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Invitación a la ética PDF

87 Pages·1998·0.619 MB·Spanish
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Fernando Savater Invitación a la ética EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA Diseño de la colección Julio Vivas Portada de Julio Vivas El día 2 de abril de 1981, un jurado compuesto por Sal- vador Clotas, Hans Magnus Enzensberger, Luis Goytisolo, Román Gubern, Mario Vargas Llosa y el editor Jorge He- Primera edición en "Argumentos", abril 1982 rralde, sin voto, otorgó el X Premio Anagrama de Ensayo Primera edición en "Compactos", mayo 1995 a la obra Invitación a la ética de Fernando Savater, por Segunda edición en "Compactos": marzo 1997 unanimidad. Tercera edición en " Compactos", mayo 1998 Cuarta edición en "Compactos" noviembre 1999 Resultaron primeros finalistas, por orden alfabético, las obras Reflexiones desde un cuerpo de mujer de Magda Catalá y El ángel caído de José Jiménez. © Fernando Savater 19S2 © EDITORIAL ANAGRAMA., S.A., 1995 Pedró de la Creu, 58 08034 Barcelona ISBN: 84-339-1445-6 Depósito Legal: B. 42265-1999 Printed m Spain Gcahe, S.L 08-130 Santa Perpetua de Mogoda, Barcelona A tos que me conocieron y me olvidaron, pues me dieron "La virtud no tiene dueño, la tendrá cada uno más o menos el trato que debemos esperar de los dioses propicios. A quie- según la honre o la desprecie. La responsabilidad es del que nes he defraudado, a quienes han sufrido por mi causa. A mis elige. El dios es inocente." enemigos, con agradecimiento por la atención que me pres- tan. A los que se han reído conmigo y de mí. A todo el que , La República) un día me dijo sinceramente: "estoy de tu lado". A las que se fueron y ala que vendrá. A mis amigos y a ti, por si quie- res llegar a serlo. "Pensar es fácil. Actuar es difícil. Actuar siguiendo el pensa- miento propio es lo más difícil del mundo." (GOETHE) "Contén el impulso de tu vida hasta poder lanzarla mejor; contra cualquier cosa, si quieres ganarla; sino, hacia arriba, inútilmente, para verla perderse en el cielo." (JOSÉ BERGAMIN) PROLOGO Tuve la impía tentación de titular Oráculo manual a este breve libro de reflexión moral, llevado por motivos semejantes a los que hicieron a Don Vincencio Juan de Lastanosa titular así la celebérrima selección de aforis- mos de Gracián: "Llamo Oráculo a este epítome de acier- tos del vivir, pues lo es en lo sentencioso y lo conciso." Inmodestia aparte, este breviario será también volunta- riamente sentencioso en ocasiones, aunque siempre con tono y vocación bastante diversos que los de Gracián; y conciso, desde luego, no puede serlo más, pues trata de condensar en tan corto número de páginas los fun- damentos de la ética, su contenido específico y aquello en lo que, más allá de ella, se ensancha y pierde la vida humana. El lector que quiera ampliar esta lectura con obra de idéntica orientación pero más prolija y detalla- da, deberá acudir a mi libro La tarea del héroe, que for- ma pareja natural con éste en cuanto a su contenido y fecha de elaboración. He preferido empero como título éste de Invitación a la ética. Y es que se trata de eso mismo, en todos los sentidos principales que tiene la palabra en castellano: invitar es decir una persona a otra que vaya o llevarla a la casa propia; y también obsequiar a alguien llevándo- 9 le a un sitio agradable y pagando sus gastos; también es grandes novedades suelen serlo sólo por inadvertencia ofrecer a alguien que haga cualquier cosa que se supone o fatua pretenciosidad: el talento se ocupa de formula- grata para él, brindándole la mejor oportunidad y buenas ciones más ajustadas que las habituales y de iluminar condiciones para reforzar su gana de hacerla; pero in- perspectivas inéditas de lo siempre sabido. No quisiera cluso puede ser sinónimo de "intimar", o sea, decir a extrañar a mi lector o deslumhrarlo, sino permitirle lú- alguien, sin violencia pero conminatoriamente, que haga cidamente reafirmarse. Escrito por un hombre de hoy para cierta cosa. De todas estas formas quisiera con el presen- los hombres de hoy —¿podría acaso ser de otro modo?—_ te libro invitar a la ética. Ya se ve, pues, que tengo un nadie espere sociología de las costumbres ni picantes empeño mucho más ambicioso y menos científico que anécdotas sobre las recientes formas de vida en Berke- el de inspeccionar ciertas fórmulas valorativas del lengua- ley o Nepal: pretendo hablar en serio, aunque sin perder je común o coleccionar diversas opiniones éticas promul- el humor. Ni voy más allá ni retrocedo del primero de gadas por los especialistas en la materia. De un modo u los dictámenes del mencionado Oráculo de Gracián: "To- otro se me podrá acusar del peor pecado que puede do está ya en su punto, y el ser persona, en el mayar." cometerse en este campo, el de pretender ser normativo. Cuando se aspira a la normatividad es por ingenuidad, impudor o arrogancia, nos dicen; pero, a mi juicio, sólo un discurso que encierre normatividad puede contener realmente sustancia ética. Una desdichada vecindad hace que la recomendación del bien —en esto consiste funda- mentalmente la ética— recuerde los hábitos sermoneado- res de los curas. Pero no hay nada de sacerdotal en reco- nocer un vehemente y racional propósito normativo, por- que no hay nada en ello de hipócrita. Llamo ética a la convicción revolucionaria y la vez tradicionalmente humana de que no todo vale por igual, de que hay razones para preferir un tipo de actuación a otros, de que esas razones surgen precisamente de un núcleo no trascendente, sino inmanente al hombre y si- tuado más allá del ámbito que la pura razón cubre; llamo bien a lo que el hombre realmente quiere, no a lo que simplemente debe o puede hacer, y pienso que lo quiere porque es el camino de la mayor fuerza y del triunfo de la libertad. No quisiera que de este libro el lector sa- cara cuatro o cinco dogmas, ni tampoco un código, sino auténtico aliento; porque la ética se ocupa de lo que alienta al hombre y en el hombre. En este campo, las 10 11 Primera parte Hacia la ética CAPÍTULO I La acción como principio Fausto vacila, con la pluma en alto, dispuesto a co- menzar su evangelio: "en el principio era el Verbo", "en el principio era la mente", "en el principio era La fuerza"... Conocemos su respuesta, que ya se contenía en las pa- labras del espíritu llameante de la escena primera, ese •es- píritu al que Fausto llamó "su igual": "En el oleaje de la vida, en la tormenta de la acción, subiendo y bajando, de aquí para allá, me agito yo. Cuna y sepulcro, un sempi- terno mar, un cambiante tejer, una hervorosa vida; eso urdo yo en el silbante telar del tiempo y tejo a la divini- dad un vestido viviente." Así, pues, en el principio era la acción. No puede haber otro comienzo para La reflexión que pretende acercarse a la ética sino éste de partir de la acción, concretamente de la acción humana. Compren- der al hombre ante todo como ser activo es un punto de vista clásico que ya se encuentra en el pensamiento de Aristóteles, pero que alcanza su más enérgica expresión en la filosofía moderna de un Spinoza, un Leibniz o un Fichte, para quienes la propia sustancia no es más que un "punto de fuerza", una perpetua vocación transforma- dora. El hombre, cada hombre (aceptaremos ahora una supuesta posición individual como hipótesis de partida), es lo que hace y se hace en su actividad- Pero la acción 15 crea inmediatamente una relación, entre el impulso di- existencia por el devenir activo, de donde proviene un námico del que brota y la resistencia del mundo de cosas existencialismo de la fuerza." El hombre se asienta, pa- sobre el que se ejerce. Lo primero que nuestra actividad radójicamente, en lo dinámico y reconoce su necesidad descubre de lo real es la terquedad con que se nos opone. más propia, nueva paradoja, en lo posible. Se ve forza- Max Scheler (en El puesto del hombre en el cosmos) seña- do a esforzarse, a hacerle fuerza al mundo. Ante tal de- la lo originario de este descubrimiento: "La vivencia pri- sasosiego fundamental, alguien podría preguntarse; "¿Y maria de la realidad, con vivencia de la resistencia que por qué el hombre no deja en paz a las cosas sino que ofrece el mundo, precede a toda conciencia, a toda re- combate contra ellas, hasta deshacer su resistencia?" Res- presentación, a toda percepción." En el mismo sentido, puesta: el hombre no puede dejar de enfrentarse a las Ortega llamó a La realidad "contravoluntad" y María cosas, porque así prueba que él no es cosa alguna. No pue- Zambrano define lo real como lo que me circunda y re- de haber complicidad entre lo que la cosa tiene de cosa siste. —su identidad— y el hombre, que es dinamismo —esto es, diferencia consigo mismo—, salvo en tanto que la cosa Las cosas que pueblan el mundo real insisten en per- termina por ser deshecha y rehecha: o sea, en tanto que manecer idénticas a sí mismas, oponiéndose a la voluntad su identidad expresa la no-identidad subjetiva del hombre transformadora de la conciencia activa del hombre al y sólo en tanto la expresa. También podría decirse esto menos así puede contarse La historia desde el ímpetu que mismo afirmando que el hombre no pertenece a otra nos trastorna. Nuestra perspectiva activa es demoledora, naturaleza que su propio artificio. pues lo primero que podemos conocer del mundo es que lo estamos deshaciendo. El hombre deshace lo que per- Aristóteles distinguió dos clases de actividad huma- manecía dado e idéntico a sí mismo y por esta vía sub- na: la praxis, intransitiva, que consiste en el puro ejer- versiva conoce, en primer término, lo que le rodea. Hay cicio del sujeto, y la poiesis, transitiva, que consiste en ecos de este punto de partida de nuestra reflexión en hacer algo y deja como remanente un producto. Artes y aquella opinión de Emerson: "El trabajo manual es el técnicas responden a la poiesis, mientras que las virtudes estudio del mundo exterior". Conocemos el mundo al o las formas de la cortesía son esencialmente prácticas, intervenir en él, contra él, e intentar vencer su inercia. en este sentido aristotélico del término, Ahora bien, esta Así descubriremos todo lo que, para empezar, nos inte distinción puede referirse a un problema más hondo que resa del mundo, pero también lo que en primer lugar el de la taxonomía elemental de acciones habitualmente nos interesa de nosotros mismos. Somos lo que no deja generada por ella. Un problema que se refiere a la esen- en paz a las cosas, lo que combate incesantemente contra cia misma de la acción y que incluso alcanza un nivel trá- ellas : nuestra raíz es esencialmente polémica. De aquí nos gico en el sentido más radical de la palabra. Digámoslo viene el particular nivel ontológico que nos corresponde así: lo que hacemos se instala frente a nosotros como y que ha de condicionar nuestros planteamientos ulte- producto y nos reclama una y otra vez a volver sobre ello riores, Así lo expresa Bachelard (en La tierra y los sueños para sostenerlo; lo que somos se subleva contra todo pro- de la voluntad): "La Lucha contra lo real es la más di- ducto, contra toda configuración dada, y ansia desmen- recta de las luchas, la más franca. El mundo resistente tir cualquier rostro definitivo que pretenda concederse su promueve aL sujeto aL reino de la existencia dinámica, a la ímpetu. El ánimo que somos se vuelca en sus produc- 16 17 tos, en lo que hacemos y también en lo que nos hacemos soporte, su obstáculo y su tarea. El yo, para vivir, es (aquello en que nuestra acción nos transforma), dedica- decir, para cumplir la posibilidad desafiante de su liber- do plenamente a crear, poseer y tomar forma; pero lo tad, necesita identificarse; pero una vez establecida su producido no tiene más vida que la de provenir de una identidad (hecho uno con su producto o con un sí mismo creación., de un querer activo que ya se ha realizado, lue- cosificado como cosa propia) debe impugnarla para se- go su vida está toda ella en el pasado y por tanto muerta guir viviendo y por ello reivindica la posibilidad del no en cierto modo: debe resistir constantemente al no-querer querer frente a la necesidad del querer reificado en el fiat activo que ya no lo ve como posible sino como necesa- ya establecido. Ninguna identidad te basta al yo, porque rio, y en tal resistencia estriba su verdadera posibilidad. ama más su posibilidad que sus productos: toda obra es El producto es ante todo identidad consigo mismo: es insuficiente (y también todo status público, todo nom- cosa. Engloba al sujeto que le creó, pero sólo en cuanto bre propio, todo título académico o profesional, toda idéntico a la cosa, invariable, necesario. El fiat que le ori- construcción cara a los otros o frente a uno mismo de gina, un fiat rotundo que no admite vacilación ni no- una personalidad dada de una vez por todas) porque en querer en su formulación creadora, sigue llegándole des- ella lo posible, la dynamis, adopta el rostro fatal de lo de su pasado y manteniéndole establecen lo que es: pero que es lo que es y no otra cosa, de la identidad necesaria. la posibilidad que el fíat abrió y cuyo desafío midió su La posibilidad, la dynamis, la libertad... son de lo que está fuerza ya ha quedado congelada como necesidad en la hecho el aire que respira nuestra subjetividad, cuyo prin- identidad de la cosa. El sujeto puede identificarse con cipio es acción. Pero lo que esa subjetividad creadora se ese fiat en cuanto activo, es decir, en cuanto desafío de propone como contenido propio de su posibilidad es la lo posible, pero ya no en calidad de necesidad identifi- fabricación y destrucción de identidades: el yo-sujeto (di- cada, estable, en cuanto cosa. Entre el fiat y su producto námico, es decir, no idéntico a sí mismo, afirmando su ya no media la posibilidad, porque ésta se ha realiza- diferencia en su no-querer, celoso de su infinitud) no, do; sólo queda la identidad inmediata, fiat-fiat, el querer tiene otro propósito que la identidad, en la cual cum- sin tensión ni tampoco vida actual. El yo-sujeto que toda- plirá su vida. Se propone una identidad ideal, perfecta, vía carece de identidad —que sigue siendo fiat activo— en la cual ya no hubiese lugar ni resquicio para el no- no se reconoce en ese fiat congelado que no le pertenece, querer... es decir, para la subjetividad misma. Vamos pues, por un lado, comparte con él lo de querer activa- a llamar egoísmo al quererse del querer, al amor del yo mente pero, por otro, le contraría que tal querer no sea por lo posible: el egoísmo es la fe de la subjetividad en ya posible, sino necesario; siendo apertura a ]a posibili- su propia infinitud. Pues bien, el egoísmo busca, inventa dad pura, es decir, libertad, en nada puede reconocerse y subvierte permanentemente la identidad. El egoísmo peor el yo que en lo necesario. Al afirmativo querer del sin la identidad es un ímpetu vacío, la identidad sin fiat cosificado en el producto opone todo el desafío de egoísmo es inercia y fatalidad. Anclado en la identidad de su no-querer, donde se abre de nuevo la libre posibi- las formas estables —cuya creación por el fiat del que- lidad. rer constituye su mayor júbilo, pero cuya cristalización de la posibilidad en necesidad es la señal de su desdi- El fiat que somos, el yo-sujeto va trazando su camino r cha— el egoísmo aspira a no ser expulsado por el me- a través y por medio de las identidades: éstas son su 18 19 canismo puramente repetitivo y conservador de lo idén- cuando llega, sorprende hasta cuando ya era esperado, tico, es decir, pretende mantener incesantemente la pree- pues hay en él algo de indomable y salvaje que le hace minencia del momento creador libre contra la inercia aparecer imprevisible incluso al yo que le acechaba junto estabiliza dora de la forma producida. Las identidades que a su habitual abrevadero. El placer es tan irreductible- resisten en el mundo los embates de la subjetividad acti- mente particular que el egoísmo no lo comparte con na- va son siempre imperfectas, por culpa de la perpetua die, ni siquiera consigo mismo... La satisfacción que la brega del no-querer egoísta contra la posibilidad reifica- forma idéntica proporciona, en cambio, responde siem- da; por su parte, el egoísmo se siente desgarrado —y por pre a cumplir cierta demanda previamente programada. tanto culpable— entre su ansia de alcanzar la identidad En la identidad (institución, obra de arte., personalidad perfecta objetivada y la pasión de conservar siempre coram populo, gesto aislado y objetivado, pensamiento, abierta la posibilidad libre y dinámica, en la que preci- etc..) se registran una serie de cóncavas urgencias que samente consiste su ser subjetivo. La identidad perfecta, la producción estable va llenando hasta la línea de lo la forma ideal, excluye por completo la tensión de querer '"bastante", procurando huir de lo "poco" y no incurrir que hemos llamado yo; el egoísmo no puede renunciar en lo "demasiado". La promesa que la identidad garantiza al cumplimiento creador de la perfección ni dejar de se alza serenamente contra escasez y desbordamiento. sentir cada paso hacia la identidad perfecta como una Parte, por lo general, del establecimiento firme, objetivo mortal amenaza de cosificación- En esto consiste propia- y público de lo que se requiere y no pretende ni sabe mente la raíz trágica de lo humano; la ética que parte de conceder otro goce que el alivio que promete, por lo que lo trágico, como la propuesta en esta "Invitación", no no es tan celebrada cuando —como está previsto— llega puede esperar ni prometer ninguna reconciliación defini- a su cita como echada angustiosamente en falta cuando tiva —sea en este mundo o en otro— que salve al hom- deserta de sus funciones y deja paso libre al dolor de lo bre, rescatándole del conflicto que le constituye. necesario. Placer y satisfacción entran frecuentemente en La recompensa del egoísmo es el placer; la forma es- colisión, pues las formas idénticas aseguran el perma- table e idéntica asegura La satisfacción. Contra ambos nente retorno de las satisfacciones al precio de un con- milagros, el triunfo de la necesidad y lo irremediable es finamiento creciente del no-querer singularizador del yo. siempre fuente de dolor. La actividad del hombre busca El placer tiene que abrirse paso tropezando aquí y allá satisfacción y/o placer, en lucha contra el dolor de lo con las dificultades del proscrito, que se unen a las deri- necesario. Pero placer y satisfacción son de calidades vadas de la exquisitez misteriosa de su propia condición muy diversas. Hay en el placer como una cierta empresa imprevisible. Por otra parte, la identidad nunca logra personal que procura su gozo por vías que quizá no es- cumplir con total adecuación su compromiso con lo bas- taban previstas., sino que son inventadas en el acto mismo tante, acosada por la violencia de La escasez y la violen- de elegirlas. Los placeres son fundamentalmente irrepe- cia del exceso, en las que aparece el ímpetu demoledor del tibles, aunque externamente respondan a pautas amplia- egoísmo postergado. Sólo parcialmente se alcanzan armo- mente compartidas: ni siquiera el egoísmo que goza en nías transitorias entre los placeres desplazados por el ellos puede identificarse y comparar unos con otros, des- asentamiento de las satisfacciones y éstas, imposibilita- de la solidez de un sujeto estable. El placer sorprende das de alcanzar su perfección por el disconforme empu- 21

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