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El camino del arco PDF

26 Pages·2008·0.35 MB·Spanish
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El Camino Del Arco Coelho, Paulo Published: 2008 Type(s): Short Fiction Source: http://paulocoelhoblog.com/internet-books/ Ella Wheeler Wilcox -Nadie en esta ciudad ha visto jamás a Tetsuya con un arco en las manos -respondió-. Todos sabemos que trabaja en carpintería. -Puede que haya desistido, que se haya acobardado; no me importa - insistió el extranjero-. Pero no puede ser considerado el mejor arquero del país si ha abandonado su arte. Por eso he hecho un viaje de tantos dí- as: para desafiarlo y terminar con una fama que ya no merece. El chico vio que de nada le serviría seguir discutiendo. Era mejor lle- varlo hasta el carpintero para que viera con sus propios ojos que estaba engañado. Tetsuya estaba trabajando en la oficina situada en los bajos de su casa. Se dio la vuelta para ver quién llegaba, y se le congeló la sonrisa. Sus ojos se quedaron fijos en la bolsa alargada que llevaba consigo el extranjero. -Es exactamente lo que está pensando -dijo el recién llegado-. No he venido para humillar ni para provocar al hombre que se convirtió en una leyenda. Tan sólo quiero demostrar que, tras años y años de práctica, he conseguido llegar a la perfección. Tetsuya respondió que tenía que volver a su trabajo: estaba terminan- do de colocar las patas de una mesa. -Un hombre que sirvió de ejemplo a toda una generación, no puede desaparecer como usted desapareció -continuó el extranjero-. He seguido sus enseñanzas, he procurado respetar el camino del arco, y merezco que me vea disparar. Si lo hace, me iré por donde vine y no diré a nadie dón- de se encuentra el mayor de todos los maestros. El extranjero sacó de su bolsa un arco largo, hecho de bambú barniza- do, con la empuñadura un poco más abajo del centro. Hizo una reveren- cia a Tetsuya, caminó hasta el jardín e hizo otra reverencia hacia un lugar determinado. Acto seguido, disparó una flecha ornamentada con plumas de águila, abrió las piernas para tener una base firme para disparar, con una mano llevó el arco hasta delante de su rostro, y con la otra colocó la flecha.El chico miraba con una mezcla de alegría y miedo. Tetsuya, a su vez, había interrumpido su trabajo y miraba al extranjero con curiosidad. completamente extendido. Por un momento que pareció durar una eter- nidad, arquero y arco permanecieron inmóviles. El chico miraba hacia el punto donde apuntaba la flecha, pero no veía nada. De repente, la mano de la cuerda se abrió, el brazo fue empujado hacia atrás, el arco dibujó un elegante giro con la otra mano, y la flecha se per- dió de vista para volver a aparecer a lo lejos. -Ve y cógela -dijo Tetsuya. El chico volvió con la flecha. Había atravesado una cereza que estaba en el suelo, a cuarenta metros de distancia. Tetsuya hizo una reverencia al arquero, fue a un rincón de su carpinte- ría, y cogió una especie de madera fina, de delicadas curvas, envuelta en una larga cinta de cuero. Desenrolló la cinta sin ninguna prisa y descu- brió un arco semejante al del extranjero, con la diferencia de que parecía haber tenido bastante más uso. -No tengo flechas, así que necesitaré una de las tuyas. Haré lo que me pides, pero tendrás que mantener la promesa que has hecho: jamás reve- larás el nombre de la aldea donde vivo. "Si alguien preguntara por mí, le dirás que fuiste al fin del mundo en mi busca, hasta que descubriste que me había mordido una cobra y había muerto dos días más tarde." El extranjero asintió y le tendió una de sus flechas. Apoyando en la pared uno de los extremos del largo arco de bambú, y haciendo un esfuerzo considerable, Tetsuya colocó la cuerda. A contin- uación, sin decir nada, salió en dirección a las montañas. El extranjero y el chico lo acompañaron. Caminaron durante una hora hasta llegar a una hendidura entre dos rocas, por donde corría un cauda- loso río. El lugar sólo se podía cruzar a través de un puente de cuerda medio podrido y a punto de caerse. Con toda tranquilidad, Tetsuya se plantó en mitad del puente, que se balanceaba peligrosamente, hizo una reverencia a algún lugar del otro la- do, armó el arco tal y como lo había hecho el extranjero, lo levantó, lo lle- vó hasta su pecho y disparó. El chico y el extranjero vieron que la flecha había atravesado un melo- cotón maduro, que se encontraba a veinte metros del lugar. hecho yo. Ven aquí, ponte en mitad del puente, y haz lo mismo." Aterrorizado, el extranjero caminó hasta mitad del puente medio po- drido, sin apartar la vista del despeñadero bajo sus pies. Hizo los mis- mos gestos rituales y disparó en dirección al melocotonero, pero la flecha pasó a mucha distancia. Al volver al margen, tenía la cara blanca. -Tienes habilidad, tienes dignidad, y tienes postura -dijo Tetsuya-. Co- noces bien la técnica y dominas el instrumento, pero no dominas tu men- te. Sabes disparar cuando todas las circunstancias te son favorables, pero cuando estás en un terreno peligroso, no das en el blanco. El arquero, sin embargo, no siempre puede escoger su campo de batalla, de modo que vuelve a comenzar tu entrenamiento y prepárate para situaciones desfa- vorables. "Continúa en el camino del arco, pues es el recorrido de una vi- da. Pero aprende que un tiro correcto y certero es muy diferente a un tiro con paz en el alma." El extranjero hizo una vez más una larga reverencia, colocó su arco y flechas en la bolsa alargada que cargaba al hombro, y partió. En el camino de vuelta, el chico estaba exultante. -¡Lo has humillado, Tetsuya! ¡Cómo se ve que eres el mejor! -No debemos juzgar a las personas sin antes aprender a oírlas y respe- tarlas. El extranjero era un hombre bueno: no me humilló, no intentó de- mostrar que era mejor, aunque diera esa impresión. Quería mostrar su arte y verlo reconocido, pese a que pareciera estar desafiándome. "Además, forma parte del camino del arco enfrentarse de vez en cuando a pruebas inesperadas, y justamente eso fue lo que el extranjero me ha permitido hacer hoy." -Él dijo que tú eras el mejor de todos. Yo no sabía que eras un maestro en el tiro con arco. Si es así, ¿por qué trabajas en una carpintería? -Porque el camino del arco sirve para todo, y mi sueño era trabajar con madera. Además, un arquero que sigue este camino no necesita ni arco, ni flecha, ni blanco. -Nunca pasa nada interesante en esta aldea, y de repente me doy cuen- ta de que estoy delante de un maestro en un arte por el que ya nadie se conseguir la precisión necesaria. Los ojos del chico parecían implorar una respuesta afirmativa. Tetsuya caminó en silencio durante casi quince minutos. Cuando volvió a hablar, su voz parecía más joven. -Hoy estoy contento: he honrado al hombre que, hace muchos años, me salvó la vida. Por ello, te daré todas las reglas necesarias, pero no po- dré hacer nada más que eso. Si entiendes lo que te estoy diciendo, podrás usar estas enseñanzas para lo que desees. "Hace apenas unos minutos, me llamaste maestro. ¿Qué es un maestro? Yo te respondo: no es aquél que enseña algo, sino quien inspira al alumno a dar lo mejor de sí para descubrir un conocimiento que ya tiene en el alma." Y en cuanto hubieron bajado de la montaña, Tetsuya le explicó el ca- mino del arco. Por lo tanto, antes de ponerte a buscar nada, búscate aliados: gente que se interesa por lo que estás haciendo. No digo: "busca otros arqueros." Digo: encuentra personas con diferen- tes habilidades, porque el camino del arco no es diferente de cualquier otro camino que se sigue con entusiasmo. Tus aliados no serán necesariamente aquellas personas a quienes todos miran, ante quienes se deslumbran y de quienes afirman: "no hay nadie mejor." Muy al contrario: serán aquéllos que no temen errar, y sin embar- go yerran. Por ello, su trabajo no siempre es reconocido. Pero es esa clase de persona la que transforma el mundo, la que, tras muchos errores, con- sigue acertar en algo que marcará un antes y un después en su comunidad. Son personas que no pueden quedarse esperando los acontecimientos para después tomar la mejor decisión: ellos deciden a medida que actú- an, aun sabiendo los riesgos que con ello corren. Convivir con estas personas es importante para un arquero, porque és- te necesita entender que, antes de colocarse frente al blanco, debe ser lo bastante libre para cambiar de dirección a medida que lleva la flecha hac- ia delante de su pecho. Cuando abre la mano y suelta la cuerda, debe decirse a sí mismo: "mientras abría el arco, recorrí un largo camino. Ahora suelto esta flecha con la conciencia de que he arriesgado lo suficiente y he dado lo mejor de mí." Los mejores aliados son aquéllos que no piensan como los demás. Por eso, cuando busques compañeros para compartir con ellos el entusiasmo del tiro, sigue tu intuición y no te dejes llevar por los comentarios ajenos. Las personas siempre juzgan a los demás poniendo como modelo sus propias limitaciones, y a veces la opinión de la comunidad está llena de prejuicios y temores. Únete a los que experimentan, arriesgan, caen, se hieren y vuelven a arriesgar.Apártate de quienes afirman verdades, critican a quienes no piensan como ellos, jamás dan un paso sin tener la seguridad de que se les respetará por ello, y prefieren tener certezas a tener dudas. Tal vez pienses que el tiro con arco no puede interesar a un panadero o a un agricultor, pero yo te digo: ellos ven, aprenden, y ponen lo que aprenden en aquello que están haciendo. Tú harás lo mismo: aprenderás como el buen panadero a usar las ma- nos y a saber la mezcla exacta de los ingredientes.Aprenderás como el agricultor a tener paciencia, a trabajar duro, a respetar las estaciones, y a no blasfemar contra las tormentas, pues ello sería una pérdida de tiempo. Únete a los que son flexibles como la madera de tu arco y entienden las señales del camino. Son personas que no dudan en cambiar de rumbo cuando se topan con un obstáculo insalvable, o cuando vislumbran una oportunidad mejor. Tales son las cualidades del agua: pasar entre las rocas, adaptarse al curso del río y transformarse a veces en un lago hasta que la depresión está rebosando y puede seguir su curso. Porque el agua no olvida que su destino es el mar, y que tarde o temprano deberá llegar a él. Únete a los que jamás dijeron: "se acabó, aquí me detengo". Porque así como al invierno le sigue la primavera, nada termina: después de alcan- zar tu objetivo hay que comenzar de nuevo, empleando en todo momen- to lo que aprendiste en el camino. Únete a los que cantan, cuentan historias, disfrutan la vida, y tienen alegría en los ojos. Porque la alegría es contagiosa, y siempre consigue evitar que nos dejemos paralizar por la depresión, la soledad y las dificultades. Únete a los que hacen su trabajo con entusiasmo. Pero para poder ser- les útil como ellos te son útiles a ti, debes saber cuáles son tus herramien- tas, y cómo puedes perfeccionar tus habilidades. Por tanto, ha llegado el momento de conocer tu arco, tu flecha, tu blan- co y tu camino. El blanco está lejos. Pero el arco permanecerá siempre contigo, y hay que saber cuidarlo. Necesita períodos de inactividad: un arco siempre armado, en estado de tensión, pierde su potencia. Por tanto, déjalo que repose y recupere su firmeza.Así, cuando estires la cuerda, estará contento y con su fuerza intacta. El arco no tiene conciencia: es un prolongamiento de la mano y el de- seo del arquero. Sirve para matar o para meditar. Por ello, sé siempre cla- ro en tus intenciones. Un arco tiene flexibilidad, pero también tiene un límite. Un esfuerzo más allá de su capacidad lo romperá, o dejará exhausta la mano que lo sostiene. Por lo tanto, procura estar en armonía con tu instrumento y no le exijas más de lo que te puede dar. Un arco o bien reposa o bien se tensa en la mano del arquero. Pero la mano no es sino el lugar donde se concentran todos los músculos del cuerpo, todas las intenciones del tirador, todo el esfuerzo para el tiro. Por lo tanto, para mantener con elegancia el arco abierto, haz que cada parte dé sólo lo necesario, y no disperses tus energías. De este modo, podrás disparar muchas flechas sin cansarte. Para entender tu arco, es preciso que se convierta en parte de tu brazo y sea una extensión de tu pensamiento.

Description:
«El camino del arco» cuenta la historia de Tetsuya, el mejor arquero del pa?s, quien trasmite sus ense?anzas a un ni?o de su aldea. El trabajo y el esfuerzo diarios, la superaci?n de las dificultades, la constancia y la valent?a para tomar decisiones arriesgadas son aspectos que van surgiendo a lo
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