Dolores Campos-Herrer6 Q DOLORES CAMPOS-HERRERO Q GOBIERNO DE CANARIAS CONSEJER~AD E EMPLEO Y ASUNTOS SOCIALES INSTITUTO CANARIO DE LA MUJER O CENTRO DE LA CULTURA POPULAR CANARIA www.centrodelacultura.com Gran Canaria: 928 39 00 80 11 928 39 00 67 (fax) Tenerife: 922 82 78 00182 20 00 11 922 82 78 01 (fax) [email protected] Primera edición: Julio, 2004 Directora de Publicaciones: M. Carmen Otero Alonso Coordinación General: César Rodríguez Placeres Remedios Sosa Díaz - Corrección de pmebas: Ricardo A. Guerra Palmero Diseño de cubierta: Juan Angel Gutiérrez Castafieda 1 CCPC Ilustración de cubierta: Augusto Vives Maquetación: Juan Ángel GutiBrrez Castaííeda Impresión: LITOGRAFÍA A. ROMERO, S. L. Polígono Industrial "Valle de Gtiimar" Manzana 111. parcela 20 Arafo - ene en fe ISBN: 84-7926-466-7 Dep6sito Legal: TP. 1.156-2004 Reservados todos tos derechos. Ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden reproducirse, regis- o transrnitirse, por un sistema de recuperación de informa- ción, en ninguna h a mpo r nhgúomedio, sea electróuico, mecánico, fotoquimico, magnético, electreóptico o informitico, por fotocopia, grabación o cualquier otro, sin permiso previo por escntode la editoriah Los editores no comparten necesaria- mente las opiniones, criterios ..., expresados en las páginas de este libro por la autora. El hombre es un Dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona. Holderlin a D E La verdad es que soy la única de 3 todo este mundo a la que le pasan - 0 las cosas más horrendas. m O a, Dorothy Parker Está mal que yo lo diga, pero las descripciones y los hechos que a continuación se relatan son htoú nicamente de la imaginación de la autora. a Y está mal porque no otra cosa se espera de aquel que hace E de la escritura su oficio, su estilo de vida. Que invente, después de observar. 3 - Que invente un poco, aun cuando pretenda ser naturalista; aun 0m O cuando su propósito sea tomar fidedignas notas de la vida, de la 4 calle, del comportamiento de los hombres y de sus avatares. n Lamento, sin embargo, decir que cualquier parecido con la realidad no es en este caso pura coincidencia. Es que, amigos míos, = la realidad es muy rara. Om La audacia de una servidora no tiene, pues, que ver con los parecidos ni con los fhtos de la fantasía, sino con los propósitos, con la ambición que me llevó hacia estos textos. n Moro aquellos siglos felices en los que era posible dominar O O todos los saberes. Catalogar cuanta criatura y especie vegetal anda- ba entre cielo y tierra. Me siento deudora de Plinio el Viejo, de Italo Calvino, de Álvaro Cunqueiro y de Joan Perucho; de Cortázar y Borges; de Cees Nooteboom y de un larguísimo etcétera. Es éste un bestiario doméstico muy particular, a medio camino entre la invención, la charlatanería, el divertimento y el relato. Otra cosa: observará el lector mi inveterada costumbre de uti- lizar el yo. En esta manía, poco hay de biográfico y mucho de perseguir un tono cálido, cómplice, cercano. Se trata de una convención literaria común, tópica donde las haya. Debo desmentir, pues, antes que nada, y no crean que no lo lamento, que me pasen a mí tantas cosas, tan extrañas y tan variadas. En fin, la vida que me ha tocado en suerte es sosegada; sin grandes sobresaltos, sin más infrecuentes aventuras que las que la imaginación me brinda. Me disculpo por el " yo ilusorio y por un viejo mamotreto " que me encontré en un altillo. No para otra cosa sirven estas peculia- . res zonas de una casa.. a No sé de dónde vino ni cuál será su destino último. E Naturalmente, lo guardo, como oro en paño, por si vienen $ tiempos dificiles. -em A nadie se le escapa que se come muy mal de la literatura. O 4 LA POESÍA DE LOS FOGONES Subí esta maiíana a la azotea. M,e n un cuarti- llo oscuro, tengo un desván. Ya saben como suelen ser . esos lugares.. Entras y te recorre el cuerpo, un escalofrio salino. Hueles a humedad y abandono y siempre avanzas con el temor de no saber con que adversarios te pue- des tropezar. No estas en tu medio, el factor sorpresa juega en tu contra y sabes que, en sitios así, abundan bestias minúsculas capaces de cualquier insidia. Llegué hasta allí para dejar que dos objetos dur- mieran el sueño de los justos: un atizador que me re- galaron (y que naturalmente no me sirve para nada) y una maleta astrosa que me da pena tirar. Cuando se me acostumbraron los ojos a lo oscu- ro, allí vi como siempre, modosamente enñlados, los libros de mi colección de Enyd Blyton. Me apeteció echarle un vistazo concreto a aquel que se titulaba El misterio de la cueva de los contraban- distas, pero me asustó pensar que, al abrirlo, de entre sus páginas me podía salir una raposa. Siempre imagino cosas así de los objetos olvida- dos. Deja de una vez a Los Cinco y a Los Siete Secretos, me estaba diciendo, ya es hora, cuando reparé en un tomazo que antes jamás había visto. "En el mundo de los fogones: Bestiario para an- dar por casa", leí. Nunca he sido demasiado sensible a la poesía de los fogones. Vaya, que no encuentro gran lirismo en el fuego lento ni en el batir de claras ni en la mayonesa que o se corta o no se corta. Comprenderán, sin embargo, que una cosa así, (semejante hallazgo) no me dejara fría. En cuanto le puse las manos encima, un montón de acaros saltaron sobre mí. No me vencerán -grité. También estornudé en abundancia. Dadas mis suspicacias a las bestias de la oscuri- dad, no debe extrañarles que agarrara aquel libraco monumental, cerrara de golpe y bajara a galope, esca- leras abajo. Bestiario pqa andar por casa -releí. . La oruga de los pensamientos vuL gares.. En esa fue en la primera bestia en la que fui a reparar. Aparecía mimosamente dibujada y era una larva de mariposa con forma de gusano que, según aquel manual, se te mete por la nariz cuando te pones a planchar. "Te suele trepar hasta el cerebro y te socava la seguridad siempre que, mientras estiras una manga y luego otra, piensas en tonterías tales como donde se comprara el carmín la bella Otero". El tomazo, como ven, era antiguo porque a mí, en tales trances, todo lo más me da por imaginar cuánto costará ponerse unos abultados labios mullidos como los de Esa Tal Herzigova.
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