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La guerra de reconquista inka. Vilcabamba; epílogo trágico del Tawantinsuyo. Historia épica de como los incas lucharon en defensa de la soberanía del Perú o Tawantinsuyo entre 1536 y 1572 PDF

130 Pages·1994·0.791 MB·Spanish
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LA GUERRA DE RECONQUISTA INKA El profesor, Edmundo Guillén Guillén , Dr. en Historia , Dr. en Educación y Abogado, ha dedicado su larga investigación para rehacer la historia épica de los incas desde la perspectiva peruana. Es autor de los libros: “Wascar Inka trágico”, la “Versión Inka de la conquista del Perú”, la “Conquista del Perú”, el “Ejército Inka”, “Vilcabamba, la última capital de los incas” (en lengua japonesa) y de numerosos ensayos históricos entre los que destacan el: “Enigma de las momias incas”, “Documentos inédita para la historia de Vilcabamba”, “450 aniversario de la heroica resistencia del pueblo de Tumbes”, “Vilcabamba la última capital del Estado imperial Inka”, “Wila Oma, el intip apun o gran sacerdote y capitán del sol”, etc. En 1976 dirigió la expedición científica que identificó históricamente el lugar donde yacen los restos de la “Perdida ciudad de los incas”, la ciudad de Vilcabamba, la última capital del Tawantinsuyo. CAPÍTULO I EL TAWANTINSUYO EN LA DÉCADA DE 1520 A 1530 El estado Inka, en el curso de esta década, confrontaba en su extenso territorio, principalmente, tres grandes problemas. El primero de ellos, su falta de integración política, étnica e ideológica, que hacía de él un gigante con cabeza de oro y pies de barro. El segundo, la pugna creciente entre los linajes y panacas incas por la hegemonía del poder y el tercero, las aspiraciones libertarias de los pueblos conquistados por salir del dominio cusqueño. Wayna Qhapaq en su largo reinado, no obstante sus esfuerzos políticos por mantener la “paz incaica”, no pudo evitar la sublevación de varias provincias de la región ecuatorial del Tawantinsuyo que fueron severamente reprimidas. Igualmente, no pudo precaver la pugna entre las parcialidades cusqueñas Hanan y Urin que se agudizó después de su muerte en 1529, en el estallido de la rebelión de Atao Wallpa que cuestionó la legitimidad del gobierno de su hermano Wascar Inka. Estos problemas, con otros secuenciales facilitaron las exploraciones españolas de 1526 a 1528 y posteriormente la invasión misma del Tawantinsuyo en 1531. 1. LAS POSTRIMERÍAS DEL GOBIERNO DE WAYNA QHAPAQ. Como Se sabe por versiones peruanas y españolas, este famoso Inka fue el afortunado heredero del Tawantinsuyo, el Estado andino más extenso y poderoso de su tiempo organizado por Pachacuti Inka Yupanki quizás desde mediados del siglo XV, que con la conquista de Tupa Inka y las últimas de Wayna Qhapaq,- en la década de 1520- sus límites se extendieron desde el sur de la actual república de Colombia hasta la parte austral de Chile; de la costa, a las profundidades de la selva amazónica y por el sureste, hasta bordear las pampas argentinas. Sin embargo, este gran Estado Inka, - en la década referida- era todavía estructuralmente débil. Carecía entonces de cohesión política, ideológica y étnica con los pueblos conquistados que mantenían latentes sus sentimientos regionalistas. El Tawantinsuyo antes de la invasión española, era así un gigante con cabeza de oro y pies de barro e interiormente corroído por la ambición de los linajes cusqueños que se disputaban el poder y la hegemonía de su gobierno. Por ejemplo, Pachakuti Inka Yupanki sacrificó a varios de sus hermanos y capitanes para consolidar su poder. Tupa Inka Yupanki develó la conspiración de su hermano Tupa Qhapaq y aplastó sangrientamente el alzamiento de las Collas para asegurar su autoridad. Después a su muerte o asesinato, las madres de sus hijos Qhapaq Wari y Titu Kusi Wallpa se disputaron a la vez el derecho al gobierno. Derrotado el primero, Titu Kusi Wallpa- adolescente aún- fue reconocido como su legítimo sucesor con el nombre de Wayna Qhapaq y asumió prematuramente el reinado al fracasar la conspiración del Regente Apo Wallpaya, que quiso encumbrar a su hijo en el gobierno del Tawantinsuyo . Las primeras tareas gubernativas de Wayna Qhapaq fueron la pacificación del imperio y la represión de los pueblos alzados después de la muerte de su padre. Luego continuar con la integración política e ideológica del Tawantinsuyo. Las crónicas dicen que con este propósito, “trabajó mucho” para “mantener quieta la tierra” que se “ alzaba cada día” y que convencido de que su presencia en los pueblos era importante, inició la visita de su extenso territorio para conocer de cerca sus necesidades y desarrollar la producción, para demostrar con la abundancia y los excedentes, las ventajas del gobierno “Waqchakuyay” del Tawantinsuyo y la importancia de la “paz incaica”. Sin embargo, tampoco pudo mantener esta paz por mucho tiempo. Cuando estaba ordenando las tierras del valle de Cochabamba (Qachapampa) en el actual territorio Bolivia, estalló la rebelión de las provincias de: Quito, Cayambe, Carange y Otovalo, que obligaron al Inka a suspender sus trabajos en este valle y regresar al Cusco. En esta ciudad, preparó la campaña contra las provincias sublevadas y designó a su hijo Tupa Kusi Wallpa (Wascar Inka) como su correinante. Según varios testimonios, el Inka salió de esta ciudad con un poderoso y galano ejército de “doscientos mil hombres” . Los “Hanancusco”, al mando de Auki Tupa y los “Hurincusco”, a órdenes del joven Michiq Waka Mayta. Este ejército dividido en escuadrones de mil hombres repartidos por ayllus y parcialidades, con capitanes lucidamente ataviados con sus armas típicas y estandarte, daban la impresionante visión del poder bélico de Tawantinsuyo. Se afirma que parte de este poderoso ejército estuvo integrado por soldados del Collasuyo que tenían la fama de ser los guerreros más valientes del Imperio . La campaña Inka fue difícil y sangrienta. Todo su poder se estrelló contra la tenaz resistencia de los Caranges y otavalos quienes lucharon con tanto heroísmo, que Wayna Qhapaq deponiendo su habitual generosidad terminó por reprimirlos severamente para establecer la autoridad Imperial . Por este tiempo, los chiriguanos de la etnía Guaraní invadieron el Collasuyo. Aniquilaron la guarnición fronteriza del fuerte de “Cuscotuyo” y penetraron hasta la región meridional de las Charcas. Según la crónica de Sarmiento de gamboa, Wayna Qhapaq envió desde Quito al capitán “Yasca” para que con Apu Illakita y Auki Tupa gobernadores del Cusco, organizara en esta ciudad una expedición para echarlos del territorio. La campaña se hizo conexito y los chiriguanos fueron echados de la tierra y se reedificó la fortaleza de “Cusco Turo” o “Cusco Tuyo” construida para la defensa de esta parte de la frontera Inka . E. Nordenskiold, en su estudio sobre la “Invasión Guaraní al Imperio Inka en el Siglo XVI”, confirma esta incursión a las localidades de Mizque y Tomina, - probablemente en 1523- en la que habría participado con otros portugueses, uno llamado Alejo García. De confirmarse este suceso con nuevos testimonios, serían portugueses y no españoles los primeros europeos que penetraron en el territorio de las incas . Aunque será difícil saber si Wayna Qhapaq o no sobre la presencia de europeos en esta incursión, lo más probables es que este Inka, - según Gracilazo de la Vega- tuviera noticia de ellos desde 1515 que exploraban el golfo de Panamá y con más seguridad, - si entonces vivía- desde fines de 1526, del desembarco español en la Bahía de san Mateo y del salto que hicieron de la balsa tumbesina en la costa ecuatorial de Manabí . Cuando Wayna Qhapaq debía estar preocupado por estas novedades, después de su accidentado recorrido por la costa ecuatorial, le sorprendió la muerte en Quito en algunos de los últimos meses del año de 1526 o en los primeros de 1527 . La causa y el género de la enfermedad que postró al Inka, no se conoce con seguridad. Para algunas versiones, Wayna Qhapaq murió de la “verruga” contraída en la costa ecuatorial y según otras, de “viruela” o “sarampión” que se habría extendido desde centro América a las latitudes del Tawantinsuyo . Pero cualquiera que hubiera sido la causa de su defunción, a su muerte se asomó la crisis sucesoria en el Tawantinsuyo. El bando de Atao Wallpa sostuvo que Wayna Qhapaq dividió el Imperio entre él y su hermano Wascar. Históricamente esta división no se hizo, como lo demostraron los hechos posteriores . Según la versión oficial Inka, - recogida en la crónica de sarmiento de Gamboa- muerto Ninakuychi, designado sucesor del Inka- según el rito de la “Callpa”- Wascar, su correinante asumió de hecho el gobierno del Tawantinsuyo . El descontento de sus hermanos se produjo de inmediato. Por sospecha de conspiración, Wascar mandó matar a su hermano Kusi Atauchi y a varios de sus parientes acusados de atentar contra su gobierno. De este celo político se salvó Atao Wallpa quien prudentemente se quedó en Quito como Incapratin o gobernador de esta importante región, - según intrigas del cañari Ullco Kolla- para preparar su alzamiento contra Wascar Inka. 2°. DESCUBRIMIENTO OFICIAL INKA DE LOS EXPLORADORES ESPAÑOLES. Aunque es posible que desde 1526, cundiera en el Tawantinsuyo la noticia que gentes extrañas que recorrían su litoral . En 1528 –por decir oficialmente- los incas descubrieron a los exploradores españoles cuando merodeaba la isla de Puná y fueron conducidos hasta la costa tumbesina para conocimiento de los funcionarios incas de esta provincia . Este memorable descubrimiento de los españoles por los tumbesinos, significó históricamente el primer encuentro de dos culturas: la andina y la europea, entre un “apu” o funcionario Inka y Francisco Pizarro, exponente del mundo medioeval y renacentista de España. El cronista pedro Cieza de León, reseñando esta famosa entrevista abordo de la nave española, dice que el “apo” (al que llama “orejon” por sus grandes orejas) preguntó a Pizarro, mediante los intérpretes tumbesinos, capturados en 1526: “De donde heran y de que tierra avían venido, qué buscavan o qué hera su retensión de andar por la mar y por la tierra sin para. Francisco Pizarro le respondió que venían de España, donde Carlos, cuyos vasallos y criados eran ellos avían salido a descubrir por aquellas partes como vían y a para poner debaxo de la sujeción de aquel rey lo que hallasen...”. “Esto y otras sosas dixo el capitán Francisco Pizarro (a) aquel orejón, tanto que él se espantaba de las oir y estuvo en el navío desde por la mañana hasta la ora de vísperas. – Añade el cronista, - que Pizarro en compensación a los regalos de comida y una llama que le habían enviado, mandó que: “le diesen de comer y beber” el vino que tenían, que al apu le pareció: “Una hacha de hierro con que extrañamente se holgó teniéndola en más que si le dieran cien veces más oro que ella pesaba, y diole más unas quentas de margaritas y tres calcidonias e para el cacique (Kuraka) principal le dio una puerca y un berraco y cuatro gallinas y un gallo. Con esto se partió el orejón, e ya que se iba, rogó al capitán le diesen para que fuesen con él dos o tres cristianos porque se holgarían de los ver. El capitán mandó (a) Alonso de Molina y a un negro que fuesen””. El desembarco de estos dos hombres fue una novedad. Según el mismo cronistas, los tumbesinos se asombraron más, de ver al negro que al hombre blanco al ver sus graciosos ademanes y los requiebros que hacía, su ensortijado cabello y la negrura de su piel cuando de pronto se dieron cuenta de que ésta no era “confacción puesta”, sino natural que no se desteñía con el agua. Molina y el negro, invitados al pueblo, dijeron que se habían quedado sorprendidos de la belleza de sus edificios, del oro y de la plata que muchos artesanos estaban trabajando, de los tejidos que hacían las mujeres y de otras cosas más. Cuando a su vuelta contaron lo que había hacían las mujeres y de otras cosas más. Cuando a su vuelta contaron lo que habían visto, sus compañeros no les creyeron, tanto, que Pizarro para conocer la verdad de lo que decían, envió al soldado griego Pedro de Candia para que como “hombre de ingenio” se informarse de la realidad del pueblo de tumbes, de sus edificios y poblaciones . La presencia del soldado griego en la playa, -uno de los hombres más altos y robustos de la buena otro espectáculo para la gente tumbesina. Al verlo con su atuendo metálico, su cimera de plumas y rubicunda figura con arcabuz al hombro, imaginaron que era un pintoresco disfraz del extranjero para impresionar al Kuraka y a la multitud de curiosos. Efectivamente, Candia para impresionarlos, pidió que colocaron cerca de él, un grueso tablón para demostrar el poder de su arcabuz. Cuando después de encabalgarlo lo detonó con gran estruendo, el disparo pasó el tablón de una parte a otra como si fuera la “corteza de un melón” dejándolos estupefactos. No así al kuraka quien con atención había observado las maniobras de Candia y para poner al descubierto su artificio, con supuesta ingenuidad, vertió un jarro de chicha (licor de maíz) en el tibio caño del arcabuz para que volviera a disparar con la misma presunción . El saldo, entre confuso y desconcertado con la treta del Kuraka, rehuyó hacer otra demostración pese al clamor de la multitud. Este detalle, aparentemente intrascendente, demostró al extranjero, que los tumbesinos no eran tan cándidos como había supuesto el soldado de Pizarro. Candia, de regreso a la nave, ante la expectativa de sus compañeros, contó que había visto en el pueblo de Tumbes: “Cantaros de plata y estar labrando a muchos plateros y que por algunas paredes del templo había planchas de oro y plata y que las mujeres que llamaban del Sol heran muy hermosas” y otras que tejían finos hilados de lana, además declaró que había visto también grandes sementeras, “ovejas” (llamas) y acequias con agua etc. Y para demostrar lo que supuestamente había observando, trajo pintada en un paño, la traza del pueblo de Tumbes, de su presunta fortaleza y de sus edificios imaginarios, dejando, con su embuste maravillados a Pizarro y a la soldadesca. El historiador Raúl Porras, ironizando el cuento de este soldado, dice que las mentiras de este “bellaco engañador” decidieron de hecho, la futura conquista del Perú . Pizarro prosiguiendo su viaje por la costa, avanzó en su pequeña nave hasta la localidad de “Santa”(shanta). Desde esta localidad, sin poder seguir al puerto de Chincha, emprendió su regreso a la ciudad de Panamá, para dar cuenta a sus acreedores y detractores, de la buena tierra y de los pueblos ricos que había visto en el litoral, sin sospechar ni remotamente que estos pueblos y esta buena tierra fueron parte costeña del Tawantinsuyo, el poderoso y extenso Imperio del mundo andino. Cieza de León refiere que a su regreso.- Pizarro- a insistencia de una “apu llana” o “capullana” (Kuraka local9, convencido de que no había peligro ni era un ardid, aceptó la hospitalidad de la Kuraka y desembarcó en algún lugar de la costa. Añade el cronista que terminados los agasajos, el capitán español ante la curiosa mirada de los pobladores, tomó posesión de este sitio en nombre del rey de España , sin que la Kuraka entendiera la grave significación de esta breve ceremonia. Después, - según varias versiones – en la costa de los tallanes, Pizarro dejó tres o dos espía españoles para que se informaran de la tierra y a pedido de los curacas del valle de Chira, llevó consigo a varios mozos de la localidad para que a su regreso les sirvieran de intérpretes y conocieran las costumbres de y los pueblos de esta nueva gente . En marzo de 1528 o antes, Pizarro, con sus compañeros de aventuras, entró en la ciudad de Panamá. El oro y la plata que exhibió con otros objetos, despertaron la admiración y la codicia de sus acreedores quienes olvidando sus reclamos, resolvieron apoyar la conquista de nuevas tierras que había explorado. Un tiempo después, Pizarro, a iniciativa de sus socios Diego de Almagro y el sacerdote Hernando de Luque, con Candia y Soralucre viajó a España para dar cuenta de su “descubrimiento”al emperador Carlos V y para pedirle que autorizara la conquista de la “provincia del Perú” , nombre con el que empezó a llamarse al Tawantinsuyo Inka. Entre tanto, los curacas y funcionarios incas del litoral debieron avisar a Wascar Inka y al príncipe Atao Wallpa, sobre la llegada a la costa de esta gente extranjera que navegaba en una “casa de madera” flotante. Aunque no se conoce la reacción de Wascar Inka sobre esta novedad, de la confusa versión de Titu Kusi Yupanki, parece desprenderse que Atao Wallpa habría conocido y tratado a dos de los espías españoles dejados en la costa y que cuando les preguntó por el libro que traían, éstos le respondieron que era: la “quilca (escritura) de Dios y del rey” De Todas maneras, ni Wascar ni Atao Wallpa sospecharon entonces que estos forasteros de pigmentación blanca, con vestidos y armas extrañas que simulaban “paz y amistad”, fuesen en realidad la vanguardia conquistadora de otra potencial militar, que después regresarían expresamente para disputarles el gobierno de la tierra. 3° LA GUERRA CIVIL O PACHAKUTIRANA INKA. En 1529, mientras Francisco Pizarro gestionaba en La Corte española la autorización oficial para conquistar la llamada “provincia del Perú”, estalló en Quito la insurrección del príncipe Atao Wallpa , el “Pacchakutirun Inka”, al que Guaman Poma llama también: “Aucacunascan Pachacutiscan Pacha” o la sexta de la cronología andina del Perú (1936; 911). Aunque las causas de esta guerra no son claras, por las versiones toledanas de pedro Sarmiento de gamboa, Miguel Cabello Valboa y Fray Martín de Murúa, se colige que su entraña fue eminentemente política; la lucha por el poder entre los linajes incas . Dentro de esta perspectiva la causa inmediata, el detonante político, habría sido el cuestionamiento de la legalidad del gobierno de Wascar Inka por su hermano Atao Wallpa quien le negaba el derecho de suceder legítimamente a su padre Wayna Qhapaq. Los episodios de esta guerra, descritos por los citados cronistas toledanos, prueban la encontrada lucha entre los hermanos. El cronista peruano Juan Santa cruz Pachakuti Yamki Salqamaywa, culpando a Wascar Inka de esta guerra, dice que ésta se originó por sus desmanes, por atentar contra el culto a los muertos y ser irrespetuoso con el personal que servía a la deidad solar, entraña religiosa de esta guerra, como acertadamente lo presume el historiador peruano F. Pease. Compendiando las versiones sobre este n Pachakutiruna Inka, se constatan en su sangriento desarrollo dos grandes etapas: la primera, desde la insurrección de Atao Wallpa en 1529, hasta la tregua de Kusi Pampa (en este año se afirmó en Toledo la Capitulación que autorizaba la reconquista de “la provincia del Perú”); la segunda, desde el rompimiento de la tregua de Kusi Pampa en 1531 hasta el derrocamiento de Wascar Inka en la batalla de Kotapampa, en agosto de 1532 . 4° EL GOBIERNO ESPAÑOL AUTORIZA LA CONQUISTA DEL PERÚ. La capitulación suscrita en Toledo el 26 de julio de 1529 por su contenido y objetivos, constituyó de hecho una tácita declaratoria de guerra de España al Tawantinsuyo o Inkapacharuna, que en este documento aparece con el nombre de “provincia del Perú”. en efecto, de su contexto legal, se desprende en rigor histórico, que la conquista del Tawantinsuyo fue resuelto de esta guerra sorpresiva de España contra el Perú y no de la hazaña de un puñado de “aventureros” contra “indios anónimos”, como erradamente aparece en algunos manuales de la historia. Guerra de España contra el Perú, la cual no acabó en Cajamarca, como falsamente se afirma, sino que como probaremos después, terminó épicamente en 1572. En el primer párrafo de esta Capitulación dice: “Doy licencia e facultades a vos dicho capitán francisco Picarro para que por nos en nuestro nombre e de la corona real de castilla podáis continuar el dicho descubrimiento conquista e población de la dicha prouincia del Perú hasta doscientas desde el pueblo que en la lengua de los indios se dice teninpulla y que después le llamastes santiago hasta llegar al pueblo de Chincha que puede aver las dichas doscientas leguas de costa poco más o menos” . Por esta cláusula y otras que la completa, la empresa privada de Pizarro y sus socios se transformó en una empresa oficial de España para conquistar el Perú , territorio que caían en la parte del continente americano que le había adjudicado el Tratado de Tordesillas de 1494. Por esta capitulación, Francisco Pizarro jefe de una mesnada aventura, se convirtió en el representante legal del rey de España con los cargos de capitán general y gobernador, de Adelantado y justicia mayor, con la facultad de reclutar gente y asumir la dirección de la guerra, con solamente la obligación de “pagar” al tesoro real el “quinto” del oro y otras cosas que tomase de “cualquier manera” . El gobierno español, para justificar la agresión al Perú, ordenó a Pizarro y sus capitanes, - que antes de atacar- leyeran a su futura víctima el texto del “Requerimiento”, - según R. Porras- mezcla de “arenga guerrera y homilía” que terminaba con una exposición teológica e intimidatoria en la que se exigía que de inmediato reconocieron la autoridad de la iglesia y del rey español, con la amenaza: “E sy no hiziéredes o en ello dilatación maliciosamente pusyéredes certificados que con la ayuda de dios nosotros entraremos poderosamente contra vosotros y vos haremos guerra por todas las partes y maneras que pudiéramos e vos sujetaremos al yugo e obediencia de la iglesia y de sus majestades e tomaremos vuestra personas y de vuestras mujeres e hijos y los haremos esclavos y como a tales los venderemos ...e vos haremos todos los males y daños que pudiéramos como a vasallos que no obedecen...y protestamos que las muertes y daños que de ellos se recreciere sea vuestra culpa y no de sus majestades...” . Francisco Pizarro, con estos poderes, reclutó alguna gente en España y en Panamá. En esta ciudad, se conoció con capitanes y soldados que había conquistado Guatemala y otros pueblos, sedientos aún de honra y fortuna. Con estos nuevos compañeros en 1531, formó un pequeño ejército con gente plebeya y cierto número de hijodalgo pobres, unos letrados y otros analfabetos . El año de 1529- el penúltimo de ésta década- resultó así crucial para la historia del Perú Inka o Tawantinsuyo. El 26 de julio, Francisco Pizarro recibió la autorización real para conquistar el Perú. , mientras que en algunos de los meses de este año, Atao Wallpa se alzó contra Wascar Inka para disputarle el gobierno imperial. Hechos trascendentales, que históricamente resultaron ser el talón de Aquiles del Tawantinsuyo y condicionaron posteriormente la fácil penetración española hasta la ciudad misma del Cusco. Esta década termina así, como el anuncio trágico de los graves sucesos que se producirían en al siguiente década de 1530 a 1540. CAPITULO II LOS PRELIMINARES DE LA GUERRA DE RECONQUISTA INKA. Cuando los españoles inician la invasión del Perú en enero de 1531, los incas por estar disputándose el gobierno imperial, no les dieron importancia y sin percatarse de sus intenciones de conquista los dejaron avanzar por la costa hasta del valle de Piura. Posteriormente, por voluntad de Atao Wallpa hasta el tambo de Cajamarca y por la de Manko Inka Yupanki, hasta la ciudad del Cusco. En 1535, el nuevo Inka cuando se dio cuenta que los españoles no eran la mesnada aventurera que supuso, sino la vanguardia conquistadora de España, aunque resultó tarde, no se inmutó ante el peligro, ni adoptó una actitud resignada y derrotista como erradamente se ha creído, contrariamente con habilidad y valor que la honra, asumiendo su responsabilidad histórica, trazó los planes para echarlos de Perú, desafiando patrióticamente a los curacas y príncipes cusqueños que se unieron a los españoles para lograr sus ilusorios objetivos locales o políticos. 1° INICIO DE LA INVASIÓN ESPAÑOLA: DE LA BAHÍA DE SAN MATEO AL VALLE DE PIURA. Terminados los preparativos bélicos, Francisco Pizarro partió de Panamá a fines de enero de 1531, con 180 infantes y 37 jinetes1. Y 13 días después de la navegación, desembarcó en la bahía de san Mateo, límite costeño del Tawantinsuyo. Desde esta bahía, parte de la tropa invasora siguió por mar y la otra, por la costa hasta la aldea de Coaque2. En este poblado Pizarro acampó para adiestrar a los soldados bisoños y para esperar a sus socios que llegaron con más gente para seguir al pueblo de Tumbes. Durante este tiempo, Atao Wallpa- aprovechando la tregua de Kusipampa- estaba pacificando las provincias de los Yumbos y Quijos y al saber que los extranjeros llegados a la costa eran pocas, no les dio importancia confiando que los pobladores del litoral podrían defenderse de sus depredaciones. Entre tanto, los españoles que habían permanecido por varios meses en esta aldea, soportando hambre, el mal de verrugas y la creciente hostilidad de sus pobladores, a mediados de setiembre de este año con los refuerzos recibidos reiniciaron su marcha por la costa, y después de pasar por las localidades de Pasao y Caraques llegaron al mes siguiente al pueblo de “Puerco Viejo”- en la provincia ecuatorial de los Paches, donde acamparon “dos meses” para esperar al resto de la gente que vendría con el capitán Hernando de Soto3 Atao Wallpa - por este tiempo- probablemente estaba en Tumipampa preparando la gran ofensiva contra Wanka Auki, capitán de Wascar Inka4. Según varios testimonios, -en Puerto viejo- a la vez que los españoles se informaron de la guerra civil Inka, también Atao Wallpa supo de ellos noticias más concretas sobre su aspecto físico, sus armas extrañas, las bestias que cabalgaban y sobre las depredaciones y matanzas que habían hecho en los poblados del litoral5 . Sin embargo, este príncipe sin percatarse del peligro, en lugar de mandar gente contra ellos, más interesados en la guerra se conformó con destacar espías disfrazados para que vigilaran discretamente su recorrido por la costa6. Por este imprudencia de Atao Wallpa, los españoles avanzaron sin dificultad hasta algún punto de golf de Guayaquil. En este lugar, cuando deliberaban seguir en la isla de Puná o el pueblo de Tumbes; llegaron en una “balsa de vela” los mensajeros enviados por Tomalá, - Kuraka de esta isla- para invitar a Pizarro y su gente a pasar los meses de lluvia en Puná7. sin que se pueda saber, si esta invitación fue espontánea o por las instrucciones del tokrikoq Inka (gobernador de Puerto Viejo, Puná, y Tumbes) que estaba en la isla8. Los cierto es que los españoles se desconcertaron con esta invitación inesperada, más aún cuando les dijeron que éste podría ser un ardid de los isleños para ahogarlos en el mar, como antes habían hecho con los funcionarios de Wayna Qhapaq. Cuando Pizarro cavilaba sobre este riesgo, llegó el mismo Tomalá con una “flota de balsas” para llevarlo personalmente a la isla, pero al darse cuenta de la desconfianza de Pizarro le pidió ir con él en la misma balsa para disipar sus temores y perspicacias. Aunque no se tiene fecha segura del paso de la isla Puná, es probable que ocurriera, en los primeros días de diciembre de 1531, según se desprende de la primera fundición hecha en la isla, el 13 de este mes y año9. Un tiempo después, - según varias versiones- Tomalá se arrepintió de su imprudente invitación al ver que sus huéspedes, sin ninguna consideración, se aliaron con sus enemigos, los tumbesinos. Lo que es más, confiados en el poder de sus armas, en su caballería y perros de guerra, comenzaron a robar y abusar de las mujeres, e incluso sin reparo alguno a profanar los adoratorios más venerados de la isla. Los excesos españoles llegaron a tal extremo, que Tomalá, a instancias de sus curacas, resolvió poner fin a estos desmanes. Pero este intento no tuvo éxito y terminó trágicamente. Fueron apresados él y los curacas que participaron en la conspiración. Si bien Tomalá salvó su vida pagando un cuantioso rescate, no así los infortunados curacas. Unos fueron quemados vivos y los otros, entregados a la vindicta de los tumbesinos, quienes en represalia a la guerra pasada, les cortaron públicamente las cabezas10 . El cronista Pedro Cieza de León, - confirmando estos hechos – refiere que los señores de Puná, lamentando que los incas por estar peleando entre ellos, no se dieran cuenta de los “enemigos tan feroces que habían entrado en su tierra”, acordaron por su cuenta atacar a los españoles. Añade que con este propósito, una parte de ellos fue a quemar sus naves y la otra a sorprenderlos en su campamento. Lamentablemente ambos intentos fracasaron, los primeros no pudieron lograr su objetivo y los segundos, tampoco. Al final, fueron desbaratados por la jauría de perros de guerra, la caballería y las armas de fuego de los enemigos. Por primera vez, fue así cómo la tecnología bélica europea se impuso al valor y temeridad de los hombres de Puná. Los arcabuces sobre las flechas y porras, las corazas, escaupiles y yelmos, sobre las túnicas de algodón y morriones de madera de los combatientes isleños11. Sin embargo, pese a esta desigualdad los hombres de Puná repuestos del primer desastre, nuevamente organizados y con más ímpetu que antes, volvieron a atacar a los españoles. Pero esta vez, por cuadrillas, que después de atacarlos por sorpresa se escondían rápidamente en los pantanos y tembladeras de la isla. La hostilidad fue tan grande que Pizarro llamó a Tomalá, para que ejerciendo su influencia calmara la agresión de los curacas alzados. Pero todo fue inútil. Tomalá recibió por toda respuesta, que ellos no dejarían las armas, hasta que esta “mala gente” se marchara de la isla12. En estas condiciones y en permanente zozobra, los españoles vieron en la isla hasta que llegó el capitán Hernando de Soto en marzo de 1532. Con este refuerzo, Pizarro acordó trasladarse al pueblo de Tumbes a fines de este mes o en los primeros días de abril de este año13. Entre tanto, Chilimasa14 Kuraka principal de Tumbes, al conocer las intenciones de Pizarro temerosos de que en su tierra se repitiera los mismos pillajes perpetrados en Puná, luego de reconciliarse con Tomalá, regresó al pueblo de tumbes para evitar el desembarco de los españoles en su tierra. Se dice que con este propósito, ardidosamente envió una flota de balsas para que una parte de españoles se embarcara en ellas con la intención de ahogarlos en el mar. Mientras preparaba a su gente para darles batalla cuando los otros llegaran a la playa. Infortunadamente, los cálculos del kuraka no resultaron, de los españoles que vinieron en balsas, solamente tres de ellos fueron muertos15 y a los que desembarcaron en la playa con Francisco Pizarro tampoco pudieron contenerlos. Los tumbesinos a pesar que pelearon heroicamente en defensa de su tierra, fueron desbaratados en los esteros de Chepa por la caballería y perros de guerra de los enemigos. Vencida la resistencia de Chilimasa, los españoles ocuparon el pueblo de Tumbes. Al verlo casi destruido y sin las riquezas descritas, estuvieron a punto de apedrear a los embusteros de Candia. El pueblo estaba quemado, sus edificios, derrumbados, las paredes del templo del sol no tenían los enchapes de oro que tanto había ponderado; el descontento de La soldadesca se hizo general y Pizarro tuvo que usar energía y mucha maña para calmarlos16. Chilimasa, entre tanto, se retiró al interior, hacia la sierra para continuar la guerra con la ayuda militar de Atao Wallpa. Pero este príncipe mas interesado en perseguir al ejército de Wascar, no le mandó ningún auxilio. Al contrario, en esos días llegó al pueblo de Tumbes el Kuraka Vilchunlay17 con un contingente de soldados cañaris para unirse con los españoles contra Atao Wallpa. Ante esta circunstancia. Chilimasa, sin otra alternativa, tuvo que hacer la “paz” con los españoles para evitar que terminaran de destruir el pueblo de Tumbes y aceptar la obligación de pagarles cierta indemnización por los españoles muertos y el bagaje perdido en las balsas naufragas18. Después de estos sucesos. Pizarro se trasladó con su tropa al pueblo de Poechos donde acampó el 16 de mayo de este año19. Se dice que en este poblado, el jefe español recibió información sobre la guerra entre Atao Wallpa y Wascar Inka y sobre los pueblos que habían formado a favor del uno y del otro contendiente. Por entonces, derrotado Wanka Auki pampa y Qocha Waylla, Atao Wallpa había ocupado el valle de Cajamarca acampando en los baños de Qoñoq, próximo al tambo e Cajamarca. Este príncipe, mientras sus fuerzas perseguían al ejército de Wascar Inka, envió a un “apo” o capitán para que espiara de cerca de los españoles y le informara sobre su número y sus costumbres. En efecto, después de observarlos, le mandó decir que eran pocos y “unos ladrones barbudos salidos del mar” que venían “caballeros en unos carneros (llamas)tan grandes como los del Collao” y que estos extranjeros “no eran hombres de guerra, y que sus caballos se deslizaban de noche” y que con solamente “doscientos” hombres los “mataría a todos ellos”20. Los españoles, al amparo de su presuntuosa confianza, avanzaron sin dificultad hasta el valle de Amotape y después de quemar vivos y ahorcar a los curacas que intentaron oponérseles acamparon en el paraje del Kuraka Tangarará, en la parte baja del valle de chira (próximo a la bahía de Payta). Un tiempo después, quizás a mediados de julio, fundaron el pueblo de San Miguel, el primer enclave europeo en la costa del Perú. En este pueblo permanecieron varios meses, imponiendo el terror y depredando a sus indefensos habitantes, a la espera de los resultados de la guerra civil Inka21. Según testigos peruanos, Wascar Inka también recibió informes de los abusos que hacían los españoles. Los mensajeros tallanes le avisaron que con sus nuevas armas habían sometido a los pueblos del litoral y se habían establecido en el valle de “Tangarará”22. Los mismos testimonios refieren que el Inka, intuyendo el peligro que se cernía sobre el Tawantinsuyo, ordenó nuevos reclutamientos y el envió de espías a Huamachuco para saber la actitud de Atao Wallpa con los extranjeros23. estos evidencias disipan definitivamente la versión de Zárate. Gómara Garcilaso, según la cual Wascar Inka pidió auxilio militar a los españoles contra su hermano Atao Wallpa. De la confrontación cronológica que hemos hecho, se colige cuando los españoles acamparon en el pueblo de Tumbes, Atao Wallpa ya estaba en el tambo de Cajamarca y

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