© Jorge Belarmino Fernández JUNIO 2015 Esta es una publicación de Para Leer en Libertad A.C. [email protected] www.brigadaparaleerenlibertad.com Cuidado de la edición: Alicia Rodríguez. Diseño de interiores y portada: Daniela Campero. Julio César Mondragón Fontes Jorge Belarmino con textos de: Marcela Turati, Blanche Petrich, Luis Hernández Navarro, familia Mondragón Fontes, Sayuri Herrera, Dr. Ricardo Loewe, Dra. Quetzalli Hernández, César Navarro, Tatiana Coll, Nadia Godoy y Diana del Ángel. Este libro se hizo en cinco semanas y no fue revisado por los autores que generosamente cedieron sus textos. El responsable pide disculpas por posibles errores y omisiones. Las circunstancias así lo requirieron. Como veremos al final, a punto de entrar a imprenta este trabajo recibe la contundente aportación de una bióloga. Jorge Belarmino Fernández EL INFIERNO Al amanecer del infierno que fueron las calles de Iguala, Guerrero, durante las sombras entre el 26 y 27 de septiem- bre de 2014, aparecen los restos, pues eso son y no el cuer- po sin vida, de Julio César Mondragón Fontes. Aparecen no se sabe bien a bien dónde, pues algunos frecuentes se- ñalan cierta esquina sobre el Periférico, una anónima cruz indicará luego que estaba en un terregal a dos cuadras y tal vez nadie constató en verdad el hecho. Hay incontables cosas así en la versión oficial de los hechos, dos o más veces corregida, y en la imaginación a la que obliga o permite. Cuando el 4 de octubre la Procuraduría General de Justicia (PGR) del país atrae la investigación de los cuarenta y tres estudiantes de Ayotzinapa que desaparecieron durante la jornada, sentencia en la práctica la de Julio César y sus cuatro compañeros caídos, dos de ellos muertos y uno más con lesiones que lo condenan a vivir en estado vegetativo. Los cinco casos inician el camino a un mayor o menor ostracismo. 7 — — Julio César Mondragón Al Chilango, como sus condiscípulos llamaban a Julio, la cruel tortura en vida, que muy probablemen- te fue el motivo del fallecimiento, y la fotografía de su rostro sin piel ni ojos circulando por el mundo entero, lo salvan del completo silencio. Lo hacen a pesar de los cuatro procesos penales distintos en un juzgado del fue- ro común, cuyo objeto, aparentemente, es borrar las hue- llas del o los responsables. Ocho meses después, el 25 de mayo de 2015, Sayu- ri Herrera, la defensora de derechos humanos que apoya legalmente a la familia Mondragón Fontes, batalla para obtener los expedientes de los cuatro juicios. Lo hace en Iguala y no ante la PGR, que se niega a atraer el proceso de Julio y el de los otros cuatro muchachos asesinados o heridos, mientras sostiene su absurda versión sobre las desapariciones, culpando a policías municipales y miem- bros de una mafia del crimen organizado, que asegura in- cineraron los cuerpos al aire libre para echarlos luego en bolsas al cercano río San Juan. Ante la imposibilidad de encontrar justicia en el país, como organizaciones internacionales advierten al gobierno de Enrique Peña Nieto, Sayuri y los familiares de Julio César presentarán su caso durante el Día Interna- cional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura, que convo- ca la Organización de Naciones Unidas (ONU). —0— Hacia las nueve y media de la mañana del día 27, la en- trega al Servicio Médico Forense (Semefo) de los restos de Julio es el último evento que se conoce en la serie ini- 8 — — Jorge Belarmino Fernández ciada a las ocho de la noche en la Central Camionera de Iguala. Sabemos que los normalistas se separaron en dos grupos de autobuses. Que a uno de estos lo persiguieron a balazos los municipales por la avenida Juan N. Álvarez, hasta el centro de Iguala, donde intentaron inútilmente detenerlo, dejando herido en la cabeza a Aldo Gutiérrez Solano, mientras recogían los casquillos percutidos. Que los muchachos en esos camiones pidieron ayuda a sus compañeros y a la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (Ceteg), dirigiéndose hacia el Periférico norte de la ciudad, donde reunidos con los demás informarían a la prensa. Que las y los periodistas llegaron y tras ellos la fuerza pública en un amasijo inex- plicable, pues su primera línea la formaban hombres de negro encapuchados y la segunda era de patrullas. Que en dos momentos desde el frente y el borde exterior del Periférico se desató una brutal lluvia de disparos lanzada por armas largas, murieron Yosivany Guerrero y Daniel Solís Gallardo, y Edgar André Vargas fue alcanzado en la boca, en el intento de escapar. Que más allá los militares les hicieron el alto. Lo sabemos ahora, tras el testimonio de los su- pervivientes, pues los diarios dieron un breve resumen. Ni una palabra sobre desaparecidos entonces, pues se pensaba que todos los estudiantes de quienes no había noticia marcharon a sus casas, al monte, adonde sintie- ran resguardo. No imagino bien el ambiente de la ciudad des- pués de actos sin paralelo en su historia desde la pos- revolución, a pesar de que está muy acostumbrada a la violencia. 9 — — Julio César Mondragón Los antecedentes inmediatos dieron comienzo el día 23, cuando los estudiantes fracasaron en el intento de completar la cantidad de autobuses que se requerían para el traslado de todos al Distrito Federal, donde con otras quince normales rurales participarían en la marcha por la masacre de Tlatelolco, el 2 de octubre. El fracaso fue en la ciudad de Chilpancingo, capi- tal del estado que, a diecinueve kilómetros, habitualmen- te se emplea para botear y tomar camiones, por reacción a las agresiones que sufre la Raúl Isidro Bustos, como se llama la Normal de Ayotzinapa, establecida en el municipio de Tixtla. Un operativo de la Policía Federal cerró el paso a los estudiantes ese día 23, y por ello y por el constante patrullaje policial a continuación, el 25 los jóvenes eligie- ron otro punto, Huitzuco, a dos horas y media de Tixtla. Pudiendo hacerse sólo de otro par de unidades, el 26 no les quedó más que acudir al único otro centro urbano de la zona, Iguala, a dos horas de distancia. Me detengo. No puede evitarse la suspicacia: si las autoridades del estado y la federación tienen cono- cimiento de lo planeado por los normalistas, ¿olvidan calcular la redirección de las actividades?; ¿no tienen protocolos para casos así? Se me viene a la cabeza esto y lo otro sobre los movimientos policiacos el 26-27 y lo que pareciera producto del azar ya no lo es tanto. Diva- go, nada más. A eso nos fuerza la PGR al obcecarse con una “verdad histórica” que rechazan los expertos de Co- misión Interamericana de Derechos Humanos, Human Rights Watch (HRW), otro organismo internacional, y el veedor de la ONU. 10 — — Jorge Belarmino Fernández Otras muchas cosas avalan sobradamente mis du- das, comenzando por las conclusiones de la Comisión de la Verdad guerrerense, que al investigar el primer periodo de la guerra sucia tiene claro: desde fines de los años 1960 el Estado decidió que la política para la entidad debía pa- sar por las fuerzas armadas. Las preguntas se sustentan también en muy profe- sionales estudios sobre diversas materias: 1. La ofensiva que a partir de 1997, cuando menos y de abierta manera, consecutivos gobiernos de la nación desataron contra las normales rurales, con el fin de desa- parecerlas, respondiendo a un modelo mundial. 2. La represión económica y física que en lo parti- cular se desata sobre la Raúl Isidro Burgos desde muchos años atrás, y que tan cerca como 2011 dejó dos jóvenes asesinados. 3. El crecimiento de la violencia en el país al llegar la presidencia de EPN, a pesar de las promesas de cam- paña, que se maquilla con números cuya veracidad ha hecho polvo la prensa independiente y la documentación confidencial de agencias estadounidenses. 4. Las investigaciones de académicos y periodistas sobre la historia y el presente de Guerrero, que revelan una madeja en la cual participa el crimen organizado, los caciques locales, las fuerzas públicas e intereses privados. 5. Los trabajos de expertos que revisan la evo- lución de la tortura y de los torturadores en América Latina en su conjunto, quienes ven allí una práctica no 11 — —