EL LIBERTADOR D. AGUSTÍN DE ITDRBIDE BIOGRAFIA POR EL SE. D. JOSÉ JOAQUIN PESADO Kdleloa d© JLa V©* d©«Méxic© MEXICO.—1872 IMPRENTA A CARGO DE M. ROSKLl?» EtcalerUla» núm. 21. EL LIBERTADOR DE MEXICO D. AGUSTIN DE ITURBIDE nació en la ciu dad de Valiadolid (hoy Morelia) el dia 27 de Se tiembre de 1783. Fueron sus padrea D. Joaquín de Iturbide, natural de Pamplona en el reino de Navarra, y D* Josefa de Árámburu, ambas per sonas distinguidas y dotadas de medianos bienes de fortuna. Siendo muy niño, se salvó de un in cendio oasi maravillosamente, según las noticias que de este suceso se conservan en su familia. Apren dido que hubo las primeras letras, estudió gramáti ca latina en el seminario oonoiliar de su patria, pero no continuó la carrera literaria por haberse dedi cado á administrar una hacienda de su padre, ouando solo tenia 15 afros de edad. En este tiempo (1798) tomó la charretera de alférez en el regi miento de infantería provincial de Valiadolid, de 4 raURBlDE. quien era coronel el conde de Casa Rui, dedicán dose al servido militar, sin descuidar por eso los intereses de su casa. En 1805 casó oon D? Ana María Huarte, su compatriota, de una familia igualmente distinguida que la suya. Poco después marohó al cantón militar que formó en Jalapa el yirey lturrigaray. Regresó á Vnlladolid, y con tribuyó en 1800 á impedir allí un movimiento re volucionario en favor de la independencia, consi derándolo inmaturo, y más que todo, desordenado. Estalló nuevamente la revolución en 16 de Se tiembre de 1810, acaudillada por D. Miguel Hi dalgo, cura del pueblo de Dolores en Guanajuato, bajo un plan todavía ménos ordenado que el ante rior, y dando lugar á considerables excesos. Los prinoipios que en él se invocaban eran poco con formes oon las necesidades políticas de la Nueva- España, y sobre todo, los hechos que se les siguie ron, exoitaron una alarma general y un profundo disgusto, aun entre aquellas personas quo deseaban oon más ardor la independencia, pero que la que rían por medios justos y convenientes. El exter minio de los españoles, y el nitgun respeto á la propiedad, eran la señal y el aliciente de aquel movimiento. Confundiendo Hidalgo los caracteres de una revolución con los de un tumulto, no hizo más que excitar las pasiones; levantar masas des- ITCBBDB. 6 organizadas, incapaces do moralidad y disciplina: ejecutar degüellos inútiles en Guanajuato, Valla- dolid y otras ciudades: difundir una alarma gene ral: desacreditar por mucho tiempo la causa de la independencia; é imprimir sobre sí una nota per petua, que nada podrá borrar. Por los papeles de aquella época, se ve que sus mismos compañeros, y más que todos Allende, desaprobaban su con ducta, á lo que él satisfacía diciendo, que no encontraba otro modo de llevar eu empresa al cabo; como si en este caso no fuera preferible ponerla en mejores manos, ya que las suyas carecían de des treza para dirigir un movimiento verdaderamente nacional, y de vigor para reprimir los excesos á que daba lugar el plan adoptado. Todo el que toma á su cargo una empresa superior á sus fuerzas, es culpable de los males que ocasiona. Hidalgo invitó á Itúrbido á tomar parte en el movimiento, ofrecién dole hacerlo teniente general, pero éste se rehusó. La propuesta dice el mismo ¡túrbido en el Breve diseño crítico de la emancipación y libertad de Mé xico, que publicó en Lóndres en 1824, “la propues- “ ta era seductora para un jóven sin experiencia y “ en la edad de ambicionar; la desprecié, sin em— “ bargo, porque me persuadí de que los planes del “ cura estaban mal concebidos; ni podían producir * más que desórden, sangre y destruooiou, y sin que 6 iturbide. “ el objeto que se proponía llegara jamas & verífi- “ caree. El tiempo demostró la certeza de mis “ predicciones. Hidalgo y los que le suocedioron, “ siguiendo su ejemplo, desolaron el país; destru yeron las fortunas; radioaron el ódio entre.Eu- “ ropeos y Americanos; sacrificaron millares de w victimas; obstruyeron las fuentes de la riqueza; u desorganizaron el ejército; aniquilaron la indus- “ tria; hicieron de peor condición la suerte de ios “ americanos, excitando la vigilanoia de los e3pa- M fióles, á vista del peligro que los amenazaba; “ corrompieron las costumbres; y léjos de conseguir “ la independencia, aumentaron los obstáoulos que “ ¿ella so oponían.” Hemos copiado estas palabras textualmente; para que los lectores vean por ellas, cómo juzgó siempre de la primera insurrección el autor de la independencia de México.—Viendo Hidalgo que no podía atraerlo ó su partido, le propuso permaneciese neutral, ofreciéndole un sal voconducto para su padre y familia, y dejar sus fincas exentas do ser saqueadas é incendiadas, lo que prueba que estos desórdenes se haoian con conocimiento, por lo ménos, del mismo Hidalgo» Iturbide deseohó esta segunda proposición. ‘‘Siem pre consideré criminal” (dice él en el opúsoulo oi« tado), “al indolente cobarde que en tiempo de “ convulsiones políticas se oonserva apático espeo- ITURBIDB. 7 “ tador de loe males que afligen á la sociedad, « sin tomar en ellos una parte para disminuir al “ ménos los de sus conciudadanos: salí, pues, á 4‘ campaña para servir á los mexioanos, al rey de “ España y á los españoles.” Hizo siempre con buen éxito la guerra. Eran seguros sus planes, acertadas sus disposiciones, é infatigable su actividad. Cuando Hidalgo se aproxi« maba á México con más de 80.000 hombres, Itur- bide se hallaba en San Felipe del Obraje oon solos 34. Acompañado de este pequeño námero, fué á reunirse, de órden del virey, á la división de D. Tor- quato Trujillo, en Ixtlahuaca, y se ensayó por primera vez en el ejercioio de las armas en la me morable aooion de las Cruces, desempeñando las más peligrosas oomisiones con el sereno valor del más aguerrido veterano. Obtuvo en premio ser oa- pitan de una compañía del batallón provinoial de Tula, pasando á servir en el Sur, á las órdenes del oomandante de Tasco, García Rio. Habiéndose enfermado en aquel clima malsano, vino á Méxi co á reponer su salud, lo que le libró de haber pe recido después oon su gefe, á manos de Morolos. Fué posteriormente á la provincia de Miohoaoan, su patria, y de allí á la de Guanajuato, oon el ca rácter de segundo del oomandante general, García Conde. No hubo aooion de empeño en que no se 8 nOBUlM, distinguió*», pemguiendo á loe insurgentes sinin- toron*i >i). Allí oontribuyó elioazmonte á oortor ut fuego ue ia revolución, que se onoeudia de nuevo oon loe Oo marina de Albino García, á quien sor • prendió y capturó. Moreció oada grado de su oír reía por aiguu triuufo, llegando en poco fciero po á ki t ooronol dol regimiento de Celaya. Acú senlo de cruel loe panegiristas de la primera re volución, porque biso varias ocasiones fusilar á los prisioneros insurgentes, como si estos no hiciomn lo inieaio oon los prisioneros contrarios, y oon los que no Inoran, siempre que los oonsideraban sospe- o’noeos, ó t niiiti bienes, mutilándolos, y cometiendo Ouii olios toda oia:-o de crueldades. Además, quema ben las haciendas y las oasas naciendo uua guerra de exterminio. Los nombres de Vicente Gomea, Arro ye, Pedro Asccncioy otros muobos, serian lamosos on los tantos ue In lerocidad. Pretender en estos el derecho de tuciíai iudistintamoute á ouantas per sonas pie.;.iti; ooi.cjderlo ú Hidalgo para los de güellos á sangre tria, del Cerro de las Bateas y otros lugares; Uiaouipar Las matanzas de loe capa** lióles pncdicuS avecindados on Tuliuacan; olvidar la ‘"Paiiua der Terror” do Cerro Coioraüo, y ueota- nia» contra las ojecucioues que por justa ropreeulta baciun las tropas re,dietas, no es eecnoir ¡a histo ria con imparcialidad. di i tur trido hubiera oaido ITÜfiBIDB. 9 en manos de sus enemigos, es indudable que hubiera sido víctima inmediatamente, sin auxilios de ningu na clase. El oonocia que la guerra debía hacerse sin tregua y sin intermisión. En el curso de sus campañas acudió en unión de Llanos al socorro de Valladolid, cuando esta plaza fué atacada á fines de 1813 por todo el ejército de Morelos, compuesto de varias divisiones: la que llevaba el nombre del mismo Morelos y las de Navarrete, Matamoros y otros gefes notables de la insurrección, hasta el número de 19.050 hombres de todas armas, con 30 piezas de artillería de varios oalibres, y un inmenso aco pio de municiones. Morelos dió sus disposiciones de ataque, circunvalando la oiudad, cuando entra ron en ella, burlando la vigilanoia de los sitiadores, las cortas fuerzas de Llano y de Iturbide. Este volvió á salir de órden de su gefe principal, oon 160 infantes del regimiento de la Corona, Fijo de México y compañía de marina, y 190 caballos de Fieles del Potosí, Dragones de San Luis y San Cárlos, y lanceros de Orrantia á practicar un re conocimiento, sobre el oampo contrario. Iturbide se adelantó al enemigo, llevando los infantes á la grupa de los caballos; y abandonando el recono cimiento, empeñó la acción, rompiendo la linea de infantería insurgente. Bajó en apoyo de ésta un cuerpo numeroso de caballería, pero lo rechazó, 10 IIVBBIDB. dirigiendo entónoes su ataque al campamento mis mo de Morolos, defendido por 27 cañones, teniendo que tomar una subida estrecha y difícil, deminada de los fuegos contrarios. En esto sobrevino la no* che, esparciendo la confusión y el desórden en el oampo de Morolos, que se vió en riesgo de ser hecho prisionero.1), Los insurgentes, creyendo que los realistas permanecían entre ellos, comenzaron á hacerse fuego unos á otros, durando así una parte considerable de la noche. Iturbide los dejó en este estado, regresando á la ciudad con cuatro piezas de artillería, que les tomó, y dos banderas, arrancadas en el mismo oampamento enemigo. “Es ta aocion, dice un historiador verídioo y exacto de los sucesos de México, “más que una función “ de guerra se asemeja á las ficciones de los libros “ de caballería, en que un paladín embestia y “ desbarataba á una numerosa hueste: en ésta, <<Iturbide con 360 valientes, acomete en su pro- * pió oampo á un ejéroito de 20.000 hombres acoa- “ tumbrados & vencer, con gran número de cañones, “ y vuelve triunfante entre los suyos, dejando al « enemigo en tal confusión, que realizándose la “ fábula en que la feounda imaginación del Arios- “ to, finge que la Disoordia, conducida por el Ar- “ oángel San Miguel, de órden de Dios, se introduoe « al campo de los moros, y haoe que estos se des*
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