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El rol del capital social en los procesos de desarrollo local. Límites y alcance en grupos indígenas PDF

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Economía, Sociedad y Territorio ISSN: 1405-8421 [email protected] El Colegio Mexiquense, A.C. México Mota Díaz, Laura; Sandoval Forero, Eduardo A. El rol del capital social en los procesos de desarrollo local. Límites y alcance en grupos indígenas Economía, Sociedad y Territorio, vol. V, núm. 20, enero-abril, 2006, pp. 781-819 El Colegio Mexiquense, A.C. Toluca, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=11102005 Cómo citar el artículo Número completo Sistema de Información Científica Más información del artículo Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Página de la revista en redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto EconomEíac, oSnoocimedíaad, Syo Tceierdriatodr iyo ,T evrorli.t Vo,r inoú,m v.o 2l.0 V, ,2 n0ú0m6,. 72801,- 8210906, 781-819 781 El rol del capital social en los procesos de desarrollo local. Límites y alcance en grupos indígenas LAURA MOTA DÍAZ EDUARDO A. SANDOVAL FORERO* Abstract There is the idea – encouraged by international organisations and the State – that the social capital contributes to the strengthening of democracy, equality, participation culture and therefore, development. Nevertheless, it is necessary to ponder the concept of indigenous social capital which embraces three elements: a) the capacity of economical and cultural sur- vival, b) the possibility of establishing an organisation structure, fighting mechanisms, resistance and adjustment to a society and to a national project in a situation of subordination and high vulnerability; and c) the effects that the hegemonic structures have on the weakening of the indige- nous social capital and its transformation into new expressions of social capital or even its loss and absence. Keywords: social capital, local development, poverty, social policy, indi- genous population. Resumen Hay una idea, promovida por los organismos internacionales y el Es- tado, en torno a que el capital social contribuirá al fortalecimiento de la democracia, a la equidad, a la cultura de participación y, consiguien- temente, al desarrollo. No obstante, es necesario detenernos en la noción de capital social indígena, que pasa por tres elementos: a) la capacidad para sobrevivir económica y culturalmente; b) la posibili- dad de conformar organización, mecanismos de lucha, resistencia y ajuste a una sociedad y a un proyecto nacional, en medio de una relación de subordinación y vulnerabilidad alta, y c) los efectos que las estructuras hegemónicas tienen en el debilitamiento del capital social indígena y su transformación en nuevas expresiones de capital social o incluso en su pérdida y ausencia. Palabras clave: capital social, desarrollo local, pobreza, política social, población indígena. * Centro de Investigación en Ciencias Políticas y Administración Pública, Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública, Universidad Autónoma del Estado de México. Correos-e: [email protected] y [email protected]. 782 Mota, L. y E. Sandoval: El rol del capital social... Introducción Desde los años ochenta, en toda América Latina se han implan- tado diversas reformas tendentes a conciliar el desarrollo econó- mico con el desarrollo social. Las reflexiones más frecuentes que anteceden a este proceso se sitúan en el origen de los problemas de gobernabilidad, en la propia complejidad del ejercicio de un poder omnipresente, pero también, y fundamentalmente, en la falta de legitimidad que implica, de cara a los ciudadanos, la in- capacidad para llevar a buen término los programas políticos y para propiciar un crecimiento económico y por tanto el bienes- tar de la sociedad. En este proceso, diversas han sido las fórmu- las aplicadas, sin que ello contribuya a aminorar los fenómenos de pobreza, marginación, desigualdad y exclusión que afectan a una gran parte de los habitantes de la región. Las llamadas reformas de primera generación, cuyo origen se derivó del Consenso de Washington, y que se sintetizaron como menos Estado y más mercado, se orientaron fundamentalmente a la apertura y estabilización económica, como respuesta a las condiciones impuestas por la globalización económica y finan- ciera. Mientras tanto, en el ámbito de la función del Estado, se orientaron a la reducción del aparato burocrático. En su desarrollo, dichas reformas mostraron su ineficiencia para lograr –como se esperaba– una reducción significativa de la pobreza, y en forma casi automática, una mejora en la distribu- ción del ingreso; tampoco dieron respuesta al problema central de cómo generar en el Estado una nueva institucionalidad que promoviera la mayor equidad y el desarrollo democrático. Fue entonces cuando se plantearon las reformas de segunda gene- ración, que, en esencia, se orientaron a la redefinición de la rela- ción Estado-sociedad con el objetivo de establecer condiciones de gobernabilidad democrática que garantizaran la relegitima- ción del Estado como un medio para superar la crisis social. Tales reformas se encaminaron a la promoción de la descen- tralización, la participación y el control ciudadano sobre la ges- tión de los gobiernos, de acuerdo con diversos objetivos, entre ellos: lograr un crecimiento económico sostenido, reducir los niveles de pobreza, mejorar el desempeño de las instituciones, reformar el sistema de justicia, así como los de salud y educa- ción, y recuperar la importancia de los espacios locales. En este contexto, el debate de los años noventa sobre el desa- rrollo –concebido a partir de entonces como desarrollo humano– Economía, Sociedad y Territorio, vol. V, núm. 20, 2006, 781-819 783 puso énfasis en los recursos humanos y en los procesos políticos y sociales que se construyen a su alrededor, a partir del postulado de que los seres humanos no son sólo un medio del desarrollo sino su fin último. En tanto, la corriente del neoinstitucionalismo argu- mentó que las instituciones y las organizaciones determinan en gran medida el desempeño económico y social. Fue en este debate donde los conceptos de capital humano y capital social se tornaron relevantes y se incorporaron a las polí- ticas públicas, en el supuesto de que su promoción y ampliación contribuyen a superar el subdesarrollo y permiten la integración al modelo global. Por un lado, se planteó que el capital humano es una vía para alcanzar productividad, progreso tecnológico y competitividad en los escenarios económicos actuales. Por otro lado, se estableció que el capital social contribuye al fortaleci- miento de la democracia, al logro de la equidad y a la cultura de participación, elementos que, en conjunto, conducirán al ansia- do desarrollo. A pesar de los argumentos y los méritos que se le atribuyen al capital social, existen muchas imprecisiones en su definición y operación, así como en su supuesta contribución a la reducción de la pobreza y al fortalecimiento de la participación y la democracia, pues hay espacios que han sido poco explorados, como el de las comunidades indígenas, que hoy día siguen siendo las más margi- nadas, pobres y excluidas y que, paradójicamente, son las pobla- ciones que poseen un mayor potencial para el capital social. El objetivo en este artículo es discutir, en una primera parte, la noción de capital social, sus principales postulados y la contri- bución que se le atribuye en los procesos de desarrollo. En una segunda parte, la discusión sobre el capital social se traslada al ámbito del desarrollo local, especialmente hacia los municipios y comunidades con población indígena, para mostrar los límites que encuentra para la promoción de la participación social y el potenciamiento1 de las comunidades. Partimos de la hipótesis de que la noción de capital social in- dígena pasa por un balance de tres elementos: 1 “El potenciamiento se entiende como la ampliación de la capacidad y las opciones de la gente; en otras palabras, significa que en el curso de su vida cotidiana la gente puede participar en la adopción de decisiones que afecten a sus vidas o apoyarlas, sin estar sujetos a hambre, pobreza y privación” (PNUD, 1998). 784 Mota, L. y E. Sandoval: El rol del capital social... a) La habilidad para sobrevivir económica y culturalmente. b) La capacidad de propiciar mecanismos de lucha, resistencia y ajuste a una sociedad y a un proyecto nacional, en medio de una relación de subordinación y alta vulnerabilidad. c) Los efectos que las estructuras hegemónicas tienen en el de- bilitamiento del capital social indígena y su transformación en nuevas expresiones de capital social o incluso en su pérdi- da y ausencia. 1. Orígenes y desarrollo del concepto Aunque la discusión teórica y la utilización del concepto de capital social en las políticas públicas orientadas a la superación de la pobreza son relativamente recientes, podemos afirmar que hay raíces históricas del término en algunos escritos del siglo XIX. Por ejemplo, Alexis de Tocqueville ([1840] en Fukuyama, 2000: 31), en su Democracia en América, observó que, a diferencia de Fran- cia, América poseía un arte de asociación valioso, y aunque no aludía explícitamente a capital social, sí hacía referencia a la no- ción de voluntariado. Émile Durkheim ([1893] en Toledo, 2004: 155), en La división del trabajo social, planteó que la conciencia colectiva es la base para entender los procesos que constituyen la cohesión social. Según este autor, la conciencia colectiva comprende la totalidad de las representaciones que los individuos se hacen sobre su vida misma en sociedad y, por tanto, también sobre las relaciones entre individuos. En la obra de Karl Marx ([1894] en Toledo, 2004: 175), cuando aludía a las relaciones sociales de pro- ducción, quedaba implícito el hecho de que las sociedades están cruzadas por relaciones de grupos que se sitúan en diferentes po- siciones estructurales dentro del proceso productivo. Ya en las primeras décadas del siglo XX, Lydia Judson Hanifan ([1920] en Ostrom y Ahn, 2003: 159), se refirió al papel de las comunidades en la satisfacción de las necesidades sociales de los individuos; destacaba la existencia de elementos como la buena voluntad, el compañerismo, la empatía y las relaciones sociales entre individuos y familias, que conforman una unidad social (Ostrom y Ahn, 2003: 159). En gran parte de la literatura reciente sobre el concepto y desarrollo del capital social pueden apreciarse tres vertientes que le otorgan a este concepto un carácter multidisciplinario: la an- tropológica, la sociológica y la económica. Economía, Sociedad y Territorio, vol. V, núm. 20, 2006, 781-819 785 1.1. La vertiente antropológica Diversos estudios de corte antropológico y etnológico han anali- zado las relaciones de reciprocidad, confianza y solidaridad den- tro de las comunidades rurales y urbanas para referirse al fun- cionamiento de los sistemas sociales comunitarios. Uno de los primeros trabajos fue el que desarrolló Marcel Mauss ([1996], en Durston, 2000: 9), en su Ensayo sobre el Don, en el que hace referencia al concepto de reciprocidad, a la que identifica como un principio regidor de las relaciones institucionales formales e informales en la comunidad. A partir de ello describe cómo en las sociedades premercantiles operaban sistemas de intercambio basados en obsequios, que funcionaban como una compensación de carácter obligatorio recibida por un favor y que consistía en objetos, ayuda, o bien, otro favor. Tales relaciones –de acuerdo con Gauss– sucedían en todos los ámbitos e instituciones de la vida humana: religioso, político, jurídico, familiar y económico (citado en Durston, 2000: 9). Desde luego, ese comportamiento se deriva de factores culturales y actualmente se percibe todavía en comunidades con presencia indígena. En la década de los sesenta, otros trabajos antropológicos tra- taron el concepto de reciprocidad: los de Raymond Firth (1961), quien basado en su concepto de organización social, mostró cómo a partir de relaciones sociales regulares se generan instituciones y estructuras sociales; y los de George Foster (1961), particular- mente en sus conocidos escritos Los contratos diádicos, a los que se refiere como base de la interacción entre pares y redes de relaciones recíprocas. A partir de los estudios descritos podemos decir que Mauss, Firth y Foster fueron precursores de la introducción de uno de los términos que posteriormente daría forma al concepto de ca- pital social: la reciprocidad. En los años setenta, diversos trabajos antropológicos analiza- ron el tema de la migración campo-ciudad, donde destacaban las condiciones marginales que adquirían los migrantes en las urbes. Así, emplearon los términos de confianza y solidaridad para re- ferirse al funcionamiento de las redes sociales que se conforma- ban como producto de las estrategias de sobrevivencia desplega- das por los pobres en las ciudades.2 2 En México destacan los trabajos de Larissa Adler, Cómo sobreviven los margina- dos (1975), y de Lourdes Arizpe, Indígenas en la Ciudad de México. El caso de las “Marías” (1979). Un antecedente importante, que vale la pena mencionar, es el texto 786 Mota, L. y E. Sandoval: El rol del capital social... Hasta aquí podemos observar la existencia de cuatro elemen- tos que dieron forma a los posteriores desarrollos teóricos del ca- pital social: reciprocidad, confianza, solidaridad y redes sociales. 1.2. La vertiente sociológica La introducción del término, tal como se conoce en el debate contemporáneo, se debe a la sociología. Durante las décadas de los ochenta y los noventa, las investigaciones sociológicas se abo- caron al análisis y redimensionamiento del capital social, al que calificaron como un recurso que, combinado con otros factores, produce ciertos beneficios y cuya base constituyen las relaciones sociales que se fundamentan en normas comúnmente aceptadas. Entre los sociólogos más notables que estudian el concepto de capital social, destaca Pierre Bourdieu (1983: 78), quien lo define como “el agregado de los recursos reales o potenciales ligados a la posesión de una red durable de relaciones más o menos institucionalizadas de reconocimiento mutuo”. De acuer- do con este autor, es dentro del contexto de las relaciones y re- des sociales donde un actor puede movilizarse en beneficio pro- pio. En su análisis, Bourdieu se refiere a las relaciones sociales desiguales como campos, y sostiene que éstos conforman los es- pacios de luchas donde los grupos intentan apropiarse de las posiciones dominantes para obtener los beneficios que trae apa- rejados el mismo campo. Este grupo de beneficios propios de un campo conforman los capitales que, según Pierre Bourdieu, adop- tan tres formas esenciales: capital económico (constituido por rentas y fortunas), capital social (compuesto por las redes y rela- ciones sociales) y capital cultural (determinado por el grado de escolaridad y también por las prácticas). La preocupación de Bour- dieu se concentró en evaluar la manera en que los tipos de capital se subordinan al capital económico y cómo interactúan con es- tructuras más amplias que producen desigualdades sociales (Ba- quero, 2001). Otro autor que subraya en esta vertiente es James Coleman (1990), para quien el capital social son “los recursos estructura- les que constituyen un activo de capital para el individuo y facili- tan ciertas acciones de individuos que están adentro de esa es- tructura”. Según este autor, el capital social es productivo en la de Oscar Lewis titulado Antropología de la pobreza, escrito a fines de los cincuenta y difundido en la década de los sesenta. Economía, Sociedad y Territorio, vol. V, núm. 20, 2006, 781-819 787 medida que posibilita el logro de ciertos fines que no serían al- canzables en su ausencia, y se presenta tanto en el plano indivi- dual como en el colectivo. En el primero tiene que ver con el grado de integración social de un individuo y su red de contactos sociales; implica relaciones, expectativas de reciprocidad y com- portamientos confiables; mejora la efectividad privada, pero tam- bién conforma un bien colectivo (citado en Durston, 2000: 9). La atención de Coleman está dirigida a la importancia de las obli- gaciones mutuas, de las normas sociales y de las relaciones de confianza que revisten la vida social. Tanto Bourdieu como Coleman se refieren al capital social como un atributo de grupos sociales, colectividades y comunida- des teniendo en cuenta que el rol de las instituciones sociales en su establecimiento es importante. Por ello, puede decirse que ambos autores son los que expresaron por vez primera, y de for- ma relativamente detallada y completa, el concepto de capital social, pues los trabajos antropológicos que les antecedieron, si bien aportaron elementos para la construcción del concepto, no lo introdujeron en los términos actualmente conocidos. A partir de los trabajos de Bourdieu y Coleman fue confor- mándose una gran cantidad de investigaciones teóricas y empíri- cas sobre el capital social y creció –especialmente entre los ge- neradores de políticas– la atracción por el concepto. Uno de los estudiosos más citados en el debate reciente es Robert Putnam (1993: 67), para quien el capital social son los “rasgos de la orga- nización social, tales como las redes, las normas y la confianza, que facilitan la acción y la cooperación para el mutuo beneficio”. A partir de su investigación sobre los gobiernos locales en Italia, Putnam estableció que dicho capital está constituido por el gra- do de confianza entre los actores sociales, las normas de com- portamiento cívico practicadas y el nivel de asociatividad que caracteriza a la sociedad, todo lo cual fortalece la confianza so- cial y alimenta, a su vez, las redes sociales que hacen posible esas diversas formas de participación ciudadana. Puede decirse que los postulados de Putnam con relación al capital social configuran el punto de partida para que se conside- re actualmente un elemento importante en el desarrollo, ya que en sus trabajos este autor enfatiza en el hecho de que la eficien- cia de la acción y el logro de ciertos objetivos de interés nacional están fuertemente influidos por la implicación de los ciudadanos en los asuntos que conciernen más bien a sus comunidades. Así, 788 Mota, L. y E. Sandoval: El rol del capital social... destaca el aspecto de la participación ciudadana y su promoción a partir de las redes sociales existentes. Otro autor recurrente en los análisis teóricos del capital so- cial es Alejandro Portes (Portes y Landolt, 1996). Señala que el capital social no es la única variable explicativa de los efectos benéficos que suelen atribuírsele, pues la posesión de recursos materiales es tanto o más relevante que el acceso a capital social; esto es, que si se tiene una red social recíproca y rica en capital social pero se carece de recursos económicos, difícilmente se logrará el éxito. Portes destaca que en el marco de las relaciones sociales, los efectos del capital social pueden ser tanto positivos como negativos. 1.3. La vertiente económica En la perspectiva económica del capital social destaca Mark Granovetter (1985), para quien los actores económicos no son átomos aislados sino que sus interacciones económicas están in- mersas en las relaciones, redes y estructuras sociales. La idea central de este postulado es que las relaciones sociales son acti- vos económicos importantes de los individuos y de los grupos. De acuerdo con este autor, el comportamiento racional de las personas abarca no sólo objetivos económicos sino también la sociabilidad, la aprobación, el status y el poder; y, a la inversa, las relaciones sociales y la estructura social juegan un papel central en el comportamiento económico. Desde el institucionalismo económico, Douglass North (1990) alude de modo implícito en la mayoría de sus escritos a la noción de capital social. En su opinión, las instituciones son conjuntos de normas y valores que facilitan la confianza entre los actores, pero son abstractas; mientras que las organizaciones son mani- festaciones concretas de cooperación basadas en la confianza. En este caso, el autor destaca la importancia de las instituciones para el fomento del capital social, pero deja claro que las organi- zaciones son fundamentales, en tanto que en ellas se produce y reproduce la confianza y la reciprocidad. Otro de los aportes económicos procede del estudio realiza- do por Stephen Knack y Philip Keefer (1997), quienes presentan evidencia, para un amplio conjunto de economías de mercado desarrolladas, de que el capital social, entendido a partir de la confianza y la cooperación cívica, constituye uno de los determi- nantes clave del desempeño económico. Economía, Sociedad y Territorio, vol. V, núm. 20, 2006, 781-819 789 Las tres vertientes expuestas forman el marco teórico y el punto de partida de muchos de los trabajos desarrollados en la actualidad sobre capital social. 1.4. Las definiciones contemporáneas En el debate contemporáneo, donde el centro del capital social es el de su contribución al desarrollo social, en la medida que puede aportar avances en la reducción de la pobreza y lograr la gobernabilidad democrática, destacan autores como John Durs- ton (2000: 9-10), para quien el capital social constituye “un pa- radigma emergente rico en conceptos que corresponde a reali- dades sociales altamente relevantes para diseñar programas orientados a promover la participación social y superar la pobre- za”. Según este autor, “el capital social es el contenido de ciertas relaciones y estructuras sociales, es decir, las actitudes de con- fianza que se dan en combinación con conductas de reciproci- dad y cooperación” (Durston, 2002: 15). Francis Fukuyama (2000: 28) afirma que el capital social pue- de ser definido como un conjunto de valores o normas informa- les, comunes a los miembros de un grupo, que permiten la co- operación entre ellos. Sin embargo, subraya que la existencia pura y simple de valores comunes no produce capital social, pues se requieren virtudes como honestidad, cumplimiento de obliga- ciones y reciprocidad. Otros autores, citados por Kliksberg y Tomassini (2000: 29), que destacan las potencialidades del capital social para contri- buir al desarrollo mediante la cooperación y la participación so- cial son: Kenneth Newton, quien sostiene que el capital social puede ser visto como un fenómeno subjetivo, compuesto de va- lores y actitudes que influyen en cómo las personas se relacionan entre sí. Incluye confianza, normas de reciprocidad, actitudes y valores que ayudan a las personas a trascender relaciones con- flictivas y competitivas para establecer relaciones de coopera- ción y ayuda mutua. Otro investigador es Stephan Baas, para quien el capital social tiene que ver con la cohesión social, con identificar las formas de gobierno, con expresiones culturales y comportamientos sociales que le dan a la sociedad mayor afini- dad y hacen de ella algo más que una suma de individuos. En tanto, James Joseph lo percibe como un vasto conjunto de ideas, ideales, instituciones y arreglos sociales, por medio de los cuales las personas encuentran su voz y movilizan sus energías particu-

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do por Stephen Knack y Philip Keefer (1997), quienes presentan evidencia, para un amplio conjunto de economías de mercado desarrolladas, de
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