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La constelación del sur : traductores y traducciones en la literatura argentina del siglo XX PDF

285 Pages·2004·7.677 MB·Spanish
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LA CONSTELACIÓN DEL SUR Traductores y traducciones en la literatura argentina del siglo XX por Patricia Willson m Siglo veintiuno editores Argentina }*a _____________________________ Siglo veintiuno editores Argentina s. a. TUCUMÁN 1621 7S N (C1050AAG), BUENOS AIRES. REPÚBLICA ARGENTINA Siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MÉXICO, D. F. Willson, Patricia La Constelación del Sur. Traductores y traducciones en la literatura argentina del siglo XX. - Io ed. - Buenos Aires : Siglo XXI Editores Argentina, 2004. 293 p. ; 21x14 cm. - (Metamorfosis) ISBN 987-1105-76-2 I. Título 1. Literatura Argentina - Historia. CDD 868.993 209 Primer premio del Régimen de Fomento a la Producción Literaria Nacional y Estímulo a la Industria Editorial - Fondo Nacional de las Artes - Año 2003 (Ensayo) Portada de Peter Tjebbes © 2004, Patricia Willson © 2004, Siglo XXI Editores Argentina S.A. ISBN 987-1105-76-2 Impreso en Artes Gráficas Delsur Alte. Solier 2450, Avellaneda, en el mes de agosto de 2004 Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina - Made in Argentina Indice Agradecimientos 9 Introducción 11 1. La literatura extranjera en “los anaqueles del pueblo ” 41 2. Victoria Ocampo, la traductora romántica 75 3. Jorge Luis Borges, el traductor vanguardista 111 4. José Bianco, el traductor clásico 183 5. La constelación Sur 229 Conclusiones 269 Bibliografía 277 In Memoriam Jack Algernon Willson (Newmarket, 1895 - Buenos Aires, 1983) Futin Bitar (B’Malki, 1903 - Buenos Aires, 1986) Agradecimientos La labor intelectual —la investigación, la escritura— suele pensarse como la menos gregaria; sin embargo, es la más acom­ pañada, aunque no siempre se trate de compartir el mismo espacio de trabajo. De tales compañías quieren dar cuenta estos agradecimientos. Entre ellos, el primero es para Beatriz Sarlo, directora de la tesis que dio origen a este libro. No evitaré el convencionalismo de la efusividad al dar las gracias: este volumen —incluido el título— simplemente no sería sin el compromiso intelectual que Beatriz Sarlo demostró en cada etapa de su dirección. El segundo es para los miembros del jurado que evaluó mi tesis, María Luisa Freyre, Luisa Granato y, muy especialmente, para María Teresa Gramuglio. Las observaciones y los comen­ tarios de Gramuglio durante la defensa de la tesis suscitaron no pocos cambios en el manuscrito original. Pero, además, ella y sus intervenciones críticas están inscriptas en muchas de las hipótesis desarrolladas en este libro. Los demás reconocimientos se dirigen a quienes, en lo material y en lo afectivo, contribuyeron a que llevara a cabo este proyecto de investigación sobre la traducción literaria en la Argentina. A la Fundación Antorchas, que me otorgó suce­ sivos subsidios para mi investigación doctoral entre 1999 y 2002. Al British Council, que me brindó su apoyo en 2003. Al Fondo Nacional de las Artes, que, en el marco de su concurso 2003 de fomento a la producción literaria, me premió en la catego­ ría ensayo. A las autoridades del Instituto de Enseñanza Supe- 10 Patricia Willson rior en Lenguas Vivas ‘Juan R. Fernández”. A Ivan Almeida y Cristina Parodi, directores del Centro de Estudios y Documen­ tación J. L. Borges de la Universidad de Aarhus, que hicieron posibles de múltiples maneras dos años de estudio y escritura en Dinamarca. A los responsables de diversas editoriales, que contribuyeron con sus respectivos catálogos: Mabel Peresmartí de Losada, Gabriela Adamo de Sudamericana, Sara del Carril y Adriana Fernández de Emecé Editores. A Josefa América Scarfó, editora ilustre, que me facilitó los catálogos de Américalee. A Gabriela Miño, gracias a cuya diligencia pude consultar los libros de la Biblioteca de La Nación. A Carmen Rossini y Marta Dreher, bibliotecarias solícitas del Instituto Lenguas Vivas. A Osvaldo Betti, cuya biblioteca personal cons­ tituyó para mí una instantánea de lo que leía un joven porteño, nieto de inmigrantes, en la década de 1940. A Santiago Palavecino, por su valiosa colaboración en la recopilación de materiales. A Judith Podlubne, por el envío de textos críticos que me resultaban indispensables. A aquellos con quienes pude contrastar hipótesis: Roberto Bein, Griselda Mársico, Gustavo Sorá; mis compañeros de la cátedra de literatura argentina del siglo xx de la Universidad de Buenos Aires y los integrantes del grupo argentino-brasileño de Historia Cultural. A Sylvia Saítta, lectora inteligente y atenta del manuscrito entero. A mis ami­ gos Adriana Mancini, Alejandra Torres, Ana Galdeano, Marga­ rita Roig-Guibert, Alma Bolón Pedretti, Reine Arrieta-Racine, Diana Ardissone, Susana Gurovich, Mora Pezzutti, Alejandro Sapognikoff y Bernardo Capdevielle, que leyeron capítulos de mi tesis o supieron de mis hipótesis, o me acompañaron cari­ ñosamente en tantos momentos. A mi familia, siempre sostén y estímulo. A Carlos Paz. El agradecimiento final es para Carlos Altamirano, director de la colección Metamorfosis, y para Carlos Díaz, editor de Siglo veintiuno editores Argentina, por darme la oportuni­ dad de publicar en un marco tan prestigioso las ideas que entretejen este libro. Introducción En 1947, Editorial Argos de Buenos Aires publica la novela Ferdydurke, de Witold Gombrowicz. La gestación de esta ver­ sión en español del original escrito en 1938 ha sido vastamente difundida: al término de la Segunda Guerra Mundial, un gru­ po de bohemios se reúne con regularidad en torno del autor, exiliado en la Argentina desde 1939. A lo largo de varios en­ cuentros en la sala de ajedrez de la confitería Rex, el grupo pergeña la traducción, resultado del conocimiento deficiente del español por parte de Gombrowicz y del desconocimiento del polaco por parte de los demás miembros del grupo.1 Esta versión de Ferdydurke ha sido objeto de diversas reflexiones críticas en las que, de una manera u otra, aparece el problema de la tradición nacional. En algunas de ellas, el proceso mismo de traducción es visto como portador de características típicamente argentinas. Para Ricardo Piglia, la modalidad casi conspirativa en que se desenvolvió su realización “en un café de Buenos Aires” es uno de los rasgos por los cuales, inconfundiblemente, se trata de un texto perteneciente a la tradición argentina.2 También Jorge Panesi le atribuye cierta ejemplaridad argentina a la traducción de Ferdydurke, “Proeza o mito que solamente una cultura amistosa y 1 Véanse las circunstancias de esta traducción relatadas por algunos de sus protagonistas, Rita Gombrowicz, Gombrowicz en Argentine, París, Denoél, 1989, pp. 68-110. 2 Ricardo Piglia, “¿Existe la novela argentina?”, Critica y ficción, Buenos Aires, Planeta, 2000, pp. 35-41 (41). 12 Patricia Willson abierta a la traducción ha podido engendrar”.3 Por su parte, y desde otra perspectiva, Juan José Saer cuestiona la noción misma de nacionalidad aplicada a un escritor, para luego reintroducirla como un tipo de mirada, como un modo parti­ cular de seleccionar la materia literaria.4 Según Saer, lo típica­ mente argentino de la mirada witoldiana, en Ferdydurke y tam­ bién en otros textos de Gombrowicz, es su perspectiva exte­ rior respecto de la cultura occidental. En un artículo sobre el lugar de ciertas traducciones en el proceso de modernización de la cultura argentina, Nora Catelli analiza la “gesta literaria” de Ferdydurke y señala que, en 1966, el poeta catalán Gabriel Ferrater afirmó que, durante seis meses, Witold Gombrowicz fue uno de los más notables escritores en lengua española, obligando al castellano a malearse y verterse en un nuevo molde.5 Ferdydurke es, por cierto, un caso paradigmático. Sin embar­ go, no es necesario que se trate de un proceso colectivo con las características de un acontecimiento ni que el autor del texto fuente participe en ese proceso para que el producto pueda pensarse en relación con la literatura nacional. Tam­ bién es legítimo preguntarse por el lugar de la novela The Wild Palms, de William Faulkner, en traducción de jorge Luis Borges. En esa versión publicada en Buenos Aires en 1940 es posible reconocer algunos rasgos del idiolecto borgeano. Pero no sólo determinado fraseo de la versión ni determinadas elecciones léxicas vuelven problemática la colocación de esa novela tra­ ducida —o de cualquier otro texto en traducción—- en el mar­ co extranjero de procedencia; dos argumentos de distinta ín­ dole refutan tal colocación. 3 Jorge Panesi, “La traducción en la Argentina”, Voces, ns 3, agosto de 1994, pp. 2-7 (7). 4 Juan José Saer, “La perspectiva exterior”, Punto de Vista, na 35, septiembre/noviembre de 1989, pp. 11-15. 5 Nora Catelli, “Rastros de la lucha: traducciones, versiones y menciones en la cultura argentina”, Punto de Vista, ns 64, junio/agosto de 1999, pp. 1-5 (3). Introducción 13 El primero es institucional: incluir en la tradición estado­ unidense Las palmeras salvajes de Borges, por ejemplo, entrañaría suponer que no opera sobre la práctica de la tra­ ducción ninguna de las restricciones que regulan la produc­ ción literaria vernácula; sería negar que la traducción es una práctica “etnocéntrica”, tal como la calificó Antoine Berman.6 Según Berman, un recorrido por la historia de la traducción demostraría que ésta suele ser la aclimatación de lo extranje­ ro, su “naturalización”.7 El hecho de que haga posible la circu­ lación en determinada cultura de un texto antes inescrutable en su extranjeridad es un índice de su etnocentrismo: toda traducción, hasta cierto punto, domestica, y es inteligible para el lector cuando éste se reconoce a sí mismo, identificando los valores vernáculos que están inscriptos en ella a través de determinadas estrategias discursivas.8 Estas estrategias afectan distintos niveles textuales y paratextuales, y no sólo el de las elecciones léxicas. Por otra parte, la domesticación no consis­ te únicamente en la reescritura del texto foráneo en lengua comprensible y aceptable para la cultura importadora, sino también en el hecho de que la institución literaria seleccione, según ciertos criterios, aquello que tomará de la tradición ex­ tranjera luego de haber medido fuerzas imaginarias con ella.9 Otra formulación de este mismo problema es la que propone Pascale Casanova; para esta autora, las literaturas nacionales no son la emanación de una identidad nacional, sino que se crean en la contienda literaria, que es siempre internacional.10 6 Antoine Berman, “La traduction etla lettre ou l’auberge du lointain”, Antoine Berman et al, Les tours de BabeL, Mauvezin, T.E.R., 1985, pp. 31-150 (46). 7 A. Berman, “La traduction comme épreuve de l’étranger”, Texte, n° 4, 1985, pp. 67-81 (68). 8 Lawrence Venuti, The Scandals ofTranslation, Londres, Rouüedge, 1998, p. 77. 9 Annie Brisset, Soáocritique de la traduction. Théátre et altérité au Québec (1968-1988), Longueuil, Éditions du Préambule, 1990, pp. 31-32. 10 Pascale Casanova, La república mundial de las letras, trad. de Jaime Zulaika, Barcelona, Anagrama, 2001, p. 56. 14 Patricia Willson Además del institucional, también es posible aportar un argu­ mento proveniente de la estética de la recepción: si se piensa que un texto se completa con su marco de lecturas, que el polo de la recepción interviene sobre el soporte textual, convirtiéndo­ lo así en objeto estético,11 toda traducción no puede sino ubicar­ se dentro de la literatura importadora. Además, y como corola­ rio de este segundo argumento, ¿dónde si no en ella cumple funciones una traducción? Situarla en la tradición literaria de procedencia equivaldría a considerar que la traducción —enun­ ciación segunda y situada— es transparente, y que lo único que cuenta es la enunciación primera en la lengua de partida y los efectos que ésta tuvo en la tradición literaria en la que surgió. En este sentido, leer la traducción de Borges de The Wild Palms como parte de la tradición norteamericana es, en el mejor de los casos, una hipótesis de trabzyo; un artefacto de lectura, en el peor. Como hipótesis de trabajo consistiría en plantear en qué modos el dato de que un texto literario haya sido traducido a lenguas extranje­ ras contribuye a su producción de sentido en la tradición de ori­ gen. Esta situación podría pensarse en el caso de un texto perte­ neciente a una literatura periférica o en sí misma “traductora”. En ella, la exportación sería el caso marcado, el ejemplo en con­ trario que revierte la dirección habitual del intercambio cultural. Como artefacto de lectura, consistiría en atribuirle a la escritura del autor rasgos que aparecen en la traducción como resultado del proceso de traducir en sí mismo. Berman enumeró, para el caso de la prosa narrativa, esas inevitables “fuerzas deformantes” inherentes a la traducción, que operan sobre los rasgos de escri­ tura del “original”: la racionalización, el ennoblecimiento y la homogeneización del registro, la aclaración o explicación.12 11 Véanse, sobre este punto, Félix Vodicka, “La estética de la recepción de las obras literarias” y “La concreción de la obra literaria”, Rainer Warning (ed.), Estética de la recepción, trad. de Tomás Bretón, Madrid, Visor, 1989, pp. 55-62 y 63-80, respectivamente. 12 Véase A. Berman, “L’analytique de la traduction et la systématique de la déformation”, A. Berman et al., Les tours de Babel, ed. cit., pp. 65-82.

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