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El último adiós desde Granada (B1) PDF

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ú l t i m o a d i ó s E l G d e s d e r a n a d a Mario Martín Gijón Compact Verlag Capítulo 1: Una agradable coincidencia El avión desciende suavemente sobre la pista de aterrizaje. Los pasa­ jeros se desabrochan los cinturones, toman su equipaje de mano y se dirigen hacia las puertas. Una sonriente azafata, junto a la puerta de salida, despide a los viajeros. Nada más salir, el comisario García per­ cibe la diferencia de clima respecto a Barcelona: aquí el sol brilla con fuerza y tiene que quitarse la chaqueta. García observa a las personas que han viajado con él en el avión: la mayoría son turistas, llevan pan­ talones cortos, gafas de sol e incluso sandalias. Es normal: es verano y Granada está a pocos kilómetros de la costa. Cuando las puertas del avión se abren, los pasajeros se apresuran hacia la sala de recogida de equipaje del aeropuerto Federico García Lorca de Granada. “¿Para qué tanta prisa?”, se pregunta el comisario, “al fin y al cabo las male­ tas van a tardar todavía en llegar” piensa, y sonríe, mirando a una mujer rubia que anda muy rápido, casi corriendo. Esa forma de andar... le recuerda a alguien... pero no puede ser. Ya en la sala de recogida de equipajes, el comisario observa a la misma mujer, que espera junto a la cinta por la que deben salir las maletas. Sí, no hay duda, es la comisaria Beate Schramm. Ella y él son viejos conocidos, han trabajado en equipo en la investigación de varios casos, y sin su ayuda no habría podido resolver el caso del caballero negro o el del monje misterioso. A García le extraña que “Bea”, como a él le gusta llamarla, haya llegado a España sin decir­ le nada, pues normalmente ella vive en Hamburgo. Se acerca por detrás y le pone la mano en el hombro: -¡Hola, Bea! ¿Por qué no me has avisado que venías a España? Bea casi salta por la sorpresa: -¡Comisario García! ¡Qué alegría! Bea prefiere mantener las distancias y por eso llama de usted al comisario, mientras el la tutea. 5 Ambos se dan un efusivo abrazo. -¿Por qué no me avisaste, Bea? -Quería decírselo -contesta ella-. De hecho, pensaba darle una sorpresa y tomé un vuelo de Hamburgo a Granada con escala en Barcelona. Cuando llegué a Barcelona le llamé por teléfono a la comisaría, pero me dijeron que usted se había ido a Granada. -¿Y me seguiste hasta aquí? Bea reflexiona, por un momento piensa decir “sí” y gastar una broma al comisario, pero prefiere contestar la verdad: -No. Yo tenía que venir a Granada de todos modos. Hice escala en Barcelona porque el billete era igual de caro y pensé que así podría­ mos vernos. Por eso la sorprendida fui yo, cuando supe que usted venía también a esta ciudad. -¿Y por qué tenías que venir a Granada? -Se trata de la desaparición de una chica alemana, Katia, de 17 años. -¿Un secuestro? -No se sabe aún, pero no lo parece. Katia vino a Granada para estu­ diar español durante dos meses en una escuela de idiomas. Poco antes de terminar su estancia aquí sus padres recibieron una carta, en la que les decía que había encontrado una “nueva familia”, que real­ mente la quería y entendía. Sus padres no lo entienden. Katia nunca les había hablado así. Intentaron hablar con ella, pero el móvil de Katia estaba apagado. Entonces se pusieron en contacto con la poli­ cía de Hamburgo. Pensaron que yo, por haber resuelto casos en España, era la más adecuada para encargarme del caso. -Sin duda lo eres. No parece un secuestro, por lo que me has con­ tado. Quizás es sólo un acto de rebeldía de una adolescente y vuelva a Alemania cuando se le acabe el dinero. -Es posible. De todos modos, en la carta hay cosas muy extrañas, como esa “nueva familia” que no sabemos a qué se pueden referir. Pero, a todo esto, ¡creo que ésa es mi maleta! 6 Bea señala a una maleta que se aleja fuera de su alcance. García rápidamente la agarra y la deja en el suelo a los pies de Beate, que se lo agradece: -Muchas gracias, García, no recordaba que tuviera usted tan buenos reflejos. De no haber sido por usted tendría que haber esperado aún más tiempo. García va a contestar algo, pero en ese momento ve su maleta y se apresura a cogerla: -Bueno, ya tenemos los dos nuestro equipaje. Si quieres podemos ir juntos a Granada. -¡Con mucho gusto, García! Todavía me tiene que decir qué le ha traído a usted a esta ciudad. -Sí, ahora te lo cuento, mientras vamos de camino. Supongo que no has leído la prensa española, pues de lo contrario ya sabrías de qué se trata. -Pues no, llegué directamente de Hamburgo a Barcelona y poco des­ pués tomé el avión a Granada. No tuve tiempo de leer la prensa... -Pues espera un momento -dice García, y entra en un puesto de periódicos en el aeropuerto. Bea echa un vistazo al escaparate: revistas de moda, revistas del corazón, tebeos, prensa deportiva, periódicos extranjeros... Poco después, García sale con un periódico que le entrega a Bea y le seña­ la un titular: “Sorprendente robo de una valiosa obra de arte”. Bea lee el artículo. Se trata del robo de una de las famosas estatuas de la fuente del Patio de los Leones, en el Palacio de la Alhambra, realiza­ da en el siglo XIV y una de las pocas estatuas de animales del arte musulmán. La estatua había sido trasladada a un taller para su reparación. Una mañana, al llegar al taller las personas que la estaban reparando, lo encontraron vacio. La estatua había desaparecido. -¡Qué extraño! ¿Hay alguna pista sobre quién puede ser el ladrón? 7 -No, Bea, no hay ninguna pista. De todos modos tengo una cita con el comisario de policía de Granada dentro de dos horas. Él me infor­ mará de todos los detalles. Pero quizás podamos tomar algo hasta esa hora, para celebrar tu regreso a España... -No sería mala idea, si no fuera porque yo tengo una cita dentro de media hora con los profesores de la escuela donde estudiaba Katia. Aunque, si tiene tiempo, puede acompañarme. -Sí, claro. Me interesa ver cómo trabajas sin mi ayuda... -dice García, sonriendo. García y Bea se dirigen a la salida del aeropuerto y se acercan a un coche blanco con el letrero de “taxi”. Rápidamente, el taxista sale del coche y ayuda a Bea con su maleta. -¿Adonde les llevo? -A la escuela de idiomas Alpujarra, por favor. -Ah, sí, junto a la Plaza de la Trinidad, ¿verdad, señorita? -pregunta el taxista. Bea saca de su bolso un mapa que imprimió de internet y, tras mirar un momento, le confirma al taxista: -Sí, así es. El aeropuerto de Granada está a varios kilómetros de la ciudad. El comisario García contempla el paisaje de la Vega de Granada, una rica zona agrícola en el valle del río Genil, donde se cultivan es­ párragos, hortalizas, maíz y árboles frutales. -Oye, Bea, ¿conoces al poeta Federico García Lorca? Bea sonríe y contesta: -Pues pensaba que se trataba del arquitecto que había construido el aeropuerto... Bea no puede evitar reír a carcajadas cuando ve la cara de García, con la boca abierta y los ojos como platos por la sorpresa. -Comisario, ¿me cree usted tonta? Ya sé que es uno de los mejores poetas de la literatura española, y que nació en Granada. 8 -Menos mal... -dice García, suspirando con alivio-. Te lo pregunta­ ba porque al ver estos campos con los árboles frutales, el río Genil, los cortijos con caballos... me recuerdan al Romancero gitano de Lorca, pero también pienso que él fue asesinado en algún lugar de este paisaje maravilloso... -¿Pretende usted resolver también ese caso, comisario? García prefiere no hacer caso del comentario irónico de Bea: -No. Ahora es otro caso el que me ocupa. Pero siempre me ha lla­ mado la atención la historia de García Lorca: un hombre tan alegre, que cantaba, tocaba el piano y la guitarra, al que le gustaba el cante flamenco y que tenía muchísimos amigos, pero cuyos poemas casi siempre tratan sobre la muerte, muertes trágicas de gitanos y gitanas o el presentimiento de la suya propia... Bea escucha interesada: -Quizás era tan alegre y sociable porque necesitaba la compañía y el cariño de la gente para no pensar en cosas amargas... -Es posible, pero a veces me pregunto si no hay personas con un des­ tino trágico... Pocos días antes de la guerra civil, cuando en España casi todos sabían lo que iba a suceder, Federico, en lugar de quedar­ se en Madrid, donde tenía muchos amigos que podían protegerle, tomó el tren a Granada, donde tenía enemigos peligrosos por haber criticado en sus poemas a los guardias civiles y a los terra­ tenientes... -Comisario, me sorprende que usted crea en cosas como el destino. Algunas personas se niegan a ver el peligro, temen enfrentarse con la realidad y no creen que les pueda pasar nada malo... García Lorca quizás no quería creer que iba a haber una guerra civil y pensaba que en Granada podría pasar unos días de vacaciones tranquilas, como cuando era niño. -Quizás tienes razón, Bea, pero temo que nunca vamos a solucionar esta pregunta... Por cierto, ¿has leído alguno de sus poemas? 9 -La verdad es que no. Hasta ahora no he leído ninguno de sus libros. -¡Pues hágalo usted, señorita! ¡Es el mejor poeta del mundo! García y Bea miran sorprendidos al taxista, que se disculpa: -Perdonen que escuchara su conversación, pero me parecía muy interesante... -¿Lee usted mucha poesía? -Mmmm... la verdad es que no, señor, pero a Lorca lo hemos leído todos, ¿no? Aunque sea en el instituto... Pero miren, ya hemos llega­ do. Ésta es la Plaza Trinidad. La escuela de idiomas Alpujarra es ese edificio con las banderas de España y de la Unión Europea. -¡Oh, qué rápido! Con la conversación se ha hecho corto el trayecto. -Claro que sí, señorita. Voy a aparcar enfrente. Por cierto, me llamo Antonio, Antonio Martín. Encantado de conocerles, y que disfruten ustedes de su estancia en Granada. García quiere pagar la cuenta, pero Bea insiste para que paguen cada uno la mitad. Tras despedirse del taxista se dirigen hacia la escuela. En el patio los profesores están esperando a Bea, y se sorprenden al ver que no llega sola, pero contestan muy amablemente a sus preguntas. José Antonio Jiménez, director de la escuela, les cuenta que Katia era una chica muy estudiosa y que había aprendido español con mucha facilidad. Sin embargo era algo tímida, y apenas hablaba con sus compañeros y compañeras de clase. Tanto el señor Jiménez como el resto de profesores están muy preocupados por la desapari­ ción de Katia. -Es una desgracia, todos esperamos que no le haya pasado nada malo... Nuestra escuela tiene mucho prestigio en el extranjero, y una noticia así nos perjudica -explica el señor Jiménez. A Bea este comentario le parece algo cínico, pero prefiere ignorarlo y pregunta si podría hablar con alguna de las compañeras de clase de Katia. El señor Jiménez acepta y, poco después, los lleva al patio de la escuela, donde esperan tres chicas: 10 -Les presento a Chiara, Betty y Héléne. Eran compañeras de clase de Katia. Chicas, os presento a la comisaria Beate Schramm. Ella investiga la desaparición de Katia. Y este señor es... perdone, ¿cómo se llamaba usted? -José García, ayudante de Bea... de la comisaria Beate Schramm -se apresura a contestar el comisario. Chiara, estudiante italiana, Betty, irlandesa, y Héléne, belga, saludan a Bea y García. Parecen algo impresionadas por la situación, y Bea intenta tranquilizarlas: -Ante todo, quiero deciros que no os preocupéis. No hay ninguna pista que indique que a Katia le haya pasado algo malo. Quizás huyó voluntariamente. Por eso, me gustaría saber qué podéis decirme sobre el comportamiento de Katia, si notásteis algo raro... Héléne se decide a contestar la primera: -No la conocíamos mucho. Ella no hablaba con nadie. -¿Era muy tímida? -Creo que sí -responde Héléne-. O quizás no nos encontraba sim­ páticas... Betty, una chica con melena pelirroja y pecas, no está de acuerdo con Héléne: -No era tímida... Ella me dijo que había venido a aprender español, y que primero era el deber y luego el placer... Por eso no quería venir a las fiestas de la escuela. “Vaya, esa manera de pensar me resulta familiar”, piensa García mientras mira a Bea, pero prefiere no decir nada. Entonces Chiara toma la palabra: -Betty tiene razón. Ella sólo hablaba con españoles. Cuando estaba con gente de Granada no era tan tímida...Yo la vi alguna noche rien­ do y hablando muy alegre... -Eso es interesante. ¿Conocéis a algún amigo o amiga de Katia fuera de la escuela de idiomas? Chiara piensa un momento, intentando recordar: -No, creo que no... ¡Ah, sí! Una vez la vi con un chico que la lleva­ ba de la mano, creo que era español, pero ella no me dijo nada y yo no sé quién era él. Bea toma notas sobre lo que dicen las chicas y les agradece su ayuda. García empieza a impacientarse, pues tiene una cita con el jefe de la policía municipal de Granada, que le espera cerca de la Alhambra. García entonces mira el reloj y descubre que es más tarde de lo que creía. Como excusa para irse, dice que tiene que asistir a una visita guiada en la Alhambra y que va a llegar tarde. Disculpad, pero tengo que irme a una visita guiada en la Alhambra. Ya llego tarde, y me han dicho que siempre hay colas. Entonces una voz interrumpe de repente a García: -¿Puedo ir con usted? Quien pregunta es un hombre alto, rubio y de unos 50 años, que habla con ligero acento británico. García y Bea, que no se habían dado cuenta de que alguien les esta­ ba escuchando, le miran sorprendidos. -Disculpen que no me haya presentado antes. Soy Henry Williams, profesor de la escuela. Me ocupo de los estudiantes anglosajones que todavía saben poco español. Me gustaría acompañarles a la Alhambra. García le mira con desconfianza y pregunta: -¿No conoce usted aún la Alhambra, viviendo en Granada? -Claro que la conozco, pero nunca me canso de contemplar esa maravilla. Siempre descubro algo nuevo, un detalle lleno de belle­ za... Pero si le molesto, no quiero insistir... Entonces interviene Bea: -García, creo que puede venir con nosotros... Yo ya no necesito estar más tiempo en la escuela, y me gustaría ir a la Alhambra. Si tenemos un guía, aún mejor. 12 García, aunque no está muy convencido, acepta, y salen los tres jun­ tos de la escuela. Übung I: Kreuzen Sie die richtige Variante an! 1. El comisario García y la comisaria Beate Schramm se encuentran... a) en el centro de Granada. 11 b) en el aeropuerto de Granada. j j c) en el aeropuerto de Barcelona. i j 2. Beate Schramm ha venido a Granada... a) para investigar la desaparición de una estudiante alemana. [ ] b) para visitar a García. í 1 c) para investigar la desaparición de una estatua. J j 3. El comisario García ha de resolver el caso de la desaparición... a) de una estudiante alemana. i b) de un profesor inglés. c) de una estatua famosa. 4. Katia estaba haciendo... a) una visita guiada. j j b) un curso de español. i j c) un curso de baile flamenco. ; j 5. Henry Williams es un profesor en la escuela de idiomas... a) Albaicín. j i b) Alhambra. 1 j c) Alpujarra. j>ó]

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