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Historia de Italia PDF

386 Pages·2014·5.441 MB·Spanish
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AKAL / HISTORIAS Diseño interior y cubierta: RAG Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte. Título original: A Concise History of Italy (Second Edition) 1.ª edición, 1996 2.ª edición, 2017 © Christopher Duggan, 2014 Publicado originalmente por Cambridge University Press, 1994, 2014 © Ediciones Akal, S. A., 2017 para lengua española Sector Foresta, 1 28760 Tres Cantos Madrid – España Tel.: 918 061 996 Fax: 918 044 028 www.akal.com ISBN: 978-84-460-4261-7 Depósito legal: M-8-2017 Impreso en España Historia de Italia 2.ª edición CHRISTOPHER DUGGAN * Traducción de Adrián Fuentes Luque Actualización de la traducción de la presente edición de Alfredo Brotons Muñoz Prefacio Una historia de Italia a esta escala no puede pretender ser original ni exhaustiva. Mi intención es ofrecer un estudio sucinto, y espero que claro, de algunos de los principales aspectos que han tenido lugar en la península italiana desde la época de los romanos. Me he apoyado en gran medida en el trabajo realizado por otros, especialmente en los primeros capítulos y en los últimos pasajes del libro. Espero que los auto- res implicados hagan uso de su paciencia y acepten colectivamente mi agradecimiento más afectuoso. Por otra parte, debido a las limitacio- nes de espacio, no he podido evitar centrar mi exposición de manera primordial en temas políticos; sin embargo, y en contra de mi inten- ción original, los acontecimientos han sido objeto de una atención especial. No obstante, he procurado introducir, en algunos puntos, la discusión sobre asuntos económicos, sociales y culturales, y en la in- troducción he atendido brevemente a la localización de Italia en Eu- ropa, su suelo, clima, recursos minerales y geografía física, así como la influencia de estos factores en su historia. El principal problema de un trabajo como este es encontrar un hilo temático, lo cual resulta particularmente difícil en el caso de Italia, ya que el inicio de su corta vida se remonta a 1861 y, hablando con rigor, la historia de este país comienza entonces y no antes. Con ante- rioridad a esta fecha la península era un mosaico de Estados, cada uno con su propia historia y tradiciones. Una solución que se ha adoptado ocasionalmente ante esta dificultad ha sido dejar de lado la narrativa política y en cambio considerar a «Italia» de manera esencial como una «expresión geográfica», una unidad territorial a cuya historia podemos dotar de coherencia centrándonos en amplios temas socioeconómicos y culturales. Sin embargo, todo esto no resulta satisfactorio, ya que la unidad territorial es todavía la nacional-política y, en general, mantiene pocas relaciones manifiestas o naturales con tales temas. 5 Historia de Italia Si existe un hilo temático en este libro, ese es el problema de la «construcción de la nación». Italia surgió entre 1859 y 1860 como fruto tanto del azar como de la planificación. Antes de 1860 sólo una insignificante minoría de personas creía en serio que Italia constituía una nación y que debería integrar un Estado unitario. Sin embargo, incluso esta minoría tuvo que admitir que a primera vista eran pocos los factores que justificaban su creencia: ni la historia ni la lengua, por ejemplo, apoyaban su caso. El resultado fue que, después de que se hubiera logrado la unidad, los gobernantes de Italia hubieron de en- frentarse a la difícil tarea de crear un sentido de identidad colectiva y someter a la población de la península a las nuevas instituciones na- cionales. Con este fin alternaron soluciones «materialistas» e «idealis- tas», pero, en general, fracasaron en la empresa de encontrar una fórmu- la satisfactoria. Los dos primeros capítulos del libro pretenden fundamentalmen- te poner de manifiesto los obstáculos, tanto naturales como históricos, que hicieron tan difícil la tarea de configurar una nación en Italia después de 1860. La función básica de estos capítulos no es otra que la de ofrecer una introducción a la parte principal del libro, que abarca los últimos doscientos años. Por consiguiente, las secciones que inclu- yen la Edad Media y el Renacimiento resultan superficiales en extre- mo. Comenzaremos con la caída del Imperio romano, ya que fue entonces cuando se inició la fragmentación política de la península. El capítulo final nos traslada directamente al momento presente. Sin em- bargo, Italia está atravesando en la actualidad una profunda crisis mo- ral y política y esto hace que toda conclusión o veredicto sea más arriesgado que de costumbre. A decir verdad, no descarto la posibili- dad de haber incurrido en un exceso de pesimismo. El capítulo final llega hasta el presente. En la actualidad, Italia tie- ne ante sí enormes desafíos económicos. Aunque el resultado, en tér- minos políticos, es muy difícil de predecir, las tensiones entre las iden- tidades local, nacional y supranacional por las que tan a menudo se ha caracterizado la historia moderna del país van probablemente a hacer de Italia un barómetro de las tendencias europeas futuras..., como en muchas ocasiones importantes de los últimos dos siglos. La primera edición de este libro apareció en la primavera de 1994, cuando Italia parecía estar en una encrucijada. Silvio Berlusconi aca- baba de ser elegido primer ministro, y los partidos políticos que lleva- 6 Prefacio ban dominando el país desde hacía casi medio siglo estaban siendo barridos por las secuelas de un enorme escándalo de corrupción y una muy aplaudida ofensiva de la judicatura. Casi veinte años después, las esperanzas generadas en esa época de cambio radical en la cultura política parece que no estaban justificadas. En muchos aspectos fun- damentales, la llamada «Segunda República» ha resultado ser muy si- milar a la «Primera». Para la segunda edición, he puesto al día el últi- mo capítulo a fin de abarcar la extraordinaria era de Silvio Berlusconi, que ha dejado al país lidiando con problemas posiblemente mucho más graves que cuando asumió el poder por primera vez. También he hecho algunas pequeñas modificaciones en los capítulos anteriores a fin de reflejar recientes cambios en la investigación..., especialmente en relación con el Risorgimento y el periodo fascista. Muchas personas tuvieron la amabilidad de revisar los borradores de la primera edición de este libro. Al hilo de esto, he de decir que estoy especialmente agradecido al profesor Adrian Lyttelton por ha- ber leído el texto completo y haber realizado comentarios de suma perceptividad. Por su parte, Denis Mack Smith y los profesores Do- nald Matthew y John A. Davis leyeron capítulos concretos y me apor- taron un extraordinario caudal de valiosísimas sugerencias. También leyeron capítulos específicos la doctora Shirley Vinall, el profesor Per- cy Alum, el doctor Jonathan Morris y la doctora Patricia Morison, a cuyos oportunos consejos quedo igualmente agradecido. Asimismo, el profesor Giulio Lepschy realizó cuantiosas mejoras a la primera sec- ción y ayudó también con el mapa lingüístico de Italia, así como con la tabla de ejemplos lingüísticos. Quiero hacer llegar, por tanto, mi más sincero agradecimiento a todos aquellos que aportaron su inesti- mable ayuda en la confección de este libro, sin que ello me libre de toda responsabilidad derivada de los errores que en él puedan quedar. 7 Introducción Hacia finales de la primavera de 1860, Giuseppe Garibaldi, un soldado extravagante e irregular que había pasado gran parte de su vida luchando en el extranjero al frente de una guerrilla, zarpó desde un puerto próximo a Génova rumbo a Sicilia. Lideraba a un abigarra- do grupo de estudiantes y aventureros, de los cuales muchos no eran más que chiquillos que pretendían unificar Italia a bordo de dos pe- queños barcos. Las perspectivas de éxito eran escasas, ya que el grupo estaba mal armado y muy pocos tenían experiencia en el arte de la guerra o la administración. Es más, estos personajes no constituían un paradigma prometedor de lo que debía ser la nación. Entre los mil combatientes se contaban húngaros y polacos y el contingente italia- no incluía a un número desproporcionado de soldados procedentes de la pequeña ciudad septentrional de Bérgamo. Sin embargo, en el espa- cio de unos meses consiguieron conquistar Sicilia y las tierras del sur a los Borbones, y en marzo de 1861 Víctor Manuel II, rey del Piamonte- Cerdeña, fue proclamado primer rey de la Italia unificada. El éxito de Garibaldi y los Mil fue tan destacable como inespera- do e incluso, una vez que la euforia se hubo aplacado, muchos obser- vadores moderados se preguntaron si el Estado italiano sobreviviría. Además, las dos grandes potencias continentales de aquel momento, Francia y Austria, amenazaban con invadir el nuevo reino, parcelarlo y reconstituir los Estados Pontificios, que durante el curso de la uni- ficación habían sido anexionados por Víctor Manuel. Sin embargo, la más insidiosa amenaza a largo plazo para la supervivencia del nuevo Estado fue la ausencia de todo sentido real de compromiso o lealtad hacia el reino por parte de todos, excepto de una insignificante mino- ría de la población. Los nuevos gobernantes de la nación justificaban la exigencia de impuestos más duros, la realización del servicio militar (medidas a menudo severas y represivas) y la existencia de instituciones 8 Introducción poco familiares, apelando a la santidad e inviolabilidad de la «nación» italiana, pero para la gran mayoría de los italianos la «nación italiana», «Italia» en sí misma, no significaba nada en absoluto. Durante muchos años después de 1860, los intelectuales del país se mostraron obsesionados por la falta de lealtad al nuevo Estado. En un principio cabía la esperanza de que la introducción tanto de insti- tuciones liberales como del libre comercio diera rienda suelta a toda la energía y a todo el talento aprisionado de un pueblo que le había aportado al mundo las civilizaciones de la antigua Roma y el Rena- cimiento. Todos imaginaban que esta nueva prosperidad iba a ser el embrión de un cierto apoyo al orden liberal y a sus líderes, pero en poco tiempo todo resultó ilusorio. A finales de la década de 1870 el desasosiego socioeconómico había empezado a corroer las viejas cer- tezas; la desilusión aumentaba y, por si esto no fuera suficiente, co- menzaron a aflorar nuevas ideas políticas de índole menos liberal que exigían soluciones al problema de cómo fomentar entre los italianos sentimientos de compromiso con el Estado. Estas ideas culminaron en el experimento fascista de las décadas de los veinte y treinta. La catás- trofe de la Segunda Guerra Mundial dotó a Italia de sus valores más consistentes desde 1860. Nos referimos, claro está, a los valores antifas- cistas. Pero a partir de la década de los noventa estos fueron cambiando. Una de las causas por las que la tarea de fraguar una «identidad nacional» colectiva resultaba tan difícil fue la ausencia, antes del siglo xix, de cualquier sustrato político que apoyase la idea de una Italia unifi- cada. Historiadores y propagandistas patriotas reclamaban el recono- cimiento de una conciencia nacional en los conflictos acontecidos en las ciudades medievales (o «comunas») contra los sagrados emperado- res romanos, o en el llamamiento de Maquiavelo para la expulsión de los invasores «bárbaros» en los albores del siglo xvi, pero todas estas in- terpretaciones cayeron en saco vacío. La historia de la península después de la caída del Imperio romano constituyó un episodio de confusión y división, un «tumulto de gentes, Estados e instituciones», según afirmó el filósofo Giuseppe Ferrari en 1858. En la misma línea, el historiador Arnold Toynbee apuntó que en la Italia central del siglo xiv había más Estados independientes que en todo el mundo en 1934. Dada esta tradición de fragmentación política, no resulta en modo alguno sor- prendente que el común de los italianos se mostrara reacio a identifi- carse con el reino unificado después de 1860. 9

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