal, en la que figuraban cardenales y consejeros de reyes. También podía mostrar los ser vicios prestados por la rama paterna, aunque todo palidecía en comparación con el prestigio alcanzado por su abuelo materno don Lorenzo Galíndez de Carvajal. Don Lorenzo Galíndez de Carvajal no tiene todavía la biografía que merece. Son muy pocos los trabajos modernos que le han sido dedicados y todos ellos están basados, en buena parte, en las propias notas genealógicas que el doctor Carvajal fue dejando aquí y allá en su larga labor de servidor de la Corona, de cro nista, de compilador y de continuador de obras. Abundantes noticias sobre la familia Carvajal aparecen en obras de historia eclesiástica local, o en trabajos genealógicos de los siglos XVI, XVII y XVIII. De ahí las fueron recogiendo algunos eruditos, como Garibay en el XVI, o Nicolás Antonio en el XVII y G. E. Franckenau en el XVIII, siguiendo éste muy de cerca al autor sevillano, no siempre muy fielmente. En este mismo s. XVIII, Rafael de Floranes escribió la biografía más extensa existente de don Lorenzo Galíndez, que es la que habitualmente han seguido luego quienes de él se han ocupado. Sin embargo, el propio doctor Galíndez de Carvajal, sí se encargó, por la necesidad que tenía, de dejar determinadas noticias de su biografía a la posteri dad, convenientemente preparadas y arregladas. Y lo hizo, digámoslo desde ahora, con notable éxito. Hacia 1505, un año crucial en su vida política, había escrito una genealogía de su linaje11 y hasta nuestros días los datos que allí consignó son los que han 11. Esta noticia la recogemos de J. TORRES FONTES: op. cit., p. 24, en donde se dice que consta en un Memorial de la calidad y servicios de la casa de don Francisco de Ulloa Golfín y Chaves, publicado en Madrid en 1675. RAFAEL DE FLORANES, en su Vida y obra del Dr. D. Lorenzo Galíndez de Carvajal, CoDOiN, t. XX, Madrid, Imprenta de la viuda de Calero, 1852, que es el texto que sigue básicamente Torres Fontes, pudo servirse de esta obra, así como de otras como la de fray ALONSO FERNÁNDEZ: His toria y Anales de la ciudad y obispado de Plasencia... Madrid, 1627, la de Luis DE SALAZAR Y CASTRO: His toria Genealógica de la casa de Lara... en Madrid, en la Imprenta Real, por Mateo de Llanos y Guz- © Ediciones Universidad de Salamanca Stud, hist., H.a mod., 15, pp. 135-178 BALTASAR CUART MONER 143 LA SOMBRA DEL ARCEDIANO dado por buenos quienes de él se han ocupado, toda vez que el expediente de sangre de su nieto, en el que se podían descubrir las manipulaciones hechas por el abuelo, permaneció en los archivos colegiales, primero, y en el archivo de la universidad de Salamanca, después, sin merecer especial atención. Don Lorenzo era bastardo, hijo de un arcediano de Coria y canónigo de Pla- sencia, de la poderosa familia de Carvajal, datos todos ellos que exhibió cumpli damente —pesaba más el apellido Carvajal que la bastardía, perfectamente asu mida entre eclesiásticos y más entre eclesiásticos importantes— pero tuvo que ocultar su ascendencia materna y tuvo que silenciar también su relación con algu nos de sus numerosos hermanos, especialmente con aquellos que no fueron aten didos por su fogoso padre el arcediano y, en consecuencia, no lograron salir de la mísera condición, a veces la propia esclavitud, en la que se encontraban sus res pectivas madres. Y el hecho, a tenor de lo que nos cuenta esta documentación de 1563, debió costarle personalmente no poco sufrimiento pues, en privado y ocul tamente se mostró y actuó siempre como excelente hijo y hermano. Pero don Lorenzo Galíndez de Carvajal quien, para decirlo brevemente, trocó la identidad de su madre —la convirtió de moza de partido que ofrecía sus servicios en un mesón cerca de Logrosán, en una innominada doncella de la familia de los Galín dez de Cáceres, con la que ocasionalmente habían emparentado los Carvajal en otros tiempos12— no se atrevió a enmascarar más a su numerosa familia. Lorenzo Galíndez de Carvajal fue hijo de Diego González de Carvajal, arce diano de Coria y Canónigo de Plasencia y Sevilla, y de una doncella noble del lina je de los Galíndez de Cáceres, según R. de Floranes13, que sigue a los genealogis- tas antiguos los cuales, a su vez, se basan en los propios testimonios trucados que fue dejando el interesado. Este arcediano, cuyas andanzas monopolizarán el grueso de la información que en 1563 estaba llevando a cabo el doctor Vilches por cuenta del colegio de Oviedo, había sido un segundón, pero situado en una familia poderosísima. Aun con las dificultades de precisar una cronología que no nos viene habi- tualmente indicada en las fuentes, y asumiendo el riesgo de caer en equivocacio nes provocadas por la homonimia familiar14, al que no escaparon los tratadistas man, año de MDCXCVII, 3 vols., así como de algunos manuscritos de Esteban DE GARIBAY, que dice que consultó en la biblioteca del Duque de Alba, además de las consabidas referencias a Nicolás ANTO NIO o a G. E. FRANCKENAU, en cuya Bibliotheca hispánica bistorico-genealogico-beraldica, Lipisiae, MDCCXXV, f. 275 pueden leerse, básicamente, las noticias que daba Nicolás Antonio. Noticias sobre la familia Carvajal pueden encontrarse en M.C. GERBERT: La noblesse dans le royaume de Castille. Etude sur ses structures sociales en Estrémadure de 1454 à 1516, Paris, Sorbonne, 1979; Carmen FERNÁNDEZ- DAZA ALVEAR: La Ciudad de Trujillo y su tierra en la Baja Edad Media, Madrid, Univ. Complutense, 1991 ; Ma de los Ángeles SÁNCHEZ RUBIO: El Concejo de Trujillo y su alfoz en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna, Badajoz, Univ. de Extremadura, 1993- 12. Cfr. árbol genealógico. 13. R. DE FLORANES: op. cit., p. 280. Probablemente es lo que de su madre escribió el propio doc tor Carvajal, aunque, como veremos, nada estaba más lejos de la realidad. 14. M. C. GERBERT: op. cit., p. 176 pone de relieve no sólo la altísima consanguinidad en los matri monios formados por la nobleza extremeña sino también el hecho de que los linajes que se unían resi- © Ediciones Universidad de Salamanca Stud, hist., H.a mod., 15, pp. 135-178 144 BALTASAR CUART MONER LA SOMBRA DEL ARCEDIANO antiguos ni modernos, podemos decir que el origen del poder familiar se sitúa a fines del s. XIV y principios del XV. En el último cuarto del s. XIV nos encontramos en Plasencia con un Diego González de Carvajal que casa con Sevilla López de Villalobos. Del matrimonio nacen, al menos, tres hijos y dos hijas: Diego González de Carvajal, que continúa a la cabeza del linaje en Plasencia; Vasco de Carvajal, que ha dejado pocas trazas documentales; Rodrigo de Carvajal, arcediano de Plasencia; Sarra de Carvajal, casa da con Juan de Tamayo, padres ambos del futuro cardenal Juan de Carvajal (h. 1399-1469) titular de Sant Angelo y, finalmente, Mencia de Carvajal, casada con Alvar García Bejarano, señor de Orellana la Nueva. Del matrimonio entre la citada Mencia y Alvar García Bejarano, nacieron, entre otros hijos, el doctor Garci López de Carvajal, el mayor, oydor de la abdien- cia, del Consejo del Rey 15, y Gómez González de Carvajal. El primero de ellos, fue padre de Francisco de Carvajal y éste, a su vez, del famoso cardenal don Bernar dino de Carvajal (1456-1523) titular de Santa Cruz, que tanta guerra iba a dar en la curia pontificia en tiempos de Julio II. De Gómez González de Carvajal nace rían una hija, llamada Juana, casada con Hernando Alonso, tercer señor de Ore- llana, y Diego González de Carvajal, arcediano de Coria y canónigo de Plasencia y de Sevilla, padre de don Lorenzo Galíndez de Carvajal. Si intentamos precisar un tanto la cronología, con los pocos datos que tene mos, la situación queda como sigue. Sabemos que Alvar García Bejarano obtuvo el señorío de Orellana la Nueva de Enrique II en 1375. Si suponemos que, por estas fechas, tenía entre 25 y 30 años, habría nacido hacia 1345-50. Alvar García Bejara no casó en dos ocasiones. Mencia de Carvajal era su segunda mujer y podría haber nacido hacia 1365-70. Este dato casaría con otro más seguro: sabemos que el car denal de Sant Angelo, sobrino de Mencia, hijo de su hermana menor Sarra de Car vajal, nació hacia 1399; suponiendo que su madre tuviese entre 20 y 25 años, ten dríamos una fecha de nacimiento de ésta que estaría en torno a 1375. Por otra parte, sabemos que Alvar García Bejarano, marido de Mencia testó en 141416, con lo cual hacia 1400-1420/30 desaparecería la primera generación de estos Carvajales. En la segunda generación, Gómez González de Carvajal, abuelo de don Lorenzo Galíndez de Carvajal, cuarto hijo del matrimonio de Mencia con Alvar García Bejarano, debió nacer en los primeros años del s. XV. En 1439 le encon tramos como regidor de Trujillo y probablemente se trata del mismo Gómez Gon zález que, un año después, aparece como alcaide de la fortaleza de la misma17. Por estas mismas fechas o un poco después podemos ubicar, razonablemen te, el nacimiento del arcediano Diego González de Carvajal, padre de don Loren zo Galíndez de Carvajal. Esta cronología encajaría bien si tenemos en cuenta que dían, regularmente, en la misma población, lo que hace realmente difícil no caer en algún error de identificación, sobre todo si se trata, como en nuestro caso, de ramas segundonas de grandes linajes. 15. Tomamos la referencia de M. C. GERBERT: op. cit., apéndice doc. árbol Carvajal B. 16. C. FERNÁNDEZ-DAZA ALVEAR: op. cit., en apéndices s/n. 17. Ma de los A. SÁNCHEZ RUBIO: op. cit., p. 219. C. FERNÁNDEZ-DAZA ALVEAR: op. cit., p. 162. © Ediciones Universidad de Salamanca Stud, hist., H.a mod., 15, pp. 135-178
Description: