Responsable científico de la edición: Marco Curatola Petrocchi Departamento de Humanidades Pontificia Universidad Católica del Perú Traducción de Xknena Fernández Fontenoy 1 níroduziom all 'antropología storica © ooo, Gius. Laterza & Figli Spa, Roma-Bari 2 Introducción a la Antropología Histórica Pier Paolo Viazzo Pontificia Universidad Católica del Perú Instituto Italiano de Cultura Lima Fondo Editorial 200=, Primera edición: Lima junio de 2003 Introducción a la antropología histórica ©2003 Pier Paolo Viazzo © 2003 por e! Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú Plaza Francia 11Ó4, Lima, Perú Teléfono: 330 7411 TeJefax: 330 7410 feditorís'pucp.edu.pe © 2003 Instituto Italiano de Cultura Av. Arequipa 1075, Samta Beatriz, Lima Teléfono: 471 7074 Derechos inervados Diseño de carátula: Edgar Thays La riña- entre el carnaval y la cuaresma (1559) de Pieter Brueghei Kunsthistorisches Museum Wicn isbn 9972-42-567-6 N” de Depósito Legal: 1501412003-1676 Impreso en el Perú - Printed in Perú Ifndice Premisa 9 1. La antropología histórica: ¿nueva disciplina o terreno de frontera? 17 1.1. Una identidad abigarrada; diferencias disciplinarias y contextos nacionales 19 1.2. El desarrollo de la antropología histórica 33 1.3. Historia, antropología y teoría 41 1.4. Antropología histórica e historia de la antropología 51 2. Antropología e historia: los años de la separación (1922-1950) 63 2.i. El nacimiento de la antropología social británica y la «exclusión de la historia» 2.z. En Norteamérica: Boas, Kroeber y Radcliffe-Brown 85 2.3. Los historiadores 9^ 3. Antropología c historia: Jos años del acercamiento (ipjo-jp68) 3.1. Antropología e historia entre arte y ciencia: la Marett Lecture de Evans-Pritchard 3.2. Antropología c historia cultural 3.3. Nuevas historias: el nacimiento de la etnohistoria y de la historia africana 3.4. Hacia el acercamiento 4. Antropólogos, historiadores y brujos 4.1. El estudio antropológico de la magia y de la brujería desde Frazer a Evans-Pritchard 4.2. Dos paradigmas en el estudio histórico de la bruje: 4.3. Brujería, inquisición y etnografía 5. Otras historias, historias otras 5.1. «Productores» y «consumidores» de historia 5.2. Historia cuantitativa e historia interpretativa 5.3. Estructura y estrategia 5.4. Las historias de los otros Bibliografía índice onomástico Premisa ace unos trein ta años, la historia era para la antropología una tierra incógnita y de evitar. El archivo, si bien ritual' mente invocado, era percibido como un umbral oscuro y peligro so donde el antropólogo podía fácilmente extraviar el sendero de su investigación. Los historiadores, a su vez, no escondían su pro pia desconfianza frente a las ambiciones teóricas de la antropo logía y hasta su absoluta indiferencia hacia una disciplina que se ocupaba de pueblos lejanos y sin escritura; pero no faltaban natu ralmente las excepciones, sobre todo en el campo de la historia antigua, sector historiografía) que hasta inicios del siglo xx había mantenido estrechas relaciones con la antropología antes de una brusca separación, se notaban signos alentadores de acercamiento. Este libro hunde sus raíces en aquellos años cuando como es tudiante de Letras, dividido entre el interés por la historia antigua y la pasión por la antropología, me había quedado fascinado con los trabajos de historiadores como Moses Finley, Peter Brown y Sally Humphreys quienes habían aplicado los instrumentos con cepíllales y las sugerencias comparativas' de la antropología a) es tudio del mundo antiguo, y me prometí emularlos. Hace algunos meses, hojeando mi tesis de licenciatura de 1975, descubrí que al analizar los trabajos de Peter Brown, yo lo hacía en los términos de la «antropología histórica». No me parece que Brown se hu biese definido como antropólogo histórico, pero leyendo sus estu dios sobre la brujería y los .santos siríacos de la antigüedad tardía, uno se olvidaba de que no eran fruto de la observación directa de un antropólogo en el campo. La expresión «antropología históri ca» estaba ya en el ambiente como testimonio de un despertar del interés de los historiadores por la antropología. Algunos habían usado el término en Alemania y en Inglaterra, y pronto se habría hecho familiar por la decisión —de parte dejaeques Le Goff, An dró Burguiere y otros exponentes de la escuela de los «Annales» — de dar este nombre a uno de los principales ámbitos de investiga ción que se proclamaba orgullos ámente como la nouvelle histoire. Después de la licenciatura, fui a estudiar antropología social al University College de Londres donde enseñaban Sally Hum- phreys y Mary Douglas, cuyas ideas habían influenciado en Peter Brown. Los nuevos estímulos ofrecidos por los cursos seguidos en Londres me llevaron, no obstante, a abandonar la idea inicial de volverme un antropólogo histórico del mundo antiguo y a desa rrollar en cambio —como antropólogo iout court— una larga in vestigación de campo en una comunidad de lengua alemana de los Alpes occidentales. Sin embargo, los tiempos estaban también cambiando para la antropología. La orientación estrechamente sin crónica de] funcionalismo había mostrado sus limites y se adver tía la necesidad de conocer cuál había sido la situación preceden- lo te, para comprender mejor los procesos de transformación que el antropólogo observaba en el terreno. Al partir hacia el trabajo de campo, el antropólogo presumía recabar este conocimiento a par tir principalmente de un escrutinio de la literatura histórica exis tente y por alguna incursión hecha en el archivo. Pero, como mu chos otros antropólogos de mi generación que han llevado a cabo investigaciones en Europa, rápidamente me di cuenta de las po tencialidades ofrecidas por los archivos locales, cuya humilde do cumentación —-si es oportunamente interrogada— permitía es tudiar una comunidad del pasado con métodos que, en principio, no eran tan diferentes de los que el antropólogo usaba para estu diar una comunidad en el presente. Se podía, por tanto, entrar en las viviendas de los antiguos habitantes, conocer su sistema fami liar, descubrir los conflictos que a veces los habían dividido, ras trear las estrategias de supervivencia que habían seguido, entre otros hechos. Este primer encuentro con el archivo ha marcado, en lo perso nal, el inicio de un recorrido que por vías inesperadas no solo me ha conducido nuevamente a la antropología histórica, sino que me ha hecho trabajar por más de diez años en estrecho contacto, o al interior, con varias comunidades de historiadores. Es un caso en tre tantos. A partir de los primeros años de la década del ochenta el número de antropólogos que se ha dedicado a investigaciones de archivo, o que de algún modo ha dado a sus propias investi gaciones una impronta particularmente histórica, ha crecido rá pidamente. V este cambio de dirección hacia la historia no solo ha concernido a los antropólogos que han llevado a cabo sus inves- igaciones en Europa, sino también a sus colegas empeñados en estudiar aquellas poblaciones no europeas cuya historia parecía, a las anteriores generaciones de antropólogos, de poca importancia o en todo caso imposible de reconstruir. Junto al contemporáneo desarrollo de las nuevas corrientes bis- toriográficas, se encuentra, primero entre todas, el movimiento «microhistórico». Este cambio de dirección de la antropología ha transformado el panorama más allá de toda previsión. Hoy en día, los antropólogos dan por descontada la necesidad de conjugar an tropología e historia y aconsejan a sus estudiantes acompañar el trabajo de campo de una pesquisa histórico-archivística. En la otra vertiente, si bien no todos los historiadores son tan asequibles al connubio, ciertamente son muchos los que hacen uso de instru mentos antropológicos en sus investigaciones y recomiendan a sus estudiantes adquirir familiaridad con la antropología. Para inves tigadores y estudiantes —y también para quien tiene algún título para definirse como antropólogo histórico— no es fácil orientarse en este territorio de frontera, un tiempo despoblado y ahora, por el contrario, teatro de intensos intercambios. La bibliografía antes desconsoladamente pobre es hoy no solo interminable, sino tam bién más heterogénea de cuanto no fuese en los primeros años de renovada colaboración entre antropología e historia. Como estu diante he vivido primero entre los historiadores y después entre los antropólogos; posteriormente, he tenido cargos de investiga ción y de docencia, bien sea como antropólogo o'como historia dor. De esta experiencia personal he recabado la jtista impresión de que los dos grupos ven a la antropología histórica de manera parcialmente diversa. Para definir sus características y sus objeti vos, un antropólogo citará autores, libros y temas de investigación 12 diferentes de los que le vendrían inmediatamente en mente ai his toriador. Para complicar el panorama intervienen además «dife rencias nacionales» que cortan transversalmente estas «diferencias disciplinarias». Hacer antropología histórica en Italia no es lo mis mo que hacerla en Francia, en los países anglosajones o en el mun do alemán. Estos diversos «dialectos» vuelven difícil, sobre todo para los estudiantes, cl alcanzar un pleno usufructo de la literatura que la antropología histórica ha producido. El estudiante de historia ten drá probablemente escasa familiaridad con los modelos antropo lógicos usados, por ejemplo, con el trabajo de los historiadores sobre la brujería europea. Recíprocamente, el estudiante de an tropología será conquistado por las monografías escritas por los historiadores sobre pueblos, pero fatigará al contextualizarlas en los debates historiográficos que las han originado. Sacando venta ja de mi «identidad mestiza», en esta obra he tratado de hacer el papel de intermediario, de proveer una guía que pueda ser de ayuda para que el antropólogo o el historiador se mueva con mayor se guridad en un territorio con un mapa de lo más abigarrado. Para tal fin me ha parecido útil, en el segundo y tercer capítulo, reco rrer la evolución de las relaciones entre la historia y la antropolo gía, buscando esclarecer las causas de aquel clima de separación e indiferencia que ha dominado hasta los años sesenta y de señalar las razones que han llevado a estas disciplinas al acercamiento. La historia de la antropología está todavía en gran parte por escribir se, y también nuestros conocimientos sobre la historiografía del siglo XX presentan sorprendentes zonas de confusión. El cuadro aquí delineado es forzadamente esquemático y provisorio, pero