Gótica y erótica éride ediciones Cubierta y diseño editorial: Éride, Diseño Gráfico Dirección editorial: Sylvia Martínez Maquetación: Carlos Esteso Primera edición: abril, 2014 Gótica y erótica © Dioni Arroyo Merino © éride ediciones, 2014 Collado Bajo, 13 28053 Madrid éride ediciones ISBN: 978-84-16085-38-5 Depósito Legal: M-9953-2014 Diseño y preimpresión: Éride, Diseño Gráfico Imprime: Safekat, S.L. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Todos los derechos reservados Dioni Arroyo Merino Gótica y erótica «Deidad extraña, oscura belleza sin reproche, con perfume de almizcle y aroma del habano, producto de algún Fausto de caprichosa mano, bruja del flanco de ébano, criatura de la noche. Aún más que el opio y más que la noche prefiero el licor de tu boca donde el amor se ufana; cuando de mis deseos va a ti la caravana, tus ojos son cisternas donde brilla un lucero». Charles Baudelaire. LAS FLORES DEL MAL. Capítulo 1 Marco aprovechó el espejo de un comercio para atusarse los cabellos. La abundante mata de pelo castaño no conseguía disimular sus canas. Frunció el ceño y se acarició el pequeño corte de la mejilla. Se había afeitado con tanto ímpetu que casi se desangra. De la escabechina solo quedaba el recuerdo de un diminuto corte superficial a modo de arañazo; nada importante, desaparecería en unas horas… peor eran las incipientes ojeras que le venían acompañando desde hacía un par de días, ojeras que evidenciaban su creciente ansiedad. Intentó sonreír para lamentar cómo se le acentuaban las patas de gallo y se le hundían las mejillas. Alejó la vista del espejo y decidió pensar que tenía un aspecto excelente, que lo mejor era mantener un buen estado de ánimo, porque al fin y al cabo, eso es lo que captan los demás de nosotros mismos. Siguió caminando por la calle estremeciéndose con la suave brisa primaveral, propia de aquella ciudad acariciada por el mar. Se abrochó el último botón superior de su camisa y respiró profundamente para darse ánimos y continuar. Su intención era trabajar en una emisora de radio. Ser locutor se había convertido en una obsesión, en el deseo de su vida, tal vez en el último deseo de su vida. Y es que a sus treinta y siete años no podía sentirse más desgraciado. Viudo apenas un año atrás, sin ingresos por trabajo alguno, su nivel de vida se había disparado por el lamentable hecho de la trágica muerte de su esposa. Un autobús la atropelló en un paso de peatones… El juicio se retrasó unos meses, pero cuando llegó, la indemnización y posterior pensión le iban a permitir subsistir con un envidiable bienestar. Él, que llevaba varios años estudiando unas oposiciones para el Ministerio de Justicia y que aquel año no se convocarían, decidió dejar de estudiar de manera definitiva. No tenía sentido y no podía concentrarse, dadas las circunstancias. Con el ingreso de la indemnización, no se lo pensó dos veces. Dejó el piso de alquiler en el que habían vivido felices y se marchó de aquella asfixiante capital para buscar refugio en el norte, cerca del mar y lejos de los recuerdos que aún le atormentaban por las noches. Y decidió que se merecía una segunda oportunidad. No quería volver a ver a sus suegros, siempre eran un valle de lágrimas, un turbio océano de sentimientos encontrados que se