I. RESuMEN HIStÓRICO DEL ANtIGuO REINO DE NAvARRA por Hermilio de Olóriz, Cronista de Navarra é individuo correspondiente de la Real Academia de la Historia. pAMpLONA Imprenta provincial, á cargo de V. Cantera. 1887 á la Excma. Diputación Foral y provincial de Navarra. En testimonio de gratitud y respeto. HerMiLio de oLóriZ. ADvERtENCIA Reducir á la brevedad de un compendio la accidentada historia del Reino de Navarra y amenizar su lectura presentando, con unidad y congruencia, al par que en reducido espacio, la dilatada serie de importantes acontecimientos ocurridos á un pueblo antiguo, guerrero por necesidad y valeroso por naturale- za, es obra difícil, más cercana de la censura que del encomio. Así lo comprendí desde el primer instante; pero sobreponiéndose el amor patrio á mi justo recelo infundióme alientos para dar cima á la empresa. Aquí, pues, te ofrezco pueblo navarro, el relato de tu vida, digna de ser cantada por el genio; aquí tendrás ocasión de ver el indomable valor de tu raza y sus días de gloria y de amargura. En la oscuridad de los tiempos verás dibujarse apenas la silueta de Basconia, cuyos vagos contornos se pierden en la noche de las edades; luego á la luz de la Historia la admirarás radiante, postrando con in- usitado brío el encono de denodados invasores, llevando sus aguerridas huestes á lejanos confines, y dando ser á reinos poderosos y decisiva ayuda á las triun- fadoras armas cristianas. Verás también convertido su territorio en teatro de sangrientos dramas y leyendas conmovedoras, y si á par de virtudes dignas de encomio, advirtieres sucesos lamentables y pasiones bastardas que al fin la aniquilaban, no cierres los ojos ante lo menguado de aquellos tiempos; considera que más aprovecha analizar con sereno espíritu las causas del decaimiento de la patria para evitar su completa ruina, que desatender de intento para evitar su completa ruina, que desatender de intento las enseñanzas de la Historia. HerMiLio de oLóriZ. pamplona, 1887. 61 PRELIMINARES Sabios escritores opinan que los primeros habitantes de España fueron los euskaldunas ó euskaros, cuyo origen se pierde en los remotos siglos. Ignórase en qué tiempo vino á ocupar las marinas del Cantábrico y las selvas del pirineo esa raza que se presenta ante el historiador sin mezcla ni contacto con otras, de semejante á ellas en hábitos y carácter, y poseedora de un lenguaje puro, lógico, numeroso y rico por demás en formas y poesía. La destructora mano del tiempo pudo borrar hasta las huellas y vestigios de la civilización euskalduna, mas no destruir la raza euskara que aparece divi- dida en tribus, resto acaso de naciones un día poderosas. El estudio de la tribu bascona, una de las que componían la familia euska- ra, es el objeto de este brevísimo extracto dedicado á narrar los acontecimientos principales de la monarquía navarra, dando á conocer el carácter de esta altiva nación de los bascones, llamada, durante el predominio de sus primeros sobera- nos, Reino de pamplona. A este fin, importa, antes de entrar en materia, hacer notorio el apego á las tradiciones, mostrado por Basconia en todas las etapas de su vida histórica. Merced á su esclusivismo mantuvo siempre vivo el amor patrio, sostuvo incó- lume su libertad, puras sus costumbres, é inalterado su lenguaje; y tan hermosos privilegios enardeciendo su valor la hicieron domar repetidas veces el embate de vigorosos enemigos. Los bríos desplegados en tales luchas rayan en lo más alto del heroísmo, y todavía emociona el relato de las hazañas de Osma y Calahorra, de aquellas ciu- dades euskaldunas que, émulas de Sagunto y de Numancia, supieron entregar se á la muerte antes que sucumbir ante los enemigos de su independencia. Habíase promovido en la altiva Iberia la tremenda guerra de Sertorio. Amigos y aliados suyos los bascones luchaban por él contra los soldados de pompeyo y Metello, á quienes era hostil la mudable fortuna. Muere Sertorio Año 71 en Huesca asesinado por su teniente, el ambicioso romano Marco perpena: con antes de Jesucristo la pérdida del insigne caudillo desfallece el aliento de los espa ñoles, y en vano trata de fortalecerlos el ejemplo de los bascones, tenaces en la prosecución de la campaña. Osma, sitiada por el ejército de pompeyo, hace prodigios de energía; pero la victoria no corona siempre al más valeroso: colocados sus moradores entre la muerte y el deshonor sucumben pasados á cuchillo por apreciar más su fama que la vida, y mientras Osma daba de su amor patrio tan alto ejemplo, Ca- 63 HERMILIO DE OLÓRIZ FEDHAV lahorra, cercada también por la hueste inmensa de Quinto Cecilio Metello, lega- do del cónsul Afranio, mantiene orgullosa la bandera sertoriana. Mas siempre el peligro acrecentó el denuedo euskaro: hasta las medrosas doncellas esgrimieron las armas; los mozos hacían de sus pechos robusto muro, los ancianos alentaban á todos con sus animosos consejos, luchábase con ardor nunca interrumpido. Cae un lienzo de muralla al impulso de los arietes sitiadores; ante el inminente riesgo de la ciudad, ya despoblada de guerreros, los ancianos y las mujeres se precipitan á cerrar con sus cuerpos el ancho portillo, y persistiendo en la bre- cha, blanco de todas las iras, despreciando la lluvia de enormes piedras arrojada por las vigorosas catapultas y el hierro agudo de las saetas, caen envueltos en oleadas de sangre, pero siendo escudo de los diezmados bascones y obstáculo insuperable de la altiva Roma. Escritores latinos refieren esta hazaña, y no regateando su admiración, enaltecen la energía de aquellos héroes que, torturados por el hambre, pero an- helosos de prolongar la resistencia, se alimentaban con los cadáveres de sus hermanos muertos en la lucha: sacrificio á la par horrendo y admirable. Al cabo la ciudad falta de defensores queda á merced del enemigo que la reduce á escombros: convirtióse en ceniza la materia; pero el recuerdo del heroísmo euskalduna sobrevive á los siglos, consignado en las páginas de la historia, más duraderas que los mármoles y los bronces. Algún autor afirma haber sido hallado dentro de la ciudad un epitafio escrito en lengua latina que, traducido al romance, dice lo siguiente: «Aquí se han sacrificado numerosas huestes á los manes de Quinto Sertorio y á la Tierra, madre de todos los mortales. Después de la pérdida de su jefe la vida les era insufrible carga, y supieron hallar la muerte, objeto de sus anhelos, combatiendo entre sí. Descendientes, adiós». Con la destrucción de Calahorra terminó la guerra, sin que el ejército romano hubiera tratado de someter á Basconia, que en este mismo siglo luchó dos veces contra el emperador Julio César y otras dos contra Octavio Augusto, al que irritaba ver durante doscientos años contrastado todo el enojo de Roma por los habitantes de un país mísero y reducido, cuando las Galias y España, en su mayor parte, la habían aceptado por dueño. pero en la primera guerra, el emperador Octavio halló obstáculos invencibles, tanto en el vigor de sus ene- migos como en la fragosidad y accidentes del terreno. Retirado á la costa de Tarragona volvió á Cantabria con mayor ejército y habiéndola reducido partió á Roma llevando una cohorte de calagurritanos para guardia de su persona: honor y confianza dignos del alto aprecio que merecían al Emperador la lealtad y el arrojo de los bascones. * * * 64 FEDHAV RESUMEN HISTÓRICO DEL ANTIGUO REINO DE NAVARRA El acontecimiento más grande que presenciaron los siglos, la pasión y Muerte del Salvador del mundo, tuvo lugar; y la divina palabra, difundida por los ámbitos de la tierra, halló presto acogida en el corazón de los bascones, por- que ellos sentían ab-eterno la unidad de Dios y le adoraban en su Jaungoikoa. Durante el primer siglo de la Iglesia es memorable la predicación del Evangelio realizada en pamplona por San Saturnino ó San Cernin y por su discí- Año 55 pulo Honesto; así mismo la existencia del Glorioso Apóstol San Fermín, hijo de de Cristo Firmo, Senador, ó como le nombran las Actas, «príncipe del Senado de pamplo- na», y también la del famoso Marco Fabio Quintiliano, maestro de la elocuencia, autor de las admirables Instituciones Oratorias. En el siglo tercero el martirio de los santos Emeterio y Celedón, nacidos en Calahorra de los bascones, ya reedi- ficada, y en la cuarta centuria el gran poeta Aurelio prudencio, hijo también de aquella ciudad, que cantó en inspirados versos el heroísmo de los mártires. Mientras esos héroes y este cantor del cristianismo se dedicaban á la con- versión de los gentiles, enalteciendo la profunda fé de los que morían en crueles suplicios invocando el nombre de Jesucristo, Basconia sostuvo diferentes gue- rras, ya en pro de Galba, sublevado contra el emperador Claudio Nerón, ya com- batiendo á los bárbaros en Alemania, donde, tal vez, salvó al ejército de Roma. Fué esta época muy agitada para Basconia. Mientras las mujeres tenían á su cargo las atenciones del hogar y las trabajosas faenas de la agricultura, los hombres sólo atendían al ejercicio rudo de las armas. Esta agitación creció toda- vía con la irrupción de los pueblos del Norte que desde el siglo tercero amena- zaba el mediodía de Europa; y si por efecto de su desmoralización el imperio ro- mano sintió enflaquecidas sus fuerzas, antes robustas, y aniquilada aquella ruda energía de sus soldados, también las provincias españolas, sujetas al imperio y contaminadas por sus vicios, sentían desfallecer en la molicie sus virtudes. Así los alanos, suevos, vándalos y silingos se apoderaron rápidamente de Galicia, Lu- 409 sitania y así después los godos ocuparon el resto de España; sólo el país euskal- duna permaneció incólume, que, refractario á extrañas influencias y poco amigo de los afeminados deleites del Bajo Imperio, en el que jamás reconoció señorío, conservaba inquebrantables su independencia y su lenguaje, como símbolo firme de sus puras costumbres, de su carácter viril y de su altivez nunca domada. por este feliz apartamiento, signo característico de la vida euskara, los bascones no inclinaron su cerviz ante el yugo de los invasores: así lo acredita la ausencia de nuestros Obispos á los Concilios toledanos; así lo demuestra la frase «domó á los bascones», tantas veces repetida en la historia de los monarcas go- dos, y así lo prueba, en fin, nuestro fuero, que si contiene alguna ley semejante á las del Código Visigodo, como es natural dada la cercanía de ambos pueblos, no ostenta las hondas huellas que de otra suerte hubiera dejado en las leyes y costumbres de los bascones. 65 ORIGEN DEL FuERO y DE LA MONARQuÍA Llegó el año de 714 y con él la invasión de los árabes. La España goda, tan licenciosa y débil como la España romana, vió hacerse girones el manto de sus reyes bajo el casco de los corceles enemigos; y hundidos en las turbias ondas del Guadalete hombres, instituciones, leyes, usos y costumbres, todo cambió bajo el poder de los sarracenos. Basconia, aunque no dominada, sintió también la influencia de aquel cambio y sustituyó su antiguo nombre por el de Navarra, formado, al decir de algunos escritores, de dos voces euskaras, nava, que signi- fica llanura rodeada de montes, y erri pueblo, vocablos que unidos equivalen á «pueblo de la llanura rodeada de montes», como en efecto es Navarra. La invasión africana produjo una nueva lucha. Los árabes avanzaban sin que nada ni nadie detuviera su fiero impulso; ante la unidad robusta del invasor el gobierno federativo de los bascones resultaba impotente, y ya fuera por esta ineficacia, ya porque el reparto de los despojos, alcanzados en los continuos hechos de armas, originara escisiones profundas y acaloradas controversias, de- terminaron elegir un Jefe, un Rey, que juntando en estrecho haz las diseminadas fuerzas del pueblo bascón, las dirigiera á su defensa propia y al mejor servicio de sus olvidados intereses. Celebróse al efecto una junta solemne, á la que debieron concurrir cuan- tos por sus hechos y por sus servicios eran columnas firmísimas de la patria, y las principales cláusulas establecidas en aquella junta en que había de cambiarse el sistema de gobierno, secular en Basconia, fueron, que el Rey no podría em- peorar sino mejorar los fueros, que no podía tampoco distribuir bienes y honores más que entre los naturales del Reino, exceptuados cinco empleos dejados á la libre provisión del Soberano y que á éste no le sería permitido declarar la guerra, admitir treguas, ó establecer paces con príncipe alguno, ni tampoco decretar leyes, reunir cortes, ejercer la potestad judicial, ó realizar otro hecho importante, sin intervención de doce de los ricos-hombres, ó de igual número de los más ancianos sabios de la tierra euskara. Debería además el Rey tener sello para sus decretos y Alférez que en la guerra llevara el estandarte real, y, por último, poseería la facultad de acuñar moneda, debiendo ser toda ella de la misma aleación. He aquí los principales artículos establecidos antes de la elección de So- berano, quien tras haber prestado juramento de guardarlos sin quebranto alguno, se ceñiría la espada en signo de gerarquía suprema, y puesto en pie sobre un escudo del que trabarían los ricos-hombres, sería elevado por ellos, clamando 67 HERMILIO DE OLÓRIZ FEDHAV Real, Real, Real. El Rey, entonces, arrojaría su moneda al pueblo, y tras esta pública aclamación los ricos-hombres le besarían la mano. D. GARCÍA JIMÉNEZ 716 Dictadas, entre otras menos importantes, las leyes susodichas, los nava- rros ó bascones eligieron por Rey á D. García Jiménez, señor de Abárzuza y Améscoa, cuyo acto memorable tuvo lugar hacia el año de 716 y quizá en el valle de la Borunda. Quedan pocas noticias referentes á la existencia del primer Rey euskaro; pero aunque exiguas, bastantes á probar que en él se daban las manos la pruden- cia y la energía. Capitán experto, fortificó el país levantando varios castillos en el Roncal y tierras colindantes, y robusteciendo así las defensas puestas por la naturaleza en región tan escabrosa y accidentada, alzó un muro infranqueable a los mahometanos y abrió un puerto de refugio á los bascones en las borrascas de la guerra. Soldado valeroso, rechazó la invasión del caudillo árabe Abdelmelic, y éste, que al frente de numeroso ejército acudía vengar la derrota y muerte de 734 Abderrahmán de Córdoba, creyendo en su orgullo triunfar de aquellos bascones que habían reducido á polvo las huestes de Abderrahmán, cuando huyendo del bravo Carlos Martel, duque de Austrasia y de Eudón, duque de Aquitania, atra- vesaban el pirineo, tuvo que tornar á Córdoba maltrecho y fugitivo, perdiendo el honor de sus armas y conservando á duras penas la vida. D. García, victorioso, 758 realizó varias correrías por la Bureba, y murió en el año de 758, ignorándose el lugar en donde fué sepultado. D. ÍÑIGO GARCÍA Sucedió á D. García Jiménez su hijo D. íñigo García, quien estaba casado con D.ª Jimena, de la que tuvo por hijos D. Jimeno y don García, de los que se hablará más adelante. Recibió el nuevo Rey por su fortaleza el sobrenombre de Aritza, roble, voz euskalduna que, alterada por la tradición ó por los historiadores, se ha con- vertido en el vocablo castellano Arista, palabra que no existe en la lengua de los bascones. Acreditan su actividad varias poblaciones edificadas en terreno inaccesi- ble al enemigo; la fortificación de diversos lugares, fronterizos con los árabes de Huesca y Zaragoza y con tierras de álava y la Bureba, y el apoyo prestado á los habitantes de estas comarcas que, sometidos al yugo de los astures, empuñaron las armas tratando de rescatar su independencia. 778 Llegó la primavera del año 778, y continuando la campaña contra los musulmanes hallábase D. íñigo, cuando el emperador Carlo-Magno, llamado 68
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