MICRO-RELATOS DE MISTERIO LA AUDIENCIA HA ESCRITO UN CRIMEN © Derechos de edición reservados. Edición: Editorial Círculo Rojo. VV.AA. Edición: Sony Pictures Television Networks Iberia S.L.U. Diseño de portada: © Sony Pictures Television Networks Iberia S.L.U. Maquetación y publicación: Círculo Rojo ISBN: 978-84-9140-397-5 Prohibida la reproducción total o parcial sin el consentimiento expreso de éstos. Este libro no habría sido posible sin el apoyo y la colaboración entusiasta de los fans de la serie de AXN “Castle”. Gracias a todos nuestros espectadores que año tras año nos acompañan en esta increíble aventura por el mundo de la acción y el crimen. 1. ABIGAIL RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ – UNA MIRADA DISTINTA Gracias a su don, Lluvia pudo salvar la vida de Carolina. Llevaba dos meses detrás del hombre que la vigilaba en silencio. Carolina no lo sabía, pero aquel amable señor que le había reformado el salón también la vigilaba detrás de unas cámaras y micrófonos que él mismo había instalado. Era la forma perfecta de poder crear pequeños encuentros «espontáneos». Además, podía vigilar si tenía algún amigo masculino del que tuviera que encargarse. Lo que este hombre desconocía era que a él también lo vigilaban. Lluvia lo observaba de cerca para arruinarle el plan. ¿Cómo? Convirtiéndose en la nueva amiga de Carolina. Hacía veinte años que luchaba contra pequeños crímenes de forma anónima. Hacía veinte años que su ojo derecho se había vuelto verde después de ver desde su ventana cómo un hombre asesinaba a sus padres. Ella tenía tan solo cinco años cuando toda su visión del mundo cambió, y su ojo verde le mostraba un halo oscuro alrededor de las personas «malas» y claro alrededor de las «buenas». 2. ABRAHAM LÓPEZ ANTUÑA – SIN TÍTULO Peter Callaghan sabía que estaba rodeado, él era el último sospechoso por el asesinato de Clara Striker, cuyo caso pertenecía al inspector Ross Magnussen, el último antes de su jubilación. Se había complicado por la falta de pruebas y por las sólidas coartadas de los sospechosos. Sin embargo, ahora lo tenían; Peter Callaghan, un banquero arruinado gracias a la investigación de Clara y a su informe del continuo robo de dinero por parte de este, camuflado como donaciones falsas a empresas. Callaghan aprovechó los disparos para huir a través de la escalera que bajaba por su ventana, y una vez abajo empezó a correr, hasta que se encontró de frente con Magnussen, quien le apuntaba con su arma. Callaghan levantó rápidamente la suya, pero antes de siquiera poder llegar a apuntarle, ya estaba en el suelo con una bala en la cabeza procedente del arma de inspector. Ahí se acababa todo; el último caso para el inspector Ross y el tan ansiado descanse en paz para Clara Striker. 3. ADDY PEDRAZA – RECETA FINA Muerta en la cama del hotel con todo el cuerpo mutilado por veinte finos cortes. La única prueba, un pintalabios. Todo era confuso. La víctima parecía un ama de casa, que, por la rutina y el estrés, había decidido tener una aventura, pero todo salió mal. Cuando los agentes investigaron las pruebas, encontraron que en el pintalabios había una huella dactilar que pertenecía a su amante, un joven chef que, para aprender el oficio de cocina, buscaba mujeres descontentas con su vida, las conquistaba y practicaba sus cortes con ellas, para así mejorar en su oficio. 4. ADOLFO RODRÍGUEZ TABOADA – LA CAJA Cuando el enmascarado empleado del exclusivo club londinense abrió la caja de bronce, el controvertido investigador de lo desconocido, Patrick Von Steiner, no esperaba ver la cabeza del barón Erich Von Kaplan, justamente la persona que le había citado. Tenía los ojos y la boca abiertos, y sobre la lengua una llave. Patrick encendió su pipa y dirigió una mirada escrutadora a los otros presentes en la sala. No cabía duda de que uno de los presentes había asesinado al aristócrata y se había apoderado del contenido original de la caja. Sacó de su bolsillo una estrafalaria brújula y anunció con convicción que era un detector de tecnología alienígena. Al momento, un caballero de mediana edad se levantó y echó a correr con un maletín, pero fue interceptado por el empleado. Al abrir el maletín, encontraron el móvil del asesinato, un artefacto alienígena que recordaba la concha de un caracol. El culpable confesó sin demora. Patrick, sonriendo, reconoció que su brújula había sido un efectivo farol. 5. ADOLFO TOSCANO CAÑIZARES – SIN TÍTULO —¡Sarah! ¿Me recibes? Creo que lo he conseguido. —¿Estás bien, Clark? Te perdí calle abajo, no podía seguirte... —Me han alcanzado, algo me han hecho porque no puedo ver y casi ni respirar... —¿Dónde estás? ¡Voy por ti! —No lo sé, perdí mi arma y he tenido que tirar de algo más casero. —Pero ¿estás bien? —Me siento débil, Sarah, pero lo he atrapado. Tengo mi navaja dentro de su estómago. Aún puedo sentir su sangre caliente resbalar por mi brazo... Tras estas palabras, Sarah y Clark nunca más pudieron volver a hablar... El asesino, al que no se le podía acusar de nada, había dejado de matar. En comisaría, los compañeros de Homicidios aún no se explicaban qué llevó a Clark a clavarse a sí mismo aquel pequeño cuchillo. Entre tanto, una nueva llamada alertaba de que aquel criminal había vuelto a las andadas. 6. ADRIÁN CLEMENTE ABAD – ESPERANZA Comprendidos entre cuatro lúgubres paredes, yacían los restos de una delicada y hermosa chica; era lo único que hasta ahora daba luz a aquel frío y sucio sótano. Llevaba días esperando a ser rescatada, con el moho cómo único amigo y con un carcelero, el cual solo le daba esa putrefacta comida. Fueron unos últimos días angustiosos, en los que Sherezade pudo reconocer que se estaba marchitando y no duraría mucho allí. Intentó chillar, buscar una salida, pero lo único que encontraba eran las palizas de su opresor. Por otro lado, los inspectores Bassi y Greno estaban a cargo de una serie de homicidios. Tras estudiar durante meses las evidencias, habían acabado en una antigua nave. Derribaron la puerta y bajaron unas escaleras; entonces, se escucharon dos tiros: un compañero había derribado a un sospechoso. Tras una oscura puerta, encontraron su cuerpo, con un respirar tan leve que prácticamente era inaudible, luchando por no dejar su alma en esa cripta para el resto de la eternidad. Al fin, dieron caza al asesino y salvaron su vida. 7. ADRIÁN FUENTES AGUILAR – JAQUE MATE Jamás me enfrenté a un rival tan mortífero en todos los años que estuve en el cuerpo. Sus ataques fueron despiadados y sus defensas muy logradas. Movimos nuestras piezas, como grandes maestros, con sumo cuidado. Fue una batalla dura que perseveró durante años y nos desgastó a ambos por igual. No obstante, supe de mi derrota al verme a mí mismo desde la distancia permitir que mi rival abandonara aquel improvisado tablero y se marchara con una sonrisa burlona y sin ser capaz de exigirle la revancha. Antes de marcharme con un rumbo incierto y desconocido para mí, recé para que mi compañera pudiese poner fin a la supremacía mostrada en la partida por nuestro rival común. Más tarde, sin saber muy bien cómo, comprendí que mis rezos eran innecesarios, iban dirigidos a mi verdadero rival. 8. ADRIÁN MARTÍN DE MIGUEL – LA AUTOESTOPISTA Erick vio a la joven de pie en el arcén, bajo la lluvia. Detuvo su coche para que pudiera subir, tan solo murmuró un simple gracias antes de volver a arrancar el vehículo. No llevaban ni cinco minutos de viaje cuando la joven levantó la mano señalando un punto de la carretera. —En ese lugar moriste tú. —¿No tendrías que haber dicho que en esa curva me maté yo? —le respondió girándose hacia ella con una leve sonrisa en su rostro. Entonces vio el cuchillo y sintió la punzada metálica en su vientre. La joven agarró el volante con su mano libre y volvió a clavarle el arma varias veces más. Erick consiguió arrastrarse fuera del coche y vio como la joven se alejaba. Mientras sus ojos se cerraban, le pareció ver como la joven se difuminaba como la niebla. 9. ADRIÁN PORTELA – ROSAS NEGRAS, ASESINO DE ORO El carismático agente Jack Cox se disponía a asaltar el piso franco del objetivo, como en tantos casos había hecho. Pero esta vez, no iba a ser como los demás. Jack iba solo. Su última pista lo había convertido en algo personal. El objetivo, un sociópata y asesino en serie, asesinaba sin ningún miramiento a mujeres de cabellos dorados, dejándolas encima una rosa Halfeti. En su última pista, Jack descubrió que este criminal, Yilmaz Bozkurt, estaba en la lista negra del FBI por varios trabajos como mercenario. Sin pensarlo dos veces, Jack tiró la puerta abajo. Bozkurt, muy ágil, cogió su arma y se cubrió. Jack quería a Bozkurt vivo, por lo que aguantó hasta que Bozkurt agotó la munición. Jack, al fin, tenía delante al hombre que dos años antes asesinó a su mujer en un atentado, y que cinco días atrás había secuestrado y asesinado a su hija, una joven rubia de veintidós años. —Me lo has arrebatado todo. Ya no tengo nada que perder. Ahora sabrás qué es el dolor —sentenció Jack, recargando su arma. 10. ADRIANA CORONIL – ÚLTIMO SUSPIRO Un día más, Serena se dirigía al trabajo; es médica, pero en Nápoles nada es fácil. Estudió fuera por imposición de su abuelo, que la quería lejos de la mafia después de que su madre muriera en extrañas circunstancias. Ella siempre preguntaba si de verdad fue un accidente. El día transcurría con normalidad hasta que llegó una paciente, una mujer con un principio de infarto. Actuó rápidamente y estabilizó sus pulsaciones antes de que apareciera su hijo. Enseguida se dio cuenta de que no era una paciente más, sino la madre de un mafioso. El hombre llegó escoltado, pero lo que más le llamó la atención fue su mirada. Tenía unos ojos negros y una barba perfectamente cuidada, vestía un traje de color gris. Se dirigió a Serena y le agradeció su labor con acento napolitano. Ella respondió que era su trabajo. Cuando se alejaba el joven, escuchó un disparo y lo vio en el suelo, junto a otros cuerpos más cayendo. Ella solo sintió un pinchazo en el estómago y cayó. Lo último que pensó fue: «No debí volver a Nápoles». 11. ADRIANA MORATINOS FLÓREZ– LOS HORRORES QUE LA NOCHE ALBERGA Aquella mañana, cuando me desperté, un sudor muy frío envolvía mi cuerpo. Sentí un olor muy desagradable, me acerqué a un espejo y vi que todo mi cuerpo estaba cubierto de sangre. En mi barriga tenía tres arañazos como símbolo de resistencia de una lucha muy fuerte. ¿A quién le había hecho algo así? Lo que más me angustiaba de todo era no acordarme de nada de lo que había pasado la noche anterior. Tal era mi desconcierto que decidí llamar a la policía y contarles lo que había sucedido. Ellos rápidamente, al verme cubierto de sangre, se pusieron a investigar y dieron con algo... Esa misma noche, una familia había sido asesinada de una forma muy cruenta. Me condenaron a sesenta años de cárcel en la prisión de máxima seguridad del Estado, de los cuales ya llevo cumplidos veinte. Aún sigo sin saber qué pasó aquella noche, y qué fue lo que sucedió en mi mente para matar a unas personas inocentes. Siempre será un misterio para mí, y siempre me atormentaré por ello. 12. ADRIANA RÍOS – CAMBIO DE DOMICILIO Los inspectores entrevistan a la vecina. Tienen la denuncia de un hombre que asalta a adolescentes, lo buscan, lo arrestarán. Eran dos fincas, cada una con cuatro pisos, en el centro un patio circular; era una niñita con las manos y rodillas sucias a la que su padre acostumbraba pasear en bicicleta. De los ocho pisos, solo dos estaban habitados. La tarde soleada invitaba a jugar, había espacio para correr mientras mamá ponía orden en la nueva casa y papá volvía del trabajo. Pasillos y más patios, se hace tarde. La puerta de este patio se ha cerrado tras de mí y no sé cómo. Casualmente, Mariano estaba por ahí, el mozo de las fincas, un tipo al que le faltaba la mitad del dedo índice y algunos dientes; seguro que me ayudará. Intento abrir, el cerrojo está por fuera, Mariano se acerca y me eleva por los brazos, me empuja, me presiona con su cuerpo y siento algo, algo que me incomoda y me hace vomitar, consigo abrir la puerta, correr y llegar a los brazos de mi madre. 13. ADRIANA VERA – POR UN MOMENTO Parecía im0posible viendo su estado actual imaginarse que hace tan solo treinta años había sido una persona importante para la sociedad. Una pequeña decisión le llevó de ser un gran empresario a simplemente desaparecer, a vivir como una sombra. Pero hoy, después de mucho tiempo, quiso fingir, levantar cabeza y convertirse en algo que ya no era; solo por ella. Había vuelto a quedar con ella y por eso volvía a estar trajeado, en esa cafetería irlandesa que tanto les gustaba, y sin querer volvió a sonreír. Por un momento pensó que ya había saldado la cuenta de sus pecados del pasado y, aunque nunca podría llegar a perdonarse, al menos sí podría volver a ser feliz. De repente, vio un fantasma del pasado mirándolo a través del cristal de la gran ventana de madera, y supo que al fin descansaría; fue como una gran explosión que inundó la cafetería y después todo se tornó negro. Al final, solo quedó ella... y su llanto. 14. AGUSTÍN GONZALEZ-QUEL – HISTORIAS DEL CAFÉ CENTRAL Nadia siempre volvía al Central a beber por cada uno de sus tres difuntos maridos. Allí estaba, en la mesa del fondo; parecía esperar. Su primer marido cayó desde el balcón de su apartamento, sobre los acantilados, mientras ella tomaba copas con sus amigos en el pueblo. Un mal traspié con un sospechoso golpe en la nuca. El segundo resbaló en la bañera, golpeándose fatalmente con un grifo al caer. Le avisaron cuando salía del teatro, por supuesto, acompañada. El tercero cayó de un mirador, con testigos que situaban a una joven igual que Nadia pero morena. Por supuesto, Nadia
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