RLA. Revista de Lingüística Teórica y Aplicada Concepción (Chile), 40, 2002, pp. 161-176. FUGA EN FREGE: PROPOSICIONES SINGULARES COMO ARTEFACTOS LINGÜISTICOS SILOGISTICOS DE CONSTRUCCION DE VERDAD EMILIO RIVANO Universidad de Concepción 1. CONSIDERACIONES GENERALES PRELIMINARES Dos perspectivas han importado tradicionalmente en los estudios semánticos. Una es la perspectiva interna del sistema lingüístico, de hecho una gama o campo de perspectivas donde se enfocan en forma central relaciones de significado tales como la sinonimia, la antonimia, la hiponimia, la polisemia, la gradación, la ambigüe- dad, la paráfrasis, la contrariedad, la conversión, la definición lexicográfica y, tam- bién, la contradicción, la implicación, la equivalencia, entre otras. En esta perspectiva interna encontramos sistemas de relaciones semánticas para las palabras y las ora- ciones del lenguaje. Las descripciones de estas relaciones sistemáticas son ora de corte taxonómico, ora estructuralistas, o lógico formales. Estas son perspectivas alternativas en el marco del análisis interno. La perspectiva externa de los estudios, otro campo amplio, enfoca la relación lenguaje-realidad. De allí surgen, entre otras, nociones como las de denotación, extensión, nombramiento, definición real, verdad, referencia, que tratan de tipos de vínculos que se producen entre lenguaje y realidad, e.g., entre una expresión y el conjunto de individuos que identifica, entre una expresión y la clase natural con que se relaciona, entre una formulación lingüística compleja y la esencia u objeto científico que describe o explica, entre un término y las condiciones externas que deben cumplirse para afirmar la verdad del término, entre una palabra y un objeto. Dar cuenta de la posibilidad misma del lenguaje de referir, de ser un medio de nombramiento, descripción y representación de la realidad, ha ocupado no poca parte del pensamiento lógico, tanto clásico como moderno. Más recientemente, una tercera perspectiva, la pragmática, ha pasado también a configurar un grupo de consideraciones estándares en los estudios semánticos. 161 RLA. Revista de Lingüística Teórica y Aplicada Esta perspectiva llama a estudiar las actividades humanas en las que el uso del lenguaje se inscribe y da cuenta de aspectos semánticos en función de estos usos. En este estudio articularemos estas tres perspectivas. El punto de fuga para ello será el trabajo seminal de Frege en torno a la semántica de las expresiones singulares. La articulación se producirá en el análisis de la proposición singular, concebida ésta como la entidad más abstracta o teórica que da cuenta de la afirmación singular. 1.1. En terminología lingüística corriente, el término ‘significado’ apunta a las relaciones semánticas en el lenguaje y ‘referencia’ a relaciones entre lenguaje y rea- lidad. Sin embargo, es también frecuente la noción popular del significado de una palabra como el objeto en la realidad que ésta nombra. En el sentido simple de “relaciones de significado en el sistema”, toda expresión de la lengua (llevada al plano más abstracto de “tipo de expresión”) tiene significa- do, es decir, tiene relaciones sistemáticas con otras expresiones (otros tipos de ex- presión). Pero no toda expresión tiene referencia. Expresiones como ‘y’, ‘por’, ‘no’, ‘pero’, no tienen referencia. Tampoco son palabras de contenido. Sin embargo son palabras con un significado en el sistema lingüístico a que pertenecen, en el sentido simple de ‘significado’, en el sentido de “se relacionan sistemáticamente con otras palabras” y “tienen interpretación cuando están articuladas con otras palabras”. 1.2. Los asuntos involucrados en los aún vagos temas mencionados son varios. Uno se refiere a la revisión de la noción de ‘realidad’ que pueda estar implicada o supuesta en algún desarrollo sobre referencia. De acuerdo a una teoría referencial del significado, que parte de nociones preteóricas o datos primarios de interpreta- ción acerca de cómo las palabras significan, el significado de una expresión es algu- na entidad, evento, relación, o cualidad que la expresión refiere (evoca, nombra, representa son términos intercambiables en este nivel aún coloquial de reflexión). Este algo que la palabra refiere se concibe como algo aparte de la expresión, un objeto con existencia y propiedades independientes. Por otro lado, en el habla cotidiana se dice que las palabras “tienen” un significado, o que dos palabras “signi- fican la misma cosa”, o que hay que “buscar” o “encontrar el significado” de una palabra, o que una palabra “ha perdido su significado” o “ha obtenido un nuevo significado”, o “ha cambiado su significado”, etc. El habla cotidiana trae, entre otras, una concepción metafórica de los significados como objetos, ora en las pala- bras, como algo propio de éstas, ora fuera de ellas, como algo independiente. Estos enfoques cotidianos no son siempre compatibles, pero de hecho se emplean en forma alternante, sin que los sinsentidos y contradicciones subyacentes perturben la comunicación cotidiana. Las teorías referenciales encuentran en el supuesto de la realidad independiente de los objetos, por un lado, y la concepción metafórica de los significados como objetos independientes, por el otro, una base para sus 162 Fuga en Frege: Proposiciones singulares como artefactos lingüísticos silogísticos... / EMILIO RIVANO edificaciones. Estas deben especificar en forma coherente la relación referencial y lo que estos supuestos objetos, los significados, puedan ser. Dejando a un lado por el momento el problema del supuesto de la realidad como algo independiente, asunto que ocupará al pensamiento humano hasta su fin, una teoría referencial del significado debe hacerse cargo de consecuencias como las siguientes: Si los significados son objetos referidos por las palabras y expresio- nes, entonces: (a) debe haber un objeto, cada vez que hay significado, (b) las pala- bras sinónimas son aquellas que refieren al mismo objeto, (c) lo que se puede decir del objeto referido por la palabra o expresión se aplica igualmente al significado de la palabra o expresión. Estos tres tipos de consecuencias encuentran problemas en los datos primarios. Por ejemplo: (a) ¿Qué objeto es el referido por palabras y expresiones como ‘no’, ‘aquí’, ‘pero’, ‘infinito’, ‘nada’, ‘Caperucita Roja’, ‘ideas ver- des’, ‘el camino de la vida’, ‘buenas noches’, ‘me pasa la sal por favor’? No parece haber referentes claros para estas expresiones. (b) ¿Significan lo mismo las expresio- nes ‘el dictador de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial’, ‘Adolf Hitler’, ‘el exterminador de judíos en la primera mitad del siglo XX’, ‘el loco más sanguina- rio del siglo XX’, ‘el Salvador de la raza blanca’, ‘el racista más racista del mundo’, etc.? Todas ellas refieren a una misma persona en la realidad, pero no parecen significar en absoluto lo mismo. (c) Si podemos decir del referente de una expre- sión como ‘el árbol de la esquina’ que está cargado de fruta, también tendríamos que poder decir del significado de la expresión ‘el árbol de la esquina’ que está cargado de fruta. Pero esto último no parece tener sentido. La realidad, el supuesto ámbito donde se encuentran estos objetos que son los referentes, debe transformarse rápidamente en una entidad más abstracta que la que suponíamos inicialmente, elaborarse para que esta teoría referencial del signi- ficado tenga algún curso. Esta adaptación es posible e implica un nivel superior de definición y formalización. El mundo referido ya no es el mundo sin más, el mun- do físico, sino una dimensión más comprehensiva, un mundo de objetos y relacio- nes que responden a las exigencias del lenguaje bajo el criterio explicativo referencial. La teoría tiene que poder dar cuenta de términos como ‘pero’, ‘yo’, ‘no’, y otros como ‘Zeus’, ‘hoyos negros’, ‘bondad’. 2. FREGE: SENTIDO Y REFERENCIA Frege, en Über Sinn und Bedeutung (“Sobre sentido y referencia”, 1892), introduce el par sentido-referencia. Una palabra expresa su sentido y refiere su referente (en forma menos feliz, en algunas traducciones y comentarios se habla de que la pala- bra denota su denotación). Las palabras (los nombres propios y las descripciones definidas o singulares) tienen referencia y sentido (Bedeutung y Sinn, respectiva- 163 RLA. Revista de Lingüística Teórica y Aplicada mente). Por su subjetividad y variabilidad individual, Frege ha descartado del aná- lisis las representaciones mentales o directas que las palabras pueden evocar en las personas, la asociación individual de ideas personales. El análisis sólo considera el fenómeno de la referencia y el del sentido de las palabras. Eso es lo objetivo. Las ideas (mentales) que acompañan a los enunciados se distinguen de las proposicio- nes (gedanke) que éstos expresan: las primeras son privadas, las segundas no tienen dueño. Una misma proposición puede y suele activar asociaciones (ideas, imáge- nes) distintas en distintas personas y en la misma persona en distintas ocasiones, sin por ello dejar de ser la misma proposición. Las proposiciones son entidades abstractas en una dimensión propia, ni mental, ni física, más bien, de tipo platónica. 2.1. La referencia del término ‘Luna’ es la misma que la del término ‘el satélite natural de la Tierra’, pero sus sentidos son distintos. Cuando se afirma “la luna es el satélite natural de la tierra” se ha dicho algo informativo. En cambio nada se ha dicho cuando se afirma “la luna es la luna”. De modo que la información conteni- da en la primera afirmación no es el tipo de información contenida en la segunda. Lo que se afirma es la relación entre las partes involucradas; de modo que el tipo de relación en estas dos afirmaciones es distinto. La referencia de ‘mi querido amigo del alma’ es la misma, imaginemos, que la de ‘el señor que vive en la calle Colo Colo Nº 53’, pero los sentidos de estas expre- siones difieren. La distinción entre sentido y referencia permite a Frege recorrer la noción de identidad en forma articulada. Así, por ejemplo, una afirmación como “mi vecino es el Presidente de la República” expresa una identidad entre dos expre- siones con sentido distinto. Hay una identidad expresada en el plano referencial, pero la articulación particular de la relación de identidad que esta afirmación ex- presa conecta dos sentidos distintos a través de un mismo referente, o, visto desde otro ángulo, conecta a un mismo referente a través de dos sentidos distintos. Llamemos “a” al individuo referido por la expresión “mi vecino”. Es el mismo individuo referido por la expresión “el Presidente de la República”. Pero la afirma- ción “mi vecino es el Presidente de la República” no está diciéndonos “a = a”. La expresión no afirma que el individuo referido es el individuo referido. Es decir, que el individuo es idéntico a sí. Tampoco afirma identidad en el plano de las expresio- nes, que son obviamente diferentes. No puedo sustituir una oración como “mi vecino es el Presidente de la República” por “mi vecino es mi vecino”. La primera es informativa, la segunda no. De modo que no se afirma la identidad de sentido, que es la modalidad expresiva. Una negación como “mi vecino no es el Presidente de la República” expresa que los referentes de “mi vecino” y de “el Presidente de la República” no son idénticos. ¿Significa lo anterior que la afirmación se encuentra en un plano distinto que la negación? Porque habíamos dicho que la afirmación no expresaba identidad en el plano referencial. Pero la negación parece ser la negación de identidad en este pla- 164 Fuga en Frege: Proposiciones singulares como artefactos lingüísticos silogísticos... / EMILIO RIVANO no. La negación no niega la identidad del sentido de las expresiones. El solo hecho de ser expresiones distintas ipso facto niega esa identidad, tratándose de dos moda- lidades distintas de presentar un objeto. Si digo significativamente “el Presidente de la República no es el Presidente de la República” no estoy negando la identidad entre las expresiones del sujeto y el predicado de esta oración, sino algo distinto; acaso algo así como que el referente de persona de la expresión ‘Presidente de la República’, el individuo elegido y nombrado presidente, no está cumpliendo con la función referida por la expresión ‘Presidente de la República’. Esa sería una in- terpretación para esta oración de apariencia contradictoria. Frege lleva este análisis de los nombres al nivel de la oración. Es decir, trata los enunciados afirmativos como nombres. Así, un enunciado, más allá de expresar un sentido, que es la parte proposicional de éste, también tiene referencia, que remite el enunciado al mundo de los hechos haciéndolo verdadero o falso de acuerdo a las circunstancias. Frege concibe la referencia posible de los enunciados como lo ver- dadero y lo falso: Los enunciados distintos varían en sentido, pero su referencia sólo puede ser lo verdadero o lo falso. De modo que todos los enunciados verdade- ros tienen la misma referencia, lo verdadero. Este resultado, si bien sorprendente, es coherente con el tipo de análisis lógico-proposicional que Frege maneja, a saber, una lógica extensional o de valor de verdad. En cálculo proposicional lo mismo da el significado o sentido de una proposición. Lo que importa es su valor de verdad: Dos oraciones con el mismo valor de verdad pueden sustituirse en cualquier com- puesto lógico, resultando en el mismo compuesto en su totalidad. Al sustituir un enunciado como “el satélite de la Tierra no tiene agua” por otro como “la Luna no tiene agua” mantengo un mismo valor referencial para ambos enunciados y, por ello, un mismo valor de verdad. Puedo usar indistintamente ambos en compuestos lógicos, sin alterar por ello el valor del compuesto en su totalidad. Dado que son sólo dos los valores referenciales posibles de los enunciados, se desprende que cual- quier enunciado verdadero puede sustituir a otro de igual valor de verdad (igual referencia) en un compuesto lógico sin alterar el valor total del mismo. (Estos aún oscuros resultados obtendrán más claridad a partir del Wittgenstein del Tractatus. Hay que señalar también que Frege trata en forma separada afirmaciones comple- jas con verbos como “pensar”, “creer”, “suponer”, “juzgar”, también llamados “ver- bos de actitudes proposicionales”, desarrollo que no presentaremos acá). La noción de referencia se resuelve entre el lenguaje y la realidad (o el sistema de referencia del caso): Dos nombres distintos pueden tener el mismo referente; dos referentes distintos pueden tener el mismo nombre. La noción de sentido se resuel- ve en el lenguaje: Dos sentidos distintos pueden tener una misma expresión –el fenómeno de la polisemia y la homonimia. Y siguiendo esta simetría, dos expresio- nes distintas pueden tener un mismo sentido –la sinonimia. Pero, como hemos dicho, esto último no se daría: El vehículo para el cambio de sentido se presenta desde esta perspectiva como el cambio de expresión, por lo que la sinonimia, es 165 RLA. Revista de Lingüística Teórica y Aplicada decir dos expresiones distintas para un mismo sentido, aparece como una imposi- bilidad. (Este asunto, sin embargo, no interesa al programa extensional de Frege). Son varios los asuntos y problemas que surgen del tipo de análisis que Frege realiza. La bibliografía obligada al respecto es vasta y de su detalle no nos haremos cargo acá1. La dimensión que aquí interesa resaltar, como una carencia en el análi- sis, es la del contexto lingüístico y pragmático en que las afirmaciones se encuen- tran. Distintas expresiones podrán tener el mismo sentido en un contexto lingüístico y de uso particular, como cuando ‘ahora’ y ‘en este momento’ son totalmente inter- cambiables en una situación dada. El contexto las acepta como sinónimas, en la dimensión funcional de la comunicación. El punto dice relación con la noción de sentido: las expresiones distintas tienen sentido distinto en el sistema abstracto de modalidad representativa, el lenguaje. Es decir, estas expresiones analizadas en abs- tracto tienen sentido distinto. Pero ¿qué tipo de entidades son estos sentidos, que no están en la realidad comunicativa, no dan cuenta de las relaciones reales de contraste, sustitución, inclusión, etc., entre las palabras? Los sentidos de expresiones distintas se contraponen en el sistema y esta oposi- ción no depende de la realidad referida para su establecimiento. De modo que la noción de sentido, así entendida, nos acerca a la dimensión sistemática o interna del lenguaje y se complementa con la noción de referencia como dos dimensiones 1El trayecto bibliográfico obligado en estos temas, comenzando con Frege, pasa por Russell (1905) y Strawson (1950). Tanto en Frege como en Russell, el intento es el de dar cuenta de ciertos aspectos del lenguaje natural en un sistema formal de relaciones lógicas. Ambos encuentran problemas, que derivan de la rigidez de la lógica de dos valores y la imposición de evitar paradojas y contradicciones al momento de dar cuenta en formato lógico del significado y la referencia de las palabras (ver tam- bién nota 2). Este marco semántico lleva a ciertas interpretaciones que se alejan de las que importan en el lenguaje cotidiano. Hay detrás de todo esto un proyecto de crear un lenguaje perfecto, unívoco, libre de contradicciones, ambigüedades y vaguedad. Un lenguaje para las ciencias. El proyecto se funda en supuestos metafísicos sobre la verdad como objetividad, en el sentido de una integración absoluta de los objetos del mundo. El proyecto tiene antecedentes cumbres en Leibniz y en Aristóteles. En el Tractatus encuentra este proyecto una consumación que a la vez parece una burla: el lenguaje que se produce no puede hablar de lo más importante para el ser humano, debe callar ante lo que más interesa. En la distancia del tiempo, se puede leer al Wittgenstein del Tractatus como produciendo el absurdo máximo de este proyecto racionalista (en el sentido amplio del calificativo): todo el intento de la filosofía de arrojar claridad queda en ridículo. Strawson realiza un intento de análisis que considera aspectos del lenguaje natural que implican una interpretación más cotidiana del mismo. Su noción de presuposición, por ejemplo, se orienta en esta dirección. Pero el marco general de análisis es lógico tradicional y los valores de las variables y lo que importa en la descripción se subordinan al propósito general de evitar paradojas y contradiccio- nes y llegar a una descripción lógica de la semántica. Estos temas cuentan con una bibliografía consi- derable, que tomaría más de un artículo reseñar. Se trata, en buena medida, de comentarios, desarrollos y aplicaciones de los temas y autores señalados. Entre muchas otras lecturas dentro de esta revisión bibliográfica mencionaremos a Tarski (1956), Quine (1953: cap. VII y VIII, 1960), Linsky (1967), Donellan (1966), Kripke (1979), Perry (1977) y Searle (1979). 166 Fuga en Frege: Proposiciones singulares como artefactos lingüísticos silogísticos... / EMILIO RIVANO de lo que en forma amplia constituye el significado lingüístico. A estas dimensio- nes cabe agregar la de los usos. 3. FUGA EN FREGE: LA PROPOSICION SINGULAR COMO ARTEFACTO SILOGISTICO DE PRODUCCION DE VERDAD El examen de los nombres propios y descripciones definidas expuesto tiene bastan- te de negativo en sus conclusiones y de extraño en sus interpretaciones. Intentare- mos aquí una aplicación en la que se interpretan en forma menos opaca las nociones. Trabajando mínimamente, mas desde otra perspectiva, con los elementos suminis- trados por las nociones de Frege y desarrollando ciertas posibilidades de análisis, podemos esbozar el siguiente cuadro general: Los nombres propios y expresiones singulares (descripciones definidas)2 tienen sentido y referencia en la afirmación 2Usaré el término “expresión singular” para referirme al tipo de expresiones que componen la afirmación singular, excluyendo a los demostrativos, propiamente, que requieren trato aparte. Estas expresiones son del tipo “ese perro que vive contigo”, “el amigo de mi tía”, “el lugar donde hay manzanas”, “mi peineta”, etc. Son lo que Russell llamó “descripciones definidas”, es decir, nominales en posición gramatical de definición, sea por simple posición o por marcas a través de artículos definidos, posesivos, pronombres y anáforas. Pero Russell tenía un problema con estos términos, a saber, que podían decir algo significativo y sin embargo no “denotar” o referir ningún objeto en la realidad, como cuando se afirma que “no existe el segundo satélite de la tierra” o que “el cuadrado de un círculo no es algo que pueda lograrse”, o que “el lugar El País de las Maravillas es un lugar inexis- tente”, etc. El problema, para Russell, consistía en que estas descripciones definidas, que no tienen referente, podían encontrarse en afirmaciones verdaderas. Bajo el esquema de verdad objetiva de Russell, lo anterior requería tratar estas expresiones, no como nombres propios, es decir, expresiones con un referente en la realidad (referente que era el significado del nombre), sino como complejos distintos. No expondré en detalle el desarrollo técnico de Russell ni las razones que hay para seguirlo en su análisis. Menciono aquí sólo que la solución de Rusell es concebir estas descripciones definidas como expresiones en las que el supuesto sujeto singular de la afirmación desaparece como tal en el análisis y, así, deja de producir contradicción. Por ejemplo, la afirmación “no existe el segundo satélite de la tierra” es verdadera e inicialmente paradójica en que, no habiendo un objeto referido por la expresión “el segundo satélite de la luna”, no hay en la realidad objetividad que le corresponda. Sin embargo, la afirmación es verdadera. Pero no puede ser una verdad sobre el objeto “el segundo satélite de la tierra”. Este no existe. La solución consiste en analizar esta expresión en sus partes componentes, que sí tienen denotación. La afirmación debe analizarse más o menos así: “es falso que hay un y sólo un objeto que es tanto un segundo objeto como satélite de la tierra”. El análisis, como se ve, ha borrado la expresión “el segundo satélite de la tierra”, y la ha sustituido por dos términos generales (que denotan conjuntos de entidades), a saber, “segundo objeto” y “satélite de la tierra”. Las razones para este tipo de recorridos en el análisis se encuentran inscritas en un proyecto mayor y con ciertas exigencias formales (ver también nota 1). Desde la perspectiva adoptada en este estudio, el hecho de que las expresiones singulares no tengan un referente en alguna afirmación determinada y aun así produzcan “verdad” no incide en el análisis ni produce contradicción alguna en la descripción. Como se apreciará, las funciones de refe- rencia y sentido en las expresiones singulares están inscritas en éstas independientemente de lo que ocurra en algún uso particular. Son propiedades funcionales constitutivas de este tipo de expresiones. 167 RLA. Revista de Lingüística Teórica y Aplicada singular en que se encuentran. El sentido y la referencia son funciones de los términos singulares, funciones que se cumplen en la afirmación. El sentido es un complejo de modalidad de presentación. La referencia es la indicación de un objeto o individuo en el mundo externo (el mundo fuera del lenguaje en uso). De modo que el signi- ficado de una expresión singular, en tanto producto de estas dos funciones, es la expresión de un complejo de sentido que apunta a un referente. El referente puede existir en tanto ficción o creación teórica, etc., o puede simplemente no existir, en el sentido de ser un error, pero la función referencial en la expresión es un hecho. Al afirmar que las expresiones singulares refieren y tienen sentido se implica acá que estas funciones se adjudican ipso facto a la expresión del caso en el contexto del caso. Las proposiciones singulares pueden tener un nombre propio en su sujeto y una expresión singular en su predicado, o viceversa, o bien ambas partes pueden ser nombres propios, o bien ambas expresiones singulares. En cada caso el tipo de afirmación es distinto. Veamos un caso. La siguiente es una versión simple de lo que implica la afirmación de identidad entre dos expresiones singulares en una oración: dado el sujeto (el primer término) puede inferirse el complejo de sentido del predicado (el segundo término), en vir- tud de la identidad referencial en ambas expresiones3. Afirmar la verdad es el propósito que cumple el mecanismo de producción de este tipo de expresio- nes. Las expresiones producen verdad, independientemente de que sean verdaderas o falsas. En este estudio, “la verdad” no constituye un parámetro para determinar la semántica de los términos, ni guiar el análisis y la descripción. De hecho, no se concibe como algo preestablecido o independiente del lenguaje, sino un tipo de producto en la comunicación. Lo que hay son las verdades, no la verdad. Este estudio no hace de la verdad un trasfondo metafísico total ni lo requiere. 3Los términos “proposición”, “sujeto” y “predicado” requieren elaboración particular en este con- texto. Sólo podré esbozar acá el tipo de entidades que estos términos refieren, y el tipo de análisis en el que se inscriben estas entidades. Por “proposición” se entenderá una cierta forma abstracta de la afirmación singular, también podría hablarse de un mínimo de tipos de entidades y relaciones que condicionan la afirmación singular. Esto restringe el ámbito de este término, a la vez que lo determi- na en relación a un tipo de análisis. Esto no es problemático, tratándose de un término teórico. La proposición es el lugar en el que se articulan los tipos de funciones que la afirmación tiene. Las propiedades de la proposición son las de un espacio que contiene dos expresiones definidas, el sujeto y el predicado. El espacio “sujeto” contiene la expresión topical, esto es, el punto de partida, lugar común, entidad preestablecida en la comunicación. Es decir, el tópico se define como lo dado, lo conocido, lo compartido. El predicado, por su parte, es la expresión que contiene el punto de llegada, lo no compartido, lo no establecido en la comunicación. Es decir, el predicado se define como lo novedoso, lo desconocido, lo aportado. El sujeto expresa el tópico, y el predicado el comentario. Las propiedades de estos espacios, entonces, son epistemológico-comunicativas, es decir, las propiedades de los dos espacios de la proposición que estudiamos son de conocimiento relativo en la dinámica comunicativa. En la proposición singular, la posición de predicado constituye ipso facto un posible tópico (o sujeto) en el flujo de la comunicación. De modo que la posición de predicado, en tanto posición que cumple la función de comentario, cumple también la función básica de ser el lugar donde se introduce algo, que puede pasar a ser tópico en expresiones posteriores. 168 Fuga en Frege: Proposiciones singulares como artefactos lingüísticos silogísticos... / EMILIO RIVANO Imaginemos un territorio con cuatro aldeas: la Aldea Mar, junto al mar, la Aldea Montaña, en la montaña, la Aldea Desierto, en el desierto y la Aldea Bosque, en el bosque. Supongamos que hay un cruce entre las cuatro aldeas, lugar que tiene varios nombres, dos de los cuales resaltamos aquí: cuando se va de la Aldea Monta- ña a la Aldea Mar, los montañeses llaman al lugar “Bajada al Mar”; cuando se va desde la Aldea Desierto a la Aldea Bosque, la gente del desierto llama al lugar “Entrada Verde”. La afirmación “la Bajada al Mar es la Entrada Verde” afirma que dado el sujeto “Bajada al Mar”, cuya referencia es un lugar “p” y cuyo sentido podemos parafrasear como “punto intermedio en el camino de la montaña al mar”, yo puedo inferir “Entrada Verde” cuya referencia es el mismo lugar “p” y cuyo sentido podemos parafrasear como “punto intermedio en el camino del desierto al bosque”. Esto podría decírselo una persona de una aldea a una persona de otra aldea, para su conocimiento lingüístico; o un lugareño a un turista que no conoce el terreno; o algún aldeano adulto a su hijo; o podría afirmarse esto ante gente que conoce el terreno, y conoce ambos nombres para el lugar, pero no está concibiendo las consecuencias de la relación expuesta, como, por ejemplo, la posibilidad de escapar a la montaña pasando por la Entrada Verde, o la posibilidad de encontrarse con gente de otra aldea en ese lugar. Las posibilidades son infinitas. La afirmación informa algo nuevo, trae una verdad, con algún propósito particular, entre infini- tos posibles. Para redundar, supongamos que uso mi canasto de papeles para esconder mi billetera. En algún contexto afirmo “el canasto de papeles es el escondite de mi billetera”. Con ello, entre infinitas posibilidades, puedo estar indicándole a alguien dónde encontrar mi billetera para traérmela. La instrucción sería básicamente ésta: “si ves el papelero, busca allí mi billetera, cógela y tráemela”, es decir, “infiere del papelero mi billetera y obra”. La verdad expresada en la afirmación singular cum- ple un papel específico en la secuencia total. También podría mi propósito ser el de impedir que alguien bote cáscaras de fruta en el papelero. La verdad básica de la afirmación singular se construye con un propósito parti- cular. La verdad expresada se encuentra en este ambiente; allí tiene su sentido par- ticular. En ese ambiente particular, que es el propósito específico y el mecanismo funcional que resuelve el propósito, juegan los sentidos específicos que importan de la expresión del caso. Por ejemplo, el hecho de que la billetera contenga dinero y documentos puede ser un complejo de sentido que resalte en el primer contexto y el hecho de que la billetera sea un objeto de cuero, que se porta en la ropa, que Las categorías sintácticas de sujeto y predicado, obsérvese, no pertenecen a este ámbito funcional de definición, de modo que no interesan al análisis. Este análisis es aplicable a lenguas que no presen- tan sintaxis de sujeto y predicado en el tipo de afirmación que estudiamos. De algún modo, se implica acá, una lengua debe poder expresar una afirmación singular entre dos expresiones definidas, y debe poder distribuir las funciones de tópico y comentario en las partes involucradas. 169 RLA. Revista de Lingüística Teórica y Aplicada puede ensuciarse y ensuciar, etc., puede ser un complejo de sentido que resalte en el segundo contexto. La afirmación singular, en tanto dato con sentido, es un dato o verdad que se inscribe en una secuencia total que determina los sentidos que importan. De modo que el tipo de negación que habíamos visto, para retomar desde estas nuevas consideraciones un tema pendiente, si bien rechaza que haya identidad referencial entre los individuos referidos por el sujeto y el predicado, cumple asi- mismo la función de rechazar la inferencia completa que la afirmación del caso permite. Nos dice la afirmación: Usted puede inferir este complejo de sentido del predicado, dado este sujeto. Se lo garantiza la identidad referencial. La negación nos dice: Usted no puede inferir este complejo de sentido del predicado, dado este sujeto. No tiene la garantía de la identidad referencial. Pero otro tipo de negación puede no rechazar la identidad referencial y rechazar sin embargo la inferencia, no basándose en que no aplique esta garantía de identi- dad, sino en la diferencia de sentido entre las partes relacionadas (lo que, bajo la premisa del sentido como el modo de presentación, es un hecho indisputable en la proposición de la forma general a = b). Así, por ejemplo, una afirmación como “Fujimori no es el Presidente del Perú”, hecha mientras escribo estas líneas, puede expresar una verdad, aunque Fujimori, de hecho, es hoy por hoy el Presidente del Perú. Es decir, la garantía de identidad referencial no está en cuestión. La afirma- ción simplemente rechaza la pertinencia de la inferencia basada en esta garantía: al sostener que Fujimori no es el Presidente del Perú en un contexto como el de hoy, se afirma que no se pueden inferir ciertos sentidos de la expresión “el Presidente del Perú” a la persona de Fujimori: por ejemplo, el hecho de que el hombre no está en control político de lo que ocurre en su país, que no puede ejercer funciones presi- denciales básicas, que ha debido llamar a reelecciones presidenciales por una crisis nacional que lo supera, etc. De modo que la garantía de identidad referencial, si bien es una garantía que opera en el mecanismo descrito en un tipo de contexto, puede no operar en otro tipo de contexto, y activarse, en vez de ella, la garantía de no identidad de sentido entre las expresiones involucradas (garantía que surge del hecho de que las expresiones diferentes tienen sentidos diferentes). La negación puede basarse en esta garantía y afirmar que no se infieran ciertos sentidos del predicado al referente del sujeto. El contexto externo selecciona los sentidos imper- tinentes en una negación así. La negación afirma esa impertinencia. De modo que hemos visto tres garantías generales en la base de la estructura argumental esbozada. Los productos que el mecanismo arroja se oponen, al acti- varse una u otra de estas garantías: un producto nos genera una verdad del tipo “dado este término (sujeto) compute con los sentidos de este otro término (predi- cado), ya que se aplican al mismo referente”; otro produce una verdad del tipo “dado este término (sujeto), no infiera los sentidos de este otro (predicado), porque los individuos referidos son distintos”; y el otro produce una verdad del tipo “dado este 170
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