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La mujer en el desarrollo social PDF

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LLAA MMUUJJEERR EENN EELL DDEESSAARRRROOLLLLOO SSOOCCIIAALL AAlleexxaannddrraa KKoolllloonnttaaii La presente edición se corresponde con: Editorial Guadarrama, Barcelona 1976. Ha estado digitalizada por: Koba. Índice Prologo .......................................................................................................................................................... 1 1. Situación de la mujer en el primitivo comunismo ..................................................................................... 2 2. El papel de la mujer en el sistema económico de la esclavitud ................................................................. 8 3. La situación de la mujer en la economía natural cerrada ........................................................................ 14 4. El trabajo de la mujer en la comunidad rural y en la producción artesana .............................................. 20 5. La situación de la mujer durante el esplendor del capital comercial y en la era de la manufactura ........ 27 6. El trabajo de la mujer en el período de desarrollo de la gran industria capitalista .................................. 36 7. Las causas del «problema de la mujer» ................................................................................................... 43 8. El movimiento de las feministas y la importancia de las trabajadoras en la lucha de clases .................. 49 9. El trabajo de la mujer durante la guerra .................................................................................................. 59 10. La dictadura del proletariado: organización del trabajo ........................................................................ 65 11. La dictadura del proletariado: condiciones de trabajo y reglamentación de la protección al trabajo .... 71 12. La dictadura del proletariado: el cambio revolucionario de la vida corriente ....................................... 75 13. La dictadura del proletariado: la revolución de las costumbres de vida ................................................ 82 14. El trabajo de la mujer hoy y mañana ..................................................................................................... 89 Prologo Las «catorce lecciones» de este libro las pronuncié en la primavera de 1921 en la Universidad Sverdlov de Leningrado ante mujeres estudiantes que tenían que trabajar posteriormente en las secciones femeninas. Una parte de las conferencias se recogió en taquigrafía y la otra parte la redacté yo misma con ayuda de mis propios apuntes, en otoño de 1921. Yo quería con mis conferencias tanto dar a las estudiantes una idea básica del punto de vista marxista sobre el problema de la mujer -y claro es, en forma fácilmente accesible-, como demostrar también -en los cuatro últimos capítulos- la revolución en las condiciones de vida de la mujer en la República de Trabajadores, en la cual entiendo su reconocimiento como miembro de pleno valor de la sociedad. La nueva situación de la mujer conducía no solamente a una renovada valoración positiva de sus derechos políticos y sociales, sino también a un cambio fundamental de las relaciones entre hombre y mujer. Esto se puso en evidencia, en especial el año 1921, cuando la Revolución, con el tránsito del comunismo de guerra a la Nueva Economía Política (NEP), se hallaba en el comienzo de una nueva época. El estado del desarrollo del proceso de liberarse de las tradiciones de la sociedad burguesa se dejaba ver más claramente que antes por razón de las consecuencias que producía la NEP en la Unión Soviética. Durante los tres años de la revolución, en los que se derribaron los pilares fundamentales de la sociedad burguesa y se intentaba tenazmente erigir con la mayor rapidez posible las bases para la sociedad comunista, reinaba una atmósfera en la que las tradiciones rebasadas se extinguían con rapidez increíble. En su lugar brotaban ante nuestros ojos formas totalmente nuevas de sociedad humana. La familia burguesa ya no era indispensable. La mujer, por razón del trabajo general obligatorio para la comunidad, y en ésta, se encontraba con formas de vida totalmente originales. Se hallaba obligada a estar presente en el trabajo no sólo exclusivamente para su propia familia, sino también para la colectividad; surgían nuevas condiciones de vida y también nuevos tipos de matrimonio. Cambiaban las relaciones entre padres e hijos. Ya en 1921, ese año tan decisivo, se manifestaron los primeros brotes de modos de pensar nuevos, nuevas costumbres, nueva moral, y ante todo y con especial agudeza, nuevo papel de la mujer y de su importancia para la colectividad y el Estado soviético. Bajo el tronar de los cañones que defendían a nuestra república de trabajadores revolucionarios en innumerables frentes, se derrumbaban las tradiciones del mundo burgués, herido de muerte. Muchas formas de vida, ideas y normas morales han desaparecido hoy totalmente o se encuentran en estado de liquidación general. La NEP no estaba en situación de detener los cambios en la familia y el matrimonio, y tampoco podía debilitar la posición de la mujer en la sociedad. Pero, de momento, las nuevas formas de vida, como las que experimentaban las trabajadoras de las secciones femeninas, no producían ningún efecto en la gran mayoría de las mujeres. Las nuevas relaciones sociales, así como también la situación de la mujer, se encuentran ligadas indisolublemente a la estructura y organización del sistema económico. El desarrollo de una producción socialista origina la disolución de la familia tradicional y con ello hace posible una creciente igualdad de derechos y una posición más libre de la mujer en la sociedad. Como siempre existe indefectiblemente la posibilidad de un rodeo y de un retraso en la construcción de nuestra sociedad comunista, esto significa lógicamente que el proceso de la amplia emancipación de la mujer puede estancarse temporalmente. La situación y la influencia política de la mujer activa no son comparables, hoy, con las condiciones que dominaban en el año 1921. Ciertamente, nuestras obreras y campesinas han defendido con fortuna las conquistas de los primeros años de la Revolución y han ampliado y asegurado, aunque con diferente éxito, los derechos de las mujeres trabajadoras. No hay ninguna duda de que las fuerzas sociales que el trapajo obligatorio general de las mujeres había conseguido con las que se habían creado las condiciones objetivas para la transformación de las costumbres familiares y de vivir se han debilitado sustancialmente para este tiempo. Los cambios económicos y políticos ya no se consiguen hoy por presión de las masas movilizadas, sino que se llevan a efecto a ritmo notablemente reducido bajo la dirección consciente del partido comunista de Rusia. Pero esto quiere decir que en la práctica sólo se imponen, desgraciadamente, esos cambios por el Partido cuando las conquistas revolucionarias son amenazadas por la burguesía. Me he decidido a no corregir ni ampliar esta nueva edición de mis lecciones. Una nueva revisión que las 2 Alexandra Kollontai adaptara más a las circunstancias actuales les privaría de su modesto valor, que estriba en reproducir la atmósfera laboral de aquellos años, en describir hechos y acontecimientos de la vida real que caracterizan la rica amplitud de la revolución y la situación de las mujeres activas en la República de trabajadores. Y en verdad debo aclarar que mi libro sólo proporciona un cuadro incompleto de la solución del problema de la mujer en una fase muy circunscrita de la revolución. No obstante me he decidido a publicar las lecciones en su forma original porque estoy firmemente convencida de que un estudio y comprensión del pasado -es decir en este caso una investigación de la situación de la mujer en el desarrollo económico- contribuye a un entendimiento mejor de nuestra tarea actual y al robustecimiento de la semilla que brota del mundo comunista. Y esto vuelve a ser, naturalmente, una ayuda a la clase trabajadora en la búsqueda del camino más corto para la total y absoluta liberación de la mujer trabajadora. Alexandra Kollontai, Oslo, 1925. 1. Situación de la mujer en el primitivo comunismo Comenzamos hoy una serie de conferencias que tratarán de las siguientes cuestiones: La distinta posición de la mujer en relación con el desarrollo de diferentes formas económicas sociales. La posición de la mujer en la sociedad determina su situación en la familia. Esta conexión estrecha e indisoluble se da en todos los grados intermedios de desarrollo socio-económico. Como vuestro trabajo consiste en conquistar a las mujeres de los trabajadores y campesinos para que construyan la nueva sociedad y se ganen la vida en ella, debéis comprender esa relación. En vuestra tarea os encontraréis frecuentemente con la objeción de que es imposible un cambio de la situación de la mujer y de sus condiciones de vida. Se afirma que están condicionadas por la particularidad del sexo. Si queréis combatir la opresión bajo la que sufren las mujeres, si queréis liberaros del yugo de la actual vida familiar, si aspiráis a una mayor igualdad entre los sexos, os opondrán los argumentos ya conocidos de antiguo: la falta de derechos de la mujer y su carencia de igualdad frente al hombre han sido santificadas por la historia y por eso no pueden abolirse. La dependencia de la mujer, su posición subordinada ante el hombre han existido desde siempre por lo que en el futuro no cambiarán nada. «Así han vivido nuestras abuelas, así vivirán también nuestras nietas.» Pero la primera objeción contra tales argumentos la proporciona la misma historia; la historia del desarrollo de la sociedad humana; el conocimiento del pasado y de cómo se configuraron realmente en él las situaciones. Si os informáis sobre las condiciones de vida, tal como dominaron hace miles de años, os convenceréis de que no siempre y por siempre han existido esa falta de igualdad de derechos de la mujer frente al marido ni esa subordinación de esclava. Hubo períodos en que la mujer fue considerada totalmente igual que el hombre e incluso épocas en que el hombre reconocía a la mujer, en cierta medida, la posición dirigente. Si ahora examinamos más minuciosamente las distintas posiciones de la mujer -que cambiaron con frecuencia- en las diferentes fases del desarrollo social, veréis que la actual falta de derechos, su privación de independencia y sus derechos limitados en la familia y .en la sociedad de ninguna manera se explican por propiedades congénitas específicamente femeninas. Ni tampoco se aclaran con el argumento de que la mujer es menos inteligente que el hombre. No, la situación de privación de derechos, la dependencia de la mujer, la falta de igualdad no se explican por ninguna «propiedad» natural, sino por el carácter del trabajo que a ella se le asigna en una sociedad determinada. Os invito a leer con atención el primer capítulo del libro de Bebel, La mujer y el socialismo. Bebel demuestra la exactitud de la teoría, que también radica en el fondo de nuestra charla: «Existe una relación extraordinariamente estrecha y orgánica entre lo que interviene la mujer en la producción y cómo se halla situada en la sociedad. Una especie de legitimidad socio-económica que se tiene que grabar profundamente en la memoria de la mejor manera. Y entonces os será mucho más fácil comprender todos aquellos problemas que tienen que ver con la tarea de liberar totalmente a la mujer. Muchos creen que ésta, en aquellos tiempos de salvajismo y barbarie, se hallaba en una situación todavía peor que la actual y que de hecho llevaba una vida de esclavitud; eso no es exacto. Sería falso suponer que la liberación de la mujer depende del desarrollo de la cultura y de la ciencia. y que cuanto más civilizado sea un pueblo, más libres vivirán las mujeres. Sólo los representantes de la ciencia burguesa podrían formular semejante afirmación. Sin embargo nosotros sabemos que ni la cultura ni la ciencia liberan a las mujeres, sino aquel sistema económico en el que la mujer desempeña un trabajo útil y productivo para la sociedad. Y el comunismo es ese sistema económico. La situación de la mujer es siempre el resultado de las tareas de trabajo que se le asignen en la fase eventual de desarrollo de un sistema económico. Bajo el primitivo comunismo -lo habréis oído en las conferencias sobre la historia del desarrollo socio-económico de la sociedad- por lo tanto en aquel tiempo tan incomprensiblemente lejano para nosotras, en que era desconocida la propiedad privada y los seres humanos eran nómadas en pequeños grupos, no existía ninguna clase de diferencia entre la situación de la mujer y la del hombre. Los seres humanos se alimentaban de lo que les proporcionaba la caza y la recolección de frutos y hortalizas silvestres. En ese período de desarrollo del La mujer en el desarrollo social 3 hombre primitivo, hace diez mil o cien mil años, no se diferenciaban las tareas y obligaciones del hombre de las de la mujer. Las investigaciones de sabios antropólogos han demostrado que en los grados inferiores de desarrollo de la humanidad, es decir, en la fase de la caza y recolección, no existían grandes diferencias entre las propiedades físicas del hombre y de la mujer, su fortaleza y agilidad, lo cual es un hecho interesante e importante. Muchos de los rasgos tan característicos de la mujer, como, por ejemplo, los pechos muy desarrollados, la figura esbelta, las formas redondeadas y los músculos débiles se desarrollaron mucho más tarde desde que la mujer, de generación en generación, tuvo que garantizar en su papel de «hembra» la reproducción de la especie. Incluso hoy, todavía es difícil distinguir a cierta distancia entre un hombre y una mujer en los pueblos naturales porque sus bustos sólo están desarrollados débilmente, sus pelvis son más estrechas y sus músculos más fuertes. Así sucedía durante el primitivo comunismo, cuando la mujer sólo se diferenciaba insignificantemente del hombre en cuanto se refiere a fortaleza y dureza del cuerpo. El parto de sus hijos solamente producía una corta interrupción de sus ocupaciones ordinarias: la caza y la recogida de frutos en común con los otros miembros de la antigua colectividad: la tribu. La mujer era exactamente como sus restantes camaradas en el rebaño humano, como sus hermanos, hermanas, hijos y padres, obligados por puro instinto de conservación a colaborar en la defensa contra los ataques del enemigo más temido en aquellos tiempos, los animales de presa, y como el resto de la tribu buscaba y recogía frutos. Durante esta época no existían ni dependencia de la mujer ante el hombre ni probablemente diferencias en derechos. Faltaban las premisas para ello, porque en aquel tiempo la ley, el derecho y la división de la propiedad eran cosas desconocidas. No existía la exclusiva dependencia del hombre, ya que entonces no había otra cosa que lo colectivo, la tribu. Esta tomaba acuerdos, y decidía. Quien no se subordinaba a la voluntad de la colectividad, perecía: se moría de hambre o era despedazado por las fieras. Sólo manteniéndose firmemente juntos en la colectividad se encontraban los seres humanos en disposición de defenderse del enemigo más poderoso y temible de aquel tiempo. Cuanto más firmemente soldada se encontrara una colectividad, mejor se subordinaban los miembros particulares a la voluntad de la misma, lo que significaba que podían formar filas con mayor unidad contra el enemigo común y así la lucha obtenía mayor éxito y la tribu tenía más probabilidades de supervivencia. La igualdad y la solidaridad natural -las dos fuerzas que mantenían unida a la estirpe- por lo tanto eran también las armas mejores para la defensa propia. Por consiguiente en la época más antigua del desarrollo económico de la humanidad era imposible que un miembro de la tribu dominara a otro o dependiera exclusivamente de algún otro. En el primitivo comunismo la mujer no conocía ni la dependencia social ni la opresión. Y la humanidad de aquella época no sabía nada de clases, explotación del trabajo o propiedad privada. Así vivió la humanidad miles y aun posiblemente cientos de miles de años. Sin embargo este cuadro cambió en la fase siguiente del desarrollo humano. Los primeros brotes de trabajo productivo y de economía doméstica fueron el resultado de un largo proceso durante el cual la humanidad buscó la mejor manera de asegurar su existencia. Por razones de clima y de geografía, según llegara entonces a una comarca de bosques o a una estepa, una tribu se convertía en sedentaria, mientras la otra se pasaba al pastoreo. Esta es la fase próxima que sigue a la colectividad originaria de caza y recolección. Al mismo tiempo que esta nueva forma de economía surgen nuevas formas de comunidad social. Vamos a examinar ahora la situación de la mujer en dos tribus de la misma época, es decir, tribus que vivían probablemente al mismo tiempo pero en diferentes formas de economía. Los miembros de la que fijó su residencia en una zona de bosques con pequeños campos abiertos, se fueron convirtiendo en agricultores sedentarios. Otra tribu que vivía de la caza en extensas zonas esteparias con grandes rebaños de búfalos, caballos y cabras, se pasaron al pastoreo. En la tribu que se dedicaba a la agricultura la mujer no sólo tenía los mismos derechos, sino que a veces incluso asumía una posición dirigente. Sin embargo en el pastoreo nómada empeoraba crecientemente la situación subordinada, dependiente y oprimida de la mujer. Dentro de la investigación histórica de la economía dominó durante largo tiempo la opinión de que la humanidad había atravesado necesariamente, siempre y en todo lugar, todas las etapas, todos los grados de desarrollo económico: por consiguiente que toda tribu se había dedicado primero a la caza, después al pastoreo, finalmente a la agricultura y sólo posteriormente a la artesanía y al comercio. Sin embargo investigaciones sociológicas más recientes demuestran que las tribus pasaron con frecuencia de la fase originaria de caza y recogida de frutos directamente a la agricultura pasando por alto la fase de pastoreo. Fueron decisivas para ello las circunstancias geográficas y naturales bajo las que se vio obligado a vivir un grupo humano determinado. Por tanto, esto significa que se desarrollaron en la misma época bajo condiciones naturales distintas dos formas de economía radicalmente diferentes: la agricultura y el pastoreo. Se ha demostrado que las mujeres de las tribus dedicadas al cultivo de la tierra gozaban de mucha mayor igualdad. Algunas tribus campesinas incluso poseyeron un sistema de matriarcado (matriarcado es una palabra griega que significa predominio de la mujer). Sin embargo, el patriarcado, es decir el predominio del derecho paterno -detentación del poder por 4 Alexandra Kollontai el más anciano de la tribu- se desarrolló en los pueblos pastores, los nómadas. ¿Por qué fue así y qué nos demuestra? La razón fue, naturalmente, el papel de la mujer en la economía. En los pueblos agrícolas la mujer era la primera productora. Hay abundantes indicios de que fue a la mujer a quien se le ocurrió por primera vez la idea de cultivar la tierra y de que fue la «primera que trabajó en la agricultura». Gran cantidad de hechos interesantes en las formas primitivas de la economía los encontramos en el libro de Marianne Weber El matriarcado. La autora no es comunista, pero su libro posee excelente información y es lástima que no esté disponible más que en alemán. La mujer llegó a la idea de la agricultura de la siguiente manera. A las madres con hijos lactantes no las llevaban con los demás en la época de caza porque no estaban en condiciones de seguir su paso y además por que los niños obstaculizaban las operaciones venatorias. Por lo tanto la madre se quedaba con su hijo y estaba obligada a esperar hasta que la tribu regresara con el botín. No era sencillo procurarse alimento y con frecuencia la espera era muy larga. No disponía de muchas provisiones y en consecuencia estaba obligada a buscarlas con su propio esfuerzo para alimentarse ella y el niño pequeño. De ahí han deducido los científicos que es muy probable que la mujer comenzara a cultivar la tierra. Si se agotaban las provisiones de frutos en el lugar en que ella esperaba la vuelta del clan, tenía que buscar vegetales con semillas comestibles que las comían y con ellas alimentaba también a su hijo. Mientras trituraba el grano entre sus dientes -las primeras ruedas de molino- caerían algunos granos al suelo y cuando después de bastante tiempo volvía la mujer al mismo lugar descubría que los granos caídos habían comenzado a germinar y ella marcaba esos lugares. Y entonces se dio cuenta de que era una ventaja para ella volver cuando el vegetal estuviera maduro: la búsqueda de alimento le costaría así menos esfuerzo. También vio dónde podría recoger en el futuro el alimento más rico. Por consiguiente los seres humanos aprendieron por experiencia que el grano que caía en tierra comenzaba a crecer. Y a base de experiencia comprendieron también que la cosecha era mejor cuando previamente habían removido la tierra. Sin embargo esta experiencia se olvidaba frecuentemente, ya que el saber sólo se hacía propiedad de la tribu cuando era transmitido a la comunidad y no se propagaría hasta las generaciones siguientes. La humanidad tenía que realizar un trabajo mental increíblemente fatigoso antes de que estas cosas tan sencillas para nosotros se les hicieran comprensibles y las asimilaran. Sin embargo, para poder fijar esos conocimientos tenían que convertirse en costumbres. La mujer estaba interesada en que el clan o estirpe regresara al lugar de descanso donde crecían los vegetales plantados por ella, pero no se encontraba en condiciones de convencer a sus compañeros de los beneficios de su plan económico. No podía moverlos con palabras y convencerles de esa manera. En lugar de esto contribuyó a que se infiltraran aquellas normas, costumbres e ideas que fomentaban sus propios planes. La siguiente costumbre se elevó al carácter de ley: si el clan había dejado a madres y a niños con luna llena en un campo próximo a un arroyo, los dioses ordenaban que volvieran después de algunos meses al mismo campo; y quien no lo hiciera sería castigado por los espíritus. Como la estirpe descubrió que los niños morían antes cuando no se respetaba esa norma, es decir, cuando no se regresaba al «sitio de hierba», comenzaron finalmente a observar estrictamente esa costumbre y creyeron en la «sabiduría» de las mujeres. Como a la mujer le interesaba conseguir el rendimiento máximo con el esfuerzo mínimo, descubrió lo siguiente: cuanto más poroso esté el suelo al sembrar, mejor será la cosecha. En cuclillas, arañaba en los primeros campos la tierra con ayuda de ramas, azadas u horcas de piedra. Se demostraría que esto proporcionaba a los seres humanos más seguridad que el vagabundear por los bosques en busca de frutos, con el constante peligro de ser despedazados por los animales de presa. Por razón de su maternidad tenía la mujer, entre los miembros de la tribu, una situación especial. A ella debe la humanidad el descubrimiento de la agricultura, una nueva fuerza que hizo progresar notablemente su desarrollo económico. Y fue este descubrimiento el que determinó durante largo tiempo el papel de la mujer en la sociedad y en la economía y la colocó en la cúspide de esas tribus que se dedicaban al cultivo de la tierra. Muchos científicos opinan también que a la mujer se debe el fuego como recurso económico. Siempre que la estirpe salía de caza o a la guerra, se quedaban las mujeres que eran madres. Se veían obligadas a protegerse y a proteger a sus hijos de las fieras. Las muchachas y las mujeres sin hijos marchaban con el resto de los miembros del clan. El hombre primitivo conocía por su propia experiencia que el fuego era la mejor protección contra los animales de presa. Al labrar la piedra para construir armas o primitivos utensilios domésticos habían aprendido a hacer fuego. Así, para proteger a los niños y a las madres, antes de que el clan saliese de caza, se encendía el fuego en el campamento. Para las mujeres era una obligación sagrada mantener encendido ese fuego que ahuyenta a las fieras. Para los hombres, el fuego era una fuerza temible, incomprensible y sagrada. Sin embargo las mujeres, que lo manejaban constantemente, aprendieron a conocer sus propiedades y por eso pudieron utilizadas para facilitar y reducir su propio trabajo. Al fuego quemaba la mujer las plumas del faisán que había pelado, cocía las vasijas de barro para hacerlas más resistentes y asaba la carne para que así se conservara. La mujer atada al lugar del fuego por su maternidad lo domesticó y le hizo su sirviente. Pero las leyes del desarrollo económico modificaron esa La mujer en el desarrollo social 5 relación y la llama del fogón familiar llegó a esclavizar a la mujer convirtiéndola durante largo tiempo en una criada sumisa y sin derechos, relegada al fogón de la cocina. La hipótesis de que las primeras chozas hayan sido construidas por mujeres para protegerse y proteger a sus hijos del calor abrasador o de la lluvia no es del todo descaminada. Pero las mujeres no sólo levantaron viviendas, removieron la tierra, sembraron y recogieron cereales, sino también fueron las primeras que comenzaron a ocuparse de trabajos de artesanía. Hilados, tejidos, alfarería fueron descubrimientos femeninos. Y las líneas que arañaron para adornar las vasijas de barro fueron las primeras tentativas artísticas de la humanidad, la fase previa del arte. Y recogían hierbas y conocían sus propiedades medicinales; nuestras madres primitivas fueron los primeros médicos. Esta prehistoria se conserva en leyendas y creencias populares. En Grecia, cultura que alcanzó su esplendor hace dos mil años, era considerado como el primer médico no el dios pagano Esculapio, sino su madre Coronis. Anteriormente Hécate y Diana se consideraron como diosas de la medicina y para los antiguos vikingos lo era la diosa Eir. Aun hoy todavía encontramos con frecuencia en aldeas apartadas ancianas que pasan por especialmente sabias y a las que incluso se les atribuye virtudes mágicas. El saber de nuestras madres primitivas no era accesible a sus maridos porque éstos se encontraban constantemente de caza o en campañas guerreras o realizando otras actividades que exigían fortaleza muscular extraordinaria y sencillamente no tenían tiempo para pensar y para observar pacientemente. Por eso no les era posible recoger y transmitir experiencias valiosas sobre la forma de ser de la naturaleza. «Vedunja», hechicera, se deriva de «vedatj», saber. Por lo tanto la sabiduría de aquel tiempo era un atributo de la mujer, que era respetada y temida por el hombre. Por eso la mujer, en la época del primitivo comunismo -la aurora de la humanidad-, no sólo se equiparaba al hombre, sino que incluso era superior por razón de una serie de hallazgos y descubrimientos útiles para toda la humanidad y que hacían progresar el desarrollo económico y social. En determinados períodos de la historia de la humanidad ha tenido, por tanto, la mujer en el desarrollo de las ciencias y de las artes un papel notoriamente más importante que el que le reconoce hoy la ciencia burguesa cargada de prejuicios. Así por ejemplo, los antropólogos que se dedican al estudio de la génesis de la humanidad han silenciado el papel que debe de haber desempeñado la hembra en el proceso de desarrollo de nuestros progenitores simioides para convertirse en seres humanos. Estos tienen que agradecer a la hembra el andar de pie, erguidos, por consiguiente el pasar de cuadrúpedos a bípedos. Porque en situaciones en que nuestra antecesora cuadrúpeda tenía que resistir ataques de enemigos, aprendió a defenderse con un brazo, mientras con el otro sujetaba a su hijo que se le agarraba al cuello. Pero esta exigencia sólo la podía cumplir andando medio erguida, lo que por otro lado fomentaba el desarrollo del cerebro humano. Sin embargo fue muy caro el precio que la mujer pagó por ello, porque el cuerpo de la hembra no era apropiado para andar de pie. En nuestros parientes, los monos, los dolores de parto son absolutamente desconocidos. La historia de Eva que cogió la fruta del árbol de la ciencia y por eso fue condenada a parir sus hijos con dolor tiene, por lo tanto, un fondo histórico. Pero ahora vamos a examinar el papel de la mujer en la economía de la tribu dedicada a la agricultura algo más concretamente. Al principio, el producto del cultivo de la tierra no bastaba para la alimentación de los miembros de la tribu y por ello continuaban con la caza; y esto produjo una división natural del trabajo: la porción sedentaria, por lo tanto las mujeres, se hizo cargo de la agricultura, mientras los hombres seguían yendo a cazar o a la guerra, es decir, a saquear los poblados vecinos. Como sin embargo el cultivo de la tierra resultaba más productivo que la caza y los rendimientos eran más apreciados por los miembros del clan que los extraordinariamente arriesgados que la caza y las correrías de rapiña les proporcionaban, comenzó a contar el clan con la agricultura como base para sus cálculos económicos. ¿Quién era en este período de la economía basada en el cultivo de la tierra el principal productor? ¡Las mujeres! Por eso era natural que el clan las respetara y valorara muy alto su trabajo. Incluso en nuestros días hay un clan dedicado a la agricultura en África Central, los «balondas», en el que la mujer es el miembro más «apreciado» por la colectividad. El conocido explorador y viajero inglés Livingstone informaba: «Las mujeres están representadas en el consejo de ancianos; los futuros esposos tienen que trasladarse a vivir a la aldea de su futura consorte. Al ultimar el contrato de matrimonio se obliga el marido a cuidar de su suegra hasta que muera; sólo la mujer tiene derecho a pedir el divorcio, tras el cual todos los hijos quedan en su poder. Sin permiso de su esposa no puede el marido obligarse de ninguna forma con terceros, aunque esas obligaciones sean de poca monta.» Los hombres casados no se resisten porque se han conformado con su situación. Las casadas castigan a sus maridos díscolos con palos y bofetadas o dejándolos sin comer. Todos los miembros de la comunidad están obligados a obedecer a quienes gozan de «la estimación general». Livingstone dice que en el clan «balonda» se practica una indudable «ginecocracia», es decir, el predominio o mando de la mujer. Y sin embargo este clan no es una excepción. También afirman otros investigadores que en aquellos clanes africanos donde la mujer cultiva la tierra, siembra, construye viviendas y lleva vida activa, no sólo es completamente independiente, sino también superior en inteligencia al hombre. Los varones de estos clanes se dejan alimentar por sus esposas y se afeminan y hacen flojos; «ordeñan las vacas y chismorrean»; así lo 6 Alexandra Kollontai han referido innumerables investigadores. La época primitiva nos ofrece bastantes ejemplos de predominio femenino. En parte, en los clanes femeninos la filiación de los hijos se determinaba no por la línea paterna, sino por la materna. Y allí donde se ha establecido la propiedad privada heredan las hijas y no los hijos. Residuos de este sistema de derecho los encontramos aún hoy día en determinados pueblos de las montañas caucásicas. La autoridad de la mujer en los clanes agrícolas creció constantemente. Era ella la que conservaba y defendía los usos y costumbres, lo que en consecuencia quiere decir que era el legislador más importante. La observancia de estos usos y costumbres era en absoluto de necesidad vital porque sin ellos habría sido extraordinariamente difícil inducir a todos los miembros del clan al cumplimiento de las decisiones que afectaban a las tareas económicas. Los seres humanos de aquel tiempo no estaban en condiciones de que les explicaran lógica y científicamente por qué habían de sembrar y cosechar en un momento determinado. Por eso era mucho más sencillo decirles: «Entre nosotros impera esta costumbre, creada por nuestros antepasados, por eso debemos hacerlo así y el que no lo observe es un delincuente.» La conservación de esos usos y costumbres era misión de las ancianas más viejas de la aldea, de las mujeres y madres con experiencia de la vida. La división del trabajo en los clanes que se dedicaban tanto a la caza como a la agricultura contribuyó a que las mujeres que permanecían en los poblados para la producción y la economía, desarrollaran su inteligencia y capacidad de observación, mientras los hombres, a causa de sus tareas de caza y guerra endurecían sus músculos y aumentaban su habilidad y fuerza física. En esta fase de desarrollo, la mujer era intelectualmente superior al hombre y tenía, naturalmente, la situación rectora, el matriarcado. No podemos olvidar que en aquel tiempo no podían hacer reservas de víveres. Por eso las manos eran «la fuerza de trabajo viva» y la fuente natural del bienestar. La población crecía lentamente porque el número de nacimientos era bajo y por esa razón la maternidad era muy estimada, y por ella alcanzaba la mujer el puesto de honor en el clan primitivo. El bajo número de los nacimientos se explica en parte por los incestos y los matrimonios entre parientes. Como es bien sabido, el matrimonio entre consanguíneos disminuye la cifra de hijos y con ello el desarrollo de la familia. Durante el período de caza y recogida de frutos, la magnitud de la reserva de mano de obra no jugaba ningún papel; por el contrario, tan pronto como una tribu crecía demasiado en número se presentaban dificultades de abastecimiento. Todo el tiempo en que la humanidad se sustentó con los frutos recogidos y con el producto ocasional de la caza, el papel de madre en la mujer no se apreciaba, por tanto, especialmente. Los niños y ancianos eran una carga pesada. Se intentaba quitarlos de encima de la manera que fuese y se llegó a comerlos lisa y llanamente. Sin embargo aquellas tribus que se alimentaban del trabajo productivo, esto es, que practicaban la agricultura, necesitaban trabajadores. En esos núcleos alcanzó la mujer una nueva significación, la de que era quien producía la nueva fuerza de trabajo: los niños. La maternidad fue venerada religiosamente. En muchas religiones paganas el dios de mayor categoría es de sexo femenino, como, por ejemplo, la diosa Isis en Egipto y Gea en Grecia, es decir, la Tierra que en aquella época primitiva se consideraba la fuente de toda vida. Bachofen, conocido por sus investigaciones sobre el matriarcado, ha demostrado que lo femenino dominaba sobre lo masculino en las religiones de los tiempos antiguos, lo que revela la importancia de la mujer en aquellos pueblos. La tierra y la mujer eran las fuentes de riqueza más importantes y originarias; las cualidades de la tierra y de la mujer se presentaban como idénticas: ambas creaban y daban la vida. Quien ofendía a una mujer ofendía al mismo tiempo a la tierra y ningún delito debía considerarse tan grave como el que se cometía contra una madre. El primer sacerdocio, es decir, los primeros servidores de los dioses paganos, fueron mujeres. Eran las madres y no los padres, como en otros sistemas de producción es corriente, quienes adoptaban decisiones sobre los hijos. Residuos de este predominio femenino los encontramos transmitidos en leyendas y costumbres de Oriente y Occidente. Y sin embargo no fue su papel y significación como madre lo que en las tribus agrícolas les proporcionó aquella posición dominante, sino su intervención como «productor principal en la economía de aldea». Mientras la división de trabajo condujo a que el hombre se dedicara únicamente a la caza -actividad complementaria- cuando la mujer cultivaba las tierras -actividad más importante en aquellos tiempos- no era imaginable que se supeditara en absoluto al hombre o pudiera caer en su dependencia. Por tanto es el papel de la mujer en la economía el que determina sus derechos en el matrimonio y en la sociedad. Y esto se hace evidente en especial cuando comparamos la situación de la mujer en una tribu agrícola con la de la misma en una estirpe pastoril nómada. Observad ahora que el mismo fenómeno -la maternidad-, es decir, una cualidad natural femenina, bajo distintas circunstancias económicas produce consecuencias opuestas. A través de una descripción de Tácito conocemos la vida de los germanos paganos de aquel tiempo. Eran una raza agrícola sana, fuerte y belicosa. Tenían en mucha consideración a las mujeres y escuchaban su

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