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El Islam árabe y sus problemas PDF

155 Pages·1984·20.687 MB·Spanish
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a l u s n í E - nla ew EL ISLAM ÁRABE Y SUS PROBLEMAS historia, ciencia, sociedad, 187 Abdallah Laroui EL ISLAM ÁRABE Y SUS PROBLEMAS Prólogo de Pedro Martínez Montávez Traducción de Carmen Ruiz Bravo ediciones península % UNIVERSIDAD DE SEVILLA Fac, Filología -Biblieteca Traducido del original francés L'Islam arabe et ses proble- mes, inédito. Cubierta de Jordi Fornas. Primera edición: marzo de 1984, (O) Abdallah Laroui, 1984. O por la traducción: Carmen Ruiz Bravo. Derechos exclusivos de esta edición (incluidos la tra- ducción y el diseño de la cubierta): Edicions 62, sla., Provenza 278, Barcelona-8. Impreso en Nova-Grafik, Recaredo 4, Barcelona-5. Depósito legal: B. 7.929 - 1984. ISBN: 84-297-2108-8. Prólogo Quizá no resulte erróneo afirmar, aunque ello pueda parecer un tanto simplista o esquemático, que la mayor parte de los pocos conocimientos que el lector hispánico ha podido ir proporcionándose, dificultosamente, sobre problemas y cuestiones fundamentales del mundo árabe contemporáneo, le han llegado, como en tantas otras oca- siones, a partir y a través de obras escritas en francés: bien por autores originarios de ese país —caso de Jac- ques Berque o Maxime Rodinson, recordemos— o bien debidas a «orientales», aunque en este caso, en gran me- dida, de esa formación y esa expresión: en especial, el egipcio Anouar Abdel-Malek, o el marroquí Abdallah La- roui ('Abd-Allah al-“'Arwi). Todo ello, en definitiva, no hace sino volver a plantear una complicada y vieja constante del fenómeno cultural e intelectual hispánico —¡tan singular, por descontado, y aun más en ciertos terrenos y actividades!— en cuyos entresijos y vericuetos, sin embargo, no tenemos por qué entrar aquí. Sí tan sólo, como se hace, limitarnos a seña- larlo. Dejando bien sentado, además, desde un principio, que en estos casos concretos sí se trata de figuras de talla y de especialistas auténticamente prestigiosos, de in- dudable proyección internacional, que de sobra merecen esa, aunque sea mínima, atención. Y posiblemente sea Laroui, de los cuatro citados, el menos conocido y utili- zado, más allá del siempre reducido marco de los espe- cialistas o de los directamente interesados por estas cues- tiones. La oportunidad, pues, de dar a conocer algunos de sus más recientes ensayos parece obvia, se justifica por sí misma, y es desde luego digna del mayor respeto y consideración. Al margen de cualquier otra ponderación, e indepen- 5 dientemente de los juicios coincidentes o discrepantes en cada caso, con frecuencia al menos polémicos, que su obra, ya muy extensa e intensa, suscite, Laroui es sin duda alguna uno de los más importantes y representativos intelectuales árabes de nuestro tiempo, lo que quizá di- cho así, de sopetón, pueda sorprender o asustar a más de uno. En especial, entre esos espíritus tan documenta- dos y despiertos que no acierta uno a explicarse me- diante qué misteriosos o arcanos mecanismos consideran estos términos: intelecto y árabe, no ya inevitablemente contrapuestos, sino radicalmente antagónicos. Quizá, ex- cesivas sutilezas. O más bien, recalcitrantes dependencias y servidumbres a viejos atavismos y vicios inconfesables, incontrastados. En cualquier caso, censurable carencia, al menos, de la siempre conveniente y necesaria documenta- ción directa y de primera mano. Abdallah Laroui (Azemmur, 1923) irrumpe soberbia- mente en el panorama del pensamiento árabe contempo- ráneo, y lo sacude de raíz, y asimismo el panorama del arabismo occidental, con un libro de extraordinaria im- portancia, absolutamente clave y formativo, al que hay que calificar sencillamente de un clásico, ya, del tema: L'idéologie arabe contemporaine, París, 1967. Observemos al menos, de entrada, que se trata de una obra de ma- durez cronológica, y no de un «grito juvenil». El libro, extraordinariamente ambicioso no ya sólo por el título, sino ante todo por los propios planteamientos y trata- mientos que el autor efectúa, pone ya de manifiesto feha- cientemente tanto la amplísima formación y vasto caudal de lecturas de Laroui como su rigurosa y personal meto- dología. Contó además con un adecuado prólogo de uno de los más reconocidos maestros en tales materias: Ma- xime Rodinson precisamente, y el aval responde al con- tenido. Como siempre, Laroui hará conscientemente gala de una enorme ambición intelectual, y no se sentirá atraído ni se planteará temas menores, anecdóticos o periféricos; dará, por el contrario, en la diana de los problemas, y éste es uno de sus tantos aciertos fundamentales. La obra 6 de Laroui se anuncia con toda claridad, ya desde un principio, como una insobornable y muy personal refle- xión sobre la crisis esencial y nudo del mundo árabe: su crisis de identidad. Planteándola ante todo en términos de alteridad, de relación y contraste con el «otro», en este caso, y como no podía ser de otra manera, con Europa, con el Occidente. Y desde luego que, al margen de cualquier otra ponderación o perspectiva de enjuicia- miento y análisis, tal planteamiento electivo está más que justificado, resultaba absolutamente necesario, y por ello encuentra el eco y el éxito esperados, congruentes, en los círculos de intelectuales y especialistas. Sirvan para dar buena muestra de ello las frases de otro intelectual marro- quí, algo más joven que Laroui, y algo más «arabizado» también, Mohammed Berrada, que se afilia claramente a esta línea de pensamiento: «Estamos de acuerdo con aquellos que afirman la necesidad de referirse al “otro” en cualquier análisis cultural o ideológico, en el que se quieran aclarar totalmente las impostaciones del pensa- miento, sus fuentes y la que puede haber sido su evolu- ción.» Y el propio Berque, que no es precisamente uno de los panegiristas incondicionales de Laroui, reconoce adecuadamente, entre otras, sus «hermosas cualidades de erudición y de síntesis». Como queda dicho, Laroui es- cribe un libro capital, al margen de cualquier observación puntualizadora —y de seguro que cabe hacer no pocas— discrepante. Por supuesto, que no es mi intención hacer aquí un estudio de la obra de Laroui, ni enhebrar una simple relación de su producción bibliográfica. Sí hay que dejar constancia, no obstante, de los títulos más importantes que se van sucediendo, con regularidad y bastante armó- nicamente, a lo largo de la decena de los setenta. Con ello, además, el lector irá empezando también a apreciar, de alguna manera, las nuevas inflexiones y nuevos hori- zontes que esa obra adquiere y se propone, dentro de una tónica siempre mantenida, y en muchas ocasiones acre- centada, de ambición y solidez intelectuales. La profundización en el pasado, la indagación —tanto 7 documental como analizadora y valorativa— en el tejido histórico, entrañable y posiblemente iluminador como pocos —algo de lo que tan necesitados están también el pensamiento y la sociedad árabes, y bien que lo acusan así sus testigos más lúcidos y ejemplares— no podía de- jar de atraer y tentar, poderosamente, a un espíritu como Laroui, tanto en su dimensión estrictamente individual como propiamente colectiva. A tal necesidad y decisión responden, básicamente, dos obras posteriores del autor: L'histoire du Maghreb. Un essai de synthése, París, 1970, y Les origines sociales et culturelles du nationalisme ma- rocain (1830-1912), París, 1977. Obras no menos funda- mentales en el panorama de la moderna bibliografía historiográfica sobre la zona, y uno de cuyos méritos principales —aunque no carezcan tampoco de los inevi- tables limitaciones o excesos— consiste en servir de con- trarresto y reacción sumamente adecuados y oportunos frente a tanta intencionada y harto desviada bibliografía anterior, de signo laudatorio colonialista más o menos disimulado o encubierto, que había ido acumulándose. Al tiempo, el mundo arabófono, y muy especialmente el Oriente árabe, ha descubierto a este poderoso y per- sonal pensador magrebí, y tal descubrimiento ha consti- tuido un acontecimiento de evidente importancia y signi- ficado. El rigor, la metodología, la erudición casi siempre de primera mano, la altura intelectual y el dominio dis- cursivo, la capacidad dialéctica de Laroui, no podían pasar desapercibidas, ni sin dejar su huella, en el ámbito regional árabe del Próximo Oriente, a pesar de las noto- rias y bastante absurdas reticencias con que también han de enfrentarse. A pesar también de la prácticamente inevitable politización con que la obra de Laroui se co- menta y analiza casi siempre desde ese Oriente árabe, zona politizada e ideologizada como muy pocas del pla- neta. Todo ello permite que, en no pocas ocasiones, y por encima o al margen de cualquier otra valoración pertinente que el comentario en cuestión merezca, se puede hablar tanto de una línea claramente «pro-laroui», como de otra no menos clara «anti-laroui», Su Ideología 8 aparece, traducida al árabe, el año 1970 en Beirut, y ob- tiene amplio y diversificado comentario, en líneas genera- les encomiástico y sumamente favorable. Tres años des- pués publica un ensayo muy sugerente: al-Arab wa-l-fikr al-ta'riji («Los árabes y el pensamiento histórico»). La simple discusión de este tema resulta ya apasionante, oportunísima y necesaria como pocas, y llena auténticos ríos de páginas, torrentes de polémicas más o menos violentas y enconadas, en el panorama intelectual árabe contemporáneo, hasta convertirse en uno de sus tópicos y lugares comunes. Las reflexiones y valoraciones finales que al efecto se producen, de muy desigual valor, natu- ralmente, y con dosificaciones asimismo muy dispares de objetividad y apasionamiento, suponen en conjunto, sin embargo, una trascendental revisión crítica de la presu- mible conciencia histórica árabe y no ya sólo de su pasado lato, más o menos remoto. Se trata de una pregunta in- quietante, de un problema lanzado al rostro de los árabes y que les preocupa hondamente; que remueve, socava y traumatiza al intelectual y creador de nuestro tiempo, al margen de los mayores o menores asideros, aciertos O errores que en tan turbadora e inesquivable empresa, profundamente cerebral y emocional al tiempo, trascen- dente, decididamente ontológica y de inminencia de des- tino amenazado, se aporten. Nuestro autor da a conocer, en 1974, su segundo gran libro teórico y de reflexión en francés: La crise des in- tellectuels arabes. Traditionalisme ou historicisme?, que es en muchos aspectos, consecuentemente, tanto una con- tinuación y complemento, como un replanteamiento, una superación y una radicalización parcial de su Ideología. Este nuevo, duro y complicado ensayo —que el propio autor, como confiesa en el prólogo, teme pueda resultar algo «inactual» de contenido— posee en nuestra opinión, sin embargo, y a pesar del incremento de un esquema- tismo parcial que no le beneficia en definitiva, una mayor envergadura sociológica e incidencia política, y hasta se orienta más decididamente por los aún bastante agrestes caminos —refiriéndonos sobre todo al mundo árabe— de 9 la antropología cultural. El lenguaje, no obstante, y aun- que sigue siendo en gran parte el propio e intransferible de Laroui, no ha dejado de experimentar también signifi- cativos giros o modificaciones. Ha ganado, indudablemen- te, en categoría científica, en precisión técnica, en dispo- sición lógica en todos los órdenes, pero se ha hecho también, en contrapartida, más apretado, denso y her- mético, seguramente menos connotativo, menos poroso e impregnante. La Crisis resultó, desde luego, un libro me- nos deslumbrante e imprevisto, que ejerció un menor impacto y tirón sobre el lector, que la Ideología, aunque con ello no quiere insinuarse, ni por asomo, que se trate de una obra menos ambiciosa, importante y significativa. Por el contrario, y en muchos aspectos, la supera sin duda, y responde también a un proyecto intelectual, tan- to de dimensión individual como colectiva —he aquí una de sus claves profundas y sumamente polémicas— posi- blemente de mayor alcance aún. Por supuesto que en el libro había mucho del Laroui anterior, pero no es menos cierto que se encontraba también mucho de un Laroui diferente o, al menos, parcialmente transformado. Porque, en definitiva, no sólo la profunda y angustiosa crisis del mundo árabe continuaba su proceso implacable —al parecer— de rápido y cruel deterioro, de increíble atonía, como de incapacidad última para provocar la auténtica reacción, sino que quizá también la tan espera- da y necesaria «primavera» para ese mundo —como cual- quier otra «primavera» para cualquier otra comunidad del llamado, púdica y cínicamente, Tercer Mundo— que- daba cada vez más lejos e inalcanzable, y todo continuaba aún sumido —¿y hasta cuándo?— en el letargo helado del larguísimo «invierno». El nuevo libro de Laroui se había ido consumando, desde luego, no sólo en el frío laboratorio o la calculadora máquina mental del pensa- dor, sino también en muchos aspectos, inevitablemente, y ello no puede al fin disimularse aunque no se trate de un lenguaje propiamente literario, en el dolor, la soledad, y hasta la ocasional renuncia. Aunque no falten otros ras- gos, apuntes, y sin duda propuestas concretas suscepti- 10

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