Gladius, Vol. especial (1988), pp. 153-192 Actas del I Simposio Nacional "Las Armas en la Historia (siglos X-XIV)" Bonifacio Palacios Martín ISSN 0435-029X INVESTIDURA DE ARMAS DE LOS REYES ESPAÑOLES EN LOS SIGLOS XII Y XIII POR BONIFACIO PALACIOS MARTIN ESTE trabajo quiere ser una primera aproximación a uno de los temas más apasionantes para la simbologia política medieval: la investidura de armas del rey en la España cristiana de los siglos xii y xiii. El tema tiene todas las dificultades propias de los estudios de simbo logia, que se acrecientan cuando se trata de simbologia política y más aún cuando se interfieren —como en este caso— conceptos caballeres cos. Precisa entonces de unos planteamientos muy amplios que atiendan, por una parte, a la evolución pluriforme del acto de investidura, y por otra, al contexto sociopolitico en el que ésta se produce, a fin de captar los matices y circunstancias que inciden en su significado. Se trata, en primer lugar, de una ceremonia generalizada en los rei nos occidentales que hunde sus raíces en el mundo germánico. Su recep ción en el ámbito carolingio, no obstante, se efectuó en medio de cam bios importantes al informar a aquél una ideología nueva, marcada por el cristianismo, y al moverse en un conjunto de relaciones políticas y so ciales mucho más complejas, lo que a su vez complicará los símbolos y referencias mentales empleados para expresarlas. Aunque en diferentes momentos tales investiduras hayan tenido por objeto a personas de muy distinta categoría —desde el simple miembro de la comunidad germáni ca al emperador de Occidente—, aquí sólo nos vamos a ocupar de las que afectan a personas con la condición de reyes o soberanos. En más de una ocasión los actos serán idénticos a los empleados con otros jóvenes de condición inferior, Pero es evidente que su carga simbólica será, por fuerza, muy diferente. Las referencias del monarca con el sistema polí tico imperante en cada caso hacen que estos actos alcancen un grado tal de importancia y significación que P. E. Schramm no ha dudado en cali ficar de «constitucional». Al aplicar el tema a los reinos españoles, se imponen algunas acota ciones. Como se señala en el título, el ámbito cronológico de nuestro es tudio queda limitado a los siglos xii y xiii. Varias son las razones que nos han inducido a ello: unas, intrínsecas al tema, como la homogenei- 153 Digitalizado por InterClassica Consejo Superior de Investigaciones Científicas http://interclassica.um.es http://gladius.revistas.csic.es Gladius, Vol. especial (1988), pp. 153-192 Actas del I Simposio Nacional "Las Armas en la Historia (siglos X-XIV)" Bonifacio Palacios Martín ISSN 0435-029X dad de los procesos evolutivos que aproximadamente en esos dos siglos se desarrollan; otras, extrínsecas, como la ausencia absoluta de datos para la época anterior. Los siglos xiv y xv, en cambio, que pueden ser interesantes para seguir el desarrollo de los cambios iniciados en el xiii, no son analizados aquí por razones de espacio, aunque sí haremos las re ferencias indispensables para la comprensión de esos procesos anteriores. Desde el punto de vista temático, se imponen también algunas limi taciones. Partimos del supuesto de que la investidura de armas del rey y el sistema político correspondiente se esclarecen mutuamente, y con ese propósito hemos emprendido este trabajo. Pero en el estado actual de la investigación carecemos de un estudio acabado y profundo del sis tema político peninsular de los siglos xii y xiii que pudiera servirnos de referencia, estudio nada sencillo debido a la complejidad de las relaciones lácticas entre los reinos españoles y a la ebullición de los conceptos polí ticos generales. No podemos tratar de suplir aquí esa deficiencia. Nues tro propósito es fijar la atención prioritariamente en la ceremonia de in vestidura de armas, en su tipología y evolución, y no tanto en el sistema político, que pensamos abordar en un trabajo posterior, limitándonos ahora a hacer aquellas aclaraciones y sugerencias que resulten imprescin dibles para el tema propuesto. Es de destacar la escasez de trabajos sobre esta materia en la histo riografía española. Contrasta su pobreza con la espléndida floración que se observa en otros países europeos, como Alemania, Francia o Italia, motivada sobre todo por el gran interés que en ellos han despertado los temas de la caballería '. Pero no caigamos en el error de identificar los diferentes tipos de investiduras de armas reales con las de carácter caba lleresco, que constituyen una modalidad que sólo se da a partir de un determinado momento que más adelante trataremos de fijar. Tan impor tantes como éstas para el estudio de la realeza son las que anteriormente se celebraron, unas veces con ocasión de la coronación y otras al llegar a la mayoría de edad, al matrimonio o al ejercicio efectivo del poder. Este tipo de investiduras de carácter «promocional» ha sido estudiado por Jean Fiori ^, algunas de cuyas conclusiones sobre la cronología y evolu- ' Dos buenas referencias bibliográficas que evitan la prolija enumeración de la bibliografía existente son: J. BUMKE, Studien zum Rilíerbegriff in 12. und 13. Jahr- hunden, Heidelberg, 1977, cap. VII, y J. FLORI, L'Essor de la Chevalerie XI'-XII" siècles, Ginebra, Ed. Groz, 1986, sección I, cap. I. ^ JEAN PLORI, La notion de chevalerie dans les chansons de geste du XII' siècle. Étude historique de vocabulaire, en «Le Moyen Âge», 2 (1975), págs. 211-244; 3-4, págs. 407-445; id.. Sémantique et société médiévale: le verbe adouber et son évolu tion au XII' siècle, en «Annales E. S. C», 31 (septiembre-octubre 1976), págs. 915- 940; id.. Chevalerie et liturgie, en «Le Moyen Âge», LXXXIV (1978), págs. 247-278 y 409-442; id.. Les origines de Vadoubement caballeresque: étude des remises d'ar- 154 Digitalizado por InterClassica Consejo Superior de Investigaciones Científicas http://interclassica.um.es http://gladius.revistas.csic.es Gladius, Vol. especial (1988), pp. 153-192 Actas del I Simposio Nacional "Las Armas en la Historia (siglos X-XIV)" Bonifacio Palacios Martín ISSN 0435-029X ción de las correspondientes ceremonias nos servirán de pauta para el análisis que vamos a aplicar a la Península. Tal vez el acierto de este autor se deba, al menos en principio, a haberse colocado en la línea de los grandes investigadores alemanes y franceses —Erdmann, Waitz, Schramm, Elze, Andrieu y, por supuesto, Marc Bloch, entre otros mu chos—, que han aclarado todo lo necesario para el correcto uso de las fuentes litúrgicas de la ordinatio regís, en torno a la cual se articuló casi siempre la ceremonia de investidura de armas del rey antes y después de que adoptara la modalidad caballeresca. De cualquier forma, los investi gadores europeos han sido ejemplares en la utilización de cualquier otro tipo de fuentes, sean documentales o literarias, incluyendo en éstas no sólo las narrativas y doctrinales, sino también las de creación literaria, tan abundantes en relación con la caballería En contraste con este panorama, lo que se ha hecho respecto a las monarquías españolas es bastante poco Y no es que el caso español ca rezca de importancia para el análisis global del tema en Occidente. Pues si bien es cierto que hasta finales del siglo xii los monarcas españoles parecen haber seguido muy de cerca en sus investiduras el modelo eu ropeo occidental, al entrar en el siglo xiii la ceremonia tomó aquí un sesgo renovador que la llevó a presentar importantes diferencias respecto a lo que entonces se hacía en los restantes países occidentales. He puesto de relieve esa capacidad innovadora, así como los motivos de carácter ideológico y práctico que la impulsaron, en un trabajo anterior ^ No obs tante, ofreceré al final una síntesis de mis conclusiones para completar la exposición del tema. mas et du vocabulaire qui les exprime dans les sources historiques latines jusqu'au début du XIII' siècle, en «Traditio», 35 (1979), págs. 209-272; L'idéologie du glaive. Préhistoire de la chevalerie, Ginebra, Ed. Groz, 1983. Finalmente, véase su obra re ciente L'Essor de la Chevalerie, antes citada. ' Véanse las referencias que se hacen a ellas en las obras citadas en la nota 1. * C. SÁNCHEZ ALBORNOZ, La «ordinatio principis» en la España goda y postvisigo- da, en «Cuadernos de Historia de España», 35-36 (1962), págs. 5-36, analiza también la investidura de armas; B. PALACIOS MARTÍN, La coronación de los reyes de Aragón y su ceremonial (1204-1410), Valencia, 1975; el mismo. Los símbolos de soberanía en la Edad Media españcjla. El simbolismo de la espada (VII Centenario del Infante Don Fernando de la Cerda), Ciudad Real, Instituto de Estudios Manchegos, 1976, págs. 273-296; BERNABÉ MARTÍNEZ RUIZ, La investidura de armas en Castilla, en «Cuadernos de Historia de España», 1-2 (1944), págs. V^Qi-llX. ^ B. PALACIOS, LOS símbolos de soberanía, citado en la nota 4. 155 Digitalizado por InterClassica Consejo Superior de Investigaciones Científicas http://interclassica.um.es http://gladius.revistas.csic.es Gladius, Vol. especial (1988), pp. 153-192 Actas del I Simposio Nacional "Las Armas en la Historia (siglos X-XIV)" Bonifacio Palacios Martín ISSN 0435-029X 1. INVESTIDURAS PROMOCIONALES Recepción de los usos europeos antes de Alfonso VII La monarquía visigoda había desempeñado un papel importante en el desarrollo del ceremonial de acceso a la realeza. Es más que probable que fuese aquí donde se incorporó por primera vez la unción regia al modo oriental, que luego se convertirá en el acto central de dicha cere monia *. Sin embargo, esta capacidad innovadora quedó truncada tras la invasión musulmana del año 711. En los siglos que siguieron, la trayec toria institucional de las diferentes monarquías que renacieron en el nor te de España se tornó lenta y oscura en casi todos los aspectos, como oscura era la vida que llevaban en su propia existencia. La inseguridad política y militar, la falta de medios económicos y la propia insignifican cia, no permitían otra cosa que una pobre imitación del desaparecido mo delo, no siempre recibido directamente ni en su pureza de la tradición visigoda, sino, como en el caso de la unción, a través de la recepción que de él había hecho el mundo carolingio hacia el que estos reinos volvían cada vez más sus ojos, sin que por el momento se aprecie en ellos capa cidad innovadora alguna, como había ocurrido en el siglo vii y volvería a ocurrir entre los siglos xii y xiii. La investidura de armas de los reyes españoles no fue una excepción. A pesar de lo cual no podemos descuidar nuestra atención a posibles fac tores de singularidad. Conviene tener presente al respecto que la inves tidura de armas, tanto en el modelo carolingio como en su práctica en España, formó parte desde muy pronto de la ordinatio regis o conjunto de actos de promoción a la realeza, a pesar de que en ocasiones se des glose de ella. En tales circunstancias, convendrá tener presente las vici situdes por las que pasó la ordinatio regis en general, ya que ello condi cionará sin duda a la investidura. Es bien conocido el escaso arraigo que en España tuvo la unción y coronación solemnes, sobre todo en Castilla. Este hecho, cualquiera que sea su explicación privaba cuando menos a ' Además de las obras de Sánchez Albornoz y Palacios Martín citadas al princi pio de la nota 4, véanse M. FÉROTIN, Le «Liber Ordinum» en usage dans l'Église visigothique et mozarabe d'Espagna du cinquième au oncième siècles, Paris, 1904; A. BARBERO, El pensamiento político visigodo y las primeras unciones regias en la Europa medieval, en «Hispania», XXX (1970), págs. 245-326. ' B. PALACIOS, Ea coronación, pág. 15. ° Recordamos como último intento explicativo el de T. F. Ruiz, U«e royauté sans sacre: la monarchie castillane du Bas Moyen Âge, en «Annales E. S. C», 39, núm. 3 (1984), págs. 429-459, aunque no nos parece muy convincente su argumen tación. 156 Digitalizado por InterClassica Consejo Superior de Investigaciones Científicas http://interclassica.um.es http://gladius.revistas.csic.es Gladius, Vol. especial (1988), pp. 153-192 Actas del I Simposio Nacional "Las Armas en la Historia (siglos X-XIV)" Bonifacio Palacios Martín ISSN 0435-029X la investidura de su marco habitual. ¿Tuvo otras consecuencias más pro fundas? Trataremos de dar respuesta a estos interrogantes. La primera investidura de armas de un monarca español que tenemos bien documentada es la del castellano-leonés Alfonso VII, el Emperador (1126-1157). De los reyes anteriores carecemos de noticias concretas, si bien es probable que desde antes de esa fecha se practicara la investidura con mayor o menor solemnidad. En cuanto a la ausencia de noticias, ya Sánchez Albornoz había pues to de relieve la carencia de alusiones a la entrega de la espada tanto en los textos litúrgicos altomedievales —antifonario visigodo-mozárabe de la catedral de León— como en las miniaturas, donde nunca en esa época aparece empuñando la espada Tal vez lo que se dice del antifonario leonés no sea muy significativo, pues no es en esa clase de libros litúrgi cos donde aparecen los rituales de bendición y entrega de las armas Por lo demás, la investigación reciente ha venido a confirmar y a explicar las observaciones de nuestro gran medievalista. En primer lugar, parece que la práctica de la investidura sufrió un pequeño eclipse en el mundo occidental al producirse el desmoronamiento del Imperio carolingio. Ade más, y es lo más importante para nosotros, la incorporación de la investi dura de armas a los libros litúrgicos no se produce en Occidente hasta finales del siglo x en el caso de los reyes, y durante el xi en el de los em peradores por lo que habrá que pensar en una fecha posterior para los rituales españoles Si, en consecuencia, resultaba poco menos que imposible la existencia de una ceremonia litúrgica, no puede decirse lo mismo de la ceremonia laica. La tradición occidental a este respecto no sólo hay que buscarla en el mundo carolingio, sino en el substrato germánico, común a francos y visigodos, que encajaba perfectamente con el carácter militar predominan te en las monarquías hispánicas altomedievales. En efecto, la investidura laica de las armas fue practicada por los ger- ' C. SÁNCHEZ ALBORNOZ, La «ordinatio principis», págs. 26-27. L. BROU y J. VIVES (eds.). Antifonario visigótico-mozárahe de la catedral de León, Barcelona, 1959. " En primer lugar, en el Ordo de Erdmann (según la nomenclatura de Schramm), de origen francés, de comienzos del siglo x. En Inglaterra, en el Ordo de Edgar, uti lizado por este rey para su coronación en 973. En Alemania, salvo el Erüh deutsches ordo, todos los siguientes ordines reales la incluyen. En cuanto a los imperiales, apa rece en el Ordo XIII de Elze, de origen norditaliano, segunda mitad del siglo xi (R. ELZE, Ordines Coronationis Imperialis, en Fontes luris Germanici Antiqui in usum Scholarem ex M. G. H. separatim editts, IX, Hannover, 1960, pág. 34). Véase J. PLORI, L'Essor de la Chevalerie, págs. 84 y sigs. y 370 y sigs. " De hecho, los ceremoniales españoles más antiguos que se conocen correspon den a la mitad del siglo xii. R. ELZE, Die «Ordines», págs. xii y 28 y sigs. 157 Digitalizado por InterClassica Consejo Superior de Investigaciones Científicas http://interclassica.um.es http://gladius.revistas.csic.es Gladius, Vol. especial (1988), pp. 153-192 Actas del I Simposio Nacional "Las Armas en la Historia (siglos X-XIV)" Bonifacio Palacios Martín ISSN 0435-029X manos antes de asentarse en el Imperio, según nos lo describe Tácito, como rito de iniciación que les convertia en guerreros y les otorgaba el derecho a portar tales armas y a participar en la vida pública de su pue blo El asentamiento en Occidente no produjo la total desaparición de estos ritos, aunque sí una tendencia a reservarlos a la monarquía y grupos aristocráticos. Los reyes lombardos solían enviar a sus hijos a países ex tranjeros a aprender el manejo de las armas y no regresaban hasta haber obtenido la investidura. Sólo entonces entraban en plena posesión de sus derechos en el reino Entre los francos, antes y después de la corona ción imperial de Carlomagno, se produjeron varias investiduras de armas regias de carácter laico, unas veces ligadas a la ceremonia de creación de un nuevo rey y otras como acto aislado, relacionado con el comienzo del ejercicio efectivo del poder Todo ello debe hacernos pensar en la posi ble existencia en España de la investidura de armas al menos de las per sonas regias antes del siglo xii, a pesar de que no conozcamos testimo nios documentales que lo confirmen. Alfonso VII, modelo paradigmático Con Alfonso VII el panorama se esclarece gracias a la abundante in formación que poseemos. Su historia se desarrolla en una coyuntura nue va cuyas vicisitudes conviene recordar. Era nieto de Alfonso VI, el rey que había abierto sus puertas a las corrientes europeas, gregorianas y clu- niacenses, y a la emigración francesa, que había ocupado no sólo los pue blos del Camino de Santiago, sino también los cabildos, las sedes episco pales e incluso la corte. Alfonso VII era hijo de un noble emigrado, Rai mundo de Borgoña. Antes de llegar al trono pasó momentos difíciles a causa del segundo matrimonio de su madre, Urraca, con Alfonso I, el Ba tallador, y del pacto de unidad nacional que estos dos firmaron. Luego los enfrentamientos internos, a veces provocados por el carácter difícil de la reina, condujeron a Alfonso a enfrentarse con su madre. En esos mo mentos Alfonso contó siempre con el apoyo de Gelmírez y, a veces, con el de la nobleza gallega, que en más de una ocasión fomentaron sus en- TÁCITO, Germania, cap. 13. " PABLO DIÁCONO, Historia Longobardorum, IV, 38. Se trata de la de Luis el Piadoso, que recibe las armas en el 781 al ser elevado a la realeza —lo mismo que Carlos el Calvo en 838—; las vuelve a recibir diez años después, cuando empezó a gobernar por delegación de su padre, y de nuevo en el 833, cuando retomó el poder tras haber sido depuesto por sus hijos. Pero esta vez recibió la espada de manos del obispo (J. FLORI, L'Essor de la Chevalerie, pági nas 45-49). 158 Digitalizado por InterClassica Consejo Superior de Investigaciones Científicas http://interclassica.um.es http://gladius.revistas.csic.es Gladius, Vol. especial (1988), pp. 153-192 Actas del I Simposio Nacional "Las Armas en la Historia (siglos X-XIV)" Bonifacio Palacios Martín ISSN 0435-029X frentamientos con la reina. En este contexto se produjeron dos investidu ras de armas: en 1111 y en 1124, en Santiago de Compostela. En 1111, el obispo Gelmirez, en unión con la nobleza gallega, proce dió a elevar a la realeza a Alfonso, todavía menor de edad, con el fin de oponerlo a Urraca y a Alfonso el Batallador. La ceremonia viene descrita con cierto detalle en la Historia Compostelana, según la cual Gelmírez ungió al rey, le entregó la espada y el cetro, lo coronó y, ya constituido rey, lo hizo sentar en la cátedra episcopal de la sede compostelana, donde se habían celebrado los actos. Luego condujo al nuevo rey a su palacio, y allí se celebró el «banquete de la coronación», en el que los principales nobles ejercieron los más altos oficios de palacio Dado el protagonis mo de Gelmírez y su vinculación a los ambientes «gregorianos», habrá que entender literalmente la frase de la crónica que afirma que el acto se celebró «iuxta canonum instituta religiosa», lo que da respuesta afirma tiva a la pregunta de Sánchez Albornoz sobre si se utilizaría en él un ri tual de importación Pero no podemos, con los datos que tenemos, pre cisar qué ordo sería el empleado ni si fue un ordo real o imperial, aunque la ceremonia prevista en los de esa fecha variaba poco de un caso a otro Conjugando, pues, la información de esos textos litúrgicos con la Histo ria Compostelana, sabemos que la investidura tuvo como objeto la eleva ción de Alfonso, todavía niño, a la dignidad real mediante la unción y la entrega de las insignias de la realeza, entre ellas la espada («ensem quo- que et sceptrum ei tradidit»). Sentido, por tanto, promocional, pero a la dignidad regia, no al ejercicio efectivo del poder: lo mismo que hiciera Carlomagno con su hijo Luis el Piadoso en el año 781. Huelga decir que tal entrega de armas tampoco tuvo aún ningún sen tido caballeresco, como lo prueba el hecho de que quien la recibe sea to davía un niño Pero sobre todo lo prueban los hechos que sucedieron trece años después. En 1124, cuando aún reinaba Urraca y Alfonso VII seguía bajo la protección de Gelmírez, éste procedió a una segunda inves- " «... unanimiter statuerunt diem quo infantem erigerent in regem... ibique iuxta canonum instituta religiosa eum in regem unxit, ensem quoque et sceptrum ei tradidit et, aureo diademate coronatum, in sede pontificali regem constitutum residere fecit» (España Sagrada, XX, 1. I, cap. LXVI, pág. 120). " La «ordinatio principis», pág. 27. " R. ELZE, Ordines Coronationis Imperialis, págs. 25 y sigs., publica los ordines imperiales con bendición de la espada. También FLORI, L'Essor, págs. 374 y sigs., ex tracta lo relativo a las armas. " Contaba en 1111 seis años, ya que en 1126 tenía veintiuno: «Erat autem par- vae aetatis quum regnum adeptus est, quia XX et unum annum solumnodo habebat» (Cronicón añadido a la Historia Compostelana. España Sagrada, XX, pág. 611). Véase también L. SÁNCHEZ BELDA (ed.). Chronica Adefonsi Imperatoris, pág. 5, nota 2. 159 Digitalizado por InterClassica Consejo Superior de Investigaciones Científicas http://interclassica.um.es http://gladius.revistas.csic.es Gladius, Vol. especial (1988), pp. 153-192 Actas del I Simposio Nacional "Las Armas en la Historia (siglos X-XIV)" Bonifacio Palacios Martín ISSN 0435-029X tidura de armas, de muy distinto significado que la anterior: una inves tidura de carácter promocional al ejercicio efectivo del poder con eviden tes connotaciones caballerescas. Según crónicas y documentos, el rey había alcanzado ya la juventud («iam iuvenis») —había cumplido diecinueve años— cuando delante del altar del apóstol recibió de manos de Gelmírez las nuevas armas de caba llero que previamente el prelado había bendecido Basándose en alguna expresión de los documentos, López Ferreiro interpreta que Alfonso VII tomó las armas por sí mismo de sobre el altar, ciñéndoselas sin ayuda de nadie. Pero ni las fuentes ni el contexto histórico apoyan esa interpreta ción. Según la crónica, por dos veces Gelmírez afirma que le armó con sus propias manos ^'. Era lo que estaba previsto en los rituales de la época, y dada la situación, no es presumible que Alfonso se sintiera capaz de desplazar al poderoso y no menos vanidoso arzobispo compostelano de las funciones que le correspondían «iuxta canonum instituta». Por otra parte, dado el profundo significado que en las monarquías españolas va a significar ese cambio, pensamos que todavía no se daban las condiciones necesarias para provocarlo. Con estos actos se pretendía cumplir un rito generalizado en la socie dad feudal: el acto de entrega de las armas al alcanzar la edad adecuada, la juventud, significaba el reconocimiento público de su capacidad para realizar actos de gobierno. Esta interpretación se ve confirmada no sólo por la práctica europea, sino también por la propia conducta de Alfon so VII, el cual empezó inmediatamente después su reinado efectivo en discordia con su madre. Con todo ello, el rey castellano-leonés no hacía sino seguir las pautas carolingias como otros príncipes europeos que, ha biendo sido elevados a la realeza menores de edad, necesitaban esta nue ceremonia promocional al llegar a la mayoría 72 va ^° «Et post equidem concilii celebrationem, próxima Pentecoste, praefactus rex, iam iuvenis, novis armis ab altari B. Jacobi, Compostellano consulente et ipsa arma benedicente, acceptis, JVIontani honoris quem Ecclesia Compostellana diu amisserat, medietatem ipsi compostellano et suae ecclesiae reddidit* (Historia Compostelana. España Sagrada, XX, 1. II, cap. LXIV, pág. 396). ^' «Bendijo las armas don Gelmírez, y el monarca, por sí mismo, en presencia de todo el pueblo, las tomó del altar con las ceremonias que señalaba el ritual» (His toria de la Iglesia, IV, pág. 95). Tal vez le indujo a esa interpretación la frase que usa el rey en el documento: «que ab eius altari sumpsi». Ese verbo, sin embargo, admite el sentido que aquí le damos. Los rituales dicen expresamente que el obispo le da la espada y Gelmírez afirma en la Compostelana que le armó con sus propias manos: «Ego te... propriis manibus armavi» (pág. 465). " Fue el caso de Enrique IV de Alemania en 1056 y 1065, respectivamente. Véase J. FLORI, L'Essor, pág. 57. 160 Digitalizado por InterClassica Consejo Superior de Investigaciones Científicas http://interclassica.um.es http://gladius.revistas.csic.es Gladius, Vol. especial (1988), pp. 153-192 Actas del I Simposio Nacional "Las Armas en la Historia (siglos X-XIV)" Bonifacio Palacios Martín ISSN 0435-029X Una donación del rey a la iglesia compostelana en reconocimiento por haber recibido en ella sus armas nos descubre otra dimensión de la cere monia: con el rey fueron armados aquel día sus caballeros. El acto debió resultarle bastante costoso, ya que hubo de recibir de Gelmírez un prés tamo de mil sueldos y cuarenta marcas de plata para sufragar los gastos ^\ También aquí encontramos un reflejo de las prácticas occidentales. Sin duda se trata del séquito personal del joven monarca a los que se procede, ahora sí, a armar caballeros en el sentido profesional del término y a los que en algún caso el rey tendría que proporcionar las armas, lo que con tribuiría a encarecer el acto. El documento no nos dice si fueron armados en la misma ceremonia litúrgica que el rey ni si lo fueron por el arzobis po o, como ocurrirá más tarde, fue el rey quien los armó. En cualquier caso, estaríamos ante lo que, a otro propósito, define Duby como «una fiesta del poder, y como tal, pública y colectiva». Se ha elegido para ella una fecha próxima a Pentecostés, aunque acaso forzada por las circuns tancias. Junto al rey, se otorga la investidura a aquellos jóvenes caballeros que compartirán con él el ejercicio del poder y le ayudarán a ejercerlo. Aunque no estoy tan convencido como el mencionado autor de que en ese día el rey sólo quiera aparecer «como el primero entre sus pares» Debemos añadir algunas observaciones acerca de las connotaciones caballerescas de la investidura de Alfonso VIL Con ese fin procederemos a un sucinto análisis del léxico que emplean la Compostelana y los docu mentos del propio rey que mencionan Para designar el acto, en las dos fuentes se emplea de forma casi unánime el verbo armar y coinciden am bas en que se trata de una armadura noble («nobiliter decoravit», «in- signibus armis») tal vez para distinguirla de la de los caballeros del rey, de los que se dice simplemente que son armados («ad armandum mecum meos milites»). Al consignar que la ceremonia tuvo lugar en la catedral compostelana, parece percibirse el reconocimiento de que generó un vínculo entre el rey y la persona de Gelmírez e incluso con la sede del apóstol, constatándose esto con más claridad en la Historia Compostela- " «... unifico medietatem de tote Montanos, unde iam beato Jacobo Apostolo terciam in oblationem armorum meorum, que ab eius altari sumpsi, tradideram. Nunc autem pro adiutorio XL marcharum quas michi ad armandum mecum meos milites tradidistis, determino vobis illam medietatem» (Historia de la santa A. Ai. Iglesia de Santiago de Compostela, pubi, por A. LÓPEZ FERREIRO, Santiago de Com postela, 1902, t, IV, apéndice III, págs, 8-9). G. DUBY, Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo, Barcelona, 1980, pág. 392. ^' Es de notar el parecido en la redacción del documento de 1137 y las expresio nes de la Compostelana, que narran los vínculos contraídos por el rey con esa sede. Es posible que el documento, que va dirigido a la Iglesia, haya sido redactado por notarios de ésta, por lo que su valor semántico disminuiría. 161 11 Digitalizado por InterClassica Consejo Superior de Investigaciones Científicas http://interclassica.um.es http://gladius.revistas.csic.es Gladius, Vol. especial (1988), pp. 153-192 Actas del I Simposio Nacional "Las Armas en la Historia (siglos X-XIV)" Bonifacio Palacios Martín ISSN 0435-029X na En cuanto al acto mismo de la entrega de la espada, los términos más empleados —armar, decorar— no aclaran la cuestión de si el rey tomó la espada del altar o la recibió del prelado. Hay, sin embargo, una ocasión en que la documentación real utiliza el verbo sumere, mientras que la crónica emplea accipere y añade en otras dos ocasiones que el arzobispo lo armó «propriis manibus». Como ya se ha señalado, esta apa rente discrepancia no permite dudas razonables sobre la forma concreta de la investidura, que seguiria la forma tradicional. A lo sumo, puede ser reflejo de lo que cada parte quería resaltar: el rey, que tomó la espada sin decir de dónde ni de quién; el arzobispo, que se la entregó con sus propias manos. Otro dato importante es que en la Historia Compostelana de seis menciones que se hacen de la investidura, tres de ellas utilizan palabras relacionadas con la raíz milit- (términos en milit-, diría Flori): iam mili- tarihus armis instructus, in militem armaverat e in militem armavi. ¿Qué alcance tienen estas expresiones? Hasta ahora hemos analizado la investidura de armas del rey dentro de las coordenadas propias de la pro moción a una función pública de acuerdo con la tradición germánica y carolingia. La presencia de los términos señalados, ¿nos indica que la investidura real ha entrado ya en contacto con el complejo mundo social e ideológico de la caballería? Las expresiones citadas, no obstante su re lativa singularidad parecen confirmarlo. Y si esto es así, ¿en qué for ma se ha producido el contacto? ¿Se trata de la simple aceptación de una terminología en boga que no implica modificación alguna de los signifi cados propios de la ceremonia o, por el contrario, supone la aceptación, total o parcial, del sistema de valores que la caballería representaba? ¿Podemos decir que la monarquía ha aceptado ya la condición de ca ballero? La respuesta a estas cuestiones habrá de ser, desde luego, muy mati zada y absolutamente provisional. Parece fuera de dudas que existe una atracción hacia la terminología caballeresca, que ciertamente se emplea para designar la investidura promocional del rey. Este empleo puede de berse, en primer lugar, al hecho de que, como más adelante veremos, la investidura promocional del rey y la profesional del caballero eran exter namente casi idénticas en lo esencial tanto en su versión laica como re ligiosa. Pero sobre todo parece haber influido la elevación de la terminología caballeresca (términos en milit- y luego sus equivalentes en romance) y En ellas se alude no sólo a la investidura de armas, sino también al bautismo, unción y posterior ocupación del trono. Como veremos en seguida, la forma típica empleada en los países occidentales es la de «miles factus» o «miles effectus», mientras aquí se usa «miles armatus». 162 Digitalizado por InterClassica Consejo Superior de Investigaciones Científicas http://interclassica.um.es http://gladius.revistas.csic.es
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