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El Historicismo y su genesis PDF

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FRIEDRICH MEINECKE Primera edición alemana, 1936 Primera edición española, 1943 EL HISTORICISMO Y SU GENESIS Queda hecho el depósito que marca la ley. Copyright by . Fondo de Cultura. Económica Versión española de José Mingarro y San Martín y Tomás Muñoz Molina La traducción del Libro I de esta obra, "Los precursores y i a historiografía de la Ilustración”, la hizo José Mingarro y San Martín; y la del Libro ¡I, "El movimiento histcricista alemán”, Tomás Muñoz Molina. FONDO DE CULTURA ECONOMICA Impreso y hecho en México Panuco, 63 - México Printed and made in México A la memoria de la Univer- sidad de Estrasburgo de la preguerra. ADVERTENCIA PRELIMINAR Escribir con intento constructivo una historia del origen del historiásmo puede parecer temeridad cuando, desde hace años, resuena el clamor de que el historicismo debe ser superado. Pero una vez consumadas las revoluciones espirituales, no pueden considerarse ni como inexistentes ni como inoperantes. Cada una de ellas fermenta en lo profundo, aun cuando, como ahora ocurre, una nueva revolución esté en trance de suplantarla. Y la aparición del histo­ ricismo fue, como se tratará de demostrar en este libro, una de las revoluciones espirituales más grandes acaecidas en el pensar de los pueblos de Occidente. Cuando se haya leído mi libro, se reconocerá acaso la realidad de esta revolución. Pero no se aceptará de buen grado la palabra historicismo para designar su contenido, pues es reciente, un siglo exactamente más nueva de lo que bajo ella comprendemos, y muy pronto adquirió un sentido censurable, bien por exageración bien por degeneración de su sentido corriente. La veo empleada por primera vez, en su justo sentido, en el libro de K. Werner sobre Vico, iSyg, al hablar del "historicismo filosófico de Vico” (xi y 283). Luego, pero ya no en sentido adecuado, la emplea Carlos Menger en su libro polé­ mico contra Schmoller "Los errores del historicismo en la economía nacional alemana” (Die Irrtümer des Historismus in der deutschen Nationalófcono- mie), 1884. Menger identifica estos errores con la exagerada valoración de Id historia, de la que culpa a Schmoller. Quien aspire a más datos sobre la his­ toria de esta palabra consulte el libro de Carlos Heussi "La crisis del histori­ cismo” (Die Krisis des Historismus), 1932. Con ello aconteció que, pre­ cisamente por la inexactitud con que fué usada la palabra en un principio por la mayor parte, se despertó la conciencia de que, tras sus impugna­ dos excesos o flaquezas, se escondía un fenómeno de la historia del espíritu grande y poderoso que requería un nombre y todavía no lo tenía. Se acepta que aquello contra lo que se combatía considerándolo nocivo, había crecido en el suelo del nuevo florecimiento general de las ciencias del espíritu que se inicia en los comienzos del siglo xix. Los adjetivos peyorativos se convierten con frecuencia en honrosas calificaciones cuando el censurado se ios apropia pensando que lo mejor que puede dar de si depende de lo que en él se censu- 11 12 ADVERTENCIA PRELIMINAR ADVERTENCIA PRELIMINAR *3 ra. Las censuras justas deben tomarse en consideración pero afirmando ló pero cuando ella se libera de estas turbiedades, dice en todas partes lo mismo y mejor de sí mismo. Así procedió, poco más o menos, Ernesto Troeltscb. En es apta para encontrar verdades absolutamente verdaderas, independientes del el año de Troeltscb se lamentaba todavía de que en la Ciencia hubiera tiempo, que concuerdan con el dominio absoluto de la razón en el mundo. surgido un "historicismo” cuyo problema se cifra en comprender la realidad, Esta fe iusnaturalista puede también vincularse al cristianismo con las no en recrearla {Obras, 4, 374). En el año de 1922, poco antes de su muerte, adaptaciones que enseña Ernesto Troeltscb. No cabe imaginar lo que ha sig­ publicó su gran obra sobre el historicismo y sus problemas, en la que, a la crí­ nificado este derecho natural para la humanidad de los pueblos de Occidente tica concienzuda sobre sus flaquezas, se unía una fundamentación profunda durante casi dos mil años, ya en su forma cristiana, ya en la nueva ruptura profana adoptada desde el Renacimiento. Fué como una estrella polar incon­ de su inmanente necesidad y fecundidad. Ante todo, historicismo no es más que la aplicación a la vida histórica de movible en medio de las tempestades de la historia del mundo. Dió al pensa­ miento de los hombres un apoyo absoluto, un apoyo tanto más fuerte si lo los nuevos principios vitales descubiertos por el gran movimiento alemán que va desde Leibniz a la muerte de Goethe. Este movimiento es la prosecución realzaba la fe cristiana revelada. Podían emplearle las ideologías más diver­ de una tendencia general en los pueblos de Occidente, cuya corona ciñó las sas y más incompatibles entre sí. La razón humana, considerada como eterna sienes del espíritu alemán. Con su culminación éste ha llevado a cabo la se­ e independiente del tiempo, podía legitimarlo todo, sin que se advirtiera que gunda de sus grandes aportaciones después de la Reforma. Pero, como lo que así perdía su carácter intemporal y se nos revelaba como ella es: una fuerza descubrió fué, en general, nuevos principios vítales, eso significa también que que se individualiza sin cesar. Con inclinaciones románticas se puede bendecir el historicismo es algo más que un método de las ciencias del espíritu. Mundo y esta ilusión y diputarla como ingenuidad feliz y creadora de la juventud, pues vida parecen otros y revelan yacimientos profundos cuando se está habituado de ella depende la apacible seguridad de las formas de la vida, frecuentemen­ a contemplarlos a través de sus ojos. Digamos ahora sumariamente lo que en te alabada, y la fe incondicíonada de los siglos pasados. Se dirá que la reli­ el libro se habrá de desarrollar después más ampliamente. gión tuvo más parte en ello que el derecho natural. Pero derecho natüral y La médula del historicismo radica en la sustitución de una consideración ge- religión estuvieron precisamente fusionados durante largo tiempo, y esta fu­ neralizadora de las fuerzas humanas históricas por una consideración indivi- sión influía de hecho en los hombres. Aquí no vamos a abordar el derecha dualizadora. Esto no quiere decir que el historicismo excluya en general Id natural en todas sus fases, sino tan sólo la que antecedió inmediatamente al busca de regularidades y tipos universales de la vida humana. Necesita historicismo. Todavía menos vamos a resolver el problema de si, a pesar de emplearlas y fundirlas con su sentido por lo individual. Ledo, el derecho natural contiene el germen sin cesar renaciente de necesidades Por eso despertó un nuevo sentido. No se quiere con ello decir que lo in­ humanas eternas y en qué grado lo contiene. Es sabido que ha actuado y sigue dividual en los hombres y en los productos sociales y culturales creados por 'actuando hasta hoy como idea y fuerza histórica aun después de la irrupción él permaneciera hasta entonces ignorado del todo. Pero, precisamente, tas de la nueva manera individualízadora de pensar. Asi vino a ser el siglo xíx el fuerzas más íntimas de las impulsoras de la historia, el alma y el espíritu de crisol de estas dos concepciones. A él nos conduce derechamente la génesis los hombres, se mantuvieron confinadas en el ámbito de unos juicios genera- del historicismo en la segunda mitad del siglo xviii, que vamos a exponer en lizadores. Se pensaba que el hombre, con su razón y sus pasiones, con sus sus mezclas y roturas, en los residuos de lo antiguo junto con la irrupción de vicios y virtudes había sido en todos los tiempos que conocemos el mismo funda­ lo nuevo, mentalmente, Esta opinión contiene un fondo de verdad, pero desconoce las pro­ A partir de entonces, el historiásmo ha llegado a ser de tal manera parte fundas transformaciones y la diversidad de las configuraciones que experimentan integrante del pensar moderno, que sus huellas son visibles para una mirada la vida anímica y espiritual del individuo y de las comunidades, no obstante atenta en casi todo juicio sustancial sobre las formaciones humanas. Pues casi el estado de permanencia de las cualidades fundamentales humanas. La con­ siempre aflora, clara o confusa, la representación de que la particularidad de cepción iusnaturalista imperante desde la antigüedad fué especialmente la que estas formaciones depende, no sólo de condiciones externas, sino de condiciones inculcó la fe en la estabilidad de la naturaleza humana y, ante todo, de la íntimamente individuales. Pero el historicismo sólo en muy contados casos razón del hombre. Por consiguiente, tos enunciados de la razón, como así se ha desarrollado cabalmente la integridad de su fuerza y de su profundidad. dijo después, pueden ciertamente enturbiarse por las pasiones y la ignorancia, Los peligros que basta hoy le acompañan son la relajación propia o intrusión H ADVERTENCIA PRELIMINAR ADVEKTENCEA PRELIMINAR *5 de elementos extraños y groseros en su mundo conceptual. Sabemos que su ría dé los problemas y de las ideas”. Es el camino que eligen los filósofos y cultivo incumbe hoy a los menos, no a los más. Pero en él vemos el más alto los pensadores acostumbrados al cultivo sistemático de una ciencia particular. grado conseguido hasta ahora para la compresión de las cosas humanas, y le Aclara en toda su inmediatez las conexiones ideales, pero no conduce a una creemos con suficiente flexibilidad evolutiva para poder afrontar los pro­ visión orgánica del fondo individual, vivo y profundo, de las ideas, y corre el blemas que la historia del mundo plantea ante nosotros. Le creemos capaz de peligro de convertir la vida histórica en hípóstasis de conceptos, También¡ restañar las heridas que ha infligido el relativismo de los valores, suponiendo el camino adoptado por el puro historiador, camino que conduce al hombre vivo que encuentre hombres que transformen este ismo en vida auténtica. para estudiar en él el cambio de las ideas,, tiene su justificación. Habrá de Por lo tanto, vamos a exponer las circunstancias de su origen como una escoger si llevará a la escena histórica el número mayor posible de actores o el etapa de la revolución del espíritu de los pueblos occidentales. Pues Id forma menor. Los cambios espirituales, y especialmente los del siglo xviii, se pueden' de pensar evolutiva y la individualizadora van unidas indisolublemente. Ra­ perseguir en multitud de medianos y pequeños espíritus. Tampoco hay que dica en el ser de la individualidad, lo mismo de los individuos humanos que subestimar su participación efectiva en estos cambios y, con ello, tendremos de las formaciones ideales y reales de la colectividad, que sólo puede manifes­ abundante material para monografías útiles. Pero si se quiere trabar de mane­ tarse a través de la evolución. Cierto es que hay diferentes conceptos de evo­ ra efectiva lo general del proceso y lo individual de sus orígenes, no hay más lución.. Rickert ha distinguido en alguna ocasión hasta siete. Nosotros mos­ remedio que emprender una subida a pico de la montaña y, desde una de las traremos que también en la génesis del historicismo • se interfieren varios. No cimas, remontar a las otras, con lo cual alcanzamos perspectivas laterales so­ queremos anticipar nada, tan sólo señalar, para una primera orientación, que bre montes y valles todavía no explorados. Este camino, emprendido ya por distinguimos nuestro concepto historicista de la evolución, con sus finalidades mí en otras obras de "Historia del espíritu”, es también por el que me decido puramente históricas, con su gran elemento de espontaneidad, de aptitud ahora. Por esta razón selecciono para el estudio a los tres grandes pensadores plástica para el cambio y de bnprevisibilidad, de la idea, más angosta, de un pu­ alemanes en los cuates hace irrupción, con la mayor fuerza, el historicismo ro desenvolvimiento de gérmenes dados, y también de lo que llamamos "idea temprano del siglo xviii y cuyas obras constituyeron, a la sazón, el suelo pro­ de perfección” de la Ilustración, que, después, se convirtió en la idea vulgar o picio para el desarrollo ulterior de Id idea. Los tres deben ser estudiados en sublimada del progreso. su estructura individual. Y, para comprender ésta, necesitamos mostrar sus Mediante la idea de evolución se llegó a superar la forma hasta entonces antecedentes más importantes desde los comienzos de ese siglo, presentándolos dominante de tratar los cambios históricos, que se denomina pragmática. Esta también en esta forma individual, y señalando, además, las conexiones más aparece indisolublemente unida a la concepción iusnaturalista; utiliza la his­ importantes con la historia universal del espíritu, que se remontan a la anti­ toria, por la admisión de la identidad de la naturaleza humana, como mues­ güedad. Derecho natural, neoplatonismo, cristianismo, protestantismo, píetismo, trario pedagógicamente aprovechable, y explica sus cambios por causas de pri­ ciencia natural y afán curioso de viajes de los siglos xvü y xviii, los primeros mer plano, ya de naturaleza personal, ya real. Por eso distinguimos un sentir brotes de un sentimiento nacional y de libertad en los pueblos, y finalmente, y pragmático personalista y otro objetivo. También abandonamos a la exposición no lo menos importante, el florecimiento poético del siglo xviii, todo ello refe­ misma que nos presente el conocimiento intuitivo de nuestro objeto de estudio. rido a su trasfondo político y social. Todas estas fuerzas generales, de cuya Pues no se trata de rasgos del pensamiento que hay que abarcar tan sólo con­ acción conjunta surgió el historicismo en las almas de los hombres geniales, ceptualmente y reducirlos sumariamente a cualquier ísmo, sino, ante todo, de serán por consiguiente presentadas por mí de modo intuitivo, pero sólo en aque­ conjuntos vitales, de totalidades psíquicas vivientes, tanto de los individuos llos efectos y transformaciones con que se manifiestan en los creadores y en como de las comunidades y de las generaciones, tal como el historicismo nos sus predecesores. ha enseñado a verlas. El número de los predecesores de los tres grandes pensadores citados po­ Este conocimiento decide también la forma de la exposición y la elección dría, sin dificultad, aumentarse, pero sin que aportara nada esencial e im­ y clasificación de los materiales. Para ello había dos caminos. Se podía, por prescindible. Junto a los grandes historiadores de la Ilustración francesa e un lado, situar en primer término los problemas generales abarcables concep­ inglesa, hemos también de ocupamos de los brotes prerrománticos de ambos tualmente, entretejiendo la participación de cada pensador en una pura "histo- pdses, hasta ahora poco estudiados, en razón de su condición de predecesores, i6 ADVERTENCIA PRELIMINAR ADVERTENCIA PRELIMINAR *7 sobre todo de Herder, sin excluir tampoco a Burke, aunque la importancia de de los pensadores del siglo xviii coinciden en gran medida con mi propia elec­ éste se hace sentir más bien en la evolución posterior a los tres grandes represen­ ción: la disertación de Trude Beng, Bonn, 1932, sobre la antropología en la tantes del historicismo. historiografía del siglo xviii y el libro dé Kurt Breysig publicado poco des­ Mi designio primitivo era exponer también esta última evolución, termi­ pués de terminado mi trabajo:" Los maestros de la investigación histórica evo­ nando con la historia de la formación espiritual del joven Ranke. Pero sólo lutiva^ (Die Meister der entwicfcelnden Geschichtsforschung, 1936). Pero su puedo ofrecer, como apéndice de este libro, el"Discurso en memoria de Rankjd’ problema especial responde a una inspiración completamente distinta de la pronunciado por mí el 23 de enero de 1936 con motivo del aniversario de la mía. El ideal de la ciencia, especialmente para Breysig, es el de un positivismo fundación de la Academia prusiana de Ciencias. Los años se dejan sentir y yo refinado en el que complica a las grandes mentalidades históricas del siglo xviii, puedo solamente confiar en manejar éstos o aquellos hilos del copioso tejido lo que es muy distinto de los patrones historiástas que yo aplico. de los comienzos del siglo xix en Alemania, pero ya no me es posible dominar Claro que me he tenido que servir para mi investigación de una serie de todo el material. Espero que manos más jóvenes den cima alguna vez <t este trabajos particulares, tanto de monografías sobre determinados historiadores empeño. y pensadores de temas históricos, como de aquellos que investigan el cambio De estos primeros años del siglo xix se destaca en mi libro tan sólo la figura de concepción sobre determinados objetos y problemas históricos singulares, de Goethe en la época de su madurez. No ignoro que la plenitud de su pensar y lo explican en el plano de Id historia espiritual, tropezando así con los mis­ histórico, como yo trato de exponerlo, se produce en la atmósfera de los comien­ mos problemas que a nosotros nos embargan. Spranger ha tratado magistral­ zos del siglo xix, y que el romanticismo que entonces ronupe, el impulso filo- mente la Historia de la teoría de los ciclos culturales y el problema de la de­ sófico-histórico del idealismo alemán, representado con la mayar fuerza por cadencia de la cultura: "Actas de la Academia prusiana de Ciencias”, 1926 Hegel, y, sobre todo, las formidables experiencias históricas de estos años, co­ (Sítzungsber ichte d. Preusz. Akad. d. Wiss). Para el mismo problema de la laboran en la madurez del espíritu de Goethe, que supo absorber todos los decadencia de la cultura y el cambio de apreciaciones sobre aquélla sirve tam­ jugos de su tiempo con una capacidad única y apropiada a ellos. Pero, el tron­ bién la investigación de Walther Rehm: "La decadencia de Roma en el pensa­ co del que pendían ahora estos frutos hincaba sus raíces en el siglo xviii y miento occidental” (Der Untergang Roms im abendiandischen Denfcen, 1930). por eso su pensamiento histórico postrero, que en lo esencial no podía ser dis­ Stadelmann, a quien ya le debemos una excelente monografía sobre el sentido tinto, sino sólo más honda y ampliamente desarrollado que el de su juventud histórico de Herder (1928), ha tratado sobre "Formas fudamen tales de la y el de sus tiempos medios, debe valernos como la más alta y definitiva reali­ concepción de la Edad Medía desde Herder hasta Ranke” (Grundformen zación del pensamiento histórico del siglo xvüi. El espíritu de los siglos y sus der Mitteíaiterauffassung von Herder bis Ranke) en la Deutsche Viertel- realizaciones específicas se entrelazan unos con otros como los altos miradores jahrschr. f. Literaturwiss, 1931). Para el mismo tema sirven los trabajos de en las calles estrechas se rozan casi y podrían con facilidad juntarse. He ahí Bertha Moeller "Redesaórimiento del medioevo” (Díe Wiederentdeckung por qué este mirador de Goethe del siglo xix puede tener también su asiento des Mittelalters) Colonia, 1932, y el libro de Giorgio Flaco, La polémica sul en un plano que sólo abarca el siglo xviii. Medioevo I, 1933 y también el de W. Schieblích " La concepción del imperto Mi tema no ha sido jamás tratado hasta ahora en forma unitaria. El mag­ medieval, en la historiografía alemana, desde Leibniz hasta Giesebrech” (Die nífico bosquejo de Dilthey sobre el siglo xviii y el mundo histórico {Obras-, Aufíassimg des mittelalteriichen Kaisertums in der deutschen Geschichts- t. 3) ha sido ciertamente el trabajo preparatorio más importante en que be po­ schreibung von Leibniz bis Giesebrecht, 1932). Yo mismo me di cuenta, hace dido apoyarme. Pero Dilthey se detiene al llegar a Herder, es decir, no quiere ya veinte años, de la fecundidad de semejantes investigaciones monográficas exponer en su inmediatez el origen del historicismo, sino la obra de la Ilustra­ y he tratado sobre el espíritu germánico y románico en el decurso de la con­ ción que prepara el historicismo. Tampoco hago yo Historia de la historio­ cepción alemana de la Historia (Histor. Zeitschr. 115; Preussen und Deut- grafía, tal como Fueter y Mauricio Ritter la han hecho últimamente, sino schíand im xrx. und xx. Jahrhundert 1918), e, incitddo por mí, apoyado en Historia de los principios estructurales y de los criterios de valoración sobre ese trabajo, Erwin Hoeízle investigó la "Idea de una libertad germano-anti­ {os que descansan la historiografía y el pensar histórico en general. Reciente­ gua anterior a Montesquieu” (Idee einer altergermaníschen Freiheit vor mente, dos trabajos de gran valor inquieren mi mismo objeto, y en la elección Montesquieu, 1925). Tuve que considerar ahora hasta qué punto en mis ao l8 ADVERTENCIA PRELIMINAR tuales investigaciones podría plantear y tratar de resolver problemas tales. Decidí no omitirlos completamente ni dejarme dominar por ellos hasta el ■punto que me impusiera la elección y disposición del material. Pues mi propó­ sito se cifra en llegar a la capa profunda de la vida psíquica-espiritual de la que proceden las variaciones del pensamiento sobre problemas históricos par­ LIBRO PRIMERO ticulares. Y a ella se llega tan sólo sumergiéndose en las grandes individuali­ dades. Debía articular la materia en función de estas individualidades, no de LOS PRECURSORES Y LA HISTORIOGRAFIA problemas históricos particulares, por muy vastos que estos fueran. He ahí DE LA ILUSTRACION por qué precisaba interpolar lo que encontrara de estos problemas en la visión orgánica, estructural, de los pensadores individualmente considerados. Finalmente me permito remitir, para completar lo que, en ocasiones, apa­ rece en este libro como referencia pasajera, a mis obras anteriores "Cosmopo­ litismo y estado nacional” Weítbuergertum und National-staat) 1908 {’f ed., ip2&) e "Idea de la razón de estado en la historia moderna1’ (Idee der Staatsrason in der neueren Geschichie) 1924 (y ed., x929) en cuyas dos obras se trata impliáte mi tema. Todo cuanto es común a estos tres libros se reman­ id a las primeras concepciones de mis felices años transcurridas en el Estras­ burgo de hace ya una generación. A este recuerdo dedico mi libro, y, los pocos sobrevivientes de aquel tiempo, a quienes saludo, saben lo que significó para la vida cultural aquella constelación espiritual de la Renania alta. Emprendo esta tercera y última excursión a través de una alta montana con la resignación del viejo que conoce mucho mejor que antes todas las dificultades de Id mi­ sión que se ha impuesto; aumenta, por eso, sus exigencias, y, sin embargo, sabe que sólo puede ofrecer, a la postre, un fragmento de aquello que como solu­ ción ideal resplandece a lo lejos, CAPÍTULO PRIMERO LOS PRECURSORES Tratamos de señalar el punto decisivo en el origen del instoriásmo. Todo consiste en ablandar y hacer fluido el rígido pensar iusnaturalista con su creen­ cia en la inmutabilidad de los supremos ideales humanos y en la identidad permanente de la naturaleza humana a través del tiempo. El primer paso para ello se da con el viraje general del pensar filosófico, que se advierte ya en el siglo xvn, especialmente en la filosofía de Descartes. Si, hasta entonces, ín-' genuamente convencidos de la fuerza de la razón humana, se aspira con ella a aprehender lo objetivo del mundo, surge ahora, en primer término, el pro­ blema del sujeto cognoscente y el de la legitimación de aquélla en virtud de las leyes que hay que buscar en éste. En esta vuelta a los problemas subjeti­ vos se divisan los primerísimos signos de una futura revolución del pensar, precisamente aquella que nosotros queremos exponer. En los preludios de las revoluciones suele acontecer, sin embargo, no raramente, que los cambios que las incuban en lo profundo tienen la propiedad de reanimar en primer tér­ mino y por mucho tiempo el viejo estado de cosas imperante. El sujeto cog- noscente que Descartes y, bajo ios efectos de su doctrina, la Ilustración francesa tenían ante los ojos, no era todavía el sujeto individual en la diver­ sidad de sus manifestaciones históricas, sino el sujeto en general, el hombre abstracto del derecho natural. Y las leyes universales que hallaron en este hombre abstracto venían tan sólo a confirmar al pensar iusnaturalista en su certidumbre y seguridad de poseer la clave del conocimiento de las cosas humanas. Y creían poseer esta clave en un pensamiento elevado a la claridad y evidencia matemáticas, ante todo, por la aplicación estricta de la ley de causalidad. Los descubrimientos, que hacen época, de las ciencias naturales, reforzaban esta tendencia basta un grado insospechable, desbordando su influencia al campo de lo histórico. Los cambios que la vida histórica experi­ mentaba Quedaban también confinados al campo de la causalidad mecánica de forma que, los propios cambios operados en el interior de la naturaleza humana, aparecían sólo como reagrupaciones de los mismos elementos funda­ mentales reproducidos uniformemente. Empero, la razón, órgano proclamador de los ideales, persistía siendo para este pensar que aspiraba a la segundad 21 22 LOS PRECURSORES SHAFTESBURY 23 matemática, un elemento tan estable como siempre hubo de pareceríe al pen­ da y los tres bajo drcunstandas y presupuestos específicamente individuales. sar iusnaturalista de todos los tiempos- Precedió, pues, al historidsmo, mien­ Pero la interior unidad de la cultura ocddental se revela por su aparidón casi tras duró el influjo de la Ilustración francesa, no una atenuación, sino un simultánea. Shaftesbury (1671-1713) murió en la misma dudad de Ñapóles refuerzo del pensar iusnaturalista, aunque aquélla llevaba dentro de sí el ger­ en la que vivía su compañero de generadón Vico y, probablemente, mantuvo men de su decadencia. Esto nos lo mostrará la Historia de la Ilustración contacto con él (Cf. Nicolini, La giov'mezza di G. Vico, 1932, p. 92). Y francesa. Leibniz, más viejo (1646-1716), y Shaftesbury, se estrecharon espiritualmente Después que Locfce quebrantó la fe en las ideas innatas se podía esperar la mano antes de la muerte de aquél. Leibniz leyó, en efecto, con delectadón, la más del empirismo y del sensualismo ingleses, al objeto de remover el mundo obra de Shaftesbury Moralistas (publicada en 1700) reviviendo, sin duda, histórico. Con el quebrantamiento de esta fe se disipó entonces la creencia en en su lectura, casi toda su Teodicea (apareada en 1710). La obra de Vico el carácter absoluto de las verdades de razón. Despertó la voluntad por un estu­ pasó casi inadvertida dentro del movimiento que estamos bosquejando. Inter­ dio austero y sin prejuicios de los fenómenos humanos y, con ella, la del polamos antes del suyo, el estudio sobre un pensador alemán contemporáneo estudio de las mutaciones históricas. Con esto se aprendió a conocer más de Vico y de menor tango que éste, Godofredo Amold, el cual, como repre­ exactamente el mundo de los poderes irracionales de lo psíquico, ios senti­ sentante de un sector de gran agitadón espiritual, merece también figurar mientos, impulsos y pasiones, que el derecho natural, orgulloso de su raciona­ entre los precursores del nuevo pensar historiásta. Pero Leibniz y Shaftesbury lismo, había menospreciado hasta entonces; a considerar mejor su significación van a la cabeza entre las fuerzas espirituales que hicieron fructificar el ind- causal y, bajo determinadas circunstancias, su utilidad también para los fines piente movimiento alemán cincuenta años más tarde, en los tiempos que humanos. Pero el espíritu se convirtió en tina tabla rasa que sólo se llenaba siguen a la guerra de los siete años. Para él fueron como un par de díóscuros por la experiencia aportada por los sentidos, perdiendo, por tal manera, su que irradiaron en su délo una luz que sobrepujó a la de las grandes estrellas actividad y espontaneidad. También se aprendió, con los nuevos métodos, a de la Ilustradón francesa, que hasta entonces lo poblaban solitarias. Acaso conocer mejor las partes o elementos componentes de la psique que su co­ Shaftesbury ha ejercido una influencia más familiar e inmediata que el mismo nexión interna, pues la investigación quedó encerrada, también aquí, en el Leibniz, pues, menos inteíectualista, más entusiasta, más esteázante y lleno círculo de la causalidad mecánica que, desde las ciencias naturales, invadía de fantasía y de sentimiento, conmovía inmediatamente el alma entera1. Pot esta razón nos ocupamos de él en primer lugar. ahora el dominio de las ciencias del espíritu. Al viejo derecho natural, que era propiamente derecho racional y fé en la razón, se le junta ahora, con compromisos inconsecuentes, un nuevo naturalismo. Comprobaremos también Shaftesbury esto en la Historia de la Ilustración inglesa. En Inglaterra resuena con frecuencia, junto a la practiddad y el utilita­ Sólo con una comprensión más profunda deí alma humana se podía su­ rismo predominantes en su vida, una fina y tierna melodía de belleza cauti­ perar el viejo derecho natural y el nuevo naturalismo y, con ello, conquistar vadora, una necesidad estética y romántica, cuyas huellas son fácilmente un nuevo sentido de lo histórico. Quien primero reveló esta comprensión más reconocibles de tiempo en tiempo en la lírica y en ei arte cultos. El teórico de profunda no estaba, sin embargo, capacitado ni llamado a hacer su decisiva apli­ las-razas atribuye esta tendenda del pueblo inglés, con insegura justificadón, cación al mundo histórico. En la vida del espíritu los cambios no se operan tan a su impronta céltica. Shaftesbury, que representaba este tipo, desplegó su rápidamente, sobre todo cuando se trata de desprenderse de una costra vieja vida de hombre libre y de aristócrata de nacimiento y de formadón, en los de siglos y que viene desarrollándose desde la antigüedad. Pero es un aconte­ mismos tiempos en que su pueblo y su estado, consolidada su libertad interior, cimiento memorable que, precisamente en el tránsito del siglo xvn al xvnr, se alzaban sobre Europa y el mundo con el orgullo de un ave caudal. cuando el movimiento de la Ilustración se prepara desde Inglaterra, en ésta y en Weiser acentúa, con razón, en "Shaftesbury y la vida espiritual alemana” Alemania simultáneamente, y muy pronto también en Italia, se creen sistemas intelectuales que contienen ya el germen para la superación: de la Ilustración, 1 Hablando de Leibniz 7 de Shaftesbury, escribía Herder en 1770 a Merk (Lebensbild, 3, así de la empirista inglesa como de la racionalista francesa. Leibniz, Shaf- 1 p. 110) qué ”Íe tocó f Shaftesbury) el optimismo que le batía el corazón, en tanto que tesbury y Vico son los que han creado esos sistemas, cada uno con independen- Leibniz sólo le hablaba al entendimiento”. I 24 LOS PRECURSORES SHAETESBURY ■ 25 (Shaf. u. d. deutscbe Geistesleben, 1916), que existe una íntima dependencia dente del alma. El cristianismo y el estado de espíritu de los hombres a la entre los ideales políticos de libertad del Lord y la libre alegría y fervor cós­ caída del mundo antiguo reforzaban esta íncíinadón del alma a fundirse micos del pensador. Piensa Sbaftesbury que sólo en un estado Ubre puede más plena e íntimamente con la Divinidad. Así acontedó también en la filo­ asegurarse duraderamente una alta cultura espiritual y que el florecimiento sofía de Piotino. El alma humana y Dios, no el alma humana y ía historia, y la decadencia del arte y de la ciencia dependen del florecimiento y la deca­ constituían la teladon capital en torno a la cual esa filosofía elaboró vital dencia de la Hbertad política interior. Por eso, la primera de sus divisas, aunque mente, dentro del movimiento platónico-neopíatónico, contenidos que desbor­ no por cierto la más profunda, fue líberty and letters. Un pensamiento daban a 3a razón y al entendimiento. Entonces, una vez lograda esta relación que ya apuntó en la antigüedad en los primeros tiempos del Imperio (sobre entre el alma y ía Divinidad, descendía la mirada a la contempladón total del todo en Pseudo-Longino, 5ao4in iSau cap. 44), despertó a nueva vida con mundo y a la de sus abigarrados contenidos, viendo en general, y en uno mismo, él, en la atmosfera inglesa de la Gloñous Revolution, resonando todavía una emanadón del manantial divino, un reflejo y trasunto de la divina luz con frecuencia a través de todo el siglo xvhl primigenia, una conexión de todas las partes en la gran totalidad, que se mue­ Desde el punto de vista de la historia espiritual y, especialmente, para ve con vida, pero todo ello en sentido supratemporal, rigurosamente antihis­ el del origen del historidsmo, es todavía más importante darse cuenta de otra tórico. La permanenda en el cambio, el núcleo perdurable y la apiadad dependencia que, remontando también pueblos y épocas, nos lleva hasta la recurrente de todo el acontecer cósmico; ía eterna corroboradón de la única antigüedad. De ésta procedía, no solamente el pensar iusnaturaiista que, con conexión: Dios—mundo; la emanación de la diversidad de todas las cosas de su inteíectualismo y racionalismo, obstaculizaba la mirada hada las profundi­ una fuerza originaria divina, superior al mundo y al pensamiento, que las dades del alma, sino también el pensamiento platónico y neoplatónico, nutrido comprende y nutre a todas; estas ideas dominaban cuando se miraba a la de las profundidades deí alma, que fué cultivado, antes de Shaftesbury, por historia.,Con tales pensamientos señorearon la confusa diversidad de sus pro­ 3a escuela filosófica de Cambridge. De esta escuela, y del filósofo renacen­ cesos y fenómenos, pero, abandonándolos a sí mismos, y sin esforzarse por tista Giordano Bruno, redbió probablemente Sbaftesbury el áureo cáliz de las penetrar en el secreto de su devenir histórico. Podían asodar a ello las ense­ ideas platónicas y neoplatónícas que una cadena de espíritus místicos o pan- ñanzas de la Stoa y del derecho natural sobre la identidad supratemporal de teístas se transmitiera a través de los siglos, a partir de Dionisio Areopagíta. la naturaleza humana y de los ideales intemporalmente absolutos y radonales Y, siempre, de suerte que se produjeron nuevas reelaboradones o aplicadones de ía humanidad; porque también esas enseñanzas corroboraban la permanen­ de estas ideas, condidonadas por la individualidad y el momento histórico. cia en el cambio. El pensamiento iusnaturaiista, por esencia estático y ahistó- Y allí donde estas ideas no llegaban a una plena reelaboradón, su aplicadón rico, podía concillarse con el pensamiento neoplatónico, dinámico en esenda, en determinados sectores de la vida actuaba con frecuencia de la manera más pero no interesado, todavía, profundamente en la historia. insólitamente activa y oteadora, como —para usar una imagen dilecta a los O mucho nos equivocamos o también Shaftesbury, a pesar de ser predomi­ neoplatónicos— un rayo de luz que, sin ser visto, puede alumbrar el distante nantemente un neoplatónico, se haíía entre estos tipos mixtos. Su concepto muro. Por eso no necesitamos ocuparnos aquí de la totalidad de la filosofía de ía virtud, en el que culmina su ética, es tan absoluto, tan supratemporal de Shaftesbury que, en último término, se reduce a una mezcla de ética y e independiente de los ordenamientos exteriores, de, la fluctuante opinión o estética. Sólo destacaremos aquellos rasgos que, más clara y manifiestamente, de la costumbre, y tan firmemente arraigado en la naturaleza del universo, percuten o reaparecen después en los primeros exploradores del historidsmo. como el derecho natural de los estoicos. Creía an the natural rule of honesty Deliberadamente hemos dicho, no que el pensamiento piátónico-neopiatónica and worth (Miscell. Refleer., V, 3). Decía de ía virtud lo mismo que el mirara más profundamente al alma que el pensar iusnaturaiista, sino que se nuevo fundamentador del derecho natural, Grodo, hahía dicho del derecho: nutría con más hondura del alma. La ocupadón intensiva en las oscuras pro­ que era independiente hasta de Dios mismo (Moralistas, II, .3), pues Dios tenía necesariamente que ser bueno2. fundidades y misterios deí alma no era la afidón del pensamiento fuertemen­ te intelectualista de los antiguos, más orientado hada lo objetivo del mundo, 2 Absolutamente determinado por ía forma deí pensar iusnaturaiista es su juicio de que Pero, el Bros platónico, que anhelaba llegar a lo verdaderamente esendal del el militante de una religión que venera como a santos a los gatos, cocodrilos y otros semejantes animales dañinos o repugnantes, obra moralmente mal si, en razón de esta creencia, trata a los mundo, al reino de las formas e ideas originales, emanaba deí fondo íncons- adversarios de su religión como a enemigos. An Inqmry Concerning Virtue or Merit I, 3.

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o debemos dejarnos engañar por el título de la obra de Friedrich Meinecke: “Die Enstehung des Historismus” [Munich, Oldenbourg, 1936; 2 vols. in 8º, 656 pp.]. El objetivo del autor en dicho libro no es seguir el desarrollo del método crítico ni de las prácticas del análisis histórico. Lo
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