EL MUNDO ACTUAL, LAS SUPERPOTENCIAS Y EL TERCER MUNDO © 1984 by Ediciones Agora Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 IMPRESO Y EDITADO EN LA ARGENTINA PRESENTACION La situación política internacional nos muestra grandes conmociones e inestabilidad. Está en pleno curso la segunda gran crisis económica del siglo, aún más profunda y catastrófica que la de 1930. Las potencias imperialistas en general y las superpotencias en especial, libran una feroz lucha por mercados y fuentes de materias primas baratas, con el objeto de obtener grandes beneficios que les permitan descargar los efectos de la crisis sobre los países del tercer mundo. La crisis empalma con la inflación y la usura internacionales, por lo que acarrea mayores sufrimientos a las grandes masas explotadas y oprimidas. Se acrecientan las posibilidades de una nueva guerra mundial como salida a esta crisis y se mantienen focos de guerras locales y parciales. La disputa de las dos superpotencias por el control del mundo tiene su centro de gravedad en Europa Occidental, objetivo central de la política expansionista de la URSS, por ser la economía europeo-occidental 7 clave para lograr la hegemonía a nivel mundial. Evitando hasta el momento un choque directo, la URSS mantiene una fuerte presión militar sobre Europa y trabaja para neutralizar y dividir —enfrentando entre sí— a los países de Europa Occidental. En tanto maniobra en Medio Oriente y el Norte de África y busca desembocar en el Golfo Pérsico y el Océano Indico, para cercar a Europa y controlar sus rutas de abastecimiento, comercio y comunicación. De ahí su férreo control sobre Polonia, su intervención a través de Cuba en Angola y Etiopía, su ocupación a sangre y fuego de Afganistán y su labor de intriga y desestabilización contra la Revolución Iraní. La URSS se esfuerza por concretar su dispositivo estratégico mundial. Tras ese objetivo trata de entrelazar sus posiciones en el Atlántico y el Pacífico. Por otra parte, enfrentando a la URSS los EE.UU. hacen todo lo posible para defender sus posiciones y sus intereses hegemónicos. Para esto pisotean y avasallan la soberanía de otros países, sosteniendo al sionismo israelí en Medio Oriente; apoyan a Inglaterra en su ocu- pación colonialista de las Malvinas; están atrás y defienden a sangrientas dictaduras fascistas en Centroamérica; dan todo su apoyo a los racistas sudafricanos y a los gobiernos títeres de Corea del Sur y Taiwán. E incluso intervienen directamente con la fuerza armada, como en Granada. Empeñadas en la lucha por la hegemonía mundial los EE.UU. y la URSS llevarán algún día al mundo a la guerra. Ambas están trabadas en una frenética carrera 8 armamentista con el fin de obtener, o mantener, superioridad militar y completar sus dispositivos de guerra en todo el mundo. Nuestro país, ubicado en una posición clave para el control del paso entre el Atlántico y el Pacífico en la hipótesis de una guerra que inutilizara el Canal de Panamá, es objeto de una encarnizada disputa interimperialista, principal mente por parte de las dos superpotencias. Los EE.UU. han tenido dificultades crónicas para encontrar una apoyatura interna estable en la Argentina. Al emerger la URSS como superpotencia expansionista en los últimos años su apetito se incentiva ante los abundantes recursos en cereales, carne, pesca, lanas, cueros, etc. que le estamos brindando, con la complaciente docilidad del grueso de nuestra oligarquía terrateniente, que ha visto hecha jirones su antigua asociación con Inglaterra y busca un nuevo poder imperial que le garantice el disfrute de su “sacrosanta” renta y propiedad terrateniente. Esta es la explicación real del apoyo de la URSS a la dictadura, en particular a los turnos de Videla, Viola y Bignone. Fue la rivalidad ruso-yanqui por el control del Atlántico Sur una de las causas del golpe de 1976, en el que ambas coincidieron en eliminar a un gobierno tercermundista que interfería en su disputa. Esta disputa tenderá a agudizarse en el futuro y nuestro país no podrá sustraerse a sus consecuencias. Frente a esta situación crece la tendencia a la unidad antihegemonista de los pueblos, naciones y países del 9 Tercer Mundo. El fortalecimiento de los Países No Alineados y del llamado Grupo de los 77 es una expresión de ello. En este gran torrente histórico debe insertarse activamente nuestra patria, abandonando toda ilusoria y desmovilizadora idea de neutralidad. Las luchas de liberación nacional y los movimientos revolucionarios se producen sin cesar en todo el mundo. En toda América Latina crece el movimiento revolucionario, antiimperialista y democrático. Este ha entrado, continentalmente, en otro período de ascenso. Una de las características más notables es el rol destacado que juega en ese movimiento, en muchos países, la clase obrera. También se fortalece una tendencia tercermundista, tanto en Centroamérica y el Caribe como en América del Sur. Es cierto que las superpotencias tratan de instrumentar estas luchas. Pero ni es obra de la CIA la lucha heroica de diez millones de obreros polacos, de millones de campesinos de ese país o del pueblo de Afganistán; ni es obra de la KGB la lucha infatigable y gloriosa de los pueblos salvadoreño o guatemalteco contra las oligarquías pro-yanquis de esos países. Una cuestión clave a responder es si es posible evitar la guerra. En la situación actual no existen elementos para afirmar esta posibilidad. Si bien la lucha revolucionaria tiene centros de tormenta notables, crecen más aceleradamente los factores de guerra. Especialmente no se vislumbran a corto plazo cambios revolucionarios en los países imperialistas que llevan al 10 al mundo a la guerra: los EE.UU. y la URSS. El desarrollo de los últimos acontecimientos están demostrando que ésta es la cruda realidad. Con la instalación de los misiles SS2O (misiles móviles de alcance medio que colocan a Europa Occidental bajo una masiva y precisa amenaza atómica), con la modernización y reforzamiento de las fuerzas convencionales del Pacto de Varsovia y con la respuesta yanqui-europea al decidir instalar modernos misiles de blancos múltiples y alcance medio en Europa, se han acelerado aún más los factores de guerra y se ha generado una situación muy tensa para los próximos años. El desarrollo de la guerra en el Líbano, con la intervención día a día más activa de las superpotencias; el recientemente aprobado presupuesto de guerra norteamericano y la actitud de enfrentamiento a los avances rusos por parte de la administración Reagan, el retiro de la URSS de las negociaciones de desarme de Ginebra y su decisión de emplazar nuevas armas atómicas en Europa y en mares y océanos, señalan una agudización de estas tendencias a la guerra. Sin embargo es posible aplazar el estallido de una nueva guerra mundial y poder encontrarnos así en mejores condiciones para continuar el combate por la liberación nacional y social. Para ello es necesario forjar una sólida unidad de la clase obrera mundial y los pueblos del Tercer Mundo, como base de un poderoso Frente Antihegemonista que desenmascare, enfrente y 11 derrote las provocaciones de guerra y el expansionismo de las dos superpotencias. Este frente único mundial debe aplicar sus golpes más fuertes en este período al socialimperialismo soviético, que es el imperialismo más agresivo, se encuentra a la ofensiva a escala mundial y es el principal factor de guerra en el mundo actual, aunque en determinadas zonas y en ciertos momentos no sea así. *** En los últimos cuarenta años, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, han ocurrido importantísimos cambios en la situación internacional. Se han producido modificaciones en la ubicación relativa de los países, como resultado del desarrollo desigual de los mismos. Y todo el sistema capitalista ha entrado en un período prolongado de estancamiento —y actualmente caída— de la producción, de gran inestabilidad y de frecuente crisis. A mediados de la década del setenta la economía capitalista —incluida la economía capitalista de Estado de la URSS y sus países dependientes— entró en una crisis generalizada. El desarrollo relativamente sostenido del mundo capitalista desde 1945 hasta 1973, tuvo su base en las grandes posibilidades de inversión que produjo la reconstrucción de postguerra, con la gran demanda diferida de equipos y bienes de consumo dejada. por el período de crisis de 1929 a 1939 y por los años de guerra. Este desarrollo tuvo como impulsor principal a 12
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