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Kant De La Ilustracion Al Socialismo PDF

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KANT, DE LA ILUSTRACION AL SOCIALISMO CIRILO FLOREZ MIGUEL SALAMANCA. 1976 Cirilo Flórez Miguel, nació en Cuenca de Campos (Vallodolid) en 1940. Es profesor Adjunto de «Historia de la Filosofía» en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Salamanca. Ha publicado entre otros trabajos: Dialéctica, Historia y Progreso. Introducción al estudio de Marx. (Sígueme, Salamanca, 1968), En el presente trabajo lleva a cabo una «lectura» de la Crítica de la facultad de juzgar de Kant con vistas a esclarecer desde una perspectiva histórica el hoy tan debatido tema del estatuto cien­ tífico de las llamadas «ciencias humanas». La importancia de la obra de Kant estriba en que plantea de un modo aún no supera­ do en nuestros días dicha problemática; y en que en la misma se esbozan algunos de los temas que luego asumirá de un modo de­ cidido el pensamiento dialéctico. CIRILO FLOREZ MIGUEL Kant, de la ilustración al socialismo SALAMANCA 1976 Es propiedad del Autor Distribución: ZYX, S. A. Lérida, 82 - Madrid-20 Teléis. 2796591 -279 71 99 Depósito Legal: S. 160 -1976 I.S.B.N. 84-400-9918-5 Impreso en España Printed in Spain Imprenta KADMOS Universidad Pontificia Compañía, 1 Salamanca, 1976 Prólogo Estas palabras que dan contenido al prólogo pretenden ser la presentación del conjunto del trabajo que tienes entre tus manos. La necesidad de estas palabras que sirven de pórtico arraiga en el hecho de sentirme obligado a expli- citar llanamente y en un lenguaje más directo cuáles han sido mis pretensiones al llevar a cabo el presente estudio. No es que quiera suplir con unas pocas palabras iniciales las posibles lagunas que el contenido del texto no ha sabido rellenar. Se trata de algo mucho más sencillo: contextuali- zar el trabajo en unas coordenadas histórico-biográficas que pueden iluminarlo de tal modo que hagan más expresiva su lectura. Si yo lograra que con estas breves palabras del comienzo la expresión del conjunto fuera más acertada da­ ría por bien empleados los no pequeños trabajos que me ha costado ir sacando adelante este pequeño proyecto. Es indudable que la lectura de textos filosóficos es a veces dura y algunos presumen que oscura. Yo sigo pensando con Or­ tega que la cortesía del filósofo es la claridad. Pero sin olvidar que claridad no es sinónimo de trivialidad. El apa­ rente hermetismo de un lenguaje no está reñido con la cla­ ridad si logramos contextualizar ese lenguaje que aparente­ mente se nos muestra como hermético. La filosofía tiene una larga tradición a través de la cual ha ido tallándose un lenguaje técnico, que es necesario contextualizar para poder apreciar la riqueza expresiva del mismo. La claridad en filosofía no se logra eludiendo su lenguaje técnico y ca­ yendo en la trivialización, sino haciendo posible al lector apreciar los contenidos expresivos de ese lenguaje que lla­ mamos filosófico y que está «gritando» multitud de cosas desde las obras de esos hombres a los que la tradición llama filósofos. Fichte decia que la filosofía que uno hace depende 10 Kant, de la Ilustración al Socialismo de la clase de hombre que uno es. Es evidente que esta frase puede interpretarse de muy diversas maneras. Si yo la traigo aquí a colación es porque me da pie para justi­ ficar la contextualización histórico-biográfica que quiero lle­ var a cabo en este prólogo. Pues bien, lo primero que tengo que hacer explícito es mi modo de entender la historia del pensamiento, la histo­ ria de la filosofía. No estoy de acuerdo con la idea de Berg- son de que toda doctrina filosófica se apoye sobre una «in­ tuición fundamental» en la cual se encuentra contenido en germen todo lo que el filósofo luego no hará sino explicitar. De acuerdo con esta idea es como se ha explicado el papel de Parménides en la filosofía antigua gracias a su intuición del principio de identidad; o el de Descartes en el contexto de la filosofía moderna con su intuición del cogito en una fría noche del invierno nórdico acogido al dulce resguardo de una tienda de campaña por no citar sino dos ejemplos tópicos. Yo pienso, en cambio, que aquellos que merecen el título de filósofos en el sentido clásico del término, lo que hacen en sus obras es reflejar el «espíritu del tiempo» que les ha tocado vivir. De aquí que el contenido de su obra no se reduzca al desarrollo puntual de una gran intuición, sino que se trata de un «programa de investigación» que hay que contextualizar en un preciso período histórico. Uti­ lizo aquí la noción de programa en el sentido en que lo hace la moderna historia de la ciencia, que es el mismo sen­ tido en el que Joseph Agassi se refiere al «programa kan­ tiano» (Kant’s program) en un artículo de la revista Syn- these (agosto 1971). La única precisión que tengo que hacer al respecto es que dicha noción de «programa de investiga­ ción» no se reduce, en la utilización que yo hago de la mis­ ma, al campo de la ciencia sino que se extiende a todo el campo de la filosofía. Cada filósofo está dentro de un «pro­ grama de investigación» y la tarea del historiador de la filo­ sofía consiste en explicar dicho programa y clarificar la re­ lación del autor y la obra analizada con respecto al mismo. El caso de Kant creo que es modélico al respecto. Kant no puede ser interpretado desde la particularidad de ninguna Prólogo 11 de sus grandes Criticas, sino desde el conjunto de sus pe­ queños y grandes escritos a la búsqueda del «programa de investigación» que él inaugura y que va a durar dos genera­ ciones. Kant no es un rígido y esclerotizado profesor de filo­ sofía como algunos pretenden hacer creer, sino un investi­ gador incansable siempre abierto a las enseñanzas de la realidad más actual como da a entender un magnifico texto en el que Kant se describe a si mismo. «Yo soy por gusto un investigador. Siento en mi la sed de conocerlo todo, el deseo infinito de extender mi saber o más aún la satisfac­ ción de todo progreso cumplido. Hubo un tiempo en el que yo creía que todo esto podía constituir el honor de la hu­ manidad, y despreciaba al populacho que todo lo ignora. Fue Rousseau quien me desengañó. Se desvaneció esta ilu­ soria superioridad; yo he aprendido a honrar a los hom­ bres y yo me experimentaría más inútil que los simples trabajadores, si yo no creyera que esta materia de estudio puede proporcionar a todos los otros un valor que consiste en lo siguiente; hacer resurgir los derechos de la humani­ dad» (Kant. AK. Bd. XX. 44). Sólo teniendo en cuenta este planteamiento puede comprenderse la riqueza de la filosofía de Kant y la necesidad de volver continuamente sobre ella, no para ser kantianos sino porque su programa de investi­ gación ilumina aún aspectos de la más actual realidad. Sentada la imagen de un Kant buceador incansable (in­ vestigador) de la realidad frente al Kant sistemático y rígido que en la mayoría de los casos se nos presenta, quiero mos­ trar ahora el por qué de la elección de la Critica de la fa­ cultad de juzgar como objeto directo de estudio. Si de acuer­ do con el libro de Bartuschat. W., Zum systematischen Ort von Kants Kritih der Urteilskraft, nos preguntamos por el lugar de dicha obra en el conjunto del sistema kantiano y del programa de investigación que el mismo inaugura nos encontramos con que juega un papel clave. Mirada des­ de la perspectiva de las ciencias humanas, perspectiva que es la que a mi me interesa resaltar, tenemos que llamar la atención sobre lo siguiente. Esta tercera Critica enfrenta de lleno la problemática de las ciencias humanas que a 12 Kant. de la Ilustración al Socialismo partir de Kant va a recibir un impulso tal que es dicha pro­ blemática la que va a ocupar a los principales pensadores del siglo XIX. La problemática de las ciencias humanas va a manifestarse sobre todo como un conflicto de métodos (Methodenstreite), como una confrontación de estrategias de investigación. Si consideramos el pensamiento moderno tal como parte de Descartes desde la perspectiva del saber nos encontra­ mos con que el principio de sistematización es fundamental dentro del mismo. La aspiración a un método universal, ca­ racterística del pensamiento moderno, exije necesariamente el sistema como coordinación, supraordenación e interrela- ción de partes. Esta exigencia de sistema permite com­ prender por qué la filosofía moderna ha tomado como mo­ delo metodológico las matemáticas. Los pensadores modernos se esfuerzan por integrar lo dado en un sistema, porque sólo dentro del sistema llega a ser comprensible. De aquí también el carácter eminente­ mente constructivo del conocimiento para el pensamiento moderno. Pero la realidad no es homogénea, sino diversi­ ficada y contradictoria. La conciencia de este hecho va a aceptar que lo verdadero no puede ser captado solamente como sistema, sino también como sujeto, con lo cual se plantea la necesidad de un nuevo método, de una nueva estrategia de investigación. Esta confrontación de métodos o estrategias de investigación está claramente planteada en Kant y puede quedar resumida en su modo de entender y articular «sistema» e «historia». Este aspecto está bien planteado por Gerhard Lehmann en Beitráge zur Geschich- te und Interpretation der Philosophie Kants (1969): «Historia y sistema no solamente tienen algo en común conceptual­ mente, sino que la historia entra como tal en el sistema, tiene una tarea sistemática. Kant piensa la idea de sistema y de historia teleológicamente. El sistema (de la razón) es para él un organismo. La historia es para él un desarrollo (Entwicklung), a saber: el de las aptitudes naturales del hombre como especie que tiende «al uso de la razón...» (156- 157). Es esta problemática, que a partir del siglo XIX va a Prólogo 13 ser muy desarrollada, la que se encuentra en el trasfondo de todas esas confrontaciones de métodos a las que venimos haciendo alusión y entre las que podemos destacar como las más significativas (no únicas) la que va a enfrentar a Karl Menger y G. von Schmollers dentro del contexto de la es­ cuela histórica de economía; la mantenida posteriormente a propósito de los juicios de hecho y juicios de valor dentro del circulo de Max Weber y la más actual del Positivismus- streit con Popper y Adorno a la cabeza. Estas confrontacio­ nes metodológicas no se reducen a la mera discusión de las estrategias de investigación de las ciencias humanas, sino que llevan implícitas cuestiones más radicales. Como escri­ be M. von Brentano a propósito de la última polémica cita­ da, «lo que subyace es el problema de qué es sociedad, de qué es lo que legitima nuestro saber de ella, su relevancia, y sobre todo hasta qué punto y en qué sentido nuestro conocimiento de los procesos sociales se halla determinado por estos y revierte sobre ellos». Pues bien, la importancia de la Crítica de la facultad de juzgar kantiana está, a mi modo de ver, en la profundidad y riqueza con que Kant enfrenta la confrontación entre el mecanismo y la teleología. Leyendo con detenimiento la ter­ cera Crítica kantiana nos encontramos con un Kant inves­ tigador de fundamentos, que no queda reducido a la pro­ blemática de las ciencias naturales como puede parecer a primera vista si nos quedamos anclados en la Critica de la razón pura, sino que inaugura lo que hoy conocemos con el nombre de epistemología, entendiendo ésta como el tipo de saber que pretende dar razón de los diversos sistemas de explicación de la realidad. Es decir, en el programa de investigación que Kant inaugura, la metafísica como unifi­ cación del saber ha quedado desplazada por la epistemo­ logía, por lo que yo llamo dominio epistemológico, que, de acuerdo con lo que digo en mi artículo: 'Estrategias de la investigación’ (1974), «tiene como objeto de investigación el conocimiento científico, el cual no ha surgido de un golpe genial de creación única, sino en un lento y a veces obs­ taculizado proceso histórico... La tarea de la epistemología

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