Entre la casa y el ágora: género, espacio y poder en la polis griega Between house and agora: gender, space and power in the Greek polis Ma. Dolores Mirón Pérez Instituto de Estudios de la Mujer / Departamento de Prehistoria y Arqueología Universidad de Granada (España) Resumen: Se analiza y reflexiona en este trabajo acerca del modo en que la sociedad griega clásica organizó en sus espacios, material y simbólicamente, las diferencias y jerarquías de género, como parte esencial del sistema de la polis. Aunque la sociedad de la Grecia clásica estaba bien definida genéricamente, los espacios de género eran permeables y flexibles, debiendo distinguirse entre ideal y práctica social. En la vida real, las mujeres se movían por los espacios públicos; los hombres vivían y trabajaban en la casa; aunque no se movieron por los mismos espacios del mismo modo. Se estudian principalmente dos espacios: el masculino andron, situado dentro de la femenina casa; y la femenina fuente, ubicada en la masculina ágora. Su ubicación, su expresión física, el uso que se hizo de ellos y su simbología nos hablan del modo en que mujeres y hombres estaban en la sociedad, y manifiestan espacialmente las relaciones de género como relaciones de poder. Palabras claves: Género, espacio, poder, Grecia antigua. Abstract: The aim of this article is to analyse and reflect on the way how classical Greek society organised through spaces –material and symbolically–, gender differences and hierarchies, as an essential part of the system of the polis. Although genders in classical Greek society were well defined, gender spaces were permeable and flexible; thus we must separate ideal from social practice. In the real life women moved in public spaces; men lived and worked at home; but women and men were not in the same spaces in the same way. Two spaces are especially studied: the male andron in the female house, and the female fountain-house in the male agora. Their location, their physical appearance, their uses, and their symbols, speak to us about the way how were ENTRE LA CASA Y EL ÁGORA… women and men in the society, and reveal spatially the gender relations as relations of power. Key words: Gender, space, power, ancient Greece. Sumario: 1. Los espacios masculinos en la casa: el andron. 2. Los espacios femeninos en el ágora: la fuente. 3. Reflexiones finales. El modo en que cada sociedad usa, vive y piensa el espacio se inscribe, como parte inseparable e indispensable, en su sistema social, político, económico y cultural. Las diferentes instancias de relación social y estructuras de poder necesitan organizarse espacialmente, de manera material y simbólica. En este sentido, el género juega un papel esencial en la formación de los espacios, física y conceptualmente, como elemento fundamental de las identidades humanas, las relaciones sociales, y el entramado político, económico e ideológico (Foxhall y Neher, 2011:491). Las prácticas y las ideologías de género se manifiestan, pues, en espacios físicos y simbólicos, parte esencial e inseparable del modo físico y simbólico en que se organiza una sociedad. En este trabajo se pretende analizar y reflexionar sobre el modo en que la sociedad griega clásica organizó en sus espacios, material y simbólicamente, las diferencias y jerarquías de género, como parte esencial del sistema de la polis. El discurso griego acerca de la asignación de espacios según el sexo –mundo de dentro, mujeres; mundo de fuera, varones– se encontraba en la base de las conceptualizaciones en torno a los papeles, valores y actitudes de género, y de la justificación de la subordinación de las mujeres. Las dicotomías de género arraigaron tan poderosamente en el pensamiento de las sociedades llamadas Aoccidentales” que siguen, en mayor o menor medida, presentes en la actualidad: femenino/masculino, maternidad/política-guerra, naturaleza/cultura... Estas dicotomías estaban relacionadas entre sí, con las concepciones de lo femenino y lo masculino como eje, y los espacios de mujeres y hombres y el modo en que estaban en ellos. Es una idea presente en los mismos preliminares del mundo de la polis, como ya se observa en el siglo VIII a.C. en los poemas homéricos –bien recogiendo una tradición anterior, bien reflejando la sociedad de su tiempo–, donde la casa es el espacio propio de las mujeres, mientras 12 La Aljaba Segunda época, Volumen XVIII, 2014 Ma. Dolores Mirón Pérez que el de los hombres es el de la guerra y la política, es decir, el mundo exterior (Homero, Ilíada, 6,490-493; Odisea, 1,355-359; 21,35-353). En este sentido, las conceptualizaciones de género marcaban una división crucial entre los espacios domésticos, propios de las mujeres, y los espacios públicos, masculinos por definición. Estos espacios se expresaban especialmente en casa (oikos), ámbito “natural” de las mujeres, y plaza pública (agora), el ágora, donde residían las principales instituciones de poder masculino. Aunque el mundo de la polis no era unitario, como tampoco el de las mujeres dentro de ellas, y cada ciudad-estado podía expresarse espacialmente de acuerdo a las necesidades de sus diferentes relaciones sociales e instituciones públicas, esta básica división conceptual estaba arraigada en todas ellas, aun cuando se manifestase de maneras variadas1. La relación entre casa y ciudad era interdependiente, de modo que no era posible trazar una estricta línea divisoria entre lo que hoy en día llamamos “público” y “privado”. Como señala Aristóteles, la ciudad constituye una “comunidad de familias y aldeas para una vida perfecta y autosuficiente”, capaz de satisfacer mejor las necesidades personales y sociales, lo que supone la “vida feliz y buena” (Política, 1280b-1281a). Lejos de considerar polis y oikos como mundos independientes, la civilización griega, a la vez que separaba y definía claramente sus espacios y características, los articulaba estrechamente, de modo que no tenían sentido el uno sin el otro (cfr. Cohen, 1991; Humphreys, 1983:22-32). El pensamiento griego es ante todo dialéctico. Los elementos de una dicotomía –dentro/fuera, casa/ciudad, mujeres/hombres– se interrelacionan y se necesitan, a menudo se confunden y nunca son unidireccionales; se relacionan dialécticamente. Parafraseando un lema del feminismo de los años 70, en Grecia antigua “lo familiar es político”. Los espacios de género son permeables y flexibles, también en sociedades tan bien definidas genéricamente como la Grecia clásica. Aunque ambos interactúen, debe distinguirse entre ideal y práctica social. En la vida real, las mujeres se movían por los espacios públicos, incluida el ágora; los hombres vivían en la casa. Aunque no sólo importa dónde se está, sino cómo se está; porque mujeres y hombres no se movieron por los mismos espacios del mismo modo. En las 1 Ver, entre otros, Davidson, 2011; Mirón, 2002; Nevett, 2011; Picazo, 2008. La Aljaba Segunda época, Volumen XVIII, 2014 13 ENTRE LA CASA Y EL ÁGORA… ágoras de las ciudades griegas había un espacio conceptualmente asociado a las mujeres, la fuente; mientras que en la casa solía existir un ámbito propio de los hombres, el andron (de aner, andros = varón). Es en estos dos espacios sexuados donde incidirá especialmente este análisis. El lugar donde se ubicaban, su expresión física, el uso que se hizo de ellos y las metáforas con las que se pensaron, nos hablan del modo en que mujeres y hombres estaban en la sociedad, y manifiestan espacialmente las relaciones de género como relaciones de poder. 1. Los espacios masculinos en la casa: el andron El núcleo básico de la polis griega era, como he señalado, el oikos. Este término, que aquí he estado traduciendo por “casa”, definía un concepto más amplio, que englobaba vivienda, familia y propiedades, aunque también se empleaba para designar concretamente cada uno de estos tres componentes. En el seno del oikos se reproducía biológica y socialmente la ciudad, pero también era la unidad básica de actividad productiva, teniendo en cuenta que la vivienda era un espacio de producción –bien para el mercado, bien para consumo interno–, y que de las propiedades del campo se extraían principalmente los recursos que sostenían tanto al oikos como a la ciudad en su conjunto, en un sistema basado mayoritariamente, en lo socioeconómico pero también en lo político –un ciudadano se definía en su triple condición de guerrero, político y propietario agrícola– en la propiedad privada de la tierra. Así, la disciplina que trataba de la administración de la casa, la oikonomia, englobaba de manera inseparable sus aspectos, productivos, reproductivos y morales, entendiéndose en el pensamiento griego que la economía era ante todo la economía del oikos (Mirón, 2004). Como núcleo básico de producción y reproducción, el oikos podía definir la propia ordenación física de la ciudad. Más allá de que la polis fuese un conjunto de casas, en algunas de ellas, en particular las de nueva planta, como las colonias, la medida física de la casa definía también las medidas en que se ordenaba el núcleo urbano y el territorio. Por ejemplo, en la colonia de Selinunte, las investigaciones arqueológicas han descubierto que la medida de la parcela urbana (oikopedon) definía las dimensiones de la agrícola –correspondiente al 14 La Aljaba Segunda época, Volumen XVIII, 2014 Ma. Dolores Mirón Pérez tamaño de la manzana de casas–, e incluso el área del ágora2. Oikos y polis se definen mutuamente. Existe un paralelismo entre los componentes de la segunda (comunidad ciudadana, núcleo urbano, territorio) y los del primero (familia, casa, hacienda). En las relaciones de poder, si la política de la ciudad estaba dirigida por los ciudadanos –varones–, que tenían dominio sobre el resto de sus componentes – mujeres, extranjeros, esclavos–, a la cabeza de la casa se encontraba un ciudadano, que representaba a la misma ante la polis y tenía autoridad legal sobre su familia y sus esclavas/os (cfr. Westgate, 2007). En sus componentes humanos, el espacio físico de la casa estaba habitado por la familia y las esclavas y esclavos domésticos. La familia era normalmente de tipo nuclear –padre, madre, hijos e hijas–, aunque podían vivir en la casa la abuela y el abuelo paternos, las hermanas y hermanos del padre que aún no habían contraído matrimonio, y otros parientes y allegados acogidos de manera más o menos temporal. La casa griega de época clásica (siglos V-IV a.C.) era un espacio encerrado en sí mismo, normalmente con una sola puerta de acceso y pocas ventanas al exterior: de haberlas en la planta baja, era a altura suficiente como para no ser visto el interior desde la calle; respecto al piso superior, las fuentes literarias constatan la existencia de ventanas, e incluso balcones. Aunque los primeros ejemplares se remontan al siglo VIII a.C., coincidiendo con la emergencia de la polis, es en época clásica –momento de su máximo desarrollo– cuando se generaliza un modelo de vivienda articulada en torno a un patio (Westgate, 2007), corazón de la casa, y espacio para actividades religiosas, económicas, y relaciones sociales3. Constructivamente predominaba la pobreza de los materiales y las expresiones de riqueza –arquitectónicas y sobre todo elementos muebles, por lo general poco abundantes– se limitaban al interior de la casa, de modo que ésta tenía hacia el exterior una apariencia modesta, se tratase de viviendas de clases humildes o acomodadas, que tendían a convivir en los mismos barrios. Se ofrecía así una imagen de homogeneidad social –incluso cuando, a partir del 2 La misma ordenación se observa en otras colonias, como Megara Hiblea. Ver Mertens, 2010. 3 Sobre la casa griega de época clásica, ver fundamentalmente Antonaccio, 2000; Ault, 2000; Ault y Nevett, 1999; Hoepfner y Schwandner, 1994; Jameson, 1990; Mirón, 2005; Nevett, 1999; Walker, 1983. La Aljaba Segunda época, Volumen XVIII, 2014 15 ENTRE LA CASA Y EL ÁGORA… siglo IV a.C., al hilo de la profundización de las diferencias sociales, aumenten el tamaño y el adorno de algunas casas–, que se podría relacionar con el ideal de isonomia (igualdad ante la ley), ligado al concepto de ciudadanía propio del sistema de la polis (Westgate, 2007:237-240). En su interior, la casa contenía un número variable de estancias, organizadas en torno al patio, y cuya función concreta a menudo no es fácil de determinar, así como su asignación a mujeres o a hombres. Las fuentes literarias aluden con cierta frecuencia a los aposentos de las mujeres (gynaikonitis), una habitación o conjunto de habitaciones donde vivían las mujeres, y de los que se llega a decir que estaban guardados por gruesas puertas cerradas con cerrojo. También en la cerámica ática aparecen a menudo puertas en relación con escenas femeninas; es difícil discernir si se trataba de la puerta de la calle o de un aposento interior, contando además con la carga simbólica de las representaciones cerámicas. La arqueología, sin embargo, no confirma la presencia de los aposentos de las mujeres como espacio físico definido (Antonaccio, 2000; Mirón, 2005:354-357; Nevett, 1995). En algunas viviendas de mayor tamaño y adorno, a partir del siglo IV a.C., se observa una cierta separación de la casa en dos ámbitos, normalmente por unión con la vivienda vecina, uno más ricamente construido y adornado, más volcado a las relaciones con el exterior, y otro más modesto, destinado sobre todo a actividades de trabajo y tal vez a dormitorios (Nevett, 1999:109-114). Pero no es posible identificar este último con la gynaikonitis. Se ha señalado que el mencionado diseño de casa cerrada en torno a un patio, vinculado al concepto de ciudadanía en el sistema de la polis, respondería, entre otras, a la necesidad de asegurar la castidad femenina y, por tanto, la transmisión legítima del estatus de ciudadano, siendo las mujeres guardadas de este modo de la visión de hombres extraños (Nevett 1999:68-74). Así que se podría hablar mejor de la casa como espacio eminentemente femenino, separado del mundo exterior de los hombres. Pero éstos también necesitan techo, vivir en algún lado, por más que se afirme un “hombre de bien” pasa poco tiempo en casa (Jenofonte, Económico, 7,2-3). En primer lugar, los hombres necesitan dormir bajo techo. Arqueológicamente ha sido imposible hasta ahora identificar dormitorios, tal vez porque los elementos del mobiliario que podrían 16 La Aljaba Segunda época, Volumen XVIII, 2014 Ma. Dolores Mirón Pérez indicarlos estaban fabricados con materiales perecederos, aparte de que podía tratarse de espacios polivalentes; tal vez porque seguramente se hallaban en la planta superior, de haberla, de la que no nos queda en ningún caso restos. La literatura menciona especialmente el tálamo, dormitorio conyugal y lugar fundamental de relación entre el señor y la señora de la casa. Se ubicaba literariamente en la zona más privada de la vivienda, y en él tenía lugar el objetivo fundamental del oikos: la procreación de hijos. Se consideraba el espacio más sagrado de la casa y más digno de preservación (Mirón, 2005:354). Aunque era un espacio mixto, se asociaba literaria e iconográficamente a la señora de la casa, quizá por era ahí donde toda esposa e hija de ciudadanos cumplía su función primordial en la polis: darle hijos. La casa griega, rural o urbana, era también un lugar de trabajo, incluidas labores de producción. Dentro se ubicaban talleres artesanales y espacios de almacenamiento y transformación de materias primas (Ault, 1994; Cahill, 2002; Nevett, 1999; Thompson y Wycherley, 1972:173-185). Arqueológicamente se han podido identificar espacios como la cocina, despensas, almacenes, talleres y tiendas. Son abundantes los testimonios de trabajos femeninos, como la elaboración del vestido o la transformación de alimentos – singularmente la molienda de grano y la elaboración del pan–; pero también de trabajos de transformación agrícola que se suelen asignar a hombres –prensas para el aceite y lagares para el vino– y artesanales, como fabricación de terracotas, tallado de mármoles, metalurgia, etc. Tiendas y talleres podían estar conectados o no con el interior de la casa; pero lo que cabe destacar es que la mayoría de vestigios de actividades artesanales se encuentran dentro del área de vivienda, sin que haya una clara división entre espacios productivos de hombres y mujeres. De hecho, se observa ante todo flexibilidad en el uso de los espacios, y un desplazamiento temporal de actividades dentro de la casa en función de circunstancias particulares o factores climatológicos (Foxhall, 2000). Por ejemplo, no puede ser casual la coincidencia entre la alta concentración de actividades en el pórtico del patio en las casas de Olinto y el hecho de que la ciudad fuese destruida en pleno verano. Predominan, pues, los espacios polivalentes, usados para una amplia gama de actividades, considerando también que las casas no eran muy grandes y las actividades muchas, y era difícil establecer separaciones estrictas (Nevett, 2010:16-20). La Aljaba Segunda época, Volumen XVIII, 2014 17 ENTRE LA CASA Y EL ÁGORA… Por otro lado, la idea de que el ciudadano de bien pasa poco tiempo dentro de casa tiene más que ver con la expresión de un ideal aristocrático que con la vida cotidiana de los hombres de clases sociales menos acomodadas. Así, el trabajo artesanal, sedentario y realizado dentro de la casa, fue considerado por algunos autores afeminado Älos zapateros tenían fama de tener la piel blanca como las mujeres (Aristófanes, Asamblea, 386)Ä y debilitador del cuerpo y del carácter (Jenofonte, Económico, 4,2-3). En realidad, aparte de la cocina4, el único espacio particular asignado a un género determinado que ha podido ser constatado por la arqueología, es el andron, la sala de reunión de los hombres, donde tenía lugar el symposium, una de las instituciones más singulares de la masculinidad griega. Los symposia eran reuniones nocturnas, donde los hombres, echados en lechos, bebían vino, comían, conversaban sobre diversos asuntos, se divertían y se relacionaban entre sí. El symposium ha sido reflejado en incontables ocasiones en la literatura y las decoraciones cerámicas griegas, con lo que contamos con suficiente información como para identificar arqueológicamente el espacio donde tenía lugar5. La ciudad que nos ha proporcionado los más numerosos y mejores ejemplos de andrones es Olinto, en la península de Calcídica, cuyas casas –o al menos sus muros inferiores– han sido bien preservadas, gracias a que, tras su destrucción en 348 a.C. por Filipo II de Macedonia, no volvió a ser ocupada. El andron típico de Olinto (Cahill, 2002; Robinson y Graham, 1938:171-185) consiste en una habitación cuadrada, de paredes pintadas, bordeada por una plataforma de cemento con capacidad para colocar sobre ella entre tres y nueve lechos; el centro de la estancia suele estar dotado de algún sistema de drenaje y de un pavimento impermeable, que puede consistir en un cementado, un empedrado y a menudo en mosaicos. Está precedido por una antecámara, también decorada con pinturas y a veces con mosaicos, con la puerta orientada de tal forma que es 4 La consideración de la cocina como espacio femenino debe matizarse. Aunque las tareas culinarias estaban asociadas a las mujeres, era frecuente la presencia de hombres e incluso la implicación a veces de los mismos en este tipo de actividades. Además, podía ser un espacio polivalente, que, entre otras cosas, incluía el baño. 5 Sobre el symposium, ver entre otros, Murray (ed,), 1990; Schmitt-Pantel, 1997. Sobre el andron, especialmente, Nevett, 2010:43-62. 18 La Aljaba Segunda época, Volumen XVIII, 2014 Ma. Dolores Mirón Pérez imposible ver el resto de la casa desde el interior del andron. De este modo se preservaba la intimidad del resto de la casa cuando había visita, teniendo en cuenta que en Olinto, aunque en algún caso el acceso al andron se hacía desde el vestíbulo mismo, lo habitual era que se hallara en el patio. No era la única función de la antecámara. En la Casa de los Muchos Colores (Cahill, 2002; Robinson, 1946:183-206) se halló en este espacio un grupo de clavos decorativos de bronce a los que estaban adheridos restos de madera quemada, además de platos y fragmentos de una crátera –vaso donde se mezclaba el vino con agua y objeto protagonista en todo symposium–, por lo que podríamos hallarnos ante los restos de un mueble donde se guardaba el equipamiento para el simposio. Esta tipología del andron con plataforma para los lechos fue típica de época clásica, haciendo su aparición en el siglo V a.C. Además de Olinto, se reproduce en numerosos lugares de Grecia, aunque puede variar de tamaño, forma o ubicación (Ault, 2000:487- 488; Nevett, 1999). Por ejemplo en la casa 7 de Halieis (Ault, 1994:88), en el Peloponeso, además de estar el andron provisto de antecámara, su acceso, aunque en el patio, se hallaba junto a la puerta de entrada. En la Casa Central, en la ladera noreste del Areópago, en Atenas, especialmente grande y datada en el siglo IV a.C. (Nevett, 1999:90-91), el andron estaba en el patio, aunque cerca de la entrada, pero carecía de antecámara. Un ejemplo particular lo hallamos en la llamada Casa de los Mosaicos en Eretria (Eubea), que contaba con dos patios –fruto tal vez de la unión de dos casas–, que señalaban dos áreas arquitectónicamente diferenciadas (Nevett, 1999:108-112). El patio oeste consistía en un peristilo6 y contaba al menos con tres andrones, adornados con ricos mosaicos. El segundo patio era más sencillo, aunque algunas habitaciones estaban empedradas y pintadas, y pudo estar ocupado por un jardín. Podría pensarse que nos hallamos ante la constatación arqueológica de la existencia de la gynaikonitis, pero más que de separación entre hombres y mujeres, cabría hablar de separación entre zona de recepción de invitados –una actividad que debió de tener especial interés para los habitantes de la casa– y la zona tal vez de habitación y trabajo. Por otro lado, esta casa es expresión de 6 Patio rodeado en todos sus lados por un pórtico con columnas. La Aljaba Segunda época, Volumen XVIII, 2014 19 ENTRE LA CASA Y EL ÁGORA… la tendencia, a partir de s. IV a.C., a hacer mayor despliegue de riqueza dentro de algunas casas, y a separar entre dos espacios domésticos, tendencia que se relaciona con una aumento de las diferencias sociales, manifestada sobre todo en el incremento espectacular de la riqueza de las clases altas. Llama la atención el hecho de que al andron se accediera desde el interior de la casa, por lo general desde el patio, e incluso atravesándolo, aunque no había que internarse en otras habitaciones. El patio era precisamente otro de los ámbitos más decorados de la casa, con pinturas parietales y elementos arquitectónicos, de modo que compartía con el andron un carácter “público” dentro del espacio doméstico. Y, sin embargo, era también un lugar de almacenamiento y donde las mujeres tenían a menudo sus telares, solían moler el grano e incluso podían cocinar en él, sobre todo en verano, de modo que el visitante debía pasar –o al menos vislumbrar– el centro de las actividades domésticas. Dado que las fuentes literarias insisten en que las mujeres honestas deben guardarse de la presencia de extraños y desde luego les estaba vetada su asistencia a los symposia7, se debieron articular diversos mecanismos para evitar encuentros incómodos (Nevett, 1995), como la existencia de la antecámara y el cierre de la puerta del andron, o incluso el cese temporal de la actividad en el patio. Después de todo, un symposium no era algo que se celebrara todos los días. Tampoco constituía el andron un espacio mayoritariamente presente en las casas griegas, ni siquiera en Olinto, ni necesariamente en las de mayor tamaño. Son más las casas cuya presencia no se constata materialmente, y son más propios de las viviendas urbanas que de las rurales, aunque en éstas también puede aparecer de forma ocasional (Nevett, 2010:55-57). La ausencia de restos arqueológicos del andron podría señalar una polivalencia de los espacios: el symposium podría celebrarse en cualquier lugar de la casa. De hecho, en Olinto se ha hallado más cerámica propia del simposio en casas sin andron, lo que tal vez puede indicar asimismo que la vajilla empleada en las casas más acomodadas era de metal –bronce, plata e incluso oro–, más difícil de ser preservado, sobre todo si la ciudad fue saqueada (Cahill, 7 Otras mujeres no sólo podían asistir al simposio, sino que eran requeridas para amenizar la velada, como prostitutas y flautistas, al servicio del placer de los hombres. 20 La Aljaba Segunda época, Volumen XVIII, 2014
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